Suplemento Cultural Contenido 01-09-12

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Maracay, Sábado 1 de septiembre de 2012

Crónicas del Olvido

Aly Pérez en nueve libros -ALBERTO HERNÁNDEZ-

(Fragmento) 1.-

L

a casa se advierte en la experiencia del poema. En el comienzo de su transición, pero también en el final de sus misterios. En cada espacio indica el tiempo que lleva ocultando y ofreciendo el lugar que ocupa en el interior de cada voz, de cada habitante. En poesía, como en los sueños, la casa es un habitante más, un ser que nos concede sus cambios, porque ella es testigo de todos los pasos, de los amagos de la vida y de la última piel de la muerte. Los textos de Aly Pérez, recogidos en su libro Pasión según la casa (1991), vienen de muchas preguntas, de íntimas lecturas, de recogimientos interiores que renuevan las imágenes cuyo rigor interpreta la vocación poética de sus intentos. Pero también de un inédito, ganador del Premio Jesús Bandres de San Juan de los Morros en 1995, Salmos de la vigilia, que creemos nació antes que el primero de los nombrados. Entonces es voz que se pluraliza cuando desde el poema modela esa epifanía que en Keats es el ascenso a la belleza y el descenso a la verdad. La casa, rodeada de imágenes reales, vierte una atmósfera que transforma al hombre de la palabra en un hacedor de experiencias estéticas. Nombres, autores, lugares, expresiones, el cuerpo de un milagro visual, destacan la contemplación de quien tiene en el lenguaje una particular manera de decir las cosas. El Endymion, ascender y descender, retira la creencia según la cual el creador pierde -en medio de esta dicotomía ambigua- el sentido del espacio para crear una at-

mósfera. Este libro -como todos los demás- del poeta Aly Pérez transita por esa delgada línea divisoria. Una lectura, la gracia de atreverse a penetrar en la memoria de quien irrumpe con una obra culta y a la vez sazonada con elementos de su cotidianidad, universaliza la imagen, verbaliza el silencio y la lección que nos tiene reservada la observación, la pasión por cada objeto que nos conduce a recrear el mundo. Cada poema de este libro es un símbolo de la pureza del autor, de su también contaminada costumbre de rozar con imágenes desnudas cada aventura con la palabra. La casa ya no es la misma/ / En el patio/ no están las granadas rojas/ ni el amarillo de los jobos/ en la tierra, pero tampoco la portátil destreza de Mishima, Utamaro o el abanico japonés que la casa aceptó con benevolencia. Desde la casa, desde sus entrañas, y desde la contemplación hasta la elaboración del texto poético, cortado por el filo de la vida. Ascenso y descenso. ¿Qué nos tiene reservada la casa si somos para nosotros mismos habitación del silencio? ¿Puertas y ventanas no son acaso portadoras, dueñas de palabras que alguna vez resuenan reformadas porque el tiempo abusa de la desmemoria? ¿No hay en cada casa un silencio que nos lleva a morir cada vez que lo deseamos? ¿No es la casa misma una

