Trabajo EA

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Mariano Caballero González. Teoría de la fotografía. Lorena García.

Comentario de: “LA VISIÓN FOTOGRÁFICA” DE EDUARDO MOMEÑE Curso de fotografía para jóvenes fotógrafos.


“LA VISIÓN FOTOGRÁFICA” DE EDUARDO MOMEÑE Curso de fotografía para jóvenes fotógrafos. Para todo aquel que comienza con la fotografía, “La visión fotográfica es un libro muy interesante de conocer. Momeñe presenta este como un curso de fotografía, y lo es, pero no es un curso al uso tal y como estamos acostumbrados. En la portada reza “Curso de fotografía para jóvenes fotógrafos” entendiendo a estos como cualquier persona que quiera adentrarse en el mundo de la creación y expresión fotográfica. Con estas páginas pretende hacernos reflexionar sobre la importancia que tiene, investigar, curiosear, documentarse, comparar, entender…e intentar aprender todo lo que tiene que ver con la fotografía y su elaboración. Nos encontramos por si no lo sabíamos ante un río, un río cultural, arte en general, del cual nosotros como fotógrafos debemos de beber de sus aguas para complementar nuestra visión ante lo que queremos elaborar, imágenes. Momeñe nos hace responsable del aprovechamiento de este libro, puesto que de nosotros depende el trabajo de investigación. El nivel de aprovechamiento será distinto para cada lector pues cada uno tendrá unas pretensiones muy distintas. Es una lectura que te hace autodescubrirte como artista, que te hace pensar entre otras cosas en qué tipo de fotógrafo te gustaría convertirte o cual es el género fotográfico en el que te encuentras más cómodo. Momeñe nos presenta dos tipos o ramas diferentes dentro de la fotografía: La calle, momento decisivo: encabezado por Cartier Bresson, podríamos hablar de fotografía social en este punto, en el que el fotógrafo capta el instante que se presenta ante sus ojos. La elaboración de la imagen: Aquella en la que la fotografía depende estrictamente del fotógrafo. Es el fotógrafo quien crea la imagen. Podemos llegar a entender con este libro preguntas como, el porqué, el cómo, el cuándo, y el qué fotografiar en función de nuestras necesidades. El autor mantiene firmemente la importancia de la constancia, la cual es fundamental para el éxito, para que la fotografía comience a formar parte de nosotros. Otro de los elementos que destaca Momeñe para definir nuestro estilo, es la elección de la fotografía a color o el blanco y negro, algo que no es tarea fácil. A este interrogante se suman otros muchos que aunque en un principio nos puedan asustar, son necesarios para que vayamos evolucionando progresivamente. El objetivo no es fotografiar, es aprender a mirar. Momeñe hace un recorrido por la historia del arte y en particular por artistas contemporáneos relacionados con el mundo de la imagen. Empieza por el Renacimiento, que es donde por primera vez el ser humano consigue representar el mundo en tres dimensiones (descubrimiento de la perspectiva), además de surgir en este período un espíritu individualista (encontramos grandes artistas como Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Rafael…). Este espacio en el que Momeñe vuelve


la mirada atrás, es una señal inequívoca de lo fundamental que es tener un conocimiento previo de historia del arte y una visión estética del mundo que nos rodea. Desarrollar la visión fotográfica, como apunta el libro en su inicio, es una tarea difícil y que se presta a ir consiguiéndola a través de la experiencia de grandes fotógrafos de la historia, probaturas de ensayo-error, madurando y acostumbrando tu mente (y también tus ojos) a leer fotografías, etc. Nos habla de los primeros cincuenta años de la fotografía, de su gestación y su consolidación, producida por George Eastman, con Kodak. En un principio, no fue fácil, hubo muchos defensores y detractores que la consideraron inferior con respecto a la pintura porque requería de “menor esfuerzo”. Pero lo que era indiscutible es que había nacido la posibilidad de congelar los momentos, la vida cotidiana, la instantánea nos permite una nueva forma de captar la realidad e inmortalizarla. Estas imágenes además han quedado como un documento gráfico del siglo XX, imágenes para el recuerdo y la memoria que además de servirnos para aprender y conocer sus características al contemplarlas, hablan de momentos. Otra característica que facilita nuestra labor, es la amplia gama de cámaras y elementos disponibles para nuestros trabajos. De hecho, en el recorrido de fotógrafos que se realiza por este libro, se aprecia que en función del tipo de fotografía que realizan, utilizan unas cámaras u otras y cómo influye en el resultado definitivo de la imagen. Captar el momento perfecto y transmitir algo muy profundo y sensacional a través de una foto, es tarea difícil si antes no desarrollas una buena manera de procesar y leer imágenes. Para conseguir convertirnos en lo que realmente deseamos ser, Momeñe nos propone tomar imágenes que sirvan de borradores o bocetos que nos ayuden a elegir lo que mejor nos funcione. Tenemos que tener claro el tema que queremos para no dispersarnos, y sobre todo, que sea algo que nos haga apasionarnos para realizar el proyecto con ganas y dando lo mejor de nosotros, mostrando un punto de vista personal y único. Que lo que mostremos sea nuestra realidad, nuestra manera de verla, de sentir… También es fundamental saber que hay fotógrafos aficionados y fotógrafos con una cualidad innata. Muchos de los fotógrafos que hoy conocemos como referencias, empezaron como aficionados, la constancia da sus frutos y de que el interés y la pasión que hay que poner en algo, son fundamentales. Bresson considera fundamental la concentración para captar el momento decisivo y también cuando realicemos nuestras tomas darle un significado que nazca de dentro, hay que dejar huella en esa fotografía de nosotros mismos. De ahí que las fotografías de Cartier Bresson sean impecables y limpias.


