Suplemento Cultural Contenido 050512

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Maracay, Sábado 5 de mayo de 2012

Crónicas del Olvido

Suturas:

La cicatriz del cuerpo y el poema -ALBERTO HERNÁNDEZ-

pa con respiración vidriosa el borde de la cama / que te mira desde donde ya no hay ojos // esta noche // que le dicta precipicios // a tu carne / y deja que los perros vengan a lamer /los párpados de tu sombra

Piedad entonces por la sutura de su vientre… Gonzalo Rojas

P 1.-

oema y cuerpo se hacen uno a través de una herida. Poema y cuerpo cicatrizan juntos en una escritura hecha voz y silencio, sombra y dolor, ausencia y noche, cama y niebla, carne, muertos y piel, párpados, habitación y casa… sustantivos que estructuran y elaboran las imágenes de Suturas (bid & co.editor, Caracas 2011) de Adalber Salas Hernández, poeta que ha viajado por tres libros de fina y febril densidad que lo catapultan como un autor en el que convergen lectura y vida, experiencia y creación. Aquí lo encontramos protagonista de una enfermedad, visitante de un quirófano que le dejó marcas, no sólo en el cuerpo físico sino en el interior de otro cuerpo que naufraga, flota y sale del texto hacia el lector colmado "por la devoción oscura de las olas". Este es un libro agónico, un libro "como la huella/ que sin saberlo se consume/ al borrarse". Páginas cercanas a la muerte o al temor de sentirse al borde de ella, a los hilos que unen la piel de quien respira y se ahoga, de quien se sabe sobre una cama de disección. Este libro se desplaza en el territorio de los dos anteriores, La arena, el vidrio: Ascenso en tres movimientos (Editorial Equinoccio/ Universidad Simón Bolívar, Caracas 2008) y Extranjero (bid & co. editor, 2010) de los que provienen los signos que hoy son hojas del tercero. Este triple cuerpo poético, entregado con la fuerza de una salud comprometida y la decisión de entregarse a la escritura de estos versos, constituye una revelación en las recientes letras de

este país. Un libro del dolor en el que ha sido posible confirmar que la incertidumbre es fuente para construir el cuerpo o la carne de un poema del que sobresalen los hilos de esconder los tejidos y los órganos enfermos cubiertos por la piel de los muchos sustantivos regados en cada una de estas páginas donde se fijan sus andanzas en la fisiología de la incertidumbre, de la espera. 2.Ningún hilo / lleva sino a sí mismo… Así comienza la cirugía de este poemario, la operación verbal de estos sonidos oscuros, apresados en la habitación donde un paciente parpadea y murmura en las sombras. Adalber Salas han sabido tejer con sonidos el cuerpo con el que se ha sentido dolido, lastimado. Y para darle sentido a esta desventura inicia con la punta del hilo que habrá de traspasar y coser la carne de su cuerpo y los huesos de esta escritura que hoy me ocupa. Los puntos de sutura marcan cada tiempo, cada instante de los poemas leídos. Aquí desnuda las primeras puntadas: todos los ausentes velan aquí //en esta noche blanca // que no sabe / dónde empieza tu cuerpo // donde desemboca // esta noche / que pal-

La alucinación, el cuerpo sedado por los olores de una clínica, calculada por la morosidad del tiempo, la misma que ambula por la piel y se hunde en un espacio del abdomen, donde habitan el espasmo, el miedo y el silencio. Toda enfermedad auspicia un nacimiento. La misma muerte para los cristianos es un renacer, la resurrección y la eternidad. La enfermedad es un aviso, un llamado de atención que impulsa a crear un nuevo idioma, un nuevo registro de palabras, que ya existían, pero que en la boca del enfermo adquieren otra sonoridad, otro lugar en el cuerpo y en el ambiente donde es velado el anestesiado, el recién abierto y luego suturado. Con estas reflexiones se escribe este libro, suerte de borrón y cuenta nueva que el poeta se encarga de recrear con la mirada del recién despertar. De allí que diga "Algo muerde el costado de la noche (…) No puedo moverme (…) Hay un horizonte endurecido, una hendidura lúcida en mi pecho…". El cuerpo herido, cosido, se hace conciencia poética, dolor gramatical, versos neurales, mirada hacia el sitio donde la ciencia entró y salió con "esta caligrafía/ dentada, rabiosa, que justo ahora le arranca nuevas orillas/ a mi respiración". La enfermedad habita el cuerpo y se extiende en el poema. Sale del cuerpo y se hace otro cuerpo en el texto que Salas Hernández empuja para que "los muertos por fin desembocan/ en la niebla". Y así, vivo, paciente y recién llegado a la realidad de la luz, el poeta "busca un verso a la deriva/ en la quietud despiadada de las manos". Este poemario es el mapa de un hombre que se consumó y se borró pero luego fue devuelto por el dolor, "tacto/ enceguecido, cosiendo sus bordes a mi pecho". Cuerpo y

