Enseñanza Espiritual para todos... año I | no.1 | oct-nov 09 revista digital
NO JUZGUÉIS
Enseñanza Espiritual para todos...
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de la Enseñanza Espiritual, desde México, META 101 tiene toda la intención de ser un medio de comunicación entre la comunidad de estudios metafísicos.
Biografía; Rubén Cedeño
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M
úsico egresado del conservatorio de Música Juan Manuel Olivares de Caracas, por su labor ha merecido aparecer en la “Enciclopedia de la Música en Venezuela” y en Wikipedia. Más de cuarenta años consagrado a estudiar y comunicar la “Enseñanza Espiritual” por los cinco continentes, como conferencista y escritor de más de 450 libros, traducidos a varios idiomas y publicados en más de veinte editoriales. Fue iniciado en estos conocimientos bajo la tutela personal de Conny Méndez, y después continuó enriqueciendo sus estudios en Estados Unidos, India, Nepal, Tíbet, Israel, e investigando en China, Japón, Sudeste Asiático, Asia Central, Medio Oriente, Norte de África, Mesoamérica, y la Zona Andina. No cobra por las enseñanzas que facilita, ni se erige como autoridad para impartirla.
NO JUZGUÉIS Por Rubén Cedeño
J
uzgar es emitir un juicio sobre alguien, una situación o cosa, haciéndole una imagen mental, cliché o etiqueta, que generalmente no es la VERDAD, sino una idea muy personal que nos hacemos del asunto a nuestra conveniencia, muchas veces por envidia, celos, competencia y complejos que tenemos. Cuando alguien es diferente a nosotros, tiene otra moral, color de piel, distinta religión, pertenece a otro grupo espiritual, clase social, posee otras costumbres, no es de nuestra nacionalidad, difiere en la manera de pensar o de sentir, estamos propensos a juzgar. La causa de que juzguemos está en que creemos que somos superiores a los demás, que nuestra religión es la única verdadera, que nuestra nacionalidad es más importante que la de otros, que nuestro grupo espiritual tiene la razón, que nuestra clase social es más exquisita. Esto es el recubrimiento de un orgullo que nos está matando, es
agresividad y, por consecuencia, falta de Amor. Esta falta de amor termina ocasionándonos enfermedades, problemas y hasta la ruina personal. El comienzo del camino que conduce al cielo y a la santidad, está en no juzgar ni calificar; veamos lo que veamos, oigamos lo que oigamos, digan lo que digan, no respondamos, no nos apresuremos a defendernos, acordémonos de perdonar y decir solamente: “Perdono y olvido para siempre eso que dijiste de mí. Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Es muy común encontrar a personas que se dicen espirituales y están condenando los actos de otros que también tratan de realizar lo mismo; no se dan cuenta que niegan su espiritualidad cuando mueven sus dedos para escribir contra alguien o retuercen su lengua para condenar a su hermano que, en otra dirección, está tratando de hacer algo por los demás. Recordemos que: “Dios es Amor”, “Sois Dioses”. Pero no somos seres divinos, ni activamos nuestro Cristo Interior, cuando actuamos contrariamente a los Aspectos de Dios, en este caso, el Amor. No hay nada que nos caiga peor que ser juzgados, que alguien diga de nosotros algo desagradable; eso nos altera, nos da rabia, no nos deja dormir, provoca diversas reacciones en palabras y acciones, muchas veces groseras y dañinas. Pero, ¿por qué somos juzgados? Los defectos que vemos en los demás son los que nosotros mismos tenemos. Así que no hay forma más evidente de delatar cómo somos y decirle a los demás nuestras debilidades, que escribiendo o hablando contra alguien, juzgando. Generalmente, somos peores o estamos en condiciones más detestables que la persona a la que le entablamos el juicio. Por esto, Jesús nos interroga: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”. Si decimos que alguien es inmoral, orgulloso, vanidoso, prepotente o autosuficiente, nosotros somos peores que todo eso, más inmorales, por el sólo hecho de juzgar. Peor que todo lo criticado es nuestro juicio.
Los defectos que vemos en los demás son los que nosotros mismos tenemos. Así que no hay forma más evidente de delatar cómo somos y decirle a los demás nuestras debilidades, que escribiendo o hablando contra alguien, juzgando.
