san lorenzo de america juan mercier
EL CORAZON DE BOEDO Deslumbró y se convirtió en el abanderado anímico y futbolístico. El subcapitán revela las claves que hicieron crecer su juego, repasa situaciones que el club atravesó y resalta el funcionamiento colectivo. por dario gurevich
“NO SE SI soy más líder que antes… Cuando llegué a San Lorenzo, venía del fútbol árabe, de estar de vacaciones, de no haber hecho una pretemporada, y se lo reconocí al presidente después de mi primer partido. Sabía que no había rendido como la dirigencia, la gente y yo queríamos, y que necesitaba volver a tener una buena pretemporada para agarrar ritmo, ponerme a punto y recuperar mi nivel. Y lo logré”. Juan Mercier jamás olvida, por más que haya conseguido la Libertadores. Tan generoso como se muestra en la cancha al jugarse un testículo y la mitad del otro siempre que corresponda, también lo es afuera. El recuerdo de aquel llamado de Ricardo Caruso Lombardi para que se incorporara promediando 2012, de la confianza de Matías Lammens, que priorizó la recomendación de Diego Maradona –lo había tenido a Pichi en Al Wasl– por encima del momento y que creyó en la palabra del volante central, se le viene a la cabeza y agradece. El delirio azulgrana no cesa en una noche para enmarcar, pero este hombre
34/EG
de 34 años nacido en Campana hace la pausa. “Significa mucho ser campeón de América. Haber ganado la Copa con la calidad humana de este grupo me enorgullece todavía más. A mí me tocó ascender con Platense a los 25 años, salir campeón con Argentinos a los 29 o 30, con San Lorenzo a los 33, y ahora esto, que es único… Por eso, está claro que no todos los días se gana un título, y menos uno tan importante como este”, sentencia. Su rendimiento se tornó extraordinario a medida que el Ciclón sopló en el torneo continental; el mediocampista asombró y se transformó en el líder anímico y futbolístico de Boedo. “Es el mejor momento en mi carrera y en lo personal. En cuanto al juego, aprendí a correr la cancha con los años. Escuché a gente grande que me aconsejaba sobre cómo hacerlo, cómo moverme… Y en cuanto a lo anímico, estoy muy bien en lo familiar”, asegura. -¿Tu juego es similar al de Javier Mascherano en la Selección? Me refiero al recorrido, a ser la rueda de auxilio de todos, a recuperar y tocar, a sacar al equipo adelante...
-Me lo marcaron algunas veces… Por ahí no tengo el pase largo e interior que da él, yo trato de estar bien parado, mirar el juego, prestar atención para seguir la jugada y dársela al que esté mejor posicionado; eso es lo básico mío. Antes abusaba del pelotazo: de diez pelotas que tenía en los pies, capaz tiraba nueve bochazos. Hoy, tal vez tiro sólo dos. Ahí surge la clave de su formidable nivel porque, además de su disciplina táctica para el corte, puede resultar importante en la confección. Se entiende que no invente una genialidad en tres cuartos de cancha, pero sí tiene la capacidad de limpiar el juego y dar el primer pase para iniciar el ataque. “Es verdad, eso ya lo hacía con Pizzi, cuando debía ser una de las opciones para que les llegara la pelota a los volantes creativos, que eran Piatti, Romagnoli y Correa. Ahora, intento lo mismo: dársela a los que tienen que generar peligro“. -¿Te luciste más con el San Lorenzo de Juan Pizzi o con el de Edgardo Bauza? -Mi juego siempre se lució, creo… Y hablar de un técnico, o de otro, sería ➤ faltarles el respeto a ambos.