El Periodiquito
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Crónicas del Olvido
EL MISTERIO DE LA FUGA ALBERTO HERNÁNDEZ
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eonardo Maicán es un narrador perverso. Y cuando lo afirmo preciso que se trata de un provocador de cuentos, que se multiplica en personajes en los que anida esta suerte de azogue que hace que el lector también lo sea o se deja seducir por la imaginación con la que comete todos los pecados que cualquier mortal puede llegar a cometer si se lo permite la libertad de crear, de ser relator de la realidad y de la que deja de serlo cuando sus palabras se hacen en el papel. Digo: Maicán es un decodificador de la ciudad, un trotaconventos y hasta un diseñador de lenocinios, un observador de los sueños ajenos, un invasor de territorios en los que están las historias que le interesa contar. Dueño de una perversión ajena. Vuelvo: se apropia de los malos sentimientos de los sujetos que observa y los coloca en sus hábitos de ficción sin ningún pudor. Y cuenta con la soltura que le permite ser lo que es, un tipo que no se arredra ante el más terrible o inadvertido de los personajes que lo asaltan en los sueños o en plena calle. No obstante, esta manera de abordar el mundo lo puede someter a algunos dislates por su exceso de confianza. Puedo decir que Leonardo Maicán es un hombre de cuya timidez tenemos muchas pruebas, pero cuando aborda el mundo que quiere reinventar se convierte en una lengua suelta, en un conversador solitario, en un monologante colectivo. Repito: Leonardo Maicán es un narrador perverso en tanto que pervierte la atmósfera que respira y la hace voces que revientan en la cara de los lectores. Esta conducta la encontramos en el libro El misterio de la fuga (Sistema Nacional de Imprenta Aragua, Colección Rubiera, Narrativa N° 4, Fundación Editorial
El perro y la rana, Maracay 2013). 2.Quiero hablar de un libro que traduzco al revés. El último texto, “Las mujeres de Lesbos”, concita una complicidad con el lector porque nos hace formar parte de un juego en el que la ficción se sale de sus fronteras y se convierte en realidad. Cuento de amena y jugosa lectura, aunque el narrador, al cierre, como para burlarse de él o de los mismos lectores, fragua una imagen que debilita el relato. Pudo haber elaborado una mejor estrategia, un giro menos lugar común. “La noche del ermitaño” es un hermoso relato. Una anécdota en la que el autor vacía su destreza escritural. Leonardo Maicán goza de una buena respiración narrativa. Su salud como tejedor de historias es de buen pronóstico. Juega con los referentes y los convierte en metáforas, figuras que hacen malabares para gusto del lector. En “Los almendrones” nos vemos atrapados en un burdel: Una casa en la que un personaje se enamora de una o dos de las mujeres que participan de este tipo de vida. Es un cuento duro, escamoso: la crueldad aflora y hace que el narrador se desnude al final “Ella era drogadicta, puta y ladrona. Verónica merecía seguir jodiendo. ¡Buenamoza que era mi hermana¡ Una sola vez fue mía”. Es decir, la perversidad, el texto oscuro, negro, destaca en el
imaginario de quien no le teme a los fantasmas o a los vivos. El mundo del escritor también forma parte de las preocupaciones de quien inventa o se deja inventar. El fracaso, situaciones límite, atmósferas cargadas de una realidad totalizante, forman parte de “Candela”. Un juego literario donde el personaje termina en la papelera. Tesis metaficcional avistada desde la misma declaración del narrador: “El pobre ignora que sólo existe en la historia, en el cuento, que es sólo ficción”. “Sicodélico” es un bestiario crítico. Un gato virtual, un gato que viaja en una buseta y a través de su motivación el narrador cuenta la ciudad, verbaliza su crítica al mundo de la TV. El ludismo metaboliza la misma historia. Espejo de la realidad, el gato persigue a Mickey Mouse y enarbola su condición de rebelde social. “La espera” es el microrrelato de un crimen con la intención de hacerlo parecer un suicidio, pero el tiempo hace fracasar al asesino. Un texto de excelente factura. Llevado de la mano por la “mala” intención, queda esperar la llegada de algún detective extraviado en medio de una novela negra. Un baile de disfraces en “Salón” simula sin maquillaje el emblema de la realidad. El rey Momo amenazado de muerte. O el Antipoeta, requerido por la masa para darle calor a las palabras, a un poema donde la locura o la cordura son la misma cosa. Relato donde, por supuesto, el ácido de quien ha construido un microclima no deja de faltar. “El secreto de Heródoto” es un ensayo, un estudio, una recreación de leyendas y personajes, entre ellos, precisamente, el mismo Heródoto, quien habría sido socorrido por Dios para hacer que el mundo fuese un cuento, un relato bíblico, una suerte de imagen suspendida en el horizonte. En “Los caudillos”, Maicán se sumerge en un humor del que la “historia” no sale bien parada.
