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viernes 10 de julio de 2015

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es turf en todo el globo Dr. en Veterinaria Enrique Castillo

HERENCIA LIGADA AL CROMOSOMA X

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n 1865 Gregor Mendel, tras analizar los resultados de sus experimentos, enunció una serie de leyes que regían la transmisión de la herencia de padres a hijos. Los genes son segmentos específicos de ADN ubicados en las células de los seres vivos, los cuales contienen toda la información necesaria para la formación de un nuevo ser. Las observaciones hechas por Mendel sostenían que la expresión de características tanto físicas (tamaño, color del pelaje, apariencia corporal), cómo no físicas (conducta, inteligencia, líbido, carácter, etc.) dependían exclusivamente de la dominancia o recesividad de los genes, independientemente del sexo del antecesor que lo transmitía. Estas ideas permanecieron intactas por más de un Siglo; sin embargo, el avance de la genética en la transmisión de la herencia, ha demostrado que algunos genes no siguen tal comportamiento y su expresión si está sujeta al sexo del progenitor que los transmite. En el caso específico del caballo purasangre ciertas características que influyen en la habilidad atlética del animal se transmiten de esta forma y han permitido a genetistas, criadores y estudiosos del pedigrí tratar de conseguir explicación a las variaciones que existen en la transmisión de la misma de generación en generación. En abril del año 1977 una multitud cercana a los 22.000 espectadores se dio cita en el hipódromo de Keeneland en Kentucky. El propósito de tan nutrida concurrencia era observar a una potranca alazana de nombre Sexetary que se disponía a hacer su debut en la tercera carrera de la tarde. El público asistente esa tarde a Keeneland se aglomeró en el “paddock” al momento del ensillaje, aplausos y vítores salieron espontáneamente cuando la eleturf@gmail.com

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potranca ya con su jinete, alegró su andar rumbo al aparato de partida. Pero, ¿por qué Sexetary era el centro de atención? La razón no era otra sino su padre. Sexetary era el primer descendiente del triplecoronado Secretariat que participaba en una competencia pública; la expectativa del mundo hípico por ver a los descendientes del “supercaballo” imitar las hazañas atléticas de su padre no se hacían esperar. Sin embargo, el cuarto lugar de Sexetary esa tarde fue el inicio de una serie de decepciones. Secretariat no era capaz de transmitir a sus hijos la misma capacidad atlética que él demostró durante su permanencia en las pistas. Pero no todo estaba perdido, Secretariat murió en 1989 y ya, antes de su muerte, algunos criadores habían comenzado a observar una particular tendencia entre los hijos de sus hijas. Las hijas de Secretariat, incluso aquellas de pobres campañas pisteras como la misma Sexetary (cero victorias, U$S 1.425, en premios), se habían convertido en excelentes yeguas madres a nivel mundial, produciendo campeones de la talla de A.P Indy y Summer Squall, (ambos hijos de la yegua madre de 1982, Weekend Surprise), Chief’s Crown, Dehere y Storn Cat. De igual forma otros grandes corredores como

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Buckpasser, Key to the Mint y Graustark se comportaban en la cría de igual manera que Secretariat; nunca destacaron como padres de grandes corredores o padres de padrillos, sin embargo demostraron una condición fuera de serie cómo abuelos maternos. Por años, la tendencia, cuando se estudia el origen de un purasangre para determinar sus posibilidades de éxito, es darle al padrillo una mayor importancia como el transmisor de la capacidad atlética a sus descendientes. Sin embargo actualmente tras los avances en el conocimiento de la transmisión de la herencia, otros nombres o posiciones dentro del árbol genealógico de un potro han ganado fuerza e importancia a la hora de medir el futuro desempeño del animal en las pistas. El descubrimiento de material genético ligado específicamente al cromosoma X, obliga actualmente a cualquiera que desee medir las bondades de un determinado pedigrí, no sólo a considerar al semental y a la yegua madre del producto, sino también tendrá que darle importancia a la madre del padrillo, al abuelo materno y al abuelo materno del padrillo, este último denominado comúnmente cómo la “posición número 12”. Una de las teorías que tratan de explicar este salto generacional de la habilidad atlética, sostiene que algunos grandes corredores exhiben un alto nivel sólo cuando los genes que lo determinan son transmitidos por la madre. Cuando ese mismo grupo de genes son transmitidos por el padrillo, lo hacen “apagados” o “inactivos”. Secretariat no destacó cómo padre de corredores, tampoco sus hijos tuvieron mayor influencia como padrillos en la cría, sin embargo, sus hijas lo convirtieron en un abuelo materno excepcional. Somethingroyal la madre de Secretariat, era una hija de Princequillo, un destacado abuelo materno. En la cría, ella produjo cuatro ganadores clásicos incluyendo al destacado Sir Gaylord.

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¿Cómo se aplicaría la teoría en este caso? Somethingroyal transmite a Secretariat los genes que determinan una alta habilidad atlética de manera “activada”, esto hace que su hijo los exprese y sea un excelente corredor. Secretariat por su parte, al ir a la cría y por su condición de macho, le transmite a sus hijos (machos y hembras) estos genes pero “apagados” o “inactivados”, por esta razón sus descendientes no expresan la capacidad atlética de su padre. Cuando las hijas de Secretariat van a la cría, por su condición de hembra vuelven a pasar el grupo de genes a sus hijos en forma activa, produciendo excelentes corredores nietos de Secretariat.

Los hijos de Secretariat, que tampoco tuvieron éxito cómo padrillos, quizá siguiendo la misma tendencia, deberán esperar una generación más para entonces a través de sus hijas convertirse en destacados abuelos maternos. La aplicación de la genética llamada por algunos la ciencia del Siglo XXI, es cada vez mayor dentro de la cría del caballo purasangre, su entendimiento será cada vez más trascendental en la intención de obtener los cruces adecuados con miras a producir un futuro campeón.

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Leyendas del Turf SEABISCUIT (1933 – 1947) Nota: este relato es compendio, entre otros, de las publicaciones “Thoroughbred Champions, Top 100 Racehorses of the 20 th. Century “y los libros de la serie “The Thoroughbred Leyends “. Ambos publicados por Eclipse Press y The Blood-Horse Inc. La traducción y formato del relato son del autor.

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EABISCUIT PERDIÓ LAS PRIMERAS 17 CARRERAS QUE DISPUTO EN SU TRAYECTORIA EN LAS PISTAS AMERICANAS. DURANTE ESTE PERÍODO DE CARRERAS CORRIDAS COMO PERDEDOR, CORRIÓ EN CUATRO CARRERAS DE RECLAMO O “CLAIMING “, A PRECIOS MUY BAJOS, INCLUSIVE EN TRES OPORTUNIDADES, CON PRECIO DE VENTA DE $ 2,500. NADIE LO CONSIDERO COMPRAR, AUN EN ESOS VALORES TAN RIDÍCULOS.

