La sombra de Chernobyl

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LA SOMBRA DE CHERNOBYL FOTOGRAFÍAS DE ELENA SENAO BAÑOS

TEXTOS DE MARC MORTE * PRÓLOGO DE THOR JURODOVICH


“NOSOTROS MISMOS SOMOS NUESTRO PEOR ENEMIGO. NADA PUEDE DESTRUIR A LA HUMANIDAD, EXCEPTO LA HUMANIDAD MISMA.” PIERRE TEILHARD DE CHARDIN


Hace más de 15 años descubrí el trabajo fotográfico de una de las mejores fotógrafas que jamás he conocido, Elena Senao. Desde el primer instante en que ví sus fotografías supe que, tras la cámara que había tomado aquellas imágenes que ilustraban un reportaje sobre la mítica ruta de la seda, existía un espíritu inquieto y un alma sensible capaz de captar lo que todo fotógrafo anhela cuando oprime el obturador. Lo que Henri Cartier Bresson llamó “el instante decisivo”, ese momento en que el ojo y el corazón se unen para dar forma a las imágenes que marcan indeleblemente nuestra mente y, en algunas ocasiones, nuestra alma. Años después de ver por primera vez uno de los reportajes de Elena tuve el privilegio de conocerla. Era la primavera del 2008, yo era el editor gráfico de Lonely Planet Magazine y estaba seleccionando imágenes de diversos fotógrafos para ilustrar sus páginas. Contacté con ella y le solicité una imagen de Irán. Había visto varias planchas de diapositivas y me parecía excepcional el trabajo que había realizado. Años después aquellas imágenes acabaron formando parte de una maravillosa exposición. A partir de entonces lo que empezó como una relación profesional se convirtió en una estrecha amistad que me permitió conocer algunos de sus mejores y más interesantes trabajos, reportajes que no habían visto la luz debido a las obtusas mentes de algunos directores de periódicos y revistas que consideraban que, a pesar de ser excepcionales, no tenían cabida en sus medios. Uno de aquellos trabajos me marcó profundamente, era una serie de fotografías sobre la catástrofe de la central nuclear de Chernobyl. Elena había recorrido aquel apocalíptico enclave en el año 2005 cuando casi nadie se atrevía a recorrerlo. Armada con su cámara captó, no solo la desolación sino algo más, el mensaje que yacía entre las paredes de los edificios abandonados o alrededor de la noria del parque de atracciones que jamás llegó a girar. Son las historias olvidadas de aquellos pupitres de escuela que, tras el 26 de abril de 1986 nunca más volvieron a oír las risas de los niños. Elena atrapó el tiempo en sus instantáneas para que nunca olvidemos lo sucedido. Disfruten de este impresionante documento gráfico a través de las páginas de este libro. Thor Jurodovich Kostich Fotógrafo y escritor Barcelona 2019


ELENA SENAO BAÑOS Nacida en Barcelona, en 1977 y licendiada en farmacia en la U.B. En 2001 realiza un viaje de 6 meses siguiendo la Ruta de la Seda, de Estambul a Beijing, pasando por Irán y Asia Central. Tras este viaje decide iniciarse en el mundo de la fotografía y continuar viajando. En 2003 empieza a colaborar en diversos medios nacionales e internacionales, publicando fotografías y reportajes de viajes en El Periódico, El Pais Semanal, El Avui, Altaïr, Revista de Viajes, Rutas del Mundo, Epicur, Argia, Zazpika,Offarm, El farmacéutico, Slam Magazine, Marie Claire Russia, JPG magazine, The Sufi journal, The Guardian, Globtroter y Viaggiando. Desde 2005 decide vivir a caballo entre Estambul y Barcelona, hasta que en 2014 se instala definitivamente en Pratdip (Tarragona). Sus fotos también han sido publicadas en guías turísticas de Anaya Touring y libros de viajes : “Sueños perdidos en la ruta de la Seda”, “Cáucaso entre leyendas y kalashnikov” y "Guia del Transiberiano" escritos por Marc Morte. Su trabajo sobre irán " vida en la tierra de los ayatolás" ha sido expuesto en el Festival Tarazona-Foto, y en los centros culturales de la casa elizalde y la farinera del clot de barcelona Este es un recopilatorio de las fotografías realizadas en 2005 para el 20 aniversario del desastre nuclear de Chernobyl, trabajo realizado conjuntamente con el escritor Marc Morte Ustarroz.


