Revista Barataria Nº 15

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Revista latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil

CC 29006884 ISSN 1690-57733

La mirada del Otro 7

706894 868841

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en la literatura infantil y juvenil

N° 15 • 2013

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• Entrevista con María Teresa Andruetto • El reflejo de las minorías en la LIJ • Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia

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Número 15

Directora Hinde Pomeraniec • Argentina hinde.pomeraniec@carvajal.com Editor Fanuel Hanán Díaz • Venezuela fanuhel@hotmail.com Consejo editorial Laura Leibiker • Argentina y Chile Nancy Ceballos • Colombia Jael Gómez Pinilla • Colombia María Eugenia Lasso • Ecuador María Geraldina Camargo • Guatemala Lorenza Estandía • México Fiorella Bravo • Perú Mildred Correa • Puerto Rico

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Editorial

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El reflejo de las minorías en los libros para niños y jóvenes

Ilustraciones Roger Mello • Brasil Rogerllo@uol.com.br Diseño Daniela Coduto • Argentina danielacoduto@gmail.com Viñetas Roberto Echeto • Venezuela roberto.echeto@gmail.com Impresión

La primera novela del jovencísimo Stefan Bachmann es ya un suceso de ventas y crítica

Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia por Freddy Gonçalves Da Silva

Agosto de 2013 Depósito legal ISSN 1690-57733 CC 29006884

Entrevista: Maria Teresa Andruetto por Fanuel Hanán Díaz e Hinde Pomeraniec

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en Europa y en los EEUU.

Los Otros del pasado por Krystyna M. Libura

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En los barrios bajos de Bath, en el gueto de los duendes, Bartolomeo y su hermana Queta viven bajo una terrible regla: No te hagas notar y nadie te colgará. No son humanos, no son duendes: son distintos.

por Sergio Andricaín

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CC 26505008 ISBN 9789875455672 288 PÁGS.

Los niños leen a Lygia Bojunga Un repaso a los trabajos ganadores de un concurso docente

Ínsula imaginaria cuyo gobierno le fue otorgado a Sancho Panza como parte de un episodio burlesco que vive con Don Quijote. Palabra cuyo valor fónico está vinculado al juego y al disparate; su sentido remite a mundos imaginarios y a motivos literarios.

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so o r g i l e p s fantástico en el que ser diferente… e o d n u m n u a Entra

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Editorial

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a literatura infantil y la construcción del Otro es el tema central de esta revista Barataria, con el cual alcanzamos 15 números de ininterrumpida y vigorosa publicación. Las minorías y su reconocimiento en el tejido social, las diferentes formas de discriminación y la diversidad como rasgo distintivo de las sociedades modernas son tópicos que se enlazan en los diferentes artículos de esta revista, y también la forma en que son trasladados con distintas soluciones a la ficción para niños y jóvenes. Sergio Andricaín explora, en el primer artículo, diferentes rostros de la discriminación en un análisis panorámico y envolvente, que nos permite explorar algunos hitos en el vasto universo de los libros contemporáneos para niños. Muchos personajes de ficción desde su estatura nos hacen partícipes de las vicisitudes que experimentan por su condición de ser diferentes, como representantes de sectores marginados de la sociedad o desvalidos por sus capacidades físicas o mentales. La literatura infantil muestra sus posibilidades para registrar esta realidad y diversos caminos para reconocer al Otro como una parte fundamental del mosaico humano. Del mismo modo, Freddy Gonçalves recorre en sus reflexiones la otredad como tema aglutinador de diversas obras juveniles, partiendo del presupuesto de que los jóvenes en sí mismos forman parte de un grupo ambiguo, que se ubica a mitad de camino entre la infancia y la adultez. Diferentes obras marcan reflexiones profundas y dramáticas, que estremecen al lector en un intento por hacerlos partícipes de una realidad y expandir su horizonte hacia nuevas construcciones de la relación entre la individualidad y la alteridad. Como complemento a estos abordajes, Krystina Libura, desde su trabajo como antropóloga, nos relata la experiencia de restaurar la mirada del Otro en libros de ficción histórica, a partir de diferentes episodios de la Conquista. Los hablantes periféricos, testigos más que protagonistas, desde su perspectiva ofrecen un ángulo inesperado que muchas veces se enfrenta con las versiones oficiales. Desde la ficción a la no ficción, los libros para niños y jóvenes permiten darle visibilidad a diferentes grupos que engrosan sectores periféricos, que orbitan alrededor de una cultura hegemónica. Paradójica y afortunadamente es gracias a un discurso marginal que se abren anchos espacios para aceptar las minorías. Junto a estos artículos destaca la entrevista a María Teresa Andruetto, ganadora del Hans Christian Andersen. Una visita a la intimidad de su escritura nos adentra a ciertos resortes que sostienen el lenguaje y la ficción en una autora versátil y profunda, que también aborda en sus libros el tema de la diferencia. Para acompañar a los mediadores y docentes en sus iniciativas para formar lectores, ofrecemos algunas claves de los ganadores del Concurso Norma de Estrategias de Animación a la Lectura, donde destacan las propuestas más innovadoras para abordar los libros de la aclamada autora brasileña Lygia Bojunga. Con este número consolidamos un espacio de reflexión sobre un tema de actualidad, que compromete a todos los actores en un esfuerzo compartido para integrar la diferencia y asumirla como parte de la existencia. Los libros para niños y jóvenes definitivamente aseguran un reconocimiento del Otro, en la medida que abrazan el reconocimiento de lo distinto y tienden puentes para el encuentro de lo diverso. 2013 • NÚMERO 15 BARATARIA

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UN RECORRIDO POR LA FIGURA DEL OTRO EN DIFERENTES LITERATURAS

El reflejo de las minorías en los libros para niños y jóvenes

Por Sergio Andricaín*

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na buena manera de iniciar una aproximación al reflejo de la situación de algunas minorías en la literatura infantil y juvenil podría ser haciendo referencia al concepto de minoría. ¿Qué define este término? Las dos primeras acepciones que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española hablan de la “parte menor de las personas que componen una nación, ciudad o cuerpo” y de la “parte de la población de un Estado que difiere de la mayoría de la misma población por la raza, la lengua o la religión”. Sin embargo, en el contexto contemporáneo la identificación de los grupos minoritarios suele ser objeto de discusiones. Y es que el concepto minoría trasciende, sin duda alguna, esas acepciones filológicas, y va más allá de la nacionalidad, el origen étnico y la filiación religiosa o lingüística. Al hablar de grupos minoritarios, estamos haciendo referencia, también, a comunidades y colectivos que son objeto de invisibilidad, marginalización o persecución por razones políticas, económicas o sociales. Las minorías, al margen de sus peculiaridades, suelen tener condiciones en común. Una de ellas: encontrarse en una posición social no dominante. Otra, particularmente grave: la dificultad para ser entendidas y reconocidas, y para obtener el reconocimiento de sus derechos sociales, culturales,

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económicos, civiles y políticos. Más que tolerancia, lo que precisan y reclaman las minorías es respeto y aceptación, armonía en la diferencia. Este complejo debate social, en el que coexisten las posiciones antagónicas y polarizadas junto a las que apelan a estrategias que promuevan el respeto y la aceptación de los grupos minoritarios de cualquier índole, ha sido reflejado en las últimas décadas, en muchos casos con notables aciertos artísticos, por los autores de libros para niños y jóvenes. Este reflejo podría interpretarse, de alguna manera, como un acto de justicia y solidaridad elemental, si se toma en consideración que la literatura infantil y juvenil es, en sí misma, una minoría dentro de un sistema cultural que, con mucha frecuencia, observa su producción desde una posición de condescendencia. La intolerancia y las actitudes hostiles a las minorías son resultado de la ignorancia y de arraigados prejuicios de muy diversa naturaleza, de ahí que la mejor vía para combatirlas sea a través de acciones educativas que contribuyan al entendimiento intercultural y el respeto al diferente. Así pues, los libros para niños pueden desempeñar un importante papel en esa labor. Los libros pueden ser excelentes dispositivos culturales e ideológicos para desarmar los estereotipos sociales, para deconstruir y reconstruir la imagen que tenemos del otro, para darle nuevas perspectivas a nuestra apreciación de la realidad, para combatir los prejuicios que tenemos con relación a ciertos grupos de seres humanos. A través de la obra literaria, el niño o joven lector tiene la posibilidad de conocer mejor al Otro –físicamente cercano o distante–, de dialogar con él y consigo mismo, y de transformar o fortalecer su posición ante la problemática que el autor ha recreado artísticamente. De esa forma, los libros contribuyen a combatir las ideas que los distancian de otros grupos humanos, favoreciendo que mediante la comprensión, los acepte y los incluya en su visión del mundo. En estos apuntes se hará alusión a algunas minorías sociales y se comentarán obras narrativas de autores de diferentes nacionalidades que han reflejado artísticamente sus problemáticas.

La niñez: la minoría más vulnerable Los niños de menos de 15 años representaban el 27 por ciento de la población mundial en el 2012. Su condición minoritaria no solo se define a partir de las cifras estadísticas, sino también por el hecho de que ellos dependen, desde que nacen hasta que alcanzan la mayoría de edad, de los adultos. Eso explica por qué en muchos lugares del planeta la infancia es una de las víctimas más notorias de la injusticia social, al negársele derechos tan elementales como una adecuada alimentación que garantice su desarrollo físico y mental, una educación básica y los más esenciales servicios de salud. A lo anterior hay que añadir que millones de niños en el mundo sufren actos de violencia que van desde la agresión física y sicológica hasta la explotación laboral (en términos casi de esclavitud) y el abuso sexual.