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aunque la trayectoria hípica de esta caballo de aplomos defectuosos, de baja estatura pero corpulento (pesaba 475 kilos) comenzó muy dudosa en 1935, con el pasar de su campaña Seabiscuit se tornó en un héroe popular en los terribles años de la depresión americana y se retir ó en 1940 como el caballo americano con mayor sumas ganadas para entonces (U$S 437.730). En 1935, a los dos años, Seabiscuit corrió 35 carreras, una campaña fuertísima aún para esa época, que conlleva a pensar: a) que Seabiscuit era muy resistente y fuerte y que gozaba de excelente salud y b) que su preparador, el legendario “Sunny Jim“ Fitzsimmons creyó que era prudente correrlo seguidamente a los dos años, pues pensaba que su posterior potencial hípico era muy incierto. Cuatro días después de salir de perdedor, igualando el record de los 1.000 metros con curva (1: 00. 3/5) en el hipódromo Narragansett Park, Seabiscuit

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rompió el record de la distancia por casi un segundo en el Watch Hill Claiming Stake, donde fue inscripto para ser reclamado por el precio de $ 5,500. El caballo ganó 5 carreras y $ 12,150 en premios a los dos años. Su campaña inicial no fue nada espectacular, pero al menos, pagaba su mantenimiento... En el celebre corral del gran preparador y miembro de la Sala de la Fama Hípica, Sr. Fitzsimmons, Seabiscuit, que fue criado y corrido inicialmente con los colores del también celebre Wheatly Stable, no prestaba mucha esperanzas ni atención especial. La cochera estaba llena de muy buenos caballos corridos y de prospectos juveniles y la estrella era Granville, que corrió el Kentucky Derby como favorito (pero que desmont ó a su jinete), que había llegado segundo en el Preakness Stakes para luego vencer el Belmont Stakes y ser nombrado caballo del año. Seabiscuit, aparte de correr seguido, era empleado como pareja de trabajo para acompañar a los mejores ejemplares del corral de Mr. Fitz. En 1936, Seabiscuit, que ya andaba por la mitad de su campaña como tresañero y que continuaba corriendo en forma errática y casi semanalmente, fue vendido en supuestos $ 7,500 (nunca se confirmó el precio real). El comprador fue Charles Stuart Howard, un nativo de Georgia que se volvió millonario vendiendo automóviles Buick en California, que había ingresado a la hípica con gran ímpetu y ya tenía en su stud a la potranca Coramime, ganadora clásica en Saratoga. Howard estaba ansioso de comprar un buen “handicapero “para sus colores, y Seabiscuit era un buen prospecto. El hijo de Hard Tack ( por el campeón Man o’ War) en la yegua Swing On, había corrido nada menos que en 47 oportunidades para la Señora Henrietta Carnegie Phipps (propietaria del Haras y Stud Wheatly Stable), consiguiendo 9 victorias y U$S 18.465 en premios. Se trató de una buena negociación y ambas partes estaban satisfechas con la transacción. Howard había comprado un handicappero decente y Mr. Fitz se había deshecho de un animal muy corrido y cotejado, que no alcanzaba los méritos suficientes para pertenecer a su prestigiosa cochera. Con su nuevo propietario y en las sapientes manos de su nuevo preparador Tom “Silent“ Smith y del jockey John “Red“ Pollard, Seabiscuit se transformó por completo volviéndose un excelente caballo de carrera.

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Para 1937, el ex irregular caballo se había convertido en el Mejor Caballo de Más Edad de USA, ganando siete clásicos consecutivos y estableciendo cuatro récords en diferentes pistas y distancias. Al final de su campaña como cuatro añero, con un récord de 11 victorias, (10 de ellas clásicas) 3 places y un tercero y U$S 168.580 en sumas ganadas en 15 presentaciones, fue nombrado Mejor Caballo Handicappero del año. En 1938, Seabiscuit corrió 11 carreras y gano 6 (cuatro clásicas), 4 places y un tercero, incluyendo dos match races, la primera de ellas contra el caballo argentino Ligaroti, de propiedad del hijo de Howard, Lindsay, en sociedad con el célebre actor y bailarín Bing Crosby, dueños a su vez del para entonces recientemente inaugurado hipódromo Del Mar en San Diego. Esta carrera fue muy accidentada, tanto que los dos jockeys fueron multados y suspendidos por faltas cometidas en el transcurso. El segundo match fue contra el triple coronado de 1937, War Admiral, el mejor y más célebre hijo de Man O’ War, de propiedad del Sr. Sam Riddle. El clamor popular y la gestión del dueño del hipódromo de Pimlico, Sr. Alfred Vandervilt, amen de una bolsa de U$S 15.000 para el ganador, hizo realidad el tan ansiado encuentro del crack del Oeste (Seabiscuit) contra el crack del Este (War Admiral). En realidad este match fue pactado en dos oportunidades, la primera se debió correr en el hipódromo Belmont Park en Nueva York, por una bolsa al ganador de U$S 100.000, pero la carrera fue cancelada por una supuesta lesión de Seabiscuit. La verdad es que Seabiscuit no gustaba para nada de las pistas fangosas y días antes de la carrera, que debía efectuarse el 30 de mayo, cayó un diluvio sobre el hipódromo, convirtiendo la pista de carrera en un lodazal, por lo que el caballo no pudo ser entrenado debidamente y fue retirado. Por fin, el 1º de noviembre, se realizó el tan esperado match, siendo el gran favorito War Admiral (pagaba 1 dólar por cada 4 invertidos). Por su lado Seabiscuit pagaba 2 dólares por cada dólar apostado. Como regla, el caballo mas ligero tiene la ventaja en las carreras tipo match. Encima War Admiral salía por los palos en una partida al estilo australiana (cinchas en lugar de gatera eléctrica). Adicionalmente War Admiral era muy veloz y le gustaba correr en punta. Pero, luego de un sapiente trabajo de su preparador, Seabiscuit fue aligerado a tal punto, que cuando se dio la largada, su jinete George “Iceman“ Woolf, que substituia a Red Pollard, que se había lesionado mientras trabajaba a un dos añero haciéndole un favor a un preparador amigo empobrecido; tomó la punta y no la dejó mas. Seabiscuit ganó el match