CHERNOBYL, 20 años de silencio 26 de Abril de 1986, una brutal explosión destruye el reactor número 4 de la central nuclear de Chernobyl y despide toneladas de material radiactivo a la atmósfera. Veinte años después, el peor accidente nuclear y ecológico de la historia es una llaga sangrante, un doloroso recuerdo de un episodio que no debe olvidarse jamás.(texto: Marc Morte) Después de atravesar el control de seguridad que precede al perímetro de exclusión que rodea la central nuclear de Chernobyl, nuestro vehículo circula a toda velocidad por extensiones boscosas desiertas. No se ven señales de vida por ningún sitio, sólo un bosque silencioso y altamente contaminado del que sobresalen carteles anunciando el peligro que un incendio acarrearía debido a la cantidad de elementos radiactivos que se desprenderían a la atmósfera. Finalmente aparece el cartel que indica la ciudad de Chernobyl. La ciudad está aún habitada, principalmente por trabajadores de la central que trabajan en el proceso de cierre de la planta, cuyo último reactor fue clausurado definitivamente en el 2000, y sólo después de la presiones de la comunidad internacional sobre el gobierno de Ucrania y la promesa de futuras ayudas económicas. A medida que nos acercamos a la central nuclear siento como si el aire se solidificara a nuestro alrededor. Todo parece inocente, de un verde resplandeciente, pero bajo esta capa de escenario bucólico se extiende una contaminación mortífera que permanecerá durante los siglos venideros y que afectará a generaciones enteras. A lo lejos aparece finalmente la figura de la central, un anárquico conjunto de chimeneas y postes de electricidad, entre los que se distingue la impresionante figura del reactor número cuatro cubierta por grandes paredes de hormigón. Tras la explosión del reactor, bomberos y trabajadores llegados desde toda la Unión Soviética se emplearon a fondo en la extinción del incendio y en poner la situación bajo control. El caos dominaba por completo las labores de emergencia debido en parte a la desinformación que imperaba desde las altas esferas de la Unión Soviética que trataban de mantener en secreto la máxima información posible, pero a pesar de este dramático escenario el incendio fue extinguido, y a las pocas semanas se


Iniciaba la construcción de la cubierta que impidiera la propagación de las radiaciones al entorno y asegurara el almacenamiento de los desechos radiactivos. El “Sarcófago”, como fue llamada la cubierta de hormigón, fue terminado en un tiempo récord, y para noviembre ya había sido completado. Estos cientos de miles de personas que trabajaron día y noche, durante los meses posteriores a la explosión debieron actuar en condiciones adversas, la mayoría de ellos sin preparación alguna ante un incidente nuclear de tal magnitud y fueron los primeros afectados por las altas radiaciones que debieron soportar sin la mayoría de ellos sin la protección adecuada. Durante estos veinte años, muchos de estos liquidadores han muerto o han padecido secuelas por culpa de la exposición a las radiaciones, pero jamás se produjo un estudio que dilucidara exactamente la incidencia directa de las radiaciones sobre las enfermedades que desarrollaron. Veinte años después el problema está lejos de haberse solventado, ya que las condiciones del sarcófago son paupérrimas. “El sarcófago no es estable. Los fundamentos son las mismas paredes del reactor y están decantadas, soportando un peso que corre el riesgo de colapsar toda la estructura y dispersar en el ambiente todo el polvo y material radiactivo que aún permanece sepultado en el interior. Además el sarcófago no está sellado, y cuando llueve el agua entra y esto hace que la estructura se deteriore más rápidamente”, nos explica una de las responsables de la central. Desde su oficina se ve la tétrica figura del Sarcófago cubierto de una triste capa de herrumbre a poco más de cien metros.“No se sabe con seguridad cuanto material radiactivo permanece aún bajo los escombros, pero se calcula que son unas doscientas toneladas; muchas de las zonas no son accesibles, la mayoría por las altas radiaciones que en algunos lugares llegan a los 3.400 Ronguen/hora, pero otras porque quedaron bloqueadas. Actualmente, y con la ayuda de la comunidad internacional y el “European Bank for Reconstruction”, se está procediendo a la estabilización del interior para disminuir el grave riesgo de colapso, aunque las condiciones de trabajo continúan siendo muy difíciles, y las radiaciones muy altas. Se prevé que las labores de estabilización terminen en el 2007, y será entonces cuando se proceda a cubrirlo con un nuevo sarcófago que se prevé suceda a finales del 2008”.