poema anuncian la resurrección de un paisaje donde "esta carne meridiana" regresa de la ausencia, fue ausencia y, al serlo, se sabe que existe, que es frente a un muro donde el cansancio afina la agonía, el silencio que más tarde será voz, verso, poema, imagen en un espejo. El hilo advierte la continuidad del tiempo, la costura de las horas, el dolor en el sitio preciso, "hasta la cal de la asfixia". Los pulmones llenos de líquido resumen los saltos en el poema, en la respiración del poeta acostado, con los párpados borrados de la cara, tejidos por la distancia entre la habitación y un árbol que la memoria dibuja "durante el sueño". 3.-

¿Qué clave se esconde en los pliegues de estos poemas? ¿Qué puerta abre el lugar donde la voz del autor congrega su conciencia del tiempo? "Todos los olvidos encallan en el gesto/ de escribir/ de hacerse víspera/ como todos los cielos caben/ en la ceguera cóncava de un solo exilio". ¿En qué lugar se aposenta el exiliado? ¿Se trata de un destierro o es propósito del cuerpo ser sometido a un viaje donde ya no caben las palabras sino la infinitud, la escritura de la ausencia? ¿La clave está en los muertos, en los personajes que gravitan alrededor de la quietud del paciente que se reconoce en las distintas maniobras de la enfermedad? De allí que "La sutura que fue su boca/ los deshereda/ los obliga a esa calma tan nítida/ que en ella nada se sostiene…". La herida ya no habla, sólo se muestra "en su silencio sin orillas". El poema reflexiona sobre el destino "sólo podemos morir/ porque tenemos un nombre/ que nos hace a nuestra muerte". Es decir, morimos porque somos palabra, un mote, un sonido que identifica o desconoce, pero admite a quien por ellos atiende. La muerte no logra borrar las palabras: el silencio las protege "cuando ya nadie queda de ti". Nombre de nadie que sigue sonando en la costura del poema, en el zumbido de la realidad, la que ha abortado y llaga al otrora cuerpo de

quien aún respira con dificultad, asmáticamente. ¿Se paseó en su inconsciencia el paciente por el Estigia, río de la muerte, de la mano del remero Caronte por los meandros donde las promesas se pagan con una moneda para luego cruzar hacia el extremo donde reina el silencio? Los cuatro ríos del Infierno se cruzan en uno donde "le quebraste los huesos a la palabra muerte (…) desposeída/ ya no tienes nombres/ sólo llamados". El poema se hunde en las sombras, críptico destaca la llegada de un Dante que no ha usado los hábitos del monje. El lugar se descubre en Caracas, "la dibujada a escondidas por nuestras sombras", suerte de infierno terrenal "en el siempre amanecer de su éxodo". 4.La ciudad es la puerta de la casa. El regreso: la mano del propietario no reconoce las llaves que lo regresan de la muerte. O lo someten a la muerte de vivir. La luz llega con la pantalla de una lámpara. Entra "El pasillo está repleto de una/ mañana vacilante, como un bostezo; nada queda de la noche, / que se llevaron los perros que la aullaron. / La casa me ha esperado sin dormir". El retorno se formula en prosa: un corto relato que traza el recorrido por la sala aún a oscuras inundada por una marea de muebles donde no hay "fotos ni objetos familiares". Solo, duerme también con la casa: él encarnado en puertas y ventanas. El poema finaliza en la sensación de la sed apaciguada, "el tacto que no se deja soñar, / el horizonte que nos viste las manos de fiebre y navaja". Mientras cae la lluvia, sus códigos borran el nombre de quien entra en la vigilia, y así el cierre, el encuentro con la costura del adentro, la sutura del espíritu. "Eso que tal vez respira al final de este poema -devoto, como un hilo que solamente conduce hacia sí mismo". Principio y fin. Los extremos de un hilo que vibra con la vida y la muerte.


