Martes 26 de julio de 2011
Muere el hombre, nace el mito
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ADIÓS AL MÁS GRANDE
EDITORIAL
El adiós del más grande C
omenzó muy joven y tuvo el talento de inyectarle a la música colombiana una fuerza, unos bríos, un encanto, que hasta entonces no había podido lograr otro cantante nacional. Era un espectáculo en la tarima, un insuperable rey musical, un dios del goce, que con su mímica y sus cantos, y su voz única, generaba las más alegres vibraciones en la multitud que tenía la fortuna de caer bajo el hechizo de sus melodías. Ha partido el más grande cantante y compositor de Colombia en música tropical, a los 55 años de edad. Ha sido doblegado por la muerte después de varias semanas de intensa lucha por sobrevivir en la que varios de sus órganos esenciales no fueron capaces de responder favorablemente a los esmerados tratamientos médicos que le prodigó con esperanzada abnegación un grupo de galenos que siguió paso a paso el lento y letal deterioro de su cuerpo. En ese sentido hay que reconocer el trabajo encomiable del grupo de profesionales de la clínica La Asunción. Deja el Joe una profusa elaboración musical donde destacan canciones todas de inmensa factura, que conquistaron el gusto nacional y lograron un aplaudido reconocimiento en otras patrias. Han dicho adoloridas voces que han lamentado su partida, que el Joe es para Colombia lo que el inmortal Benny Moré para Cuba. O Héctor Lavoe para Puerto Rico. Y al igual que estos grandes del canto, le espera al Joe el camino inevitable de la inmortalidad. Fue fiel el Joe al oscuro color de sus mayores africanos, y lo plasmó en Rebelión donde el maestro recogió con destreza de cronista depurado la historia de la esclavitud en su Cartagena de Indias, la tierra que lo vio nacer y donde dio sus primeros rebeldes pasos artísticos deambulando noctámbulamente por antros que fueron los primeros en apreciar su genio infatigable y seductor. Fue Barranquilla el escenario de sus grandes victorias musicales, tras una carrera de éxitos en la banda de Fruko y sus Tesos. A esta ciudad llegó el Joe a principios de los 80, tras una grave enfermedad que hizo circular el rumor de
Director consejero: Juan B. Fernández Renowitzky
Gerente: Elaine Abuchaibe Auad
Editor General Ernesto McCausland
Jefe de Redacción: Rosario Borrero Director de Arte: Fabián Cárdenas
su muerte, a la que en ese momento sí pudo derrotar. Y al tiempo que mejoraba su estado de salud, en Barranquilla logró conformar su anhelada orquesta La Verdad y empezó su estelar proceso de ideación y grabación de una sucesión de canciones que lo lanzaron mucho más lejos hasta convertirlo en el indiscutido monarca de la música popular colombiana y amo indestronable de numerosos festivales de orquesta del Carnaval de Barranquilla en los que obtuvo tantos ‘Congos de Oro’ que hubo necesidad de declararlo fuera de concurso y hasta crear una categoría especial para él. En el instante en que ocurre su muerte, la leyenda del Joe había logrado convertirse en un asunto de interés nacional con la telenovela que el Canal RCN viene emitiendo desde hace varias semanas. Alcanzó él a ver su lanzamiento y algunos capítulos, y agradeció el homenaje que significaba llevar su vida a la pantalla chica, pero seguramente la controversia seguirá por los manejos guionísticos de la historia que varios de sus familiares y amigos consideran no se ajusta al discurrir real de la vida del Joe. Se discutirá seguramente también acerca de los mejores cuidados que pudo haber recibido el cantautor colombiano que permitieran preservar su salud. Pero en tales evaluaciones habría que considerar la misma decisión del artista para quien su trabajo era la razón suprema de su vida, aunque, desde luego, faltaron mayores y persuasivas razones para que entendiera que las enfermedades que padecía hacían obligatorio un diseño de precauciones. Lo real y cierto es que el más grande se ha ido. Ha partido, como tantos otros grandes de la música latinoamericana, hacia las barriadas del cielo. Y lo estamos llorando. Y lo vamos a seguir llorando. Pero el mejor tributo que podemos rendirle a su memoria es seguirlo bailando, continuar disfrutando su música que ahora en Colombia, pero sobre todo en esta Barranquilla donde decidió quedarse para siempre, sonará en todas partes: en estaderos, en fiestas, allí donde la alegría seguirá siendo posible gracias al más grande, al Joe Arroyo.
Editores Denis Contreras, Alix López, Karina González, William Vargas Periodistas Martha Guarín, Brenda Romero, Jeniffer Varela, Onix Correa, Lina Robles, Alejandro Rosales, Kenji Doku, Blas Piña, Elvis Martínez, Alexandra De La Hoz, Hipólito Palencia y Melissa Zuleta
Fotógrafos: Josefina Villarreal, José Torres, Jesús Rico, Jaime Vides y Archivo EL HERALDO Foto Portada: Cortesía Revista Gente
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JOE
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JOE ARROYO JO 19 1955 - 2011
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El Rey de la música tropical falleció luego de luchar por 29 días con sus dificultades de salud.
