A16 Tool Orar sin cesar

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Orar sin cesar Noviembre- Diciembre de 2014 Elizabeth Stafford (De mujer a mujer) La noche anterior acababa de regresar a casa muy tarde de un viaje muy estresante con apenas tiempo para comprar víveres, limpiar la casa y preparar nuestra habitación de invitados para unos huéspedes inesperados. Posteriormente disfrutamos de una velada tan agradable conociendo a nuestros invitados que me quedé despierta hasta muy entrada la noche. Normalmente, saldría de casa para ir a mi trabajo de medio tiempo justo antes de las 6:30 a.m. Esa mañana en particular, salí corriendo por la puerta a las 6:45 a.m., todavía medio dormida y habiéndome olvidado de orar. Gracias a Dios, Él no se olvidó de mí. Era principios de enero, y las carreteras de nuestra urbanización estaban resbaladizas por el hielo mientras me dirigía bostezando a la intersección en T de una carretera principal. Me detuve en el cruce y miré a mi derecha para asegurarme de que no venía ningún coche demasiado cerca en el carril en el que quería incorporarme a la izquierda. Al no ver ninguno, tiré hacia delante y entonces... eché un vistazo a mi izquierda, justo a tiempo para ver la expresión horrorizada del hombre cuyo coche se dirigía hacia mí. En una fracción de segundo, parecía seguro que se estrellaría contra la puerta de mi coche aplastándome. Pero antes de que pudiera parpadear, su coche se detuvo unos metros a mi izquierda, al igual que todos los que venían detrás. El impulso de mi coche me llevó hacia delante, pero, presa del pánico, giré el volante a la izquierda tarde, derrapando y corrigiendo justo a tiempo para avanzar por mi carril antes de que los coches que venían circulando me embistieran por detrás. Me había librado de un terrible accidente. Al avanzar temblorosamente hacia la entrada de la interestatal que tenía delante, observé por el retrovisor que los coches que venían detrás permanecían inmóviles. Sólo podía imaginarme lo que estaría sintiendo el conductor del otro coche, quizá tan asustado de que su coche se hubiera detenido inesperadamente como de haber escapado por los pelos de un accidente mortal. En cuanto llegué al trabajo, me dirigí a un baño aislado, cerré la puerta con llave, rompí a llorar y empecé a dar gracias a mi Padre celestial por Su bondad. Aquella fue una ocasión en la que realmente empecé a "orar sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17). Desde aquel día, hace casi veinte años, he reflexionado a menudo sobre cómo la misericordia de Dios nos ayuda a querer cambiar y acercarnos más a Él, como dice el apóstol Pablo: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). Y luego de ver la poderosa intervención de Dios hace casi 20 años, me resultó mucho más fácil acordarme de dar gracias a Dios más frecuentemente por su amor y su misericordia.


RUT Y ABIGAIL Dos de mis damas favoritas de la Biblia también se vieron envueltas en situaciones potencialmente peligrosas, ¡y sin duda también habrían estado orando sin cesar! Imagine lo que debió de sentir Rut la noche en que le dijeron que se metiera en la era a altas horas de la noche y se acostara a los pies de un hombre al que apenas conocía (Rut 3:3,4). Eso requirió una fe tremenda, pero estoy segura de que también estuvo orando continuamente mientras esperaba a que Booz se despertara. Fue una noche que cambió el rumbo no sólo de su propia vida, sino que también le permitió formar parte de la genealogía de Jesucristo (Mateo 1:5). También pensé en Abigail, la hermosa esposa del rico Nabal. Debió de estar en contacto permanente con Dios cuando se acercó a David y a los feroces combatientes de su grupo de guerra, enviando regalos de comida delante de ella y recogiendo aún más para llevarlos consigo (1 Samuel 25:18-31). Definitivamente, Dios guio sus palabras, como podemos ver cuando leemos cómo la recibió David: “Y dijo David a Abigail: Bendito sea el Eterno Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontrases. Y bendito sea tu razonamiento, y bendita tú, que me has estorbado hoy de ir a derramar sangre, y a vengarme por mi propia mano. Porque vive el Eterno Dios de Israel que me ha defendido de hacerte mal, que si no te hubieras dado prisa en venir a mi encuentro, de aquí a mañana no le hubiera quedado con vida a Nabal ni un varón”. (vs. 32-34). Claramente, cuando nosotros o nuestros seres queridos estamos en peligro, ¡tenemos una mayor motivación para orar sin cesar!