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Maracay, Sábado 5 de mayo de 2012

De catiras

y encargos CARLOS YUSTI

Cuenta el escritor Julio Llamazares que una entrevista con Camilo José Cela (todavía sin galardón nobelístico) le confesó, ante la pregunta sobre su aspiración como escritor por el Premio Nobel, que en verdad le gustaría más que el Nobel o que el premio Cervantes, que lo nombraran arzobispo de Manila para poder ir por la calle rodeado de un coro de monaguillos capones cantando en tagalo las alabanzas de Nuestro Señor. "Por supuesto-se apresuró en aclarar mi entrevistado- los monaguillos los caparía yo personalmente en el depósito de sementales en el que serví a la Patria". Llamazares escribe que luego Don Camilo se extendió describiendo el sonido fofo que los testículos producían, después de cortados, al estrellarlos los soldados contra el techo. Esta bizarra y mínima historia proporciona algunos elementos sobre las características de un escritor desmesurado, iconoclasta y que en sus propias palabras aceptó un cargo burocrático durante el franquismo (nada más y nada menos como censor) para comer. Hoy Cela, muerto y certificado como clásico, es un mito con Cervantes y Nobel incorporado. Gustavo Guerrero con su ensayo "Historia de un encargo: La Catira de Camilo José Cela" lo trae de vuelta o más bien trae a Cela y una peculiar encomienda de la Dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Ratón de biblioteca como soy conocía alguna versión sobre el encargo e incluso había leído la indigesta novela en venezolano de Cela, pero desconocía todo el intríngulis de este encargo literario especial realizado por los incondicionales del dictador tratando de darle cierto barniz de legitimidad a un régimen sostenido con los palillos de dien-

tes de la fuerza, la arbitrariedad y esa falsa idea del progreso como estigma de avance civilizatorio. El libro de Gustavo Guerrero arma todas las piezas de este encargo con toques de realismo mágico y ofrece una perspectiva, con una buena investigación de fondo, justa y equilibrada de un hecho curioso. El plan inicial, como lo escribe Guerrero, estaba conformado por un conjunto de novelas cuyos títulos ya el tarifado autor español había vislumbrado, títulos pintorescos que buscaban lamer las botas del dictador y su sentido nacionalista: La flor del frailejón, novelas de los Andes, Oro cocha-

no, la novela de Guayana, Las inquietudes de un negrito mundano, novela del Caribe, y una sobre el petróleo sin título. Gustavo Guerrero escribe "Sabemos que, al final, este, ambicioso plan, que debía proyectar la imagen de Venezuela por toda Europa, no se realizará, ya que la polémica que suscitará la aparición de La catira en Venezuela, en 1955, pondrá término a la colaboración Cela con el Gobierno del coronel Marcos Pérez Jiménez. Pero lo importante es que la idea del ciclo haya podido concebirse y expresarse en aquel momento y de aquella exacta forma, pues no hay que ser demasiado perspicaz

para vislumbrar que el proyecto celiano es casi una réplica de la geografía narrativa de Rómulo Gallegos..." En la mente de los intelectuales, que eran incondicionales con el dictador o meros empleados del aparataje policial, Gallegos representaba todo aquello que era menester borrar ya que no se ajustaba a los nuevos horizontes que el dictador había trazado para el país. Cuando se editó la novela de Cela la crítica enseguida la despedazó desde todo punto de vista. Guerrero realiza una pesquisa de hemeroteca para presentar un panorama sucinto del revuelo polémico que provocó La catira. Por supuesto que la novela con un tema llanero, al igual que Doña Bárbara, convierte a los personajes en simple muñecos sin dimensión y donde Cela funge como ventrílocuo y los hace hablar en un lenguaje venezolano que provoca risa y vaya un fragmento para comprobarlo. "A Quí le vengo, patrón, pues, a traele nuevas de la catira Pipía Sánchez, güeno, que es damita muy jodía, patrón. y usté bien lo sabe ... Don Filiberto Marqués ni aún miró para Clorindo López, la verdad por delante, tampoco tenía mucho que mirar. Tuerto y con dos dedos de menos, su pinta recordaba la del araguato. Hace ya muchos años de niños, don Filiberto Marqués le atapuzó una pedrada a Clorindo López y le saltó un ojo. En el juraco, Clorindo López llevaba una vendita negra, tiñosa y confitera, banquete y hartazón de jejenes. Los dedos se los había comido, aún mozo, una buba maligna. -Miá, bicharango e el diablo, vagabundo, habla, pues, y no te arrimes, que jiedes a temiga e loco. -Güeno, patrón, no me se ponga birriondo, pues, que la catira Pipía Sánchez me manda ecile que lo aguardia en la punta e el boquerón. Güeno, y que yo le vengo a ecile, patrón, que la niña ya anduvo jugándole cucambeo a su papá. sí, señó, güeno y que ya botó a la bestia toiticos sus corotos, patrón, eso es, güeno. sin dejá ni uno.

