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PALABRAS MAYORES, MERCEDES AGUADO
Palabras Mayores
Agenda sociocultural y crónica bimensual de actividades del colectivo de personas de más edad del municipio
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La Semana de Mayores celebró el arte del colectivo veterano
Como cada junio, llegaron los días más esperados por el colectivo veterano ripense, la Semana de Mayores, con presentaciones del trabajo realizado en los talleres durante todo el año.
Izquierda arriba: El taller Juntos para cantar rindió homenaje a su profesor, Heliodoro; derecha: Un momento de la exhibición de danza gitana. Abajo izquierda: La concejala ripense de Mayores, Dori Fernández, y el alcalde de Rivas, Pedro del Cura, entregaron los trofeos de los torneos; Derecha: Exposición de los talleres de marquetería.
Un viaje para conocer Extremadura
54 personas mayores, socios y socias de los centros, podrán participar en el viaje previsto a Extremadura, del lunes 20 al miércoles 22 de noviembre.
Las inscripciones se realizaron el pasado mes, pero se puede consultar la existencia de plazas vacantes o apuntarse en lista de espera en los centros de mayores. El pago del viaje se efectúa el 6, 7, 8 y 13 de noviembre.Si las inscripciones superaran las plazas, estaba previsto, a cierre de esta edición, la realización de un sorteo a principios de este mes.
Más información en los centros de mayores El Parque, Felipe II y Concepción Arenal.
Mercedes fotografiada en el centro el Parque de San Isidro.
Mercedes Aguado, la profe enseña por amor la letra escrita
Maestra voluntaria de alfabetización en el centro de mayores Felipe II, en el Casco Antiguo, Mercedes aprobó a la primera las pruebas de acceso al antiguo banco Central Hispano, donde trabajó hasta su prejubilación.
Texto: Patricia Campelo
Este mes cumple siete años ayudando a mujeres mayores a descubrir las cifras y las letras escritas. Mercedes Aguado (Madrid, 1952) es la profesora voluntaria del taller de Lectura y escritura del centro de mayores Felipe II, en el Casco Antiguo. Imparte clases dos días a la semana, una hora cada sesión, para enseñar a sus seis alumnas, de entre 80 y 90 años, sumas y restas sencillas y a trazar letras sobre el papel. “Son mujeres que por haber nacido demasiado pronto no tuvieron derecho a formarse ni a poder defenderse en la vida”, lamenta Mercedes. Una de ellas, Eva, la de mayor edad, aprendió a escribir rellenando crucigramas, explica su orgullosa profesora. “Está claro que si quieres, puedes”, sentencia. Y a Vicenta, otra pupila que ya conoce las letras, le insiste en cada periodo vacacional que se aplique cada día, 15 minutos, con algún familiar para repasar lo aprendido. “Ellas son madres, abuelas y bisabuelas, y se preocupan más de atender a sus familias”, describe Mercedes sobre estas sacrificadas mujeres, un grupo que ha ido en descenso en los últimos años. “Vas llegando a una época en la que casi todo el mundo sabe leer y escribir. Según pasan los años esto se aminora, pero yo me he dicho que voy a continuar hasta el final”, resuelve risueña.
Frente a esos oscuros años en que el papel de la mujer se relegaba al ámbito del hogar, Mercedes reconoce haber sido afortunada: “Realicé el bachiller superior, oposité para el antiguo Banco Hispano Americano y he podido realizarme, ser una mujer libre, entre comillas, porque te casas y tienes hijos y, aunque luego acabes matada por las noches, pero mantienes tu independencia”.
La importancia del estudio estaba presente en el seno de su familia. En su padre, nacido en 1926, gracias a un maestro republicano que vivía clandestino en la zona de El Goloso y le impartía clases hasta que tuvo que huir de la represión franquista. “No recuerdo su nombre, pero mi padre siempre decía que qué pena no haber podido aprender un año más con él”. Y, por parte de madre, su familia también fue aplicada en estudios. “Mi tía Carmen era enfermera. Y mi tía Isabel contable del estado. Ambas habían estudiado magisterio”, relata. Precisamente, estas mujeres cultivadas pagaron los estudios de Mercedes. “Ellas decían ‘esta niña no puede estar todo el día rezando el rosario’ en el colegio de Vallecas en el que estudiaba”, recuerda. Así, sus tías la ingresaron en San Estanislao de Kostka, en la calle Atocha 93 de Madrid, donde permaneció hasta su ingreso en la academia que la preparó para opositar al Hispano Americano. “El colegio eran 3.000 pesetas al mes. La academia, 1.000 pesetas, que también era un dinero para la época, pero era solo un año”. “Yo quería haber estudiado Medicina, pero sabía que eso sería una carga familiar, y quería quitarle peso a mis tías”, reconoce.
Tras siete meses de estudio, su preparador la animó a presentarse. “Aprobé a la primera, y entré como administrativa en el servicio de correspondencia, en la plaza de Canalejas”, detalla. Tras años de servicio, la prejubilaron a los 55 años, y el año pasado obtuvo la jubilación definitiva. Hoy, esta activa madre de dos hijos y abuela de cuatro nietos pasa los días entre las clases del centro de mayores o la catequesis que imparte a niños y niñas del Casco.•