PLANIFICAR LA ORACIÓN Hay miles de distracciones a nuestro alrededor cada día, algunas placenteras y otras irritantes, desde libros, televisión, Internet, llamadas telefónicas y mensajes de texto, hasta atascos de tráfico y salas de espera para citas. Como mujeres, podemos tener muchos y diferentes tipos de trabajo y mandados a lo largo del día, en vez de estar en una sola oficina o lugar de trabajo.También tenemos tiempo y prioridades importantes y a menudo necesarias, emergencias o proyectos delicados que exigen nuestro tiempo y energía. Maridos, hijos, trabajos, familiares mayores o enfermos, trabajo de voluntariado... todo requiere tiempo y atención. En ocasiones resulta útil tomarse un tiempo para sentarse y planificar conscientemente cómo asegurarnos de hacer que la oración sea una prioridad absoluta. Personalmente, no siempre es tan sencillo como levantarme más temprano por la mañana. No importa a qué hora me levante por la mañana, puedo distraerme. Finalmente tuve que hacer un trato conmigo misma de no salir de mi habitación o del baño contiguo sin orar justo después de despertarme. De lo contrario, de camino a la cocina vería tantas cosas por la casa que me recordaban lo que tenía que hacer, o si revisaba el correo electrónico podría demorarme una hora en terminarlo. Cuando viajamos, vamos a casa de amigos o parientes, o asistimos a la Fiesta, surgen nuevos y diferentes desafíos. Después de escuchar un sermón muy


muy útil que nos recordaba que debíamos planificar formas para orar y estudiar incluso fuera de casa, me di cuenta de que me ayudaba pensar un poco en ello antes de salir de viaje. Definitivamente puede ayudar el buscar activamente oportunidades para tener un poco de tiempo privado y tranquilo incluso cuando se está en una casa rodeada de otras personas y actividades constantes.

LOS VERDADEROS AMIGOS HABLAN A MENUDO Hace muchos años, le confesé a una maravillosa señora mayor de la iglesia y amiga íntima, que la oración, para mí, parecía más difícil que el estudio de la Biblia. Como madre con dos niños pequeños, frecuentemente tenía que mantener un oído atento para los niños mientras oraba, y a veces era difícil concentrarse por mucho tiempo. Mi amiga me dijo que Dios era su mejor amigo, así que estaba deseosa de compartir sus pensamientos y sentimientos sobre lo que le sucedía en la vida o lo que tenía en mente. Más recientemente, estuve hablando con una amiga más joven, muy especial, que creció sin padre. Me dijo que, para ella, Dios era su padre y que le encantaba hablar con él. Conversar con ella me recordó lo mucho que me gusta hablar con mi padre, y pensar en ello me ayudó a sentirme más cerca de mi Padre espiritual y a ser capaz de realizar oraciones aún más largas en ocasiones. Aunque nuestras oraciones diarias más largas suelen ser de rodillas, si es posible, normalmente habrá situaciones que requieran ayuda y sabiduría adicionales a lo largo del día, y es alentador saber que Dios quiere que pidamos Su ayuda y guía en oraciones más cortas o informales durante todo el día.Literalmente, podemos orar sin cesar.El Dr. Meredith nos anima continuamente en muchos sermones y artículos a "caminar con Dios" y, como nos recuerda Gálatas 2:20, "dejar que Cristo viva en nosotros." Estas oportunidades de oraciones cortas a lo largo del día son una forma de crecer en esta área y mantenernos en contacto con nuestro Padre. Una de mis mayores bendiciones en los últimos años desde que mi hermosa hija se bautizó, es que ahora hay una nueva profundidad en nuestras conversaciones, y a menudo discutimos cosas espirituales. Parecemos estar más y más en la misma frecuencia en nuestras conversaciones. Me he preguntado si Jesucristo y su Padre a veces se sonríen cuando ven que estamos más en su misma sintonía en nuestra conversación, nuestros pensamientos y oraciones.

PERSEVERAR EN LA ORACIÓN Sin duda, a todos nos ha ayudado con los años ver las múltiples respuestas que Dios ha dado a nuestras oraciones. Incluso las respuestas que son un "no" de Dios me han salvado de lo que ahora veo que me habría creado grandes problemas.Y las respuestas "todavía no" realmente nos ayudan a apreciar y agradecer mucho más a Dios por la respuesta a nuestras oraciones cuando ésta llega. Un ejemplo maravilloso de esto es el que el Sr. Richard Ames utiliza a veces en los sermones para describir la importancia de la persistencia en la oración. Durante 17 años, oró fervientemente una y otra vez para que D


Dios le concediera el "deseo de su corazón" y le organizara una visita a Israel. ¿Cuántas veces debió sentirse tentado a abandonar sus oraciones? Sin embargo, perseveró, y literalmente "saltó de alegría" cuando supo que le habían asignado ir a Israel con un grupo de estudiantes del Ambassador College. Orar sin cesar puede incluir incluso más que orar a lo largo del día mientras caminamos con Dios. También puede significar perseverar en la oración durante muchos meses o años en algunos casos. Cristo nos dio un ejemplo interesante de una viuda pobre que no aceptaba un "no" por respuesta, sino que seguía pidiendo ayuda a un juez injusto una y otra vez, hasta que finalmente lo agotó y él la ayudó. Posteriormente Cristo continuó diciéndonos que nuestro Padre Celestial está mucho más dispuesto a escucharnos, porque somos Sus propios hijos (Lucas 18:2-7).Todas somos hijas o madres, y podemos entender cuánto desea Dios que hablemos con Él y le hagamos saber cuáles son nuestras necesidades. Es emocionante entender que Dios quiere ser nuestro Ayudador en todos los sentidos y quiere que oremos sin cesar. Y, a medida que continuamos pidiéndole a Dios Su ayuda en esto, también se nos dará aún más de Su fuerza y paz para que realmente no estemos “Por nada…afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).


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