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Los nuevos escenarios del turismo
from Isleño 194
Una reciente encuesta de caracterización de las agencias de viajes y turismo receptivo, realizada por Anato y ProColombia, reveló que el segmento ‘naturaleza y aventura’ es, con un 79%, el nicho que mayor demanda genera seguido por el cultural y el de ‘sol y playa’. De manera que los pasos del turismo en San Andrés para alcanzar el modelo correspondiente deben darse prisa.
En virtud de lo anterior, empresarios, gobierno, prestadores de servicios turísticos (operadores locales y actividades de turismo receptivo), y la propia comunidad, en general, tienen que acelerar el cambio de chip del viejo modelo para poder adaptarse a estas nuevas y, al parecer, mayoritarias preferencias de los viajeros, según los sondeos mencionados.
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Ello implica el fortalecimiento de la oferta involucrando aún más el arte y la música, la arquitectura y el patrimonio histórico, la culinaria y el buceo, y las demás actividades que le son propias, para atraer a los turistas con tales perspectivas. Lo anterior demanda a todos dialogar y ponerse de acuerdo, hacer las inversiones necesarias y precisas para optimizarlas.
Sin embargo, el hecho axiomático de que no haya un aeropuerto en óptimas condiciones, por ejemplo, es causal del atraso en que se halla San Andrés en la carrera por ser un destino competitivo y rentable para
Apocalipsis zombi
Un zombi es una figura ficticia que anda las calles después de muerto y parece tener un solo propósito: “Lo hago porque puedo”. Y esta es la consigna, la única norma que parece regir cualquier decisión que tome, ya sea de alcance individual o colectivo, privado o público.
Por qué puedo, lo hago, y las consecuencias, las heridas y los damnificados no están en mi lista de responsabilidades. En una lucha salvaje por conquistar el bienestar individual, en las islas estamos viviendo una suer- te de ‘apocalipsis zombi’ donde todos estamos recluidos esperando con un mazo a ser atacados.
El que quiere, si puede, haya o no una ley que lo contradiga, hace lo que desea, se lleva lo que necesita y deja a su paso devastación sin miramientos. La lucha es individual hasta los tuétanos y, entre la mordaz ambición y la enorme laxitud ética que es ahora la norma, nos vemos en la calle sin saber si somos, o no, zombis para el otro.
Y si bien, siempre que despunta una carrera electoral, alianzas que son tan improbables como reversibles se muestran abundantes en todos los niveles, se empiezan a hacer exuberantes promesas mesiánicas y se enlistan los problemas como enumerando el diagnóstico las empresas y la comunidad toda. Por eso, el retiro creciente de rutas y aerolíneas no es un evento inesperado, es, en buena parte, una consecuencia de tal causa.
Estos cambios no son una alerta, más bien son resultado de un proceso que se veía venir y a los que San Andrés no les ha brindado la debida atención. Los recursos públicos para infraestructura, como los que se reciben por concepto de la Tarjeta de Turismo, no se han aprovechado debidamente. Y por ello, además, el pleno desarrollo del Archipiélago se ha quedado a mitad de camino.
De manera que fortalecer la oferta –como se vislumbra desde ya en varias iniciativas del sector pri- vado–, necesita del compromiso y la voluntad general. Y del sentido común, porque la masificación de visitantes parece haber llegado a su tope. Lo que envía el mensaje claro de que el producto de ‘sol y playa’, aunque sigue siendo un imán, hoy ejerce menos atracción en los viajeros de un moribundo, nadie está dispuesto a ceder de lo que ya es poco para el bien común.
Así las cosas, San Andrés podría verse en aprietos para permanecer dentro del circuito turístico mundial si no se adapta a las nuevas circunstancias. Y, probablemente, ahondará la crisis que por estos días se observa con la caída de la afluencia de visitantes, pues nadie querrá pagar tiquetes tan caros y no ver la diferencia que ello supone.
Aquí todo es posible, que se dilate la entrega de la Casa de la Cultura y se le de otro uso al edificio; que se desconozca el valor de una vida dedicada a la protección de la cultura y sin atención, se vulneren los buenos modales y la cortesía hacia un hombre mayor, que reacciona ahora, con nada más que tristeza…
Pero también que se consienta el tránsito atiborrado con la organización del estacionamiento de un parque automotor bastante sobrepasado; que se conviva con la inseguridad como patrón regular; que se proyecte un Plan de Ordenamiento Territorial para los próxi- mos decenios, teniendo en cuenta con especial cuidado necesidades particulares; todo es posible, excepto parece, una dirección consensuada e imparcial hacia un norte colectivo.
La diferencia con una batalla zombi, podría estar en que, de acuerdo a la mitología impuesta por las películas, los zombies persiguen cerebros para alimentarse, mientras que aquí, ese órgano no luce apetitoso y más bien resulta menospreciado; acá el discurso corre por los secretos íntimos sacados a la luz, por el matoneo vulgar y por la melaza que da la queja sin propósito.
Es en sí mismo un apocalipsis zombi, que ni siquiera cumple las normas mínimas de este, el apocalipsis zombi de los piratas egoístas.