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Coyuntura política electoral
Desde que entró en vigor la Constitución Política de la República de 1985, ha sucedido más de una vez. Nadie esperaba que el candidato Serrano Elías terminara ganando la presidencia, sino fue hasta después de un debate televisado, con un complaciente presidente Cerezo Arévalo, que terminó ganando el favor del electorado.
Tampoco nadie esperaba que De León Carpio saltara de la Procuraduría de Derechos Humanos a la presidencia de la República, sino hubiese sido por el autogolpe de Serrano. De forma similar, sin los acontecimientos que llenaron la Plaza Mayor solicitando la dimisión, primero de la vicepresidenta Baldetti Elías y luego del presidente Pérez Molina, el candidato Jimmy Morales jamás hubiese estado presente en la mente de los ciudadanos que, hartos de la politiquería tradicional, lo percibieron como una alternativa fresca y diferente, confiando en su eslogan de campaña de “ni corrupto ni ladrón”, que lo catapultó de conocido actor de comedia televisiva, directamente a la presidencia.
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Ahora, en un clima de polarización, bulos, descalificaciones y sospechas mutuas, evidente temor de partidos y candidatos a ofrecer opciones drásticas de cambio o simplemente a criticar el estatus quo, el proceso electoral ha estado salpicado por exabruptos, incoherencias, cuestionadas actuaciones, amparos e impugnaciones, tanto de candidatos como del y ante el Tribunal Supremo Electoral y demás instancias judiciales, que han provocado que el ambiente se haya impregnado de recelos y desconfianzas, que hace preguntarse a muchos votantes si vale la pena acudir a las urnas electorales. Se sigue multiplicando el escepticismo respecto de la democracia. Lamentablemente.
A 48 días de las elecciones, otra vez surge un cisne negro, metáfora que describe una sorpresa, un suceso imprevisto e improbable, que termina teniendo impacto y repercusiones inesperadas. Me refiero al candidato Pineda Sosa, quien podría terminar colándose en una eventual segunda vuelta electoral, contra uno de los contrincantes más conocidos.
Joseph de Maistre (1753-1821) dijo que “cada pueblo o nación tiene el gobierno que se merece”, pero el francés André Malraux (1901-1976) la modificó diciendo que “no es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen, sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”.
Otra frase atribuida sin confirmar a Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”; pero lo que si dijo fue: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”. Los guatemaltecos y nuestra querida Guatemala nos merecemos que nos dirijan los mejores y no “los menos malos”. Nosotros decidimos. A ver cómo nos va esta vez.
Hugo
Más deuda: más de lo mismo
PROMETER REDUCCIONES O READECUACIONES DEL GASTO PÚBLICO NO ES UNA OPCIÓN “POLÍTICAMENTE CORRECTA” EN ESTOS MOMENTOS.
Aumentar los ingresos tributarios mediante mayores impuestos no parece ser una de las opciones favoritas de los candidatos en contienda. Salvo el caso de algunos candidatos con discurso de izquierdas o contrario a lo que, ellos llaman, la oligarquía dominante, no se habla de este tema. No tendría sentido alguno incomodar a los votantes potenciales con un tema tan impopular como el de los aumentos de impuestos. Dada la dependencia crónica del Estado de la deuda pública, aunque los candidatos en contienda no digan nada al respecto, es de esperar que ésta siga creciendo en el corto y mediano plazo. Si a esto se suma la factura de lo que representa el “menú” de promesas electorales con cargo al presupuesto, invariablemente el país está destino a seguir ampliando su dependencia a este tipo de fondos. Si bien sería deseable que existieran garantías sólidas de que toda la nueva deuda se va a destinar a proyectos de alta rentabilidad social, no basta con eso para mejorar la forma en que se maneja el gasto público. Por ejemplo, la ampliación y mejoramiento de la infraestructura de recolección y tratamiento de las aguas servidas en la subcuenca del Río Villalobos, que drena hacia el Lago de Amatitlán, es una inversión prioritaria que debería realizarse con la recaudación tributaria. Si bien se podría recurrir a endeudamiento para realizar las mismas, existen suficientes programas y proyectos públicos mal diseñando, mal ejecutados, opacos o de dudoso beneficio social que podrían eliminarse para generar ahorros para financiar este tipo de obras.
