Concurso de Cuento 2016

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CONCURSO DE CUENTO ESCUELA INTERAMERICANA DE BIBLIOTECOLOGÍA

GANADORES 2016


CONCURSO DE CUENTO ESCUELA INTERAMERICANA DE BIBLIOTECOLOGÍA

GANADORES 2016

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INTRODUCCIÓN

TERCER PUESTO ESA MAÑANA

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SEGUNDO PUESTO MI VOZ

PRIMER PUESTO EL SILENCIO DE MI MADRE


INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN “La literatura es lo mejor que se ha inventado para defenderse contra el infortunio”. Mario Vargas Llosa Cartas a un joven novelista Un concurso de cuento tiene una similitud con los concursos de la televisión: se seleccionan los mejores para escoger, entre estos, el mejor. Pero tiene también varias y marcadas diferencias: y es que para escribir un cuento se requiere, no solo de talento, sino de un buen conocimiento de la lengua, de mucha imaginación y de habilidades en creación literaria. Cada uno de los participantes en este concurso ha puesto toda su imaginación, sus conocimientos y su empeño para dar esos primeros pasos en la creación literaria, pero como todo concurso, uno solo se lleva el primer premio. Por eso queremos agradecer a los 13 participantes, quienes generosamente presentaron su obra y dejaron en manos del jurado la decisión de escoger los mejores. Como sabemos, en literatura todo es subjetividad. Así que los jurados tienen, a partir de sus gustos, sus conocimientos y sus experiencias literarias, la decisión de escoger a los ganadores. Es obvio que la calidad y la profundidad del texto importa mucho más que los pareces de los jurados, pero al encontrar varios textos realmente bien logrados, se ven obligados a escoger solo uno.


INTRODUCCIÓN

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INTRODUCCIÓN

Aprovecho entonces el momento para agradecer, en nombre de la Escuela, a los dos miembros del jurado: la profesora Ligia Alzate y la bibliotecóloga Alejandra Navarro. A las dos, muchísimas gracias. A las Directivas de la Escuela, por permitirnos darnos el gusto de realizar este concurso y brindarnos el apoyo necesario, mil gracias. Desde la Coordinación de Bienestar Universitario de la Escuela, nos acompañó, de principio fin, en todos los aspectos y con toda la eficacia, la psicóloga Paula Gómez. Su capacidad de trabajo en equipo y su asertividad hicieron que este concurso llegara a buen fin. María del Cármen Ossa Profesora de la Escuela Interamericana de Bibliotecología | Organizadora del Concurso de Cuento EIB 2017


TERCER PUESTO

ESA MAÑANA

YEFFERSON MINOTA COPETE

Nació en el departamento del Chocó hace 22 años y hace 11 vive en Medellín. Del 2006 al 2009 estudió su educación primaria en la Institución Educativa Samuel Barrientos Restrepo, sección Escuela El Socorro en el barrio San Javier. Del 2010 al 2016 cursó su educación secundaria en la Institución Educativa Manuel José Cayzedo. En el 2011 participó en el primer Encuentro Juvenil de Poesía, organizado por la Corporación Festival Infantil de Poesía, como resultado del cual publican dos de sus poemas: Mi color de piel y Viví. Actualmente es estudiante de segundo semestre de Bibliotecología en la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia


ESA MAÑANA

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ESA MAÑANA

ETEPOC ATONIM NOSREFFEY

En esa mañana fría, empañada de aquella melodía, dada por cantos iracundos de pájaros tristes por la ausencia prolongada de quién se ama, se filtraba en el aire y a ella la despertó de un sueño casi perfecto: soñaba que perseguía un aroma a rosas, el cual la conducía por un camino recto rodeado de rosas negras, de igual belleza a la brisa que ahora tocaba su rostro impregnado de un misterioso frenesí. Alguien la esperaba al final… Su mirada ansiaba el momento del encuentro, tan lejano y tan cerca. Sus pasos apresurados y a la vez tímidos corrían, quizá intentando dejar el pasado. Pero el furor de los pájaros de ritmo casi sepulcral, la sacó de ese mundo de ensueño abruptamente, negándole la oportunidad de volver a vivir la felicidad pérdida. Ella de aspecto lánguido, su cara alargada, mientras sus ojos de un verde tenue transmitían con nostalgia su belleza. De nariz aguileña. Dueña de unos labios perfectamente delgados… tiernos. Su pelo negro y coqueto que entre sus manos se deslizaba. Se confundía su vestir blanco que bailaba con el viento cómplice, con el níveo color de su piel, mientras permanecía aún en su lecho. Se levantó de la cama y se dirigió a la ventana, por donde entraba la luz del día, queriendo descubrir cuál era la razón de tan triste canto. El día empezaba a nacer, pero ésta vez, a diferencia de otras veces era opaco. El viento se sentía apresurado en su andar, las flores y los árboles todavía dormían. Poco a poco la escasa luz desaparecía y el día se tornaba gris, casi oscuro y el canto colérico, a veces lúgubre de los pájaros aumentaba. Ella, acompañada por la soledad de los días pasados y la angustia del presente, lloró la desilusión que le causaba la vida, lloró un amor con las fuerzas de un corazón baldío, desprovisto de toda sensación agradable al alma, su alma…


ESA MAÑANA

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ETEPOC ATONIM NOSREFFEY

Entretanto, los dioses peleaban en el cielo, Zeus lanzó un rayo y la lluvia se precipitó. El cielo, también lloraba por algo. Las horas detenidas en el reloj de la pared que se encontraba en la habitación, desesperaban. Era como si el tiempo ya hubiese acabado y se estuviera viviendo un tiempo adicional, el tiempo en el limbo. Confundida pensó que estaba soñando; pero su sueño había terminado, ahora estaba frente a la vida real, ¡viviendo! Salió al vacío total, entre la tierra y el cielo. Suplicó a su dios por una respuesta que le reconfortara el dolor en el alma, en consecuencia, el silencio se apoderó de aquel momento y ella lloró aún más, lloró cómo nunca antes. Su llanto y el canto de las aves formaban una nueva y extraña melodía llena de melancolía y el aire se volvía insoportable, su respiración se agitaba. Llegó a su mente la reminiscencia de alguien, cual espejismo en el desierto, quiso gritar su nombre con todo el aire de sus pulmones, pero calló. Comprendió que hacerlo era inútil y fuerzas ya no le quedaban, se le habían desvanecido. Encima de la tierra se encontraba gimiendo lo que ya había comprendido y sabía que pasaría, sin ninguna alternativa más que el final. La brisa reposaba sin alas en las ramas de los árboles mojados, testigos mudos de tal situación. El frío rompía su piel suave y delicada como pétalo de rosa lleno de rocío, herido en un intento de florecer. - Te espero en las noches de luna- pronunció una voz de ensueño, proveniente de algún lado o tal vez de ninguno. -Mi amor nunca te dejó, a tu lado siempre se quedó. En el rostro de ella se dibuja una leve sonrisa sin esfuerzo, justo en ese entonces el canto frenético de los pájaros se desvaneció.


ESA MAÑANA

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Después de un largo rato, en silencio contemplando bajo la lluvia el fallido nacimiento de la mañana, pronunció algunas palabras, quizá para calmar lo que sentía. - Me iré con el eco que me ha causado el no tenerte, perderte mi amor, fue como morir, también. Me refugiaré en el aliento de tus palabras y me acostaré a esperarte en el extenso manto de tu ausencia, ahora y para siempre. Al terminar de pronunciar esas palabras, ella cerró los ojos, su brillo se apagó y cayó, tal vez en un sueño profundo, del cual no ha podido saber si regresó. En aquel instante el aroma de las flores invadió la comarca entera y… fue tan profundo el sentimiento, que hasta las piedras conmovieron su interior. En ese instante, la lluvia terminó y la mañana nuevamente volvió a nacer, la vida siguió su camino, pero una herida se abrió en medio del tiempo.