Un fotógrafo iría por el camino correcto cuando sus fotografías sean puras, es decir, nos muestren la realidad sin más, sin artificios. Para nuestra formación también es fundamental revisar periódicamente nuestros referentes e influencias y también revisar nuestro propio trabajo, con la evolución y el aprendizaje. Momeñe señala que nos iremos dando cuenta que nuestra percepción va cambiando, que cosas que con anterioridad nos agradaban, posteriormente pueden desagradarnos y viceversa o que somos capaces de apreciar cosas de las que anteriormente no éramos ni conscientes. Para ello es necesario equivocarse, para aprender y saber cómo y qué queremos mostrar realmente. Que nuestras fotografía puedan hablar, decir algo, despertar interés, emocionar, todo propósito de un buen fotógrafo, que nuestras instantáneas no dejen indiferente, esa es la clave. Debemos prestar especial interés en la composición visual por encima de nuestro pensamiento, la estética visual tiene que estar por encima de los elementos no fotográficos. De hecho, esto potenciará el contenido, ya que si la imagen es buena, querremos saber más allá de ella. Es fundamental también el revelado, una imagen no está finalizada hasta que llega al papel. Habla también en este apartado del positivado, tanto analógico como digital, es una herramienta en la que podemos aprovechar para perfeccionar las imágenes. Para ello, también hay que dominar las herramientas que tenemos a nuestro alcance, el revelado o el positivado no pueden disimular un mal trabajo, pero sí pueden potenciar uno bueno. Tenemos referentes que nos han enseñado su manera de enfrentarse al mundo, de cómo utilizar y adaptarse a los medios de los que dispone para conseguir sus objetivos. Partiendo de la base dada, tenemos que tener claro dos factores: la foto debe importarnos como imagen estética lo primero y después, que nos sirve como documento, como testimonio de lo que queríamos mostrar a los demás. Si unimos estos dos elementos obtendremos una imagen completa, con valor estético como imagen y con contenido que nos aporta conocimiento de algo. La fotografía, puesto que hemos hablado anteriormente de constancia, se convertirá en un elemento cotidiano, como haría Sophie Calle con sus diferentes series de fotografías, como la de documentar anualmente los regalos recibidos por su cumpleaños o como haría Tina Barney, entre otros. La fotografía se convierte en un medio para hablarle al mundo a través de nuestro trabajo. Como he citado anteriormente, nuestra forma de enfrentarnos al mundo cambia y por tanto nuestra forma de mirarlo también, tenemos que saber adaptarnos a los cambios que experimentemos e ir reflejándolos en nuestras fotografías. Aunque resulte difícil, tenemos también que tratar de juzgar nuestro trabajo de la manera más neutral y objetiva posible, cuestionarnos que esperamos de nuestro trabajo, que cualidades técnicas y estéticas buscamos, como hemos dicho anteriormente también elegir entre color y blanco y negro, etc. Requerimos de creatividad, debemos de tomar un elemento que nos interese y eso servirá de punto de partida para desarrollar nuestra idea, el vehículo necesario para empezar nuestra creación, una excusa para comenzar. Nuestras fotografías deben


