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José Joaquín Bidó Medina

Corría el año 1979 cuando llegué a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UASD. En el ambiente político del país, aún quedaban algunas tensiones de la época de los doce años, pero los ánimos estaban más distendidos. Venía del CurneSFM, del Colegio Universitario y no estaba seguro de la decisión tomada de estudiar derecho, pues mi intención había sido estudiar ingeniería, hasta que la boleta del test de aptitudes del Departamento de Orientación cambió mi rumbo.

Mi papá que ha sido siempre un hombre enjundioso, con un pensamiento preclaro que ve más allá de sus narices, cuando vio el volante con el resultado de mi evaluación, me miro, aun sosteniendo el papel en su mano derecha y solo atinó a decirme «…pero los abogados pican bien». Esa expresión de madurez y enjundia que como premio de consolación buscaba aplacar mi desazón, tampoco me convenció.

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Llegué a la Capital en un carro público de los que todavía viajaban y llevaban la gente a domicilio, mi destino era la casa de mi tía Rosa. Allí desmonte una vieja maleta que contenía mis pertenencias y mis aprensiones por todo lo que estaba sucediendo. No estudiaría lo que me gustaba, me alejaba del hogar materno, de mi entorno, dejaba atrás la cacería, los ríos, la pesca y amigos entrañables, pero sobre todo, esa forma de vida de hombre libre que me había dado, saltando charcos y levantando el polvo de la carretera en mi Honda XL100. Tierra en los ojos, lluvia en la cabeza y escasas preocupaciones.

El viejo edificio Calazans en el suroeste del campus universitario, se mostraba imponente a mis ojos a pesar de un descuido que ya se notaba. Mi primer encuentro con la carrera fue “introducción al derecho”, con el profesor José Joaquín Bidó Medina, que llegó puntual como siempre. Era un hombre alto, impresionante, amable y siempre sonriente, su conversación distendía pues se dirigía a nosotros como “mis queridos alumnos”, frase que regularmente pronunciaba. Bidó Medina tenía dos jornadas con nosotros en la semana, de dos horas cada una y eran verdaderas conferencias, donde ponía de manifiesto su inteligencia, su capacidad para manejar todo aquel entorno y, por supuesto, su erudición. Era lo que se dice un jurista de los pies a la cabeza.

Comenzó su cátedra hablándonos del derecho antiguo, caminó por la historia de los caldeos y asirios, para detenerse en Roma y todo lo que significó la magnífica historia jurídica del imperio más grande del mundo antiguo. Cicerón fue tocado con total fruición y deleite por sus extraordinarias condiciones de orador del foro romano. Los once discursos contra Catilina conocidos como “Las Catilinarias” y sus discursos contra el Rey Filipo que se conocen como “Las Filípicas” fueron desmenuzados con la maestría que caracterizaba a José Joaquín Bidó Medina. Era un verdadero banquete de historia antigua, filosofía y derecho que aquel hombre amable y empático con nuestra ignorancia, nos brindaba dos veces a la semana.

Aquel grupo abigarrado de estudiantes, que venían de diversas partes del país, con la ilusión de estudiar una carrera, que para la época era bien valorada en el ambiente profesional de la nación. Cuando concluyó la clase con aquel grupo, se puso de pie y con un amable “buenas tardes” se despidió de nosotros. Lo miré perderse en el pasillo de la tercera planta de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UASD y me convencí, en ese preciso momento, que esa era la carrera que quería estudiar.

Las siguientes cátedras que nos impartió reafirmaron mi convencimiento de su estirpe jurídica, erudición y proverbial don de gente. Era placentero escucharle pues se movía en el derecho como “pez en el agua”. Las siguientes intervenciones del maestro fueron proverbiales. Nos paseó por las opiniones de Hegel, Comte, Kant, Spinoza y se detuvo a explicar los planteamientos de Kirchmam, cuando le negaba el carácter científico al derecho: “Las flores crecen y los pájaros cantan desde los tiempos de Plinio, pero una decisión del legislador, convierte en basura bibliotecas enteras”. En algún momento le escuché explicar la importancia de la filosofía y su estrecha relación con el derecho. En fin, haber estado en un aula universitaria con este hombre como profesor, era todo un privilegio que a muchos nos correspondió.