ETEPOC ATONIM NOSREFFEY


SEGUNDO PUESTO

MI VOZ

NATALY NIETO ARANGO

Nació el 18 de julio de 1989 en Itagüí, Antioquia. Actualmente es estudiante de tercer semestre de Bibliotecología en la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia. Es beneficiaria del Sistema de Estímulos Académicos -SEA- como auxiliar administrativa en la Biblioteca Carlos Gavia Díaz.


MI VOZ

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MI VOZ

OGNARA OTEIN YLATAN

Faltan tres minutos para las tres de la mañana. El viento helado sopla con fuerza, danza entre los árboles del parque llevando entre sus remolinos hojas oscuras, que se mueven con gracia al tiempo que reproduce una melodía sin sonido alguno. Lo que tararea no es una tonada para los oídos superficiales de los mortales. Es una sinfonía de bienvenida, de despedida, de lastima, de soledad hecha espacialmente para mí. Contemplo la esencia que me rodea la cual tranquilamente se expande y se mezcla con la noche. Las luces de la ruta por la que transitan los humanos no alcanzan a tocarme, mi sombra recorre el ambiente, se confunde con las estrellas, con el parque, con los árboles, con el viento, con el tiempo, el espacio y la banca en la cual me encuentro sentado. El reloj de la catedral a un costado de la calle anuncia las tres de la madrugada. En el fondo del camino aparece de repente una silueta de alguien que camina con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en los adoquines del suelo. Es un joven. La cabellera negra es rápidamente revuelta por el viento, su cuerpo se contrae por el frío por lo que se detiene. Su mirada se queda perdida en algún punto de la oscuridad y una lágrima rueda por su mejilla. Lo observo neutralmente. La humanidad olvido en algún punto de su historia como ser misteriosa, enigmática, interesante; ahora ellos se encuentran llenos más que nada de desesperación. Sin embargo, al tiempo que se me cruza ese pensamiento el joven mueve su vista alrededor del parque y se nota su inquietud. Saca las manos de los bolsillos, frota sus dedos, tiembla. Comienza a caminar a prisa y cruza delante de mí. El reloj vuelve a sonar reiterando la hora, siguen siendo las tres de la mañana. El joven se ha detenido nuevamente, pero está vez está parado justo enfrente de mí y me observa. En sus ojos puedo ver de forma clara mi incorpórea forma


MI VOZ

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OGNARA OTEIN YLATAN

danzar, la sombra de mi existencia se mueve allí en sus pupilas siendo captada por algún motivo que no alcanzo a comprender. Está asustado. Las piernas le tiemblan, el color se ha ido de su rostro pero no puede dejar de observarme. Naturalmente, yo tampoco. Lentamente, al pasar los minutos su expresión inicial de asombro es reemplazada por una de tristeza, sus ojos se llenan de lágrimas y sin hacer sonido alguno comienza a sollozar. No es difícil saber las razones por las que un humano sufre. El sufrimiento parece ser al mismo tiempo su impulso para vivir, sino existe igual inventarán una razón para tener un problema; un extraño método de sobrevivencia que parece más una enfermedad. Al tiempo que pienso en ese detalle observo su postura desconcertada, se lleva las manos al pecho y comienza a caminar de un lado al otro como si le hubiese picado un insecto. Es notorio el hecho de que no es capaz de serenarse, de sentarse, pensar y reflexionar. Quiere una solución ya, quiere que alguien venga y le diga que puede hacer, que le diga que está ocurriendo, y lo principal, que por favor sea algo que sencillo de hacer y de entender. Para completar en un momento se tapa los oídos y me mira completamente desubicado. Es patético. Los humanos no piensan en sus soluciones, ni las buscan completas, ni las quieren escuchar, solo hacen las cosas atropelladamente y después se quejan de lo mal que les trata la vida. -Eso es cierto…- susurra de repente y deja de moverse como si una corriente de electricidad le hubiese alcanzado. Esto me desconcierta. Su mirada se queda fija en un punto como si estuviese meditando profundamente sobre algo que apenas acaba de descubrir. Suspira frustrado para después llevarse la mano al rostro y mover la cabeza, inhala, aprieta el puño de su mano derecha decidido. Es en ese momento que deja de llorar, me mira y sonríe. Se mueve lentamente hacía la banca en la que me encuentro; tiembla de pies a cabeza porque claramente le causo terror, a cualquiera le asusto, más en esta época, pero aun así se sienta y observa con una calma familiar la oscuridad. Su aura se va modificando, la


