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Bla-bla-bla El mito del capitalismo ecológico
Miguel Pajares
Una denuncia de mentiras como la neutralidad de emisiones y el cero neto que exigen construir una alternativa económica basada en el decrecimiento sostenible.
Primera edición: febrero 2023, 1500 ejemplares.
Segunda edición: junio 2024, 1000 ejemplares.
Copyright © 2022 Miguel Pajares © de esta edición, Rayo Verd Editorial, 2023
Diseño de la cubierta: Tono Cristòfol
Maquetación: Octavi Gil Pujol
Ilustración de la cubierta: © Adobe Stock
Producción editorial: Mariló Àlvarez e Ivette Abulí
Corrección: Gisela Baños y Cristina Anguita
Publicado por Rayo Verde Editorial S.L. Mallorca, 221, sobreático
08008 Barcelona · rayoverde@rayoverde.es www.rayoverde.es
RayoVerdeEditorial @Rayo_Verde
Impresión: Cevagraf
Depósito legal: B 13164-2024
ISBN: 978-84-19206-09-1
THEMA: RNT, LBBS, JBFG
Impreso en España - Printed in Spain
Este libro está fabricado a partir de papel certificado de origen sostenible.
Una vez leído el libro, si no lo quieres conservar, lo puedes dejar al acceso de otros, pasárselo a un compañero de trabajo o a un amigo al que le pueda interesar. En el caso de querer tirarlo (algo impensable), hazlo siempre en el contenedor azul de reciclaje de papel.
La editorial expresa el derecho del lector a la reproducción total o parcial de esta obra para su uso personal.
Nota de la editora
La bibliografía de este libro es muy extensa y hemos decidido trasladarla a la página web de la editorial. Debe consultarse como «Bibliografía de la segunda edición».
Índice
Introducción .................................................................................11
1. La sorpresa que podríamos tener en el 2030 ....................13
Objetivo: 1,5 °C a finales de este siglo .....................................13
2019: punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático .........................................................................................20
Los Gobiernos asumen más compromisos..............................21
Las corporaciones también se suman a los objetivos
climáticos .......................................................................................25
La sorpresa que podríamos tener en el 2030 ..........................28
2. Los compromisos climáticos y sus variados engaños ......31
El cero neto....................................................................................31
El mercado de derechos de emisión..........................................35
Emisiones negativas desarrollando bosques ...........................40
Captura y almacenamiento de carbono, CCS .......................48
Geoingeniería: ensuciar la atmósfera .......................................56
El hidrógeno..................................................................................59 En suma ..........................................................................................68
3. ¿Qué pasa con los combustibles fósiles? .............................71
Espejismo de pandemia...............................................................71
El petróleo se agota, pero… a su ritmo .....................................73
Las petroleras, como gato panza arriba....................................77
El gas fósil está en alza .................................................................84
El carbón va cayendo, o no .........................................................90
Cabildeo, subsidios, guerra, bitcoin… .....................................95
4. Las corporaciones, a lo suyo. Los gobiernos, a la zaga....103
La agricultura industrial .......................................................... 103
Los agrocombustibles ............................................................... 105
La ganadería industrial ............................................................. 107
La industria del automóvil ...................................................... 109
Las aerolíneas y las navieras ..................................................... 115
El poder de las corporaciones sobre los Gobiernos ............ 118
La acción climática de los Gobiernos no es la que prometen..................................................................................... 125
5. Las consecuencias ................................................................ 133
Las emisiones no descienden .................................................. 133
El cambio climático avanza sin freno .................................... 137
¿Qué trae realmente consigo un calentamiento de 3 °C o más? .......................................................................................... 144
La subida del nivel del mar en este siglo ............................... 148
La amenaza de los puntos de inflexión ................................. 152 En suma ....................................................................................... 159
6. Las preguntas ineludibles .................................................. 161
¿Transición energética con crecimiento económico? ........ 161
¿Cuánta electricidad necesitaremos en el 2050? ................. 164
¿Cómo se producirá toda esa electricidad? .......................... 167
¿Hay metales para eso? ............................................................. 178
¿Qué problemas medioambientales trae consigo el desarrollo de la minería? .......................................................... 188
¿Adónde nos lleva el empeño por el crecimiento económico? ................................................................................ 194
7. Las opciones que nos quedan ............................................ 201
Reducir el consumo y el gasto de energía, sí, pero ¿cómo? ..... 201
La auténtica verdad incómoda ............................................... 207
Pese a todo…, sí, se puede ........................................................ 211
Decrecimiento sostenible ........................................................ 216
Para todas las personas ............................................................. 224
Bibliografía ................................................................................ 233
Introducción
Greta Thunberg utilizó la expresión «Bla-bla-bla» para describir los acuerdos alcanzados en la cumbre del clima (COP26) de Glasgow, celebrada en noviembre del 2021. La había utilizado ya dos meses antes, en el Foro de la Juventud por el Clima celebrado en Milán, para decir que «reconstr uir mejor», «economía verde», «cero emisiones netas», «neutralidad climática» y otras expresiones similares eran palabras que sonaban bien, pero estaban vacías de contenido.