En Barranquilla se quedó y fue aquí donde dio su último suspiro Por Onix Nedel Correa
¿Y qué va a hacer la ciudad sin su novia y su rey? Es verdad. El dolor no tiene explicación y esa pregunta se la hacían una y otra vez las centenares de personas que llegaron a la Clínica la Asunción 10 minutos después de haberse conocido la noticia del fallecimiento del Joe Arroyo. Barranquilla no había superado la muerte de Esthercita Forero cuando a las 7:50 de la mañana del 26 de julio se vio enfrentada a la partida para siempre del cantante cartagenero. Uno a uno fueron llegando sus seguidores, amigos, artistas, admiradores, todos a unirse al dolor colectivo, al sin sabor que deja la desilusión cuando la esperanza era el común denominador: Joe debía recuperarse. Aunque las dificultades de su salud ganaron la batalla contra la muerte, su recuerdo y el cariño de la gente lo han inmortalizado casi que de inmediato. Cualquier recuerdo, palabra y objeto era válido afuera del centro de salud para hacerle un merecido homenaje al rey de la música tropical en Colombia. Willy Calderón fue el primero en abrirse entre la multitud y el sol de la mañana para demostrar que estaba ahí, en vida y asumiendo la muerte del que
fuera su compañero de orquesta, amigo y hermano de corazón. “Sé fue el más grande y no pudimos grabar aquella canción juntos que dice Barranquilla temblaba cuando Joe Arroyo cantaba”, dijo en medio de la tristeza Calderón. Lo que se veía venir llegó: la gente comenzó a hacer pequeños grupos para cantar en coros improvisados estrofas de sus canciones. Tania, La rebelión, La noche, Centurión de la noche, Mary, eran algunas de las melodías en las voces urbanas que se escuchaban a las afueras de la Clínica La Asunción. “Joe, siempre estarás en mi corazón”, rezaba el cartel que se asomó entre las cientos de cabezas que vigilaban la entrada del centro de salud a la espera de cualquier noticia. Un artista, una familiar o un comunicado de la clínica era suficiente para calmar el desespero comunal por saber qué iba a pasar ahora. Aunque el paso de los años han opacado las portadas de cartón de los discos de Joe, estas salieron a relucir y cobraron vida en las manos de aquellos admiradores y amantes de su música que aún conservan en sus casas como joyas del arte. Apenas escuchó la noticia por la radio Roberto Carlos Lombada terminó corrió a cambiarse de ropa y buscar la
Las hijas de Joe, intentando entrar esta mañana a la clínica.
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Seguidores, amigos y gente del común fueron a la clínica a buscar información sobre la muerte del Joe Arroyo. El desespero ocasionó un poco de desorden.
portada de Arroyando, con el hijo adoptivo de Barranquilla cantando al lado de la Orquesta La Verdad. “Es una tristeza muy grande. El Joe es el Héctor Lavoe barranquillero. Es una gran pérdida para nuestra cultura”. Una sola revolución, pero con muchas caras de tristeza y preguntas sobre el Joe era lo que invadía las calles fuera de La Asunción. “Mary habla”, pedían esta vez no solo los periodistas que estaban allí sino la gente. Es el rey y su pueblo quería saber algo de él. Así fue la primera despedida a Joe, a las puertas del centro asistencial que lo albergó durante un mes de incertidumbre y zozobra. De allí el cuerpo pasó a la funeraria Jardines de La Eternidad, y luego a la Catedral Metropolitana María Reina, donde será homenajeado el hombre que también hizo cantos de alabanza. Se ha ido el Joe, pero su memoria vive ahora más que nunca. Lo sienten sus amigos. Lo siente el pueblo.
Las últimas horas Luego de pasar 29 días en la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica La Asunción, Alvaro José ‘Joe’ Arroyo González falleció hoy a las 7:45 a.m. La noticia tuvo en vilo por días a familiares, amigos y seguidores del artista cartagenero, quienes en todo momento realizaron cadenas de oración y llegaban al centro asistencial a averiguar por su estado de salud, que se agravó en varias ocasiones y que fue víctima también de innumerables rumores a través de Internet. El último comunicado enviado por la clínica, pasadas las 2 p.m del lunes, puso en alerta a quienes estaban atentos a la evolución del intérprete de ‘Tania’. En el documento, se informó que el paciente presentaba “deterioro de su estado de salud de 5 días de evolución” y se encontraba “delicado con falla multiorgánica”.
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El Centurión de la noche partió para siempre, pero como fue su voluntad, sus restos reposarán en Barranquilla, a la que tanto le cantó.
Se nos fue el genio del ‘Joeson’ Por Anuar Saad
Se terminó la historia terrenal del Joe Arroyo. Como un largo capítulo de telenovela, su vida estuvo marcada por las carencias, el esfuerzo, las alegrías y las tristezas, y hoy, después de los últimos sufridos 29 días postrado en una cama de hospital, despojado de su alegría innata; impedido para desplegar esa alegría que contagió a millones de corazones en el mundo entero; sin que esa voz indescifrable, visceral y única que nos hacía olvidar las penas resonara más, el gran Álvaro José Arroyo, partió para siempre. Sus restos, como habría sido su voluntad desde hace mucho tiempo, reposarán aquí, en su tierra adoptiva, esa misma que lo hizo declarar en versos preñados de su genial “Joeson”, que… “¡en Barranquilla me quedo!” El legado que deja este multifacético artista será difícil de continuar, porque composiciones, ritmo y personalidad no puede ser igualado por nadie más. Tal como lo dijera en su histórica entrevista a Mauricio Silva para la revista “Rolling Stone”… “Se necesitarán 200 años para que nazca otro Joe”. Su muerte produce dolor. En las oficinas, en medio de una charla de trabajo, alguien se atrevió a gritar, justo a los 7:45 de la mañana la nefasta sentencia: ¡Acaba de morir el Joe! Aunque las actividades siguieron su curso, todos los asistentes tenían cara de velorio. Y es que el Joe
Vivió al ritmo que quiso. Hizo de la noche su día, de allí “El centurión de la noche
no sólo es el padre de sus hijos, el compañero de su esposa, el hermano de sus hermanos…este cantante era parte de cada uno de los colombianos porque sus canciones –en realidad himnos inmortales—nos acompañaron desde que por primera vez nos escapábamos a una fiestecita de viernes y nos enloquecíamos con “El Ausente”, uno de sus primeros y más legendarios éxitos. Pero la vida pasa factura, y al Joe, sus abusos le cobraron el precio más caro: su vida. En los últimos diez años sus ingresos a clínicas fueron repetitivos y paulatinamente se le dejó de ver de manera activa en los escenarios. No caminaba bien; su aparato motriz fallaba; su presión arterial era cada vez más díscola y el azúcar y sus reincidencias en la droga y el alcohol, terminaron de cavar su anticipada sepultura. El Joe vivió al ritmo que quiso. Hizo de la noche su día, de allí “El centurión de la noche”. Se hizo cómplice inspirador en medio de bataholas de droga y alcohol en las que terminaba, increíblemente, componiendo piezas maestras que daban fe de su estado, caso por ejemplo, de “El tumbatecho”. Le cantó