MI VOZ

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desesperación va desapareciendo y por fin se deja envolver por la esencia tranquila del entorno. Noto su respiración pausada. El sentimiento que le invadía parece haberse esfumado al menos en este instante. Decido entonces compartir el correr de las horas de la madrugada con el mortal. El viento reinicia su danza, el momento anterior se instala nuevamente, el tiempo, la noche, las estrellas, la oscuridad, el parque, los árboles, el joven y yo. A medida que se acerca al amanecer debo decir que es extraño, sin duda. Es difícil para mí como el silencio recordar la última vez que un humano pudo escuchar sinceramente mi voz.

OGNARA OTEIN YLATAN


PRIMER PUESTO

EL SILENCIO DE MI MADRE

LIZETH ANDREA ARISTIZÁBAL AMAYA

Nació el 25 de mayo en Medellín, Antioquia y creció en el barrio El Salvador. Actualmente es estudiante de séptimo semestre de Bibliotecología en la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la Universidad de Antioquia, disciplina por la cual siente una gran pasión.


EL SILENCIO DE MI MADRE

EL SILENCIO DE MI MADRE

AYAMA LABÁZITSIRA AERDNA HTEZIL

Esa noche de mayo hubiera preferido cenar en mi cuarto, pero mamá dijo que era de mala educación encerrarme y despreciar la presencia de los demás, y yo, evitando escuchar el mismo discurso de siempre, terminé cenando con ella y mi padrastro; el silencio al igual que otras noches fue nuestro constante invitado, en nuestra mesa solo se escuchaba el sonido de los cubiertos. Yo evitaba alzar la vista pues temía encontrarme con la mirada egocéntrica de mi padrastro así que con mis ojos puestos en el plato, intenté terminar mi comida de forma rápida para poder ir a mi cuarto, el refugio donde no tenía que verlo. Que diferente era la vida con papá-pensaba yo mientras cogía con un tenedor uno de los tomates que mamá había puesto en mi plato. Un fuerte golpe en la mesa interrumpió mis pensamientos. Cuando alcé la mirada me encontré con los ojos de aquel hombre posados en los míos, y con voz fuerte me dijo que esa forma de comer no era la apropiada, que lo molestaba bastante. Asentí con la cabeza para darle a entender que no me oponía a sus comentarios. Sentía miedo. Intenté acabar mi comida pero mis oídos escucharon nuevamente aquella prepotente voz, esta vez señalando que mejor me fuera para mi cuarto. Si, era cierto que allá es donde quería estar, pero las causas injustas de aquel castigo y la superioridad de aquel hombre ante la presencia de mi madre y la mía, fueron determinantes para que aún ante su mirada un llanto fluido comenzara a salir de mis entrañas. Sentía vergüenza. Presentía la mirada triunfante de mi padrastro posada en mí. Mamá se paró de su asiento y con un gesto de compasión me acarició la cabeza, pero su silencio me dolía aún más, su silencio me confirmó que estaba sola, su silencio me otorgó

