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Nota introductoria

Cuando publicamos La borradura de la letra, no sabíamos que iba a convertirse en el primero de una serie de cuadernillos emergidos de los diplomados sobre género, lírica popular y medios de comunicación impartidos en la uaem. Sin embargo, pese a que el origen y la hechura de este libro pueden parecer los mismos que los del volumen anterior, me gustaría anotar dos diferencias que justifican tanto la elección del título como el orden de los textos aquí incluidos.

La primera es la diversificación de los discursos analizados; debido a la temática del diplomado, los y las autoras centraron su atención ya no sólo en letras de canciones o videos musicales, sino que analizaron también la narrativa de los comerciales e incluso la de los programas del Estado para la enseñanza a distancia.

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La segunda diferencia es que, si el primer libro versó sobre la violencia contra las mujeres retratada y reforzada por los discursos musicales, este segundo volumen aborda, en conjunto, la producción y el consumo de productos culturales que validan las opresiones dentro del sistema patriarcal, así como la existencia de un contra discurso que toma fuerza en los medios de comunicación. Los temas son diversos: la construcción de estereotipos femeninos (y masculinos), la trampa del amor romántico, la violencia contra las mujeres, el poder de los medios de comunicación para la conformación de nuestras identidades, el surgimiento de nuevos discursos en los productos realizados por mujeres… Me parece importante enfatizar que los ensayos de este volumen fueron generados en un espacio universitario porque su escritura documenta otro fenómeno que ocurre actualmente al interior de las instituciones académicas: la institucionalización de los conceptos y las herramientas que utiliza la crítica feminista y la ginocrítica —presentes desde hace ya varias décadas en los espacios generadores de conocimiento, aunque relegados a la otredad—. La proliferación de cursos en los recintos universitarios que, directa o indirectamente, incluyen temas sobre género y feminismo, evidencia, por un lado, el genuino interés de quienes habitamos la academia en discutir con perspectiva de género la producción y el consumo de objetos culturales; por otro

lado, nos delega la responsabilidad de cuestionarnos qué teóricas estamos leyendo y recomendando, desde dónde las estamos leyendo, cómo estamos aplicando los conceptos para el análisis de los fenómenos de nuestra época; en resumen, qué discursos estamos enseñando.

Dado que el diplomado que dio origen al libro es formativo, cabe aclarar que este libro reúne tanto personas cuyas trayectorias académicas y de vida han transitado por los estudios de género, como a personas que no son especialistas en el tema. Por lo tanto, nuestra intención principal es compilar las reflexiones y los testimonios de un grupo diverso, formado por profesionistas de diferentes áreas y con gustos musicales disímiles, que se enfrentan a la tarea de cuestionar los productos culturales que consumen.

El armado final del índice estuvo en mis manos y refleja, por lo tanto, la lectura que hice del conjunto de ensayos. En un primer grupo, coloqué aquéllos que se preguntan cómo está evolucionando el discurso de los productos culturales frente a la concientización en materia de género. En este primer grupo están incluidos las reflexiones sobre la participación de las mujeres en la producción de contra discursos: Yaretzi de Jesús Moreno resalta la labor de denuncia presente en las canciones de Chocolate Remix; Minerva Juárez Cruz registra el uso de la metáfora “muñeca” en tres canciones de los ochenta y observa cómo se vuelve poco

operativa ante la negativa de la cantautora Rocío Banquells a identificarse con ella; Allison Magali Cruz Aparicio hace hincapié en la reformulación de los estereotipos femeninos a partir del raggaetón en voces de mujeres; Rodrigo Bazán explora las “respuestas” a “Hawái” como reescrituras reaccionarias. Resulta interesante —y sintomático— observar que esta reapropiación y transformación de los discursos viene de la mano de artistas mujeres. Como lo resume Cruz Aparicio, son “mujeres que hablan de sí”.