al amor, a sus amores, a su música, a su tierra, rescató los orígenes de los ritmos cumbiamberos, mezcló la herencia africana como el chandé con la salsa, creando así un ritmo que se convirtió en receta perfecta para melómanos, productores, bailadores y amantes de la música en general. Sin embargo, sus últimos días no fueron llenos de la paz que un enfermo que espera la muerte, quisiera tener. Este último mes transcurrió entre los dimes y diretes producto de un agrio enfrentamiento de su actual esposa con las hijas del matrimonio con Mary Luz y con sus amigos y colegas. La abusiva transformación de la realidad que presenta la novela –además muy pobre argu-
mentativamente hablando—generó polarización entre las partes llegando a afirmarse que fue escrita no para engrandecer al Joe, sino a su actual esposa. Solo el tiempo dirá la verdad, mientras que seguramente, las demandas empezarán a llover. Como el amor verdadero, al Joe se le amó tal y como fue. Sin necesidad de maquillajes ni impulsado por retratos e historias amañadas. Se le admiró y se le quiso, reconociéndole su grandeza y aceptándole sus excesos, sus defectos y sus errores. Hoy este gran artista se nos adelantó en la partida final. Allá, en el cielo de los genios, estará estremeciendo los rincones con su grito peculiar y, quien sabe, dedicándonos un “Colombianos, el Joe nunca los olvida”, mientras que ángeles y santos empiezan a prender la guachafita. Mientras tanto, desde aquí, esperamos que te llegue este grito que combina el dolor con nuestra admiración: Joe: ¡Colombia nunca te olvida!
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Familiares, autoridades, entidades culturales, músicos y actores lamentan su partida.
En la memoria y en el corazón de todos La muerte de Álvaro José ‘Joe’ Arroyo enlutó no solo a su familia y amigos más cercanos. Colombia en general llora su partida y de esa forma se ha dado a conocer a través de las redes sociales. El presidente Juan Manuel Santos, por su cuenta de Twitter expresó: “lamento la muerte de Joe Arroyo, una gran pérdida para la música y para Colombia. Toda mi solidaridad con su familia y seres queridos”.
ALFREDO ARROYO Hermano de Joe
“Mi hermano era lo más grande que yo tenía. Fue un hombre maravilloso, buen padre, una persona humanitaria. Le pedí que me esperara, pero se fue”.
ALFREDO GUTIÉRREZ Músico y amigo
“Hoy es un día muy triste para la música. Joe es lo mejor que ha dado Latinoamérica y Colombia se ha quedado huerfana”.
CHELITO DE CASTRO Pianista y amigo de Joe
“Tengo una tristeza muy grande. Mi hermano y maestro se fue. Era una persona muy sencilla que nunca se dio cuenta de lo grande que era”.
Asimismo, la Fundación Carnaval de Barranquilla, por medio de su directora Carla Celia, señaló que “la voz de Joe no morirá mientras sus canciones permanezcan en la memoria y corazones de los colombianos”. El Festival de la Leyenda Vallenata también añadió que el cantante cartagenero dejó “constancia de su amor al folclor vallenato, al grabar en varias ocasiones nuestros aires musicales”.
VICTOR ‘EL NENE’ DEL REAL Músico y amigo
“Es difícil expresar lo que siento. Es un momento muy duro, pero hay que aceptar los designios de Dios. Era mi gran amigo desde hace 40 años” .
JUAN PIÑA Cantante y amigo
“Gracias a Dios Joe descansó, pero me siento triste porque no lo pude ver. Tengo palabras de dolor por el amigo y el hermano que se fue”.
JAIR ROMERO Protagonista de ‘El Joe’
“Siento una profunda tristeza. Queríamos que la novela fuera un homenaje que él presenciara. Siempre recordaré su mirada”.
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Joe, recordado como persona sencilla, alegre y apasionada por la música recibió en vida el cariño de sus admiradores.
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Desde 1987, este barranquillero imita al fallecido artista. En los últimos días su show se ha cotizado tanto que cobra el doble.
Jairo Meza se pinta la verruga para parecerse más a su ídolo Por Kenji Doku kenji.doku@elheraldo.com.co
Cuando Jairo Meza Sánchez escuchó que Álvaro José ‘Joe’ Arroyo había muerto, dijo: ¡hombeee, mi hedmano, cómo me vas a decir eso… edda pobre Joe, descansó!... Tras la expresión, su voz se entrecortó. Su vista quedó perdida. Meza Sánchez, un expolicía, de 52 años, personifica al cantante cartagenero en las anuales carnestolendas de La Arenosa. En esta actividad lleva 24 años seguidos. Recuerda que fue un primo suyo, llamado Alejo Camargo y residente en EU, quien le recomendó, en medio de una fiesta, que debía imitar al célebre artista costeño. “Esa noche le dábamos la bienvenida a mi primo que había llegado de Nueva York. En medio de los tragos, de las risas, sonó la canción Echao Pa’ lante, y yo me paré a bailar. Fue una vaina espontánea, del putas”, señala Meza, habitante del barrio Ciudadela 20 de Julio. Inicialmente, salir a la calle vestido con atuendos africanos — menciona el expolicía — fue algo incómodo por las “batalladas” de la gente. Agrega que, en más de una oportunidad, estuvo a punto de guardar chalecos, gorritos multico-
lores y las claves, porque los vecinos lo tildaban de loco. Tuve temor al principio, pero después me solté. Soy y seré el fan número uno de Álvaro José. Estoy tan conectado con el brother Joe, que todo lo que converso me sale en verso. ¿Si ves que tengo el swing?”, pregunta el imitador. Al consultarle si alguna vez tuvo la oportunidad de estar frente a su ídolo, Jairo Meza indica que en una oportunidad, mientras trabajaba como electricista del Estadio Metropolitano, otro de sus tantos oficios, alcanzó a conversar con Joe. “Fue en medio de una prueba de sonido. Él iba a cantar con Shakira, le dije que me regalara los atuendos que ya no se pusiera y me contestó que hablábamos a la salida. Pero eso no se pudo por la fuerte escolta que traía Shakira. Le montaron un cerco que no podía atravesar ni Mandrake”. Por hacer los gestos más representativos del creador del Joesón, que incluyen el increíble tumba’o al bailar y el sonido que remeda el relincho de un caballo, Meza Sánchez se ha ganado varios premios en concursos promovidos por la Fundación Carnaval de Barranquilla. También es permanentemente contratado por estaderos y almacenes del Centro de la ciudad. Por un show que
Jairo Meza guarda celosamente los acetatos del fallecido artista cartagenero.
