Suplemento Cultural Contenido 13-10-12

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Maracay, Sábado 13 de octubre de 2012

Crónicas del Olvido

poética del silencio ALBERTO HERNÁNDEZ La noche pues, no es sólo un acontecimiento físico. La noche se abre paso en mí a la hora de la noche, no a la hora de la naturaleza solamente. Soy noche cuando es de día. Hanni Ossott (Ensayo La imagen de la noche) 1.-

E

l silencio nos mira. La noche es un cuerpo detenido. Su ojo analítico promueve la fijación de un espíritu que se agita en la sustancia de la mirada. Nos encaja las profecías de un estatismo riesgoso. Lo describimos en la noche de Ossott, quien nos agrega a su muerte en las formas y los colores de las sombras. Miramos el lienzo, la espuma de un mar que nos moja los pies: sentimos la mordedura de un pez despedazado por las mareas y los miedos nucleares. En medio de la noche de una palabra, húmeda por el viento. Repasamos entre arenas y piedras la superficie marina, la curva cabalística de una elipsis hecha palmera (el llano, mi paisaje, mi noche aún entre los ojos). Sumidos en el rotar de la tierra y sus misterios, dejamos a un lado los símbolos, los lugares donde la muerte ofrece sus respuestas. El silencio es esa noche deshuesada, el poema. 2.No quiero apartarme de la voz con que vivo. Rafael Cadenas. Ya en la habitación del hotel, espacio de alquiler para profanar la tierra y adherirnos al cielo, resignado por las inflexiones que no terminan de llegar, siento (la primera persona aísla cualquier responsabilidad ajena) la hipnosis de la altura y las profundidades. Sobre la cama el cuerpo navega levemente, sin sobresaltos, sin el humo de la gran ciudad, investido por la

fuerza de un globo que abarca el infinito y el ahogo de quienes habitan la desolación. Desde esta perspectiva, la poesía es esa bruma que veo en el infinito, en el paisaje casi borroso, casi anuncio de una catarata en el ojo izquierdo. La realidad es tan pesarosa. El poema desviste sus huesos, se silencia. El país que hoy me habita y habito, a la hora de esta mañana, es el riesgo del texto. Pienso en los desmanes de un verso "El poema es una forma, un molde, un artificio", dice Cadenas. Y mientras acontece el silencio, el rasguño de su presencia, la forma de la noche de Ossott y la espesa resonancia de Cadenas, mi silencio, el que me acerca a mi poema, se desliza y muere en medio de la habladuría de tanto despojo. Un poema -el mío, mi poética- es más silencio que palabras. Miro las hojas secas. La noche se descuelga del primer verso que olvido. Y el mar ya no existe, se ha alejado en la medida en que cuento los hilos de la carretera. Tengo en el llano el mar seco de la noche. El "espacio informe" de Va-

léry empuja el recorrido de los ojos: la sombra impera sobre la hojarasca y miles de corpúsculos diseñan el universo en que la observación, la curiosidad, relaja las frases y las desaparece. El paisaje (el silencio es un lugar) queda detenido, eterno. Pero hay un algo que somete el panorama a una prueba terrible. Hay un agobiante destino en la textura de esa realidad externa. No hay pisadas: el venado y el toro han dejado las huellas bajo las hojas: la tensión de esa memoria hinca el pecho, me acerca al fin de la dicha. El esqueleto de un caballo flota ante mis ojos. Mi paisaje infantil fue sometido por la fuerza de la noche. Un largo silencio lo borra, lo desdibuja bajo mis pies. La misma felicidad que me entrega esta experiencia es una muerte poco dialogada. El texto -el poema, que no la poesía- se resiste a entrar en la noche apretada. Un concepto, una analogía que revierte la luz y sus formas. La capacidad para acceder al espíritu de la quietud me asombra y me retiene. ¿Qué hay en el interior de ese pasmo, que me