Jesús exhorta: “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. En la activación de nuestro Cristo Interno, para que realmente actúe, creo que donde debemos detenernos es en: “Sacar primero la viga de nuestro ojo”. Esto sólo se logra haciendo lo siguiente: Quédate en silencio y ponte a observarte, a ver lo que piensas y sientes; cuando te mueva algo, observa tu rabia, tu dolor, tu orgullo, tu falta de compasión, tu crítica; obsérvate en silencio y comenzarás a conocerte. En eso se nos puede ir toda la vida. Nuestra misión no es estar viendo pajas en los ojos de los demás. Jesús dice claramente: “No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo”. La verdadera caridad cristiana es estar entre los que necesitan ayuda, prestándoles servicio, y las más necesitadas son aquellas personas a las que condenamos. Estas Enseñanzas están dedicadas a todo el mundo, especialmente a esas personas que son juzgadas por aquellos que se creen perfectos y no lo son. Jesús no dice nada de lo que le pasará al que juzgue, pero da a entender que puede ser algo terrible, cuando expresa: “Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga”. Muchas personas confunden juicio con observación o darse cuenta. Fijarse que alguien tiene una camisa roja no es juicio, es darse cuenta del color con el que está vestida la persona. Pero si se dice: “Fulano está vestido de rojo, es un cualquiera”, allí hay juicio.
Darse cuenta que algo está sucio, para limpiarlo; que alguien canta desafinado, para que afine; que está despeinado, para que se arregle; desordenado, para que se ordene; no es juicio y no se debe confundir, ya que es importante observar las cosas y no perder la capacidad de darse cuenta. El juicio viene al darnos cuenta de algo y juzgar aquello. Debemos cuidarnos mucho en esto, ya que a veces nos creemos superiores a alguien en alguna cosa y con derecho a estarlo corrigiendo, y esto encubre un orgullo fatalista que nos puede hundir en el más profundo abismo de creernos jueces de los demás.
CON LA MEDIDA CON QUE MEDÍS Recordemos la Ley de Causa y Efecto que Jesús enseñó: “Con la medida con que medís, seréis medido”. Todo lo que hacemos se nos devuelve, y lo que nos pasa ahora es que se nos están regresando las cosas que les hemos hecho a los demás en el pasado. A nosotros nos juzgan porque a veces juzgamos a los demás, y no vayamos a decir que no lo hacemos. Todos condenamos, aunque sea un poquitín y sin darnos cuenta. Otras veces somos juzgados para que desenvolvamos nuestra humildad, y si así es, no nos debemos defender, porque se perdería el efecto de la acción que tanto nos beneficiaría. Jesús nos recomienda: “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados”. Generalmente, somos peores o estamos en condiciones más detestables que la persona a la que le entablamos el juicio. Jesús dijo: “Todos los que tomen espada, a espada perecerán”. Esto es así: si uno condena a alguien al infierno, el atraso, la ignorancia, la desgracia divina, la angustia, la desesperación, todo eso será para uno. Tal vez en el momento no nos demos cuenta ni lo veamos, pero a la larga nos sucederá. Viendo el cumplimiento de esta ley positivamente, quiere decir que si consideramos que los demás son bellos, van al cielo, son amados por Dios, inteligentes, buena gente, todas esas cualidades son nuestras también. Uno ve reflejado en los demás, lo que uno mismo es.
Muchas personas confunden juicio con observación o darse cuenta. Fijarse que alguien tiene una camisa roja no es juicio, es darse cuenta del color con el que está vestida la persona. Pero si se dice: “Fulano está vestido de rojo, es un cualquiera”, allí hay juicio.
Al hablar de no condenar y de salvación, nos estamos refiriendo al “Perdón”. Así que antes de condenar a alguien, acordémonos de perdonar. Digamos siempre: “Te doy mi amor y mi perdón”. Así que, si quieres emprender esta bellísima misión de salvar al mundo, deja ya de estar juzgando.
Refiriéndose exactamente a esto, San Pablo expresa: “En lo que juzgas a otro te condenas a ti mismo; porque tú, que juzgas, haces lo mismo”. Él es claro y tajante cuando afirma: “Pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo”.
OTRAS RELIGIONES Uno no debe estar juzgando a la gente porque practica otra religión, pertenece a un grupo espiritual diferente o tiene distintas ideas. Jesús expresa al respecto: “También tengo otras ovejas que no son de este redil”. No sé por qué se empeñan, los que pertenecen a iglesias organizadas, sociedades esotéricas y grupos supuestamente espirituales, en juzgar a los que no comparten su forma de pensar. Es regular escucharlos comentar: “ése está condenado”, “aquél está tomado por las fuerzas siniestras”, “tú eres un pecador”, “Dios te va a castigar”. Resulta que el Evangelio dice: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por Él”. Al hablar de no condenar y de salvación, nos estamos refiriendo al “Perdón”. Así que antes de condenar a alguien, acordémonos de perdonar. Digamos siempre: “Te doy mi amor y mi perdón”. Así que, si quieres emprender esta bellísima misión de salvar al mundo, deja ya de estar juzgando. Es “anticrística” la actividad de algunas personas que viven criticando debido a sus diferencias religiosas, cuando debería ser todo lo contrario. Las personas religiosas son las primeras llamadas a dar el ejemplo de vivir Crísticamente, sin criticar ni juzgar a los demás. Muchas personas se apoyan y se justifican en la Biblia u otros libros para condenar puntos de vista religiosos distintos a los de ellas; esto es un orgullo espiritual que aniquila todo vestigio de amor, de espiritualidad, y que va en contra del mandato Crístico: “Amaos los unos a los otros”. Esto significa que si condenamos a alguien a la perdición por no tener la misma creencia que nosotros, con ese juicio estamos condenándonos a un infierno peor que el de la persona a la que enjuiciamos.