La intolerancia y las actitudes hostiles a las minorías son resultado de la ignorancia y de arraigados prejuicios de muy diversa naturaleza

Numerosas obras contemporáneas destinadas a los lectores infantiles y juveniles se han acercado a distintos aspectos álgidos de la vida de esta minoría en el planeta. Algunos sumamente dolorosos, que constituyen vergüenzas mayúsculas para la sociedad, como los que recrea Jordi Sierra i Fabra en su libro Material sensible. Cuentos crueles (2009): sometimiento a la ablación del clítoris, explosiones de minas personales, sicariato infantil, etc. Minorías étnicas: judíos y romaníes Un tema relacionado con la problemática de las minorías étnicas que ha sido reflejado en numerosos libros para niños y jóvenes es el antisemitismo: la persecución y exterminio de los

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judíos, especialmente durante los años que van de 1933 al final de la Segunda Guerra Mundial. Un clásico dentro de esta vertiente temática es Cuando Hitler se robó el conejo rosa (1971), de Judith Kerr. En esta novela somos partícipes del vía crucis de una familia hebrea obligada a huir de país en país para ponerse a salvo cuando los nazis toman el poder en Alemania. Su paso por Suiza y Francia, hasta llegar a Inglaterra, donde la familia consigue finalmente refugiarse para lograr reconstruir su vida, permite a Ana, la niña protagonista, constatar, con tristeza, el odio y el recelo irracional que su pueblo provoca a muchas personas. A medida que el desarraigo le va arrebatando su infancia, Ana irá madurando y tomando conciencia de que pertenece a una comunidad discriminada y perseguida.

distintos acontecimientos lo llevarán a cambiar su visión. Primero, cuando se entera de que su verdadero padre –un comunista al que los alemanes dieron muerte cuando él tenía cuatro años– era judío; más tarde, cuando ayuda al señor Yusek, un hebreo que se ha escapado del gueto; y finalmente, cuando combate a los alemanes junto a otros muchos jóvenes judíos. Las últimas páginas del libro contienen una emotiva recreación de la trágica sublevación del gueto de Varsovia. El padrastro, ese contradictorio personaje que odia tanto a los comunistas como a los judíos, pero que insiste en adoptar a Marek, hijo de un hebreo comunista, es uno de los mayores logros de la obra y un indicador tanto de su complejidad sicológica como de su abarcador abordaje de un tema a menudo desarrollado de forma maniquea.

En otra obra de gran impacto emocional, El hombre del otro lado (1989), el escritor Uri Orlev enriquece esta temática con diferentes y complejos ángulos. El héroe de su novela es Marek, un adolescente de trece años que vive en Varsovia a principios de los años 1940 y que ayuda a su padrastro Antony a contrabandear mercancías con los judíos. Para poder introducirse en el gueto donde las autoridades nazis mantienen confinados a los hebreos, Marek y su padrastro deben viajar a través de sucias alcantarillas. Para Marek, criado en un hogar católico y vinculado a un universo antisemita, los judíos son seres desagradables y extraños; sin embargo,

En Historia de Pimmi, Ursula Wolfel coloca en el foco de su atención a otra minoría étnica que, a lo largo de los siglos, ha sido claramente identificable y objeto de suspicacia y rechazo por buena parte de la sociedad: el pueblo romaní o gitano. Los valores culturales de esta etnia, sus formas de comunicación e interacción y su tendencia al nomadismo se reflejan en esta novela que vio la luz en Alemania, en 1962, con el título original Mond, mond, mond (Luna, luna, luna). Pimmi y su hermana Nauka se separan de su tribu y chocan dolorosamente con el rechazo, la incomprensión y la intolerancia.

Los movimientos migratorios de un país a otro, ya sea por razones económicas, políticas o de otras índoles, generan confrontaciones que la literatura ha reflejado

La presencia de comunidades gitanas en América Latina es el eje central de La llamarada verde (2012), primera novela de la autora argentina Cecilia Moscovich. Aunque se trata de una realidad insuficientemente conocida, en esta región vive alrededor de un millón y medio de gitanos (principalmente en Brasil, Argentina, Colombia y México). Muchos de ellos abandonaron sus costumbres nómadas y se han asentado en barrios populares de las ciudades; otros, como los que aparecen en La llamarada verde, continúan deambulando y solo permanecen durante algunos meses en determinados lugares donde son contratados para realizar labores agrícolas en condiciones abusivas. Si en Historia de Pimmi son las niñas gitanas quienes nos conducen a través de las

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peculiaridades culturales y éticas de su pueblo, en La llamarada verde conocemos a los romaníes a través de la mirada de la pequeña Ana, la hija de un hacendado azucarero de Pernambuco. La amistad que la niña entabla con Zahir, un muchacho gitano, le permite descubrir la humanidad de ese grupo étnico. Haciendo caso omiso de los estereotipos racistas que esgrimen contra los romaníes los adultos que la rodean, Ana no solo se aproxima afectivamente a los familiares y amigos de Zahir, sino que comienza a recoger en un cuaderno sus costumbres e historias en un acto de aceptación y entendimiento. Miradas a los refugiados y desplazados La precariedad económica y los conflictos bélicos de distintas regiones del mundo han generado numerosos éxodos a lo largo de la historia. Esta situación, lejos de desaparecer, se ha complejizado de forma cada vez más acuciante, dando lugar a la aparición de numerosos grupos de refugiados y desplazados en todo el planeta. La realidad de estas minorías ha sido abordada en obras literarias que van desde la denuncia política hasta el testimonio de las circunstancias en que transcurre la vida cotidiana de esas comunidades. Palabras de Caramelo (2002), del español Gonzalo Moure, recrea el día a día de Kori, un niño sordomudo, en un campamento de refugiados saharauis y su relación con un camello al que llama Caramelo. Cuando el animal crece, deberá ser sacrificado para poder alimentar a las familias, una dolorosa realidad que el niño tendrá que enfrentar. El relato tejido en torno a este personaje infantil refleja las condiciones de los dos grupos minoritarios a los que pertenece: los desplazados sarahuies y el de las personas con discapacidad auditiva. Por su parte, el colombiano Gerardo Meneses Claros relata en La luna en Los Almendros (2012) el drama de una familia rural que, a causa de los enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército, se ve obligada a huir, renunciar a su tierra e iniciar una nueva vida en un pueblo. La historia,

contada en primera persona por un niño llamado Enrique, es representativa del acoso y la violencia que sufren miles de familias en todo el mundo por parte de fuerzas contendientes, situación que obliga a estas personas a abandonar su residencia dejando atrás todo lo que tienen. Entre los creadores de Colombia el tema de los desplazados ha sido objeto de especial interés; así lo evidencia la publicación de otras obras significativas, como Eloísa y los bichos (2009), de los colombianos Jairo Buitrago, texto, y Rafael Yockteng, ilustraciones, y El mordisco de la medianoche (2009), de Francisco Leal Quevedo. A veces, un conflicto bélico convierte en minoría desvalida a los sobrevivientes de la guerra, como se aprecia en el álbum El principio (2012), con texto de la española Paula Carballeira y gráfica de la alemana Sonja Danowski; sin que los protagonistas de esta historia hayan tenido que marcharse del lugar donde siempre han residido, al final de la contienda se han quedado sin nada, totalmente desprotegidos: solo poseen su fe en el mañana. Entre la discriminación y la exclusión Si bien las sociedades contemporáneas han dado importantes pasos de avance en la lucha contra la discriminación entre los seres humanos por motivos de raza o color de la piel, el segregacionismo, las ideas supremacistas y el odio racial continúan siendo problemas preocupantes. Los movimientos migratorios de un país a otro, ya sea por razones económicas, políticas o de otras índoles, generan confrontaciones que la literatura para niños y jóvenes ha reflejado a veces de forma alegórica –como ocurre en libros infantiles como El hombre de la Luna (1966), del francés Tommi Ungerer; El manzano (1980), de la austríaca Mira Lobe, con ilustraciones de la suiza Angélica Kaufmann; Sapo y el forastero (1993), del holandés Max Velthjuis, o Completamente diferente (2002), de la cubana Yanitzia Canetti, con ilustraciones de la española Ángeles Peinador– o de una manera realista, a veces 2013 • NÚMERO 15 BARATARIA

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cercana al testimonio documental. Un ejemplo de esta segunda tendencia es la novela La noche del polizón (2011), de la argentina Andrea Ferrari, inspirada en casos reales que la autora documentó en su condición de periodista. Karmo, el protagonista de la obra, es un adolescente africano que escapa de la guerra civil que agobia a Liberia, su país natal; consigue llegar a Guinea y una vez allí viaja como polizón a Argentina. En Buenos Aires, Karmo debe sobrevivir como refugiado y conocerá en carne propia el dolor de ser marginado por negro y por diferente, pero, a la vez, conocerá la solidaridad de un grupo de personas que lo ayudarán a insertarse en el país adonde ha llegado y le brindarán su apoyo para que localice a su hermano. Al igual que otros emigrantes negros, Karmo debe aprender a lidiar con la mirada de los otros: una mirada que, como ha explicado Ferrari en una entrevista “es curiosa, pero también muy a menudo hostil. En algunos casos la hostilidad es directa: gente que ni siquiera los conoce les grita cosas como ‘negro de mierda’ o ‘andate a tu país’”. En Tony (2010), novela de la ecuatoriana Cecilia Velasco, uno de los protagonistas, un adolescente de ascendencia asiática de nombre Dewei Wang, pero que ha preferido que lo llamen Tony, tiene que enfrentarse no solo a las bromas de sus compañeros por su origen racial, sino incluso a las burlas de uno de sus profesores. En Cartas al cielo (1998), la cubana Teresa Cárdenas testimonia desde su experiencia la problemática de la población negra en su país. “De verdad eres prieta y bembona”, le dicen a la niña protagonista, pero, al mismo tiempo, su propia abuela le asegura “que es bueno adelantar la raza. Que lo mejor que puede pasarnos es que nos casemos con blancos”. Concebido para lectores de más corta edad, Cuando yo hice de María (2010), álbum de las alemanas Jutta Richter, texto, y Jacky Gleich, ilustraciones, gira alrededor una niña negra que llega con su familia a una comunidad donde recibe un trato despectivo por parte de sus compañeros de clase a causa de su aspecto diferente y del color de su piel. La niña ha tenido que lidiar con el hecho de ser distinta. “Cuando yo todavía era pequeña, creía que tenía que lavarme con nieve para ser tan blanca como los demás niños”, nos confiesa. “Pero mamá dijo 6

que era un tontería y que a ella le parecía hermoso que yo fuera oscura. Ella dijo oscura, pero soy negra”. La niña encontrará una inesperada reivindicación cuando el azar la lleva de interpretar el papel de oveja del pesebre, al que había sido relegada en una representación escolar navideña, al de la Virgen María: una inesperada lección de integración y respeto a la diferencia. El estatus económico conlleva, a menudo, a una estratificación social rígida donde la mayoría olvida o desdeña a aquellos que disponen de menos recursos y sobreviven en áreas periféricas, realizando a menudo tareas de reciclaje, o en las calles de las grandes ciudades, vendiendo mercancías baratas o mendigando. Desde premisas artísticas diferentes, libros como Cuentatrapos (1991), del chileno Víctor Carvajal, y Soñar con la ciudad (1998), del panameño Ramón Fonseca Mora, proponen acercamientos realistas a la problemática de los niños pobres que se mueven en espacios marginales. Margot, la pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri (2011), del mexicano Antonio Malpica, apuesta por la imbricación de lo real y lo fantástico al abordar la dura realidad que comparten una niña y su padre, miembros de una comunidad de recicladores. Por su parte, el álbum Trapo y Rata (2011), de la chilena Magdalena Armstrong Olea, se vale de la fábula y de lo metafórico para presentarnos, a través

