El poder de la oración Mayo-Junio de 2007 Roderick C. Meredith Cuando usted se encuentra enfermo o con problemas, probablemente ora. ¿Pero tiene la fe y el entendimiento para dejar el asunto completamente en las manos de Dios, sabiendo con toda certeza que Él librará a sus hijos de enfermedades y dificultades de todo tipo? Son muy pocos lo que tienen esta clase de fe y entendimiento. Cuando pensamos que no tenemos la sabiduría o la capacidad para resolver nuestros problemas, nos sentimos frustrados y descontentos. Posiblemente olvidamos o ignoramos el hecho de que tenemos todo el derecho de acudir al Creador Supremo del Cielo y la Tierra en busca de ayuda para nuestros problemas. Si hacemos nuestra parte, la sabiduría y el poder más grandes del universo estarán siempre acompañándonos. Jesucristo nos dio un ejemplo perfecto “para que [sigamos] sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Llevó una vida plena y abundante, vida que, si bien terminó pronto, estuvo llena del amor y el poder de Dios. Él sabía cómo acudir y mantenerse en contacto con el Poder Supremo del universo.
CRISTO, NUESTRO EJEMPLO Se imagina usted a Jesucristo dudando de la compañía y protección constante de Dios? Esa es precisamente la actitud que demuestran la mayoría de quienes se dicen “cristianos”. ¿Acaso confían completamente en que Dios los sanará cuando están enfermos, o que los rescatará de una catástrofe, o que los bendecirá en lo material además de lo espiritual? ¡De ninguna manera! No tienen aquella misma fe que manifestaron los apóstoles de Cristo, testigos presenciales de que Cristo, al contrario de la mayoría, sí esperaba la intervención de Dios para la sanidad de los enfermos, para la expulsión de los demonios y aun para aquietar una tormenta en el mar. Los apóstoles de Cristo anhelaban ese mismo contacto íntimo con Dios, y nosotros también debemos anhelarlo. Por los frutos de Cristo, los apóstoles sabían que Jesús comprendía la manera correcta de acercarse al Dios Eterno y de acudir a su poder como ayuda en toda situación difícil. Es muy importante que acudamos a Dios de la manera correcta. ¡Es algo que usted y yo debemos estar aprovechando cada día de nuestra vida! ¡Es algo que puede darle un nuevo sentido y poder a nuestra existencia!
Sucede; sin embargo, que muchas personas de diversas religiones, incluidas muchas que se dicen “cristianas”, buscan a Dios de la forma incorrecta. Recordemos que Cristo es nuestro ejemplo. Él sabía perfectamente cómo acudir a Dios. ¡Su forma de hacerlo produce resultados!
CRISTO NOS ENSEÑA A ORAR En Lucas 11:1–4, leemos que los discípulos le preguntaron a Jesús la manera de establecer una comunicación apropiada con Dios. “Señor, enséñanos a orar”, dijeron. Las personas no saben cómo orar si no se les enseña. Entonces Cristo les dio una oración “modelo”. Un ejemplo de oración que trae resultados. Analicemos este ejemplo perfecto. La oración está dirigida al “Padre nuestro que” está “en los cielos”. Cuando usted ore, piense en Dios como su Padre. No es el Padre suyo únicamente sino el “Padre nuestro”. Recuerde que hay otros que buscan servir a su Creador y Padre Espiritual, y que Dios nos ama a todos mucho más de lo que podría amarnos un padre humano. ¿Acaso su padre humano lo dejaría sufrir y morir por enfermedades si tuviera algún modo de evitarlo? ¡Desde luego que no! (Salmos 103:3; Santiago 5:14-15). Reclame las promesas de Dios cuando ore, y piense en Él siempre como su Padre. “En los cielos” nos recuerda que Dios no es un padre cualquiera, sino uno que tiene todo el poder y que merece adoración. Cuando oramos al Dios verdadero, debemos hacerlo con ánimo humilde y reverente. “Santificado sea tu nombre” nos indica que el nombre de Dios, y todo lo que ese nombre representa, merece nuestra reverencia. El nombre de Dios será el nuestro un día, si vencemos y nacemos de Él. Ese nombre encierra autoridad para gobernar. Es preciso respetarlo en todo momento.
