RODOLFO NEUTZE

su logística pero como también ya es recurrente lo cargan a sus costos y lo compensan con sus precios. Los que sí sufren en carne propia los paros son los pequeños y medianos comerciantes, pero sobre todo el consumidor final.

Durante los últimos años la expresión popular de protesta, por cualquier motivo, sea profundo o banal, es el paralizar la movilidad. Lo vemos hoy en Nahualá; se ha visto en Alaska, puertos, aeropuertos y hasta en el centro cívico. No me meteré a opinar sobre la legalidad y/o legitimidad de los paros. Pero a todas luces perjudican a toda Guatemala, pero principalmente al ciudadano más necesitado.

El Gobierno pierde algo de credibilidad pero ya está tan acostumbrado que se toma su tiempo. La SAT algo podrá cuantificar el daño a la recaudación por paralizar la Economia pero no creo que nadie lleve la cuenta. Los “ricos” no se ven afectados porque arrasan su movilización o buscan medios alternos. Las grandes empresas ven afectada

Existen muchos guatemaltecos no asalariados que viven de su jornada diaria, es decir de lo que puedan o no realizar en el día. Un fletero, un piloto de camión o transporte de personas al no poder movilizarse “pierde” la oportunidad de ganarse su día. Los empleados y/o personas individuales que deben circular por las vías tapadas pierden no solo ingresos, si no tal vez lo más preocupante, tiempo de cargar baterías descansando o conviviendo en familia.

¿Quién va a cuantificar las pérdidas? ¿Cuándo vamos a realmente hacer conciencia en todos los guatemaltecos que al hacer un paro los más damnificados son precisamente los que lo realizan? Si el Estado es incapaz de atender las necesidades específicas de algunos grupos de guatemaltecos, no se vale que tampoco le pase la “factura” al resto. Ponerle precio al costo de los paros no es menospreciar las necesidades de quien los realiza, es hacer ver que la falta de libertad de locomoción No solo genera molestias, genera pobreza al guatemalteco que más necesita salir de ella.