EL DIARIO DE MIKKI, EL FOX TERRIER

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Título original: Дневник фокса Микки Саша Черный

Traducción: Tatiana Davidovitch Ilustración: Sally Cutting Revisión: Javier Rodríguez Pérez-Rasilla © POBRE LOBO S.L. 2016 www.pobrelobo.com ISBN: 978-84-943347-1-9 DEPÓSITO LEGAL: M.16357-2016 Impreso en España El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de la idea y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores y permitiendo que POBRE LOBO continúe publicando libros para todos los lectores.


EL DIARIO DE MIKKI, el fox terrier Sasha Chiorny ilustraciones

Sally Cutting



Sobre Zina, sobre la comida, sobre la vaca y otras cosas Zina, mi dueña, más que a una chica se parece a un fox terrier: chilla, salta, atrapa el balón con las manos (no sabe hacerlo con la boca) y muerde los terrones de azúcar igual que un cachorrito. No dejo de preguntarme si no tendrá una colita. Ella siempre lleva sus braguitas puestas y nunca me deja entrar en el baño, si no, lo averiguaría a hurtadillas. Ayer ella estaba presumiendo: “Mira, Mikki, cuántos cuadernos tengo: aritmética, dictados, redacciones… Y tú, pobre cachorrito, no sabes ni hablar ni leer ni escribir”. ¡Guau! Yo sé pensar, y eso es lo importante. ¿Qué es mejor, un fox terrier que sabe pensar o un loro que sabe hablar? ¡Ajá! Leer sé, un poco, libros para niños con letras grandes. En cuanto a escribir –¡ríanse, ríanse! (no aguanto cuando la gente se ríe)–, también he aprendido a escribir. Es verdad que los dedos de las patas no se me doblan, porque no soy ni un humano ni un mono, pero cojo el lápiz con la 7


boca, aprieto el cuaderno con la pata para que no se mueva y escribo. Al principio las letras se parecían a gusanos aplastados, pero los fox terrier somos más aplicados que las chicas. Ahora escribo igual que Zina. Eso sí, no sé sacar punta al lápiz. Cuando mi lápiz se desafila, voy a escondidas al despacho y cojo de la mesa lápices afilados por las personas.

Pongo tres asteriscos. He visto en los libros infantiles que cuando la persona da un salto a una idea nueva, pone tres asteriscos… ¿Qué es lo más importante en la vida? La comida. ¡Seamos honestos! Tenemos la casa llena de gente. Ellos hablan, leen, lloran, se ríen y después se ponen a comer. Comen por la mañana, comen a mediodía, comen por la tarde. Zina come incluso por la noche, esconde bajo la almohada bizcochos y chocolatinas y se los come masticando suavecito. ¡Cuánto comen! ¡Cuánto tiempo pasan comiendo! ¡Cuántas veces comen! Y encima dicen que yo soy un glotón… Me dan el huesito de la chuleta de ternera (la chuleta se la comen ellos), me ponen medio cuenco de leche y ya está. 8


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¿Acaso los agobio, acaso pido más, como hacen Zina y otros niños? ¿Acaso como dulces, o ese engrudo que se llama kisel*, o el líquido repugnante de ciruelas y pasas o el frío horror que ellos llaman helado? Soy el más delicado de todos los perros porque soy un fox terrier de raza. Yo me dedico a roer el huesito, tomo cuidadosamente de las manos de Zina el bizcocho y ya está. Pero ellos… ¿Para qué están esas sopas? ¿Acaso el agua pura no es más rica? ¿Para qué están esos guisantes, zanahorias, puerros y otras asquerosidades con las que ellos estropean los guisos? ¿Para qué cocer y freír? Hace poco probé un trocito de carne cruda (cayó al suelo en la cocina, yo tenía pleno derecho a comérmelo…). Os aseguro que la carne me supo mucho más rica que todas esas chuletas que chisporrotean en la sartén… ¡Qué bueno sería que no cocieran ni frieran! No habría cocineras –esas no saben tratar a los perros decentes–. Todos comerían en el suelo, sin vajilla, y me sentiría mejor, porque siempre me meto bajo la mesa, entre sus piernas, y me empujan, me pisan las patas. ¡Vaya gracia! O incluso sería mejor si comieran en el césped delante de la casa. Cada uno tendría una chuletita cruda. Y tras la comida todos se revolcarían y chillarían como Zina conmigo… ¡Guau, guau! * bebida que se prepara con frutas y almidón, de consistencia ligeramente gelatinosa.