destina la contemplación? ¿Qué designios debo enfrentar? Las hojas siguen allí, no abandonan la sombra, más bien se hace noche con las horas. Entonces me llama Gottfried Benn cuando dice de la naturaleza carente de vida: la noche es un riesgo, una compañía. El silencio es el hueso que se agarra de la noche, que agita las palabras hasta hacerlas parte de esa naturaleza. La alusión a esta sustancia me vuelve a la biblioteca -estoy en el bosque- para aprestarme a la religión de Swedenborg: las correspondencias, los diálogos cruzados entre tiempos e imágenes, la confusión y el caos bajo la visión de un mundo que se aleja y regresa. Dios vigila los versos en la oscuridad. ¿Acaso soy un héroe, un homicida, un criminal que usa la sombra para luego tener en la luz el disfrute de la inocencia? De esa permanencia bajo este árbol nutricio, aquí en mi tierra de polvo amarillo, sólo me queda un rasguño de la infancia, un golpe de alambre y un olor que aparece cuando llueve. Pero este silencio, este líquido que corre por mis oídos tiene en mis próximas palabras una sola salida, un agujero de tinieblas por donde algo tiene que emerger, el poema buscado en la poesía. O la poesía ansiada en el poema. 3.Anoche (¿cuánto hace de eso?) soñé con mi muerte. Me miraba desde el techo. Pero ya no era mi muerte. Era la muerte del Otro, una conciencia ajena que regresaba de un largo paseo por un desierto de Marruecos: las sandalias a la entrada de Rabat, en 1971. Mis dedos sucios. Mis párpados enfermos, insolados. En una mano, el poema que después entró en un libro. Aquellos ojos privados de luz en la caverna de la droga de aquellos viciosos aturdidos, donde Bogart y yo nos sentamos un día, ya fallecido el famoso actor en mi adolescencia. Y allí en la habitación, treinta años después, se aparece aquella imagen, la muerte ajena, la de quien presume ser el Otro, la descubier-

ta en un espejo: el lugar se desdibuja en los colores que los sueños seleccionan. En medio de tanto silencio, una voz "El tiempo de la poesía es el tiempo del ánima", Hanni Ossott de nuevo. Tiembla bajo la sombra mudable de una vela. Se corta la electricidad y me he quedado como el poema, solo, en búsqueda de la poesía, la que llega desnuda, mujer o sombra, preparada para hacerse en cada espasmo. Mi paisaje se borra lentamente: el llano ya no es el olor que perseguía. Es una suerte de lápida sobre un grito. La poesía es este silencio fantasmal hecho país, dolor, rabia, silencio, locura y eternidad en la mirada de un perro que pasa con la lengua colgada del cosmos. Favorecido por las palabras que me dice la hora, retrocedo. Miro la pantalla del computador, la hoja en blanco que brilla en mis pupilas. Esta noche no es mi tiempo. Ni es la muerte que creía. El espacio, un espejismo, la arena caliente del desierto de mis 19 años, la sed y los policías detrás de los narcotraficantes que evadían las fronteras y los niños de Fez y Tánger ofreciendo debajo de sus túnicas los humos del hachifs, los servicios mudéjares de caderas y prominencias de bustos virginales. De todo eso queda una línea vertical que atraviesa mis ojos, una espina en el talón derecho y mi pasaporte confiscado por este mi rostro árabe. A tantos años, un paisaje, el silencio detrás del hedor de los cuerpos, esos lugares, pero no hay palabras, no hay música, no hay quejas ni balazos, no hay chasquido de carne seca, no hay autobuses repletos de turistas, sólo la cara de un hombre que persigue el silencio y la noche de los beduinos, la carga sideral de los nómades. Y allí sí estoy, enana caravana que me trae de regreso a Barcelona, luego a Madrid, al silencio. A esta muerte que hace más de tres décadas fue paisaje. Allí está ella, la poesía. Tan cara y tan demencial, anochecida en mis palabras, en todo mi silencio.