QUÉ PEDIR “Venga tu reino” es la primera petición en este ejemplo de oración perfecta. Primero que todo, aprendamos a orar por el Reino de Dios, o sea su gobierno, que vendrá a la Tierra. ¿Cuántas personas que se llaman “cristianas” realmente desean que Dios gobierne su vida? La mayoría de las personas de mente carnal emplean todo recurso imaginable para evadir la verdad de que Dios es el Gobernante Supremo. Los cristianos deben rogar que Dios gobierne sobre la Tierra. Solo entonces veremos la paz y felicidad que tanto busca y anhela el ser humano (Isaías 11). “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, nos enseña a someter nuestra voluntad a Dios al orar, reconociendo su imperio y su autoridad. Recuerde que Dios sabe qué es lo mejor. Nosotros debemos estudiar la palabra de Dios para aprender los principios de su voluntad y poder orar conforme a ella. El apóstol Pablo escribió: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:17).de
Beba la palabra de Dios a fin de que pueda empezar a pensar como Él piensa y que la voluntad divina se incorpore como parte de su carácter. “Haya, pues, en vosotros este sentir [mente] que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Entonces automáticamente orará conforme a la voluntad Dios, tal como se revela en la Biblia, y sus oraciones tendrán respuesta. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, indica sin duda que Dios quiere que oremos por nuestras necesidades materiales. Notemos; sin embargo, que no se trata de pedir grandes riquezas, sino nuestro pan de cada día. Dios ha prometido suplir toda necesidad (Filipenses 4:19). Su voluntad es que prosperemos y tengamos salud (3 Juan 2), pero las grandes riquezas pueden ser un tropiezo para la fe. Recuerde, pues, el ejemplo de Cristo de pedir únicamente el pan de cada día y no necesariamente varios años de sustento por anticipado.
¡PERDONE A SU PRÓJIMO Y RESISTA A SATANÁS! “Y perdónanos nuestras deudas (pecados), como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Podemos pedir el perdón de Dios, solamente si antes hemos perdonado a los demás. Cuando se arrodille delante de Dios en oración, no lo haga con sentimientos de rencor ni odio. Si no puede deshacerse de esos sentimientos, pídale primero a Dios que lo limpie y remplace el espíritu de odio con su Espíritu de amor. Ese amor es caritativo y paciente con los demás. Se siente maravilloso saber que uno no odia a nadie. Que a nuestra manera, aunque sea torpemente, procuramos mostrar amor a todos. Dios escucha y responde las oraciones de quienes tienen esta actitud. “Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Dios mismo no tienta a nadie (Santiago 1:13). Sin embargo, sí permite que seamos tentados por Satanás y por nuestros propios deseos. Oremos constantemente, rogando que Él no nos deje caer ni participar de ninguna tentación, que nos dé el poder espiritual para dominar cualquier mal deseo. Pídale a Dios cada día que le dé fuerzas para “resistir al diablo” y que él huya de nosotros (Santiago 4:7). “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). ¡Satanás hará todo lo posible por hacernos tropezar día y noche! Pídale a Dios fuerza y fe.
PEDIR LO NECESARIO Jesús continuó su enseñanza sobre la oración con una parábola (Lucas 11:5–13). Mostró que si tenemos verdadera necesidad, como el hombre que tuvo una visita inesperada, podemos estar seguros de que Dios responderá nuestra oración, siempre que nos entreguemos completamente a su misericordia.
Jesús les dijo a sus discípulos: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (v. 13). Dios está totalmente dispuesto a dar de su Espíritu a quienes respondan a su llamada. ¿Necesita usted sabiduría, conocimiento, fe y amor? Todos estos son dones o regalos del Espíritu Santo (1 Corintios 12; 13). Pídale a Dios estos regalos. Él está tan dispuesto a darlos, como usted de alimentar a su propio hijo cuando tiene hambre. Esta es su voluntad. ¡Pídalo con fe!
