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Entrevista

LA ENTREVISTA

LA ENTREVISTA - PÁGINA 5

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Elisa Pérez Vera - Primera Mujer Rectora de la UNED

Sobre su vida profesional:

¿Por qué se licenció en derecho?

Soy hija de un abogado socialista, represaliado durante nuestra Guerra Civil, que no pudo volver a ejercer una profesión de la que estaba profundamente enamorado. Desde muy pequeña esta situación me pareció injusta y me empujó a estudiar Derecho, pese a la inicial resistencia familiar. Quería saber cómo se podían justificar las leyes penales retroactivas que permitían sancionar conductas que se ajustaban a la legalidad cuando se produjeron. Dicho hoy tal vez mis razones no resulten muy convincentes pero fueron las que me movieron a realizar unos estudios que, en aquel momento, eran poco frecuentes en una mujer (de hecho, en mi promoción solo éramos cinco mujeres de un conjunto de más de cien compañeros).

A lo largo de su trayectoria profesional, ¿qué cargo y/o puesto de trabajo es el que más satisfacciones profesionales le ha dado?

La memoria suele tendernos trampas cuando selecciona nuestros recuerdos. Aceptando las limitaciones que ello implica, cuando pienso en mi carrera profesional, creo que el puesto que mayores satisfacciones me ha proporcionado ha sido el de Presidenta del Consejo Consultivo de Andalucía (1994-2001). El carácter marcadamente técnico de la administración consultiva permite un trabajo, en principio, al margen de presiones políticas, y con escasa repercusión en los medios de comunicación, circunstancias ambas que lo rodean del sosiego que tantas veces reclamamos los juristas. Por otra parte, en distinta escala, el cargo más apasionante que he tenido la oportunidad, y el honor, de ocupar ha sido el de Magistrada del Tribunal Constitucional (2001-2012). Fueron años intensos de los que guardo recuerdos imborrables.

Sobre Igualdad de género:

En el año 82, fue nombrada rectora de la UNED, con ello, se convirtió en la primera mujer Rectora de España. ¿Cree que este nombramiento supuso un cambio social?

Considero que ningún hecho aislado, por significativo que sea, puede producir un cambio social. Más bien creo que es al revés: el que en 1982 yo fuera elegida Rectora de la UNED sería la prueba de que la sociedad había cambiado, haciéndolo posible. No obstante, es cierto que con mi nombramiento se abría una puerta que hasta entonces había estado cerrada para las mujeres; la política universitaria dejó de ser sólo una responsabilidad masculina, abriéndose paso la idea de que también las mujeres teníamos algo que decir en ese campo. Un hecho que hoy resulta evidente y al margen de cualquier discusión.

Desde que empezó su carrera profesional, hasta el día de hoy, ¿Ha habido una mejora en la igualdad laboral entre mujeres y hombres?

Si considera que estamos hablando de un período de más de cincuenta años, puede adelantar sin temor a equivocarse que la respuesta es obligadamente positiva. Desde 1961, año en que termino mis estudios de Derecho, hasta hoy la condición de la mujer ha experimentado una auténtica revolución, a la que no es ajena la Constitución de 1978 que en su artículo 14 proclama que los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna, entre otros motivos, por razón de sexo.

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¿Qué diferencia ve en el sector privado y público para la situación laboral de las mujeres? ¿Dónde cree que puede ser más difícil conseguir un puesto de dirección?

El sector privado se encuentra sometido a las leyes del mercado lo que supone, entre otras cosas, que las empresas tienden a minimizar riesgos y ahorrar gastos, al mismo tiempo que buscan los máximos beneficios. Pues bien, siempre que el trabajo de las mujeres se perciba como necesariamente compartido con otras obligaciones (en relación con la familia y el hogar), existirá la tentación de relegarlas, tanto en la contratación como en la retribución. Por el contrario, tales consideraciones que condicionan el sector privado no tienen incidencia en el sector público que, por ello, ofrece un panorama de igualdad entre hombres y mujeres, en todos los órdenes, incluido el ascenso a puestos de dirección.

¿Qué propuestas realizaría para eliminar el GAP salarial de género? No creo que exista una receta mágica que resuelva un problema que tiene causas plurales, que tienen que ver, incluso, con la percepción del papel de la mujer en la sociedad. Pues bien, si ello es así, necesitamos de un cambio social y parece claro que los cambios sociales no se alcanzan sólo con leyes; la evolución de la sociedad requiere la previa evolución de la mentalidad dominante, lo que exige de esfuerzos en todos los frentes, empezando por la educación. Dicho lo anterior, creo que una política de incentivos para las empresas que apuesten por acortar la brecha salarial entre hombres y mujeres puede contribuir eficazmente a que se avance en su eliminación. La discriminación laboral hacia la mujer, ¿cree que puede eliminarse realizando cambios legislativos, o tendría que ser desde otros ámbitos, para que se produjese un cambio social? En la medida en que esta pregunta se refiere en términos generales a la discriminación de la mujer en el mundo laboral, cuya principal manifestación es justamente esa brecha salarial a la que aludía la anterior cuestión, entiendo que mi respuesta ha de ser la misma. La discriminación laboral de la mujer tiene causas múltiples y sólo puede combatirse con un enfoque plural que, primero, las identifique y, después, las combata en su propio terreno.

