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Desde mi lugar
Por años le hemos llamado adoración a los momentos en los que se escuchan músicos tocar acordes y voces unirse a cantar. Hay incluso ministerios a nivel de Iglesia que cargan el título de El Ministerio de Adoración y sus integrantes son los adoradores. Hemos encajonado la adoración a un concepto y a un escenario en los que solo unos pocos parecerían ser los protagonistas.
Adoración definida según los diccionarios comunes es: el culto que se le rinde a la persona o cosa que se considera divina. Por lo tanto, en realidad significa que todo lo que hacemos como para el Señor, se convierte en adoración. Por eso, adoración es mucho más que música, mucho más que cantar y sobrepasa los conceptos tradicionales que conocemos. Pregúntale a un artesano si cuando está trabajando en su madera siente que está adorando a Dios con cada obra. Lo mismo puedes preguntarle a un barbero, el doctor, el que limpia la calle, la secretaria que da lo mejor de ella en la oficina, hasta la maestra dando clases en el salón. Cada uno de ellos está adorando a Dios desde sus habilidades y talentos dados por el mismo Espíritu. Adoración es un estilo de vida, es una manera de relacionarte con
Dios y es posible hacerla en cualquier lugar y en cualquier momento, siempre y cuando se la estés rindiendo a Él.
Ahora bien, adorar desde el talento no es lo mismo que adorar desde la unción. Un músico puede ser un experto tocando su instrumento pero si su talento no está dedicado a Dios, simplemente se escucha bien, pero no transforma. De igual manera, el que canta desde el talento puede ser admirado por los hombres pero tal vez no contaría con el respaldado desde el cielo para sanar, liberar e inspirar a otros en su cercanía a Dios. David no se dedicaba a la música, sin embargo cuando el Rey Saúl era atormen- tado por espíritus malignos, bastaba que David tocara el arpa para que su alma ya no fuera atormentaba. Cualquiera con talento podría producir música, pero no todos eran capaces de traer el cielo a la tierra. La adoración siempre acercará el tercer cielo a la tierra, y cuando lo hacemos desde nuestro lugar de consciencia de a quién estamos adorando, siempre rendirá un fruto de reino.
Adorando desde mi lugar, Janice Rodríguez, adoradora por elección.