voz que nos convoca, que nos aturde en la soledad? ¿No están las habitaciones llenas de ausencia, de aquella muerte que nos prepara el terreno de la eternidad? La poesía de la casa es la permanencia en ella. Una vez desalojada nos perdemos en un tipo de olvido, de abandono. La pasión por paredes, goznes y sonidos. Los ruidos de la noche en la sangre. El miedo que nos aleja de ella o nos acerca más. El silencio que debilita la voz nos hace profundos, quizás nada desde la calle, desde el recorrido que trazamos para marcarnos la única sílaba alguna vez escuchada en un sueño futuro. ¿Quién dijo que una puerta no es el límite entre la vida y la muerte? 2.En Salmos de la vigilia el poeta se ampara en el Rey David, con él inicia un tránsito donde "nos congregamos todos/ como un grupo de aves/ que sueñan más allá de la muerte/ sobre esta patria/ hecha pátina de tedio/ cal de esperanzas/ a la cual vuelvo". El poeta regresa, retorna a la tierra luego de una larga ausencia, de una intensa extensión silenciosa por poemas o versos iniciales marcados por el paisaje, por olores, colores y sonidos que despiertan a "los ángeles de la casa", donde las cosas se agitan, respiran la angustia de sus habitantes. "Hay una desolación de las cosas/ en los seres/ en el viento que se dobla tras el humo de los días…" y que sigue con la casa a cuestas, con el vino escanciado, rancio, viejo entre la inminencia de los pájaros y un jardín. Y así, "condenado al fracaso", quien escribe se afinca en la naturaleza viva, en las palabras, en Dios siempre presente "cuando se nombran las cosas". Ese instante funda el alfabeto de este hombre que halla el eco en muchas voces a toda hora, en el sueño y la vigilia, en toda la geografía

de sus papeles. Común era verlo con la cara enterrada en los libros, allá en su casa de Los Colorados de Villa de Cura, ausente, alucinado, insulinamente extraviado, dulcemente quieto sobre el esqueleto de un poema. Siempre una casa y su patio, el universo entero en la mirada de quien describe cada paso, cada sombra o relámpago, cada nombre: el Nazareno, Mondrian, Virgilio, Homero, los talabarteros, los panaderos, las caminadoras, los ladrones. Cada salmo es un estar despierto con el mundo a oscuras. 3.Un homenaje frustrado a Borges toma cuerpo en unos versos donde la noche comienza y termina en "el paso del tigre blanco de Sumatra", porque Aly Pérez tenía en Villa de Cura toda la geografía, toda la tierra recogida en los ojos, "donde el ángel de las sombras" alcanza el zumbido de sus trazos verbales. Así lo pronuncia en Rumor de alameda, escritura y espacio cotidiano, respiración en la que habitan todos los paisajes. "Gira la tierra/ en su noche/ sobre el secreto canto de la muerte". Aquí se resume este libro, que arriba a la imagen del viajero Alejandro de Humboldt en la Alameda Crespo, "donde un fabuloso animal de la tarde se hace palabra". El tiempo, recurrencia que admite la presencia del cosmos: el poeta viajaba ensoñado, desde un almendrón tropical hasta un ciprés sirio o andaluz. Desde una calle de su pueblo hasta la Judea filistea y cristiana. Un cují pudo haber sido el árbol de la muerte del traidor. Árboles, vocablos, la sombra del poeta, los meses crueles, las estaciones enfermas, el paraíso perdido, el perfil del abuelo Carmelo Aponte en 1928, la "patria borrosa". O el hijo reciente, su boceto en el poema mientras noviembre descorre "los pliegues del corazón".

Todo el olor recogido en la mirada perdida del amigo Omar Gutiérrez "bajo un árbol de agua desplomado", mientras Leonardo Da Vinci hunde sus pasos en un libro de historia del arte. La casa, una vez más, en una elegía. Los cajones repletos de sombras, de apellidos, la nostalgia y Miguel Ramón Utrera en su "otra claridad", presente en el río y en el aire. Algunas cartas lanzadas al aire, a poetas y al tiempo. 4.Y de esas tantas anteriores, Cartas a Ofelia, un libro de amor. Es el material de la espera. El poema se estira sobre el cuerpo amado y se hace músculo tenso, lo imagina, lo hace casa habitable; sin embargo, "Cada vez que intento el poema/ se salpica de un no sé qué de ti". Abunda "Siento el aguijón del retardo/ posiblemente no vengas". La voz de quien habla por lo bajo se queda adherida al nombre de Eloísa, silenciada en el secreto de un texto, pero prevista en las manos que tocan con el mismo poema "Tú que eres soplo de nube/ en el álgebra de la mañana". El tiempo acosa al escribano, al amante. Él es "fugacidad", temblor, pecho, sudores, "ángeles de Boticelli". La música "a la deriva de quebrados silencios". La piel de la mujer es un "delicado óleo de Renoir". Y un gato se apresura a ser otro poema en el que ella es "beso sedoso". Finalmente, Ofelia, una primera carta, nombrada, sacada del misterio para decirle que "es otoño de abril" en el pueblo que lo habita. Insiste en el viaje por el mundo con ella en el recuerdo y calificarse "sueño oscuro", solitario en el poema. La segunda carta a Ofelia descubre la imposibilidad de su cuerpo, de los pliegues de su pensamiento. Ajena, la despedida en la voz de la mujer que ama, que lo ama y no debe. (…)


