Puesta en Escena

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1 Puesta en Escena I

El Monje

Apaciblemente sentado

encausa

pensamientos,

sus

siempre

vigilante de la causa de la humanidad completa

pero

en

serenidad

recuerda una historia que le contaron: Supón que alguien desde la orilla de un río arroja un guijarro al aire y cae al fondo del río. El guijarro se sumerge lentamente hasta llegar al lecho del río sin ningún esfuerzo. Una vez que ha llegado allí permanece en reposo dejando que el agua siga fluyendo. Él permanece como ese guijarro sin ningún esfuerzo. Sus ojos nunca se cierran está tratando de domar su mente, trabaja en el cultivo de la atención y en su darse cuenta. Diariamente se somete a sus prácticas shamatha (“detenerse”) y vipashyana (“la observación profunda”) es su forma de conectarse consigo mismo y con el mundo. Sabe que si no es capaz de detenerse, no podrá tener una clara visión. Recuerda la historia acerca de un hombre y un caballo que se cuenta en los círculos zen. El caballo galopa velozmente, pues por lo visto el hombre que lo monta se dirige a algún lugar importante. Otro hombre al borde del camino le grita: “¿Adónde vas?”, y el individuo contesta: “¡No lo sé! Pregúntaselo al caballo”. Piensa para sí, ésta es también nuestra historia. El caballo es la energía de nuestros hábitos, que nos arrastra sin que podamos hacer nada por evitarlo. Siempre estamos corriendo, se ha convertido en una costumbre. Luchamos constantemente, incluso mientras dormimos.


2 El Artista

Paul Cézanne le escribió a su hijo Paul, el 8 de setiembre de 1906: Finalmente he de decirte que, como pintor, he llegado a ver con mayor agudeza frente a la naturaleza, pero que

en

mi

materialización sensaciones

caso, de

es

la mis

siempre

muy lenta. No puedo captar la

intensidad

despliega sentidos. magnífica

que

ante No

se mis

poseo

la

riqueza

cromática que anima a la naturaleza. Aquí, a orillas del río, los motivos son muy abundantes, y el mismo asunto visto desde diferente ángulo ofrece un tema de estudio del mayor interés, y tan variado, que creo podría estar ocupado en ello durante meses sin moverme del mismo sitio, simplemente inclinándome un poco más a la derecha o a la izquierda.


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Agustín Agustín ve venir a Iñigo hacia él, el joven intelectual y literato con el que tiene algunas diferencias que requieren una intensa discusión intelectual, tiene una experiencia emocional y una dinámica fisiológica concomitante corresponde

–que a

su

experiencia real de ver a Iñigo

independientemente

de

que un segundo después se dé cuenta de que cometió un error, tuvo una ilusión, y

la

persona

que

se

acercaba a él no era Iñigo. Aquella emoción y aquella dinámica fisiológica, es decir, aquella experiencia, en el momento de ocurrir fueron la experiencia real de ver a la persona; el error, la ilusión es siempre a posteriori, es otra experiencia. “En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrente con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras, en la del casi inextricable Ts‟ui Pên, opta „simultáneamente‟ por todas. Crea, así, distintos porvenires,

diversos

tiempos,

que

también

se

proliferan y se bifurcan.” José Luis Borges, Obras Completas, I: 477


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Ya sea que un individuo realice una tarea de asociación libre o utilice la lógica matemática o le escriba a su hijo o ya sea que tenga una conversación en la vigilia, esa persona está realizando una actividad principalmente teórica; está conociendo la mente y realizando un análisis de hechos consumados, es decir, después de que los pensamientos son emitidos. Cuando este tipo de situaciones ocurren (Puesta en Escena I: el trabajo mental del monje, del artista) lo que se ha logrado es estar presente, a diferencia de lo que le pasa a Agustín, simplemente él está ausente, su cuerpo y su mente están descoordinados. En el caso de Agustín estamos en presencia de un "agujero cognitivo", una zona ciega, lo que Agustín no pudo ver. Su trabajo cognitivo estará en darsecuenta de esa ceguera y no quedar atrapado en ella, como usualmente ocurre. Podrá entender que su experiencia que está ligada inextricablemente al entorno, con el que vive en permanente inter-cambio. Tiene que ser capaz de entrar a la escena que el mismo ha creado, saber que, al igual que todos, está pagando con su ineptitud la posibilidad de conocer. Tendrá que suspender momentáneamente sus creencias acerca de lo que está siendo ocurriendo, poner en paréntesis su mirada habitual y la ceguera de lo que le está ocurriendo su vida diaria. De esto dependerá que pueda “llevar algo a cabo” más tarde, y de esto dependerán los mundos que hará emerger, en síntesis, la trama de su vida. Gran parte de la cultura de la humanidad se ha realizado a través de la mirada, y la de Cézanne no es la excepción. Su capacidad de contemplación es una cualidad innata en él, cuando se detenía a ver una imagen no paraba hasta que estaba lleno de ella, la concebía y al mismo tiempo la componía, se dejaba llevar por la emoción que le producía un amanecer o una puesta de sol o simplemente el hecho de ver, oír, respirar, entonces se convertía en una sensibilidad extasiada, que analizaba y buscaba plasmarse en el lienzo. El artista está conciente de su posible zona ciega (y se lo comunica a su hijo) y podría estar ocupado durante meses sin cambiar de lugar: observación y trabajo le permitirán salir de su ceguera, su ojo se volverá concéntrico y tratará de penetrar en lo más íntimo del paisaje para lograr una visión más clara. El artista en su contemplación encuentra el placer de ver. Hay un tiempo que se sustrae así, paradójicamente, a la acción del tiempo.


