Mi moto Por Lorena Giraldo
Lorena Giraldo
y su Avenger 220, La Yiya, con toda rebeldía
Hace dos años y medio que soy propietaria de una Avenger 220, La Yiya. Todo comenzó un buen día que mi novio (Daniel) y yo nos sentimos ahogados en el transporte público, el nacimiento del SITP y todos los percances que trajo; la principal motivación que nos llevó a tocar fondo. La Yiya fue producto de sueños, ahorros, de trabajo y mucho esfuerzo. Cuando decidimos comprarla, Daniel, nfortunadamente, había sufrido una fractura, así que me tocó ir a mi sola. Desde joven fui amante silenciosa de las motos, puesto que mi mamá ha sido motociclista desde hace más de 20 años, pero siempre las consideré inseguras. Mi padre nos decía que era como llevar el ataúd en la espalda, puesto que cuando andamos en ellas, incluso con las respectivas protecciones, estamos más propensos a sufrir una grave lesión. El día de comprar motocicleta había llegado, más que nervios, sentía una felicidad inmensa, pues prácticamente uno de mis sueños estaba a punto de cumplirse. Había hecho un curso en 6
una academia de Venecia, tenía mi licencia al día y solo faltaba ella…
como un Lorenzo Lamas, en una super Harley Davidson…
Cuando sales al mercado de las motocicletas, te ofrecen una cantidad de mamacitas, que si no fuera porque no hay recursos, dan ganas de llevárselas todas jejeje, así que en vez de soñar con una super Ninja jejeje, me tocó salir a buscar alguna que se ajustara al presupuesto; AKT NKD 125 fue la primera opción, una marca que algunos no recomiendan, entre esos tantos, mi mamá, casi se muere cuando me vio cotizando una de ellas jajaja, así que decidimos ir a buscar “una marca de verdad”. Estuve en Suzuki, donde conocí la GZ 150, me subí una vez más en una GN 125, pasé por Honda a conocer la Invicta, pero cuando llegué a Auteco, fue casi amor a primera vista. Había en el centro del almacén una Avenger negra brillante que enamoraba a cualquier amante de las motos choper. Tenía lo que toda la vida me había gustado, una altura deseable, una comodidad impresionante y, lo mejor de todo, como siempre lo he dicho, estilo… Y efectivamente la Avenger 220 obedece a su slogan, ella es cuestión de estilo, te imaginas
Nadie me apoyaba para comprarla, solo Daniel, que también se sintió enamorado al verla en esos pequeños cartoncitos que te entregan cuando estás cotizando. Así que frente a cualquier pronóstico, ella fue la elegida, tres días después, estaba pagando y haciendo los respectivos papeles… Recuerdo el día en que fuimos por ella, nos mostraron cómo era su manejo, nos dieron las llaves y teníamos todo listo. Cuando fuimos a arrancar, todo cambió, todo pasó de ser felicidad a ser nervios, desesperación, miedo y hasta mal genio… Yo aprendí en una moto pequeña y manejar esta moto tan grande, tan pesada y, para completar, con acompañante, fue un calvario para mí. Los primeros días ni la quería usar, mantenía guardada en el garaje, la empecé a odiar, la veía como un encarte, prefería sufrir por el lado del bus. Pero esto no podía seguir así por mucho tiempo, el bolsillo no lo soportaba y yo tampoco.