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Fotografía y medicina en el siglo XX
Francisco J Rubio 1
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Vivimos tiempos donde las imágenes digitales están omnipresentes, ellas han revolucionado las formas de representación del mundo y la manera de mirar los espacios que nos rodean. En este nuevo contexto de producción visual, es interesante pensar cómo era la experiencia de hacer buenas fotografías analógicas, pensadas y obtenidas para el desarrollo de la ciencia médica, en el transcurso del siglo XX.
En pocas líneas buscamos aproximarnos a la historia de la fotografía y la medicina, basado en dos puntos de análisis: primero, objetivando su sentido testimonial pedagógico, motivo por las que fueron realizadas; un segundo aspecto consiste en resaltar su destino como huella grafica. Luego de un tiempo trascurrido, las imágenes devienen en documentos históricos muy ilustrativos para articular y ensamblar de manera interdisciplinaria las prácticas médicas de un pasado reciente. Ambos conceptos nos permiten leer las imágenes de distintas maneras, y también relacionarlas con una multiplicidad de tendencias artísticas-estéticas que muestran el cuerpo en su binomio salud-enfermedad.
Cuando observamos la producción fotográfica de diferentes patologías, notamos que la mirada creativa del fotógrafo, a menudo, quedaba reducida a la condición de una lente fotográfica. El ojo sensible se convertía en un engranaje mas de un objeto técnico mecánico, lejos de las cámaras viajeras que documentaban personas, ciudades y barrios. Fuera de toda composición de estudio, el profesional de la fotografía médica, cumplía las indicaciones de los especialistas de la salud, para resaltar ciertas enfermedades con el máximo de detalles y texturas. La agudeza visual se mostraba de manera distante, sin genealogía ni estilos.
Desde el siglo XIX, los cuerpos se abrieron al registro fotográfico, desplazando las técnicas hegemónicas del dibujo anatómico. Las nuevas máquinas podían capturar el instante de una cirugía y facilitar porciones minúsculas de dolencias para el análisis minucioso, convirtiendo las vellosidades en bosques, los orificios en cráteres, la piel en figuras surrealistas. La deconstrucción anatómica la observamos en ojos
aislados, comisuras de labios y raíces de cabellos entre algunos ejemplos.
Estos documentos eran cuidadosamente guardados y clasificados en la historia clínica de cada paciente, o estudiados en congresos de las diferentes especialidades. Eran testimonios para el estudio médico y estaban ocultos al gran público; será, recién, hacia la década de 1950 y en adelante, cuando el cine y televisión mostrarán a los espectadores, las cirugías mayores. Los medios audiovisuales contribuyeron fuertemente a poner de manifiesto los problemas de la salud en las sociedades industriales. La comunicación masiva cambió la representación social de la enfermedad y las maneras de luchar contra ella, se intensificaron las campañas preventivas, se difundieron los saberes médicos; la salud antaño un problema individual, se había convertido en una problemática social.
Los fotógrafos del período analógico, además de combinar todas las posibilidades que ofrecían las cámaras y los soportes visuales, como las imágenes estereoscópicas, las diapositivas y la impresión en papel con diversos formatos, también tenían en cuenta la sensibilidad de la película para obtener diferentes granos en la gama visual, las lentes: teleobjetivo, gran angular y zoom, los filtros, la utilización de
flash entre los muchos accesorios que componían el equipo fotográfico, además de estar siempre atento a las propiedades de la luz.
Luego, el tanque con el revelador de la película, las copias de los negativos en planchas de contacto y los controles de impresión, hasta llegar al original definitivo. Eran arduas tareas que se desarrollaban en el laboratorio, lleno de vapores químicos que fluían del revelador, el baño de paro y el fijador. Este espacio iluminado con una luz especial, comúnmente se lo denominaba cuarto oscuro.
Las fotografías médicas tienen un pasado intemporal, nos muestran la enfermedad sin sensacionalismos, a diferencia de las imágenes que acompañan hoy a los atados de cigarrillos, estos encuadres exponen la fragilidad de la condición humana.
Mas allá de las dolencias estáticas que nos legaron los profesionales de la fotografía, en ellas podemos observar algunos componentes visuales, que evidencian el canon artístico de aquellos tiempos: línea, figura, modelo, textura y forma.
Al verlas, también surge la pregunta ¿Cómo habrá sido la relación del enfermo con el fotógrafo y su cámara, mediada por la presencia del médico? Son otras historias, muy próximas a la antropología cultural que exceden esta nota.
Superadas las técnicas fotográficas de la centuria próximo pasada, podemos observar hoy, aquellas instantáneas con una perspectiva estética y documental, ellas nos enseñan a mirar lugares diversos (arquitectura hospitalaria, espacios sanitarios, lugares de enseñanza) y situaciones varias (practicas y aparatología médica, formas de sociabilidad entre galenos, desarrollo de la fotografía al servicio de la salud). Las imágenes van develando y descubriendo fragmentos materiales que pueden ensamblar con otras perspectivas epistemológicas de la historia de la medicina.
A modo de conclusión, la fotografía médica analógica contribuyó a remodelar la percepción del cuerpo humano en las décadas del novecientos, consolidó las prácticas atléticas y formó los hábitos para prevenir enfermedades, difundiendo los conceptos básicos que requieren los cuidados de la salud.