Nueva Cenicienta

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LA CENICIENTA Cenicienta le pidió a su Hada Reina dinero para poder hacer un gran palacio y así vivir tranquila. El hada le dio todo el dinero que necesitaba y la Cenicienta fue a hablar con los albañiles para que lo construyeran. Al día siguiente los albañiles empezaron la obra. Pero pasó un año y la casa tan deseada seguía sin terminar de ver la luz . La Cenicienta estaba muy enfada con los albañiles porque era inadmisible que después de un año las obras no hubieran finalizado. Cenicienta, muy indignada fue a reñirle a los albañiles. ­­Necesito el palacio para vivir, y si no lo hacéis pronto no tendré donde meterme. ­­Son muy pocos los trabajadores y necesito más hombres para que la obra vaya más rápida. Espero poder contratar mañana una cuadrilla más grande y así seguro que termino la obra más pronto— le respondió el jefe de la obra. Al año siguiente los albañiles terminaron el palacio, pero a lo largo de esos días, semanas y meses la Cenicienta y el albañil­jefe se conocieron como amigos y entre ellos fue surgiendo algo más que una buena amistad hasta que se hicieron formalmente novios. Las familia de ambos estaban muy contentos por el noviazgo y pasados dos años se casaron y fueron muy felices, como suele ocurrir en los cuentos de hadas. Comenzaron a tener hijos hasta que llegaron a nueve y así termina su historia. COPETE


CENICIENTA

Cenicienta empezó a pedir por esa boquita a su Hada Reina: ­­Hada Carlota, me gustaría que me concedieses a mi príncipe azul. También un poco de ropa y dinero, que eso nunca está demás y más aún en los tiempos que corren. ­­Bueno… Cenicienta, me estás pidiendo demasiado, intentaré conseguirlo. Pero no es seguro que cumpla todos tus deseos. ­Pe… pe… pero,Carlota, me dijiste que te pidiese lo que me hicier falta y Pues yo… – le insistió Cenicienta con cara apenada. ­­Bueno, Cenicienta, me voy a buscarte algo. Adiós. Pasaron los días y el Hada Carlota no llegaba. Cenicienta la esperaba impaciente sentada en su cama hasta que una tarde fría y oscura llegó volando por la ventada del cuarto. Cenicienta se alegró muchísimo al verla y le gritó: ­¡Carlota! Pensé que ya no volverías. Qué alivio. ¡Puff! ­Cenicienta, lo siento pero me costó mucho encontrar a tu príncipe azul, aunque al final lo encontré. Tranquila. ­Muchísimas gracias, Hada Carlota, te lo agradezco de corazón. Carlota echó unos polvos mágicos y desapareció envuelta entre ellos diciendo: ­­Cenicienta, espero que te haya servido de algo mi ayuda, pero debo irme. Espero que te vaya muy bien tu vida loca —le dijo mientras sonreía a sus espaldas. Cenicienta se quedó desolada, y soltando algunas lagrimillas por esos ojos verdes se quedó dormida. Y nunca más se supo de ella. ¿Qué le habría hecho el Hada Carlota? Lo sabréis en el próximo capítulo, no os lo perdáis.

Eva Andrade


LA CENICIENTA El Hada Madrina leyó la cartilla a la Cenicienta y a sus hermanastras, pero estas no le hicieron ni puto caso, no le echaban cuenta. El hada insistió pero no había nada que hacer con aquellas incultas y feas así que les conjuró un hechizo para que le pudiera echar una bronca. Las niñas no pudieron hacer nada contra el hechizo y las tuvieron castigadas sin postre durante dos semanas. La Cenicienta, durante este tiempo, se enamoró de un chico llamado Mario, pero las hermanastras también lo querían y no consentirían que salieran juntos porque si no la Cenicienta no limpiaría más y además le quitaría su amor. Así que le dijeron que la fiesta era en otro lugar. Cuando la Cenicienta se presentó allí no había nada, solo un árbol muy grande y un enorme espacio desolador. Ese árbol tenía una pequeña bolsita en su copa.La Cenicienta intentó montarse en las ramas para cogerla, pero no podía. Vio una escalera y gracias a ella pudo acercarse a la bolsita y consiguió cogerla.. Miró para ver qué había y allí encontró unos polvitos. Ella no sabía que eran mágicos y los arrojó al suelo. De repente apareció el chico que le gustaba a ella. Las hermanastras no sabían que la Cenicienta estaba con él, pero cuando tuvieron noticia de esto, fueron corriendo al sitio donde la habían mandado y allí los vieron. Las hermanastras la mandaron a su casa a limpiar y Cenicienta agachó la cabeza y no volvió a ver a ese chico más. Cuando las hermanas Llegaron la Cenicienta, que estaba agotada, se había ido a dormir, pero sus malvadas hermanas la despertaron y la pusieron a limpiar toda la noche. Cuando terminó de hacer todas aquellas arduas tareas, alguien llamó a la puerta y ella, casi sin fuerzas, la abrió. Era su chico. Allí estaba frente a ella. Se quedó boquiabierta y sin dudarlo dos veces lo cogió de la mano y se marchó con él para siempre. La madre las reprendió de tal manera que no les quedó más remedio que ir a buscarla al árbol donde la habían enviado antes, pero allí no la encontraron; y en el mismo sitio apareció el hada madrina y las castigó con mandarlas a un sitio muy lejano del que nunca más regresarían.