Lo que la joven venía a decirnos era que se hablaba mucho de políticas climáticas y se divulgaban a los cuatro vientos los compromisos al respecto de los Gobiernos y las empresas, pero realmente no se estaba haciendo lo que tenía que hacerse para darle respuesta a esta emergencia . Y la pregunta que, sin duda, se hicieron muchas personas al oírla fue si podría estar exagerando. Esto es, si sus palabras respondían a un conocimiento profundo de lo que se hace y lo que no se hace o más bien eran fruto de su temple contestatario juvenil. Formulado de otro modo, si era cierto que los diferentes países no estaban haciendo nada realmente útil para la lucha contra el cambio climático o si simplemente exageraba para empujarlos a que hicieran algo más. ¿Todo lo que hacen los Gobiernos y las empresas frente a la emergencia climática es, básicamente, bla-bla-bla?
Puede que esa sea la pregunta más importante de nuestro tiempo. Y es, sin duda, una a la que tenemos que dar respuesta con urgencia . Necesitamos saber a ciencia cierta si lo que está haciéndose sirve para afrontar la crisis climática con posibilidades de éxito, pues lo que sí sabemos con certeza es que la actual emergencia climática es la mayor amenaza a la que jamás hayan podido enfrentarse las sociedades humanas.
El objetivo de este libro es dar una respuesta razonada y lo más pedagógica posible a esa cuestión. En el primer capítulo se mostrarán los compromisos que los Gobiernos han ido asumiendo, así como los que están contrayendo las empresas, especialmente las grandes corporaciones multinacionales; pero será en los tres capítulos sig uientes en los que veamos el valor de tales compromisos y su utilidad real en la lucha contra el cambio climático. Acabados esos cuatro primeros capítulos, la pregunta habrá quedado respondida —así lo creo —, y en el resto del libro nos centraremos en las consecuencias y en las opciones que nos quedan.
1.
La sorpresa que podríamos tener en el 2030
Objetivo: 1,5 °C a finales de este siglo
En 1988, el científico de la NASA James Hansen informó al Congreso de EE. UU. sobre algo que él y otros colegas llevaban tiempo explicando: que nuestro planeta se enfrentaba a un cambio climático que estábamos provocando los seres humanos y que resultaría desastroso a no muy largo plazo. Puede que ese fuera el primer momento en el que la cuestión entraba en la sala grande de la política. Sin embargo, nadie pareció sentirse alarmado. Nada cambió. Los Gobiernos y las corporaciones siguieron a lo suyo.
Pero ese mismo año la Organizac ió n Met eo rológica Mund ia l (OMM) y el Programa de Naciones Unidas para el Med io Amb iente (PNUMA) crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Camb io Climático de Nac iones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) y los informes científicos comenzaron a tener algún peso en la política. Poco al principio, pero el pertinaz tesón de los científicos, las organizaciones meteorológicas y las organizaciones ecologistas nos ha traído al momento actua l, en el que el camb io climático aparece no solo en los discursos políticos, sino tamb ién en los presupuestos de los Estados. Ahora todo el mundo sabe
que la amenaza no solo es rea l, sino que tiene dimensiones colosales.
El IPCC es el organismo internacional del que nos hemos dotado para recopilar todo el conocimiento científico en materia climática y que nos vaya informando sobre la situación en la que nos encontramos. Realiza, cada siete años más o menos, un informe de evaluación, y en los años 2021, 2022 y 2023 presentó el último hasta el momento, el sexto, cuyos cuatro documentos vieron la luz en agosto del 2021, en marzo y abril del 2022 y en marzo del 2023. Hablaré de este sexto informe del IPCC en distintas partes de este libro, pero ahora quiero referirme a otro de sus documentos, el que presentó en el 2018 sobre la diferencia entre mantenernos en un calentamiento —respecto a la temperatura media global de la era preindustrial— de 1,5 °C en este siglo o llegar a los 2 °C. Lo que se nos dijo f ue que con un calentamiento de 1,5 °C se producirían fenómenos climáticos extremos con mucha frec uencia , con grandes riesgos para las socie dades más vulnerables, pero la adaptación de las sociedades humanas sería posible; mientras que un calentamiento de 2 °C comportaría el riesgo de exceder nuestra capacidad de adaptación (IPCC, 2018).
Un calentamiento global de 2 °C pue de parecerles poca cosa a muchas personas, pero lo cierto es que desde que nació la agricultura, hace unos 11 000 años, la temperatura media global de la Tierra no ha tenido variaciones de más de 0,5 °C. Ahora tenemos una temperatura que ya no es idónea para la agricultura en muchas reg iones del planeta por el calentamiento de 1,2 °C alcanzado, lo que está reduciendo la rentabilidad de los cultivos y provocando la pérdida de cosechas. Conviene también saber, además, que desde el inicio del período Cuaternario —hace 2,6 millones de años— nunca hubo una temperatura media global de más de 2 °C por encima de los valores preindustriales (Willeit et al., 2019).