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Maracay, Sábado 1 de septiembre de 2012

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Oswaldo Chaparro El Cantaclaro de Aragua SALVADOR RODRÍGUEZ

A

pocos kilómetros de San Casimiro de Güiripa, en el caserío Carutico de la Parroquia Güiripa del Municipio San Casimiro, nació Oswaldo José Chaparro Bandes, el 5 de mayo de 1949. Se dio a la vida donde se acumulan gargantas musicales, que cuando dilatan, más allá de la geografía del canto sancasimireño, derraman voces de apellidos tan sonoros que hacen de San Casimiro El Santuario Musical de Aragua. Se podrían citar los apelativos; Tovar, Acevedo, Hernández, Rondón, Vegas, Torrealba, Delgado, Fuentes, Díaz, Reinosa, Requena, Perales, Figueroa, Conde , Guevara, Jiménez, Chaparro, Reina, Vargas, Boullón, Pérez, Báez, por mencionar algunos ante la historia, de que es cierto: San Casimiro es tierra de Músicos y Cantautores. Palabras mayores son, de que cuando Oswaldo nació aquella noche, su papá Maximino Chaparro tocaba el arpa en un Velorio de Cruz. Como también es cierto que a la media hora se apareció, acompañado de Reyes Conde y que al llegar, la partera Emilia Santana les preguntó, que cómo se habían enterado del nacimiento y que Reyes Conde le respondió: Por el llanto que escuchamos prima. También cuentan que Reyes agregó: Ese muchacho va a tener un buen gañote. Otras historias refieren que su mamá Margarita Bandes le arrullaba y metía entreveradas, en el repertorio de canciones de cuna, algunas rancheras. Los padrinos de bautizo fueron: Eustaquio Carpio (Hermano de Nicolás Carpio) y Juanita Requena de Fuentes, y de confirmación el cantautor Reyes Conde Guevara. Sus maestros; en una escuela de bahareque frente a un tamarindo, en el camino que conduce a Santa María, fueron: Juanita Requena de Fuentes en los grados de 1° a 3° y Alfonzo Páez en los grados de 4° a 6°. Desde pequeño, se inició en las faenas del campo y fueron testigos, del tema musical "Mi Lindo Cafetal", los bucares y el café que afincan sus

raíces en las inagotables montañas güiripeñas. Escribir de la hoja de vida musical de Oswaldo, por lo extenso, solo a un chalado se le puede ocurrir. Recorramos, como uno de esos que agarran carretera, el camino de este cantautor sancasimireño, para que Satanás retroceda ante tamaña verdad. Se inició en el canto de aguinaldo y rancheras, llegando a fundar Los Alegres de Carutico, que siempre resultaban ganadores en el festival navideño que se celebraba enfrente de la iglesia Matriz de San Casimiro; luego siguió con el joropo aragüeño y mirandino. También fundó y dirigió las agrupaciones: Los Alegres del Ritmo, Los Propios y El Sexteto Venezuela. Sin duda alguna, Oswaldo José Chaparro Bandes es un versátil del canto nacional. Ha ido del aguinaldo y la ranchera al joropo aragüeño y mirandino, y de este a la música llanera. Él mismo relata, que cuando asistía a la inauguración de la Av. José Casanova Godoy en la ciudad de Maracay, y donde participó bailando y cantando música aragüeña vio a algunos cantantes de música llanera; y le gustó tanto que le confesó, a