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por 4 cuerpos, de galope largo, y estableció un nuevo record para la distancia de 1:56 3/5 para los 1900 metros de la pista de arena de Pimlico Park. Seabiscuit fue nombrado Mejor Caballo Handicappero y Caballo del Año en 1938. Corrió una sola vez en 1939, llegando segundo pero lesionándose en el trayecto de la carrera, de un tendón en su mano derecha. El caballo quedó a solo U$S 36.000 del récord de sumas ganadas que lo ostentaba Sun Beau´s y su propietario Sr. Howard quedó insatisfecho al no haber batido este récord. Seabiscuit fue llevado al Haras y cubrió siete yeguas, pero en 1940, habiéndose restablecido de la lesión, fue devuelto a las pistas para batir el record de sumas ganadas e intentar, por tercera vez, ganar el famoso clásico Santa Anita Handicap, que lo había corrido en dos oportunidades anteriores, llegando place en ambas, por nariz. Su jinete habitual Red Pollard también retornaba a las pistas, luego de estar lesionado por consecutivas rodadas. Pollard bromeaba que entre el y Seabiscuit tenían cuatro piernas buenas y que eso era suficiente. En uno de los momentos mas memorables de los anales hípicos mundiales, Seabiscuit ganó fácilmente el Santa Anita Handicap de 1940, convirtiéndose en el primer caballo en ganar mas de U$S 400.000 en su campaña. El caballo corrió 3 veces más dicho año, ganado un clásico y figurando tercero en otro. A los 7 años de edad y luego de participar en 89 pruebas, Seabiscuit se retiró de las pistas como un Gran Campeón, ganando 33 carreras, 25 de ellas clásicas, con 15 segundos y 13 terceros y U$S 437.730 ganados. Lamentablemente este estupendo corredor fue un padrillo mediocre y salvo algunas de sus hijas, no tuvo como reproductor el éxito y fama que obtuvo en las pistas. Hace unos años un excelente libro, por Laura Hillenbrand, sobre la vida del crack y sus conexiones y luego, en base al libro, una película hollywoodense de la vida de Seabiscuit y las personas que lo rodearon nos deleitaron con la agitada trayectoria de este estupendo caballo. Fernando Rodríguez-Larrain Lexington, Kentucky , USA

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Entre el Paddock y la Pelousse por

Luis Costa Baleta

El mes de Junio en el Río de la Plata es sinónimo de evocación a Gardel. El “Museo Casa Carlos Gardel”, inaugurado hace pocos años en la casa donde viviera el “Mago”, está localizado en la calle Jean Jaurés 735 del barrio del Abasto en la capital porteña. A través de su Director, el Licenciado Héctor Torres entré en contacto con el investigador gardeliano de origen argentino, Rodolfo Omar Zatti, autor del libro “GARDEL Su Gran Pasión: El TURF” (Ediciones Corregidor, Buenos Aires - 1990). Días pasados estuvo de visita por Montevideo, el Sr. Zatti y me acercó una publicación realizada por el Museo Casa Carlos Gardel en el año 2003 titulada “Para Vos, Morocho.” De este libro extrajimos el siguiente capítulo: LA PASION DE GARDEL POR EL TURF Por Rodolfo Omar Zatti

POR UNA CABEZA Para comprender la pasión que Gardel tuvo por el turf, tenemos que retrotraernos a los principios del siglo pasado, cuando el fútbol aún no había despertado su pasión en la masa popular con la vigencia que tiene en la actualidad. El turf ocupaba entonces ese espacio, por consecuencia a Gardel lo atrapará y lo tendrá «cautivo» por el resto de su vida. Gardel, chico andariego e inquieto, siente un regocijo especial al transitar las calles del Bajo Belgrano, viendo pasar la caballada llevada por sus peoncitos. Con el espíritu de observación que lo distingue se cuela en los studs avizorando el fragor interno de trabajo e interesándose por todo lo que allí pasa. De esa manera va completando sus estudios primarios del deporte que tanto lo apasionó. ¡Si supiera Gardel que años después lo tendrían como cantante oficial de los studs del Bajo Belgrano, «Preparándose para el Domingo», «Siendo una fiera», cantando «Leguisamo solo» y ganando «Por una cabeza»

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SUS AMISTADES BURRERAS Las relaciones que hizo Gardel en el turf fueron cuantiosas y heterogéneas: propietarios, cuidadores, jockeys y peones que se multiplicaron con el tiempo. De ellas surgieron sus grandes amigos por respeto, admiración mutua y afinidad de sentimientos, relaciones que sólo con la muerte de Gardel pudieron truncarse. Ellos fueron en primera instancia Francisco Maschio, «el brujo de Olleros», y luego Irineo Leguisamo, «el Pulpo», conformando una trilogía que fue record para toda distancia.

LA CONCURRENCIA DE GARDEL A LOS HIPÓDROMOS Gardel conoció todos los hipódromos de la Capital Federal y su periferia. En el Hipódromo Argentino de Palermo logra su «asentamiento». Allí lo espera un coro de admiración «Es Gardel el que ayuda a abrir el portón, si no se suspenden las carreras». Mil voces le salen al cruce para pedirle una fija y otras tantas para rumbearlo en las ventanillas. Gardel, ya cargado de su energía burrera, reparte sonrisas como masticando brillantes. Un muy obstinado admirador lo sigue pidiéndole un dato. Gardel con una frase muy suya en el hipódromo le dice: «Sí querés hacerte rico, seguime». Gardel sigue repartiendo sonrisas. La tribuna de los profesionales lo encuentra alentando a su pingo «Lunático» con gritos desaforados: «Legui, viejo nomás! Legui, viejo nomás!» y «el Pulpo» cruza el disco triunfal a 18,70 por barba y ¡armado todo el mundo!... Comentarios, elogios, abrazos con sus amigos que comparten esa alegría. Gardel sugiere ir a comer algo a «El pabellón de París». Este restaurante -decorado lujosamentese encontraba en el mismo hipódromo, siendo sus comensales lo más granado de la élite burrera. El menú estaba compuesto de los mejores manjares de la cocina francesa. Allí los sibaritas hacían colas para degustarlo. El puchero que tanto le gustaba a Gardel, era un plato sin igual por su refinamiento y el cuidado de su preparación sin igual. La traducción francesa de esa comida era «la marmite» que se servía por medio de un carrito rodante en una olla de metal con cierre hermético, ovoide y de dimensiones descomunales: la marmita. Allí nos imaginamos a Gardel siendo centro de atención, sentado a la mesa y rodeado por sus amigos. Varias botellas de vino haciendo «prólogo» a los comensales, Gardel gesticulando, riendo, haciendo mil comentarios turfísticos con sus chistes y cuentos tan particulares.

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GARDEL CON STUD Y COLORES PROPIOS Carlos Gardel y José Razzano no se conforman: primero como espectadores, luego Gardel propietario de «Lunático» y, más tarde, fundando el stud «Las Guitarras», con colores propios (chaquetilla azul, brazaletes blancos y gorra colorada). Los caballos que defenderán esos colores -y los bolsillos de sus propietarios-son: «Cancionero», «La Pastora» y «Amargura». Gardel y Razzano son puestos knock-out, pues quedan en la lona económicamente. No escarmienta y compra a «Explotó», «Guitarrista» y «Mocoroa», pero éstos con los colores «Yeruá»: chaquetilla oro viejo, gorra lila. El 20 de octubre de 1933, cuando el Haras Ascott transfiere a Gardel los hijos de «Lunático» -«Guitarrista», «Theresa» y «Wizard»- nuestro catedrático encuentra la oportunidad y a la vez los deseos de fundar su propio stud. Toma su apellido y la inicial de su nombre para conformar el «Stud Gardel C.» con la siguiente identificación: chaquetilla blanca, mangas turquesa y gorra oro. Un solo pura sangre tuvo el privilegio de llevar esos colores: una hija de «Lunático», «Theresa» corriendo solamente dos carreras con estos colores, figurando «no place», siendo su jockey Irineo Leguisamo y su cuidador Francisco Maschio. En estas dos competencias Gardel estuvo presente y si bien no tuvo la suerte de ver triunfar a su caballeriza, próximo a su despedida física del turf argentino, vio y sintió sus colores en competencia con la emoción que da ser el propietario de un stud. Al respecto, Gardel en un reportaje habla de este stud. Pregunta el periodista: - ¿Qué fija para el domingo? - ¡Araca!...¿ Vos te crees que soy datero? - Era por si corría algún pingo tuyo... - ¡Ya van a correr! ¡No te aflijas! Tengo tres hijos de «Lunático» que me los cuida Maschio en mi stud. ¡Los tres tienen una sangre bárbara!... - ¿También tenes stud? - ¡Y no! ¿Vos te crees que con ésta mi pasión por los «pur sang» me iba a salvar de tenerlo? Estate seguro que los pingos que salgan del «Stud Gardel C.» son para que te juegues el vento a sus patas, tranquilamente. ¡Y los va a correr Leguisamo!... ¡Manya qué nene! En la vida de Gardel hay tres grandes pasiones: su madre, el tango y los burros. «Los colores del stud -prosigue Carlos- son: chaquetilla blanca, mangas turquesa y gorra oro. ¡Attenti con los colores, que son rayeros sin grupo!»