A pocos kilómetros de la central se alza la ciudad fantasma de Pripyat, un escenario digno de una película post-apocalíptica. Pripyat contaba con 50.000 habitantes, gran parte de ellos trabajaban en la central o daban servicio a los trabajadores; cuando el reactor número cuatro explotó el día 26, las autoridades soviéticas trataron de mantener el suceso envuelto en secretismo, confiados en que podría arreglarse de alguna manera. No fue hasta casi dos días después cuando las autoridades anunciaron a los habitantes de Pripyat que había habido un problema en la central y que debían abandonar sus casas inmediatamente para proceder a un proceso de descontaminación del área, pero que en poco tiempo podrían volver. Han pasado veinte años y la ciudad permanece congelada en el tiempo, sólo las plantas han crecido en este tiempo, tomando lentamente el espacio que dejaron los hombres. A medida que circulo por sus calles el silencio me envuelve; sólo el silbido del viento soplando por entre las ventanas rotas rompe la quietud.Me interno por los edificios que una vez estuvieron llenos de vida y descubro los restos de un pasado que pareció desvanecerse en un instante, dejando todos los objetos en el mismo lugar en que los dejaron sus propietarios: los libros, las notas de los alumnos en la escuela, las camillas y utensilios en el hospital, una muñeca rota, los antiguos carteles comunistas,..Antes de salir de este macabro monumento a la capacidad de destrucción del ser humano, me detengo unos minutos en el parque de atracciones, uno de los lugares más sobrecogedores de la ciudad. El parque jamás oyó las risas de los niños, no vio a los padres vigilando a sus hijos, el parque debía inaugurarse el 1 de mayo de 1986... ese día Pripyat ya era una ciudad fantasma. Cerca de Chernobyl, aún en el perímetro de exclusión, se halla el pueblo de Opachichi. El camino que lleva a las pocas casas aún habitadas está tomado por las plantas, que han devorado también los hogares de madera medio derruidos que lentamente van cayéndose a pedazos. Encontramos a Nicolai y Anastasia trabajando en el pequeño huerto junto a su anciana casa. Son una pareja de 81 años que prosiguen su ritmo de vida como si el accidente de Chernobyl jamás hubiera ocurrido; a pesar de su aparente pobreza nos reciben con extrema hospitalidad y nos invitan a entrar en su casa para comer y