Haber recibido la infausta noticia de su fallecimiento es un golpe que deja apesadumbrados y tristes, no solamente a sus familiares, sino también a sus amigos, su organización política y sus alumnos, sobre todo a los que como yo, supimos apreciar toda esa sapiencia que fluía de su bien amoblado cerebro.

Este pasado domingo 28 de mayo abandonó el mundo terrenal José Joaquín Bidó Medina, a la edad de 91 años, era un hombre amable y solidario, íntegro, honorable que dio sus mejores años a la formación, a la política y al servicio público, que no se manchó con el oro corruptor y estuvo alejado de las tentaciones y ofrecimientos que ocurren cuando se está ligado a la fuente primigenia del poder político. Con una honradez a toda prueba, José Joaquín Bidó Medina dignificaba la carrera del derecho y la función pública y que en su vida privada, estuvo alejado de escándalos y acciones vergonzantes.

Como todo ser humano cometió errores, pero los que pudo haber cometido nunca fueron significativos, ni opacaron su don de gente. En una ocasión, en un acto público en la capital, mientras me desempeñaba en el Ministerio Público, me encontré con el querido profesor y le comenté que él era el responsable de que yo fuera abogado, se rió de buena gana y me hizo contarle la historia.

Hay personas a tu alrededor que marcan, con su impronta, tus decisiones y tu vida futura, a veces sin imaginárselo, Bidó Medina para mi, fue una de esas personas. La historia ha reservado un espacio a quien, sin lugar a duda, fue uno de los más excelsos catedráticos de las ciencias jurídicas del país, y hombre comprometido social y políticamente con sus ideales que perdurarán por siempre. Muy pocos como él, se van de este mundo con un “simple maletín de manos” y sin proveerse de la moneda para Caronte.

Paz a su alma.

El autor Amado José Rosa es abogado penalista, profesor por vocación. Twitter:@ama2jose E-mail: arosa41@gmail.com

Manipulación vs realidad; fin de año escolar

■ Robert Dannerys Frías Núñez

Cuando la improvisación se convierte en cotidianidad, el desorden es el resultado final que se obtiene.

Actualmente la clase trabajadora de la educación dominicana se siente acosada y perseguida por el ministro de Educación, Ángel Hernández, desconocemos las razones que motivan tal comportamiento. Es penoso que desde el propio Ministerio se desorienten los procesos, simplemente por generar una campaña de descredito hacia los docentes del sistema educativo público de la República Dominicana. Recientemente, Hernández ha lanzado una bola de humo a todo el país sobre la conclusión del actual año escolar.

El Calendario Escolar 2022-2023, establece de manera precisa en cuales plazos se deberán dar por finalizados los procesos, algo a lo cual Ángel Hernández no ha hecho alusión alguna. En la página 54 del documento citado expresa que, “30 y 31 de mayo. Preparación reportes de calificaciones de fin de año”. Sobre este particular solo nos queda preguntarnos, de qué manera será posible preparar los reportes de calificaciones de fin de año escolar, sin antes haber efectuado las evaluaciones que podrán llevar a esa conclusión. Esto sería como intentar ingerir los alimentos, antes de cocinarlos.

“Entrega del cuarto reporte de evaluación, calificaciones finales Nivel Secundario y diálogo con la familia”, pág 59. Por lo que ha comunicado el Ministro de Educación con relación al día 23 como ultimo día de docencia, ¿Cuáles actividades deberán desarrollarse con los estudiantes, cuando los mismos ya tienen en sus manos los resultados que expresan la condición final del año escolar?

“Del 12 al 21 de junio, aplicación de estrategias para evaluación de Pruebas Completivas de 1ro. a 5to. Nivel Secundario”, pág 58. Las pruebas completivas, es el proceso que se efectúa con aquellos estudiantes, los cuales no alcanzaron la calificación mínima, para ser promovidos del grado que se encuentran cursando. En este caso solo los estudiantes con esta condición se presentan al centro educativo, en el momento que le corresponde la referida evaluación.