DOS ERRORES PARA EVITAR En su sermón del monte, Cristo mostró que Él espera que sus seguidores le oren a Dios (Mateo 6:6–8). Nótese que Jesucristo no dice: “Si oras”, sino que dice: “cuando ores”. Jesucristo sabía que todo el que sirve a Dios de verdad, ora con frecuencia. ¿Lo hace usted? Jesucristo advirtió a sus discípulos que no oraran “para ser vistos de los hombres”, sino que fueran a “su aposento” y allí, a puerta cerrada, hablaran con su Padre Celestial. Cristo enseñó que está mal hacer oraciones largas delante de los demás para hacerse notar (Mateo 23:14). Los que oran con esta actitud están desobedeciendo a Dios. Usted probablemente ha oído a los miembros de diferentes religiones, algunas de ellas “cristianas”, repetir las mismas oraciones una y otra vez, pero Cristo dijo: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:7). Las oraciones memorizadas, entre ellas el “Padre Nuestro”, acaban por perder sentido y sinceridad. El “Padre Nuestro” no se repite en ninguna parte del Nuevo Testamento. Los apóstoles no lo repetían. Jesús lo dio como un esbozo o ejemplo de lo que debían ser nuestras propias oraciones. Las iglesias del mundo se equivocan al practicar la repetición de una oración semana tras semana. Evite este error. Cuando dé las gracias por la comida en la mesa, procure no hacerlo siempre con las mismas palabras. Cuando usted ore, que no sean simples palabras. Piense en sus bendiciones y necesidades y ore de corazón.
JAMÁS SENTIR VERGÜENZA No hay que orar para “ser vistos de los hombres”, ¿pero acaso eso significa que lo hagamos en el mayor secreto, como quien siente vergüenza de orar? ¡De ninguna manera!
Muchos “niños en Cristo” se ven en este problema. Temen orar con la frecuencia debida ¡para que no se enteren los demás! ¡Deje ese temor! ¿Acaso la cercanía de su esposo, esposa o hijos debe impedir que usted mantenga un contacto íntimo con su Dios Creador? ¡Claro que no! En el Evangelio de Lucas hay dos ejemplos en que Cristo, nuestro ejemplo perfecto, oró a corta distancia de sus discípulos, sabiendo ellos dónde estaba y qué estaba haciendo (Lucas 9:18, 28). ¡No sienta vergüenza si alguien sabe que usted está orando! Simplemente cuídese de orar “para ser visto de los hombres” y procure retirarse a un aposento u otro lugar privado donde no haya distracciones. Cuando Jesús se quedó en la casa de Pedro con sus discípulos, “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35). Usted sí puede estar a solas con Dios, si sigue el ejemplo de Cristo ¡y busca la manera de hacerlo!
QUÉ POSICIÓN ADOPTAR En la Biblia vemos personas orando en diferentes posiciones. Pero siempre vemos que la oración privada y personal es de rodillas. Siempre ha sido costumbre hincar una rodilla delante de un rey u otro gobernante en señal de respeto y estimación, pero la Biblia deja claro que delante de Dios debemos hincarnos en ambas rodillas en actitud de reverencia y adoración. 1 Reyes 8:54 y Esdras 9:5 nos dan ejemplos de una posición muy apropiada para orar. Notemos que Salomón y Esdras se pusieron de rodillas y extendieron las manos al Cielo, hacia Dios. Esta es una posición de humildad y súplica, y una que se presta para la oración ferviente. Es posible que Dios no responda las oraciones soñolientas que mascullamos entre bostezos en la cama justo antes de quedar dormidos. Si usted realmente desea una respuesta, debe estar dispuesto a levantarse de aquella cama para orar con fervor delante de su Creador. En privado, Jesús “puesto de rodillas oró” (Lucas 22:41). En nuestras oraciones personales debemos ponernos de rodillas delante de Dios y orar con fervor (Santiago 5:16).
FRECUENCIA DE LA ORACIÓN En Hechos 13:22, leemos que David fue un varón conforme al corazón de Dios. Muchos de los Salmos son simplemente oraciones de David. Él oraba a Dios no solamente en momentos de dificultad, sino también para pedir su guía, o para agradecerle por su ayuda. En todas las circunstancias, David acudía a Dios en oración. No piense jamás que está “molestando” a Dios al compartir con Él sus alegrías y problemas. Hable con Dios con frecuencia, en todas las circunstancias. Este es sin duda uno de los principales elementos que hicieron de David un varón conforme al corazón de Dios.