Eduardo Jiménez, a Chucho Acevedo ( El Caballero del Arpa) y a la difunta Reina Acevedo," voy a iniciarme en la música llanera" y fue tanto lo que le gustó y aprendió que integró las siguientes agrupaciones Aragua y Llano, integrado por Rafael Boullón, Esteban (Cholo ) Díaz, Perucho Piñango, y Germán Velásquez; Rafael (Chucho) Acevedo y su Conjunto; Pentagrama Llanero, conformado por Rafael Reina, Alejandro Requena, Héctor Piñango, Fileno Acevedo y Elpidio Boullón ; Brisas del Llano, dirigido por Jacinto Rodríguez y otras que hacen inagotable esta crónica. Son tantas las caminadas por la música llanera, que un día de junio de 1980, llegó a la cervecería La Apureña en la Ciudad de Caracas, donde fue bautizado como El Cantaclaro de Aragua por José Romero Bello, El Clarín de la Llanura; siendo los padrinos, en este acto de reafirmación de sus actuaciones por la Canta Criolla, los cantautores: Ramoncito Pérez, Julio Miranda y Rafael Chucho Acevedo. Muchos han sido los reconocimientos y premios que ha recibido este Hijo de San Casimiro en los sitios que se ha presentado, que podrían citar-

se los siguientes: Concha Acústica de Maracay con Henry Rubio y su Conjunto; Tasca La Gran Parada en la Ciudad de La Victoria con Encarnación Chávez y su Conjunto; Maestranza César Girón con Chelo Acevedo y su Conjunto; Club El Dorado en Paracotos con El conjunto Brisas del Llano; Club Rancho Quirpa en Güiripa; Centro Social y Cultural , hoy Casa de la Cultura don Eleazar Casado de San Casimiro con Salvador Rodríguez y Margarito Aristigueta; Club Los Guasimitos en San Casimiro con Chelo Acevedo y su Conjunto; Club Los Jabillos en San Casimiro con el conjunto Pentagrama Llanero; Club Los Samanes en San Casimiro con el conjunto Aragua y Llano; Club Social Carutico en Guanayén con el conjunto de Los Hermanos Navas; cervecería La Apureña en Caracas con el conjunto de Chucho Acevedo y Joseíto Romero; Centro Social Santa Teresa del Tuy con Chucho Acevedo y su Conjunto; Club Pampero con el conjunto de Los Hermanos Castillo; Club La Tigrera en Los Chaguaramos, estado Miranda con el Conjunto Garza Blanca, Club Los Mangos en Guayabal, estado Guárico con el Conjunto de

los Hermanos Acevedo de Calabozo; y tantos otros que hacen interminable esta caravana de lugares y agrupaciones que han visto y han acompañado a este maestro del canto venezolano. De todas esas presentaciones, la que más recuerda Oswaldo, fue cuando se presentó en el desaparecido bar El Placer del Bachaco, ubicado donde está hoy el banco de Venezuela y que atendía el recordado René Alvis. En ese sitio, Oswaldo cobró bs 15 de los de antes ( y no tan débiles) por su primera actuación. Su padre Maximino Chaparro fue quien le extendió aquella cantidad tan grande, que Oswaldo no había visto jamás. Otra presentación que recuerda con mucho cariño es aquella que hizo en el club El Torreón de Cúa, estado Miranda, en 1979 y donde cobró bs 800 de los de antes. Además de fundador, director y cantante de grupos musicales, Oswaldo es autor de muchos temas musicales salidos, unos, de la belleza de los bucares y el café que lo han acompañado siempre y otros del manantial de valores de la canta criolla. De esas tantas composiciones, se les podría entregar a los lectores las siguientes: Mi lindo Cafetal, Valores de mi Pueblo, El Regalo de mi Novia, Así es mi Campo, San Casimiro y sus Barrios, Güiripa lo tiene Todo, Mi Caballo Parrandero, Otras navidades Solo, Quirpa Central, Mensaje para un Policía, La muerte de un Eminente y El Cantaclaro Llegó. Oswaldo contrajo matrimonio con Rosa Eugenia Guevara y de esa unión nacieron: Ángel, Alexis y Yulis, que han tomado la senda de la música, igual que su nieto, Ángelo Noel Chaparro. Oswaldo vive hoy, rodeado del cariño de su esposa, hijos y nietos, en el barrio Pueblo Nuevo. Ve con orgullo cómo se ha ido acrecentando la dinastía de Oswaldo Chaparro El Cantaclaro de Aragua y que como dice la canción, que él mismo compuso: "El Cantaclaro llegó, / viene con las pilas puestas, / con la garganta clarita, / y la memoria muy fresca". Sinceramente llegó para quedarse en la historia de la canta criolla.