Don Filiberto Marqués se paró con parsimonia. Don Filiberto Marqués tenía él pelo colorao. igual que un torito orúo. -Miá. mocho Clerindo. vale, píe a los santos que to vaya a salí con bien. Un marrón te he e da pa tóa la gente, vale. Yo no me muevo e el hato." La conclusión de Guerrero es pertinente "El affaire de La catira es como un símbolo o una metáfora de esta parte de nuestra memoria cuyo desciframiento exige una mirada conjunta desde las dos orillas, ya que, de lo contrario, ni se entiende del todo ni nos deja entendernos a nosotros mismos, pues sigue formando parte de la historia que somos. Por ello, si algo habría que retener del fiasco de Cela, sin olvidar las responsabilidades del escritor gallego, es justamente lo que, en última instancia, el análisis pone al descubierto: la falacia comunitaria de la Hispanidad franquista". Nuestro país nunca ha escapado a la locura metódica que se irradia desde el poder político. Locura despampanante que obsequia barcos refrigerados a países que no tienen mar, que convierte a barraganas en principescas primeras damas, a secretarias privadas en el poder omnívoro tras bastidores y así un enorme ramillete de etcéteras delirantes. El otro filón de este aspecto es Cela escritor que a pesar de su trayectoria tan accidentada y nada pulcra obtuvo todos los premios y los reconocimientos. Cuando a Cela otros escritores le califican de censor franquista y pesetero de dictadores el esgrimía la ética y la dignidad como escudos. Conceptos extraños en un escritor que aceptó el encargo de un ditactorzuelo para escribir una novela y borrar a otro escritor para quien la ética y la dignidad no eran meras palabras ni simples muletillas para campear el temporal, sino actitudes de vida para hacer frente a la humillación del individuo que se lleva a cabo desde el poder político, cuestión que Cela también supo, pero donde la ambición canalla fue más fuerte y seductora.


Maracay, Sábado 5 de mayo de 2012

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Un clandestino por naturaleza: Encanto de la palabra

Relatos fascistas JOSÉ YGNACIO OCHOA

A

UNA PREEXISTENCIA lberto Hernández es la otra parte de la metáfora. Me hago entender, la metáfora es un recurso literario por excelencia que contiene dos términos o partes: la primera es la cosa de la que estamos hablando, lo tangible, medible, observable y la segunda es aquella con quien la comparamos, es lo otro con una fuerte dosis de inverosimilitud. Stephen Ullmann afirma que la metáfora está tan estrechamente entretejida con la textura misma del habla humana, es una composición de elementos polisémicos que resume en sí misma una mezcla de emociones intensas: Humanidad/palabra. Esa otra parte subjetiva, indefinible, escurridiza la cual no se puede medir, es Alberto Hernández desde su escritura. ¿Y por qué un clandestino por naturaleza, como lo enunciamos en el título?, pues porque la palabra es una manifestación clara de eso que contiene la metáfora en su segunda parte, es decir todo aquello que está en el sentido intuitivo. El plano de lo provocador, lo excitante en tanto procura una reacción en el lector y con lo que se escribe, allí estará ubicado Alberto Hernández. LA EXISTENCIA Relatos fascistas de Alberto Hernández, Umbra Ediciones de Autor/Ventanas de Lavapiés, Madrid-2011, cuenta las inverisimilitudes de una sociedad que se percata y padece desde la primera parte de la metáfora, lo inevitablemente objetivo. Alberto Hernández se encargará entonces y no será tarea fácil pues nadie se lo encomendó, en todo caso él asume su corresponsabilidad con la sociedad que le ha tocado vivir y compartir con sus semejantes, Hernández, el de Guárico, mantendrá el vínculo conector entre las dos realidades, la de un país que se estremece por sus imperfecciones y, la otra, las destinadas a la palabra. El escritor traduce en su tamiz la concreción que en un primer momento se establece con la realidad, con la abstracción suministrada por su necesidad de transformar eso que se vio, se vivió o le contaron desde la visión abstracta y desentrañarla luego a otro plano que debería ser menos complejo. Los criterios utilizados para descomponer la criatura emparentada con lo colectivo sólo lo sabrá el escritor en tanto fije su posición de lo que traduce para el lector. Cada título de los relatos, cada epígrafe, cada historia de “Relatos fascistas” da cuenta de un inventario de situaciones que le anticipan al lector