Mientras no ocurra una racionalización y priorización del gasto público, el endeudamiento público seguirá siendo la salida fácil para mantener una estructura del gasto inefectiva e ineficiente. Prometer reducciones o readecuaciones del gasto público no es una opción “políticamente correcta” en estos momentos. Sin entrar a considerar cuestiones relacionadas con la sostenibilidad y costo de la deuda pública, elementos que deben reconsiderarse cuidadosamente dado el incremento de las tasas de interés a nivel global, mientras el gasto público no responda a prioridades claras, no se evalúen sus resultados y no se mida la efectividad del mismo para atender las necesidades sociales, da lo mismo si se financia con impuestos o nueva deuda pública. De continuar el país con esta senda de incrementos constantes en el gasto público financiados con deuda, más temprano que tarde habrá que hablar de reformas tributarias, aunque este tema se invisibilice durante la campaña electoral. Si algo está claro es que el origen de los fondos, deuda o impuestos, no condiciona el buen uso de los mismos.
Lionel Toriello
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Ahorrémonos otro naufragio nacional
La encuesta de Prensa Libre publicada la semana pasada, tras alborotar el hormiguero, vino a demostrar tres cosas: (i) que el desencantado electorado guatemalteco ya no se traga el cuento del régimen y anda buscando un cambio; (ii) que en esa búsqueda, el pueblo es capaz de repetir errores colectivos que ya cometió, como cuando eligió a aquel otro outsider, el que decía que no era “ni corrupto, ni ladrón”; y (iii) que el poder de incidir en el talante público que tienen “las encuestas serias” aún puede levantar grandes pasiones... Pero vamos por pasos:
La principal novedad que develó la encuesta de la firma Pro-Datos es que pese a una multimillonaria inversión en “mercadeo político”, dos de las tres “caras” de la “troika” oficial, “no han jalado”. Meme nunca “levantó”, y sigue en la contienda sólo como resultado del terror de Timo Chenko y Suguelito a perder poder y de su casi inagotable fuente de dineros malhabidos y “naipes bajo la manga”. Pero el caso de Sury –peor aún– es el de una caída estrepitosa, del primero al cuarto lugar, sin siquiera llegar a un porcentaje de dos dígitos en la intención de voto. Eso complica mucho su campaña, que desde el principio tuvo que lidiar con la tacañez del “club empresarial”, hoy tan desencantado y desmotivado a participar en la política partidista, como el electorado en general y poco convencido, además, del “pegue” popular (¿?) de la diva. Podría decirse que esta encuesta, dirigida por el respetado fundador de la firma, Edgar Monzón, le ha dado un “golpe mortal” a la campaña de Sury (salvo que le metan a Pineda una “zancadilla” como la que le metieron a Roberto Arzú). Zandra, por otra parte, confirma la consistencia de “su voto duro”, tal como la gerontocracia del “club militar” había venido pronosticando y le deja a sus oponentes sólo el consuelo de su quizá aún más duro “antivoto”. La encuesta también revela que Mulet “está estancado” y que, quizá por una percibida inclinación a ser demasiado contemporizador con el régimen, ya no ha evidenciado “tendencia ascendente” (¿otro “cuete quemado”?). Tema que también llama la atención, es que a Villacorta la encuesta referida lo coloca en séptimo, en vez de quinto o mejor lugar (como aparece en otras encuestas), asunto al que me referiré más adelante. Y por supuesto, la mayor novedad del momento: arrebatando el cetro de “la vieja política” de manera estelar, el fenómeno Carlos Pineda, concentrando el favor de uno de cada cinco encuestados, en la intención de voto...
Todo lo anterior se resume en que “si no nos ponemos las pilas”, nos espera una segunda vuelta en la que tendremos que escoger entre Pineda y Zandra... es decir, como en una pesadilla, “entre el cáncer y el sida”.