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Maracay, Sábado 1 de septiembre de 2012

Francisco José Cruz:

No creo que un par de versos salven a ningún poema ni a ningún poeta RAMÓN ORDAZ

nuidad con un vasto horizonte de la poesía española. ¿Tus contemporáneos están en esa línea?

rancisco José Cruz tal vez sea el poeta español que más vinculaciones y correspondencias tenga con el universo literario latinoamericano. Un indicador bien podría ser su consecuencia con Palimpsesto, la revista que edita en Carmona (Sevilla), desde hace dieciocho años, a través de la cual ha construido puentes de acercamiento e intercambio con la poesía latinoamericana y que en estos momentos alcanza los veintitrés números en circulación; otro, tan importante y trascendental como el primero, es su obra poética, la que cuestiona sin tapujos en una primera etapa suya, pero que de seguidas reivindica en sus libros posteriores, calzados por la madurez, por una sentida indagación formal, por esa incursión de su palabra en los laberintos de lo cotidiano, subsumida en una suerte de lugar común de la existencia, que por común y reiterativa, precisamente, sirve al poeta para satirizar, poner en cuestión nuestro acontecer, ese transcurrir del tiempo y de las cosas que su oficio de poeta interroga, coloca en jaque con fina ironía, a veces con crudeza. No es una poesía complaciente la de Francisco José Cruz. El ser y el no ser, la cotidianidad de la muerte -la de los vivos y la de los muertos-, la ilusión del tiempo, el tiempo que pasa y que no pasa, la vida en el más íntimo resquicio del cuerpo desmaterializándose, la orfandad ante la pérdida de parientes y allegados, los malabares de las eternas preguntas infantiles, tienen en el poeta andaluz una voz crítica que transgrede las respuestas comunes que tienen el resto de los mortales. No hay evasivas en su escritura poética. Venido al mundo en Alcalá del Río, Sevilla, España, en 1962 Francisco José Cruz es autor de los poemarios: Prehistoria de los ángeles (1984); Bajo el velar del tiempo (1987); Maneras de vivir (1998); A morir no se aprende (2003); Hasta el último hueso (antología publicada en Venezuela por la editorial El otro, el mismo, 2007). Es autor, además, de varias compilaciones y ediciones: Antonio Porchia, Voces (Carmona, col. Palimpsesto,1991); Roberto Juarroz, Poesía vertical (Madrid, Visor, 1991); Poesía de la intemperie. Selección poética de letras flamencas (Carmona, col. Palimpsesto, 1996); Antonio Deltoro, Poemas en una balanza (Car-