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Me llaman glotón (he bebido un sorbo de leche del cuenco del gato, ¡vaya cosa!). ¿Y ellos? Después de la sopa, después del guiso, después de la compota, después del queso, beben además unas cosas de distintos colores: roja –vino–, amarilla –cerveza–, negra –café–… ¿Para qué? Yo bostezo bajo la mesa hasta las lágrimas, estoy acostumbrado a corretear entre sus piernas, pero ellos siguen sentados y siguen y siguen y siguen… ¡Guau! Y hablan, hablan, hablan como si cada uno tuviera un gramófono en la tripa. Tres asteriscos.

*** Una idea nueva. Nuestra vaca es una imbécil. ¿Por qué da tanta leche? Ella tiene un solo hijo –el ternerito– y sin embargo alimenta a toda la casa. Y para dar tanta leche se pasa todo el día comiendo su hierba, hasta da pena verla. Yo no aguantaría. ¿Por qué la yegua no da tanta leche? ¿Por qué la gata alimenta solo a sus cachorros y no se preocupa de nadie más? ¿Acaso a un loro parlanchín se le ocurriría una idea como esta? Más. ¿Por qué las gallinas ponen tantos huevos? Es terrible. Nunca están alegres, andan como moscas adormecidas, han olvidado por completo cómo se vuela, no cantan como otros pájaros… Y todo por culpa de esos 11


desgraciados huevos. Yo no aguanto los huevos. Zina tampoco. Si pudiese entenderme con las gallinas, les desaconsejaría poner tantos huevos. A pesar de todo, ¡qué bueno es ser un fox terrier! No como sopa, no toco ese maldito arcón de música por el que Zina arrastra sus dedos, no doy leche ni “cosas por el estilo”, como dice el papá de Zina. ¡Cronch! Se rompió el lápiz. Hay que escribir con más cuidado, el despacho está cerrado y todos los lápices están allí. La próxima vez voy a componer poesías perrunas, me interesa mucho.

fox terrier

mikki

el primer perro que sabe escribir

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Poesías, gatitos y pulgas

Los adultos siempre leen para sí mismos. Son una gente aburrida estos adultos, como los perros viejos. Sin embargo, Zina lee en voz alta, como cantando, no para quieta ni un momento, se da palmadas en la rodilla y me enseña la lengua. Así es mucho más divertido, por supuesto. Me tumbo en la alfombra, la escucho y cazo pulgas. Es muy agradable hacerlo a la hora de la lectura. He observado que hay unas cositas que Zina lee de una forma muy especial –como si cortase filetitos–. Se da un respiro, emite un chasquido con la lengua y empieza a traquetear otra vez. Al final de cada línea –tengo un oído muy fino– suenan unos trocitos parecidos entre sí: “Hijo natural, malla - sepulcral”. Eso es la poesía. Ayer pasé todo el día debajo del sofá, hasta perdí peso. Quería componer una cosa especial. La compuse y estoy tremendamente orgulloso.