Evitar que el calentamiento global a finales del presente siglo lleg ue a 2 °C fue precisamente el principal objetivo del
Acuerdo de París del 2015, un acuerdo suscrito por casi todos los Gobiernos del mundo que constituye, hasta el momento, el principal tratado internacional para luchar contra el cambio climático. Pero cuando el IPCC presentó su primer documento del sexto informe de evaluación en agosto del 2021, Naciones Unidas habló de «código rojo», señalando la alarmante situación en la que ya nos encontrábamos en ese momento. El tiempo para luchar de forma efectiva contra el cambio climático estaba agotándose con mucha rapidez, y el IPCC dijo que «a menos que se produzcan reducciones rápidas y profundas de las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero en las próximas décadas, lograr los objetivos del Acuerdo de París del 2015 quedará fuera de nuestro alcance» (UN News, 2021).
Q uiero comenzar este libro dejando claro que la lucha contra el cambio climático es, en esencia , una lucha por disminuir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Los principales son el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O).1 Son gases que atrapan calor porque captan la radiación infrarroja terrestre y con ello elevan la temperatura de la atmósfera. El CO2 es el principal y, en la proporción adecuada, es decir, en la que ha tenido en los últimos millones de años —hasta el siglo xx—, es imprescindible para mantener la vida tal y como la conocemos, ya que sin él la temperatura en la Tierra no subiría de 18 °C bajo cero ni tampoco habría vegetación; no habría vida. Sin embargo, en la actualidad, las proporciones de CO2 y de los otros gases mencionados en la atmósfera son muy superiores a las que había antes de la industrialización y es eso lo que está produciendo el calentamiento global.
1 El vapor de agua también lo es, pero sobre su proporción en la atmósfera no podemos incidir los humanos más allá de lo que hacemos respecto a los otros gases de efecto invernadero.
Cabe señalar que ya no hay ningún tipo de controversia científica sobre el hecho de que estamos viviendo un cambio climático que hemos provocado los humanos con nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. En el 2013, un grupo de científicos de distintas universidades examinó 11 944 publicaciones científicas sobre el clima, realizadas entre 1991 y 2011, y concluyó que el 97 % coincidían en que el cambio climático es real y antropógeno (Cook et al., 2013). Ese mismo trabajo se repitió en el 2021, examinando 88 125 estudios científicos, y concluyeron que el 99,9 % coincidían en lo mismo (Lynas et al., 2021). Ya no hay científicos que dicen una cosa y otros que dicen la contraria sobre el cambio climático: todos dicen lo mismo, y los que dicen lo contrario no son científicos.2
Sigamos con los gases de efecto invernadero. La concentración de CO2 en la atmósfera se mide en ppm (partes por millón). En la era preindustrial, la concentración era de 280 ppm, y, según nos dicen los climatólogos, en los últimos 2,6 millones de años nunca se pasó de 300 ppm (Hansen y Sato, 2011). La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) nos van dando el dato anua lmente: en el 2020, la concentración de CO2 alcanzó una media de 413 ppm, en el 2021 fue de 416 y en el 2022 se alcanzó un pico de 421 ppm en mayo, momento en el que se superó el hito de tener un 50 % más de CO2 en la atmósfera que al inicio de la era industrial (NOAA, 2022a).
Un estudio publicado en Nature dijo que cuando se alcancen las 427 ppm tendremos ya una concentración de CO2 similar a la del Plio ceno med io, hace 3,3 millones de años, etapa en la que las temperaturas eran entre 3 y 4 °C más altas que las del período preindustrial y el nivel del mar estaba 20 metros más alto que en la actualidad, y que un tiempo después
2 Esta regla general tiene alguna excepción, como el artículo publicado en la revista del colegio español de geólogos en el 2022 (Tena, 2022).
alcanzaríamos la concentración de CO2 más alta de los últimos 15 millones de años (De la Vega et al., 2020). Otro estudio publicado en mayo del 2021 en la Annual Review of Earth and Planetary Sciences dijo que las concentraciones de CO2 en este siglo podrían llevarnos a los niveles que se daban hace 50 millones de años, cuando había cocodrilos en el Ártico (R ae et al., 2021).
Además del CO2, existen, como dije, otros gases de efecto invernadero, y para hablar del conjunto de estos se utiliza la expresión CO2e (CO2 equivalente). Para aunar todas las emisiones en una misma medida, lo que se hace es cuantificar los demás gases por su potencial de invernadero como si f ueran CO2 —una tonelada de un gas cuyo efecto invernadero sea 30 veces mayor que el del CO2 se contará como 30 toneladas de CO2e—. La importancia de cada gas en el efecto invernadero es más o menos la sig uiente: el CO2 emitido por la quema de combustibles fósiles y los procesos industriales es responsable de un 65 %, el CO2 emitido por la deforestación y uso agrícola y ganadero del suelo es responsable del 11 %, el metano es responsable del 16 %, el óxido nitroso lo es del 6 % y otros gases lo son del 2 % restante (United States Environmental Protection Agency, 2022).