“La canción que más me gusta del brother es A mi Dios todo le debo”. JAIRO MEZA SÁNCHEZ Imitador de ‘Joe’ Arroyo
1987
fue el año en que el expolicía Jairo Meza empezó a personificar a Álvaro José ‘Joe’ Arroyo.
incluye varias imitaciones del cantante cartagenero, y por el que antes cobraba 150 mil pesos, el expolicía sostiene que hoy está por encima de los 300 mil pesos. Para el próximo mes de febrero, para honrar la memoria del muerto, Meza tiene pensado disfrazar a algunos miembros de su familia con el fin de montar una excelente parodia de todos los personajes que aparecen en la actual telenovela que emite RCN. Esta, según el imitador, lo ha catapultado mucho más a la fama.
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Los Congos 1984. Este año, el cantautor
cartagenero Álvaro José Arroyo, conocido como el Joe, ganó su primer Congo de Oro en el Festival de Orquestas con los temas ‘Amanecemos sí’ y ‘Confundido’.
1985. Su segundo Congo coincidió
con el de Los Vecinos, en la modalidad de orquesta extranjera, cuya popularidad estaba en la cima con ‘La Guacherna’, de autoría de la desaparecida Esthercita Forero.
1986. Tercer título en la capital del
Atlántico con una de sus canciones insignes: ‘Rebelión’. La orquesta Hermanos Martelo, Wilfrido Vargas y Los Hermanos Zuleta fueron premiados en otras modalidades.
1987. ‘Yamulemao’ y ‘Echao
pa’lante’ fueron los temas con que obtuvo otro reconocimiento en el Carnaval. También hubo premios para la orquesta de Pacho Galán, Wilfrido Vargas y el Binomio de Oro.
“Fue uno de los mejores cantantes de Colombia’’. JULIO ESTRADA Fruko, músico, y compositor.
1988. Fue el año del quinto Congo de Oro. Joe hizo vibrar, como siempre, al público. Hubo premios para Los Tupamaros, en orquesta nacional; Los Inéditos, en combo nacional, y el Binomio de Oro, en vallenato.
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Fue descubierto a temprana edad en las calles de un barrio popular de Cartagena. Su carrera artística estuvo llena de éxitos que sonaron en Colombia y el mundo.
Toda una vida consagrada a la música Álvaro José Arroyo nació el primero de noviembre de 1955 en Cartagena. Hijo de Guillermo Arroyo y Ángela González, y desde pequeño llenó la casa con su voz. A los ocho años se presentó por primera vez delante de un público en el Colegio Santo Domingo de su ciudad natal. Allí fue visto por el director del grupo musical que tocaba en un hotel de la capital de Bolívar, quien se lo llevó a cantar con él durante los siguientes cuatro años. Joe trabajaba durante la noche para ayudar a su madre a sostener el hogar. Cuando cursaba noveno grado, dejó el colegio, a su madre y su ciudad natal para irse a Galapa como parte de la orquesta La Protesta. En una de sus presentaciones, en Puerto Colombia, conoció a Julio Ernesto Estrada, Fruko, quien buscaba vocalista para su agrupación musical, luego de que Piper Pimienta abandonara el conjunto. Después viajó a Medellín y grabó, con Fruko y sus Tesos, El ausente, de la autoría de Isaac Villanueva, que posteriormente fue lanzada en el álbum Fruko el bueno, de la agrupación. Regresó a Barranquilla para seguir su trabajo en La Protesta, pero en poco tiempo fue reclutado como vocalista líder de la orquesta de Fruko debido al enorme éxito de ‘El ausente’ en todo el país.
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Siempre se sintió orgulloso de sus orígenes caribeños. La presencia de sonidos africanos y de los ritmos de la Región Caribe dominaron su extenso repertorio.
Las mujeres de su vida Joe Arroyo tuvo tres esposas. La primera fue Adela Martelo, su amor de infancia, a quien conoció en su natal Cartagena y con quien se casó a la corta edad de 16 años en Barranquilla, sin el conocimiento de sus padres. Un año después la inmortalizó en ‘El Ausente’ al recitar: “Adela, el Joe nunca te olvida”. Luego de dos hijas, Tania y Adela, a mediados de los ochenta Joe conoció a Mary Luz Alonso, su segunda esposa, a quien dedicó la canción que lleva su mismo nombre y quien se dice fue su gran musa para muchos otros temas musicales. Con Mary se casó casi diez años después, el 24 de junio de 1995 en Sabanilla, y tuvo otras dos niñas: Eikol y Nayalibe. Después de más de 15 años de amores, Joe y Mary Luz se divorciaron en el 2002. Finalmente, en el 2005, Joe vuelve a contraer matrimonio. Esta vez con Jaqueline Ramón, nacida en Estados Unidos pero de padres colombianos, con quien dio el ‘sí’ luego de cuatro años de noviazgo.