5 El monje ejercitará el detenerse y la observación profunda, cultivará la atención para darse cuenta. Está educado para lograrlo. Va en busca del suceso a través de una epifanía. Como diría Varela, la mente suelta amarras y realiza su actividad natural de estar alerta a la observación, trata de no seguir siendo una mente inepta. Ninguno de los tres relatos describe seres distintos de nosotros. Quizás Agustín sea el más cercano. El monje y el artista están concientes que deben detenerse, si quieren una transformación. En el ejercicio del arte y la contemplación, el ojo de la mente va aprendiendo a ver, se va haciendo apto. Nuestros personajes no se espantan con lo borroso, lo híbrido, lo irregular, lo fluctuante. Han roto con su ceguera pues no conciben los límites como absolutos e infranqueables. El artista y el monje parecen saber que tienen que

repensar el

concepto de límite, romper las barreras aparentemente infranqueables, pero para ello necesitan ser competentes (necesitas cultivar destrezas), y lo hacen a través de la observación y la contemplación. Para ellos no hay un “a-priori”, un “modelo ideal” un “arquetipo”. En ellos, el cuerpo se gesta en la biología, se desarrolla en el intercambio permanente de materia y energía con su medio ambiente, crece en un mundo de sentido; se brinda nuevas opciones de vivir: la autoconciencia y el inconsciente, la razón y la imaginación creadora, el lenguaje interior y la pasión. Estas son dimensiones de la experiencia propias de los seres humanos que nos permiten dar sentido a nuestra existencia. Como decía Borges recordando un pensamiento del obispo Berkeley, el sabor de la manzana no está ni en la boca que la muerde ni en la carnosidad de la manzana, sino en el encuentro entre ambas. Y es que un beso necesita dos labios, el amor erótico dos cuerpos y sus silencios extasiados. Y la creación de la lectura un libro y el lector apropiado. Por eso, el mundo se inventa de nuevo cuando, con mirada de niño y lenguaje quizá torpe, miramos el mundo como por primera vez hincándole nuestra imaginación en su corazón dormido.


6 En ambos, artista y monje, queda en evidencia adecuar lo que se ve con lo que se piensa, se escribe, se plasma (Hartog 19931), como herramienta del conocimiento, puerta del goce estético, y evidencia de lo real, lo que a lo largo de los siglos hemos hecho. Muchos de los sistemas filosóficos, estéticos e históricos se han basado en la acción e intervención de la mirada ya que será la marca de lo verdadero, de lo creíble, de lo válido. No por nada, nuestra cultura occidental está configurada por una serie de miradas "moral y espiritual" (Bourdieu 19952) que son la racionalidad de lo que debiera ser visible en las diferentes épocas. El artista y el monje quiere apropiarse de la mutaciones del mundo, aguzar su capacidad de pensarlo y desde ahí construir los holones3 de su obra, el plegarse y desplegarse del mundo. Quieren ver el movimiento del orden implicado al del orden desplegado, para pasar al orden de la complejidad, como dice Borges en La Biblioteca de Babel, para penetrar en las galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación, cercado por barandas bajísimas y desde cualquier hexágono, ver los pisos inferiores y superiores: interminablemente. Y este proceso descubrir lo fijo y lo móvil, la tensión permanente y constante entre lo estable y lo inestable, y ver que algunos mundos cambian, y otros permanecen, o en un mundo algo cambia y algo permanece. Es mapa y travesía, identidad y memoria. Quizás se pueda decir que son los componentes fundamentales de la visión y la misión. Los caminos para indagar dependen de la intención particular del sujeto de la acción, y del contexto de referencia en que ese sujeto se inscribe consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente. Así, algunos caminos o dominios se configuran en un acuerdo denominado ciencia, otros en uno llamado arte, religión, magia, o algún otro. Hoy la necesidad son miradas que permitan penetrar las galerías hexagonales; los mundos cambiantes y reconocer

