Juanito y el reino secreto de los duendes

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Había una vez, un niño llamado Juanito. Que era bajito de estatura. Por eso, todos sus compañeros de la escuela, le hacían burla.


Ese día, llegó muy triste a su casa. Porque sus compañeros no pararon de hacerle burla. Se fue directo a su habitación y se quedó dormido.

¡Era un duende!, que estaba haciendo un hoyito en la pared. El niño no lo podía creer. Entonces el diminuto ser, entró en el agujero.


De pronto, escuchó unos ruidos muy extraños debajo de su cama.


Con mucho miedo, se asomó para ver lo que había. Cuando miró, ¡Casi se desmaya! Era un ser miniatura, con orejas puntiagudas y un sombrerito muy chistoso. ¡Era un duende!, que estaba haciendo un hoyito en la pared. El niño no lo podía creer. Entonces el diminuto ser, entró en el agujero.

- Pero ¿tú qué haces aquí? Preguntó el duende.


Como Juanito era muy curioso, se acercó. ¡Y cuál va siendo su sorpresa! ¡Se volvió igual de miniatura que el duende!


Entró y quedó sorprendido. Porque era un mundo pequeñito. Comenzó a caminar detrás del duende. Cuando el hombrecito se dio cuenta de que lo seguían, pegó un tremendo grito. - Pero ¿tú qué haces aquí? Preguntó el duende. -Es que cuando entré, me hice pequeño. Bueno, más pequeño de lo que soy, contestó Juanito. -Y por qué te pones triste niño? - Es que en la escuela me hacen burla porque soy bajito.


-Mmmm, tú te pones triste porque eres pequeño. Pero en nuestro mundo, entre más pequeños somos, más sabios nos volvemos. Así que no debes ponerte así. -Te lo prometo, no volveré a sentirme mal por ser bajito. Oye ¿Y cuál es tu nombre duendecito? -Me llamo Cascabel, ¿Y tú? -Me llamo Juanito. -Mucho gusto, ¿Entonces si me vas a dejar conocer este lugar Cascabel?


El duende permitió a Juanito conocer su mundo. Le advirtió que sólo tenían seis horas. Si no regresaban a tiempo, ya no podría salir de ahí. El niño aceptó y emprendieron su aventura. El primer lugar por donde pasaron, fue un campo lleno de comida deliciosa. Había, hamburguesas, papas a la francesa, bebidas de sabores, jugos, taquitos de frijoles, pollo frito. Juanito se saboreó y preguntó a Cascabel si podía comer un poco, el duende le dijo que sí, pero sólo un poquito porque luego vendría lo mejor.


Siguieron caminando, encontraron un lugar lleno de dulces, algodones de azúcar, gelatinas, flanes, manzanas con caramelo; había muchos postres. Juanito estaba contentísimo, volvió a probar algunos. Cascabel le recordó que sólo comiera un poco, porque más adelante encontrarían cosas aún más ricas.


Continuaron paseando. El duende le pidió a Juanito que cerrara los ojos porque habían llegado al lugar de su comida favorita. Al abrir los ojos, el niño se quedó mudo. - ¿Qué? ¿Esa es tu comida favorita? Preguntó Juanito. - Si, las verduras. Contestó Cascabel. - A mí no me gustan. - Cómo no te van a gustar las verduras, si son deliciosas. Ven y pruébalas Juanito.


Entonces Juanito, haciendo cara de disgusto, primero probó una zanahoria. Luego, una calabacita. Se quedó sorprendido porque le sabían muy ricas. Le dijo al duendecito que ahora también era su comida favorita.


Continuaron su viaje. Entonces se dieron cuenta de que ya habían pasado las seis horas, por lo que Juanito ya no podría regresar a su casa. Estaban muy preocupados. Cascabel comenzó a pensar en alguna solución. Se le ocurrió buscar “Gran Duende Sabio”, que era el duendecito más pequeñito de todos y el más inteligente, de seguro él los ayudaría. Enseguida fueron a buscarlo.


Al llegar con el “Gran Duende Sabio”, Cascabel le platicó todas las aventuras que habían pasado; y aceptó ayudarlos. Entonces, el Gran Duende, le planteó a Juanito un problema matemático; si se lo resolvía bien, lo ayudaría a regresar a su mundo. El problema decía así: “A ver Juanito, si tienes 10 manzanas, te comes tres y le das una más a Cascabel, ¿Cuántas manzanas te quedan? A lo que Juanito, después de pensar un ratito contestó: “Me quedan 6”. El Gran Duende lo felicitó, pues le había dado la respuesta correcta.


Juanito se puso muy contento porque resolvió muy bien el problema. Como premio, los duendes le ayudaron a regresar a su casa y le dijeron que sería bienvenido cuando quisiera volver. Solamente tenía que gritar: “Duendecitos, quiero ir a su mundo”. Entonces ellos escucharían, le harían una pregunta matemática y si la resolvía bien, podría ir y venir las veces que él quisiera.


Juanito se despidió de ellos y regresó a su habitación. Estaba muy contento de haber vivido tantas aventuras y más porque ya le gustaban las verduras.


Se sentía muy orgulloso de ser bajito. Estudió mucho más las matemáticas y visitaba muy seguido a sus amigos los duendecitos. Y colorín colorete, ¡Este cuento se ha ido en un cohete!



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