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La capilla Sixtina
Cuando Miguel Ángel comenzó a pintar los frescos de la capilla Sixtina en 1508, ya era un artista consolidado. La belleza sublime de la “Piedad de San Pedro” realizada en 1499 y el gigantesco “David”, lo había consagrado a los 24 años de edad como el máximo escultor de su tiempo. Durante el pontificado de Julio della Rovere (1503 - 1513) conocido como el Papa Guerrero o Julio II, Roma era un hervidero de artistas atraídos por el mecenazgo papal.
Julio II quería que Miguel Ángel repintara la bóveda de la Capilla Sixtina que fue ejecutada por un pintor mediocre, Pier Matteo, representando un cielo azul tachonado de estrellas, no así los frescos de las paredes que habían sido realizados por Boticelli. A Julio II le parecía una bóveda muy pobre en comparación con el resto, así que confió la obra a Miguel Ángel. Estaría trabajando 4 años tendido boca arriba sobre andamios de tablas. La técnica del fresco debe ser ejecutada de forma rápida, sin interrupción. “Estoy aquí con grandísima fatiga del alma y del cuerpo”, mencionó. Como curiosidad, cuando fue restaurada en la década de 1990, asombró el increíble dominio técnico del pintor, no sólo por el tamaño gigantesco de las figuras sino por la dificultad de aplicar la pintura en los techos curvos.
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Con 33 años y poca experiencia con la técnica del fresco, el genio se embarcó en el “faraónico” proyecto. Se quejaba del esfuerzo supremo y el desánimo por las dificultades al no ser él pintor. Siempre proclamó que su profesión era la escultura, no la pintura. En 1508 firma el contrato y empieza la obra titánica que duraría hasta 1512. El pago era de 30 ducados al mes, de los cuales 15 daba a sus aprendices quedándose el resto para él.
La bóveda se inauguró en octubre de 1512 después de muchos encontronazos y amenazas con su mecenas. Pero su grandiosidad y belleza fue tal que asombró a todos. Miguel Ángel volvió a trabajar en la capilla Sixtina veinte y un años más tarde. En 1533, Clemente VII de Médicis le encargó que pintase el fresco del Juicio Universal en la pared del coro, encargo que Pablo III, nada más ser elegido Papa en 1534, obligó al artista a cumplir exigiendo que trabajara exclusivamente para él: “Hace ya treinta años que tengo este deseo, y ahora que soy Papa, ¿no puedo satisfacerlo?”, inquirió al artista. Y el escultor innato, retomó los quehaceres de los pinceles. (O)
María Eugenia Moscoso C.
Carnestolendas
Al golpe del Carnaval, Todo el mundo se levanta, Todo el mundo se levanta, Qué bonito es Carnaval.
(Coplas del Carnaval de Guaranda)
En los tres días anteriores al miércoles de Ceniza, que da lugar al inicio de la Cuaresma o tiempo de renovación y preparación para la Pascua, se presenta el Carnaval o Carnavale, que significa adiós a la carne para luego asumir el cuidado del espíritu, entendido como tiempo de reflexión, que concluirá en la Semana Mayor.
Hernán Abad Rodas
El Carnaval es una fiesta popular, con variedad de celebraciones que incluyen música, baile, disfraces y gastronomía. En nuestra comarca, se juega con agua, polvos y serpentinas. Sendas preparaciones en torno al cerdo o al chancho, con sus especiales platillos, como el “motepata”, sopa preparada con lomo y costilla de puerco y mote pelado, guisado con pepa de zambo, en la sierra y maní, en la costa. A esta vianda tan exquisita, suele agregarse variedad de dulces típicos, como el dulce de higos, el manjar de leche, el dulce de duraznos, de babaco, de membrillo o el típico “puchape-
Sujeto a la tierra
La poesía y la filosofía comenzaron con el reconocimiento de que vivimos en esta tierra, venimos de ella y a ella volveremos, y con un sentido de cuán pasajero es el tiempo. El hombre comenzó a ser filosófico cuando vio la vanidad de esta existencia terrena.
Se producen graves consecuencias por el hecho de vivir en esta tierra: primero ser mortales, después, tener estómago y tener una mente curiosa, estos hechos debido a su naturaleza básica influyen mucho en el carácter de la civilización humana, porque son tan evidentes que jamás pensamos en ellos; pero no podemos comprendernos ni comprender a nuestra civilización, a menos que veamos claramente, estas consecuencias.
Todos nosotros, ricos y pobres por igual vivimos en esta tierra, estamos limitados a un cuerpo de determinado alto y ancho, a una vida de cincuenta, sesenta años o más.
Respecto a la riqueza todo el mundo tiene una acción sobre esta vida, pero nadie es dueño de la hipoteca, y por eso debemos estar capacitados para tomar más ligeramente la vida: en lugar de ser terratenientes perpetuos en esta tierra, somos huéspedes transeúntes.
La situación pues es, ésta: el hombre quiere vivir, pero debe vivir sobre esta tierra, y sujeto a ella. No debemos dejar que el espíritu siempre tome alas y se remonte únicamente a la vivienda de los dioses, y olvide este planeta ¿no somos mortales, condenados a morir?, el lapso de vida que se nos concede es breve, a veces el espíritu se endiosa y quiere vivir para siempre; pero, por otra parte, la vida es suficientemente larga si se es humilde.
Porque somos sujetos de la tierra, nacidos en ella, no hay motivo para no ser felices. A veces nos ponemos demasiado ambiciosos y desdeñamos la tierra humilde pero generosa.
Para poder beber el néctar puro de la realización de la existencia, debemos tener un rro”, elaborado con capulí y duraznos. ¡El Carnaval es una fiesta del pueblo! Quién no goza del agua, bien con bombas o con baldes, y luego para calmar el frío, con un “canelazo”, que otorga calor y fuerza, no se declara ser un carnavalero.
Don Carnal y Doña Cuaresma, extraídos del libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita, personifican la lucha entre los dos lados del ser humano: el goce del placer y la abstinencia y el ayuno, del otro lado. Dos posiciones contrapuestas y sucesivas, que se exhiben en esta fiesta de Carnestolendas. (O) sentimiento de respeto por esta madre tierra, una sensación de verdadero afecto por esta vivienda temporal de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu, y aspirar a tener un sentido de armonía espiritual.
El mundo consumista y el materialismo nos llevan por la corriente de la existencia urbana, hasta olvidarnos de los ritmos apacibles de una simple vida en el campo, en contacto directo con nuestra madre tierra, madura en otoño, reposada en invierno y sonreída en primavera. “La vida en verdad un sueño, y los seres humanos somos como viajeros que flotamos por el eterno río del tiempo”.
(Lin Yu Tang).
Los seres humanos llegan a destruirse, eliminando su entorno natural, por la ambición, la codicia y el autoritarismo; aprendamos a buscar la antorcha del amor y del respeto a la naturaleza para purificarnos con su fuego y alejar la inhumanidad de nuestros corazones. (O)