A11 Tool cómo orar cuando se está desanimado

Page 1

Cómo orar cuando se está desanimado Marzo- Abril de 2006 J. Charles Ogwyn ¿Le resulta difícil orar cuando se encuentra desanimado o deprimido? Resulta irónico que, justo cuando más necesitamos la ayuda de Dios, tengamos nuestras mayores dificultades para acudir a Él en busca de la ayuda que tan desesperadamente necesitamos. ¿Por qué es esto? Se debe a que desconfiamos, podemos dudar de si Dios escucha nuestras oraciones o, de si nuestras oraciones hacen alguna diferencia. Incluso es posible que nos preguntemos si Dios realmente quiere ayudarnos. Precisamente cuando más necesitamos la ayuda de Dios, tal vez dudamos de que Su ayuda está disponible. Durante los momentos de incertidumbre, puede que nos resulte difícil orar y aun pedirle alguna cosa a Dios. Tenemos dificultades para saber qué decir, expresar nuestros pensamientos con palabras, concentrarnos en nuestras oraciones y bloquear las distracciones. Estos problemas llegan a desanimarnos aún más y a alimentar cualquier duda que quizás tengamos. ¿Cómo puede un discípulo de Cristo escapar de este enfoque autodestructivo? ¿De qué manera debemos orar si nos encontramos desanimados, al sentirnos completamente solos, cuando creemos que las cosas no pueden empeorar? ¿Cómo podemos orar cuando no somos capaces de ver la "luz al final del túnel"?

EMPIECE CON LO QUE YA SABE Es importante volver atrás y comenzar con lo que ya entendemos, y así seguir adelante a partir de ahí. Comenzar con lo que conocemos fijará nuestro enfoque en el punto correcto. Entonces, ¿qué sabemos que podemos usar como nuestro punto de partida? Sabemos que Dios existe, que la Biblia es Su palabra. Entendemos que Su palabra es fiel y no puede fallar. La prueba de estas verdades está por todas partes en su creación, en sus profecías que se han cumplido y en los muchos milagros poderosos que Él ha realizado. Partiendo de lo que conocemos, podemos así seguir adelante empleando su palabra como guía. Cualquiera que sea nuestro desánimo, la palabra de Dios tiene la clave para ayudarnos a seguir adelante. En ocasiones, nos sentimos incapaces de acercarnos a Dios en oración porque no logramos perdonarnos a nosotros mismos. Pero, ¿de dónde sacamos la idea de que hemos hecho algo tan terrible que Dios no puede perdonarnos? ¿Proviene este pensamiento desalentador de la palabra de Dios? ¡Ciertamente no! La idea de que Dios no puede perdonarnos, y de que no podemos perdonarnos a nosotros mismos, es un concepto arraigado en la autocompasión que proviene directamente de Satanás.


En Romanos 3:23 se nos dice que "…todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios". En otras palabras, todo el mundo está destituido de la gloria de Dios. Ninguna cantidad de justicia o buenas obras expiará jamás los errores que hemos cometido. Tenemos que aceptar la realidad de que no hay nada que alguien pueda hacer para "ganar" la salvación. En Romanos 6:23 se nos dice "…la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro". Todos hemos pecado y la pena es la muerte. Solo mediante el sacrificio de Cristo tenemos esperanza. Esto contrasta fuertemente con el pensamiento inspirado por Satanás de que existen diferentes clasificaciones de pecado. Llámense pecados mortales y pecados veniales, o pecados mayores y pecados menores, no obstante, la idea de que algunos pecados son graves, mientras que otros realmente no importan, ¡no está fundamentada en la palabra de Dios! La Biblia nos dice que, en lo que respecta a Dios, todos somos merecedores de la pena de muerte a causa del pecado, pero que el don de Dios es la vida eterna por medio de Cristo Jesús Señor nuestro. La sangre derramada de Cristo paga la pena por nuestros pecados, siempre y cuando sigamos arrepintiéndonos y esforzándonos por vencer. ¿Ha tropezado usted tantas veces que se avergüenza de pedirle perdón a Dios? Puede pensar: "Si yo fuera Dios, me habría rendido hace mucho tiempo". Todos podemos estar agradecidos de que nuestro Padre celestial es misericordioso y perdonador, más piadoso que nosotros, y más compasivo y perdonador que nadie que hayamos conocido. Considere el ejemplo del apóstol Pablo, quien antes de ser llamado estuvo involucrado en el asesinato de los discípulos de Cristo. Pablo, también conocido como Saulo, perseguía y trataba de destruir la Iglesia de Dios. Tenga en cuenta la enorme culpa que debió sentir después de que Dios lo llamara (Hechos 9:1–5). Contemple sus tremendos sentimientos de culpa al darse cuenta de que había estado haciendo la obra de Satanás. Sin embargo, debido a que Pablo estaba profundamente arrepentido, Dios no solo lo perdonó, ¡sino que trabajó por medio de él de una manera notable! No importa lo que hayamos hecho, e independientemente de cuántas veces hayamos tropezado, todo lo que tenemos que hacer es arrepentirnos, apartarnos del pecado y seguir adelante con la ayuda de Dios, esforzándonos por construir su carácter en nuestras vidas y aceptando que la sangre derramada de Jesucristo ha lavado nuestros pecados.