23 de junio “Cierre del Año Escolar para los estudiantes no objeto de Pruebas Nacionales de todos los niveles y modalidades”, pág 59. Si el propio Calendario Escolar establece el 23 como fecha de cierre, como es posible que el mismo Calendario Escolar oriente que, 28 de junio, “Entrega del cuarto reporte de evaluación, calificaciones finales Nivel Primario y diálogo con la familia. Entrega de calificaciones finales para el Nivel Secundario”, pág 58. ¿ Acaso este proceso no corresponde al año escolar en curso?. Hemos tratado de poner en contexto cada uno de los procesos fundamentales para la conclusión de un año escolar.

¿De qué manera podrá cambiar el Sistema Educativo de un país, cuando quienes están llamados a orientar los procesos, en su práctica, exhiben un comportamiento distinto al que expresan en su discurso?

Si estudiamos con determinación y objetividad el actual Calendario Escolar, encontraremos en el bastantes incoherencias, sobre la orientación de las fechas en las cuales se deben efectuar los procesos para el buen desarrollo de la educación dominicana. Las declaraciones desacertadas por el máximo representante del Ministerio de Educación de la República Dominicana, dejan en evidencia algo que hemos venido denunciando hace ya bastante tiempo. La escuela dominicana, más que una casa de formación académica e intelectual ha sido constituida en un espacio de cuido de niños y comedor escolar. Mientras esa acción miserable se mantenga incrustada en la parte más interna del MINERD, no será posible mostrar al mundo que la educación dominicana haya mejorado. El gobierno dominicano, esta compelido a pasar del discurso a la práctica, con el tema de la educación del país.

El autor es licenciado en educación; presidente de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP), seccional San Francisco de Macorís (2021-2023).

No más desfalco al erario

Cirio Dolores Domínguez

El clamor que cada ciudadano debe hacer suyo es velar porque se maneje con celosa pulcritud el erario, sabiendo que el déficit recaerá sobre nuestros hombros.

El que calla otorga, al igual que aquel que le agarra la pata a la vaca, es tan criminal como aquel que la mata. El intríngulis del caso que nos ocupa es que aquellos llamados a fiscalizar y velar por el manejo honesto y pulcro de los fondos públicos parecen indiferentes al cumplimiento de su deber.

Desde luego, no todos actúan de esta manera, pero una gran mayoría no actúa con libre albedrío, sino que obedecen una línea mezquina y malintencionada, sin importarles que estén bloqueando proyectos que beneficiarían a la gran mayoría.

Con una mentalidad insensata y carente de colaboración, obstaculizan y retrasan el desarrollo y avance de los proyectos, manipulando y archivando los mismos por razones malintencionadas y perjudiciales para las grandes mayorías.

Esto es producto de la mala elección de nuestros representantes. Un diputado o di- putada debería haber socializado en los barrios con las juntas de vecinos y, en definitiva, tener un espíritu de colaboración y desprendimiento, alejado de un enriquecimiento malhabido. Es sorprendente cómo algunos de estos personajes logran obtener un curul mediante la compra de credenciales y acuerdos horrendos.

Resulta un adefesio lingüístico llamar «Honorable» a esta gente.

Nuestro Señor envió a su hijo para convivir con los de abajo, con los humildes, aquellos que estuvieron con Él. Actuó con amor y sentimiento sincero.

¿Qué sentimientos puede tener un diputado o diputada que ha vivido en la opulencia? Debemos hacer alusión a la canción de Lorenzo Morales: «¿Qué cultura vas a tener si naciste dentro de los matorrales?».

De igual manera, ¿qué sensibilidad puede tener un diputado o diputada que ha nacido y vivido en la opulencia? No sabe de las necesidades del prójimo, del desposeído.

Con el objetivo de una mejor elección para un futuro mejor, Cirio Dolores Domínguez.

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