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Maracay, Sábado 13 de octubre de 2012

Desde la piel: Poética del cuerpo femenino ALFONSO SOLANO

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a fotografía es arte, impulso, intuición y realidad. Todo un juego de símbolos y códigos dispuestos ante nuestros ojos para sensibilizar la mente, el espíritu y el ánimo dormido de los seres humanos. La fotografía ha influido de manera decisiva en el conocimiento y la expresión humana en su visión del mundo; en sus imprecaciones históricas, en sus metáforas alusivas a la captación de esa otra realidad circunscrita en el tiempo, capturada por medio de un instrumento que capta la luz y las transforma en imágenes que reproduce las memorias de las cosas, los acontecimientos y los sujetos de nuestro mundo. En los primeros tiempos de su invención esto constituyó, ciertamente, casi un milagro. Como dice el crítico de arte Marc Sheps "la fotografía convertía en realidad, por así decirlo, un antiguo sueño del hombre: la capacidad de crear un mundo ilusorio tan convincente como el mismo mundo real". En la evolución de este arte del siglo XX, muchos artistas dedicaron años de investigación para explorar las infinitas bondades y ocultas posibilidades expresivas que transmite el cuerpo desnudo femenino. Uno de ellos, que fue realmente un precursor en esta área del arte fotográfico, se llamó Enmanuel Rudnitzky, nacido en filadelfia en 1.890 y que pasó a la historia del arte contemporáneo como Man Ray. En efecto, este artista plástico que estuvo junto a los fundadores del Surrealismo francés, fue uno de los pioneros en la captación- a través del lente de una cámara- de la poética del cuerpo humano, enfocado esta vez, como exploración lúdica y de ensoñación para transmitir imágenes inéditas del "paisaje del cuerpo" y anclar en el arte su noción acerca de las posibilidades expresivas de la figura de una fémina. El carácter precursor de sus fotografías se revela especialmente en el campo de la experimentación y encuentra, en el cuerpo femenino, un vehículo seguro para la captación de esa "poética" que sólo se consigue describiendo con luces y sombras la realidad o la "suprarealidad" de una piel humana. Fue Man Ray el que abrió el camino para que la fotografía

fuera reconocida como un verdadero género artístico. Después de él, son muchos los artistas fotógrafos que han seguido esta senda. Uno de ellos (que fue alumno y asistente en el estudio Parisino del maestro) fue el Inglés Bill Brandt. Este último exploró, a través del cuerpo femenino, sus enfoques distorsionados por la exagerada perspectiva de los lentes de las pesadas cámaras de placas que utilizaba, junto a una elevado intervalo tonal, desnudos en don-

de el cuerpo humano se convertía en estructuras asexuadas que semejaban esculturas casi monolíticas. Desde la piel

Es en este aspecto singular, nombrado en las líneas anteriores, en donde se centra el trabajo fotográfico, visto a través del "paisaje del cuerpo femenino", del joven fotógrafo y poeta aragueño Alberto H Cobo. Su muestra individual titulada "Desde La piel" está siendo exhibida en los espa-

cios de la sala de teatro "Carmen Palma", espacio cultural que dirige Roger Rodríguez, uno de los fundadores del grupo teatral "la mísere" que hizo vida en nuestra ciudad. La muestra está compuesta por fotografías que abordan, desde una perspectiva muy personal y poética, el cuerpo femenino a través de un manejo adecuado y muy propicio de los enfoques y la iluminación en donde nos transmite "escenas" individuales del aspecto corpóreo