En 1971, a los 16 años, se trasladó de manera permanente a Medellín, firmó con Discos Fuentes y junto a Fruko y sus Tesos viajó por el país compartiendo su música. Canciones como ‘El caminante’, ‘Cara de payaso’, ‘Catalina del mar’ y ‘Tania’, el primer tema de su autoría que cantó con la agrupación, alcanzaron el éxito en esa época. Su talento lo llevó a colaborar con otras orquestas, entre ellas The Latin Brothers y Los Líderes, posicionándose como la voz más solicitada de la década de los setenta.
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Se codeó con los grandes de la salsa de aquel entonces: Willie Colón, Óscar de León, Jhonny Pacheco, Celia Cruz y Los Hermanos Lebrón, entre otros. Incluso fue llamado por Los Vecinos para cantar con ellos. Diez años después de empezar con Fruko, en 1981, Joe formó su orquesta La Verdad. El nombre surgió porque sus colegas no le creían cuando decía que tendría su propia agrupación ya que después de un año esta no se concretaba, por lo que en broma la bautizaron ‘La Mentira’.
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Con su nueva agrupación hizo una mezcla de salsa con varias influencias musicales, especialmente la cumbia y el porro, además de sonidos africanos y diversos ritmos caribeños como el reggae y el soca. A pesar de un inicio difícil, en el que invirtió todo lo ganado durante su paso por Fruko y sus Tesos (además de hacer coros para numerosos artistas y orquestas para conseguir el capital necesario), con La Verdad interpretó temas que lo llevaron a la fama internacional. Su álbum debut se tituló ‘Arroyando’,
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pero el reconocimiento, los discos de oro y los premios llegaron después de lanzar ‘Echao pa’lante’, su tercer disco con La Verdad. A lo largo de su carrera fue merecedor de 18 Congos de Oro, por lo que en 1990, los directivos del Festival de Orquestas decidieron entregarle el Super Congo de Oro por su trayectoria. En el 2000, mientras se encontraba en Barcelona, Joe cayó en un coma diabético, agravado por neumonía y agotamiento debido al exceso de trabajo. Los médicos lo desahuciaron, pero ‘el niño’
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de Cartagena superó sus males y regresó a Colombia junto a su esposa en aquel entonces, Mary Luz Alonso. Dos años después Joe tuvo que superar el divorcio de Mary, el fallecimiento de su madre, Ángela, y la muerte de su primogénita Tania el 31 de octubre, un día antes del cumpleaños número 47 del cantante. Finalmente, y después de cuatro años de noviazgo, en el 2005 Joe se casó con Jacqueline Ramón, quien sería su compañera sentimental hasta el final de sus días.
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Los congos 1989. El aplaudido artista caribeño
alcanzó su sexto título en el Festival de Orquestas, uno de los máximos eventos de las festividades carnestoléndicas de la ciudad de Barranquilla.
1990. A partir de este año la
organización del Carnaval de Barranquilla institucionaliza el Supercongo, que se le otorga al autor de ‘Rebelión’ por su valioso aporte al folclor costeño y nacional.
1995. Álvaro José Arroyo alcanzó
un nuevo Congo de Oro en tropical nacional. Se entregó por primera vez el Premio Rescate de lo Nuestro el cual ganó Zoila Nieto. También es homenajeado Christian Del Real.
1997. Este año el artista cartagenero repitió trofeo en la modalidad tropical. Igualmente se otorga el premio Rescate a lo nuestro al cantante soledeño Checo Acosta y en salsa nacional al Grupo Niche.
1998. Joe Arroyo repitió en Tropical, en esta oportunidad con el tema musical con ‘La matica de patilla’. Igual pasó con Checo Acosta con el Rescate a lo nuestro. El festival volvió al estadio Romelio Martínez.
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El maestro Rubén Darío Salcedo evoca cuando la mamá del Joe se lo entregó para que empezara a cantar en Sincelejo.
“Como si fuera mi hijo lo llevé a la Plaza de Majagual” Por Blas Piña Salcedo
SINCELEJO. No eran las 8 de la mañana
cuando Rubén Darío Salcedo escuchó por la radio la noticia de la muerte del Joe Arroyo. “ Me sorprendió porque, aunque yo sabía que estaba enfermo, no esperaba su muerte. Creía que el Joe se levantaría de ese estado,” dice visiblemente consternado Rubén Darío Salcedo, quien al enterarse de la partida del cantante colombiano experimentó tal mareo que por un instante pensó que se iba a desmayar. Y ni quien lo ayudara en esos momentos porque su esposa, Eliasid Mendoza, pareció también entrar en un shock, lo mismo que la hija que los acompañaba. No es para menos, Rubén Darío fue quien inició al Joe en los ajetreos de la música. En esa casa del barrio Majagual, en donde sigue viviendo el maestro Rubén
Darío, pasó los primeros años de su vida musical el Joe Arroyo después que unos músicos de Cartagena que tocaban con él le dijeron que en ‘La Heroica’ vivía un muchacho que lo único que sabía hacer era cantar y además, quería venirse para Sincelejo a cantarle a la vida. Al maestro Salcedo le quedó sonando la idea como una nota bien afinada. No dejó pasar muchos días y viajó al ‘Corralito de Piedra’. Llegó a la casa en donde vivía aquel muchacho que soñaba con Sincelejo. Allí lo recibió Ángela, la mamá de Álvaro José, quien le dijo: “Mire, este muchacho quiere irse con usted para Sincelejo. Él lo único que quiere es cantar. Yo se lo entrego, recíbalo como un hijo.” Desde ese día, final de los años 60, el Joe se vino a vivir a la casa de Rubén Darío , convirtiéndose en un hijo para este hogar y un hermano para sus hijos. “Ensayábamos en casa. Yo tocaba el acordeón y el cantaba, otras veces lo ha-
cía con el Súper Combo Los Diamantes, la primera agrupación que conformé”, dice Rubén Darío. Expresó que era un muchacho de una chispa sin igual, que siempre estaba alegre, agarrando el ritmo y los tonos en el aire. El maestro Salcedo afirma que fueron días muy difíciles, de escasez, de hambre. Entonces íbamos a la plaza de Majagual y a las fiestas de los pueblos para solventar nuestras necesidades actuando en parrandas y fiestas. Un día cuando, ya estábamos listos para grabar le dije: “Oye, Álvaro José Arroyo, ese nombre tuyo es muy largo, mejor te llamamos Joe. Así nació este nombre que tanto significa para la música colombiana. Hoy, en aquella casa de Rubén Darío Salcedo y de Eliasid Mendoza en el barrio Majagual hay un aire de nostalgia y de dolor. El Joe, el que fue como un hijo para ambos, acaba de partir.