MARÍA CENICIENTA María comenzó a pedir por esa boquita a su Hada Reina: ­Quiero que consigas para mí un principe azul, y ropa nueva, que la que tengo es vieja y muy estropeada. ­Tranquila, que tendrás tu ropa nueva y tu príncipe azul.Los buscaremos bien. ­Muchas gracias, hada, esa era mi ilusión. María, muy alegre, siguió limpiando como era su costumbre. Al día siguiente su hada madrina se presentó ante ella y le traía ropa de sus tiendas favoritas: Zara, Shana, Pull and bean, Mari Paz. ­¡Ay! Muchas gracias, me hace mucha ilusión toda esta ropa nueva y los zapatos. ­No hay de qué, pero aún me falta tu príncipe azul. Te aseguro que no lo he olvidado. Será bien guapo, el más guapo que podrías imaginar. ­Vale, muchas gracias confiaré en ti. Su hada madrina se fue del palacio, y horas más tarde se presentó con un príncipe rubio de ojos azules guapísimo, de buen cuerpo y de familia humilde pero con dinero. María, cuando lo vio, se quedó “flipando” al ver a ese rubio de ojos azules. ­ María, aquí tienes a su príncipe azul, te asegure que lo tendrías y bien guapo. ­Sí, mi hada, ya te dije que confiaría mucho en ti y gracias a dios no me has defraudado. El príncipe Antonio y María se presentaron y se dieron dos besitos ¡ Y SE GUSTARON UN MONTÓN ! María le dijo que se podía quedar a vivir en su palacio, que era de su madrastra, y el príncipe aceptó. María y Antonio vivieron felices y comieron perdices . Y Colorín colorado, este cuento se ha acabado.


La Nueva Cenicienta

Cenicienta comenzó a pedir por esa boquita a su Hada Reina. Primeramente, dinero para unos zapatos nuevos. A lo que el hada se negó pues eso no le solucionaría los problemas de su vida. Cenicienta, tras unos minutos de reflexión, decidió pedirle otro deseo, y le pidió un coche para ir a buscar a su príncipe. El hada se lo concedió y el coche apareció en la puerta de su castillo. Era un Mercedes rojo descapotable, tan brillante que sorprendería a todos los habitantes del reino, como llama de fuego entre los otros vehículos. Cenicienta decidió montarse y cuando llevaba varias vueltas a la manzana, y en vista de que no veía a su príncipe, pues parecía que la tierra se lo hubiera tragado, decidió irse para el castillo ya que tenía un hambre espantosa. Mientas Cenicienta comía con su familia llamaron a la puerta. ERA EL PRINCIPE que había ha venido a verla y a pedirle que fuera al baile de Año Nuevo con él. Obviamente aceptó. Por fin llegó la esperada noche del baile. Cenicienta estrenaba un traje de noche azul largo, y el príncipe un traje negro con una corbata roja. Se subieron al coche de caballos y se dirigieron al castillo del príncipe donde les esperaba toda su familia. La noche fue transcurriendo y Cenicienta se lo estaba pasando genial, pero antes de las doce la madrastra le había dicho que tenía que estar en casa. Cenicienta, muy triste porque no se quería ir de aquella magnífica fiesta, salió del castillo y se sentó en la puerta llorando. Pasó un rato y el príncipe estaba como un loco


