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REMATE DOMINICAL

Por: Hnos. Pérez de León

La imagen del día de hoy, estimados lectores, corresponde como fácilmente podrán ver al Malecón del Paseo o Insurgentes Veracruzanos, que es el nombre oficial de esa vialidad. Fue toma en 1979 aproximadamente y en ella podemos ver cambios que modificaron la fisonomía de ese espacio urbano, para mejorarlo a través de la modernización de las estructuras que se construyeron después de ese año.

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Por principio, los pequeños botes atracados a un lado de la calzada, de esos que solían pasear a los turistas por mar visitando San Juan de Ulúa y la Isla de Sacrificios; ahora el movimiento de grandes buques no permite su cruce por ahí, por motivos de seguridad de los propios paseantes, además de que la Isla ya está cerrada al público; continuamos con la propia calzada cuya parte final, desde hace varios años cerro su paso a la circulación de vehículos para convertirse en la Macroplaza, escenario de incontables espectáculos artísticos desde entonces. Su decoración se debía a los bloques con que fue hecha la banqueta, a semejanza de víboras ondeando sobre el pavimento, y las bancas que solían tener música de fondo por las tardes. Aunque no se ven ahí, los sacamonedas ya eran parte del paisaje.

Enfrente, el majestuoso Faro Venustiano Carranza y el otrora Banco de México, que dejó esa sede cuando construyeron sus más recientes instalaciones en la calzada Juan Pablo II, torre que después de eso pasó a ser de PEMEX; lamentablemente después de ese cambio, el área de jardines y fuentes que lo rodeaban dejaron de ser un espacio donde se podía permanecer, como muchas familias lo hacían los domingos, con los vendedores de elotes, paletas, algodones de azúcar y muchas golosinas más que complementaban esas tardes que a quienes tienen más de 40 años seguramente les tocó disfrutar.

El edificio que se ve a la derecha fue el Hotel Victoria, que un par de años después cedió ante el pico y las palas de quienes vieron en ese lugar, la posibilidad de establecer un negocio gastronómico redituable. El hotel Emporio fue extendiendo sus instalaciones hasta ocupar el lugar de esos inmueble que se divisan ahí, con arcos, que solían ser de venta de alimentos, hasta llegar a como está hoy. Enfrente, en lugar del hotel, se construyó y operó aquel restaurant que se llamaba La Olímpica, que duró poco y luego y hasta la actualidad, el Gran Café de La Parroquia. Yendo hacia la derecha, ese baldío fue ocupado con el otro café de La Parroquia. Al primero le dicen de Don Marcelino y al otro de Fernando, coloquialmente.

Atrás, a la derecha, la glorieta que hoy detenta el Obelisco en honor a los héroes locales que cayeron en aquellas batallas que le dieron al puerto, alguna de sus cuatro “H”. enfrente de la glorieta, la agencia distribuidora Chrysler, propiedad de Don Pepe Lajud y a la izquierda, vista aquí de espaldas, la casa de El Dictamen, cuyas instalaciones fueron ejemplo de modernidad en cuanto a editoriales se refiere.

Sin duda, los años setenta fueron una década de cambio estructural y fisonómico para el puerto.

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