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LAS FIESTAS EN EL STUD «YERUÁ» Gardel se hace presente en la inauguración de este stud en 1928, acompañado por su guitarrista Guillermo Barbieri. Gardel canta con toda su alma «Leguisamo solo», casi centenario de tanto repetirlo. Hasta «Lunático» que está reposando en su caballeriza, sonríe. Hacia fines de 1930, Gardel se ausenta para actuar en Europa. Maschio dice: «esto está para una fiesta como Carlitos se la merece» y le brinda una fiesta extraordinaria como él sólo sabe hacerla. Lo más granado del turf se hace presente: cuidadores, propietarios, directores orquestales, poetas y directivos del Jockey Club. Gardel canta acompañado por Barbieri y Riverol hasta altas horas de la noche, mientras la calle Olleros dormita bajo sus frondosos árboles.Lo que habría de ser el último homenaje de despedida que se le brindó a nuestro máximo cantor le cupo a Francisco Maschio en sus campos de Boulogne (Lomas de San Isidro), el honor muy merecido de ser él, uno de sus más dilectos y afectivos amigos, quien lo agasajó con una gran fiesta a la que concurrieron en numero superlativo los personajes del turf. Noche de primavera perdida en el tiempo. Domingo. Maschio tuvo una anotación con «Richmond» en el Hipódromo Argentino, pero prefirió no presentarlo para dedicarse de lleno a la organización de la fiesta. Los asadores, resplandeciendo con sus llamas la oscura noche sanisidrense. Los automóviles, en número inferior a los de a caballo. Los palenques, con sus «cocheras» cubiertas a pleno. Un alambre de tejido circundante divide dos territorios: el de los invitados y el de los curiosos que se encuentran junto a las mallas metálicas, atraídos por el movimiento, inusual en ese lugar. Las mujeres, con la atracción que ejerce hacia ellas Carlos Gardel, atisban cual lo haría un marino en altamar. ¡Lo ubican! Y él, galante ante el llamado, les canta a media voz el más romántico de sus tangos, «Mano a mano»: Fuiste buena, consecuente / y yo sé que me has querido / como no quisiste a nadie / como no podrás querer. ¡DELIRA LA POPULAR! Unas pilas de ladrillos preanuncian la continuidad de una construcción; sobre éstos, unos chicos tratando de ver todo lo que a esa edad los asombra y deslumbra. Giramos las coordenadas y nos adentramos en plena fiesta, donde vemos largas mesas tendidas con mantel a rombos blancos y azules. Allí, varias botellas de vino van perdiendo simetría con sus pares. Los comensales, entre tiras de asado, pollos y el clásico puchero, que los hace divertirse en «lucha», donde los inanimados, como siempre llevan la peor parte, risas y libaciones, las anécdotas y los cuentos van subiendo de tono, en la medida en que los líquidos de la consumición van superando a los sólidos. Más risas. ¿Un apagón inoportuno del fluido eléctrico?... Silencio... y adelante con los faroles que dan la luz.¡Vuelven las risas!

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Un símbolo de nuestra tradición se encuentra presente, don Santiago Rocca, que viene a despedir en su representación al cantor que como ninguno interpretó las cosas de nuestra tierra. El centro tradicionalista «Leales y Pampeanos» de Avellaneda, por intermedio de Amadeo Desiderato y Horacio Orquín, dicen: ¡Presente Don Carlos! El Racing Club lo saluda; César Ratti, el gran actor, realiza un discurso festivo. Roberto Roncayoli, el poeta de Avellaneda, hace un recitado gauchesco. Alguien dice vociferando: «Llaman para el escrache». Gardel a Legui: «Mono, agarra un bandoneón que yo te sigo». Alfredito Peluffo los imita. Detrás de ellos los murguistas se acomodan. El encapuchado, listo para hacer arder el magnesio. La escenografía ya está armada y los flashes dejan estampada la imagen, que será trotamunda por siempre, de los escaparates y vidrieras de Buenos Aires, Montevideo y otras ciudades americanas. Bajo la carpa verdinegra en la cual Maschio previo una noche lluviosa, la orquesta de Edgardo Donato empieza a desgranar sus cúmulos de melodías con «A media luz» y «El acomodo». Gardel se dirige a Félix Gutiérrez y le dice: «Negro, cántate El Huracán». ¡Muchos aplausos! Llega el clásico y consabido brindis, por supuesto Gardel con champagne francés, deseos, salutaciones, augurios hacia su próximo viaje y el choque de copas sincero de sus amigos. Desde un extremo de la carpa, ciertos acordes de guitarras preanuncian la invitación para un cantor. ¿Y quién puede ser? Si allí se encuentra el máximo, quien toma el convite y ya empiezan a salir de su garganta los gorgeos y trinos que fueron el deleite para los habitantes del tiempo aquel, y del devenir también. ¡Cantó esa noche como nunca! Porque como decía Maschio, Carlitas se agrandaba cantando para la barra. ¡Derrochó esa noche una alegría extraordinaria y contagiosa! Como si quisiera dejar a sus amigos en la despedida esa jocunda manifestación de su jovialidad. Es que entonces había comprendido y aquilatado más ajustadamente su verdadero valor, y eso lo hacía optimista, le permitía forjar planes que les comunicó a los presentes. Ni Carlitos ni nadie podía pensar que esa despedida iba a ser definitiva y esa fiesta la última que disfrutaría en Buenos Aires, en su ¡Buenos Aires querido! ANÉCDOTAS DE GARDEL Y EL TURF La gran debilidad de Carlos Gardel era, como sabemos, las carreras. En Buenos Aires como en París era infaltable al hipódromo y lo propio sucedía en cualquier lugar donde existiera un circo turfístico. Cuando Gardel ya había cobrado bastante fama y entre la gente del turf era tan querido como popular, le jugó a un caballo de nombre «Balzac», que cuidaba Ambrosio Elnen y propiedad del señor William Paats. Ganó el buen caballo y pagó un dividendo elevado; quiere decir que Gardel y sus amigos cobraron cantidades de importancia. Ello dio motivo para que esa noche festejasen el éxito. Ya de madrugada, conjuntamente con Razzano, Gardel apareció en el stud. Elnen los recibió amablemente, pero se ofuscó al saber que Gardel quería que sacase el caballo del box, para rociarlo con champagne en agradecimiento a la ganancia que les había dado. Finalmente el entraineur cedió y Carlitos pasó un momento feliz satisfaciendo aquel capricho. Después cantaron y la fiesta se prolongó hasta el nuevo día.