Como vemos, el consumo de combustibles fósiles es la causa principal del calentam iento global y, por tanto, de la emergencia climática que estamos viviendo. Hace algo más de dos siglos que se inventó la máquina de vapor y tanto la industria como el transporte comenzaron a consumir carbón. Después, en la segunda mitad del siglo xix , vino el motor de combustión interna y, con él, el consumo de petróleo. Por último, en el siglo xx se añadió también el consumo de gas fósil, al que comercialmente se llama gas natural, compuesto, sobre todo, por metano. La enorme cantidad de energía que nos han aportado los combustibles fósiles es lo que ha hecho posible el desarrollo industrial y tecnológico que estamos teniendo en este momento de la historia de la humanidad. Pero, en su uso,
producen CO2, y seguramente hemos tardado demasiado en asumir la amenaza que ello conlleva.
En el análisis del efecto invernadero, además del uso de combustibles fósiles, también es importante tener en cuenta lo que llamamos «usos del suelo». La agricultura, la ganadería, la silvicultura y otros usos representan alrededor del 11 % de las emisiones de CO2, el 44 % de las de metano y el 82 % de las de óxido nitroso. Si convertimos las emisiones de metano y óxido nitroso a CO2e, lo que resulta es que los usos de la tierra representan el 23 % de las emisiones totales de CO2e, de ahí que, después del consumo de combustibles fósiles, el uso que hacemos del suelo sea la segunda causa del calentamiento global. La desaparición de bosques para convertir el suelo en monocultivos de la agricultura industrial o en extensiones de pasto para la ganadería industrial es el uso que mayor responsabilidad tiene en las emisiones. Los bosques almacenan una enorme cantidad de carbono y, cuando se talan los árboles, ese carbono acaba en la atmósfera.
Detengámonos un momento para puntualizar un aspecto terminológico: hablamos de «carbono» para referirnos a los gases de efecto invernadero que contienen este elemento químico, como el CO2 o el metano, ya que es el que provoca el efecto invernadero. Así, por ejemplo, si decimos que hay que «descarbonizar» la industria , estamos diciendo que esta tiene que reducir sus emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero; si decimos que hay que «descarbonizar» la atmósfera, estamos diciendo que hay que reducir la concentración de esos mismos gases en la atmósfera; si hablamos de «captura de carbono», nos referimos a la captura de CO 2; si hablamos de «neutralidad en carbono», estamos diciendo que se elimina tanto CO2 de la atmósfera como el que se emite. Ya sabemos cómo emitimos los gases de efecto invernadero, pero ¿cuál es la reducción de emisiones necesaria para afrontar la emergencia climática? El IPCC nos lo dijo en el 2018: para situarnos en la senda de un calentamiento de 1,5 °C en este
siglo, hacia el 2030 las emisiones deberían haberse reducido ya en un 45 % (respecto a las del 2010), y hac ia el 2050 las emisiones netas tendrían que ser cero (IPCC, 2018: 14, 24).
Las emisiones mundiales del conjunto de gases de efecto invernadero eran de unas 52 Gt de CO2e en el 2010 (1 Gt, gigatonelada, son 1 000 millones de toneladas), de modo que en el 2030 deberían ser de unas 28,6 Gt de CO2e, esto es, deberían reducirse en un 50 % más o menos respecto a las del 2021, que eran de 56,7 Gt (UNEP, 2022: 6). El PNUMA nos dio el dato preciso: a lo largo de esta década las emisiones tenían que descender un 7,6 % cada año (UNEP, 2019: 26).
Ig ualmente, un estudio publicado en Nature Climate Change en junio del 2022 dejó bastante claro que es en esta década, hasta el 2030, cuando hemos de hacer los mayores esfuerzos de reducción de emisiones, pues de ello depende la futura evolución de la crisis climática. El estudio resultaba esperanzador, ya que decía que, si en esta década se produce esa disminución fuerte de las emisiones, aún podríamos mantener bajo control la crisis climática, pero, al mismo tiempo, resultaba inquietante por cuanto señalaba que, de no hacer eso, podemos perder por completo el control (Dvorak et al., 2022).
Como vemos, cuando comenzó, teníamos el objetivo de reducir las emisiones a la mitad a lo largo de esta década. Partíamos del hecho de que las emisiones a nivel mundial no habían dejado de crecer durante las décadas anteriores, con la salvedad de los años de crisis económica y del año de la pandemia. Desde 1990 crecieron un 55 %, y ahora se trataba de romper esa dinámica. O más bien de triturarla, ya que el descenso tenía que ser vertiginoso.
¿Vamos camino de lograr tal cosa? ¿Habremos reducido en el 2030 a la mitad los gases de efecto invernadero que emitíamos en torno al 2020?