beber algo. Ya aposentados en unas rústicas sillas de madera les pregunto por aquel lejano abril de 1986. Nicolai esboza una sonrisa mientras Anastasia trastea por la cocina preparando una frugal comida. “Me acuerdo perfectamente de aquellos días – dice Nicolai-, las autoridades llegaron unos días después de que sucediera la explosión, aunque por aquella época la información no nos llegaba claramente. Nos anunciaron que todo el mundo debía marcharse, pero que en aproximadamente unos tres días podríamos volver. Nadie lo creyó. La gente lloraba, sabíamos que lo íbamos a perder todo, y aunque muchos no querían irse les obligaron, llevándose con ellos todo lo que podían conscientes de que probablemente no regresarían. Se nos llevaron a diferentes sitios: pueblos, granjas colectivas, a casa de otros familiares,...”. Anastasia nos invita con una franca sonrisa a que probemos algo de la comida que ha preparado. Mientras devoramos unos huevos, salami y queso todo ello regado por un fuerte aguardiente preparado por Nicolai, Anastasia toma la palabra. “Nosotros nos fuimos a vivir con nuestros hijos, pero queríamos volver, hemos estado toda nuestra vida aquí, y al cabo de un par de años volvimos y reemprendimos nuestra vida aquí”. Cuando le preguntó por el peligro de las radiaciones se ríe, “Tenemos ya 81 años, si nos tenemos que morir moriremos de todas formas, así que las radiaciones no nos importan. Comemos los productos de nuestro huerto, y de momento estamos bien. A veces es triste ver que casi no hay vecinos, tan sólo algunos pocos ancianos que como nosotros decidieron volver, pero nos tenemos el uno al otro, y con eso es suficiente”. Los afectados Desgraciadamente las consecuencias de Chernobyl van más allá del perímetro de exclusión que rodea a la central. Los vientos que soplaban y la lluvia llevaron el material radiactivo a lejanas latitudes: dos tercios de las sustancias radiactivas cayeron en Bielorrusia, y el resto en el norte de Ucrania y la región de Briansk en Rusia. Además del obvio daño ecológico que causó la explosión, contaminando miles de hectáreas que jamás podrán ser utilizadas para la agricultura o envenenando bosques enteros para miles de años, los seres humanos fueron los principales afectados, especialmente los niños que crecieron en ambientes contaminados o los que nacieron de padres que habían sido objeto de radiaciones que afectaron a sus cromosomas.


A pesar de que las consecuencias sobre los seres humanos directamente relacionadas con la catástrofe son difíciles de valorar, Eugenia Stepanova, la jefa del departamento de pediatría en el Centro Científico de Medicina Radiológica de Kiev me explica la actual situación: “Los niños más afectados son los hijos de los liquidadores y después los hijos de la gente que vivía en lo que hoy es el perímetro de exclusión. Hay mucha incidencia de enfermedades crónicas habituales en adultos, anormalidades en el sistema inmunológico, aumento de niños con defectos genéticos,y enfermedades gastrointestinales, estas últimas causadas por las radiaciones internas al ingerir alimentos contaminados; algunos de los niños que están en este hospital viven cerca de la zona y viven de lo que sus familias cultivan en sus huertos o de los productos de las vacas, que están pastando en áreas que, aunque no estén dentro del perímetro, están contaminadas”. El caso más espeluznante es el de los liquidadores, cuyos cromosomas quedaron gravemente dañados por la exposición a las radiaciones, uno de los datos más claros es el estudio que hicieron en el departamento en el cual comprobaron en el registro nacional de Ucrania la frecuencia de nacimientos defectuosos, y se constató que tras el 1986, de los 13.136 hijos de liquidadores que nacieron, 1.191 tenían defectos en el desarrollo o malformaciones. Natalia Preobrazhenska, Doctora en Ciencias Biológicas y jefa de la Fundación “Save the Children of Chernobyl”, tiene claro que se ha perdido una gran oportunidad. “Es una lástima que nunca se haya recibido apoyo para las investigaciones sobre los efectos de las radiaciones nucleares sobre el ser humano; el lobby nuclear es muy poderoso, se mueve mucho dinero alrededor de la energía nuclear, y hay mucha gente que no está interesada en que se investiguen y publiciten los peligros reales de la energía nuclear. El ser humano tiene la oportunidad utilizar este gran desastre para estudiar las consecuencias, prever futuros problemas y darse cuenta del peligro de la energía nuclear, pero se está desaprovechando esta oportunidad". En el hospital infantil de Kiev "Ajmadit" los dramas se repiten ante la impotencia de los médicos que ven como muchas de las enfermedades que hoy son comunes hace veinte años raramente existían. Entro en un sala donde una enfermera está curando las llagas de Victoria, una niña de ocho años. “Todo empezó cuando se hizo una pequeña herida en la pierna. No era nada más, pero al cabo de unos días le empezaron a salir llagas y heridas por todo el cuerpo y empezó a adelgazar”, me explica su madre entre sollozos.


