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SECRETOS SEXUALES DE UNA CORTESANA
Consejos de una profesional
VERÓNICA MONET
Índice
Capítulo 1:Claves básicas de la cultura masculina ........
Capítulo 2:El placer de ser seducido .............................
Capítulo 3:Hacer el amor con las luces encendidas ......
Capítulo 4:Reverenciar el cuerpo femenino ..................
Capítulo 5: Aprende a controlar la situación .................
Capítulo 6:Exprésate para mejorar tu vida sexual ........
Capítulo 7:Eres sexy por tu actitud ...............................
Capítulo 8:Cuida de tu templo ......................................
Capítulo 9:Crea el ambiente más propicio ....................
Capítulo 10:Recurre a tu mente para excitar ..................
Capítulo 11:Vuelve a «quedar» .......................................
Capítulo 12:Establece límites sanos ................................
Capítulo 13:Cómo tomar la iniciativa en la cama ...........
Capítulo 14: Rituales, sentido de la oportunidad y ambientación .....................................................
Capítulo 15:Disfruta de la pornografía ...........................
Capítulo 16:El arte del masaje .........................................
Capítulo 17:Domina los juegos preliminares ..................
Capítulo 18:Con un condón en la boca ...........................
Introducción _
APRIMERAVEZQUEUNCHICO —mi novio por aquel entonces— me confesó que había pagado por mantener relaciones sexuales, experimenté una extraña mezcla de emociones. Por un lado, me sorprendió y decepcionó que él hubiese hecho algo que yo consideraba inmoral, pero también sentí algo inesperado: curiosidad y celos. Me pregunté qué podía hacer una mujer en la cama para que mereciera la pena pagar por ello. Muchos años después, cuando me inicié en el mundo de las acompañantes, encontré la respuesta.
Aquella deliciosamente decadente elección de vida transformó cada faceta de mi existencia de un modo que jamás habría imaginado. Y lo que aprendí sobre el sexo y los hombres me resultó tan sorprendente como liberador.
El orgullo que sentía por mi profesión me impulsó a ofrecer una amplia variedad de servicios y a abarcar diferentes aspectos del sexo, como erotismo en condiciones de seguridad, Tantra, intercambio de poder, felación, masaje sensual, representación de roles, exhibicionismo, trabajo con chakras y puntos de presión, seducción, inversión de roles, masaje prostático y orgasmos múltiples masculi-
1 Claves básicas de la cultura masculina
_ASCORTESANASDELAANTIGÜEDAD alcanzaron cierta celebridad por infiltrarse en los bastiones de poder, debate, educación y deporte exclusivamente masculinos. De hecho, eran las únicas mujeres a las que se les permitía interactuar con los hombres en entornos que no fuese su propio hogar. Así como a las esposas les estaba prohibido ir a la escuela e incluso aprender a leer, las cortesanas cursaban estudios y escribían libros. Una de las más obvias razones por las que estas mujeres estaban autorizadas a superar las expectativas de su género y asumir «atributos masculinos» era que tales características las cargaba de un fuerte atractivo sexual ante los ojos de quienes ostentaban el poder.
A pesar de que los hombres de aquella época preferían que sus esposas mantuviesen una actitud «muda» y dócil, tales características no les resultaban sexualmente atractivas. De hecho, ¡nada excita tanto la libido como la igualdad intelectual! En consecuencia, los hombres de poder buscaban satisfacción intelectual y sexual en un tipo de mujer con el que, paradójicamente, jamás soñaban casarse. Sobra señalar que las cosas han cambiado mucho desde aquellos años, aunque sin duda alguna algunos vestigios del pasado continúan vivos.
admitir que realmente me gustaba atraer la atención de los hombres. Y, para mí, esa atención se convertía en una victoria mucho más deliciosa todavía, porque no me había exigido caer en las concesiones que muchas mujeres se sienten obligadas a hacer. De hecho, comencé a darme cuenta de que los hombres no eran en absoluto como yo había creído, hasta el punto de que ni siquiera encajaban con el estereotipo de las bromas populares que ellos se gastaban mutuamente. En otras palabras, descubrí que son mucho más complejos de lo que se supone de ellos.
Comprender cómo piensan los hombres y por qué hacen lo que hacen no resulta tan sencillo como la «sabiduría popular» sugiere. Los hombres no son todos iguales, ni tampoco hacen las mismas cosas. Como acompañante aprendí a despejar mi mente de suposiciones y experiencias pasadas, y a centrarme en la persona que tenía frente a mí para apreciarla como un individuo único. Es cierto que siempre puedes hacer algunas generalizaciones sobre los hombres sin equivocarte, en especial sobre los provenientes del mismo país, cultura o subcultura, pero tales apreciaciones no deben ignorar el hecho que tu compañero sea diferente en muchos otros aspectos.