El estatus económico conlleva, a menudo, a una estratificación social rígida donde la mayoría olvida o desdeña a aquellos que disponen de menos recursos y sobreviven en áreas periféricas

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de un relato visual que prescinde del texto escrito, a dos personajes excluidos (un ser humano y una rata) que unen sus fuerzas para ganarse un espacio un poco más digno en el sombrío basurero donde viven relegados. Pero la marginación y el rechazo social no solo pasan por lo económico, sino por otras condiciones. Así queda demostrado en obras que presentan a niños y jóvenes excluidos por alguna característica personal que los hace diferentes y genera la no aceptación por parte de una mayoría dominante, empeñada en imponer sus códigos. Un ejemplo de ello es la diversidad sexual que rompe con el estereotipo heterosexual arraigado en la conciencia social a lo largo de siglos. En Jim ante el espejo (1977), novela juvenil de la sueca Inger Edelfeldt, el protagonista es un retraído adolescente que descubre poco a poco su condición homosexual. Víctima de la agresión de sus compañeros de aula y de la incomprensión de sus padres, Jim tendrá que recorrer un difícil camino hacia la aceptación de sí mismo y la defensa de su derecho a ocupar un lugar en la sociedad, tal y como es, junto a su pareja del mismo sexo. También en Para Nina (2009), del mexicano Javier Malpica, un personaje diferente reivindica su derecho a ser él mismo. Eduardo tiene la certeza de que llegó al mundo en un cuerpo masculino que no le correspondía: piensa y siente como una mujer y lucha para que aflore la Victoria Citlali Dorina de la Concepción que habita dentro de él. Este relato plantea la confrontación, en el seno del hogar y fuera de él, que debe asumir Eduardo/Victoria como parte de una minoría sexual duramente hostigada. Este breve panorama nos ha permitido explorar cómo la literatura infantil registra el desprecio a las minorías y las duras condiciones de las personas que se ubican en estas franjas. Sin embargo, hay libros que apuestan por reflejar no el cuestionamiento y el rechazo social, sino la aceptación de las minorías. Así sucede, en el caso de los niños con discapacidades físicas o

mentales, en obras como Toby (1997), de la argentina Graciela Cabal; Jesús Betz (2001), de los franceses Fred Bernard, texto, y François Roca, ilustraciones, y Óyeme con los ojos (2000) y Maia (2010), de la colombiana Gloria Cecilia Díaz. Literatura contra la invisibilidad Estos y otros libros que hablan de minorías constituyen valiosos espacios para el conocimiento, el análisis y el diálogo, y deberían ser leídos no solo por los niños y jóvenes para quienes fueron escritos, sino también por los padres, maestros, bibliotecarios y demás mediadores de lectura para generar debates que contribuyan a dejar de mirar a los integrantes de las minorías como rarezas sociales, como personas hacia las que hay que mantener un actitud recelosa y hostil. Solo un mejor conocimiento de estos grupos permitirá eliminar actitudes suspicaces, agresivas y segregacionistas, permitiendo aceptar e incorporar al otro en el rico y vasto entramado social, para crear un espacio en el que todos los grupos humanos puedan desarrollarse y contribuir al bien colectivo. La literatura infantil y juvenil puede actuar sobre la invisibilidad social y cultural a la que están condenadas muchas minorías. Seguramente el contacto con estas obras hará posible que muchos niños y jóvenes encuentren en la ficción caminos seguros para valorar la diferencia como parte de la riqueza del ser humano.

*Sergio Andricaín, autor e investigador literario cubanoamericano, dirige la Fundación Cuatrogatos (www.cuatrogatos. org), con sede en Miami. Ha publicado libros para niños como Había otra vez. Historias de siempre vueltas a contar (2013), Cuando sea grande (2013), Libro secreto de los duendes (2008) y Hace muchísimo tiempo (2005), y la investigación Escuela y poesía. ¿Y qué hago con el poema? (1997), en coautoría con Antonio Orlando Rodríguez. 2013 • NÚMERO 15 BARATARIA

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ENTREVISTA CON LA GANADORA DEL PREMIO HANS CHRISTIAN ANDERSEN 2012

Maria Teresa Andruetto:

“Escribir ficción siempre es jugar a ser Otro” por Fanuel Hanán Díaz e Hinde Pomeraniec La escritura, al igual que la lectura, es entre otras cosas un modo de salirse de uno para vivir otras vidas. Parafraseando a Darcy Ribeiro, en esta charla la autora de Veladuras explica cómo es ese movimiento que lleva a un autor a ver el mundo “desde los ojos de los demás”.

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a escritora argentina María Teresa Andruetto es esa clase de personas que elige delicadamente las palabras, tanto al escribir como en cualquier conversación formal o circunstancial. Cuando habla, sus ojos y sus manos también lo hacen y, por eso, siempre es un placer escucharla, así como leerla. Autora de una obra compuesta por varios e importantes títulos tanto para adultos como para niños y jóvenes, Andruetto es además una gran promotora de la lectura. Consagrada hace tiempo entre sus pares y también por la elección de los lectores, en 2012 terminó de revelarse como un nombre clave de la literatura internacional al recibir el Premio Hans Christian

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Andersen, el más importante galardón que se otorga a los autores de literatura infantil y juvenil. En esta entrevista, la prestigiosa escritora habla sobre algunos temas recurrentes en sus libros, cuenta su modo de abordar los textos y recuerda el origen de algunas de sus novelas. –El contenido central de este número de Barataria es la figura del Otro, desde la perspectiva de las diferencias de todo tipo. ¿Cree que la literatura infantil puede ayudar al lector a tomar conciencia de la existencia del Otro? –La literatura es eso. La ficción es eso. Escribir (y leer) para ver cómo es el mundo desde

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Maria Teresa Andruetto nació en 1954 en Córdoba, hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses. En los años 70 estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes y formó parte de numerosos planes de lectura de su país, municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa. En 1922, su novela Tama obtuvo el Premio Municipal Luis de Tejeda y desde entonces no ha dejado de publicar obras de diversos géneros tanto para

los ojos de los demás, como decía Darcy Ribeiro; escribo porque no me conformo con vivir una sola vida, dijo Tabucchi y podríamos seguir por ese camino; escribir ficción es jugar a ser otro, más aún, jugar a mirar desde los ojos del otro. En consecuencia, leer ficción también es eso. Cuando uno lee juega a mirar y sentir desde un otro hipotético. Eso expande la experiencia, por cierto, nos descoloca de lo que somos o de lo que creemos que somos y nos coloca en otro sitio, en el de un otro distinto capaz de mostrarnos al mismo tiempo cuánto tenemos de él, cuánto hay de común en nuestras pobres humanidades. –En su obra hay temas recurrentes, constantes, como la familia, los viajes y la construcción de identidad. ¿Cómo logra ese tejido? –El viaje aparece mucho, sí. Por años no supe bien por qué, algunos lectores me preguntaban si yo había viajado mucho, pero mis viajes han sido todos de grande, casi no he salido de mi casa y de mi pueblo cuando era niña o joven. Pero soy hija de un viaje. Cada año mi papá sacaba un álbum con fotos de su viaje desde Génova a Buenos Aires, viaje después de la guerra, también viaje que le había permitido conocer a mi madre. En fin, tal vez

adultos como para niños y jóvenes. Es autora de Stefano, Veladuras, La Mujer en Cuestión, Lengua Madre, La niña, el corazón y la casa, Palabras al rescoldo, Kodak y numerosos libros para niños y jóvenes, entre otros El anillo encantado, Huellas en la arena, La mujer vampiro, Benjamino, Trenes, El país de Juan, Campeón, El árbol de lilas y Zapatero pequeñito. Reunió su experiencia en talleres de escritura en dos libros realizados en colaboración, La escritura en el taller (2008) y El taller de escritura en la escuela (2010) y sus reflexiones en Hacia una literatura sin adjetivos (2009). Su obra ha sido traducida a varias lenguas. Tiene dos hijas y vive con su marido en un paraje de las sierras cordobesas.

sea eso. La construcción de la identidad está todo el tiempo porque esa ha sido mi búsqueda individual, un camino de conocimiento y de conciencia acerca de quién soy, y eso hizo y hace eco de muchos modos con la historia de mi país. Desciendo de italianos, hija por parte de padre y nieta por parte de madre, pero sobre todo mi papá deseaba fuertemente que fuéramos “de aquí” en la necesidad, creo, de que fuéramos de alguna parte. Supongo que habrá sido porque a él le era muy costoso el exilio, el trasplante desde otra tierra a la que nunca quiso volver, ni siquiera a pasear.