Esta es la pregunta que pretende responder este libro, pero no vamos a hacerlo en este capítulo. Lo que sí quiero explicar a continuación es el giro sustancial que se produjo en torno al
cambio de década en todo lo relacionado con la lucha contra el cambio climático. Podríamos decir que con el salto de década el movimiento climático logró éxitos sin precedentes, y esto es lo que voy a mostrar en los siguientes apartados.
2019: punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático
Hace algo más de treinta años que los Gobiernos de todo el mundo se comprometieron en la lucha contra el cambio climático. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, suscrita en 1992, f ue un compromiso político que les obligaba a tomar las medidas necesarias para poner freno al calentamiento global. Después de 1992 se han firmado otros pactos, como el Protocolo de Kioto de 1997 o, el más ambicioso de ellos, el Acuerdo de París del 2015. Y, además, cada año los Gobiernos se han ido reuniendo en las COP anuales para establecer las medidas necesarias.
Sin embargo, todos esos pactos se han vulnerado sistemáticamente. Ninguno ha servido para reducir el consumo de combustibles fósiles, ni la agricultura industrial, ni la deforestación, ni el transporte terrestre y marítimo, ni la producción de acero y cemento, ni ninguna de las actividades más emisoras. Ningún pacto sirvió, en definitiva, para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, que en estos treinta años no dejaron de aumentar. Los acuerdos climáticos tenían mucha literatura, pero pocas medidas de obligado cumplimiento que sirvieran para comenzar a reducir las emisiones. No obstante, algo comenzó a cambiar en el 2018 y el 2019. El movimiento iniciado por Greta Thunberg, el incremento del activismo ecologista en todos los frentes, la testaruda insistencia de los científicos y el empuje de algunos organismos de Naciones Unidas —IPCC, OMM, PNUMA, el secretario general…— generó un punto de inflexión. Particular importancia tuvo el mensaje que lanzó Greta, que f ue entendido
por millones de niñas y niños de su edad y desencadenó una sucesión de movilizaciones escolares masivas por el clima en el 2019. Tamb ién el ya mencionado informe del IPCC del 2018 sobre la diferencia entre un calentamiento de 1,5 °C y uno de 2 °C marcó un antes y un después en lo que se refiere a la aceptación de lo que la ciencia iba descubriendo.
De pronto, el negacionismo climático casi desapareció ; fue arrojado al basurero de la historia . Aunque, en realidad, no del todo; sig ue habiendo personas que ponen en duda que el cambio climático sea tan transcendente y grupos de presión que trabajan contra la ciencia climática. Pero los Gobiernos aceptaron su importancia y quienes seg uían siendo negacionistas, como Trump y Bolsonaro, comenzaron a callarse. Los Gobiernos empezaron a asumir compromisos reales que se traducían en medidas presupuestarias. Y las empresas, especialmente las grandes corporaciones, también comenzaron a hacer gala de esos compromisos. El cambio ha sido tan vertiginoso, tanto en lo que se refiere al ámbito político como al empresarial, que vale la pena que nos detengamos en él.
Los Gobiernos asumen más compromisos
Los Gobiernos llevaban muchos años hablando de políticas climáticas, pero después no se traducían en medidas concretas ni en leyes que hicieran preceptivas las prop uestas que verbalizaban, tampoco en epígrafes en los presupuestos que permitieran llevar a efecto esas medidas, de modo que pasaba el tiempo sin que se produjeran cambios reales que pudieran traducirse en una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Sufrían disonancia cognitiva en esta materia : el discurso que hacían contra el cambio climático quedaba olvidado cuando diseñaban el resto de sus políticas —económicas, industriales, energéticas, agrarias…—. Pero esto ha cambiado en los últimos años: las políticas climáticas han comenzado a plasmarse en los programas y en los presupuestos. Podría
decirse que el movimiento ecologista ha logrado, por fin, que la lucha contra el cambio climático forme parte de las acciones gubernamentales.
Este giro cobró fuerza con la aparición de las propuestas de pactos verdes. En febrero del 2019, Alexandria Ocasio -Cortez presentó su new green deal para Estados Unidos (Pérez, 2020: 18-19), que después sería secundado por el candidato a las primarias demócratas, Bernie Sanders, y más tarde se traduciría en un conjunto de acciones gubernamentales del ejecutivo de Joe Biden. Sin embargo, si podemos hablar de punto de inflexión en el 2019, no es solo por las propuestas del green deal, sino también por la sucesión que se dio de compromisos de los Gobiernos para llegar a cero emisiones netas en el año 2050.
Uno de los primeros países que se comprometió con el cero neto para el 2050 fue el Reino Unido, en junio del 2019. Esta fue una de las últimas medidas tomadas por Theresa May como primera ministra. Después, en el 2020, Boris Johnson lo concretó más, con un plan de diez puntos que, según dijo, conduciría a las cero emisiones netas. Este plan incluía el compromiso de plantar árboles, impulsar la energ ía eólica marina, crear nue vas plantas de energ ía nuclear y desarrollar nue vas tecnologías como el hidrógeno y la captura de carbono.