VIVIR SIN JUZGAR Prueba vivir sin juzgar y verás cómo te vas a sentir de bien y a gusto, ya que nadie te juzgará a ti; esto va a traer paz a tu alma y sosiego a tu corazón. Te sentirás amado por todo el mundo, ya que tú amarás al mundo. Basta ya de seguir arrojándole piedras a los demás, cuando todavía no somos perfectos físicamente. En realidad, cada uno de nosotros debería estar pendiente de las vigas que están en nuestros ojos, y no de las pajitas que los demás puedan tener en los suyos. No nos corresponde juzgar, mirar, ni calificar lo que hacen los demás; eso es problema del que lo hace, no nuestro. Generalmente vemos y criticamos las pequeñeces de los demás para no ver los grandes errores que nosotros cometemos. Si alguien entra en juicio de
No nos corresponde juzgar, mirar, ni calificar lo que hacen los demás; eso es problema del que lo hace, no nuestro. humanos por lo que haces y dices, no te preocupes en defenderte, porque el Cristo actuará por ti y habrá de hacer lo que sea necesario, en el momento apropiado. Si alguien no te quiere o no te acepta, no te mortifiques; debes perseverar, que al final el triunfo será tuyo. “No juzguéis para que no seáis juzgados”. “Con la medida que midáis, seréis medidos”. El Maestro Jesús nos enseña, en forma clara y precisa, a no estar buscando la pajita en el ojo de nuestro hermano, esto es, pequeñeces en el carácter de los demás, porque lo más seguro es que tengamos una viga en el nuestro o un error peor al que criticamos en nuestro prójimo. Jesús es todavía más tolerante al aclarar: “Al que oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo”. Si el propio Jesús se exime de juzgar, cómo nos
Si alguien no te quiere o no te acepta, no te mortifiques; debes perseverar, que al final el triunfo será tuyo. “No juzguéis para que no seáis juzgados”. “Con la medida que midáis, seréis medidos”.
atrevemos a estar hablando mal de lo que otro hace; lo más seguro es que nosotros lo estemos haciendo peor. Un Maestro así, como Jesús, que es capaz de no juzgar, incluso a aquél que no hace lo que Él dice, es como a mí me gusta; estas cosas de Jesús son la razón por la cual lo quiero y amo con locura. Ése es un verdadero Maestro. Así es como tenemos que ser: como Jesús. Si Jesús no juzga al que no cumple con sus palabras, tampoco condenemos al que no cumple con la nuestra, no acepta nuestras creencias, ya no está en nuestro grupo o no practica nuestra religión.
EL VERBO PODEROSO DE EMMET FOX Por Ruben Cedeño
Los mejores escritos de Emmet Fox están condensados en “Metafísica Original”. Allí está una altísima selección de todos sus mejores escritos de Metafísica, que desarrollan El Cristo, nos sostienen en conciencia positiva, con fórmulas determinantes para la Ascensión y Liberación, dan todo lo que necesitamos al principio, a la mitad y al final de la encarnación. Si hubiese que quedarse con un solo capítulos de toda la obra de Emmet Fox, sería con “El Verbo Poderoso”. Allí está todo. Pueden comenzarlo a practicar a partir de hoy. Me hacen el favor, lo rezan cada mañana en la mañana. ESPIRITU “Yo Soy Espíritu Divino”. Cuando tú expresas esto, meditándolo, sintiéndolo, pensándolo, ya te colocaste con tu “Presencia Yo Soy” en su naturaleza que es “Espíritu Divino”. “En Dios yo vivo, me muevo y tengo mi ser”. Piensa en eso, lo que es vivir, moverte y tener tu vida dentro del cuerpo de Dios. “Yo formo parte de la expresión de Dios y expreso perfecta armonía”. Si esto lo sientes plenamente, allí te conectaste con el Plano de la Armonía Perfecta, y no cabe ninguna inarmonía, desazón, ni contrariedad. “Yo individualizo la Omnisciencia”. Hay que ver lo que significa eso, que tú como ser humano individual decretas saberlo todo, ya lo afirmas para que se cumpla y no ignores nada de lo que se debe saber. Cada palabra de estas debes meditarla por un rato.