La construcción de la identidad está todo el tiempo en mi obra porque esa ha sido mi búsqueda individual, un camino de conocimiento y de conciencia acerca de quién soy

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–El tema de la migración en sus libros (posiblemente Stefano sea el mayor ejemplo) se vincula con el nomadismo y la no pertenencia... ¿Por qué está tan presente en su trabajo esta idea? –Una no sabe bien por qué aparecen ciertos asuntos en la escritura, por qué ciertas cuestiones insisten en ser contadas. Me ha sucedido descubrir en mí dolores, preocupaciones, que habían aparecido en la ficción, puestas en un personaje, muchos años antes. Entre los asuntos que se repiten y reaparecen en mis cuentos y novelas está el salir a buscar; el viaje en cierto modo, pero me parece que es un viaje en busca de algo, de un sentido de vida. Se va a buscar algo que no siempre se encuentra, porque no se trata del voyeur ni del turista, es el viaje del que emigra, del que va a buscar un tesoro, de la que quiere encontrar al amado, del que va a cumplir una misión… La búsqueda de lo que se es, la escucha y la fidelidad a eso que se es, aunque vaya a contrapelo de lo que otros esperan, la desobediencia a ciertos mandatos o a cierta lógica que el entorno tiene…, lo de la no pertenencia sí, ahora que lo pienso sí, pero es la no pertenencia de quien no deja de buscar un lugar (interno o externo) al cual pertenecer. –En La niña, el corazón y la casa aparece el otro, el diferente, como el gran protagonista desde la perspectiva de Tina, una niña de cinco años. No es usual que haya un personaje con síndrome de Down en una novela para

La escritura nace, para mí, como una escena, imagen o frase levemente perturbadora que me inquieta y me lleva a imaginar consecuencias posibles

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Todos somos diferentes en algún punto, todos únicos, particulares en nuestras faltas y necesidades, faltas a veces más evidentes y a veces más secretas

jóvenes. ¿Cómo surgió esta historia? ¿Qué la llevó a escribir sobre un tema tan sensible? ¿Es doloroso? –El origen de La niña, el corazón y la casa es una respuesta que una mujer me dio hace muchos años, acerca de su embarazo. Esperaba una hija, pero habían convenido que la criara su pareja, porque ella ya tenía hijos. Esa respuesta me perturbó un poco, quedó por años en mi cabeza, interpelándome. La escritura nace, para mí, casi siempre de ese modo, como una escena, imagen o frase levemente perturbadora que me inquieta, me lleva a imaginar consecuencias posibles. De todas formas entre ese hecho y la escritura misma pasaron más de veinte años, hasta que una tarde, acomodando mi biblioteca, abrí al azar La balada del café triste, de Carson McCullers, y se me apareció el narrador capaz de hablarme de esa niña, de su dolor y de su casa. Lo demás fue apareciendo…, buscando alguna razón por la que la madre no pudiera o no quisiera criarla, apareció el hermano que “necesitaba más que ella” y con él apareció esa forma sutil de abandono que a veces sufren los hermanos de niños con ciertas diferencias o discapacidades o enfermedades. Esa cuestión tan naturalizada en las familias, en las cuales de algún modo alguien debe pagar el costo de estar en mejores condiciones para afrontar la vida. Pensé que la madre tendría sus razones (algo “muy de madre” por otra parte), para querer compensar al hijo más necesitado, pensando que la niña era más fuerte. Me gustó ir hasta el fondo del corazón de esa niña, a la que vi muy sola y

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muy triste, con muchas ganas de que las cosas fueran de otra manera, finalmente ella me fue guiando: había otros modos posibles para esa familia, modos distintos a los que sus padres, con las mejores intenciones, habían imaginado. Me interesaba mucho plantarme en las buenas intenciones, en nombre de las cuales muchas veces causamos tanto daño, porque me parece que lo que le da ese dolor suavecito a la niña es que nadie comete maldades, todos actúan queriendo lo mejor para ella, para ellos. Al escribir yo no pensaba tanto en el niño Down, pensaba en la niña y en cómo ella lo veía a él, y cómo iba pasando por distintos sentimientos, que son los sentimientos que elaboramos con nuestros hermanos: los celos, la envidia, la rivalidad por la madre, el dolor de perderlos, el miedo a la muerte, el deseo de compartir, la necesidad de estar con el otro, el amor… En cuanto a eso de que aparece el diferente, el Otro…no es algo específico de este libro, más allá de que en la novela haya un chico Down, todos somos el otro de otro. Ella también es diferente, diferente de su amiga que vive con los dos padres, diferente de su hermano que tiene el privilegio de vivir con su mamá, diferente de su mamá que no recuerda a la suya. Todos somos diferentes en algún punto, todos únicos, particulares en nuestras faltas y necesidades, faltas a veces más evidentes y a veces más secretas. De eso tratan los cuentos y novelas. –Algunos lectores críticos de LIJ creen que buena parte de la literatura infantil hoy en día se ocupa de temas políticamente correctos como la tolerancia, la no discriminación o la multiculturalidad más que por un interés genuino como una búsqueda de éxito asegurado. ¿Qué opina sobre esta lectura?

–Coincido con esa apreciación, lamentablemente hay mucho de eso en el mercado. Se trata de productos destinados a “las buenas conciencias”. La literatura, si en algún lugar habita, es en el lugar donde las buenas conciencias se sacuden, se ponen molestas, se descolocan. Un buen libro nunca es “políticamente correcto”, un buen libro siempre es incómodo, en algún punto (a veces ni demasiado

visible) incómodo, lo políticamente correcto es un eufemismo de lo superficial, lo oportunista, lo que silencia y tranquiliza. Se supone que escribimos para mirar con mayor profundidad; si miramos en profundidad vemos que aun en lo más común habita lo extraordinario y aun en lo más correcto, anidan la incorrección y la incomodidad. Es a través de esa incomodidad que la lectura de un buen libro nos provoca, que aprendemos…

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–En su novela Veladuras, puede leerse la figura del Otro en la propia narradora, aislada y anclada en su memoria. Hay allí también una mirada sobre el extravío mental. ¿Cómo lo definiría?

–Sí, ahí está Rosa, sola en medio de la Puna, atravesada por el drama familiar, el deseo de saber quién es, el lenguaje andino, la locura…. Me propuse escuchar la voz de una chica con la cabeza confundida por el drama familiar y su amor por el padre. Pero el extravío mental en mi vida es muy antiguo, tanto que me sorprende que haya aparecido por primera vez en Veladuras, porque me crié en las inmediaciones de un asilo de enfermos mentales que, cuando yo era chica, era el más grande de Sudamérica. Llegó a tener 7.000 pacientes, un “puertas abiertas” fundado en la época de Domingo Cabred. Por entonces yo estaba muy lejos de comprender el dolor de esas personas, veía a esos hombres y mujeres como si se tratara de algo folclórico; casi todo el pueblo trabajaba ahí, íbamos cada tanto a pasar el día o a mostrarles a las visitas ese sitio curioso…, recuerdo los rostros, las historias, los nombres de muchos de ellos…

Escribir: una catarsis, una diversión, un consuelo, un vicio –Cómo empezó a escribir? ¿Cuándo y cómo se convirtió la escritura en una profesión? –Uh, empecé muy joven, adolescente. Siempre como una catarsis, una diversión, un consuelo, un vicio, sin imaginar siquiera en ser escritora ni tampoco en mostrar lo que escribía, en ser leída. Eran textos breves. Unos años antes de los treinta durante una convalecencia, comencé una novela y con ella llegó el deseo de publicarla alguna vez. A los cuarenta, a raíz de un premio pude finalmente publicar, pero seguí por mucho tiempo considerándome una profesora que escribía en sus ratos libres. Ni sabría decir si la escritura es una profesión para mí, es un poco incómoda la palabra profesión para esto que siempre se desacata, que hace lo que quiere con uno. Pero podría decir que alrededor de 2005, empecé a sentirme algo así como una “escritora de tiempo completo”, lo cual es también una ilusión, porque no escribo todos los días, ni siquiera todos los meses… –¿Cómo vivió la entrega del Andersen? –Como una sorpresa muy grande y una alegría también muy grande. Recibí muchos

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reconocimientos pero también, y sobre todo, mucha alegría de pares y lectores, gente que me conocía de otras épocas o de otros lugares y roles. Muy conmovedor. Y después lo que pasó o va pasando con los libros, el crecimiento de los lectores, las ediciones en otros países, en otras lenguas… –En América Latina hay muchos jóvenes escritores que ven en la literatura infantil y juvenil una prometedora cantera. ¿Qué les recomendaría para encontrar su propia voz? –Escribir siempre es fruto de una necesidad interna, me parece que uno no debiera verlo como una cantera prometedora sino como un espacio de búsqueda, por supuesto siempre muy incierto. Lo más difícil, me parece, es saber mirar y escuchar más allá de las apariencias. Y leer, claro. Eso ayuda. Pero diría que lo más interesante es no esperar demasiado en términos de “éxito”, no atar nuestra vida a los resultados que eso pueda darnos, dejar que el vicio se desarrolle libre, que siga su derrotero en nosotros hasta ver qué nos trae…

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–Su obra exhibe una gran variedad de géneros. Ha escrito libros de poesía y narrativa para adultos, libros para niños, para jóvenes... ¿Qué marca la diferencia entre un libro para adultos y uno para niños? –Pienso mucho en el lector interno, en esa lectora que yo soy, como alguien con cuyas estrategias de comprensión y emoción debe jugar y luchar la escritora que soy. Pero no pienso en el lector real, no me importa ir a chequear qué entiende y qué no. Para mí es lo mismo escribir Stefano que El anillo encantado o Lengua Madre, es decir, es siempre distinto, único el camino, el proceso, las facilidades y complicaciones. En los únicos casos donde tuve en cuenta a ese lector niño -se me presentaba ese lector niño interno-, fue durante la escritura de Benjamino, Zapatero pequeñito y principalmente en las historias de Fefa, que son casi diría guiones para que trabajara el ilustrador, más que escritura en sí misma. –La literatura juvenil es un territorio bastante ambiguo. De hecho el adolescente vive un cruce de fronteras entre el mundo adulto y el mundo infantil. ¿Qué piensa de esta literatura en términos de la construcción del Otro? –Me parece que la literatura juvenil forma parte de una construcción de ciertas estrategias de acercamiento de nuevos lectores a los libros. Y está muy bien que así sea; hay ciertos textos que por sus características estéticas, tal vez por ciertas zonas temáticas o por azar, editados en ciertas colecciones y colocados en ciertos sitios, pueden ir a la búsqueda de nuevos lectores, ayudar a construirlos o a hacer el tránsito hacia un lector autónomo más completo. Todo esto conforma una zona de libros “juveniles”, es decir – así lo entiendo yo- libros que pudiendo pertenecer a la li-