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Gardel no sólo sentía una gran amistad por Leguisamo, sino que también era su admirador incondicional. Caballo que corría Legui, caballo que llevaba enancada una apuesta de Carlitos, pese a que el mismo Legui le decía que si bien siempre corría caballos con chance, no era posible que ganara todas las carreras. Pero la advertencia caía en saco roto; y aquí una gran prueba al canto. Una tarde en Palermo, los vientos de la fortuna habían soplado muy lejos de Carlitos. Corría la quinta carrera y rotos los boletos, Razzano le advirtió a Gardel: «Mira que en la sexta nos desquitamos», Gardel le replica «Ojo José, que nos estamos comiendo una palmera que parecemos jirafas». Razzano no quiere aceptar la sequía e insiste: «El cuidador Francou me ha dado una fija, un caballo que él cuida y no puede perder y lo que es más lindo, pagará arriba de veinte.» «¿Y el de Legui?» -argumentó Carlitos-, «Sí gana el de Francou no puede ganar el de Legui». «Bueno si es así toma, jugame doscientos boletos». El de Francou largó en punta y parecía un seguro ganador. Cuando el lote llegó a las tribunas, Razzano gritaba loco de contento, pero Carlitos seguía atentamente la atropellada que en ese momento iniciaba Legui. El avance era fulminante, alcanzó y pasó de largo, mientras Carlitos atronaba el espacio con sus gritos: «Dale Mono, dale Mono». Legui ganó la carrera y cuando Razzano lo increpó, «¡Vos estás loco!, si le has jugado al de Francou doscientos ganadores». «Tenes razón», contestó Gardel, «¡Pero el paco se lo puse al de Legui!». Cuenta Legui que Carlitos, cuando vivía en Buenos Aires, no dejaba de concurrir ningún domingo a las carreras de Palermo. Era de los primeros en llegar, pues se instalaba en el hipódromo antes del desfile de la prueba inicial. Un día se le acercó un desconocido y le pidió el favor de un préstamo de cinco pesos. Cómo iba a negarse el Morocho del Abasto, si era puro corazón y mano desprendida. A partir de entonces, el tipo se hizo cliente infaltable y siempre por la misma cantidad, que Gardel desembolsaba como si se tratase de un deber. Pero ocurrió una tarde lo inesperado. Carlitos llegó con retraso a Palermo, retenido por un compromiso, y encontró como siempre al hombre, aunque advirtió que tenía muy mal talante. No obstante le extendió el consabido billete de cinco pesos. «Guárdese la plata, ya no la necesito. Usted me arruinó toda la semana...» y agregó «¿Por qué vino tarde?» Gardel reaccionó «¿Y a qué viene tanta requisa?» «¿Cómo a qué viene?», retrucó el fulano. «Usted sabe que tenía el dato del pingo de Felipe Viscay que ganó la primera y dio casi cien pesos... Me quedé sin jugarlo por usted...» «Me perdí ese diente de puro pavo», reflexionó Gardel. «¿ Quién sabe si consigo otro igual en el resto de mi vida?» GARDEL SE DESPIDE DE LA VIDA Y EL TURF CON UNA REFLEXIÓN MUY SUGESTIVA En su última correspondencia Gardel le escribe a su apoderado, entre otras cosas, algo importante sobre el turf: «...de los caballos haces bien en intentar liquidarlos, que se las rebusquen como puedan... Yo ya hice bastante por la raza caballar». Pero él mismo en la canción con música de su autoría y versos de Alfredo Le Pera admite que «sí algún pingo llega a ser fija el domingo / yo me juego entero, qué le voy a hacer»

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Primera Cuota Prórroga La PRIMERA cuota correspondiente a la Generación 2014, con PRÓRROGA, vence el día 3 de agosto de 2015 El costo de la misma asciende a la suma de U$S 75 por producto. ATENCIÓN: Único lugar de pago: Red Pagos: En cualquier Agencia del País (por “Serie de Campeones”) Consultas al mail: info@campeones.com.uy

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veterinaria básica EL ESPACIO PERSONAL

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egún algunos investigadores y en mi experiencia lo comprobé, el caballo tiene un espacio personal así como también los humanos. Este espacio es de forma ovalada y se extiende hasta 2 a 4 metros alrededor del caballo, siendo el espacio en el cual se considera a salvo. Solo los amigos confiables, sean éstos, caballos, hombres, perros, pájaros u otros animales, son bienvenidos. Esta es una de las razones por la cuales el caballo no da la bienvenida a todos los que se le acercan. Existe entonces, una distancia de amenaza y otra distancia de huida. Cuando un desconocido atraviesa esta última distancia, que es un espacio más amplio, el caballo reacciona huyendo. Entonces, si hay demasiados animales en ese espacio, o si se amenaza el territorio propio de un caballo, es estresante tanto como dejarlo sólo. Cuando se invade permanentemente el espacio personal, se produce ansiedad y estrés en el grupo, y se producen peleas. Para el caballo doméstico es difícil relajarse si su espacio es invadido sin invitación. Para el caballo suelto no es problemático porque se aleja, pero en el box, si alguien entra y el caballo se siente invadido, puede pasar un mal momento. Los animales más dominantes son más sensibles con su espacio y guardan la distancia. Los domésticos están resignados a entregar su espacio, por acostumbramiento.

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De todos modos, sería más conveniente y sensible al acercarse a un caballo, observar si nuestra presencia es interpretada como intrusión o no. Los encuentros son de mucho interés durante los cuales hay un rápido intercambio de señales. Las señales que aparecen dependen de la circunstancia, de quienes se encuentren y de cómo se interpreten. Ejemplo: si el extraño adopta una actitud agresiva, con la cabeza arriba y la mirada hacia delante, provocará una respuesta diferente que un caballo con posición de sumisión, el cuerpo en ángulo, la mirada huidiza, como en una persona p con los hombros hacia abajo. Si el animal es joven, conviene esperar a que él se acerque. Los caballos que pastan juntos, tienden a mantener sus distancias excepto que sean muy amigos, pero nunca están demasiado lejos. Los más bravos se alejan más que los menos bravos, y un grupo feliz se extiende más que un grupo estresado y temeroso. Sumario Cada caballo tiene su espacio personal - "distancia de amenaza" Es ovalado de 2 a 4 mts. alrededor Allí se considera a salvo Lo comparte con los amigos íntimos Espacio mayor - "distancia de huida" Lo estresa: si hay muchos animales, si se lo invade, o si se lo deja solo El grupo tiende a mantenerse junto, pero guardando la distancia Los más bravos se alejan más Anahí Zlotnik MV. www.relinchosysusurros.com.ar info@relinchosysusurros.com.ar