una manera de asumir una realidad en donde la sociedad dirá qué hacer con lo vivido y más aún qué hacer con los presagios de cada hombre involucrado por su propia decisión ante los destinos. En el relato Me cuento al revés se deslizan las preguntas claves: ¿Qué se puede contar en un cuento que no se puede contar para satisfacer las demandas de una aventura?, ¿Quién relata el mundo? ¿Cómo hace el ensayista para terminar la novela, o el poeta para comenzarla?, preguntas dispuestas para que cada lector exprese o internalice su respuesta desde su realidad. "El país enumera los sacrificios. Todos somos héroes de una anécdota patriótica, enferma. Me cuento entre ellos, entre los desahuciados, entre los dejados de lado." Cada quien a final de cuentas dirá, soñará con el país que desee. La clandestinidad está en cada cual y cada cual la asumirá como le venga en ganas, en todo caso, lo realmente significativo, creemos es seguir creyendo en el país que nos corresponde vivirlo y padecerlo. En el relato La primera cena, último en el índice, el escritor cuenta casi al final del mismo que: el tiempo tiene garras, uñas afiladas para arrancar de cuajo la piel y los nombres del mapa de un país preterido. Un solo sol, el más destacado, alumbra el brillo de los ojos del que manda, del que sabemos cenará más tarde, solitario. Todos contamos con un dibujo, al final de las cuentas, cuando sumamos y restamos, cada paisaje será una posibilidad de convivencia entre las partes. ¡Que viva la metáfora!, estimado y respetado poeta. Y MÁS ALLÁ DE LA EXISTENCIA Ciertamente, Alberto Hernández se compromete con lo que le pasa al país y a sus coterráneos. Es una manera particular de palpar (se) con las circunstancias de una comarca que desea y sueña con mantenerse unida con sus imperfecciones, como bien lo afirmamos anteriormente, pero una vida que exige al hombre de la ciudad, del pueblo, del caserío que manifieste, al igual que Hernández, sus voces para increpar las superficialidades establecidas en los sectores del poder. Afirma Rafael Cadenas en Realidad y Literatura (1972) que la literatura ha sido y sigue siendo asunto de minorías, pero en este caso, hoy 2012, debemos ser más optimistas, pues todo lo marca la motivación de los que deseamos que los impedimentos no sean infranqueables por el espíritu de aspirar a sacudir el letargo y apuntar al pensamiento generador de visiones que resuma la mayor cantidad de voluntades hacia lo integral. Obremos pues porque todos sigamos con el ejercicio de la lectura y la terquedad de la escritura.

Más sobre el río de Francisco Arevalo

JYO Foto: Alberto H. Cobo

E

l poemario "Más sobre el río" de Francisco Arévalo publicado por Ediciones Estival gira en torno al encanto de la palabra. En una primera lectura de absoluta distracción y disfrute el elemento caótico se apoderó de la experiencia, pues es la sensación inequívoca que en sí misma permite que un vendaval de imágenes se agolpen la memoria de quien asume el juego de empaparse de estas aguas, la que aborda al lector, detalle que permitió o exigió otra lectura para reorganizar los 27 cantos en los cuales se deslinda todo el poemario. En cada uno de estos cantos está la figura ondulante como una constante, el cauce se visualiza desde el final de la palabra/letra /fonema de cada poema, (sugerimos que se detengan y realicen el juego visual de decantar desde el final cada poema) luego se materializa la presencia de dos elementos: la vegetación y los seres vivos pertenecientes a esta naturaleza que a primera instancia pareciera como obvio pero que quien conoce de estos parajes sabe que obedece a una naturaleza particularmente abrumadora , palabras como: pantano, araguaneyes, cují, cuaima, peces mariposa, toninas, chaparros quemados, zamuros, cisnes y cigarras, entre otras, que redimensionan la escritura en pleno ejercicio para traspasar la cotidianidad como simple experiencia terrenal, pues la idea, creemos, es el de convocar a un diálogo aferrado a la continuidad de la existencia humana. Un golpe seco en la memoria que me descubre acuático

