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El monumento al Sagrado Corazón de Jesús, de Olvera GERARDO PÉREZ CALERO

EL MONUMENTO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, DE OLVERA

Aprovecho que estamos en el mes de junio, dedicado a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y también la cordial invitación que todos los años por esta fecha me hace mi distinguido amigo el alcalde de la querida Olvera, para evocar algunos recuerdos de otro tiempo, y a la vez efectuar una imaginaria subida, tras recobrar el resuello, para detenerme ante el monumento que la ciudad le tiene dedicado en la acrópolis de su topografía.

En los primeros años sesenta solía ir yo a Olvera a ver a la familia paterna que por aquel entonces encabezaba mi tío abuelo Juan Pérez Troya para pasar unos días inolvidables. En aquel entonces, mi curiosidad juvenil no se interesaba demasiado por la geografía, la historia y el arte que encierra tan bella población serrana. Con el tiempo, ya estudiando Filosofía y Letras en el alma mater hispalense, fui descubriendo su hermosura y rico pasado. En posteriores reencuentros con la villa, que siempre me llamó la atención por enseñorear su escudo heráldico acompañado de la divisa “De mi saldrá la paz”, no fueron ajenas las enseñanzas de uno de mis mejores maestros en la Facultad, el catedrático olvereño D. José Guerrero Lovillo, al que recuerdo con profundo afecto, no solo por su sencillez, nobleza y paisanaje familiar, sino también por su brillantez académica. Sus lecciones de arte islámico son inolvidables. Pero, dejemos por ahora los recuerdos personales y vayamos al objeto de estas líneas, en rigor, una somera aproximación al tema a modo de alocución propia.

La primera consagración de España al Sagrado Corazón fue realizada en 1911 durante el XXII Congreso Eucarístico Nacional. Ocho años después, se puso a la nación bajo su protección erigiéndose un monumento con su grandiosa imagen ubicado en el Cerro de los Ángeles de Getafe, acto presidido por el Rey D. Alfonso XIII. Desde entonces, proliferaron los monumentos en diversos lugares de España y de América. Sería en 1929, coincidiendo con la magna Exposición Iberoamericana de Sevilla, cuando se erigió el de Olvera, tal vez por iniciativa de D. Francisco Javier Martínez Navas, cura párroco que fue de la localidad, como su hermano Antonio, y Vicario General del Obispado de Málaga, cuya sede ostentaba el sevillano y devoto del Sagrado Corazón, Monseñor D. Manuel González García (1877-1940), que llegaría a subir a los altares, y ocho años antes había bendecido el monumento erigido en la Sierra de Gibralmora, municipio malagueño de Pizarra.

Para esculpir la imagen del futuro monumento olvereño había que buscar al artista más idóneo, a ser posible andaluz. En plena Edad de Plata de la cultura y las artes españolas, podía hallarse en la Sevilla artística del certamen Iberoamericano, en donde laboraban escultores muy acreditados de larga y brillante trayectoria, como Joaquín Bilbao, Coullaut Valera, Delgado Brackembury o Sánchez-Cid Agüero; sin embargo, se orientó la búsqueda hacia la no menos famosa escuela artística granadino-malagueña de fuerte reputación desde el Barroco, en cuya escuela se formaron escultores-imagineros bajo la estela de Mena, Risueño, Ruiz del Peral o José de Mora. Es probable que, no solo por el parentesco con Martínez Navas, sino también por su pericia en el

tema, pues consta la ejecución de algunos ejemplares, se eligiera para la ocasión al escultor e imaginero perote José Navas-Parejo Pérez (1883-1953). Así pues, compuso en su estudio-taller de Ronda una imagen de iconografía bastante convencional a modo de triunfo pero convincente, para ser ubicada allá en lo más alto del Peñón olvereño, como si otease el cruce de caminos de, tiempo ha, salteadores y bandoleros rondeños, aquellos de Estébanez Calderón, a los que acoger con sus brazos abiertos. Iría coronando el pedestal con forma de piedra artificial tronco piramidal, de bases cuadradas con la consiguiente dedicatoria epigráfica. De tal suerte, lo vemos hoy como antaño, a modo de referencia en altura de la población al nivel del castillo y la iglesia parroquial.

Finalmente, recojo al respecto un sabroso comentario, llamémosle intrahistórico, de Juan Antonio del Río Cabrera:

Siguiendo las leyes de la secularización, fue desmontada [la imagen del Sagrado Corazón de Jesús] en la Segunda República, con las consiguientes protestas de “elementos católicos” y la crítica carnavalesca de esta canción de Las Sotas, una murga de 1.934, cantada por una anciana el 9 de octubre de 1993 (Del Río Cabrera, 2006: 97), que mezcla elementos locales con uno de los grandes problemas republicanos: Desde que vino la orden A este pueblo de Olvera De que quitaran el Santo

Del Peñón de la Alameda,

Cuando las beatas vieron Que el Santo ya se quitaba

Se juntó una comisión Para hacer la propaganda

Si queréis saber quien son

Ahora mismo se lo digo

Allá arriba están sirviendo Sirviendo a cá don Narciso. Cuando el novio se enteró Un gran consejo le dio

Y al marío de la otra

Se le puso el boicot.

La canción incita a dejar de comprar en la tienda de una de las defensoras del Sagrado Corazón y advierte a otra de las posibles consecuencias, pero los murguistas no adivinaban que los problemas iban a ser para otras personas muy distintas en un futuro inmediato. Como los albañiles de Olvera no se atrevían a bajar El Santo, como se conoce a la imagen, tuvieron que traerlos de Prado del Rey. Tras la Guerra Civil, y vuelta la imagen a su pedestal por los franquistas, se popularizó una leyenda victimista que mezclaba todos estos factores, fruto de las complejas contradicciones a las que se vieron sometidas las clases más bajas por los fuertes matices políticos que tiñeron la problemática religiosa durante la Segunda República. Se cuenta que al único albañil de Olvera que ayudó a los foráneos y se atrevió a tocar por lo tanto una mano separada de la imagen en su caída, le nació un niño sin manos posteriormente.

Hay otra versión, según la cual, el albañil le quitó los dedos de las manos y los pies al santo y así nació su hijo.

También se alteró una consigna del régimen para adaptarla a esta problemática y sus adeptos gritaban, con palabras de una anciana grabadas el 9 de octubre de 1993: -¡Qué viva Cristo Rey y que mueran los albañiles de Prado del Rey!

Sea como fuere, hoy el monumento al Sagrado Corazón de Jesús es para todos los olvereños sin distinción parte consustancial de su patrimonio artístico y cultural.

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