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es turf en todo el globo Dr. en Veterinaria Enrique Castillo

VERSATILIDAD II

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ederico Tesio con respecto al tema de la velocidad y la resistencia en el caballo de carrera decía, “la velocidad extendida en el tiempo significa resistencia”. Para él, la variedad de teorías existentes con respecto al tema y el empeño de los científicos por seguir buscando una explicación, significaba simplemente que ellos no habían encontrado ninguna que fuera completamente satisfactoria. La “versatilidad”, un concepto nuevo al menos para mí, del cual hablé en el artículo anterior, en mi opinión atenta aún más contra la “eficiencia” de los términos “sprinter” y “stayer” para clasificar el accionar de un caballo en carrera, sin embargo, puede explicar el desempeño de algunos caballos, que de ninguna manera podía ser asociado a los términos propuestos. Por algún tiempo me he interesado en leer sobre aspectos relacionados con la velocidad y el accionar en carrera del caballo purasangre. De toda esta información, algo tengo bien claro, tal como lo he mencionado en otras oportunidades, la “velocidad” y la “resistencia” van de la mano y una no puede existir sin la otra. Tratando ver el problema más claramente, me he planteado una manera distinta de definir y/o clasificar el accionar de los caballos en carrera, la cual particularmente para mí, describe mejor la manera como un animal se puede desempeñar en una competencia. eleturf@gmail.com

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Algunos caballos son capaces de desarrollar una “aceleración temprana”; ésto les permite alcanzar su pico de velocidad en muy pocos segundos una vez se ha ordenado la largada, ir en busca de la punta y mantener un nivel competitivo generalmente sobre distancias cortas. Frank Mitchel, en su capítulo sobre biomecánica, al que ya he hecho referencia, explica textualmente que: “la habilidad de un caballo en movimiento para acelerar, proviene de los músculos y la mecánica en sus miembros posteriores”. Estos caballos cuentan con poderosos grupos musculares, bien desarrollados, a nivel de sus miembros posteriores, compuestos en un altísimo porcentaje por fibras de contracción rápida. Desde el punto de vista de la biomecánica, los mismos tienden a poner el “poder” o la potencia de sus músculos por encima de otro aspecto que esta ciencia estudia, como es el “largo” del paso. Otro grupo de caballos de “aceleración tardía”, necesitan algo más de tiempo para alcanzar su pico de aceleración. Estos, una vez en movimiento, son capaces de mantener su “ritmo” o “tren” por mayor tiempo, conservando su energía por más tiempo y desempeñándose bien en recorridos más largos. A diferencia de los caballos que alcanzan su pico de aceleración rápidamente, no son muy poderosos en lo que a la musculatura de los miembros posteriores se refiere. Estos animales se basan más en el ritmo y en el largo de su paso, que en la fuerza de propulsión de su musculatura. Ken McLean un reconocido estudioso del pedigrí, en su libro “Designing Speed in the Racehorse”, hace mención a la forma como se comportan los grandes caballos, ganadores de pruebas clásicas, ésta perfectamente se ajusta al concepto de versatilidad que ya en el artículo anterior

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habíamos mencionado. Según Mc Lean, un caballo de carrera superior necesita ser capaz de acelerar en cualquier momento durante una carrera, en ocasiones hasta más de una vez. Pareciera entonces, que un tercer grupo de caballos, aquellos con una “aceleración versátil”, logran un perfecto balance entre todos aquellos factores que determinan la aceleración. Este balance no es solamente de “apariencia”, donde fenotipo y conformación juegan un papel fundamental, también debe ser biomecánico, donde variables tales como el largo del paso y la potencia, le permiten al animal tener la habilidad para manejar variadas situaciones, adaptándose y manteniéndose eficiente en su consumo de energía. Esa es la diferencia fundamental con aquellos caballos que sólo pueden comportarse de una manera, bien sea acelerando temprano, o través de cierta distancia. El caballo que alcanza su tope de aceleración rápidamente, dejará de ser eficiente en el mismo momento que su accionar trate de ser administrado impidiéndole emplearse con toda su intensidad. Por supuesto, bajo esa forma de correr, por más eficiente que sea, sus reservas de energía se agotarán rápidamente y será victima del cansancio. Por otro lado aquél que debe esperar cierto tiempo y recorrer cierta distancia antes de alcanzar un consumo de energía adecuado, fracasará si por alguna razón se ve forzado a acelerar antes de tiempo. Federico Tesio hace 100 años atrás, ya había sido capaz de observar la necesidad de respetar el accionar típico de cada animal. Tesio decía: “Un jinete no puede hacer que su conducido recorra una distancia determinada en un tiempo más rápido que el que la capacidad natural del mismo le permite”. Para Tesio, los jinetes más exitosos eran aquellos que lograban entender perfectamente el “paso” o el “tren” del caballo que conducían, y aunque no hace mención del porqué, me atrevo a pensar que el “mago” como se le conocía, ya sospechaba que probablemente de esta manera, respetando el accionar típico del animal, el mismo era capaz de emplearse bajo un consumo de energía eficiente.

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Entre el Paddock y la Pelousse por

Luis Costa Baleta

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l origen de la columna “Entre el Paddock y la Pelousse”, se remonta a una invitación que me hiciera Roberto “Tito” Balberde, por entonces Director de la ya desparecida “Revista Yatasto” allá por octubre de 2004 a colaborar con dicha publicación. Su nombre constituye un homenaje a dos instalaciones que ya no existen en el nuevo Maroñas: el Paddock, donde hoy esta emplazado el Estacionamiento B al lado del Palco Oficial y la Pelousse que si bien existe como predio, no es utilizada para la asistencia de público con sus automóviles como lo era en el pasado. Pero además al elegir el nombre y la foto que muestra ambas instalaciones también consideré que “Entre el Paddock y la Pelousse”, que eran parte del pasado, se encontraba la pista y es allí donde quedan marcadas a fuego las memorias de las grandes hazañas de los purasangre. Con la siguiente introducción en el “Nº 231 del Año 3 de la Revista “Yatasto” se iniciaba aquel breve ciclo que duró apenas cuatro números por razones que no vienen al caso explicitar. “La columna que hoy se inicia pretende ser un sencillo aporte a recuperar del arcón de los recuerdos notas, anécdotas e historias de turf para que las revivan aquellos que peinan canas y las conozcan los miles de noveles aficionados a las carreras de caballos que hay hoy en nuestro país. A todos aquellos que tengan material que entiendan puede tener cabida en este espacio agradezco que me lo hagan llegar por fax al 6284691 o por e-mail a LCBaleta@tradinter.com.uy. Ahora vamos a la nota de hoy la cual está indisolublemente ligada a dos iconos del turf: Yatasto y Julio Folle Larreta “Doncaster “. Del primero mucho se ha hablado en estas ultimas semanas debido a la Muestra “Yatasto – Puñado de Viento”; de “Doncaster”, en mi humilde opinión uno de los