FJC.- Yo creo que el poeta actual no tiene sentido de la variedad y en general, está muy perdido. Suele confundir versos con la división aleatoria de líneas en el papel. Si uno alarga una línea o la corta, tiene que ser por algo, no por capricho. Olvidamos con frecuencia que lo que queremos decir en un poema depende en gran medida de la forma elegida para ello. Yo trato de encontrar en ciertas formas tradicionales los matices necesarios que las hagan mías. Al revés de lo que suele pensarse, el verso libre y la disolución de la estrofa dan más facilidad e inmediatez al poeta que las formas tradicionales, pero no más libertad. La libertad surge de las posibilidades técnicas con que se cuenta, y la tradición ofrece un despliegue variadísimo de metros y estrofas muy poco utilizados hoy día. En este sentido, es para mí modélico el aprovechamiento innovador que lleva a cabo el gran poeta peruano Carlos Germán Belli de ciertos registros procedentes de distintas épocas, especialmente de la barroca, sin que la compleja amalgama verbal reste emoción al poema.

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mona, col. Palimpsesto, 1998); Humberto Ak'abal, Todo tiene habla (Carmona, col. Palimpsesto, 2000); María Mercedes Carranza, La Patria y otras ruinas (Carmona, col. Palimpsesto, 2004); Pedro Lastra, Datos personales (Carmona, col. Palimpsesto, 2005), entre otros. Sobre la obra de Eliseo Diego, Eugenio Montejo, Alejandra Pizarnik, Virgilio Piñera, Gonzalo Rojas, Fabio Morábito, José Manuel Arango, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez ha dejado testimonio en su obra ensayística. Invitado a la ciudad de Mérida a participar en varias actividades de la VII Bienal Literaria "Mariano Picón Salas", entre ellas el bautizo de su libro Hasta el último hueso, entrevistamos al poeta en el Hotel Prado Río el 21 de septiembre de 2007. Ramón Ordaz.- En primera instancia, estimado Francisco José, hay algo que me interesa indagar acerca de tu poesía, y que en cierto modo lo aborda Eugenio Montejo cuando se refiere a tu obra y es el hecho de que eres un poeta aferrado a la tradición. ¿Cuál es esa tradición para ti, cómo la concibes hoy? Francisco José Cruz.- Cuando digo tradición me refiero a ciertas formas trabajadas y consolidadas por el uso de siglos. A mí me interesa parte de ella. Por un lado la poesía anónima: el romance y la copla flamenca. Por otro, dentro de la poesía culta, la zona más íntima y recogida, que parte de Jorge Manrique, pasa por Bécquer y llega a Eliseo Diego, Eugenio Montejo o José Manuel Arango, por ejemplo. Como bien señala el poeta español Dionisio Ridruejo, uno puede nutrir su imaginación creadora y su visión del mundo de poetas pertenecientes a otras lenguas, pero sólo de los poetas de nuestra propia lengua aprende uno su íntimo manejo artesanal. RO.- Interpreto que tu poesía cumple un compromiso de conti-

RO.- En la presentación de tu libro señalas algo que me llama la atención. Hay una especie de mea culpa de los primeros libros, incluso dices "llegué a considerarme poeta sin serlo todavía". Recuerdo en estos momentos un poema de Cavafis, "El primer peldaño", en el que el poeta Eumenos se lamenta ante Teócrito de lo poco que ha escrito y cuánto es de difícil escalar un peldaño más; en cambio obtiene como respuesta de Teócrito el halago: Ya de tu primer paso debes/ sentirte feliz y satisfecho. Esto es un verdadero reto, exigente en todos los sentidos; el mismo Borges llegó a afirmar que ojalá la posteridad reconociera en él un par de versos. ¿Cómo interpretar la flagelación que asumes respecto a tus dos libros anteriores, mientras los dos últimos constituyen el camino añorado, la concreción de una búsqueda? FJC.- No creo que un par de versos salven a ningún poema ni a ningún poeta. El verso es un instrumento más del poema, un recurso y debe estar justificado por el anterior y por el siguiente, sin resaltar sobre el resto y si por bello que sea, no enca-