Los compromisos adq uiridos por la Un ión Europ ea a finales del 2019 y principios del 2020 f ueron aún de mayor importancia . Hasta estos últimos años, podía decirse que era la única economía mund ial que estaba logrando algunos objetivos climáticos: en el año 2007 se planteó una reducción de emisiones para el 2020 del 20 % respecto a las que tenía en 1990, y en el 2018 ya había logrado el objetivo —claro que ese cálculo no incluye las emisiones de todo lo que se vende dentro de la UE pero se fabrica fuera, y lo cierto es que la deslocalización de empresas ha sido muy grande. No obstante, en este capítulo solo quiero señalar el giro que han dado los compromisos climáticos, así que, por ahora, nos quedaremos con que, en el 2018, la Unión Europea ya había logrado una
reducción importante de emisiones y, sin embargo, no se conformó con eso—. En enero del 2020 se presentó el Pacto Verde Europeo, cuyo objetivo era reducir las emisiones un 55 % para el 2030 respecto a las de 1990 —lo que equivalía a disminuirlas un 5 % cada año entre el 2021 y el 2030—.3 Después llegó la pandemia y, en mayo del 2020, se aprobó un paquete de medidas que incluía el presupuesto ordinario —Marco Financ iero
Multianual 2021-2027— y un paquete de ayudas públicas para la recuperación llamado Next Generation por valor de 750 000 millones de euros. De este paquete, buena parte del dinero iba dirigido a la transición verde y digital. Cantidades enormes de dinero que parecían ponerse, por primera vez, al servicio de la transición energética.
Eso se completó, en julio del 2021, con la presentación, por parte de la Comisión Europea , de un programa de medidas concretas —Objetivo 55—, que incluía aspectos como la prohibición de fabricar coches de combustión a partir del 2035, el gravamen al combustible del transporte y la aviación, alcanzar el 40 % de fuentes renovables en la generación de electricidad en el 2030, el encarecimiento de las emisiones en el comercio de derechos de emisión, etc. (European Commission, 2021).
A principios del 2021 irrumpió Joe Biden en la Casa Blanca, y el negacionista Donald Trump fue defenestrado, lo que supuso quizás el giro político más importante acaecido a nivel mund ial para avanzar en la lucha contra el cambio climático. Ya durante su campaña electoral, Biden hab ía hecho de esa lucha uno de sus temas estrella y, entre otras cosas, propuso un plan de 2 billones de dólares para desarrollar energ ía limpia, cambiar la climatización de las viviendas y edificios, apoyar las
3 Cuando la UE dice que en el 2030 sus emisiones se habrán reducido un 55 % respecto a las de 1990, lo que quiere decir es que sus emisiones serán el 45 % de las que había en 1990. En ese año, eran de 5,72 Gt, por lo que en el 2030 deberían ser de 2,57 Gt. Teniendo en cuenta que en el 2020 eran de 4,06 Gt, la disminución prometida entre el 2020 y el 2030 es de 1,49 Gt. O sea, la reducción prometida de emisiones en el 2030 es del 37 % respecto a las del 2020. A ello se llega con una disminución del 5 % anual entre el 2021 y el 2030.
infraestructuras sostenibles, etc. Una vez asumida la presidencia , una de sus primeras decisiones fue cancelar el oleoducto en construcción que procedía de Canadá, el Keystone XL. De hecho, podría decirse que Biden fue ampliando su ambición climática, tanto durante la campaña como en las primeras semanas de su presidencia , hasta el punto de que a finales de enero del 2021 tenía horrorizada a la industria del petróleo y el gas (Financial Post, 2021). Hizo un decreto prohibiendo las perforaciones petrolíferas en tierras federales y planteó la batalla contra la financiación pública de los combustibles fósiles, incluidos los proyectos de petróleo y gas en el extranjero. Además, prometió una reducción de emisiones en el 2030 del 50 % respecto a los niveles del 20054 —la ley aprobada finalmente en agosto del 2022 quedó bastante mermada, pero, aun así, supondría un recorte de emisiones para el 2030 de entre un 31 y un 44 %—.
Otro país que dio un giro importante fue China, cuando anunc ió, en septiembre del 2020, que se convertiría en neutra en carbono en el 2060. Menos comprometidos están otros grandes emisores, pero, en el caso de India , en el año 2020 dio un gran impulso a las energ ías renovables. Otros, como Japón y Rusia , están muy lejos de los compromisos que han ido adquiriendo el Reino Unido, la Unión Europea , Estados Unidos o China. En cualquier caso, el impulso dado a los compromisos gubernamentales en los años 2020 y 2021 fue espectacular.