Pasajero de cotúas Huésped de los manglares (Canto II) Al parecer los límites no existen. El hombre se familiariza con un ambiente que se traspola al adjudicarle otro espacio: los álgidos ojos del agua (Canto XIII). Arévalo sostiene la palabra infinita como también lo es el río en su constante deambular por los hombres del río derraman sus silbidos/Para dejar por sentada otra dura faena (Canto V). La escritura revitaliza la contemplación del poeta, su mirada no se escandaliza, todo lo contrario acentúa con su ingenio el inconsciente para darle otro orden, otra lectura al basto despliegue de sonoridades, movimientos a veces ilegibles que solamente puede ser revelado por la palabra. Arévalo se montó en su curiara de la incesante búsqueda imaginaria para navegar a su manera y desentrañar aquellas verdades conocidas entre convites y lugareños, entre lo extraño y lo común, entre lo sereno y lo fortuito. Si esta es mi acuática ciudad Por qué lo tengo que desmentir (Canto XXVII) Con estos dos poemas finaliza el poemario, lapidaria sentencia que sirve de deshago al poeta para dar a conocer su realidad acuática. Lo fundamental se logra con dejar que la palabra cante y ejecute su juego imaginario. Las sensaciones fluctúan en conjunto con el agua y las palabras. Se reconoce un andar por las riberas. Es y será un viaje infinito de Francisco Arévalo por estos cauces de siempre.


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Maracay, Sábado 5 de mayo de 2012

Poemas de Ricardo Mejías 1.-

No hay tiempo de quedarse a las cenizas mientras habita el fuego arder es breve en el adentro vivir es llama mientras dura.

2.-

En este lado que me niega soy breve como el paso del pegaso existo en ráfagas de ausencia mi casa es espiral de humo de la realidad precedente y no hay puentes.

5.-

Si el mundo terminara mañana arrojaría mandarinas al sol

ORACIÓN Hazme pequeño en tu abundancia de mar y trigo un humilde fiel ante tu templo un viajero de las ondas y los rayos sin importar los limites del tiempo dame pan azul y ríos dorados cuando sienta el hambre de tus pasos hazme abundante en mi pequeñez humana.

le daría un gran beso al perro mientras lo enseño a bailar el tango me fijaría bien lo que hacen y comen las hormigas respiraría junto a las plantas y su cambio de color hundiría los pies en la tierra y soñaría como árbol

7.-

Navegar por nuestros cuerpos muy adentro sería tal vez comparable a transitar caminos secretos laberintos o infinitas nervaduras y al final de éste viaje incierto al pasar por el tamiz del tiempo quedarían las bases del sustento:

9.-

Lo que sucede a las puertas es que no dan paso al sueño que nos dio la ventana y la llave está en manos de los que leen los diarios de los que copulan de memoria por costumbre y sin presencia.

las palabras.

rescataría los cometas de sus viejas marañas eso haría si el mundo terminara mañana. 6.-

4.-

Hago un mundo nuevo tomo tierra de tu vientre agua de tus senos aire de tu boca siembro riego calmo la sed respiro como del fruto mientras eres grito y futura promesa.

Cuando hayan desaparecido las paredes de la asfixia y estemos en un bosque rodeado por venados sentados bajo las nubes como dos gatos sin nombre sin techos que limiten el cielo y lo habitable cuando hayan desaparecido los colores de puertas y ventanas y el piso sea un gran abismo y la casa no sea casa justo en ese momento podremos amarnos libremente.

8.-

Como inútil zapato ante dos caminos eliges cielo o tierra pero no eres animal que vuela o se arrastra llevas la duda del fruto colgar o podrirse pero no tienes la rama firme que sustenta.

EL PUENTE A Sandy Juhasz

El puente es algo que no guarda nada en los bolsillos tan solo el breve paso en la memoria es un hilo suspendido de esperanzas por llegar se conforma con unir dos bocas contrarias para calmar el hambre de los días por venir.


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