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POR UNA SOLEDAD BIEN ACOMPAÑADA

MARUXA SOLÍS

PSICÓLOGA CLÍNICA Y COACH PROFESIONAL

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«Las personas solas experimentan sentimientos de culpa y vergüenza por encontrarse en esa situación»

Os propongo que hablemos de la característica que nos hace más humanos. Aquella que nos permite saber que, como seres sociales, tenemos la necesidad natural de establecer vínculos y relaciones de afecto con los demás. Las personas no podemos construir lo mejor de nosotros mismos, nuestra identidad, sin comunicarnos afectivamente con nuestro entorno, y esa necesidad de comunicación y de contacto humano nos acompaña hasta el final de nuestros días.

Cuando analizamos el concepto de soledad aparece una distinción entre: • la soledad objetiva, que se refiere a la ausencia de compañía, • la soledad subjetiva, que alude a la soledad sentida y experimentada por una persona que no tiene relaciones sociales o que son insuficientes y deficitarias.

La Soledad no deseada es un tema que no resulta fácil de comunicar. No se expresa ni se comparte de una manera natural. Con frecuencia se evita manifestarlo, y en consecuencia no se suele hablar de ella. Se vive sobre todo en la intimidad y de manera silenciosa. Numerosas personas que se sienten solas experimentan, además de la incomunicación, sentimientos de culpa y vergüenza por encontrarse en esa situación. La soledad y el aislamiento social son experiencias distintas, pero no hay duda de que ambas resultan dolorosas y destructivas para el individuo. El aislamiento social suele entenderse como la ausencia involuntaria de contactos y relaciones sociales. Sin embargo, la soledad subjetiva de la que hablamos se asocia a la manera de vivir internamente esa falta de comunicación. Y la comunicación es imprescindible para nuestro equilibrio y bienestar, lo que conseguimos a través de las interacciones sociales. Es posible distinguir entre: • “Estar solo/a”, • “Estar aislado/a” • “Sentirse solo/a” … pero con frecuencia, son vivencias y realidades fronterizas que están íntimamente relacionadas. Pero es este último “sentirse solo/a” el que se asocia mayoritariamente a la soledad no deseada.

¿Qué tipo de efectos tiene la soledad

en las personas? ¿Cómo nos afecta? Los efectos son muy diversos:

• trastornos y alteraciones del ánimo • sensaciones de vacío y tristeza • miedo • angustia • frustración • insatisfacción • desmotivación … Y la lista continuaría. Todos estos sentimientos y sensaciones impiden a muchas personas salir por sus propios medios de su soledad. Diferentes estudios consideran la fuerte relación existente entre la soledad y la salud, sobre todo en la vejez. Según la investigadora María Teresa Bazo, es más

fuerte la relación entre soledad y salud

que entre soledad y edad, las personas que se sienten más solas, son las que además, se sienten más enfermas. Un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid analizaron los resultados de una decena de estudios en los que se había estudiado a más de 33.500 personas mayores de 50 años. Los resultados obtenidos y publicados determinaron que aquellas personas que expresaban sentir una soledad no deseada tenían un riesgo 26% superior de desarrollar una demencia en el futuro, comenta Elvira Lara, autora principal del estudio. Aunque todavía los datos no permiten afirmar que la soledad no deseada es un factor de riesgo en el incremento de las demencias de la población, sí parece que el sentimiento de sentirse solo/a de manera más estable y permanente provoca en las personas de cierta edad una mayor vulnerabilidad en su salud física, cognitiva y emocional. ¡Conozcamos otro tipo de datos sobre la dimensión de esta realidad! La población española, como la europea, inevitablemente envejece. Los avances médicos y tecnológicos nos están permitiendo alcanzar una longevidad antes nunca conocida. La preocupación por el envejecimiento activo y saludable de nuestros mayores es cada vez mayor, y tenemos que celebrarlo y felicitarnos. Estamos consiguiendo que la vida sea más larga, pero no sé si más ancha y plena. En mi opinión, vivir muchos más años, pero sintiendo soledad, no es una buena vida. En este escenario, la soledad no deseada emerge como un problema importante de la sociedad española actual, y los que se sienten principalmente afectados por esta situación son personas que viven en ciudades. Es un fenómeno más urbano que rural. En nuestro país dos millones de personas mayores de 65 años viven solas. Casi un

