San Miguel de los Santos

A los vecinos, hijos del pueblo, amigos de Osorno... y a toda persona de buena voluntad ¡Paz y Bien!

Me piden este año, desde la Comisión de festejos, que me presente. Pues, aquí os mando mi foto y este comentario. Ya sé que soy muy popular entre vosotros por dar nombre a las fiestas del verano. Casi todos los saludas del programa terminan diciendo: i ¡Viva San Miguel de los Santos!!. La verdad es que me hace mucha ilusión pensar que, después de tantos años, perdura mi nombre y mi recuerdo en muchos lugares, también en ese rincón de Castilla.

Mi nombre de pila es Miguel Argemir y nací el 29 de septiembre de 1591 en Vic (Barcelona). Mis abuelos trabajaban en una sastrería y mi padre ejerció el oficio de notario. Yo fui el séptimo de ocho hermanos. No os asustéis, en aquellos años las familias numerosas eran lo más habitual. Pero la niñez no me fue fácil. Mi madre murió cuando yo tenía tres años y mi padre cuando acababa de cumplir los once. Así que encomendaron mi tutela a los padrinos de bautismo. Desde muy pequeño quise ser religioso y como no me dejaban mis tutores, con un poco de dinero que me prestó un amigo, me escapé a Barcelona e ingresé en el convento de los Trinitarios Calzados. Tenía entonces doce años.

Con quince años me trasladan al convento de San Lamberto, en Zaragoza, para que haga el noviciado. Para mí fue un tiempo de gracia. Aquí me encontré con

Fray Manuel de la Cruz, Trinitario Descalzo, que vestía como me percibís a mí en la foto: túnica de lana batán, de mangas estrechas, con hechuras de saco. El escapulario ostenta la cruz latina en rojo vertical sobre azul horizontal. La capucha es recogida y el cerquillo del pelo muy estrecho.

Pero lo que más me impresionó fue la sonrisa que iluminaba su rostro y la expresión de sus ojos que irradiaba felicidad. Así que me pasé a los reformados Trinitarios Descalzos. Al terminar el noviciado profeso con el nombre de Fray Miguel de los Santos.

Éste era mi objetivo, alcanzar la santidad imitando a los santos.