La literatura juvenil parte de una construcción de cier tas estrategias de acercamiento de nuevos lectores a los libros. Y está muy bien que así sea

teratura en general son adoptados (por ciertas características de los mismos libros o por esas estrategias de edición o de promoción de lectura) por lectores jóvenes, todavía en formación, en transición…, literatura pasarela como le llamaban los franceses o crossover como se dice ahora…, pero por lo menos en los libros de mayor calidad de lenguaje, no creo que estemos ante textos diferenciados por características muy precisas. –Uno de los rasgos más intensos y apreciados en su obra es la reivindicación de lo íntimo. ¿Cómo logra la tensión -en términos de técnica narrativa- en espacios de morosidad narrativa? –Cómo lo logro, no sé; sólo diría que escribo y corrijo hasta que yo misma soy capaz de creerme esa historia. Si me la creo yo y por eso me entristezco o me río o me enojo o me asusto, entonces pienso que eso también le puede suceder a otro… Me atrae mirar en lo hondo, en lo íntimo y privado, sospechando que tal vez en lo más privado se refleje lo público y así es casi siempre. Lo privado y lo público, lo personal y lo político, lo local y lo universal están siempre en tensión…

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IDENTIDADES FRAGMENTADAS EN LA LITERATURA JUVENIL LATINOAMERICANA

Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia

por Freddy Gonçalves Da Silva*

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entado en una exposición de arte moderno, un adolescente de trece años observa con curiosidad una pieza. Se trata de la proyección de Alicia en el país de las maravillas (versión Disney). Entre el foco del proyector y la pared de la sala cuelgan unos pequeños espejos, lo que genera la ilusión de que fragmentos de la película vuelan alrededor de sus visitantes. El adolescente, que sigue atento uno de los ojos de Alicia que vuela por todo el lugar, pregunta en voz alta: ¿qué tanto me ves? Y, aburrido, sale de la sala. Esta anécdota real sirve como imagen que nos hace pensar en el adolescente en la actualidad. A pesar de que el joven se acople a la voraz evolución de la tecnología, a las redes sociales, o a los nuevos discursos y lecturas, sigue siendo vulnerable a la mirada del Otro: del adulto, de los demás jóvenes, de la sociedad. Actualmente, los adolescentes poseen muchas alternativas que les generan una aparente libertad, pero que terminan comportándose como esos ojos fragmentados que flotan sin orden. Es difícil verse como individuo ante tanto acceso a la información. La identidad de los adolescentes se construye a partir de referentes cada vez más efímeros. Más aún dentro de Latinoamérica, donde diferentes países están en un cons-

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tante proceso de reforzamiento social, político e ideológico en contra de la idea colonizadora. Contar al adolescente latinoamericano implica adentrarse en un espacio de reconocimiento que descubre, comparte, conecta y niega a este entorno. Su cuerpo cambia, sus ideas también, su contexto varía, ellos se sienten como Otros dentro de la sociedad, y algunas veces son adultos sin más etapas de tránsito. No en vano, muchos de los autores latinoamericanos que han publicado libros para jóvenes a partir del año 2000 los representan así: víctimas que narran sus historias en primera persona, de forma crítica pero con humor en los descubrimientos cotidianos; son marginados, cuestionadores, creativos y resignados. A continuación, se revisarán algunas obras publicadas en los últimos trece años, y se indagará acerca de las formas en que son representadas entidades sociales que se mantienen al margen, en situación desfavorecida, incluyendo al mismo adolescente. Encuentros cotidianos Los adolescentes, por excelencia, buscan un espacio propio. Esta necesidad espacial y social, les hace apartarse de la familia, figura que representa su primer lugar de reconocimiento con el Otro. Son ellos: padres, hermanos, abuelos,

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primos los que hacen posible esta confrontación… aún más en Latinoamérica, donde muchos jóvenes comparten habitación o casa con familias numerosas. Saber el lugar al que pertenecen, reconocerse en el adulto, los lleva a cuestionarse sobre lo que tienen, lo que son y lo que no quieren ser. La mexicana Berta Hiriart en su libro Revelaciones lo determina al señalar que “la casa también es el mundo (…) No sólo los partidos políticos, las cámaras de diputados o los presidentes. El mundo también son las zanahorias y los platos sucios”. Desde esta mirada hacia la cotidianidad, autoras como la venezolana Mireya Tabuas en No abrir hasta el año 3000, establece un diario íntimo donde cuenta la entrada a la adolescencia pero con humor. Así como años atrás lo hiciera la colombiana Yolanda Reyes con sus personajes en Los años terribles. Son chicas conflictivas tratando de entender al mundo mientras se lamentan de la vida oyendo su disc man. Los chicos también crecen. Antonio Santa Ana (Argentina), con su libro Nunca seré un súper héroe, crea a un personaje suspicaz, que es capaz de cuestionar sus fallas tanto como la dinámica familiar. Sabe, al menos, que no quiere ser como su papá, cuya vida se reduce a echarse para ver el fútbol. Tema que varía en Jaime Alfonso Sandoval (México) con su personaje “nihilista” en Operativo nini. Un joven cínico y holgazán que no trabaja ni estudia, al que su hermana llama ninista por no participar de la dinámica social establecida. Es decir, es un nini: ni para un lado, ni para el otro. Con humor e ironía narra las vicisitudes para amoldar su forma a la sociedad mientras evade la figura del padre ausente junto a un agudo desencanto social. En este cuestionamiento a la sociedad, los adolescentes se ven obligados a pararse ante el espejo. Buscan identificar aquello que los hace individuos peculiares. Esta dinámica consiste en relacionarse con su imagen, no solo la que conocen sino la que transmiten. Es él o ella observándose como el Otro. Un ejemplo de esta búsqueda individual se maneja en la novela La Fortaleza, del mexicano Víctor

Ronquillo. Los devaneos de identidad de su protagonista, un joven emo, hacen que se reconozca ante otras tribus urbanas en busca de un amigo. Por su lado, el mexicano Javier Malpica resulta más polémico en Para Nina: Un diario sobre la identidad sexual. Su protagonista, Eduardo, opone sus dudas, rencores y miedos contra su familia para defender el derecho a ser mujer. Este derecho a tener el control sobre su individualidad, aparece cercenado en el caso de Cristina en El abrazo, de la brasileña Lygia Bojunga. Su identidad, confusa tras un trauma que sufrió en la infancia, la lleva a reconocerse en la persona que abusó sexualmente de ella. Pero dentro de la adolescencia hay casos mucho más rebeldes. Algunos defienden e imponen su imagen ante el Otro, aunque esto arrastre gestos de intolerancia. La mexicana Isabel Velázquez establece en Gordas: historia de una batalla, una mirada actual de esos personajes marginados en la sociedad: “En estos tiempos en que reina lo políticamente correcto, es preciso esquivar los comentarios acerca de los negros, los extranjeros y mancos, y sólo nos queda la mansedumbre de los gordos para depositar en ella nuestra íntima ira, nuestras más secretas frustraciones”. Es cuestión de fe Dichos espacios de intolerancia suelen agudizarse ante la presencia de la religión. Y a pesar de la diversidad religiosa en Latinoamérica, no es un tema que se trate con especificidad en la literatura para jóvenes de estos países. Inusuales ejemplos como en el libro Palomas son tus ojos de Eduardo Dayan (Argentina), están enmarcados durante al atentado con bomba que en 1994 recibiera la sociedad judía AMIA en Argentina. Una adolescente colegiala se enamora de un universitario judío, y en ambas voces descubrimos su forma de ser, su interés en comprender al amado y pertenecerle. María Del Carmen busca estrellas de David en el cielo, mientras que Pablo solo ve mosaicos. Su amor es una cuestión de fe, ellos creen el uno en el otro; aunque 2013 • NÚMERO 15 BARATARIA

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la relación está parcialmente condenada por el adulto, que siente temor a lo desconocido. Este vínculo con la religión permite adentrarse en búsquedas hacia una identidad con la realidad, con el entorno. Ella quiere sentir que pertenece: “-A veces yo también me ilusiono con irme de Buenos Aires, al Sur, no sé, al Norte, llevar otro tipo de vida, ser maestra rural, titiritera, médica de pueblo… O estudiar en España, vivir en México…”. Y él se construye desde una resignación que se hace costumbre: “El mundo había ganado otra vez. ¿Quién no sabe la vieja historia de cuáles son las reglas? Una mujer joven y atractiva con los pechos desnudos, si es blanca, aparece en la tapa de Playboy, si es negra, en National Geographic. Ellos, los dos blancos, sobrevivirían, sin duda, pero en distintos territorios. Cada uno a su manera, cada uno ahogado en sus ideas, cada uno en la cubierta de su revista, de su barco, de su lugar.” De viajeros y viajantes Las diferencias culturales en las sociedades latinoamericanas forman parte de la cotidianidad. En Stefano, la argentina María Teresa Andruetto presenta una compleja y vigente mirada del emigrante. El joven Stefano sale de Italia en la oleada europea que hace más de cincuenta años emigró a América. Sus diálogos cortos, y quiebres narrativos hacen que el lector se adentre en la esencia de sus recuerdos. Existen otras respuestas adolescentes ante el tránsito entre naciones. Sobre todo ante la necesidad de pertenecer a “algo” distinto al canon establecido. El argentino Sergio Olguín retrata en Springfield a un grupo de jóvenes que veneran la tradición norteamericana en su consumo de cine y televisión. En un viaje a Estados Unidos para aprender inglés se irán nombrando como personajes de la serie de dibujos animados Los Simpsons, pero su identidad los enfrenta a códigos que no les pertenecen. Por eso, deben establecer puentes, incluso en el lenguaje, para reconocerse extranjeros: “A los negros les decían ‘afroamericanos’. Pero nosotros, en la Argentina, les decimos negros hasta a los rubios.” Existen también migraciones dentro de un país, a territorios desconocidos. Como el trayecto de Laina, personaje en Diente de león de la mexicana María Baranda. En un entorno rural, ella se apropia de la palabra como si las desgranara en 16