1

Hartog (1993). "El ojo y el oído", en Historia y Grafía. Universidad Iberoamericana, No. 4

BOURDIEU, Pierre (1995). "La génesis de la mirada", en Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario. Barcelona, de. Anagrama. 3 Se les denomina de este modo para subrayar el hecho de que son partes constituyente de un sistema, pero que tienen en si mismos, un alto grado de complejidad e integración y la capacidad para sobreviven a las turbulencias; holos en griego quiere decir todo) 2


7 que en la medida que cambiamos el mundo, cambiamos nosotros mismos y vamos dejando de ser lo que inicialmente éramos, interminablemente. El conocimiento es una experiencia, algo que nos ocurre y en este proceso no podemos distinguir entre ilusión y percepción, lo que resulta interesante son los calificativos ilusión y error que desvalorizan una experiencia a posteriori con referencia a otra experiencia que se acepta como válida – como ha señalado Humberto Maturana. La experiencia originaria simplemente ocurre, el desandarla viene después como resultado de otra experiencia, que seguramente también desenredaremos. Entramos y salimos de las experiencias – cual elegante danza - sabiendo que la soberanía no tiene puerto terminal, lo cual significa abandonar el “afán de fundamento absoluto” de lo humano. Hoy se requiere componer un paisaje cognitivo que permita producir distinciones ricas y fértiles sin caer en la polarización conceptual extrema que establece la dicotomía, si queremos romper esta ceguera. Cuando se termina un plan, este ya es memoria (recuerdo) de lo que fue o está siendo y por lo tanto hay que permanecer alertas, dispuestos a seguir viendo – siendo receptivos- , pues el texto no ha terminado, y no todo está escrito. Lamentablemente algunos al tener el plan piensan que ya “todo está escrito”, como si el flujo de la vida se hubiera interrumpido, por el contrario hay que seguir meditando en el hecho de que la memoria y la posibilidad futura se escriben a partir de las posibilidades del presente. Conocer significa suspender otros mundos, involucrarse y comprometerse, es detener otras historias, es trabajar en el presente. Es salir de una manera de pensar, de sentir y vivir, para entrar en otra para construir y habitarla. Significa un estar-ahí, arrojados en la situación (Heidegger). Salir de las ocupaciones previas y futuras para presenciar las presentes. Es presencia evitando cualquier forma de ausencia. Es salir de otros mundos para entrar al mundo que requiere de su reflexión. Es dotarse de la capacidad de detenerse para reflexionar con una preocupación que no se dispersa y de la que depende la acción efectiva en el mundo. Una madre en el momento del parto detiene todas las otras historias y de allí la significación del parto para la mujer como acto de creación. La pérdida de un


8 ser querido también nos detiene, suspende todos los otros mundos, estamos de duelo. Nuestra época es un tiempo de discernimiento y de crítica de lo que somos y hacia dónde queremos ir. El humanismo es quizás el único "ismo" que no se reduce a una doctrina cerrada ni a una respuesta única. Evidentemente esto no significa optar por vivir siempre en suspenso o entre paréntesis. Hay un llamado a inventar el mundo, aprender a nombrarlo de nuevo a través de palabras que abren fracturas, parece ser el desafío, pero esto pasa por darse cuenta del mundo en que actuamos. Podemos decir con Rilke, lo que enuncia al comienzo de sus Elegías de Duino: "no nos sentimos a gusto, ni seguros, en este mundo interpretado". Antes de morir, Francisco Varela desarrolló un método denominado „Magnetoencefalografía‟, para registrar la forma en que distintos grupos de neuronas cerebrales se sincronizan en esa fracción de segundo en que se toma conciencia de algo. Este trabajo fue publicado por la revista Nature4, que destacó la posibilidad de detectar esta actividad neuronal como la raíz biológica del „darse cuenta‟, fundamental en la forma en que conocemos la realidad. Era la prueba dura (biológica) para un proceso que solamente se pensaba que representaba algo estrictamente cognitivo. La capacidad de darse cuenta es un momento subjetivo de una percepción sensorial. Esto es, no la capacidad de percibir el color rojo, sino la "sensación de rojo", que es subjetiva, incomunicable, y evocada por la presencia del rojo. Podemos estar de acuerdo con otras personas respecto de la presencia del color rojo, e incluso si estableciéramos categorías de colores, todos agruparíamos los colores similares al rojo de maneras bastante parecidas (a no ser que existiera un problema visual, como el daltonismo). Sin embargo, no podemos estar seguros que la sensación subjetiva que tenemos cuando vemos el color rojo sea la misma en todos nosotros.

Rodríguez E, George N, Lachaux J-P, Martinerie J, Renault B, Varela FJ. Perception's shadow: long-distance gamma band synchronization of human brain activity. Nature 1999; 397: 430-3 4


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