SABIDURIA “Yo tengo directo conocimiento de la Verdad”. Esto quiere decir que decretas la capacidad de observar, percibir y aprender la Verdad por ti mismo sin necesidad de ayuda externa de un gurú ni nadie ajeno a ti. “Yo tengo perfecta intuición”. Es saber captar las cosas sin que nadie te tenga que estar diciendo o corrigiendo para poder saber algo. “Yo tengo percepción espiritual”. Esto es grandioso, quiere decir
EMMET FOX
través de mí”. Hay que concienciar eso, de que eres Dios actuando en la Tierra. Afirma esto cada vez que te encuentras haciendo algo por el grupo y por la Enseñanza.
ACCION CORRECTA
EMMET FOX que tú decretas percibir todo lo que es espiritual, Dios, los Maestros Ascendidos, las Enseñanzas de los Rayos, los Principios, el Cristo y el Yo Soy. Luego viene una frase pequeña, pero inmensa que lo dice todo: “...YO SE...”, Es afirmar que todo lo sabes, que estas seguro de todo lo concerniente a tu vivencia espiritual, esto es apropiarse de la acción del Rayo de Dios de la Iluminación. “Dios es mi sabiduría, de manera que no puedo errar”. Con esta afirmación comienzas a programar que no haya errores, equivocaciones, malos entendidos en tu vida. “Dios es mi inteligencia”, Aquí realizas el Segundo Rayo de la Sabiduría de Dios se hace uno contigo. “No puedo sino pensar correctamente”, eliminas toda posibilidad de pensar con error o equivocadamente, que es un gran alivio .
DIOS EN ACCION “No hay pérdida de tiempo ya que Dios es el único hacedor”. Con esta afirmación ya te programas a que todo tu tiempo sea dedicado a Dios y quitas tu personalidad tu “yo personal” del medio haciendo que solo Dios sea el que actúe a través de ti. No te creas mas que eres el hacedor de tus cosas bellas y buenas, es Dios. “Dios actúa a
“De manera que siempre estoy actuando correctamente y no hay peligro de que yo ore incorrectamente”. Elimina el temor de creer que estás orando mal. Para esto es imprescindible practicar la Oración Científica. “Yo pienso lo indicado, de la manera indicada en el momento apropiado. Mi trabajo siempre está bien hecho porque es el trabajo de Dios”. Quiere decir que tu trabajo está dedicado a Dios, no importa que sea escribir en un ordenador en una oficina o para la metafísica, dar clases en un colegio o de la Enseñanza Espiritual, ser guía turístico, Lo que sea, da igual, es el Trabajo de Dios. “El Espíritu Santo siempre me está inspirando”. “Mis pensamientos son frescos, nuevos, claros y poderosos como cuadran a la Omnipotencia.
PODER DE LA ORACION “Mis oraciones son manufacturas del Espíritu Santo, poderosas como el águila y mansas como la paloma. Salen en el Nombre de Dios mismo y no pueden regresarme vacías”. Esto quiere decir que todas tus oraciones de la manera en como las haces se las entregas al Espíritu Santo que es el ser que encarna la Vida y el Amor para la Tierra, para que sean perfectas, sin fallas y tienen que llegar de vuelta hacia nosotros con soluciones. “Cumplirán aquello que a mí me plazca, y prosperarán en aquello a que sean dirigidas: ‘Doy gracias a Dios por esto”. Esto significa que por lo que oremos, traerá buenos resultados, se cumplirán los decretos y traerán abundancia de toda cosas buena. Ponerse a realizar esto, es una hermosa meta para toda la encarnación, bellísima, da gusto saber que uno puede encausar su vida en algo tan bello como esto.
EL VERBO PODEROSO
Yo Soy Espíritu Divino. En Dios vivo, me muevo y tengo mi ser. Soy parte de la auto-expresión de Dios, y por eso expreso perfecta armonía. Yo individualizo la Omnisciencia. Yo tengo conocimiento directo de la Verdad. Tengo perfecta intuición. Tengo percepción espiritual. Yo sé. Dios es mi Sabiduría; de manera que no puedo equivocarme. Dios es mi Inteligencia; de manera que siempre pienso en la forma correcta. No hay pérdida de tiempo, pues Dios es el único Hacedor. Dios trabaja a través de mí; de manera que siempre trabajo correctamente, y no hay peligro de que obre equivocadamente. Pienso lo correcto, en la forma apropiada, en el momento adecuado. Mi trabajo siempre está bien hecho, pues es el trabajo de Dios. El Espíritu Santo está inspirándome conti nuamente. Mis pensamientos son frescos, nuevos, claros, poderosos, con la grandeza del Omnipotente. Mis plegarias son manufacturas del Espíritu Santo, poderosas como el águila y mansas como la paloma. Salen en nombre de Dios Mismo, y no pueden retornar a mí vacías. Lograrán lo que Yo deseo, y prosperarán en aquello a lo que las envío. Doy gracias a Dios por esto.