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el viento salvaje en la terraza lleva las hojas de forma brutal soy mikki, alegre foxito de raza el más listo animal ¡Es maravilloso! Cuando la acabé de componer me puse tan nervioso que ni podía comer. ¡Fijaos, es la primera poesía perruna del mundo! Y yo no he ido al colegio ni a ningún taller de poesía… ¿Acaso nuestra cocinera puede componer unas poesías como estas? Y, sin embargo, ella tiene cuarenta y tres años y yo solamente dos. ¡Guau! La gordinflona Zina ni siquiera sospecha quién vive en su casa. Acaba de envolverme en una servilleta como si fuera un pañal, me ha metido entre sus rodillas y me está haciendo la manicura con una lima de ante. Me callo y suspiro. ¿Acaso una chica puede inventar algo sensato? Bueno, estando tumbado intenté leer mi poesía al revés. ¡Guau, puede ser que así sea más sonora!

la terraza en el viento salvaje de forma brutal las hojas lleva... de raza foxito alegre mikki soy el animal listo más...

¡Ay-ay-ay! ¿Qué es eso? ¡Los gatitos! ¡Qué gracia! Su madre, bestia astuta, ha desaparecido en el parque para todo el día. Se ha esfumado en un pispás como el mosquito en el abeto. Y yo tengo que jugar con sus hijos… Uno me 15


chupa la nariz. Yo también le doy un chupetón, pero no sé por qué mis dientes de repente hacen un chasquido… El otro mama de mi oreja. ¡No soy tu madre! El tercero se sube a mi espalda y me araña tanto como si me rascaran con un rallador. ¡Rr-rr-rr! Tranquilo, Mikki, tranquilo… Zina se ríe a carcajadas, se ahoga de risa. Y me dice: “Eres como su segundo padre”. No me enfado. Necesitan a alguien para chupar, mamar, arañar… Pero ¿por qué se ríe esta chica? ¡Oh, qué extraño, qué extraño! Hoy la sinvergüenza de la gata ha vuelto antes de sus correrías. Y saben qué, cuando ellos me han dejado y se han metido todos bajo la barriga de su mamá –lo vi mirando desde debajo del mantel–, me he

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estremecido de envidia y he sollozado nerviosamente. Sin falta escribiré un pequeño verso sobre ello. Me he ido a la alameda. ¡No quiero jugar más con estos gatitos! No han tenido en cuenta mi corazón. ¡No quiero jugar más con Zina! Me manchó la nariz con pintalabios… Me convertiré en un fox terrier salvaje, voy a vivir en un castaño y cazar palomas. ¡U-u-u-u!

*** He visto en el disco del gramófono una estampita garrapateada: un fox terrier está sentado delante de un tubo y escucha con la cabeza agachada y las orejas gachas. ¡Tonte-rí-a! Ningún perro respetable va a escuchar esta máquina ronca y loca. Si yo fuese el papá de Zina pondría en el salón una vaca. La vaca ronca igual que el gramófono y encima es más cómodo ordeñarla en casa que ir al establo. ¡Qué gente tan rara! He hecho las paces con Zina. Ella echaba a rodar por el parquet los bolos de juguete y yo los intentaba atrapar a todo correr. ¡Oh, cómo me gusta todo lo redondo, todo lo que rueda, todo lo que se puede atrapar! Pero la chica… seguirá siendo chica para siempre. Se ha sentado en el suelo y me ha dicho bostezando: “Mikki, ¿cómo no te aburres de hacer lo mismo cien veces seguidas?”. ¿Ah, sí? Ella tiene la muñeca, los libros y las amigas, su papá fuma, juega a estúpidos juegos de cartas y lee los 17


periódicos, su mamá se viste y se desviste todo el rato… Yo solo tengo mis bolos y ella me lo echa en cara. Odio las pulgas. O-d-i-o. Podrían, por ejemplo, picar a la cocinera (Zina me da pena), pero no, todo el día me pican a mí como si fuera de azúcar… Incluso todas las pulgas de los gatitos han saltado sobre mí. ¡Bueno! Voy al recibidor, me pondré en el felpudo boca arriba y las aplastaré de tal manera que se van a desmayar. ¡Guau-guau-guau! Han encendido la chimenea. Estoy mirando el fuego. ¿Qué es fuego? Nadie lo sabe.

fox terrier Mikki

el poeta perruno más listo que ninguno

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