El músico Rubén Darío Salcedo, recordó a Joe desde la céntrica Plaza de Majagual.
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Desde temprana edad mostró talento y pasión por la música. Viajó por la Región Caribe siguiendo su sueño de cantar.
Un cartagenero que transmitió mucho sabor, salsa y folclor Por Elvis Martínez
Un hombre de salsa, un hombre de sabor. Así definen a Álvaro José Arroyo, más conocido como el Joe Arroyo, sus amigos en Cartagena. Joe nació en la capital de Bolívar en vísperas de las Fiestas de Independencia en el barrio Bruselas, en la casa N°40 de la calle Benjamín Herrera. Hijo de Guillermo Arroyo, conocido como El Negro Chombo, a quien le dedicó un tema musical del mismo nombre. Su madre, Ángela González, ama de casa luchadora, ya fallecida, trabajó en un exclusivo hotel de Bocagrande para mantener a sus hijos. Joe estudió en el colegio dirigido por el padre Pérez, también llamado Santo Domingo. En las noches, el intrépido adolescente se iba a la zona de tolerancia, ubicada en el barrio Tesca para cantar en los bares del sector, lo que le ocasionó que fuera expulsado del colegio. Cheo Romero, reconocido periodista especialista en música salsa, y amigo personal del Joe, recuerda que Arroyo incursionó en Cartagena, con la orquesta del maestro Manuel Villanueva. Posteriormente viajó a Sincelejo y se vinculó al conjunto Los Diamantes, del maestro Rubén Darío Salcedo, y más adelante viajó a Barranquilla, donde se enroló con la orquesta La Protesta’ de los hermanos Boiga. “Viviendo en La Arenosa es contratado por Isaac Villanueva y llevado a la ciudad de Medellín a la orquesta Fruko y sus Tesos, dirigida por el maestro JuCARTAGENA.
“Cantaba en los bares, y por eso lo expulsaron del colegio” ‘CHEO’ ROMERO Amigo de Joe
lio Ernesto Estrada Rincón”, comentó Cheo Romero. En Fruko y sus Tesos Joe Arroyo hizo pareja en las voces con Wilson Manyoma, Saoko. Luego, Fruko conforma las agrupaciones The Latin Brothers, Los Líderes, Los Bestiales, Wanda Kenya, entre otras, y pone como voz líder a Arroyo en compañía con Saoko, Víctor Guachi Meléndez, Joe Arzuza, Piper Pimienta y Jhon Jairo Murillo, estos dos últimos fallecidos. Joe Arroyo también grabó con la orquesta del maestro Francisco Pacho Galán, trompetista soledeño fallecido. Su voz también interpretó canciones
de La novia de Barranquilla, Esthercita Forero, con quien la unió una cercana amistad. La vida artística y la trayectoria del Joe le permitieron grabar con artistas nacionales e internacionales que encontraron en él un ícono del talento. Nombres como Diomedes Díaz, Juan Carlos Coronel, Checo Acosta, Wachi Meléndez, Víctor Manuel, y hasta Celia Cruz, fueron algunos de los artistas que compartieron estudios y escenarios con el Joe Arroyo. “Su encuentro con Celia Cruz tuvo lugar en el Madison Square Garden en Nueva York, cuando cantaron Matia-
gua, que había sido grabada por ambos en sus respectivas orquestas”, explicó Cheo Romero. Joe Arroyo recorrió casi todos los continentes con su música, y fue ganador de Congos de Oro en el Carnaval de Barranquilla y la Feria de Cali. Participó en el Festival de Música del Caribe de Cartagena en 1986 y 1991. Este año será homenajeado en Cartagena en el marco de las Fiestas de la Independencia y en el Festival de la Hamaca Grande, este último anteriormente dedicado a los maestros Adolfo Pacheco y Alfredo Gutiérrez. Rodeado por grandes músicos y amigos, como Juan Carlos Coronell y Checo Acosta.
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Lázaro Pérez, actual propietario del ‘Castillo del Tinti’, muestra su interior en donde se daban las noches de rumba y excesos bajo el mandato del Joe.
JOE ARROYO JO 19 1955 - 2011
Q.E.P.D.
El cantante vivió varios años duros, al final de los 80, en el Barrio Abajo de Barranquilla, hospedado en la famosa casa de un personaje de la vida artística local.
Reinó en el ‘Castillo del Tinti’ Por Hipólito Palencia
A finales de los años 80 Joe Arroyo reinó en el barrio Abajo, llegó como lo hizo muchos años atrás Gabriel García Márquez, a instalarse en el Castillo Boyé, también conocido como el Castillo del Tinti. Pero a diferencia del premio Nobel, llegó a reinar por las calles del barrio lleno de música y el desorden propio que alborota el mundo de las drogas. El Castillo del Tinti era una antigua casona del Barrio Abajo, en la calle 45 con carrera 53B, con cuatro palomares en sus esquinas superiores que le daban un aire de construcción medieval. Su propietario era Constantino Estrada, un alegre personaje de los años 70 en Barranquilla, muy conocido en el am-
Donaldo Padilla uno de los confabuladores de esa época en Barrio Abajo.