Si usted desea ser hijo o hija de Dios, entonces acérquese a su Padre Celestial y conózcalo. Hable con Él con frecuencia. Cuéntele su vida. David escribió: “Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré, y él oirá mi voz” (Salmos 55:17). David se presentaba delante de Dios para orar tres veces al día. Leemos también que el profeta Daniel “se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6:10). Estos ejemplos no son órdenes, pero sí muestran sin duda que arrodillarse a orar tres veces al día es un buen modo de traer a Dios a nuestra vida. “El que tenga oídos para oír, oiga”. El apóstol Pablo enseñó a los tesalonicenses a “[orar] sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Esto significa que no debemos jamás descuidar la oración continua en nuestra vida diaria. También muestra, junto con muchos otros pasajes, que debemos andar siempre en actitud o espíritu de oración. Hable con Dios al cumplir sus labores o distracciones. Pídale que dirija todos sus pensamientos y acciones. Cuando sienta que se le acaba la paciencia, o si tiene dudas sobre cómo actuar, haga una pausa y piense: “¿Jesús haría eso?” Pídale a Dios que le muestre la respuesta y estudie la Biblia para saber lo que Dios espera de usted. Luego pídale la sabiduría, la fe y el poder para hacer lo correcto. ¡Este sencillo proceso le cambiará la vida! Su vida tendrá más sentido y más felicidad.
¿CUÁNTO TIEMPO ORAR? La oración debe ser una de las actividades más importantes y más satisfactorias de la vida. Si usted realmente ama a Dios como su Padre, entonces deseará pasar mucho tiempo en conversación con Él. Su alimento espiritual le llega por la comunicación con Dios mediante el estudio bíblico y la oración. La mayoría de las personas pasan por lo menos dos horas diarias preparando y consumiendo el alimento físico. ¿Acaso el “alimento espiritual” es menos importante? ¡Pase más tiempo adquiriéndolo! El tiempo es precioso. Use su tiempo allí donde cuenta. Más vale perderse algunas comidas físicas, ayunando de vez en cuando, que andar “demasiado ocupado” y no dedicar tiempo para beber de las cosas espirituales de Dios. ¡Ese es el propósito mismo de su vida! A veces habrá que pasar una sesión larga con Dios. Cristo oró toda la noche antes de escoger a sus doce apóstoles. Cuando usted tenga una decisión grande para tomar, o cuando tenga un problema serio, recuerde aquel ejemplo. En una crisis así, pase tiempo largo en la presencia de Dios. Ore con todas sus fuerzas. Dios lo escuchará y será una experiencia que usted jamás olvidará.
¿QUÉ DECIR EN LA ORACIÓN? ¿Le cuesta saber qué temas tratar en la oración? Primero que todo, recuerde sus bendiciones y agradezca a Dios por “toda buena dádiva y todo don perfecto”. ¡Cuán poca gratitud expresan la mayoría de las personas por el amor sin límite de Dios! Luego estudie la Biblia para saber qué decían los siervos de Dios en sus oraciones. Quite la mente de sí mismo de vez en cuando. El apóstol Pablo pidió a los efesios que oraran por los santos y por él, siervo de Dios (Efesios 6:18–20). Dijo que recordaba a la iglesia en Filipo en todas sus oraciones (Filipenses 1:4). Aplique estos principios rogando por los ministros de Dios, por su Obra y por su verdadera Iglesia. Cada uno de nosotros tiene su parte en la gran Obra de Dios, no solo aportando lo debido en diezmos y ofrendas, sino también clamando a Dios día y noche para que guíe y proteja a sus siervos. Los ministros de Dios son simples seres humanos, ¡pero tenemos que cumplir una labor que excede a nuestro poder humano! ¡Necesitamos sus oraciones!
EL PODER DE LA ORACIÓN Cuando se presente una crisis, cuando se halle enfermo o afligido, ¡sepa que Dios es un Dios de poder! Usted puede aprovechar aquella fuente suprema de todo poder arrodillándose en un lugar privado y rogándole a Dios con humildad que intervenga y le ayude. Aprenda a confiar en que habrá una respuesta. Dios se revela como un ser real: un Dios que vive y actúa. ¡Crea lo que Él dice!