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APRENDER A ORAR, PARA APRENDER A VIVIR. No. 147. Concédenos Señor, el don de la sabiduría y de la autocrítica. “El hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás”. (GS 12) Es imposible descubrir y aceptar el misterio del hermano, si antes no se ha descubierto y aceptado el misterio de sí mismo. Yo soy yo mismo y al conseguir la percepción de mí mismo, tengo la sensación de que soy diferente a todos los demás. Cuando decimos el pronombre personal “yo”, pronunciamos una palabra sagrada después de la palabra Dios. Nadie en la historia del mundo se experimentará como yo, y yo nunca me experimentaré como los demás. Yo soy uno y único; los demás, por su parte, son así mismo. Quien no sabe decir “yo”, nunca sabrá decir “tú”. Perdonar a los demás es relativamente fácil. Perdonarse a sí mismo es mucho más difícil. Resultado: nunca acabamos de conocernos, necesitamos de la Sabiduría Divina para reconocer quiénes somos y pedir incansablemente al Espíritu Santo el don de la autocrítica, para saber juzgarme, aceptarme y reconocerme como un ser grande y amado por Dios. (Continuará: No.148. Breve historia de una fraternidad).
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