ESPERE PRUEBAS O PROBLEMAS Quizás estemos pasando por pruebas tan difíciles que sentimos que no tenemos ninguna esperanza; tal vez nuestras pruebas nos abruman y pensamos que nunca terminarán. ¿Qué dice la palabra de Dios? El apóstol Pedro escribió: "Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 Pedro 4:12). No debemos escandalizarnos ni sorprendernos cuando enfrentemos pruebas dolorosas, ¡debemos esperarlas! ¿Por qué deberíamos esperar pruebas tan difíciles? Hebreos 2:10 nos recuerda que nuestro Salvador fue perfeccionado por aflicciones. No hay ningún atajo. El crecimiento es difícil y a menudo doloroso. Es de agradecer que no necesitamos soportar nuestras prueb


pruebas solos y sin ayuda. Por muy difíciles que sean nuestras pruebas, incluso si nos sentimos abandonados por quienes nos rodean, Dios promete: "…No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador…" (Hebreos 13:5-6). Dios quiere perfeccionarnos, no abrumarnos ni aplastarnos. Cristo no fue enviado para condenarnos, sino para salvarnos (Juan 3:17). Dios está de nuestro lado; Él no está "tratando de atraparnos". No quiere vernos tropezar o fracasar. Él está arreglando nuestras circunstancias para que podamos vencer nuestra naturaleza humana carnal, construir su carácter en nuestras vidas y, finalmente, compartir su gloria como parte de su familia por toda la eternidad. ¿Por qué hace esto? Porque Dios es amor (1 Juan 4:8). Tenemos que recordar siempre que nuestro amoroso Padre celestial se complace en escuchar nuestras oraciones. Se deleita en el tiempo que pasamos con Él al orar, de la misma manera que un padre o abuelo amoroso disfruta pasar tiempo con sus hijos o nietos. Y Él sabe lo que nos hace falta, incluso antes de que se lo pidamos (Mateo 6:32). Puesto que Dios previamente conoce qué necesitamos, aun con anterioridad a que hagamos la solicitud, ¿por qué quiere que pidamos? ¿Por qué las Escrituras nos instruyen, "sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios" (Filipenses 4:6)? Debería estar claro que Dios quiere que oremos para nuestro beneficio, no por el suyo. Después de todo, Él no solo sabe lo que necesitamos antes de que lo pidamos, sino que también conoce lo que hay en nuestro corazón y en nuestra mente (1 Samuel 16:7). Entonces, ¿qué ganamos con la oración, si simplemente le estamos diciendo a Dios lo que Él ya sabe? La oración es un ejercicio vital. Nos obliga a centrarnos en Él, en Aquel que tiene poder sin límites, que es más grande que nuestros problemas (Mateo 6:9-13). Cuando nos enfocamos en Dios, aprendemos a obtener la perspectiva adecuada de nuestros problemas. Cuando conversamos con nuestro Padre sobre lo que tenemos en mente, podemos hablar libremente, incluso sin rodeos. No tenemos que avergonzarnos, por cuanto Dios ya conoce nuestros pensamientos antes de que se los expresemos con palabras. Al hablar de nuestros problemas es necesario decirle a Dios cómo nos sentimos. Si reconocemos que nuestras actitudes o sentimientos están equivocados debemos decírselo. Podemos explicarle por qué nos sentimos así y pedirle que nos ayude a superar esos sentimientos. Este acto de hablar libremente con Dios aleja nuestra atención de lo físico y la pone en lo espiritual, en nuestro Padre celestial que nos ama y que dio a Su Hijo por nosotros (Juan 3:16). Nos centra en su palabra y en los principios que contiene. Al enfocarnos en Dios resultará más fácil que Él trabajé con nosotros para moldearnos y darnos forma, guiarnos y dirigirnos.

SEA AGRADECIDO Filipenses 4:6 nos recuerda que, al presentar nuestras peticiones a Dios, debemos hacerlo "con acción de gracias". Este planteamiento también nos ayuda a poner nuestros problemas en la perspectiva adecuada. N


No importa qué tanto necesitemos, podemos estar agradecidos por las muchas bendiciones que superan con creces nuestras necesidades. También debemos recordar que a menudo hay una diferencia entre lo que creemos necesitar y lo que realmente necesitamos. Ocasionalmente confundimos nuestros deseos y anhelos con nuestras necesidades. Cuando le decimos a Dios lo que nos hace falta, o lo que queremos y deseamos de Él, es apropiado que siempre lo hagamos en el contexto de estar agradecidos por lo que ya ha hecho por nosotros y por lo que promete que hará por nosotros en el futuro. Conforme pasamos tiempo derramando sinceramente nuestro corazón ante Dios, nuestra atención se aleja de las preocupaciones en el ámbito físico y nuestros propios problemas, y se dirige a nuestro Padre celestial. Al enfocarnos en lo que Él está haciendo y en lo que hará, comenzamos a concentrarnos en su plan para nosotros, y Él responderá ayudándonos a guiar no solo nuestros pasos, sino también nuestros pensamientos. Si nos centramos en su papel como nuestro ayudador, quien nunca nos dejará ni nos desamparará, entenderemos más profundamente la escritura que dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). Podemos tomar gran consuelo de las palabras de Pablo: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28). Cuando nuestras vidas resultan difíciles, y parece que las respuestas de Dios a nuestras oraciones no son las que esperábamos, podemos meditar con oración en este pasaje de las Escrituras. Al hacerlo, podemos empezar a tener un "panorama más amplio", obtener la perspectiva adecuada de nuestros problemas y darnos cuenta de que el plan de Dios es mucho más grande que nosotros, y que Él puede sacar provecho incluso de las experiencias más dolorosas. Sin embargo, para que ese bien se produzca en nuestras vidas, tenemos que continuar enfocándonos en Dios. Es imprescindible no permitirnos ser distraídos por la autocompasión. No debemos dejarnos engañar por las artimañas de Satanás. Más bien, es preciso continuar centrándonos en Aquel a quien agradecemos por hacernos parte de su grandioso y magistral plan. Cuando nos sintamos desanimados, podemos volver en nuestra mente a las palabras del apóstol Pablo que nos dan esperanza: "Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse" (Romanos 8:18).


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.