biente artístico y musical como El Tinti. Donaldo Padilla, uno de los miembros de la corte del rey Joe, cuenta que allí en ese castillo, la noche no existía y durante el día todos dormían en donde los venciera el licor y el penetrante olor del bazuco. Padilla era el encargado de organizar los pocos instrumentos, de comprar la comida y de ir a buscar a la calle 17 los ‘bolis’ de pasta de coca que el Joe le encargaba. “Fue una época triste en ese sentido, pero muy rica en música y rumba. Yo le compraba cajas enteras con libretas que él comenzaba a llenar de canciones y melodías”, recuerda con voz entrecortada. En la noche llegaban los músicos amigos de Joe “y lo que estaba en las libretas
comenzaba a sonar en las trompetas y a estallar en la voz de Alvaro José”, anota. Toda la cuadra sabía entonces que Joe había creado una nueva canción. “El calor nos hacía salir para el parquecito de al frente y allí continuabamos el bembé”, dice y se le escapa una sonrisa. “Una madrugada de esas, cuando se acabaron los cigarrillos del vicio, nos quedamos mirando unos a otros. Ya habíamos gastado todo el dinero que él había ganado en un toque, todo estaba empeñado, hasta su ropa de presentación. De un radio viejo que teníamos comenzó a sonar una canción de él que nombraba a Kiko Valdeblanquez. Joe se acordó de él y se fue a buscarlo para que lo ayudara y no regresó nunca más al Castillo”, finaliza.
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Los portales de Internet registraron con gran despliegue y de inmediato la triste noticia.
El mundo lamenta la partida de ‘El Caminante’
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Hitos de su vida 1989. Coloca en el mercado de
Estados Unidos el álbum ‘Fuego en mi mente’, con el cual Arroyo saltó de la salsa al merengue, y de ahí a la socca, al zouk y a la cumbia, con gran éxito en el país del norte.
1990. La crítica de música latina y
caribeña Daisann McLane escribió, para la edición del periódico ‘The New York Times’, que Joe Arroyo está en un lugar muy destacado entre los artistas latinos.
Por Jeniffer Varela Rodríguez
Un icono de la música colombiana ante la humanidad, de esa manera quedó consagrado Joe Arroyo, cuya muerte estremeció a todos los que alguna vez bailaron alguno de sus temas, en Colombia o cualquier rincón del mundo. Por eso era importante. Por eso la noticia de su deceso corrió en los medios internacionales casi a la misma velocidad con la que se movió en Barranquilla. La página Web de BBC Mundo titulaba, pasadas las 8 de la mañana, “Adiós a Joe Arroyo, gigante colombiano de la música”. En su despliegue, el redactor aseguró que, aunque tal vez en el continente haya personas que no conocen su nombre, “lo más probable es que todos hayan escuchado al menos algunos acordes del más grande de sus éxitos: Rebelión”. En el texto, resaltaban declaraciones de conocedores musicales que aseguraban que Joe quedó en la memoria de la música mundial como “uno de los grandes”. Infobae.com, de Argentina; People en Español y Univisión, de Miami; El Universal, de Venezuela; y El Comercio, de Ecuador, fueron algunos de los medios de comunicación que publicaron rápidamente la noticia en sus sitios Web, acompañadas con fotografías del cantante e importantes reseñas sobre su música, así como entrevistas a personajes que lo conocieron y hablaron tanto de su carrera como de su vida personal. El portal del diario argentino recordó además que la Academia Latina de la Grabación, que entrega los premios Grammy Latinos, el intérprete de Echao pa’ lante había sido designado para recibir un galardón especial por su trayectoria musical.
2003. Luego de una temporada
de varios años en Sony Music, regresa a Discos Fuentes de Medellín, donde ha grabado sus más recientes trabajos: ‘Arroyo peligroso’, ‘Se armó la moña’ y el ‘Super Joe’.
Los portales de BBC, Infobae, de Argentina y Telesur. Todos resaltaron la importancia del sonero colombiano.
Todos, además de su paso rápido por la noticia de la muerte, recordaron las letras más representativas de Joe, sus hitos en la música, sus mejores momentos e imágenes. Todos, por igual,
reconocieron la grandeza del cartagenero que se quedó en Barranquilla para siempre y que pasará a la historia como un símbolo de Colombia en el exterior, igual que Shakira, el café y la cumbia.
2005. A Mauricio Silva, el
periodista de la revista ‘Cambio’, Joe Arroyo le contó su afición por los carritos de juguete, las cachuchas y los helados de CocaCola, y muchos aspectos de su vida artística y sentimental.
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El editor general de EL HERALDO, que realizó múltiples entrevistas, crónicas y videos musicales con el artista, cuenta aquí apartes de una vida llena de momentos intensos.
