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De PRIMERA MANO
from Especies 185
by Grupo Asís
La peluquera canina Xandra Martínez nos da su visión sobre su profesión, una actividad dura pero que puede llenar de satisfacción a quienes se dedican a ella.
www.barbudogs.es Imágenes cedidas por la autora
Me dedico a la peluquería canina desde el año 2008. Encontré este trabajo como salida profesional cuando hacía mis prácticas de auxiliar de veterinaria. Todo parecía muy bonito, pero a la hora de salir a la calle a trabajar, realmente te das cuenta de que en este país hay muchos profesionales y reconocidos a nivel mundial que, a nivel nacional, no son simplemente más que “el que pela a los perros”.
La peluquería canina ya constaba en escritos del siglo I a.C.; a finales del siglo XIX los peluqueros aseaban a los perros a orillas del Sena, y en 1933 se abrió la primera peluquería canina en París. Además, crece la concienciación sobre el cuidado de las mascotas, y la demanda de un servicio de calidad han ido en aumento exponencial durante los últimos años. Pero a pesar de todo esto, es una profesión que literalmente no existe.
Sin título homologado
No hay una formación reglada con título homologado, como sí lo tiene cualquier FP, lo que hace aún más fácil el acceso a esta profesión, tanto a alumnos como a profesores. Por este motivo, cualquiera puede autoproclamarse profesional sin haber realizado un curso, simplemente con haber practicado con los perros del vecindario. Y no faltan quienes se creen con capacidad no sólo de trabajar con herramientas afiladas en seres vivos, sino además de vender cursos de peluquería canina.
Cuando se realiza un trabajo sin los conocimientos necesarios, el resultado es un servicio nefasto y un trabajo de baja calidad. Entonces se ven obligados a competir en precios con la competencia de calidad y ofertando sus servicios a un precio absolutamente insostenible; es lo que se denomina competencia desleal.
Contratos
Normalmente no te suelen hacer contratos de trabajo. Las peluquerías caninas están empezando ahora a necesitar ayuda y son quienes sí hacen contratos en condiciones. Pero hasta ahora, el 90 % de los peluqueros caninos se ven obligados a buscar trabajo en clínicas veterinarias trabajando a porcentaje. Si tienes la suerte de que esa clínica quiere declarar la peluquería, necesitas estar dado de alta en autónomos.
Entonces te encuentras con el segundo bache: en Hacienda no existe un epígrafe IAE para peluqueros caninos, por lo que, según el criterio del funcionario, decide darte de alta en un epígrafe profesional (899, Otros servicios) o empresarial (979.4, Adiestramiento y otros cuidados animales). Según el epígrafe las declaraciones se hacen de forma diferente y con un beneficio del descuento de la cuota de IRPF para el 899.
Espacio de trabajo
La falta de una formación reglada y la falta de concienciación sobre el cuidado
Hay muchos más aspectos, como por ejemplo la baja calidad de los trabajos debido al intrusismo que, dejando a un lado el tema estético, afectan negativamente a la salud del animal; la creación de negocios que cierran en menos de un año por el mismo intrusismo; o, por ejemplo, la exigencia del cliente que quiere que rapes un perro que no se puede rapar, o que desenredes un caparazón de nudos (debido a su falta de responsabilidad con el animal) imposible de desenredar, o que acabes el perro en media hora...
Afortunadamente, poco a poco estamos consiguiendo mayor concienciación y responsabilidad en cuanto a los cuidados estéticos, que tienen mucha relación con la salud del animal.
La gente empieza a buscar centros más especializados, serios, donde puedan confiar su mascota. Esto se traduce en una mayor demanda de calidad: el “pelao de una vez al año” empieza a extinguirse y los mantenimientos mensuales o quincenales comienzan a verse como algo corriente.
Habiendo más demanda y más frecuencia se puede empezar a hablar de contratar a ayudantes o peluqueros como podemos encontrar en una peluquería de humana, porque hasta ahora, el que abría una peluquería canina a duras penas podía mantenerse siendo él mismo el peluquero, vendedor, telefonista, gestor de redes sociales… Claro que existen peluquerías así, pero la tendencia ya no es el estancamiento: si haces un buen trabajo, es el crecimiento.
A pesar de ser una actividad dura, que requiere mucho esfuerzo físico, muchas horas de pie y mucho desgaste psicológico en días duros con perros poco colaboradores, etc., es una bonita profesión que nos llena de satisfacción al ver las caras de alegría y asombro de los dueños cuando ven a sus perros mientras les cortamos el pelo, o cuando ven el cambio tras pasar por nuestras manos. Esto sucede sobre todo con los perros que vienen en un estado lamentable, que nos agradecen nuestro cuidado a su manera, con mirada de ternura, lametones y buen comportamiento. Todo esto nos hace olvidar las agujetas del día anterior.
Entre compañeros hay de todo, pero la tendencia es ayudarse mutuamente. Con las redes sociales y el Whatsapp es fácil comunicarse, enviar fotos en el momento, dudas, ver fallos y corregirlos, porque cuatro ojos ven más que dos.
Además, gracias a estas redes se ha creado mayor oferta formativa y de calidad, lo que te permite avanzar y no quedarte estancado en los conocimientos que aprendiste en su día.
Espero que este artículo sea de utilidad para futuros peluqueros, pero también espero que sirva como denuncia sobre la situación irregular y se actúe para cambiarlo.
En las peluquerías, hoy en día la tendencia ya no es el estancamiento: si haces un buen trabajo, es el crecimiento. La gente empieza a buscar centros más especializados, serios, donde puedan confiar su mascota.
de los animales son los responsables de que la peluquería canina como establecimiento sea una novedad casi del siglo XXI. Este servicio se prestaba (y aún se sigue prestando) en las clínicas veterinarias. La mayoría utilizan un pequeño espacio (de apenas 3 m2 he llegado a estar) sin ventilación y sin las medidas adecuadas para el bienestar físico del peluquero. Y me asombra que estos locales cumplan con toda la normativa y no se obligue la aplicación de las modificaciones legales.
A esto hay que añadir que, en muchos sitios, en la peluquería no manda el peluquero, ni tiene criterio. Es el veterinario el que decide cómo y cuándo se debe hacer el trabajo y cuánto cobrar, desacreditando totalmente al peluquero y cuestionando su profesionalidad. Esto se traduce en un trabajo peor acabado: las prisas de acabar un perro por hora no son buenas.
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