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mejores periodistas de turf que ha dado nuestro país y cuyos libros, especialmente “En Alas del Viento” bien merecerían una reimpresión para que las nuevas generaciones puedan disfrutar de sus crónicas. Extraída del libro “Por esos caminos de Dios” (Barreiro y Ramos, Montevideo – 1976) aquí va esta primera entrega. LA ULTIMA CENA EN EL SALON "IMPERIO" “Bien podría pensarse que aquella noche "de sueño", nos acometió a todos, algo así como un raro presentimiento. Fue en octubre de 1951, después del Gran Premio Nacional que consagró la estupenda grandeza de Yatasto. Buenos Aires sufría entonces el peso de una dictadura. Pero los señores del Jockey Club porteño no podían dejar de celebrar la conquista del super caballo, honra y orgullo de su elevage. Y "capitaneados" por don Federico de Alvear, a expresa solicitud del turfman uruguayo don Augusto Sbárbaro, propietario de Yatasto, aquellos caballeros, del viejo - y eterno - Buenos Aires, peinando ahora sus canas con un dejo nostálgico, hicieron abrir, el tradicional "Salón Imperio" - vedado a toda celebración, desde hacía varios años - para realizar allí, la fiesta memorable. Quien sabe si sospechando ya, que sería la última trascendental, que tendría lugar en aquel templo del señorío, de la cultura y del arte... Yo, asistí al banquete, junto con otros amigos uruguayos, invitados por don Augusto Sbárbaro y escribí, esta crónica, que más tarde sentí deseos de reproducir al ver en una revista porteña, una hermosa fotografía de aquel "Salón Imperio" que actualmente ya no existe, como no existen tampoco don Federico de Alvear, ni el Jockey Club de Buenos Aires. Hubo quienes en un acto incalificable, destruyeron del Jockey Club, lo que podía destruirse - la materia - e hirieron profundamente el noble corazón de don Federico. Pero, desde luego, hay algo que no ha muerto - que no puede morir - y es el espíritu.

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Por eso, vivirán eternamente don Federico de Alvear y el Jockey Club de Buenos Aires. Sea, pues, este recuerdo, en homenaje a ellos. El Turfman uruguayo, don Augusto Sbárbaro, feliz propietario del fenomenal Yatasto, quiso festejar el triunfo de su crack en el "Derby" porteño, como mandan los "cánones", y ofreció el domingo por la noche un gran banquete en la señorial mansión del Jockey Club de Buenos Aires. Ofició de anfitrión su amigo, muy dilecto, don Federico de Alvear, turfman del tiempo viejo, cortado al tipo de "los de antes". Se habilitó para la fiesta el tradicional "Salón Imperio", en cuya mesa, formando enorme círculo, se reunieron sportmen de abolengo rancio de la antigua rueda de don Federico; otros más jóvenes, que integran el grupo dé don Ignacio Correas, el criador de Yatasto, y por supuesto, los uruguayos, amigos y allegados a don Augusto Sbárbaro. Presidieron, el Embajador del Uruguay, don Mateo Márquez Castro y "el dueño de casa", don Urbano de Iriondo. El menú estuvo "a la altura de las circunstancias" y eso es decir mucho. En cuanto a la "espirituosidad" de los vinos, baste consignar crearon un ambiente deleitante. Se inició el banquete en una atmósfera como de solemne expectativa. Hubiérase dicho que los comensales invadidos de una extraña sensación contradictoria temían, precisamente lo que sus corazones estaban anhelando: revivir pasados tiempos... Yo, en cierto modo, me sentía allí un poco espectador, por mucho que también "actuaba" hasta con peligroso entusiasmo. Es que; no era posible dejar de hacerle los honores a ese banquete formidable.

Poco a poco la atmósfera se fue "caldeando" y aquellos cabellos blancos que formaban corona enorme en el Salón Imperio, parecieron iluminarse, con las luces de recuerdos pretéritos. El más fino "spirit", el mas clásico, el más elegante, fue pronto en aquella fiesta, el comensal más grato. Las figuras, al principio rígidas, que integraban el hermoso cuadro fueron cobrando vida, como por obra de encantamiento, y... resultó imperioso qué alguien dijera algo; era preciso explicar qué significaba todo aquello que allí estaba ocurriendo, tan sugestivo y tan extraño... Se lo pidieron, y no se hizo rogar don Federico, que supo ser a la vez galano y chispeante y, entre broma y broma, llevó a los circunstantes de los lindes de la risa, a

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los del llanto, sin dejarlos entregarse, ni del todo al buen humor, ni por completo a la melancolía de las evocaciones de antaño. Los tuvo "en un hilo", suspendida su nostalgia en el vaivén de su gracia inimitable. ......Y tras de proclamar la inconmovible amistad que une, "pese a quien pese", al pueblo argentino y al uruguayo, los entregó a la sobria elocuencia de nuestro Embajador, quien recogió caballerescamente el guante, para manifestar qué no era tal la pretendida "gaffe" de que, momentos antes, había querido disculparse don Federico por haber dicho que los Treinta y Tres Orientales NACIERON en la Argentina, en lugar de decir que SALIERON de ella: "porque, realmente, con toda propiedad podía decirse que la Cruzada Libertadora del pueblo oriental, había nacido en San Isidro!". Saludó su atinada ocurrencia, una verdadera salva de aplausos. De inmediato, reclamó el honor de hacerse oír en aquel acto que tan trascendental se iba poniendo, el señor Olmedo Zumarán, quien inició su discurso diciendo: "Como la luz, la sombra; como la felicidad, la melancolía; como el pasado, su recuerdo. Pero, Yatasto ha venido a trasportarnos de nuevo a todos nosotros, como en un vuelo inefable, a aquellos tiempos de esplendor que ya casi nos parecen, no más que un hermoso sueño..." Luego, tras de remontarse, al "Derby" de Le Sancy, a Old Man, y a Botafogo; a don Ignacio Correas - el padre -; a los Juárez Celmán y a muchas otras figuras inolvidables de la época de oro del turf porteño dijo muy bonitas cosas de nuestra tierra, que también lleva en la sangre. Y se detuvo, por un momento, en As de Espadas, para señalar, que ganó el Nacional de Palermo, llevando en las cruces a Medardo Bonilla, gran jockey uruguayo!.... . A continuación, el inimitable don Federico, volvió a tomar la palabra para agradecer, en nombre de Augusto Sbárbaro e Ignacio Correas, los elogiosos conceptos que los oradores acababan de dedicarles. Y, por último, el turfman peruano, señor Chopitea, se hizo presente en la palestra oratoria con frases felicísimas interrumpidas por frecuentes aplausos. "Bendito el turf - manifestó con acentos vibrantes - que nos brinda reuniones como ésta, en las cuales dejamos de lado todo lo que no sea agradable y simpático!...Desdichados aquellos que no saben ver la belleza que ofrece en sus estupendas realizaciones de la pista un pingo excepcional como Yatasto!"... Y habló de la amistad de los países de América y de la grandeza del elevage porteño, siendo febrilmente ovacionado por todos los circunstantes. .. A esta altura de la fiesta "nunca vista" al menos para nosotros los uruguayos, el clima era tal, que hubiera podido decirse que se nos había entrado por las venas el