Un segundo grupo de textos se enfoca en los discursos que utilizan la violencia contra las mujeres para fabular. María Sinaí Nájera Bahena se pregunta cómo cambia nuestra recepción frente a las canciones de hip hop que normalizan esta violencia versus aquéllas que se construyen como denuncia; Alan Hernández analiza un performance de Gloria Trevi que, pese a enunciarse como una proclama en contra de la violencia de género, termina por perpetuar este comportamiento; Diana Laura García L. disecciona un video de Los Tres que banaliza y hace apología del feminicidio; Lilia González Ortiz retoma una canción de Fernando Delgadillo y su recepción entre usuarios de YouTube para desarmar la violencia disfrazada de discurso amoroso.

Un último grupo de ensayos versa sobre la transmisión de los roles de género en los medios de comunicación. Oscar Marcos Escobar Contla hace un análisis de tres videos

promocionales que dictan cánones de belleza, domesticidad e hipersexualización de las mujeres. Finalmente, Patricia Ibáñez reflexiona, a partir del programa Aprende en Casa, cómo el Estado (precisamente a partir de su Secretaría de Educación) participa en el control de nuestras corporalidades.

El libro también plantea la pregunta de qué hacer con los discursos que perpetúan los estereotipos de género o hacen una apología de la violencia contra las mujeres. Algunas propuestas parten de la desarticulación de los discursos mediante el análisis de los productos culturales, del señalamiento y el cuestionamiento de sus contenidos. Otras ponen en duda el alcance de la “cultura de la cancelación” frente a un problema más bien sistemático. Se observa también que la creación de nuevos estereotipos, la reasignación de los roles y la formación de nuevas identidades no puede operar sin la modificación de las relaciones de poder. Se discute la responsabilidad individual y la responsabilidad de las instituciones para modificar los sistemas de opresión. Se ensaya si la recepción masiva de ciertos géneros musicales puede ser utilizada para contrarrestar el problema. Asimismo, se enfatiza en los esfuerzos por modificar las prácticas discriminatorias, violentas y de explotación que se extienden al interior de la industria del entretenimiento.

En conjunto, los y las autoras del libro se preguntan qué pasaría si hiciéramos una crítica consciente de los productos que consumimos, si los discursos que nos educan masivamente fueran otros, es decir, si el discurso de denuncia contra la violencia y el de la deconstrucción de los roles de género y del amor romántico prevalecieran… El título Emancipar los discursos. Medios de comunicación y género responde al posicionamiento de la mayoría de los y las autoras aquí compiladas: ya sea que comenten, interpreten o analicen un producto, el grupo parece coincidir en la existencia de una “transición” en la producción y recepción de la cultura. Evidentemente, los discursos están cambiando; las nuevas generaciones están siendo educadas con una perspectiva menos opresiva y violenta sobre el deber ser. O al menos eso es lo que nos gustaría pensar. Que las estructuras, frente a la acción colectiva e individual, pueden ser modificadas. Sin embargo, como también lo advierten los y las autoras de estos ensayos, no puede perderse de vista la mercantilización del “consume productos hechos por mujeres” y la apropiación que hace el capitalismo de las luchas feministas.

Llamar este libro Emancipar los discursos también es una forma de reconocer la capacidad de sus autores y autoras para cuestionar los discursos; un reconocimiento a la labor colectiva de quienes participaron en el diplomado y

utilizaron las herramientas que recibieron para desarticular las canciones, videos, imaginarios que han formado parte de su educación social y cultural. Finalmente, el título sintetiza su esperanza de que es posible reconstruirreinventar nuestro consumo de objetos culturales.

Ojalá que este libro sume a la libertad y la rabia.

Haydeé Salmones

Para La borradura de la letra, creamos una playlist colectiva en Spotify que ha ido creciendo gracias a sus recomendaciones. Queremos saber qué música las acompaña, qué canciones han encontrado para denunciar la violencia de género, qué letras son una reflexión sobre los roles y los prejuicios. Pueden enviarnos sus sugerencias a través de cualquiera de nuestras redes sociales.

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