Concierto para escalera y orquesta

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Para Sergio. A.O.R.



yer subí a casa de la muchacha de los altos para invitarla al concierto de la orquesta sinfónica. —¡Magnífico! —dijo, y el crucigrama que estaba resolviendo fue a ha­ cerle compañía al pez en el fondo de la pecera.



i amiga le dio un beso a una rosa para que los labios se le tiñeran de carmín y, como no encontraba por ninguna parte la hebilla del pelo, echó mano a una tortuguita y se la prendió en la cabeza. —Lista —anunció—. ¿Nos vamos? —y me arrastró hacia la puerta.



ero al tratar de bajar descu­ brimos que la escalera del edificio había desaparecido. Ante nuestros zapatos se abría un profundo y lóbrego vacío. —¿A dónde puede haber ido? —nos pregun­tamos, consternados. Y en un segundo se nos ocurrieron mil respuestas diferentes: la escalera en la peluquería; la escalera viendo un partido de fútbol; la escalera en la playa, en bikini, tomando un baño de sol... Pero la tortuga-hebilla se apresuró a aclarar el enigma: esa tarde —preci­ samente esa— la escalera había ido al hospital a visitar a una prima suya que tenía fracturado el pasamanos. —¡BUFFFF! —resoplé, fastidiado, sentándome en el piso—. ¡Adiós concierto!



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