llamándola ya que no la veía, decidió salir y allí estaba. El príncipe, preocupado, le preguntó qué le pasaba y la cenicienta se lo dijo, el príncipe decidió llevarla ya que su madrastra estaría muy enfadada esperándola. Así fue, eran ya casi las doce y los dos iban de camino al castillo, preocupados porque no les iba a dar tiempo comerse las uvas. Cenicienta, muy enfadada, le plantó cara a la madrastra y le dijo que era ya grandecita para llegar a la hora que quisiera y que por supuesto no se iba a ir de aquella magnífica fiesta. Su madrastra se dio por vencida y le dijo que hiciera lo que quisiera, que no se iba preocupar más por ella. Cenicienta se fue con su príncipe y se comieron las uvas muy contentos. Dos años después, el príncipe le pidió matrimonio y ella aceptó. Fueron muy felices y comieron perdices los dos juntos. Natalia Herrera (2º C)


CENICIENTA Cenicienta comenzó a pedir por esa boquita a su Hada Reina: ­Me gustaría viajar por todo el mundo, pero no puedo porque tengo miedo. ­¿Entonces qué te doy: dinero o te quito el miedo? –le preguntó el hada. ­Quítame el miedo. ­Hay muchos tipos de miedo: a la soledad, a la oscuridad, al paso del tiempo, a perder una amistad... ¿Cuál es el que tú tienes? ­Miedo a que mi familia me castigue porque no hago las tareas de casa ni las del colegio. ­Pero lo hacen por tu bien para que seas una persona responsable de tus actos. Cuando tengas hijos comprenderás lo que están haciendo por ti tus padres. ­Es cierto, tienes razón en todo lo que me estás diciendo. ­¿Entonces qué otra cosa puedo hacer por ti? –le preguntó el hada. ­Ya es suficiente con los consejos que me has dado. ­Eres muy humilde y por eso mereces una muy buena recompensa. He pensado que en el viaje que voy a realizar por todo el mundo me acompañarás­­le dijo su hada madrina. Cenicienta se fue muy contenta a su casa, porque había resuelto sus problemas; pero al llegar sus hermanastras volvieron a regañarle y a obligarla de nuevo a hacer las tareas. Entonces, ella muy enojada agachó la cabeza y sin protestar les hizo caso; pero de repente se acordó de los consejos que le había dado su hada, respiró fuerte y hondo, levantó la cabeza y se dirigió a las dos feas y estúpidas hermanastras y les dijo: ­Lo siento, pero soy mayor de edad y no pienso consentir insultos ni despropósitos de vosotras ni de nadie hacia mí. Una cosa son consejos y otra cosa es la burla a la que vosotras me sometéis. Estoy cansada de que os riáis de mí cada vez que se os venga en gana. A partir de ahora me voy a dedicar a mí misma y voy a ser feliz como me ha recomendado mi hada madrina. Me voy con ella, ahí os quedáis. ¡ADIÓS, MUY BUENAS! Paola Barrera


LA CENICIENTA ESTALLA ­Cenicienta empezó a pedir a su Hada Reina para cambiar, ya que le había abierto los ojos y quería cambiar y no ser la criada de su casa, ni la tonta que se dejaba insultar por sus hermanastras y su madrastra. Cenicienta se fue de compras con su madrina, porque solo tenía ropa vieja y manchada de líquidos de la limpieza. Cuándo llegó a casa la madrastra le echó una regañina y le preguntó que dónde había estado que no había hecho la cena ni había limpiado la casa. Cenicienta se soltó los pelos y le replicó a su madrastra que a partir de aquel día iba a ser ella la que iba a limpiar, que ella a partir de ahora iba a disfrutar, que de eso tenía edad. Cenicienta se encerró en su habitación esperando a que su madrina llegara a por ella para ir al baile que había celebrado el príncipe para conocer a una dama y casarse con ella. Cuando llegó su madrina le dijo: ­No quiero ir al baile, los príncipes azules no existen, solo existen los hombres celosos, mujeriegos y machistas. Si algún día encuentro a algún chico, quiero que sea porque yo me haya enamorado de él, y no solo por lo que la gente piense. A mí lo que me importa es cómo me siento yo, no cómo la gente hable de mí. Si la gente habla será porque no tiene vida propia. El hada madrina se quedó sorprendida por las palabras de Cenicienta, llevaba demasiada razón, y eran las palabras que ella no se habia decidido a decir nunca... MARÍA CABELLO



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