«Desde una autoestima maltrecha no es posible relacionarnos satisfactoriamente con los demás»

millón y medio son mujeres, lo que supone más del 70% del total de los mayores de 65 años. Hasta no hace mucho tiempo, era la familia la que se hacía cargo de sus mayores, mitigando así su soledad. Abuelos, padres y nietos convivían en el mismo hogar. En la actualidad, el escenario es radicalmente distinto y muchas familias no se lo pueden ni plantear. Cada vez hay más personas mayores que por distintas circunstancias, unas veces escogidas y otras porque no les queda más remedio, viven solas afrontando su soledad. Existen algunas iniciativas públicas y privadas que proporcionan diversos servicios, incluyendo la asistencia a domicilio. Pero el contacto humano no es necesariamente compañía. Por eso, necesitamos elaborar propuestas no sólo para reducir y mitigar una soledad que ya está instalada, tenemos que atender y ocuparnos de su prevención. En este sentido, sería de gran utilidad desarrollar acciones de formación encaminadas a fortalecer las habilidades y estrategias de aquellas personas que, siendo conscientes de su soledad, quieran combatirla y remediarla. Y para elaborar esas propuestas y poderlas aplicar, necesitamos el apoyo y la colaboración de todos/as: ciudadanía, organizaciones, instituciones públicas y privadas. Si queremos combatir esta

“enfermedad invisible y silenciosa” que es la soledad no deseada, tenemos que actuar con compromiso, voluntad y determinación.

Como profesional de la Psicología y el Coaching he acompañado en estos 25 años de experiencia a numerosas personas en su soledad individual, y puedo afirmar con rotundidad que esa soledad no deseada se puede transformar en soledad felizmente acompañada, siempre y cuando nos propongamos como objetivo el conseguirlo. Para ello es imprescindible, en primer lugar, mejorar la relación que mantenemos con nosotros/as mismos/as. Desde una autoestima maltrecha no es posible relacionarnos satisfactoriamente con los demás. La percepción psicológica que cada persona tiene de sí misma y de las relaciones que le han acompañado en su pasado, y que le acompañan ahora en su presente, condicionan en gran medida la manera de afrontar emocionalmente su soledad. Incrementar la autoestima de las personas que se sienten solas es de vital importancia para conseguir la necesaria autoconfianza y seguridad. Una autoestima sana y salu-

dable es el mejor antídoto para combatir el aislamiento social y la soledad.

«El contacto humano no es necesariamente compañía»

En segundo lugar, y siempre desde mi opinión profesional, debemos mejorar nuestra comunicación y nuestras habilidades sociales, las herramientas claves que nos conectan con los demás y nos permiten disfrutar de su compañía y que disfruten de la nuestra. ¡Pero cuidado! cualquier relación interpersonal no es útil ni válida para combatir nuestra soledad individual. Necesitamos no sólo estar en compañía. Necesitamos sobre todo estar y sentirnos bien acompañados/as. No debemos olvidar la terrible sensación de soledad que podemos experimentar aún estando en compañía. Para entablar una comunicación agradable y positiva, es imprescindible escuchar con atención, interés y respeto a las personas con las que conversamos. Esta es una de las habilidades sociales más básicas e importantes. Pero si cuando estamos escuchando emitimos juicios de valor sobre las opiniones que nos expresan, la magia se rompe y el entendimiento y la sintonía entre esas dos personas no se produce. ¡No es agradable hablar con personas que no escuchan! Escuchando y haciéndonos escuchar vamos construyendo relaciones y vínculos de confianza. Es un baile en el que, si lo hacemos bien, la comunicación fluye y nos sentimos más próximos y cercanos a la otra persona. Necesitamos relacionarnos con respeto y expresarnos con libertad, decir lo que pensamos y sentimos, ser quienes somos, sin temor a equivocarnos, y exponiendo nuestras vulnerabilidades de manera natural. En muchas ocasiones también es necesario saber defender y proteger nuestras necesidades e intereses de un modo firme y respetuoso, al mismo tiempo y del mismo modo que deberíamos ser respetuosos con las necesidades e intereses de los demás: • Creando un espacio para la negociación cuando sea necesario, principalmente porque decidimos que esa relación es importante para nuestro bienestar y la queremos proteger. • Ejerciendo el derecho a decir “No” de manera amable y respetuosa, permitiendo a los demás que también nos digan que no a nuestras propuestas y peticiones si no les interesan. • Sintiéndonos libres de solicitar lo que deseamos, y de rechazar amablemente lo que no deseamos o no nos viene bien. Y, finalmente, debemos aprender a incorporar estrategias y habilidades para afrontar la adversidad y los contratiempos, desarrollando pensamientos más racionales y positivos que nos impulsen a aceptar y asumir la realidad de nuestras vidas. ¡Pero no lo hagamos desde un planteamiento derrotista! Hagámoslo desde una visión y una actitud más optimista, esperanzada y reconfortante. Aprender a ver

el “lado bueno de las cosas” es posible si nos lo proponemos.

¡Cambiémonos las gafas! la experiencia merece la pena..

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