hablar por sí solas, deben de ser una seña de identidad nuestra, algo comprensible para el público pero que a la vez no muestre simplemente la realidad, sino que transmita algo que va más allá de la mera apariencia. Una fotografía debe ser lo que nos muestra, lo que pasa en ese momento que se toma, la forma en la que es captada, un producto individual del fotógrafo y de nadie más. La cultura y los conocimientos adquiridos, serán decisivos en el resultado final, ya que la cultura visual del artista quedará plasmada en su trabajo, y destacará mostrando algo innovador y diferente al espectador, una muestra de individualismo que dará personalidad a esa imágenes y que se convertirán en un rasgo identificativo. El fotógrafo se sirve de elementos materiales para hablar de algo más transcendental, lo visible se convierte en una herramienta que nos conduce hacia lo invisible, la cámara es sólo el medio, sin la sensibilidad del ojo del fotógrafo no hay nada que mostrar. Para realizar fotografías también requerimos previamente de un orden mental y visual, sin él es imposible llevar a cabo esta labor. Debemos ahondar en el medio teniendo a la cámara como vehículo y a la mente del fotógrafo como fuente de imaginación inagotable. Este libro puede considerarse un curso sobre el pensamiento visual, sobre cómo debemos educar nuestro ojo. Todo esto y mucho más es la tarea que este autor nos ha querido encomendar para que aprendamos sobre la importancia de ir formándonos a través de las mentes de grandes pensadores de la imagen y en definitiva, terminar haciendo fotografías que realmente merezcan la pena, fotografías que plasmen el mundo que nos rodea tal y como nosotros lo entendemos y vivimos. Recomendaría este libro a todo el mundo que estuviera estudiando algo relacionado con la fotografía o el mundo de las imágenes, pues aprender a educar el ojo para observar fotografías desde una manera lo más objetiva posible, es una labor esencial que todo buen artista debería tener. Realmente es un privilegio tener y leer, claro está la obra de Momeñe puesto que el autor nos concentra a lo largo de sus páginas una autovía de kilómetros y kilómetros los cuales están llenos de paradas imprescindibles para comprender el complejo mundo de la imagen fotográfica. En él encontramos diversos autores de todos los tiempos e incluso alguna anécdota del mundo fotográfico, de una manera amena y divertida. Como David Hockney, Harry Callahan, Joseph Nicéphore Niépce, Garry Winnogrand, George Estaman, Richard Avedon, Dorothea Lange, Daguerre, Irving Penn,Julia Margaret Cameron, Man ray, Bill Owens, Sebastiao Salgado, Ansel Adams, Henri Cartier Bresson, Weegee, William Hogarth, William Klein, Diane Arbus, Robert Demachy, José Ortiz de Echague, Lee Miller, Nan Goldin, Peter Beard, Guy Bourdin, Josef Koudelka, John Gutmann, Ralph Gibson, Rineke Djikstra, Joel Sternfeld,Annie Leibovitz, Guy Bourdin, Shelby Lee Adams, Les Krims… entre otros tantos, conocidos y no tan conocidos y por supuesto grandes descubrimientos que enriquecen nuestros conocimientos como artesanos de la imagen y a nuestra persona en su crecimiento.


Me gustaría despedirme, y es lo que voy a hacer citando unas líneas del libro, concretamente las últimas líneas de él, éstas porque es un final abierto más bien diría yo es el principio de lo que cada uno quiera, como no podía ser de otra manera nos recuerda el autor la gran premisa que nos ha seguido en el libro, la gran premisa que nos ha de acompañar durante mucho tiempo. Curiosidad, trabajo, curiosidad, trabajo. Concluyo así mi comentario de esta obra. “A partir de ahora, continuemos tratando de aprender más y más, sin olvidar la práctica, el oficio, y todo ello acompañado de buenos libros y mucha curiosidad. En realidad es ahora cuando comienza nuestro curso, la tarea de obtener fotografías culturalmente correctas. Y no podemos dejar de insistir en prevenirnos de tres de los muchos enemigos de las buenas fotografías: 1. Las buenas intenciones, que como las fotografías de cumpleaños familiares, solo interesan a quienes nos aprecian mucho. 2. Lo que aquí – bien o mal expresado – hemos llamado espíritu artístico, el que busca el arte antes que las buenas fotografías, y que raramente coincide con la capacidad de hacer obras artísticas. 3. La falta de afición. Todos los grandes fotógrafos son, ante todo, grandes aficionados; esto es, viven por para la fotografía.”

Diciembre 2014


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