La Dra. Preobrazhenska nos comenta que las radiaciones provocan el debilitamiento del sistema inmunológico, lo que lleva a casos como el de Victoria o el de tantos otros niños que permanecen ingresados en el hospital. A pesar de que los médicos han constatado el claro aumento de ciertas enfermedades y patologías respecto a la situación antes de la explosión no ha habido ningún estudio, ni el dinero para hacerlo, para comprobar los efectos directos de las radiaciones sobre este aumento. La Organización Mundial de la Salud y la Agencia Internacional para la Energía Atómica sólo admiten el cáncer de tiroides como única enfermedad directamente relacionada con la exposición a material radiactivo, a causa de la absorción de grandes cantidades de Yodo 131, una sustancia que, aunque de vida corta, se acumula en la glándula tiroides causando el cáncer. Según la OMS, en 1995, el cáncer de tiroides en Bielorrusia era 285 veces más frecuente que antes de la catástrofe, y desgraciadamente a día de hoy aún no se alcanzado el techo de casos, que se prevé seguirán aumentando en los próximos años. En el último informe de las Naciones Unidas sobre Chernobyl, se resaltaba básicamente la importancia del stress psicológico, olvidando las consecuencias médicas, aunque poco se puede dudar al ver el aumento de ciertas enfermedades que han constatado casi todos los médicos respecto al periodo anterior a la explosión de la central nuclear. Veinte años después Chernobyl está lejos de ser un problema solventado, pero corre el riesgo de ser relegado al olvido. Las víctimas causadas por Chernobyl continúan creciendo, algunas enfermedades como el cáncer de tiroides aún no han llegado a su cota máxima, muchas de las consecuencias de las radiaciones siguen siendo desconocidas, y la valoración en vidas humanas es imposible debido a la dificultad en estimar la relación directa entre las enfermedades y el efecto de las radiaciones, pero Chernobyl ha dejado claro el peligro de la energía nuclear y su capacidad de destrucción. El silencio de Pripyat debe continuar siendo el tétrico símbolo de una desgracia que jamás debió suceder y la voz de los que sufren esta terrible herencia. Nicolai murió un año después y Anastasia se fue con su hijo a vivir a Kiev En noviembre de 2016, treinta años después de la tragedia, se inauguró un nuevo sarcófago al que se denominó "Nuevo Sarcófago Seguro", una estructura móvil, la mayor construida hasta la fecha en el mundo, en forma de arco de 110 metros de alto, 150 de ancho y 256 de largo y más de 30.000 toneladas.