ja en el puzzle, sobra. Tardé en encontrar mi propio tono, aunque uno nunca sabe si lo encontró. Esto lo sabrá la posteridad. Incluso, una obra puede servir en una época histórica y en la otra ser olvidada, porque no depende sólo de su propia verdad, sino también de las necesidades de quien la lee. A mí me costó muchos años ser sincero conmigo mismo. Entre el segundo libro -que no refleja ninguna vivencia mía auténtica ni trato íntimo con el lenguaje- al tercero, pasaron once años, que fueron para mí un calvario. Todo lo que hacía lo rompía, pero romper -ahora se dice muy fácil-, en esos momentos de euforia, cuesta mucho. Cuando uno consigue no engañarse, empieza a exigirse en su trabajo, a establecer un diálogo con su propia realidad. RO.- De acuerdo. Estamos hablando del poema como una entidad autónoma. En un contexto mayor, el libro, un libro de poesía no necesariamente tiene por qué conservar una unidad. ¿Cuál es tu apreciación al respecto? FJC.- Creo que un poema tiene que funcionar en el lector de modo independiente al resto de los poemas del libro. Si no es muy largo, puede ser aprendido de memoria, de manera que sólo dependa de los propios órganos vitales de uno hasta interiorizarlo. Entonces, se hace portátil: un poema que va por dentro como va por dentro una oración. Ahora bien, hay otro nivel de relaciones, que no es desdeñable en la medida en que el libro como entidad existe. Procuro, al componer un libro, que cada poema aborde el tema general desde una perspectiva distinta a los otros y entre ellos se hagan guiños formales o temáticos, según los casos, hasta establecer un clima determinado de conjunto. RO.- El término "conciencia artesanal" es afín a tu oficio de poeta. Quisiera que abundaras sobre este aspecto que parece no sentarle muy bien a ciertos poetas. FJC.- Lo que yo he aprendido de la tradición es justo eso: la decantación de ciertas formas que cuando se sostienen durante tanto tiempo es porque hay una responsabilidad de fondo sobre ellas. El lenguaje es un instrumento como la música o la pintura. Hay que modelar ese instrumento, poner, como dice Eugenio Montejo, las palabras en su sitio, para que lo que in-

tentemos decir se refleje de algún modo en el poema. No hay una relación automática entre el pensamiento y el lenguaje. Hay que insertar el pensamiento en el lenguaje, incluso el propio lenguaje, cuando se trabaja, te descubre cosas que uno no ha sabido pensar si éste no está bien organizado. Para mí el poema es un cuerpo orgánico, hasta el punto de que, aunque tenga una idea de su contenido, no soy capaz de escribirlo sin haber decidido previamente su forma. Así, su estructura no se queda en un mero soporte rítmico del significado, sino que participa de él. RO.- Pasemos de la concepción estética del poema a las temáticas. Hay un punto que es recurrente en ti, la enfermedad. Perdóname que me comporte como un inocente, ¿qué pasa con el síntoma recurrente de la enfermedad en tu poesía? FJC.- Nada como la poesía, en un mundo tan tecnológico y prepotente, nos recuerda nuestra radical indefensión, nuestra precariedad. Paradójicamente, cuanta más conciencia de nuestro desamparo nos dé un poema, más capacidad tiene de acompañarnos y de consolarnos. RO.- A propósito de la idea del poema como corporeidad, de su autonomía respecto a los otros, en el poema "De vacío", de Hasta el último hueso, leemos: A veces me entran ganas de escribir un poema/ sin tener el asunto ni la forma./ En verdad, es el cuerpo tan sólo el que desea / decir alguna cosa. (...) Más adelante escribes: El cuerpo siempre aguarda que yo escoja/ la idea... Aquí está la estética y la realidad del oficio, del proceso de escritura de que estabas hablando. FJC.- Exacto. Como dice Luis Rosales -uno de los grandes poetas que admiro-, se escribe con todo el cuerpo, con el temblor humano, no sólo con el pensamiento. De ahí que, a veces, antes incluso de saber sobre qué deseo escribir, me viene una especie de sensación física que se remueve por dentro y que siento necesidad de reordenar. A veces sólo me quedo en ese amago latente, sin concretar nada. Eso es tremendo, porque uno debería escribir cuando realmente tenga algo qué decir (…) (Fragmento de entrevista publicada en Poda, Revista Latinoamericana de Poesía, año 4, nº 6, junio de 2008)