Incluso los países que son los mayores productores de petróleo se sumaron en el 2021 a una alianza, denominada Foro de Productores Netos Cero, para lograr las cero emisiones netas en el 2050. Concretamente, la formaron EE. UU., Canadá, Noruega, Arabia Saudita y Catar, que juntos son responsables
4 La UE había elegido el año 1990 como referencia, mientras que EE. UU. eligió el 2005. Ello se debe a que cada uno elige el año en el que sus emisiones fueron mayores. Así, una reducción del 50 % respecto al 2005, para EE. UU. es como una reducción del 41 % respecto a 1990. Obviamente, se queda mejor hablando de un porcentaje del 50 % que de uno del 41 %.
del 40 % de la producción mundial de petróleo y gas. En octubre de ese año, también Emiratos Árabes Unidos declaró su compromiso con las cero emisiones netas en el 2050. Si hasta los países productores de petróleo se suman a la lucha contra el cambio climático, ¿qué más podemos pedir?
Las corporaciones también se suman a los objetivos climáticos
Pero no solo los Gobiernos nos han sorprendido asumiendo compromisos que hace unos años veíamos lejanos; lo más insólito del camb io de década f ue que también las grandes corporaciones multinacionales se declararan firmemente comprometidas con la lucha contra el cambio climático. En el 2020 y después, una tras otra, muchas grandes compañías f ueron declarando que se la tomaban en serio y se sumaban al objetivo de cero emisiones netas para el 2050.
El 2020 f ue seguramente el año de mayor impulso, pero, en realidad, el compromiso por parte del mundo empresarial no es algo que naciera en ese momento; muchas ya se habían apuntado antes a los objetivos climáticos. En las últimas dos décadas se fueron formando coaliciones dedicadas a desarrollar el compromiso climático y la responsabilidad social corporativa. Se trata de iniciativas con nombres como Science-Based Targets, We Mean Business, Global Optimism, Business Ambition for 1.5 °C, The Climate Pledge, Countdown, RE100, Race to Zero…, cuyo objetivo es el de agrupar a las empresas que se comprometen con el clima.
El punto de partida pudo ser la creación, en 1995, del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, del que ahora forman parte unas 200 grandes compañ ía s. Otro hito f ue la puesta en marcha, en el año 2000, del Global Compact (Pacto Mundial) por parte del entonces Secretario General de Naciones Unidas, Kofi Annan. El Pacto Mundial de la ONU se inició para comprometer a las empresas con el
desarrollo sostenible, los derechos humanos, las normas laborales, la ig ualdad de género, el medioambiente y la lucha contra la corrupción. Con más de 12 500 entidades adheridas en más de 160 países, es la mayor iniciativa de responsabilidad social empresarial del mundo.
Pero el empujón en lo que se refiere a la lucha contra el cambio climático lo dio la creación en el 2004 del Climate Group, una coalición que nació con el objetivo de trabajar con líderes empresariales y Gobiernos sobre la cuestión. Surg ió a partir de una investigación dirigida por la fundación Rockefeller Brothers, y entre sus impulsores estuvo el directivo de IKEA Steve Howard. En el 2007, el banco británico HSBC se convirtió en el principal financiador del Climate Group, y también lo apoyaron corporaciones como PepsiCo, el Banco de América y Walmart.
Otra iniciativa o coalición fue el B Team, creado en el 2013 por el multimillonario Richard Branson, fundador y dueño del conglomerado Virgin. Se trata de un equipo de trabajo conformado por varios CEO, expertos y otras personas de gran influencia en importantes multinacionales de todo el mundo, cuyo objetivo es impulsar una economía amiga del medioambiente. Ahí se encuentran directivos de PepsiCo, MasterCard, Dow Chemical Company, etc.
Con la formación de la coalición We Mean Business en el 2014 se dio un nue vo paso adelante en los compromisos climáticos, ya que unió a otras iniciativas que se habían formado antes. Entre ellas el B Team, la iniciativa Business for Social Responsibility, el Climate Group, el Consejo Empresaria l Mundia l para el Desarrollo Sostenible y el Prince of Wales Corporate Climate Group. Además, se sumaron el Global Compact de Naciones Unidas, el PNUMA, el Banco Mundial y el Fondo Mundia l para la Naturaleza. Y ahí encontramos empresas como British Telecom, Bank of America, Merrill Lynch, Community Energy England, Unilever, China Light and Power Co, Iberdrola, IKEA… En 2014 tamb ién surg ió
otra iniciativa, la Alliance CEO Climate L eaders, integrada dentro del Foro Económico Mundial y cuya función fue la de reunir a ejecutivos de grandes multinacionales para impulsar los compromisos climáticos de estas.