El Joe que yo conocí Por Ernesto McCausland Sojo
A lo largo de 27 años de periodismo y amistad, conocí a muchos Joes, como si dentro de un sólo hombre conviviera y revoloteara un enjambre de espíritus, unos angelicales, otros demoníacos. Al primero de ellos lo conocí en 1984, en el llamado castillo de Boyé, barrio Abajo de Barranquilla. El músico acababa de pasar por uno de esos momentos que sólo eran posibles en su vida, un instante en que parecía haber bajado a los infiernos y de un momento a otro había terminado bañado en gloria. Ya se ha contado lo suficiente de la primera parte de aquel crucial capítulo, que había transcurrido entre el día de las brujas de 1983 y este carnaval de 1984. Joe Arroyo —como si su marca de nacimiento fuera la supervivencia— había escapado a las volandas de una gravísima crisis de hipertiroidismo, en el Hospital Universitario de Cartagena, reemplazando con creces a Oscar de León en una caseta de Barranquilla. De aquellos momentos había surgido una de sus más vibrantes composiciones, Tumbatecho, que el artista llevó a su presentación en el Festival de Orquestas. Tan delgado que se hacía irreconocible, muy distinto a aquel mulato corpulento que había adquirido celebridad con Fruko y sus Tesos, Joe Arroyo cantó con su voz intacta, logrando llevar al público a un estado de paroxismo sin precedentes en la historia del evento. Joe era en ese instante un canario lastimado, huesudo y sin lustre en sus plumas, que lograba sacar de adentro el trino majestuoso de siempre. Eso le valió el tercer congo de oro de su vida y el primero con su propia orquesta, La Verdad. Al día siguiente, por la tarde, todavía en pleno carnaval, salí a buscarlo por una Barranquilla que ya comenzaba a aplacar su frenesí carnavalero. No recuerdo cómo fui a dar al famoso castillo, que en realidad era una casa muy
vieja y destartalada, en la que no había un solo mueble. Alguien debió decirme que Joe vivía allí. El artista, proclive a la reclusión, salió y me atendió. Firmó un autógrafo para los lectores de EL HERALDO y dijo sentirse agradecido por el respaldo del público en el Coliseo Cubierto “Humberto Perea”. Luego lo vi caminar lentamente, con la majestad de un rey, a su ruinoso castillo. Años más tarde, en una de muchas conversaciones que sostuvimos, ya en su cómodo y refrigerado caserón de la carrera 38, —su verdadero palacio— Joe Arroyo me relataría un cuento fabuloso del castillo de Boyé, la vivienda de los años bohemios, epicentro de rumbas memorables. Según Joe, en cierta ocasión transcurría allí un fiestón, con la presencia de grandes figuras de la música. Recuerdo que Joe citó varios nombres célebres que para la época ya debían estar fallecidos, incluyendo a Ismael Rivera. Pero Joe no era precisamente un dechado en rigor histórico. Su mente le daba para todo y lo esencial del cuento —pude comprobar después—
“De la poesía al dolor, del dolor al arte silvestre y palpitante, del arte al regocijo de las masas, de las masas a su propio corazón rumbero. ¡Un Yamulemao por el más grande!” E. McCausland
era cierto. En lo mejor de la rumba, la cual transcurría en medio de una densa nube de sospechoso humo de color oscuro, alguien desde la ventana vio una patrulla de la policía parqueada y a un par de agentes que caminaban directo hacia la casa. El ‘campanero’ dio la alarma y todos los presentes salieron huyendo hacia el patio, volándose la paredilla y desapareciendo del lugar. Sólo quedó allí la dueña de la casa, quien desde la ventana atendió a los policías con expresión inocente y casi estalla en risas cuando los escuchó decirle: —Doña, ¿nos regala una jarra con agua para el radiador de la patrulla? Joe contaba la historia con esa risa burlona que le era inherente, como si no se acostumbrara nunca a los extraordinarios sucesos de su propia vida: los tiempos en que durante el día era el niño prodigio que hacía solos en la coral de la Catedral de Cartagena, mientras que por la noche entonaba boleros y sones en los prostíbulos de Tesca, hasta que el profesor de química del colegio, conocido como “El meteorito”, acudió a uno de esos antros y lo sorprendió en el escenario; o —muchos años después— la grabación del video de “Homenaje a Irene Martínez”, ya después de tantos Congos y Supercongos, el instante fatídico en que el Joe se negó a ponerse unos lentes de contacto de ultratumba en los que Sony Music había gastado mucho dinero para que su caracterización de “Hombre lobo”. (“¡Uy, zona, esa vaina me puede dañar los ojos”, decía Joe mientras los productores intentaban convencerlo de que no desechara aquella costosa pieza de su maquillaje.) Resumir la vida de Joe Arroyo en cualquier obra literaria o televisiva será siempre una tarea difícil. Quizá hay vidas más simples, más sintetizables, que no marquen tan categóricamente la diferencia entre lo que se puede y no
se puede contar, entre la paradoja de aquella humarada sin fin y la elocuente devoción cristiana; entre la calidez de la amistad sincera y sus súbitos afanes de confinamiento. Los 55 años que vivió Joe Arroyo, desde los tiempos en que hacía resonar su voz sublime en el tanque con el que cargaba agua en el pozo comunal del barrio Nariño, hasta su misma muerte, que no fue sino una última triste verdad en medio de una ola de viejas falsas noticias, fueron intensos. Pero el desparpajo jamás lo perdió, ni siquiera cuando regresó a su casa después de una de sus últimas hospitalizaciones y se refirió a su falso fallecimiento, uno de muchos ‘blackberrycidios’: —Cuando me muera les pongo un pin. De allí que es plenamente posible que —desde donde nos observa llorarlo— Joe mantenga su silenciosa risa sarcástica. En mi memoria quedan todos esos Joes: el que ensayaba desafiante con la insólita decisión que había tomado, de hacer un cover de la balada Bella sin alma, de Ricardo Cocciante; el que lloraba con sollozos de niño luego del horrendo atraco a que fue sometido en su propia casa, junto a su familia; el que hacía equilibrio en una canoa del río Magdalena, mientras cantaba su chandé jubiloso Llanto ven, llanto va; el que escribía canciones con letra de colegial, en una libreta rayada, alternando con pequeños tragos de vino, a la hora de la madrugada en que el resto del mundo perdía el tiempo durmiendo. Era su versatilidad, la misma que conocimos en su música, esa que lo llevaba a componer igual un cumbión de alabanza que una salsa de insurrección de negritudes. Eran las múltiples maneras de expresarse de un solo ser integral: un ser grandioso, de esos que sólo nacen una vez. Un hombre que, al irse ahora de verdad, y sin que todavía nos haya puesto aquel pin, parece estar más vivo que nunca.
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A las 9:40 a.m de hoy salió el carro fúnebre de la clínica con el cuerpo de Joe Arroyo. En la vigilia de ayer, cuando se conoció su grave estado, estuvieron sus hijos. Adela, una de las primeras hijas del cantautor, tras recibir la noticia de la muerte de su padre. Por 29 días la clínica La Asunción fue punto de perenigración de familiares, amigos y fanáticos. Espontáneamente, cientos de seguidores expresaron su tristeza por la partida del artista. Monseñor Víctor Tamayo fue el encargado de administrarle los santos óleos al sonero.
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