Una suerte de Maisanta prevarica contra eventos que fueron y son de común sucesión en este país. Jefes y jefecitos se adueñaron del territorio y aún lo intentan bajo el manto del pasado. La historia llega a ser un fardo muy incómodo. “El sueño del Titanic” es un retazo erótico. Aventura de adolescentes en la que los códigos sociales se sumergen en el deseo. Una chica de 16 manosea el mundo, se distrae con la poesía y es capaz de voltear los ojos del mundo hacia ella. En tono bíblico, “El libro del guasón” se pasea por una genealogía con sabor macondiano. Metafórico, pantagruélico, para decir con gracia, Maicán hace que los personajes floten en una historia cuya “cotidianidad” se debate entre la tierra y un cielo a veces muy frágil. Un relato en el que el narrador hace de malabarista. “Cariaquito morado” es la suerte viva de un sujeto que arrolla a un peatón porque lo confundió con un perro. El personaje, travestido en narrador, cuenta en voz alta los sentimientos encontrados acerca de este evento, pero también registra su diario devenir. Los deseos de darse una ducha, “de hacer el amor por televisión”, de descansar. Dejar las cosas así, “Tú sabes que a cualquiera le pasa”. Un retrato de la indolencia. “Hermes vs Hermes”: la planificación de una venganza. Un veterinario seductor de niñas encuentra a un personaje quien habrá de vengar a Lulú. Durante el trayecto verbal se dan a conocer los intríngulis del suceso carnal, la calaña que es Santiago Hermes, quien habría arrojado a la víctima a un pantano. También el dolor de quien la añora, la nombra, la sueña, la llora. Un cuento desgarrador. Pero el narrador nos tiene una sorpresa: Lulú es una perrita. En adelante, otros eventos en los que participan más personajes que convierten el relato en un vaivén adventicio. “Fumanchú” es un trozo de existencia en el interior de una bu-
seta. Un vendedor de chucherías, medicinas y demás miserias, que solemos comprar o eludir durante un viaje en la ciudad o entre ciudades cercanas, es el protagonista. La voz del que ofrece la mercancía y su discurso es la revelación de pequeños y medianos milagros. “Chávez me tiene loca” esgrime la tesis de la polarización política. Maicán (o el narrador travestido) maneja la expresión “escuálida” (pudo haber optado por “gusana”, como sobra de la germanía cubana) para referirse a una opositora. El autor cabalga sobre la abnegación ideológica. El penúltimo ejercicio da cuenta de un título ingenioso: “En un motel de La Mancha”, una parodia de las primeras letras de Don Quijote. Cuento en el que prevalece lo erótico y un juego de humor donde Venezuela es una suerte de mapa en el que la mujer es una mercancía. Maicán no deja parte sana: burla y disfruta a cargo de la Chocoviagra. (Imaginamos los lectores que se trata de una pastillita de chocolate con sildenafil, fabricada en alguna precaria empresa nacional). El último trabajo. Es decir, el primero del libro si lo leemos como Dios manda, el que lleva el nombre del tomo, lo dejo a la consideración de los lectores. Que busquen a Leonardo Miacán y le pregunten dónde hacerse de un ejemplar. Repito, la perversión o perversidad del autor radica en sacarle las tripas a la imaginación, hacerla parte del escozor diario. Personajes que son una maldad en dos pies. Pero también los que ven la vida desde otro ángulo. En todo caso, por ahí anda el libro. Casi en misteriosa fuga. Notícula: Lamento señalar el mal tratamiento editorial a este trabajo tan bien escrito. Los responsables de la llamada Imprenta Aragua, así como los de otros estados, deben someterse al rigor del estudio para poder ofrecer un producto más elaborado, que no irrespete la calidad del trabajo de
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La naturaleza no suelta prendas NESFRAN GONZÁLEZ
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l mes de diciembre de 1999 marcó una de las páginas más oscuras en la historia contemporánea de Venezuela, producto del desastre natural ocurrido especialmente en el estado Vargas debido a un período de fuertes lluvias. Deslaves, corrimientos de tierras e inundaciones se hicieron presentes dejando un saldo lamentable de 3 mil personas desaparecidas, cientos de miles damnificadas y cuantiosas pérdidas materiales. Ya, después de trece años de aquel macabro desenlace los venezolanos siguen recordando como la naturaleza se ensañó contra aquella región del país, evocando situaciones anteriores hasta la más referenciada de todas como fue el diluvio en los tiempos bíblicos de Noé. La poesía, en un intento por dejar un registro de lo ocurrido para la posteridad, se hace presente a través de dos grandes poetas como son Juan Calzadilla con “Noticias de un alud” (Monte Ávila 2009) y Rosana Hernández Pasquier con “El cuerpo de la transparencia” (Blacamán Editores 2012) Juan Calzadilla