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Maracay, Sábado 1 de septiembre de 2012

Poemas de Nesfran González I Soledad sólo habitas en conciencias ermitañas dialogas sin emitir discursos con la silueta de un carrusel errante resignándote a vivir en palacios y edificios metropolitanos. Bronceas tus pestañas en la urna de una palmera mientras el hombre no dice nada se esfuman las palabras descansan en un yunque de jebe se arrinconan en un toldo de apariencias. Ríes soledad cuando ves al insomne huir por las escalinatas del tiempo lleno de un anaranjado pavor lleno de batutas y silbidos dibujando bonanzas con el betún que blanquea tus dientes. Lloras soledad cuando oyes los recitales del acongojado arrastrándose por los faroles de la muerte con vocablos que desdibujan tu ácida lengua. Gimes soledad cuando clamo mis versos divirtiendo resonancias ilusas en el hato de sensaciones solitarias....

IV Paisajes espirituales ruedan por el contexto maquiavélico de las cosas mientras caminan pausadamente las rejas carcelarias y las víctimas de una memoria por descubrir y las figuras que arden en las brasas del sonido y las cortinas compuestas de azuladas moléculas y los rieles de un tren desaforado y las joyas de un ilustre mendigo. Como si el llanto de los niños saliera de sus fronteras en medio de fulgidas estaciones donde las palabras no existen sólo paisajes espirituales que sufren el vaivén de la razón sólo paisajes espirituales

III II Apestaba su sangre crujían los golpes vagabundos sufrimiento dilatado de la sonrisa de una princesa acoso febril, simple y taciturno comienzo de un recuerdo perdurable e infinito. Silenciaron sus pasos con una lágrima de dolor y otra de alegría solo, solo te encontrabas entre marejadas, lamentos y gemidos fragmentos extraviados por una sombra discurrían la voz; mientras el cedro ensanchado y sabio gritaba tonterías y palabras inoportunas maldiciones, amenazas y proverbios a granel y el tiempo se detuvo las lenguas rebosantes se callaron la noche vertió sus lamentos en las llamas humeantes del ocaso sus gestos de vida iban poco a poco extinguiéndose el holocausto le parecía un juego su soledad, el adiós.

Vanas promesas me hacen bajar de una nube infringiendo el largo viaje tortuoso, alegre, vigoroso de las sandalias que sangran por una herida, herida en el fenotipo de rizos reprimidos por un torrente de fluidos hechizados. Meses de espera. Segundos de tristeza. Desenvaino prontas soluciones ante un coro de mil demonios sujetado a una soga que tambalea mis sentidos observo una mirada austera una mirada que sonríe que rehuye ante espejismos y espejos con huellas dactilares dejadas por manos atrevidas. La mirada escapa pero es atrapada por la mía y cuando volvemos a la realidad a la constante lucha entre el dinero y el morir entre el amor y la fantasía me doy cuenta que esa mirada la había perdido de manera infantil en la linfa que brotaba de las sandalias decididas a tomar otro camino....

que endulzan la vida de un reo donde el brillo de los claveles el despertar de la rosas la firmeza de una espiga el sueño de una cumbre cantan elegías y escriben odas entre cientos de sonetos y vuelan entre las nubes del país de las dudas y navegan en los corazones de personas soñadoras iluminando con las joyas del mendigo a los rieles las cortinas las víctimas las figuras y las rejas que dan paso a la libertad reflejado en los paisajes espirituales de un viajero que surca en los elementos de la inspiración. (…)


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