un pilón, y evoca su recorrido al “Campamento” amasando la figura del padre, de los hombres del campamento, del Otro, al mismo tiempo que evita el miedo ante lo nuevo. Este, sin embargo, no es el mismo viaje de Aurora, personaje rural y analfabeta, que la brasileña Nilma Lacerda construye en la primera parte de Pluma de ganso. Es en la segunda parte de la historia, donde la sobrina de Aurora se dispone a darle voz a su tía y contar su historia como un acto liberador: “No para de escribir esta historia de una niña que no llega a educarse en un Brasil que crecía, que se movilizaba anunciando una república de verdad.” Incorporar a los jóvenes en situación de pobreza a esta literatura busca sensibilizar al lector. Implica la representación de espacios que dejaron de estar en el margen de las ciudades para pertenecer a ellas: favelas, barrios, vecindades, villas; con temas como delincuencia, droga, sicariato, hambre. Sus personajes se pasean en categorías disímiles como la mirada naif del niño que se enfrenta a la miseria; el adolescente que acciona como un adulto; o la defensa de los derechos de igualdad social. De las múltiples alternativas, hay interesantes construcciones de la realidad. El colombiano Francisco Montaña en su novela No comas renacuajos revela una estructura narrativa a dos voces que hilvanan una historia asfixiante, demoledora. Por un lado, se cuenta la vida de David y sus hermanos prácticamente huérfanos; por el otro una narración en primera persona nos habla de una niña recluida en un centro de reinserción social cuyos padres están en prisión. David y la niña coinciden en el centro y entre ambos se establece un doble juego de espejos: ambos evaden su realidad ante la inspección al Otro. Ambos terminan por ser un enclave en el presente para poder imponerse sobre la miseria y el dolor. Por el contrario, Nilma Lacerda (Brasil) en Rabo de estrella muestra las alternativas de una vida digna dentro de la miseria. Su protagonista recoge basura, admira a la abuela por el vigor y sus coquetos gestos para alegrar la vida. Estos gestos no merman su razón, y la hacen enfrentarse al aparato político desde su verdad: “¿Y el trabajo?, preguntamos, nos decimos: una casa, el dinero, eso tiene su valor, pero, ¿después? ¿Y el sustento diario?”. Posibilidad que no tiene el personaje de Alex Dogboy, de Mónica Zak

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(Guatemala), que vive en la calle junto a sus perros. Su madre había ido en busca de trabajo a Los Ángeles para un mejor futuro y, entre excusas, se fue olvidando de él. La autora -de origen alemán- escribió la novela en Honduras, con una mirada casi antropológica de la biografía de un niño similar que conoció en las calles. Mónica Zak aborda otro modelo con la publicación de su exitosa novela La hija del Puma. Ashlop, una joven de la tribu chuj, retorna a Guatemala en busca de su familia tras una masacre que la hizo refugiarse en Chiapas, México. Esta especie de tormentoso viaje iniciático la conduce a una estrecha relación con sus raíces. Un proceso similar experimenta la joven Lágrima Brillante en El oculto, de Marisa Vannini (Venezuela), que promete a su madre esperar en las costas el regreso de su padre. En esta espera, la joven corre el riesgo de construir solo una identidad histórica sacrificando su derecho a ser, también, una persona independiente. Al contrario, la boliviana Isabel Mesa ensalza mitos originarios de pueblos de América en El espejo de los sueños. En sus relatos, los jóvenes de distintas comunidades indígenas crecen e interactúan con sus tradiciones, que refuerzan su adhesión a una comunidad. Este sentido de pertenencia se agudiza en la obra de la argentina Liliana Bodoc, quien publicó con éxito La Saga de los Confines, una trilogía de carácter épico que profundiza en la representación de jóvenes héroes que están reconociendo el mundo bajo sus tradiciones. La saga elaboró un discurso atractivo para los jóvenes lectores apasionados del género de fantasía épica. El animal político Muchos de estos conflictos que hacen enfrentarse a unos con los otros no se construyen desde la épica sino desde una cruda y violenta realidad. La argentina Graciela Bialet, en Los sapos de la memoria, intercala la historia del joven Camilo con la de sus padres desaparecidos durante la última dictadura militar argentina. Camilo concilia

un tránsito complejo de rebeldía y dolor, al conocer la verdad de su familia. Aquel Otro histórico se hace inabarcable para él, y la cercanía de los afectos arrullan una venganza cotidiana. Enfrentar la verdad lo hace reconciliarse con su mundo. En cambio, Paula Bombara (Argentina) en El mar y la serpiente, busca enlazar dos voces que reivindican la memoria histórica: la infancia de la protagonista, con vagos recuerdos, y su madre contándole en la adolescencia los acontecimientos que vivieron al ser perseguidos por la dictadura. Cerramos este recorrido con el personaje de Emiliano en Mambrú perdió la guerra, de la colombiana Irene Vasco. Un niño de ciudad por razones que desconoce debe refugiarse con su abuela en una zona rural donde permanece de mal humor por estar apartado de su vida llena de tecnologías. A través de Mambrú, un perro que recoge, se inicia el cambio. Se reconoce un Otro en el campo. Pero al conocer a los desplazados, Emiliano hace cara a una realidad más difícil de sobrellevar: la culpa. Una traumática experiencia lo lleva a la verdad, y vincula su vida de ciudad con la de la abuela por lo que digitaliza las fotos familiares para salvarlas. El nuevo Emiliano se siente “parte de una historia, de un país, para bien o para mal.”, aunque viva con una culpa que no merece. La variedad de miradas en la creación literaria para jóvenes del siglo XXI, permite que afloren voces disidentes de algunos narradores en contra de lo establecido. En esta literatura buscan darle al joven un sentido de pertenencia en la ficción. Estos espacios de fuga literaria crean un vínculo íntimo para verse en otros espejos o colocarse en otros zapatos. La ficción y, en general, la literatura para jóvenes invita a pensar, sociabilizar, entretener, conmover y descubrir otras posibilidades de ser más que un individuo: ser el Otro.

* Freddy Gonçalves es Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello. Trabajó en el Banco del Libro donde se especializó en literatura infantil. Desarrolló en Madrid una especialización en escritura. dirige la página web Pez Linterna. Escritor de narrativa infantil y guiones de televisión. 2013 • NÚMERO 15 BARATARIA

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UNA MIRADA SOBRE LOS TEXTOS DE LA CONQUISTA

Los Otros del pasado El pasado es hoy Sólo más lejano Detrás de la rueda Queda la aldea No un más allá Nunca habitado por la gente.

por Krystyna M. Libura*

¿

Quién es el Otro? Frente a la enorme literatura sobre este tema, propongo una definición muy simple para el propósito de mis divagaciones: el Otro es alguien a quien no puedo incluir en el Nosotros, alguien que nunca formaría un grupo común conmigo. Afirmar esta idea resulta contradictorio pues el Yo mismo no es un monolito, sino que está formado por múltiples influencias, se cambia sin cesar, siempre en conexión con los Otros, siempre se necesita del Otro para constituirse. John Donne escribió: “Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; todo hombre es un fragmento de un continente, un conjunto”. Todos estamos conectados en el espacio y en el tiempo. Pero seducidos por la belleza de esta meditación, no olvidemos que a veces somos capaces de aniquilar a quienes sentimos como Otros, con el fin de expandir más el territorio de lo Nuestro. ¿Cuándo “tú y yo” se transforma en Nosotros? ¿Quién queda excluido de lo Nuestro y qué papel tienen aquí la historia y la literatura?

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C.K. Norwid

La literatura para niños está poblada de seres extraños: Humpty Dumpty, hobbits, elfos, magos, dragones... Sin embargo, por más extraños que parezcan, no los concebimos como Otros. ¿Por qué? Un joven lector con enorme gusto se habría enlistado en la Comunidad del Anillo, tomaría té con el Sombrerero Loco, contaría con la ayuda de inquietantes elfos. En la literatura infantil tradicional, en los cuentos populares y las leyendas, y la fantasía épica que surgió de ellos, la frontera entre el Otro y Nosotros se funde con la del Bien y Mal: los Nuestros, con quienes iríamos al fin del mundo, son los buenos, ingeniosos, aunque no necesariamente semejantes ni parecidos a Nosotros. Los Otros, contra los cuales arremetemos, son los malos: dragones, diablos, señores de Mordor. El Otro es incomprensible y amenazante. Lamentablemente, muchas veces también la Historia se narra como una lucha entre los buenos contra los malos. Tomemos como ejemplo más llamativo las grandes manipulaciones que presentan los libros de historia en los países bajo regímenes fuertemente ideologizados.