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EL SILENCIO DE MI MADRE

AYAMA LABÁZITSIRA AERDNA HTEZIL

el impulso de dejar la mesa y subir corriendo a mi cuarto. Abrí la puerta y luego dejé que mi cuerpo reposara en mi tibia cama. El llanto fluyó con más fuerza. Lloré por esa noche, por el humillante momento que había acabado de vivir, lloré por el silencio de mamá. Pero sobre todo porque al día siguiente todo sería igual, la vida seguiría y aún sin querer, también yo tenía que hacerlo. Hice mucha presión con la almohada sobre mi rostro, como queriendo depositar mi tristeza en aquel bulto de algodón. Y en medio del llanto, la impotencia y el miedo, me fui quedando dormida, anestesiando así mis penas también. La noche debió ser larga o debió compadecerse de mí, porque cuando el sol asomó por mi ventana iluminando mi habitación, sentí una especie de energía poco común, la esperanza de un mejor día me otorgó una efímera alegría. Afuera de mi habitación escuchaba a mamá cantando una canción de la radio, lo hacía con tanto entusiasmo, que era imposible creer que fuera la misma mujer melancólica y ausente de la noche anterior; mi padrastro en cambio debió salir temprano para su trabajo, porque no lograba escucharlo. Todo estaba tranquilo esa mañana, luego mamá tocó a mi puerta; con un tono de voz dulce me dijo que debía levantarme pues llegaría tarde al colegio. Aquella expresión de ternura me otorgó una sensación de alegría. Me levanté, salí de mi habitación y me senté en el comedor. Quería mencionarle a mamá lo sensible que había estado la noche anterior, y lo mucho que me había dolido su silencio, pero mis intenciones se desviaron cuando vi que seguía cantando; pensé en lo feliz y diferente que se veía cuando no estaba aquel hombre en la casa y no me sentì en condiciones de dañar aquel momento recordando los sucesos ocurridos durante la cena. Estaba tan bella. Pero luego mamá interrumpió su canto para volver a llamarme, con el mismo tono de dulzura repitió las mismas palabras de hace un rato “cariño, vas a llegar tarde si no te levantas pronto”.

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EL SILENCIO DE MI MADRE

AYAMA LABÁZITSIRA AERDNA HTEZIL

En ese momento pensé que aún no se había percatado de mi presencia y esa pequeña confusión me hizo sonreír, pero luego la ví pasar su mirada por el lugar donde yo permanecía sentada, y no dijo nada, nada. Inmediatamente rompì mi silencio. Le dije que había tardado en levantarme, pues había querido permanecer un rato más en la cama. Mamá no me respondía, comenzó a ignorarme como lo había hecho la noche anterior y entonces me sentí realmente enojada - le dije que no era justo que se enfadara por cosas tan insignificantes, que no era justa su indiferencia ante el trato que me daba mi padrastro, que ese mismo día me iría a vivir con papá nuevamente y que… Mamá alzó su voz nuevamente, me sorprendí pues volvió a llamarme para que me levantará - “vas a llegar tarde cariño” decía mamá. Mi enojo se convirtió en desconcierto, más aún cuando mamá hizo la expresión de quien acaba de recordar algo importante o más bien, de quien acaba de tener un presentimiento. Dejó la cocina y con paso rápido se dirigió a mi habitación, yo me paré de mi asiento y la seguí hasta allí. No me dio tiempo de preguntar por la causa de su extraño comportamiento pues mamá abrió la puerta del cuarto con un gran impulso. Luego todo fue confusión, gritos y angustia. El temor que reflejo su rostro me conmovió intensamente. Sin pensarlo, me lancé sobre ella y la abracé fuertemente, besé su rostro mojado por las lágrimas, y le dije que ya estaba mucho mejor, que durante la noche había reducido mi tristeza, pero mamá permanecía inmóvil; se paró del suelo bruscamente y se dirigió a mi cama... y entonces yo también me vi. Mamá me tenía en sus brazos, me sacudía fuertemente y lanzaba gritos confusos; cogió la almohada que permanecía a mi lado y la destrozó con sus propias manos. Yo seguía ahí, inmóvil y arrepentida, y en medio de la confusa escena recordé lo triste que me había sentido la noche anterior y el silencio de mi madre.

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