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Saluda
En unos días, las calles de Valladolid se llenarán de aquellos “santos de palo” salidos de los talleres de los más insignes imagineros de todos los tiempos. Una vez más, como si fuera la primera vez, volveremos a sorprendernos admirando esos rostros tan humanos, marcados por el dolor y que llaman a nuestra compasión, rodeado todo ello de ese silencio tan característico de nuestra Semana Santa. Un silencio que es la señal de identidad de unas procesiones que trascienden lo físico, hasta llegar a tocarnos el alma.
Para los cofrades, la Semana Santa es la manera que tenemos de vivir la Pasión y Muerte de Cristo, representándola en las calles de la ciudad por medio de unas tallas de valor incalculable, espiritual y materialmente. Aunque pueda sonar tópico, es un hecho que muchos empezamos a vivir la siguiente Semana cuando apenas han transcurrido algunas horas desde el final de la edición anterior, porque organizar un acontecimiento de este tipo es sumamente complejo. En nuestro haber tenemos la experiencia de muchos años, que nos permite sortear los problemas y dificultades lógicos que se presentan en cada edición.
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Y así es la Semana Santa en Valladolid.
No es primavera, ni piropo, ni saeta... es el legado de los grandes imagineros castellanos de los siglos XVI y XVII, es la riqueza espiritual de sus gentes, es la elegancia, respeto y sencillez de sus procesiones, con un silencio que todo lo llena y remarca el dramatismo de un momento histórico crucial para la humanidad: la pasión y resurrección de Cristo, rememorado cada año mientras la madera cobra vida en las calles vallisoletanas.
Sean bienvenidos a este “milagro” y abran sus corazones al drama del Redentor que está a punto de tener lugar. Este año, más que nunca, hay ganas de Semana Santa.
Isaías Martínez Iglesias Presidente Junta Cofradías Semana Santa Valladolid
HÁBITO
Capa y túnica color crema con botones dorados, capirote o muceta de raso blanco, cíngulo amarillo, guantes y zapato blanco con hebilla.