vistas desde el hotel. Pripyat, ucrania 2005


vistas desde el hotel. Pripyat, ucrania 2005


Interior hotel Pripyat,Ucrania 2005


parque de atracciones. Pripyat,Ucrania 2005


parque de atracciones. Pripyat,Ucrania 2005


Pripyat,Ucrania 2005


Pripyat,Ucrania 2005


Hospital. Pripyat,Ucrania 2005


Hospital Pripyat,Ucrania 2005


Hospital. Pripyat,Ucrania 2005


Escuela. Pripyat,Ucrania 2005


Escuela. Pripyat,Ucrania 2005


Gimnasio, escuela. Pripyat,Ucrania 2005


Mรกscaras abandonadas. Pripyat,Ucrania 2005


reactor nยบ4. Chernobyl,Ucrania 2005


Monumento a los bomberos. Chernobyl, Ucrania 2005


maqueta interior reactor 4. Chernobyl, Ucrania 2005


Anastasia y Nicolai. Opachichi, zona exclusiรณn. Ucrania 2005


Anastasia y Nicolai. Opachichi, zona exclusiรณn. Ucrania 2005


Nicolai. Opachichi, zona de exclusiรณn. Ucrania 2005


Museo de Chernobyl. Kiev, Ucrania 2005


Liquidadores, Museo de Chernobyl. Kiev, Ucrania 2005


Fรกbrica abandonada. Dousk, Bielorrusia 2005


anciana en pueblo abandonado. Krasna Gorka, Bielorrusia 2005


pueblo abandonado. Krasna Gorka, Bielorrusia 2005


Bosque contaminado por radiaciรณn. Bielorrusia 2005


Bosque contaminado por radiaciรณn. Bielorrusia 2005


Detecciรณn cรกncer de tiroides. Bielorrusia 2005


Victoria, Hospital infantil de kiev. Ucrania 2005


Victoria, Hospital infantil de kiev. Ucrania 2005


Orfanato de zaluchya. Ucrania 2005


Orfanato de zaluchya. Ucrania 2005


Orfanato de zaluchya. Ucrania 2005


Orfanato de zaluchya. Ucrania 2005


Orfanato de zaluchya. Ucrania 2005


Orfanato de zaluchya. Ucrania 2005


Zaluchya: Las fotos destinadas a no ser publicadas (Elena Senao) Sucedió en el año 2005. Nos encontrábamos en Ucrania documentando los efectos y consecuencias de la catástrofe nuclear de Chernóbil en este país y su vecina Bielorrusia y gracias a la ONG “Children of Chernobyl” pudimos acceder a uno de los orfanatos donde acogen a niños con defectos congénitos, los cuales han incrementado notablemente tras el accidente nuclear. Llegamos a Zaluchya, y una joven nos guía hacia las habitaciones donde se encuentran los niños. Durante años la existencia de estos niños permaneció en el secretismo más absoluto, eran la prueba viviente de una incómoda verdad destinada a ser ocultada, como si de unos seres abominables se trataran. Pero tan solo eran niños, unos niños que habían tenido la desgracia de haber nacido con malformaciones y que en muchos de los casos fueron abandonados por sus padres y enviados a un recóndito lugar, como si el hecho de esconderlos pudiera borrar de la faz de la tierra su triste existencia. Y allí están los ellos, algunos mirándonos con curiosidad y otros, con la mirada perdida, son simplemente cuerpos animados que no comprenden nada de lo que les rodea. Nos cuentan que hace unos años un fotógrafo americano descubrió el lugar y sus fotos sirvieron como denuncia de las pésimas condiciones en las que vivían los niños, hacinados, sucios y prácticamente abandonados a su suerte y sin recibir ningún tipo de terapia ni medicación. La ONG Children of Chernobyl consiguió financiación para este y otros orfanatos similares y ahora los niños llevan una vida algo mas digna. Durante años la mayoría de estas fotos han permanecido guardadas en mi disco duro, apartadas de la vista de todos, y estos niños quedaron de nuevo ocultos porque a nadie le interesaba publicar unas imágenes así. Los redactores de los dominicales nos comentaban :"Nadie quiere que se le indigeste el cruasán del desayuno con desgracias ajenas". En un mundo donde el dinero manda, donde quieren vendernos una vida ideal que no se corresponde con la realidad que nos rodea, este tipo de imágenes quedan totalmente desterradas porque resultan una realidad incómoda y poco estética.. Así que en este catálogo si que tienen cabida los niños de Zaluchya, porque estos niños SI existen y tienen derecho a que su historia sea contada.



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