de féminas como ente protagonista. En estas fotografías, el cuerpo desnudo humano se enfoca como un paisaje de textura homogénea, con contornos sinuosos y cambiantes que semejan formas que contribuyen a crear "poéticas" de la imagen que denotan una particular sensibilidad ante el deslumbramiento de la figura femenina. Hay un aspecto singular que define estas fotografías: los sujetos o modelos son sólo el pretexto expresivo para llegar al topos central de la imagen; la figura humana que es abordada con una iluminación artificial o natural, utilizada para destacar contornos, líneas y texturas que literalmente se desplazan en su eje expresivo hacia el corpus de una propuesta visual donde se construyen formas abstractas que se asemejan a diversos objetos esculturales, los cuales son interesantes por sí mismos, independientemente de la belleza de la cara o de la identidad física de la modelo. En esto último radica su propuesta: incluso, a veces "corta" en sus encuadres la cabeza del modelo despersonalizándolos, en otras la figura humana-según la pose adoptada- nos refiere una estructura monolítica, escultural, que se destaca frente al manejo de las luces, creadas en el estudio por medio de iluminación reflejada por grandes pantallas blancas o sombrillas, difundiéndolas a través de telas traslúcidas, aplicada directa o tangencialmente sobre el cuerpo de la modelo. Esto revela de forma acentuada sus formas y texturas que el fotógrafo H Cobo minimiza o exagera en contrastes de tonos de grises, para dar efecto escultórico y permitir que el contorno y la posición del cuerpo se conviertan en los aspectos dominantes de sus fotografías. Saludamos con regocijo esta muestra fotográfica y esperamos, de igual forma, que en un futuro cercano, podamos ver y apreciar en nuestra ciudad más exposiciones como ésta que son producto del enorme interés y la intensa actividad que gira en torno a la fotografía que se viene desarrollando en nuestro estado y particularmente en nuestra ciudad Maracay, con un impulso y entusiasmo únicos que revela la emoción y la atención que despierta este arte del siglo que, felizmente, nos convoca.


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Lisboa, un viaje etílico JOSÉ YGNACIO OCHOA

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ariela Asensio escritora y directora de "Lisboa, un viaje etílico" presenta una propuesta caótica, dura en primera instancia, la cual se va decantando a medida que avanza el trabajo actoral. Cuando afirmamos caótica nos referimos a la propuesta. Es un estilo de Asensio, es una propuesta para ser leída con detenimiento, es una provocación desde el comienzo para ser degustada con la cercanía de los actores, oír su respiración, oler el líquido etílico de las botellas oscuras y disfrutar cada movimiento de las actrices. Se nos presenta una narradoraguía (Dolores Ocampo) quien nos descubre las interioridades de seres que están ávidos de encontrar su voz en una ciudad como Lisboa, es una lectura desde la óptica de Mariela Asensio, una lectura particular por mostrar esa otra ciudad que todos llevamos dentro y no procuramos (des)cubrir: "Quería acentuar historias pequeñas de gente que sufre en el anonimato. Quería poner en primer plano a personas que no persiguen grandes sueños ni tienen sed de protagonismo ni buscan transcender de ninguna manera posible. Quería ser sincera con un momento creativo que me lleva al puerto, a la pena, a la pérdida, as la decadencia. Quería rebelarme a la idea estereotipada de lo que es ser un ganador en el mundo actual. Quería hablar del fracaso, en esta época mediatizada en la cual parece ser, que si no sos exitoso no existís… y salió Lisboa, el viaje etílico" A juzgar por el apellido de la autora pudiéramos pensar que existe algún vínculo con Portugal, pero no es así, pues nos atrevimos a indagar sobre su origen.