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mundo aristocrático de "fin de siglo" evocado, en su último baluarte - (el Jockey Club de Buenos Aires).- por aquellas venerables cabezas blancas que nos estaban rodeando. Cabezas que otrora fueran adorno, sin duda, de apuestas figuras de caballeros magnates, en jornadas brillantes. Pero, en verdad, no podría afirmar, si en aquel momento evocaban el pasado con alegría o con tristeza, porque al abrazarse, les oía reír de felicidad, a tiempo que por sus mejillas rodaban lágrimas abundantes... Y recordaban... recordaban sin cesar. Con deleite, con frenesí, diría, como queriendo aferrarse, a lo que de sobra sabían que se les escapaba irremisiblemente, de manera implacable. Lo más hermoso para mí, lo más emocionante, era que el Uruguay estaba en todos sus recuerdos más gratos... "Uds., los uruguayos" - dijo al cabo don Federico de Alvear - "tienen que decir allá, lo mucho que se les quiere en esta tierra nuestra". "Y que somos y seremos siempre hermanos pese a las muchas macanas que POR AHI se andan diciendo"... Pero, como tenía que ocurrir, aquella escena se fue "esfumando" poco a poco, al apagarse el brío, ahora fugaz, de sus actores más importantes... Y volvió al pasado, de donde viniera, con la rara sugestión de un hechizo....

La adición de esa noche, a nombre del Sr. Sbárbaro…

Quedó, sin embargo, en mi mente dibujada con caracteres indelebles: como un cuadro. Pero más firme fue sin duda la huella que dejó en mi espíritu. Mientras me alejaba de aquel extraño sueño, pensaba con Manrique: "¡Cómo, después de acordado, da dolor; cómo a nuestro parecer!"...

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Y hubiera podido jurar entonces que: "Lejos... muy lejos... se oían los acordes de un minuet"... Antes de que pasaran dos años, el 15 de abril de 1953, el Jockey Club Argentino fue bárbaramente incendiado, en una noche trágica. Aquélla había sido la última cena, en el Salón Imperio. La última cena... de la hidalga generación porteña del 900...”

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omo epílogo a la nota de Doncaster, extraemos del sitio web del Jockey Club Argentino una descripción de cómo era la famosa sede social de la calle Florida entre Lavalle y Tucumán de forma que el lector pueda hacerse una idea más cabal de lo que se perdió en aquella trágica noche del 15 de abril de 1953.

“El Jockey Club de Buenos Aires fue fundado el 15 de abril de 1882 y su impulsor más decidido y primer presidente fue el Dr. Carlos Pellegrini, secundado en la empresa por un entusiasta conjunto de caballeros representativos de la actividad política y económica del país. La idea que los animaba era la de dar origen en nuestro medio a una entidad capaz de organizar y regir la actividad turfística nacional, hasta entonces fruto de emprendimientos dispersos y poco redituables, pero que al mismo tiempo fuera un centro social de primer orden, similar a los mejores clubes europeos que todos ellos habían conocido durante sus viajes por Francia e Inglaterra. Ambas premisas quedaron enunciadas claramente en el artículo primero del Estatuto de la institución, que expresaba que el Jockey Club sería un centro social, pero también una asociación que propendería al mejoramiento de la raza caballar. En cuanto a la vida social de la institución, durante sus primeros años las actividades se desenvolvieron en distintas residencias alquiladas, todas ellas ubicadas en la zona céntrica de la ciudad, pero una nómina societaria en constante aumento pronto aconsejó la edificación de una sede propia, que estuviera en un todo de acuerdo con la creciente jerarquía que el Club había alcanzado en su etapa germinal. Un paso capital al respecto se tomó en 1888, cuando se adquirió un predio en la calle Florida entre Lavalle y Tucumán, ubicación inmejorable del Buenos Aires finisecular. Después de llamar a concurso de proyectos, las autoridades del Jockey resolvieron la inmediata iniciación de las obras, según planos del arquitecto austríaco Manuel Turner. Durante el proceso constructivo, que se extendió por nueve años, el programa original fue completamente modificado, firmando la obra definitiva el ingeniero argentino Emilio Agrelo.

Una soberbia fachada sobre Florida, impactante recepción y escenográfica escalera; suntuosos salones, vasta sala de armas y acogedor comedor; sus elegantes características contribuyeron para que, desde el momento mismo

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de su inauguración, el 30 de septiembre de 1897, el palacio del Jockey Club se transformara en el centro predilecto de la actividad social más encumbrada de la ciudad. En su moblaje y adorno tuvo mucho que ver Carlos Pellegrini, quien se ocupó personalmente del arreglo definitivo de la casa hasta en sus mínimos detalles, contando para ello con la colaboración de Miguel Cané, que desde París, donde cumplía funciones como ministro de nuestro país, remitió los lujosos cortinados, las espesas alfombras, las panoplias, las arañas de finísimo cristal e incluso los faroles para el frente del edificio.

Con el correr del tiempo la casa sufrió diversas modificaciones. Ante todo se adquirieron varios solares vecinos, posibilitando la ampliación de las instalaciones y la construcción de un edificio anexo para las oficinas administrativas. Sucesivas reformas, llevadas a cabo en 1909 y en 1921, permitieron adaptar los salones a los cambios producidos en las modas y en el gusto, a la vez que, con asesoramiento especializado, se formó una valiosa colección artística, en la que se destacaban pinturas firmadas por Louis Michel Van Loo, Goya, Bouguereau, Corot, Monet, Sorolla, Anglada Camarasa, Fantin-Latour, Carrière y Favretto. Junto a las de los artistas extranjeros también lucían numerosas telas de maestros argentinos como Sívori, Gramajo Gutiérrez, Bermúdez, Quinquela Martín, López Naguil, Fader, Cordiviola y Aquiles Badi, formando el conjunto una verdadera galería de arte, que algunos socios del Club no vacilaban en considerar como "nuestro pequeño museo". Por el lujo de sus salones, por su magnífica biblioteca permanentemente enriquecida y por el prestigio de su colección artística, el palacio del Jockey Club fue ambiente privilegiado para aristocráticas recepciones, y en él también se acostumbraba agasajar a los visitantes ilustres que arribaban a Buenos Aires. La nómina de quienes ingresaron por su pórtico de honor entre 1897 y 1953 incluye presidentes extranjeros como Campos Salles del Brasil y Pedro Montt de Chile, y miembros de la realeza europea, como la Infanta Isabel de Borbón, el príncipe Enrique de Prusia, el Duque de los Abruzzos y el Príncipe de Gales (más tarde Eduardo VIII), pero también hombres representativos de la vida política y cultural internacional, como Georges Clemenceau, Teodoro Roosevelt, Guillermo Marconi, Anatole France y Santos Dumont.”

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