En la actualidad, en qué sector cree que es más difícil acceder a un puesto directivo para la mujer ¿en la justicia o en la universidad? Bajo su experiencia, ¿se puede decir que el poder judicial está reservado para una clase social y un género determinado? ¿Cuáles son las barreras más difíciles de superar para conseguir que mujeres de clase baja lleguen a presidir el Tribunal Supremo?

En el enunciado se contienen tres preguntas. En relación con la primera, asumiendo el riesgo de toda generalización, creo que para la mujer es menos difícil alcanzar un puesto directivo en la universidad que en la judicatura. El hecho de que en las elecciones universitarias participen diversos estamentos debilita el inevitable corporativismo; un corporativismo que en principio va a darse entre hombres ya que, no lo olvidemos, tanto la judicatura como la universidad fueron (aunque ya no lo sean) originariamente masculinas. En cuanto a si considero que el poder judicial está reservado para una clase social y un género determinado, mi respuesta es rotunda: no lo creo. El hecho de que el poder judicial sea el único de los poderes del Estado al que se llega por oposición constituye una garantía de que el sistema de selección de la judicatura responde básicamente a las reglas de la meritocracia. Por último, la tercera pregunta se encuentra en parte contestada por la respuesta a la anterior cuestión. Las dificultades de una mujer de clase baja para llegar a presidir el Tribunal Supremo, en el primero y más importante tramo que llega hasta que consigue licenciarse en Derecho y aprobar las oposiciones de Judicatura son, en buena medida, similares a las de un hombre en las mismas condiciones, aunque esto sea así solo desde una fecha relativamente cercana. En efecto, hasta 1966 la mujer tenía vedado el acceso a la carrera judicial que solo se abrió a las mujeres por una ley de ese año (la Ley 96/1966, de 28 de diciembre).

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Es cierto que la resistencia social para que esa mujer hipotética estudie habrán sido posiblemente mayores que la que hubiera encontrado un hombre, pero tenemos ejemplos de que con tesón esta resistencia puede superarse. Ahora bien, a partir del momento en que ha ingresado en la carrera judicial el origen social de la mujer no debe influir para nada en sus posibilidades de alcanzar los más altos puestos de la judicatura, atendiendo a los méritos que haya ido acumulando. Lo tardío de la incorporación de la mujer a la judicatura puede explicar, al menos en parte, que apenas el 15% de los Magistrados del Tribunal Supremo sean mujeres, cuando en conjunto más de la mitad de jueces y magistrados lo son. De igual modo, esa misma circunstancia puede explicar que hasta ahora ninguna mujer haya sido Presidenta del alto tribunal. Pese a todo, tampoco cabe ignorar que en procesos de cooptación en el seno de órganos integrados mayoritariamente por hombres, la tendencia es que la elección no recaiga sobre mujeres. Ahora bien, esa especie de “machismo residual” se va reduciendo a medida que los órganos de selección (en el caso el CGPJ) empiezan ellos mismos a tener una composición equilibrada de hombres y mujeres. Por tanto, solo es cuestión de tiempo (creo que de poco tiempo) que una mujer presida el Tribunal Supremo. De hecho, el Tribunal Constitucional ya ha sido presidido por una mujer y una mujer preside actualmente el Consejo de Estado, por citar solo dos altas instituciones jurídicas del Estado.

Desde su punto de vista, la forma de dirigir de una mujer, ¿es diferente a la de un hombre?

No creo que a esta pregunta pueda contestarse con un sí o un no. Creo que la forma de dirigir depende mucho de las circunstancias y también de la personalidad de quien se trate. Ahora bien, la personalidad no viene determinada solo por el sexo. Factores educacionales, genéticos, ambientales, etc., van a marcar la forma de dirigir tanto o más que el sexo. No obstante, también es cierto que en el proceso de socialización de hombres y mujeres se nos inculcan pautas de comportamiento que pueden traducirse, por ejemplo, en que la mujer busque, con más frecuencia que el hombre, la “complicidad” de los “dirigidos”, abriendo espacios de diálogo y, en general, a través de un trato más cercano. Pero ésta es una apreciación subjetiva que posiblemente no pueda generalizarse.

Foto: UAH

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