En el 2015 se constituyeron Mission Innovation, una entidad creada por la Fundación Bill y Melinda Gates, y la iniciativa Science Based Targets con el objetivo de establecer los estándares para que las empresas se alineen con los objetivos del Acuerdo de París. Más de mil compañías de cincuenta sectores están trabajando con esta iniciativa para reducir sus emisiones, entre ellas, Siemens, Heineken y S&P Global (Farand, 2021). En el 2017 se creó Global Optimism, una iniciativa similar. Sin embargo, como dije al inicio, el impulso importante para el compromiso climático de las corporaciones se dio a partir del 2019 y, sobre todo, del 2020. El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, lanzó en el 2019 la campaña Business Ambition for 1.5 °C, que se consolidó en la cumbre de acción climática de Naciones Unidas celebrada ese año. Entre los promotores, además del Global Compact de Naciones Unidas, estuvieron la coalición We Mean Business y Science Based Targets. En paralelo a esa cumbre de Naciones Unidas, Global Optimism y Amazon llegaron a un acuerdo para constituir la plataforma The Climate Pledge, cuyo objetivo es que las grandes empresas de todo el mundo se comprometan a acatar el Acuerdo de París. The Climate Pledge cuenta con miembros como Acciona, Hotelbeds, IBM y Prosegur.
Entre otras iniciativas similares, encontramos la Alianza de Ambición Climática, formada en el 2019; Race To Zero, formada en el 2020, y Mission Possible Partnership, formada en el 2021 —esta con el objetivo de incl uir a las industria s más difíciles de descarbonizar, como las del acero, el cemento o las navieras—.
En estos últimos años, todo tipo de corporac io nes se han ido sumando a los objetivos climáticos. Las entidades financieras crearon la Alianza Financiera de Glasgow para el
Cero Neto. Las aseguradoras crearon la Net-Zero Insurance All iance para alcanzar el cero neto en el 2050. A ese mismo objetivo se sumaron, en uno u otro momento, algunas navieras gigantes, los principales fabricantes de cemento del mundo, las grandes constructoras multinacionales, la industria automovilística y las aerolínea s. Y lo más sorprendente ha sido que a ese proceso se hayan unido también… ¡las petroleras! Las que lo hicieron de forma más temprana f ueron las europ eas y, a finales del 2021, también lo habían hecho las norteamericanas.
En esta vorágine climática que ha env uelto a las grandes corporaciones, estas incluso se lanzaron a exigir a los Gobiernos mayor compromiso climático. El 18 de mayo del 2020, en Nueva York, 155 empresas firmaron una declaración instando a estos últimos a alinear sus esfuerzos de ayuda económica y recuperación de la COVID-19 con la última ciencia del clima (United Nations Global Compact, 2020). Asimismo, en la COP26 celebrada en Glasgow en noviembre del 2021, la Cámara de Comercio Internacional les dijo que se pusieran las pilas —aunque, básicamente, lo que les pedía era que asumieran la carga económica de los cambios que ha de hacer el mundo empresarial— (Edgecliffe-Johnson y Mundy, 2021). En el 2022, ante el cambio de primera ministra que se produjo en el Reino Unido, empresas como Amazon, Coca-Cola, Unilever y Lloyds Banking Group pidieron que el nue vo gabinete mantuviera los compromisos climáticos (Horton y Harvey, 2022). O sea , el mundo al revés: en lugar de ser los Gobiernos los que exigen compromiso a las corporaciones, son estas las que se lo exigen a aquellos.
La sorpresa que podríamos tener en el 2030
La sorpresa sería que, después de todo lo que hemos visto, de todos los compromisos climáticos que Gobiernos y corporaciones han ido anunciando, las emisiones de gases de efecto
invernadero en el 2030 no hubiesen disminuido respecto a las del 2020 o, incluso, que hubiesen aumentado.
En realidad, hablar de sorpresa es solo una forma de constr uir un epígrafe, porque para quienes están al tanto de las políticas climáticas no se produciría tal: el PNUMA ya dijo, cuando comenzábamos a salir de la pandem ia , que con los compromisos gubernamentales asumidos5 en el 2030 estaríamos emitiendo 15 Gt de CO2e más de las que corresponderían a la senda de un calentamiento global de 2 °C en este siglo, y 32 Gt más de las que corresponderían a la senda de 1,5 °C (UNEP, 2020a: ix-x); o sea , apenas estaríamos apreciando la reducción de emisiones. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en su informe para la COP27 celebrada en Sharm el-Sheij (Egipto) en noviembre del 2022, dijo que en el 2030 estaríamos emitiendo un 10,6 % más que en el 2010, lo que serían unas emisiones similares a las del 2021 (UNFCCC, 2022), es decir, que no las habremos reducido en absoluto.
¿Cómo puede ser que, después de las nue vas promesas climáticas hechas por los Gobiernos, de que los planes de recuperación pospandemia pusieran el acento en la lucha climática y de todo lo que hemos visto en cuanto a declaraciones de las corporaciones, vayamos a llegar al 2030 sin haber reducido las emisiones?
Para entender a qué podría ser debido semejante fiasco, vamos a repasar algunos de los mecanismos o supuestos en los que se apoyan los planes de reducción de emisiones. Veremos también qué puede pasar con los combustibles fósiles en los próximos años y veremos los planes de crecimiento de las corporaciones de varios sectores. A ello le voy a dedicar los tres próximos capítulos.
5 Esos compromisos son las llamadas «contribuciones determinadas a nivel nacional», que los Gobiernos están obligados a presentar a la Convención Marco.
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