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Cada vez que se modifica la configuración de los aliados, se cambian los libros de Historia y, con ellos, la división entre “buenos” y “malos”. Obviamente, no se trata de privar a la Historia de su dimensión ética, sino más bien de cuestionar un maniqueísmo simplista y manipulador. Adentrarse en una lectura es siempre un encuentro con el Otro, pero es un encuentro muy peculiar, y sobre esta peculiaridad valdría la pena detenerse un momento. La literatura como arte única nos permite rebasar las fronteras más frágiles y más impenetrables, a la vez: las de los cuerpos. Tal vez es fácil dañar al Otro, pero imposible estar seguro de lo que siente y piensa. Sin embargo, en los libros penetramos con facilidad en cabezas ajenas, y exploramos hasta los impulsos más íntimos. Ewa Graczyk se pregunta: “¿Qué es la literatura para la juventud?” –y contesta-: “Sobre todo es un diablo que levanta los techos. Exactamente, la literatura nos cuenta sobre lo que hay dentro de las almas de la otra gente...” Si la literatura nos permite penetrar en estas dimensiones cotidianamente inaccesibles es porque no conoce más límites que el alcance de la experiencia y la fantasía humanas. Sin problema rebasa las fronteras físicas, geográficas e históricas. La literatura nos ayuda a imaginarnos en el lugar del Otro, vivir sus aventuras como propias, conciliar diferentes espacios y tiempos. Es la forma más fácil de vivir las vidas ajenas o, por lo menos, de presenciarlas. Un recurso bastante conocido de la literatura es “el trasladado” o “cambio de lugar”, como ocurre en la novela Príncipe y mendigo de Mark Twain. En sus páginas, un joven príncipe cambia de ropa con un niño pobre que se introduce por casualidad en sus aposentos. Al no ser reconocido por los guardias en su nueva condición, es expulsado del Palacio. Afuera, le tocará vivir la vida del pordiosero, mientras que el mendigo ocupará su lugar. A los dos, esta experiencia les sirve para ver el mundo desde la perspectiva contraria. Encontrarse en el lugar del Otro suele conducir a una metamorfosis debido a que se adquiere una nueva experiencia y sensibilidad. Vivir la vida del Otro es descubrir que en el fondo somos semejantes y que nuestra Otredad

reside en los roles que determina la sociedad en la que nos tocó vivir. A la vez, el joven lector se identifica con ambos: el príncipe, ahora pordiosero, y el mendigo, elevado al rango de reyezuelo, y ve Londres desde dos perspectivas contrastadas: desde el palacio real y desde las madrigueras de los pobres. A eso nos expone en cierta medida la literatura: aunque no podemos intercambiar lugares, podemos presenciar la vida de los Otros. Aceptando la Otredad, el Otro deja de ser Otro, pierde lo “exótico”, empieza a ser uno de Nosotros. Marc Twain avanzó aún más: dotó de voz a los seres que la Historia había silenciado. Durante milenios, la voz de los niños no fue registrada, mucho menos si eran pobres. La historia abunda en esos silencios de las voces que no nos llegaron. Sin embargo, la literatura puede reclamarlas, reconstruir esas voces calladas del pasado para las cuales no hubo lugar en el registro oficial. Ése es el papel de la ficción histórica: completar las versiones oficiales, cuestionar la verdad única de la narración científica, así como dotar al pasado de un rostro, recordar que la historia fue un presente vivido por los seres humanos. La literatura transforma lo general histórico en un acontecimiento único, recupera las vivencias excluidas de la visión panorámica de los grandes procesos históricos que quedaron sepultadas en el pulido y estéril discurso académico. El discurso histórico suele descuidar esos detalles. La literatura puede recuperarlos y acercarnos a la historia a través de lo particular. De ahí el papel de los detalles que acompañan a cada evento histórico y le dan una dimensión humana. Esos detalles permiten revelar al Otro mediante una luz concentrada en algo pequeño, un objeto, un sentimiento, un momento. Pero no idealicemos a la literatura. Es creación de los seres humanos y producto de sus prejuicios, que también nos transmiten. En la literatura de ficción, entre Nosotros y el pasado siempre media un autor, mientras que los documentos del pasado nos permiten acudir al encuentro directo con los Otros. Sabemos que estos textos suelen ser difíciles para los niños y los jóvenes, pero editados, adaptados, pueden servir de fascinante encuentro con el Otro histórico. 2013 • NÚMERO 15 BARATARIA

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Por eso voy a hablar de una experiencia de la cual participé en el desarrollo de dos colecciones de divulgación histórica para la editorial mexicana Tecolote. Uno de los principales objetivos de la primera serie, titulada “Ya verás”, fue introducir a los niños en la riqueza de los documentos históricos. Para ello, se utilizaron los testimonios visuales del pasado: cuadros, códices, objetos. En estos libros, la historia es narrada por alguien que presenció los acontecimientos, a veces por alguien “de la segunda fila” que no suele salir en el retrato oficial de la historia nacional. Por ejemplo, la historia vista no por Juárez sino por su esposa Margarita desde su difícil quehacer diario en el tormento histórico. La llegada del virrey no narrada desde la corte sino desde la vivencia de un niño durante los festejos de bienvenida. Con el mismo afán de rescatar las voces del pasado se creó la colección “Ecos de la historia”, cuyo cometido principal fue mostrar las dos caras de un conflicto, confrontar a los Otros del pasado. Para iniciar la colección se escogió uno de los encuentros bélicos más dramáticos en la historia de la humanidad: la conquista de México-Tenochtitlan. El objetivo del libro fue muy complejo: enfrentar las distintas versiones ante los ojos del lector (el Otro narrado por el Otro, y el Otro narrado por sí mismo). En la primera parte, un soldado de las tropas de Cortés, Bernal Díaz de Castillo, relata lo vivido. La segunda es la versión indígena recogida por el fraile Sahagún entre los mexicas de Tlatelolco, el último bastión de la defensa de Tenochtitlan, lugar donde se consumó la Conquista. El objetivo principal fue oír los ecos de las voces de los testigos que vivían el acontecimiento como presente incierto y no como historia petrificada. El carácter no lineal del libro pretende cuestionar la visión única de la Historia. Contraponiendo estas voces, se busca excluir una narrativa unificadora, dejando al lector la tarea de sacar sus propias conclusiones, las que también podrían modificarse en cada nueva lectura. El lector confronta los diversos Otros de la historia elaborando su propia postura frente a ellos. Sin duda, la Conquista fue uno de los eventos más dolorosos e interesantes de la Historia: habitantes de dos continentes distintos se descubren mutuamente, se enteran uno del otro y se observan. ¿Cómo se ven? 20

Primero, proyectan su propio mundo y a partir de ahí todo lo ajustan a esa pauta. Los conquistadores eran gente de su época, convencidos de ser dueños de una verdad absoluta: la de su propia fe. Increíblemente enjaulados en su etnocentrismo, perciben el mundo desde la perspectiva “de mi verdad”; en todos los dioses ajenos ven solamente demonios, apoyados en la autoridad de la Biblia de que “todos los dioses de los gentiles demonios son”. Además, esos hombres en su niñez, sin duda, contemplaban en las iglesias parroquiales las imágenes del Infierno o de la tentación en el Paraíso con Satanás representado como serpiente alada. Aunque sus alas de murciélago no se asemejaran en nada a las verdes y suaves plumas de Quetzalcóatl, quizá la semejanza conceptual: serpiente alada versus serpienteave los espantaba. Europa trajo sus demonios a este continente y los proyectó hacia el Otro. Este tremendo espejismo los justificó para conquistar y dominar al Otro. En la imaginación popular posterior a la Conquista, en pinturas, biombos e ilustraciones de libros, encontramos a las deidades prehispánicas representadas con rasgos de los diablos medievales. Muchas veces vemos lo que esperamos ver, no al Otro sino nuestros prejuicios. Capturamos la imagen del Otro deformada por nuestras expectativas. Miramos al Otro, pero nuestra mirada regresa como un reflejo de nuestras proyecciones. Al conocer de la aparición de seres extraños en los confines de su mundo, Moctezuma primero consultó con los sabios si en los códices había noticias que pudieran explicar de quiénes se trataba. Luego, entre muchas acciones, envía a Cortés los atavíos de los dioses. ¿Esto significa que fueron tomados por dioses realmente? La palabra teotl, que suele traducirse como “dios”, en náhuatl tenía un significado más amplio, ya que denotaba también todas las cosas extraordinarias que rebasaban lo común. Sin duda, los españoles –su físico, su vestimenta, sus utensilios– eran extraños para los indígenas. Además, surgieron del mar. Hay que recuperar la visión del mundo indígena para entender su asombro: el mar, llamado ilhuicáat, significaba, según Sahagún, “agua que se junta con el cielo”. Eso ya

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dotaba a los españoles de un carácter sobrenatural, ya que habían surgido de un “más allá”. Eran semejantes a los hombres, pero los dioses podían manifestarse entre los humanos como humanos. Cuando se dan los primeros contactos, las fuentes indígenas ponen énfasis en la comida, se observa atentamente qué comen los españoles. No olvidemos que los seres humanos tenían el deber de nutrir a sus dioses con sangre para fortalecer a las fuerzas cósmicas. Los indígenas hicieron otra prueba para sondear la naturaleza de los recién llegados: les mandaron comida divina, rociaron alimentos con sangre. Corroboramos el papel revelador de la comida: los dioses no comen lo mismo que los humanos. Algunas fuentes indígenas cuentan que ellos asimismo recogieron los restos de lo que comían los recién llegados y se los llevaron a Moctezuma. Los españoles habían mandado la típica comida de los marineros: carne y pan secos, vino; sin duda ya un poco rancios después de una larga travesía en el mar. Los malentendidos de los primeros encuentros crecen debido a la falta de la lengua común. Todo ocurría a través de una compleja cadena de traducciones. Los españoles tuvieron suerte de encontrar a Jerónimo Aguilar, un náufrago español que ya tenía ocho años viviendo como esclavo entre los mayas; además, entre las mujeres que les ofrecieron los indígenas había una que hablaba náhuatl y maya, la famosa Malinche. Lo interesante, y que ilustra la dificultad de comunicarse –y comprenderse–, es que antes de que aprendiera la lengua española, la línea de traducción iba del español al maya, del maya al náhuatl, y de regreso, todo esto confrontando conceptos del mundo muy distantes. Había aún otro tipo de percepción basado en la convivencia. A los españoles los acompañan ejércitos indígenas que creían llegada la oportunidad de acabar con la hegemonía mexica. Conviviendo se aprende: en su compañía los conquistadores empiezan a entender náhuatl, a vestir armaduras indígenas más adaptadas para el clima que las españolas, que se oxidaban con las lluvias y eran inaguantables en los días de calor. Todavía la conquista no se había consumado y ya comenzaba el proceso de hibridación de las culturas que no ha terminado hasta el día de hoy.

