YO LAS QUERÍA Maria Martínez i Vendrell Carme Solé Vendrell
Primera edición en Ediciones Destino, S.A., Barcelona, 1984 © del texto, Maria Martínez i Vendrell © de las ilustraciones, Carme Solé i Vendrell La autora del texto cede sus derechos a la obra social del Hospital Sant Joan de Déu para los programas de apoyo a los pacientes de oncología
© de esta edición: Ediciones El Jinete Azul, 2010 www.edicioneseljineteazul.com
ISBN: 978-84-937902-3-3 Diposito legal: B-3.562-2010 Impreso en IMGESA Alarcón, 138-140 - 08930 Sant Adrià del Besòs reservados todos los derechos
YO LAS QUERÍA Texto: Maria Martínez i Vendrell Idea e ilustraciones: Carme Solé Vendrell Premio Apel·les Mestres 1983
La Luna palidece. Está cansada. Por no dejar la Tierra a oscuras, ha pasado la noche en vela, y filtrándose por las rendijas de las persianas, iba vigilando de cerca el sueño de grandes y pequeños. Cuando los ojos se resisten a cerrarse, a pesar del cansancio, y el pensamiento no descansa porque le invaden miles de imágenes que surgen del silencio, la suave luz de la Luna tiñe de paz el tiempo que pasa. A Marta, cuando llega la hora de meterse en la cama, le gusta sentir muy cerca la compañía de la Luna. Nadie la molesta entonces, puede pensar en lo que quiere y en cómo le gustaría que sucedieran las cosas. Incluso puede llorar si siente ganas de hacerlo, sin que nadie se ría de ello.
Quizás con demasiada frecuencia, Marta siente ganas de llorar; tiene bien ganada la fama de llorona. Pero los demás no se dan cuenta de las sutiles diferencias de sus llantos, que no siempre son iguales, aunque puedan parecerlo. Y si lo parecen, es porque siempre el río incontenible de las lágrimas que pugnan por salir de sus ojos, a borbotones, crece desde muy adentro y le llena el pecho hasta hacerle sentir que son tantas y tantas, que sus hermosos ojos, de color miel, quizás no lleguen a darles paso a todas. Entonces, Marta abre la boca, pero no son lágrimas lo que sale por ella, sino el sonido que emerge de la angustia que hierve en su pecho. Al principio, es un sonido suave, como el piar de un pájaro prisionero. Pero cuando abandona su encierro, crece lentamente, para apagarse de nuevo cuando la angustia cede a una dulce tristeza. O bien llega el consuelo, y entonces se siente segura de la eficacia de su llanto.
Apenas le queda color a la Luna. Muestra una transparencia de cristal. Y las estrellas han desaparecido. Ahora es la luz del Sol la que penetra por las rendijas y quiere despertar a los que duermen, acariciando sus mejillas. Aunque Marta estĂŠ despierta, no siempre abre los ojos al primer contacto de la cĂĄlida presencia del Sol. Le gusta imaginar que son los dedos de su madre los que cosquillean sus mejillas. O que sus labios le dan un beso para desearle buenos dĂas.