Nuestra sociedad actual dedica mucho tiempo a definir, comprender y defender las necesidades y deseos de las mujeres. La mujer, por ejemplo, no ha obtenido la igualdad de derechos frente a la ley, hasta el punto de que ni siquiera Estados Unidos ha conseguido redactar una enmienda sobre la igualdad de derechos para la población femenina. Sin embargo, gracias al movimiento feminista la mayoría de nosotras comprende al menos superficialmente todas las cuestiones que están en juego. Los hombres no cuentan con un movimiento que defienda sus derechos, y los blancos, en particular, casi nunca son objeto de bromas peyorativas y suposiciones hirientes.
Una de las ideas más difundidas, por ejemplo, es que los hombres —y en particular los blancos heterosexuales— son las últimas per-
admitir que realmente me gustaba atraer la atención de los hombres. Y, para mí, esa atención se convertía en una victoria mucho más deliciosa todavía, porque no me había exigido caer en las concesiones que muchas mujeres se sienten obligadas a hacer. De hecho, comencé a darme cuenta de que los hombres no eran en absoluto como yo había creído, hasta el punto de que ni siquiera encajaban con el estereotipo de las bromas populares que ellos se gastaban mutuamente. En otras palabras, descubrí que son mucho más complejos de lo que se supone de ellos.
Comprender cómo piensan los hombres y por qué hacen lo que hacen no resulta tan sencillo como la «sabiduría popular» sugiere. Los hombres no son todos iguales, ni tampoco hacen las mismas cosas. Como acompañante aprendí a despejar mi mente de suposiciones y experiencias pasadas, y a centrarme en la persona que tenía frente a mí para apreciarla como un individuo único. Es cierto que siempre puedes hacer algunas generalizaciones sobre los hombres sin equivocarte, en especial sobre los provenientes del mismo país, cultura o subcultura, pero tales apreciaciones no deben ignorar el hecho que tu compañero sea diferente en muchos otros aspectos.
Nuestra sociedad actual dedica mucho tiempo a definir, comprender y defender las necesidades y deseos de las mujeres. La mujer, por ejemplo, no ha obtenido la igualdad de derechos frente a la ley, hasta el punto de que ni siquiera Estados Unidos ha conseguido redactar una enmienda sobre la igualdad de derechos para la población femenina. Sin embargo, gracias al movimiento feminista la mayoría de nosotras comprende al menos superficialmente todas las cuestiones que están en juego. Los hombres no cuentan con un movimiento que defienda sus derechos, y los blancos, en particular, casi nunca son objeto de bromas peyorativas y suposiciones hirientes.
Una de las ideas más difundidas, por ejemplo, es que los hombres —y en particular los blancos heterosexuales— son las últimas per-
de inversión de roles que les permita deshacerse de su papel de respaldo económico de la familia, jefe, esposo o encargado de tomar decisiones. Muchos hombres agradecen la oportunidad de dejar de «controlar» durante un tiempo y ceder el liderato de la situación a una mujer. Y yo he dedicado mucho tiempo a permitirles expresar su deseo de ser pasivos, vulnerables, sexualmente deseados y seducidos.
Cuando alguien paga por algo, detectas claramente lo que en realidad desea. Así que el componente económico del servicio de acompañantes no puede ser menospreciado. No hay necesidad de entrar en los juegos que por lo general se activan durante las citas, porque una transacción económica es muy directa y permite que ambas partes expresen sus expectativas y requisitos. En este caso, como el que paga es el hombre, lo más importante son sus necesidades y deseos.
Al comienzo esperaba que mis clientes me pidieran sexo, sexo y más sexo. Pero me sorprendió descubrir lo que en realidad pretendían de mí como acompañante. A diferencia de los hombres con quienes había salido «gratis», mis clientes mostraban un evidente interés por el placer sexual femenino, los juegos preliminares, los abrazos, los besos y las charlas en la cama.
El acuerdo entre el cliente y la acompañante también facilita en gran medida la interacción emocional y el bienestar psicológico masculino. Nunca dejé de sorprenderme ante la profundidad de los sentimientos de los hombres y sus ansias de hablar o, en ocasiones, incluso de llorar. Lógicamente, mi impresión sobre los hombres y mi actitud hacia ellos mejoró tanto durante los años en que trabajé como acompañante que no puedo mirar hacia atrás, hacia los momentos compartidos con mis clientes, sin sentir una cálida sensación de conexión y gratitud.
A pesar de que hombres y mujeres somos muy similares, la cul-
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