Aun así Mariela Asensio contiene una fotografía de lo que para ella es Lisboa. Nos atrevemos a afirmar que <esa> Lisboa puede ser o estar anclada en cualesquiera país del mundo. Aunque Asensio caracteriza a su Lisboa como una <ciudad nostálgicas… el escenario perfecto para contar las penas de un grupo de turistas sin suerte, ni fortuna, ni amor> Es una Lisboa caótica por el comportamiento de los personajes, cada uno de ellos demarca una existencia compleja, nada fácil, veamos. Fanática del reggaeton (Raquel Ameri), una actriz con una exquisita presencia escénica que deslumbra con su anatomía, ella lo sabe y la directora también y es un recurso que está perfectamente manejado desde la inten-

cionalidad del montaje, el espectador-hombre debe excitarse y lo logra, pues tiene que ver directamente con la propuesta escénica, ella (Ameri) se desborda en energía y logra cautivar. El ritmo funciona, se logra el objetivo, insistimos en ello. El binomio conformado por el hombre etílico (Víctor Labra) y la mujer abandonada (Marina Lovece) juegan al desencanto de la pareja, ella, la mujer abandonada, logra al personaje con un compás rítmico al desplazarse alrededor del escenario, su rostro pierde el encanto por el desplante de "su hombre" o el que ella cree que es de ella y el hombre etílico con solo contemplarla dibuja su evidente desasosiego hacia ella, él siempre con su vaso de licor

en la mano, no olvidemos que es un signo y rememoremos el título del montaje, pues el licor es el otro protagonista, abre y cierra la propuesta. El turista (Facundo Cardosi) es un buena medida la ridiculización de aquel que viaje sin un objetivo claro, aquel que lo hace para gastar de forma compulsiva, es el estereotipo claro de lo que no debe hacerse, es la estupidez con tarjeta de crédito y flash incorporado y nada más peligroso que ese enajenación. Destacamos la interpretación de la actriz Dolores Ocampo como la guía, ella en el transcurso de su relato, mantiene unos ojos con lágrimas, es una suerte de catarsis constante al narrar unas historias que tocan al público.

Mariela Asensio sabe lo que busca y lo logra, marca una estética particular con la velocidad de los diálogos puestos en cada uno de los personajes, igual sucede en "Mujeres en el aire" otro trabajo de Asensio, aunque dos propuestas totalmente diferentes. "Lisboa, un viaje etílico" es una metáfora de la desilusión del hombre que se sabe desvalido ante la avalancha social. Los personajes, comunes todos, no escapan a esa superficialidad del consumo planteada por Mariela Asensio. Nos conseguimos con la eterna pregunta o el descontento de reconocerse con lo que realmente tiene el hombre o lo que aspira y no logra, esta es Lisboa, un viaje bañado de licor. Buenos Aires, Julio 2012


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Maracay, Sábado 13 de octubre de 2012

En defensa de Antonio Cisneros y los poetas jóvenes MANUEL CABESA

arte, hacen de su obra un centro vital de permanentes efluvios, que permanecerá como uno de los grandes logros de la poética latinoamericana del siglo XX, tal como lo manifiesta David Huerta "Antonio Cisneros está entre nosotros a través de sus luminosos y enérgicos textos poéticos. En la tradición literaria de América Latina, su poesía significa al mismo tiempo una culminación y un nuevo punto de partida, en la insaciable vida del arte literario. El lenguaje de sus poemas nos pertenece, gracias a que él lo ha trabajado con nobleza e inteligencia -y ha sido generoso al dárnoslo a leer. Cisneros ha pasado, así, a ser uno de los nuestros". Quisiera finalizar este homenaje al gran poeta peruano, compartiendo el poema que le sirvió de referencia a José Emilio Pacheco para escribir los versos antes citados:

Sólo sé que, a pesar de todo el descreimiento que me acompaña, la poesía es, a la larga, un guiño, brevísimo es verdad, contra la muerte. Antonio Cisneros.