nos ofrece el testimonio de un espectador que se cuestiona los efectos del desastre, transmite una versión fílmica, reporteril y en algunos casos demencial de los hechos devastadores del alud y sus consecuencias: Avanzó entre las cuadrillas de moscas / barranco abajo hasta el terraplén / donde el albañal y la carroña se juntan. Confronta a la naturaleza, su capacidad de aparecer desbocada y sin atenuantes: Pues en materia de anuncios / la naturaleza no es, que digamos, muy puntual. Y sin reparos ni miramientos le confiere al hombre su debida culpa y responsabilidad por no estar atentos a las señales que ofrece el ambiente ante situaciones poco usuales, dichas señales eran atendidas por los ancestros que buscaban mantener
una relación armónica con la naturaleza, todo esto expresado en su poema “Aguas salidas de madre”. Al final cuando la creciente se ha transformado ya en una máquina productora de muerte aparece el sol radiante, que mientras sucedió todo, estuvo oculto, el poeta le dice: No trates de sacar partido / de nuestras desgracias. Rosana Hernández Pasquier nos lleva a los terrenos místicos y universales del agua como elemento propiciador de vida y generador de muerte: la lluvia / su presencia
de animal mitológico / sobre las grietas de la tierra. En sus poemas devela la fragilidad del hombre ante su entorno, los temores ante lo incierto y lo intangible. El desastre es expresado a través del dolor que puede drenar por medio de la palabra: Escanció tanta agua el cielo / que saturó cuerpos calles y avenidas. El fenómeno obliga a la poeta a reiterar en varias ocasiones la vuelta del ser humano a su más profundo origen: el barro. Aprovecha para planear en el campo de los días de antaño y recordar
cuando la lluvia era una forma de diversión en su infancia y al volver a la realidad de la tragedia, es un vehículo transportador de aullidos de dolor. A manera de cierre leemos los poemas de Voces del hacedor de lluvia, versos que busca establecer una conexión con lo sagrado, lo iniciático, lo esencial, con el canto Sakvari de la desaparecida religión védica de la India y con el Creador mismo. “Noticias de un alud” y “El cuerpo de la transparencia” son dos libros que ofrecen una
visión propia de lo ocurrido en el estado Vargas, en el que sus respectivos autores dejan lo mejor de sí, su voz que late en consonancia con el ritmo acelerado y explosivo del agua. Se complementan en el juego de probabilidades que origina la lluvia, el vital líquido contenido que al final se libera de su represa y el barro mortífero transformado en deslave o alud y que aún se mantiene como huella imborrable en las personas que lograron sobrevivir y vieron desaparecer a familiares y seres queridos.
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TOUCHÉ, MON AMOUR EN SANTA FE JOSÉ YGNACIO OCHOA
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ouché, mon amour de José Ignacio Serralunga, una comedia que se desarrolla en una hora y 20 minutos aproximadamente. La función de dio en los espacios del Teatro el 1 de mayo de la Ciudad de Santa Fe-Argentina y el sábado 21 de julio del corriente año. Son 80 minutos de comicidad elaborada conscientemente para un público que sabe que no va a desperdiciar su tiempo, estos minutos pasan vertiginosamente pues Serralunga, quien también la dirige y actúa, supo manejar los tiempos narrativos-historia para establecer el enredo propio de una comedia. El público cae en el juego, el público se ríe, se divierte, entonces Serralunga y su elenco igualmente lo disfrutan. Touché, mon amour es una comedia que reconstruye la historia de un desenfrenado, peculiar e inusual triángulo amoroso entre Eugenia (Hernán Rosa),
León joven (Federico Kessler) y el Conde de Matelisto (Sebastián Terentino). En esta historia se cuestiona, muy sutilmente, la manera de asumir el amor hacia la otra persona, hacia la mujer, pues cabe la observación que el público podrá afirmar que lo que sucede es muy cierto pero también caerá en cuenta de lo ridículo que es estar en esa situación o estado amoroso, el cual resalta el director. La puesta en escena tiene una resolución en dos pla-
nos. El primero ubicado al fondo-centro del escenario donde se desarrolla la “Lóbrega mazmurra, inhóspita y horrenda….”, en ese espacio León viejo (José Ignacio Serralunga) lleva el hilo conductor de la historia, destacamos que a nivel escenográfico es el único dispositivo escenográfico que se mantiene durante toda la puesta, es una suerte de entramado formado por una larga tela que cae desde la altura del escenario que simula una celda y