Mientras el Otro es narrado por el Otro, expuesto en el discurso ajeno, es imposible hacerle justicia. Por eso es necesario recuperar su discurso. Se hace imprescindible saber qué dice el Otro sobre sí mismo. En el proceso de la Conquista, los españoles evidencian un esfuerzo manipulador con el fin de pasar por inmortales: entierran de noche a sus muertos para que los indígenas no se den cuenta de que eran mortales ni de cuántas pérdidas habían sufrido, pero, por otro lado, confiesan que se orinaban de miedo en las batallas. En las páginas de Ecos de la Conquista se confrontan tanto los dos discursos sobre la Conquista como el imaginario visual que plasma este encuentro. Cada imagen revela también manipulaciones simbólicas. Al comparar el encuentro pintado en el ambiente criollo, se aprecian tronos de oro macizo, mientras que los mexicas representaban a sus gobernantes en un asiento de petate. El metal precioso era un símbolo de poder y esplendor, sinónimo de riquezas fabulosas y reinos legendarios para Europa. Así, se representa al Otro no como era sino como “me gustaría” que fuera, porque mi visión del esplendor del Otro fortalece mi propio yo, funda la leyenda del grupo con el cual uno se identifica. Estas versiones confrontadas nos permiten recuperar el lado humano de las dos partes. La Historia transcurre a través de gente como nosotros, con caras, costumbres, sentimientos y creencias singulares. Un saber conseguido de esta forma no puede ser, espero, maniqueo. Una vez T. S. Eliot escribió que alguien quien no viaja es provinciano de su comarca y alguien que no conoce la historia es provinciano del tiempo. La literatura histórica de hechos y de ficción nos permite salir de nuestro barrio o de la jaula de nuestra limitada experiencia temporal. Impide que seamos provincianos del tiempo. Nuestra meta debe ser ensanchar nuestro mundo, ampliar la noción del Nosotros en la cuál nos inscribimos.

*Krystyna Libura es Licenciada en Filología Polaca por la Universidad Jagellónica de Cracovia y tiene estudios en Sociolingüística por la Fundación Friedrich Ebert, en España. Ha escrito libros de no ficción para niños donde explora la visión del otro y un acercamiento antropológico a los eventos desde la perspectiva de los testigos y no de los protagonistas.

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CONCURSO DE ESTRATEGIAS DE ANIMACION A LA LECTURA

Los niños leen a Lygia Bojunga

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urante el año 2012 la editorial Norma realizó el Concurso latinoamericano de Estrategias de Animación a la Lectura en torno a la obra de Lygia Bojunga. El premio era un viaje a Rio de Janeiro, para conocer personalmente a Lygia y además tomar contacto con su obra en la fundación que lleva su nombre. Docentes de diferentes países enviaron sus propuestas de actividades, lo que permitió registrar un amplio abanico de estrategias alrededor de los libros de la premiada autora brasileña. En este número queremos compartir con los lectores la experiencia de los ganadores de los tres primeros lugares de este concurso y algunas pistas de su propuesta metodológica.

Primer lugar Desafío 2012. Un juego literario para leer, aprender y disfrutar. Alberto Rafael Alandete. Centro de Educación Bilingüe Colegio Anglo Americano de la ciudad de Barranquilla, Colombia. Libro elegido Los amigos Poner en marcha un debate sobre un libro puede resultar un desafío para un docente en el aula, especialmente porque esta estrategia tiene un formato tradicional. Una importante dosis de entusiasmo y formas creativas para instalar el riesgo y la emoción, sin embargo, pueden darle una fuerza inesperada a la comptencia de diferentes grupos que se enfrentan para demostrar su apropiación de los contenidos de un libro. La actividad propuesta por el ganador de este concurso ofrece de forma detallada el desarrollo de un debate en torno al libro Los amigos, en una modalidad de juego literario. Diferentes modos de leer activan una relación dinámica con el libro, especialmente porque esta lectura permite desarrollar preguntas que tienen que ver con la historia (internas) y otras preguntas relacionadas con el contexto en que la obra fue escrita (externas). Como base del juego literario, se debate por grupos para alcanzar el mejor puntaje de acuerdo a la cantidad de interrogantes respondidas de forma acertada. Los objetivos de esta propuesta, además de construir caminos de interpretación, se extienden más allá del libro escogido y, en su conjunto, esta actividad involucra a diferentes miembros de la comunidad educativa.

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Segundo lugar Animación y desarrollo de la lectura y la utilización del juego dramático como recurso. Álvaro Ramón Cárdenas, Pamplona, Colombia. Libro elegido: Angélica Esta propuesta combina la actividad teatral y la sensibilidad poética para la producción de textos escritos. A partir del texto Angélica, se explora la palabra en un viaje creativo, se leen párrafos, se realizan pequeñas representaciones teatrales y se escriben textos poéticos. A partir de la lectura placentera, se suscitan diferentes actividades que combinan ejercicios de escritura y puestas en escenas, lo que promueve una forma dinámica de acercarse al texto, detenerse en sus páginas y promover la creación. Poemas y expresión corporal hacen de esta propuesta una actividad original, llena de entusiasmo por detenerse en un texto y disfrutar su calidad literaria.

RIO DE JANEIRO

Una casa soñada en Santa Teresa Tras los gruesos vidrios de sus anteojos, los ojos de Alberto Alandete iluminaban con su asombro y su emoción. Eran las tres en punto de la tarde de un feriado cálido en Rio de Janeiro cuando llegamos en taxi hasta la cima del barrio Santa Teresa, una maravilla en los altos de la tierra carioca. Cálida y atenta, Lygia Boyunga nos recibió con una sonrisa y nos invitó a pasar para conocer su casa, su estudio, su fundación y su editorial. Había llegado el momento del mayor de los premios para Alberto, ganador del Concurso de Estrategias de Animación a la Lectura de la obra de la gran escritora brasileña. Tomamos el té, comimos budín de naranjas, hablamos de literatura, de política y de la vida durante dos horas sentados a una mesa pequeña, mirando hacia la terraza bellísima que cuelga sobre la ciudad. Alberto había llegado a Brasil desde Barranquilla con todas sus preguntas y su admiración. Y allí estaba Lygia, para responderlas y convertir el encuentro entre un lector y su autora en un momento mágico. Una iluminación. Hinde Pomeraniec Directora editorial global de LIJ

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Tercer lugar Una conversación entre dos libros. Cecilia Haydée María Fernández, de Buenos Aires, Argentina. Libros elegidos: Los amigos y Angélica Desentrañar el contexto en que una obra fue escrita, sus referencias y parte significativa de la vida de la autora, representa una modalidad interesante para acercarse a un libro. En esta actividad se propone releer Los amigos, obra germinal de Lygya Bojunga Nunes, a la luz del Carnaval, la música brasileña y el espíritu festivo… Una inesperada actividad propone el diálogo con otra obra de la autora, Angélica, lo que permitirá explorar los vasos comunicantes en el mundo de una misma autora. La conversación se intala en esta propuesta como una manera de prolongar el libro en la cotidianidad de los lectores, pero también como una forma de adentrarse en diferentes territorios que pueden llevar al análisis literario.

Crear lectores: el gran desafío Formar lectores es una de las principales consignas de las editoriales y los mediadores. Ello implica ofrecer libros de calidad y oportunidades seguras y reconfortantes para encontrase con esos libros. La amplia participación de los docentes en este Concurso de Estrategias de Animación confirma que la creatividad y las conexiones emocionales son motores poderosos para despertar el interés por los libros. Diseñar la estrategia adecuada para cada libro resulta una experiencia retadora, en la medida que nos exige que conozcamos el libro y su autor, su contexto de producción y el grupo donde lo queremos presentar, pero sobre todo porque demanda soluciones creativas. Hacer que los libros dialoguen con otros discursos, que descubramos en ellos sus capas de sentidos, que exploremos sus intangibles lazos emocionales y que disfrutemos de su belleza literaria, seguramente abrirá muchas posibilidades para pensar en estrategias que conduzcan a encuentros seguros y permanentes con la lectura.

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Número 15

Directora Hinde Pomeraniec • Argentina hinde.pomeraniec@carvajal.com Editor Fanuel Hanán Díaz • Venezuela fanuhel@hotmail.com Consejo editorial Laura Leibiker • Argentina y Chile Nancy Ceballos • Colombia Jael Gómez Pinilla • Colombia María Eugenia Lasso • Ecuador María Geraldina Camargo • Guatemala Lorenza Estandía • México Fiorella Bravo • Perú Mildred Correa • Puerto Rico

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Editorial

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El reflejo de las minorías en los libros para niños y jóvenes

Ilustraciones Roger Mello • Brasil Rogerllo@uol.com.br Diseño Daniela Coduto • Argentina danielacoduto@gmail.com Viñetas Roberto Echeto • Venezuela roberto.echeto@gmail.com Impresión

La primera novela del jovencísimo Stefan Bachmann es ya un suceso de ventas y crítica

Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia por Freddy Gonçalves Da Silva

Agosto de 2013 Depósito legal ISSN 1690-57733 CC 29006884

Entrevista: Maria Teresa Andruetto por Fanuel Hanán Díaz e Hinde Pomeraniec

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en Europa y en los EEUU.

Los Otros del pasado por Krystyna M. Libura

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En los barrios bajos de Bath, en el gueto de los duendes, Bartolomeo y su hermana Queta viven bajo una terrible regla: No te hagas notar y nadie te colgará. No son humanos, no son duendes: son distintos.

por Sergio Andricaín

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ia cul

CC 26505008 ISBN 9789875455672 288 PÁGS.

Los niños leen a Lygia Bojunga Un repaso a los trabajos ganadores de un concurso docente

Ínsula imaginaria cuyo gobierno le fue otorgado a Sancho Panza como parte de un episodio burlesco que vive con Don Quijote. Palabra cuyo valor fónico está vinculado al juego y al disparate; su sentido remite a mundos imaginarios y a motivos literarios.

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so o r g i l e p s fantástico en el que ser diferente… e o d n u m n u a Entra

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Revista latinoamericana de Literatura Infantil y Juvenil

CC 29006884 ISSN 1690-57733

La mirada del Otro 7

706894 868841

www.librerianorma.com www.literaturainfantilnorma.com www.literaturajuvenilnorma.com

en la literatura infantil y juvenil

N° 15 • 2013

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• Entrevista con María Teresa Andruetto • El reflejo de las minorías en la LIJ • Los adolescentes, tras un sentido de pertenencia

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