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Cáritas Parroquial de Mazarrón
Mazarrón Fiestas Patronales 2019 Cáritas Parroquial de Mazarrón Todo es un juego de amor
Qué fácil es culpar al pobre de todas sus desgracias y miserias. Con qué frialdad y rapidez culpamos al necesitado, lo señalamos y lo expulsamos de nuestras vidas; y con qué lentitud nos decidimos a ayudarle. La novela de El Gran Gatsby comienza diciendo “Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien, ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas”. Y es que el cristiano tiende a olvidar que la única razón por la que nosotros no estamos en la misma situación que el pobre es porque la gracia y el amor de Dios nos han sostenido. Santa Catalina de Siena decía: “Soy la nada más el pecado”. Sin embargo, nosotros nos empeñamos en pensar que todo lo bueno que nos ha pasado, todo lo bueno que somos y todo lo que hacemos es fruto nuestro. Y no podemos estar más equivocados. Una mala decisión, un evento trágico o una desgracia pueden alterar el fino equilibrio de nuestras vidas y destrozarlas sin tener nosotros control sobre nada.
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Jesús no cuestionaba ni culpaba a los enfermos que se tropezaba por el camino. No juzgaba a los pecadores que iban en busca de su ayuda ni los miraba con asco y desprecio. La mirada de Jesús era la mirada del amor y de la eterna misericordia. A pesar de este claro ejemplo, nos afanamos en juzgar al miserable y en negarle su ayuda. Quizás pensemos que no son dignos de nuestro tiempo, esfuerzo o dinero, como si estas cosas fueran nuestras y no dadas por Dios. El papa Francisco dice: “No es fácil incluir a la gente porque hay resistencia; hay esa actitud selectiva. No juzgar nunca y decir: Dios sabe: es su vida, pero yo no lo excluyo de mi corazón, de mi oración, de mi saludo, de mi sonrisa y, si tengo ocasión, decirle una palabra bonita.”.
Jesús nos pide esto hoy a ti, a mí y a todos porque la vida de un cristiano que ayuda y colabora en lo más mínimo está llena de vida y da fruto. No nos olvidemos jamás de lo más importante: que dentro del que sufre, del que pasa hambre y sed, miserias y sufrimientos, ahí está Jesús clavado en la cruz. Cuando ayudamos al pobre, estamos ayudando a Jesús y cumpliendo su voluntad. Dicen de San Camilo de Lelis que visitaba a enfermos en hospitales no para ganarse el cielo, sino para irse habituando a él. Este santo veía en esos cuerpos purulentos y rechazados por la sociedad a Cristo. Y ahí donde nadie se atrevía ir, ya fuera por miedo o por repulsión, él se adentraba y los trataba con un inmenso cariño.
Es por todo esto que hemos dicho que, desde Cáritas, nos hemos propuesto lo siguiente: que seamos perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto (cf. Mt 5,48); que nuestra mirada ante el pobre sea la de amor y misericordia, no la de juicio y desprecio; que ayudemos sin importarnos el quién, el cómo, el cuándo y el dónde porque Dios proveerá; y, finalmente, que nos amemos y ayudemos porque esa es la única forma de obtener la vida eterna. Al fin y al cabo, en la vida “todo es un juego de amor” (Padre Pío).