En 1981, estas palabras de Luis Alberto Crespo publicadas en el Papel Literario fueron para mí como una revelación que me permitieron acceder a un novedoso sistema poético "Estamos habituados a decir Perú y mirar a Vallejo. Nos basta -se diría- ese nombre para leer y practicar la poesía peruana o la poesía escrita en peruano. Es infrecuente mostrar mayor curiosidad por esa escritura del otro sur, aunque repitamos -al desgaire- otros nombres de la poesía peruana: César Moro, tan sometido a la mudez del olvido, por su exilio de cuerpo y lenguaje. Carlos Germán Belli, quizás el más efusivo de los peruanos solitarios; y de vez en cuando Cisneros y su Canto ceremonial contra un oso hormiguero. Permanecen sepultados por la displicencia de los editores y demás mercaderes del libro, muchos otros, memorables como José María Eguren y Blanca Varela, descubierta un día por Octavio Paz." Desde entonces he venido haciendo un acercamiento constante a la poesía peruana incitado por su coherencia, por la luminosidad de su discurso. Desde Vallejo, padre fundador hasta las voces relativamente recientes de Eduardo Chirinos o José Antonio Mazzoti. Muchos poetas me han acompañado a lo largo de los años y entre esta multiplicidad de voces la de Antonio Cisneros, (19422012), ha sido una de las más constantes. Le doy la razón a Julio Ortega cuando nos dice "La poesía de Antonio Cisneros se desplaza entre los discursos de nuestro tiempo al modo de un instrumento de registro extremadamente sensible. Registra la temperatura emo-

EN EL 62 LAS AVES MARINAS HAMBRIENTAS LLEGARON HASTA EL CENTRO DE LIMA

tiva de vivir en esta parte del mundo. Y lo hace con la distinta y peculiar entonación de nuestras voces. Es, por eso, una poesía que mantiene con el lector varios grados de pertenencia: nos pertenece de un modo idiomático y latinoamericano tanto como de un modo generacional y hasta biográfico. Ésta es una poesía que ha crecido con nosotros y tiene nuestra edad; esto es, en ella nos leemos a nosotros mismos y por eso lleva la convicción de la actualidad." Como sucede con otras voces continentales que buscaron renovar las formas de la vanguardia: Roque Dalton en

Centroamérica, Jorge Enrique Adoum en Ecuador, Saúl Yurkievich en Argentina, Víctor Valera Mora en Venezuela o José Emilio Pacheco en México, quien por cierto en un poema de 1972 entabla con Cisneros una relación intertextual en estos versos sorprendentes: Toda la noche oigo el rumor alado desplomándose. Y como en un poema de Cisneros, albatros cormoranes y pelícanos se mueren de hambre en pleno centro de Lima, baudelarianamente son vejados, la poesía se Cisneros

se revela a partir de los albores de los sesenta y como hija digna de su época, ella bebió en las fuentes de rebeldía generacional, política y social que sacudía a nuestra América. A lo largo de su obra el uso frecuente de la ironía, tal como lo demuestran títulos como: Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968), Agua que no has de beber (1971) o Como higuera en el campo de golf (1972); la utilización del verso largo, lleno de referencias históricas y autobiográficas, el tono conversacional, la puesta en duda de la eficacia de la poesía como

Toda la noche han viajado los pájaros desde la costa -he aquí la migración de primavera; las tribus y sus carros de combate sobre el pasto, los templos, los techos de los autos. Nadie los vio llegar a las murallas, nadie a las puertas, -ciudadanos de sueños más pesados que jóvenes esposos- y ninguno se asomo a la ventana, y aquellos que asomaron sólo vieron un cielo azul-marino sin grieta o hendidura entre su lomo -antes fue que el lechero o el borracho final- y sin embargo el aire era una torre de picos y pellejos enredados, como cuando dormí cerca del mar en Semana Santa y el aire entre mi lecho y esas aguas fue un viejo gallinazo de las rocas holgándose en algún patillo muerto -y las gaviotashembras mordisqueando a las gaviotas-macho y un cormorán peludo rompiéndose en los muros de la casa. Toda la noche viajaron desde el sur. Puedo ver a mi esposa con el rostro muy limpio y ordenado mientras sueña con manadas de morsas picoteadas y abiertas en sus flancos por los pájaros.


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