en ella una lámpara que contiene elementos que la acercan a tiempos antiguos, 1700 quizás, esto permite ubicarnos en una época determinada. El otro plano está signado por la disposición de los actores en espacio escénico en tanto evolucionan los personajes y las acciones, ellos, los actores sin artificios o los escasamente utilizados materializan las acciones. Los actores con su público cautivo interactúan por medio de la palabra hecha acción, el gesto y las miradas se convierten en las claves para establecer ese diálogo entre actores y luego trasladarlo al público, es la complicidad necesaria que debe existir para que se pueda conjugar la relación comunicativa desde la comedia. Todo ello crea una atmósfera que motiva la risa, esto implica un acto de habla que es codificado y por consiguiente entendido como un juego entre actor-público, esa comunicación binaria se desarrolla para descubrir los sentidos y por ende los sentimientos. La escritura y puesta en escena
de José Ignacio Serralunga tiene ya un público cautivo, esto dice del trabajo realizado, connota un estilo y manera para entretener en las primeras de cambio y posteriormente sembrar una posible reflexión, lo cual no es determinante, pero si se da, bravo. Es una historia propia de la cotidianidad. Se despiertan aquellas incertidumbres desde las pasiones humanas y qué hacer cuando se está sumido en ellas. Los actores Rosa, Kessler, Terrentino y el propio Serralunga merecen una mención pues definitivamente deben ser comediantes para llegar a establecer el ritmo en el diálogo, pues se ve fácil o lo hacen fácil por la naturalidad con que lo asumen pero se sabe que existe un trabajo de dirección desde los ensayos para que los actores adquieran toda la carga creativa en escena y hacer de Touché mon amour, la comedia una obra para el disfrute y deleite del espectador en tanto sabe apreciar la comedia exquisita. Es un divertimiento cuidado en su genuino estilo con todos los elementos.
novela lineal, según el canón clásico de la narración, sino con un relato fragmentario como fragmentaria es la misma realidad. A través de cuatro historias, en apariencia independientes pero muy vinculadas entre sí, se recoge un amplio calidoscopio de voces cada una portando la memoria de experiencias atroces. Para ello la autora recurre a los más sofisticados mecanismos narrativos: fragmentariedad, monólogo interior, relativismo interpretativo, polifonía secuencial, ruptura del tiempo narrativo, partes policiales, palimpsestos escriturales, canciones populares, entre otra infinidad de recursos, que sirven para expresar el malestar que cualquier ciudadano siente ante esta situación. Para el filósofo mexicano Federico Álvarez existen dos factores que determinan la importancia de un texto dedicado al tema de la violencia “En primer lugar la intención del escritor: la idea motivadora que le impulsa a escribir condena la violencia injusta que le sirve como asunto.
En segundo lugar, el medio que utiliza para ello: ese medio es la imagen verbal, el lenguaje, medio indirecto que, como cortapicos, previene el enviscamiento y pérdida de la autonomía personal, y exige una actividad descodificadora…” Creo que Saldo rojo cumple con ambas expectativas, porque se trata de una novela de denuncia en el sentido estricto y a la vez es un material estético plenamente logrado en su escritura. Sólo la novela puede abrirse paso entre realidades que son “indecibles”, porque la novela es fruto de la visión y la reflexión que el género humano ha construido para verse a sí mismo en su circunstancia política y social. La novela es quizá el documento más perdurable que tenemos para analizar y denunciar los errores de una sociedad que espera cambiarse a sí misma en beneficio de sus ciudadanos. Aunque este documento genere algún rechazo al recrear pasajes de una crueldad infinita; sin embargo, tal como afirma Walter Benjamín “No existe documento de cultura que no sea a la vez documento de barbarie.”
SALDO ROJO MANUEL CABESA
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n una ponencia leída en 1996 durante el II Congreso Internacional Literatura y Política en América Latina, Manuel Caballero hacía la siguiente acotación “Resulta sorprendente que en un país de tantas y tan duras cárceles la literatura carcelaria haya dado tan escasos resultados.” Antes de llegar a esta conclusión el historiador había dado un repaso a algunas novelas emblemáticas de la literatura carcelaria del siglo pasado: Memorias de un venezolano de la decadencia de José Rafael Pocaterra, Puros hombres de Antonio Arráiz, Se llamaba SN de José Vicente Abreu y La muerte de Honorio de Miguel Otero Silva; todas poseedoras de un común denominador: no sólo están referidas al ambiente carcelario, sino que estas cárceles pertenecen a dos de las más férreas dictaduras que ha sufrido Venezuela durante el siglo pa-
sado, la de Juan Vicente Gómez y la de Marcos Pérez Jiménez. Pero en democracia, ¿existe una literatura valiosa sobre el tema? Dos títulos vienen a la memoria la novela Los topos de Eduardo Liendo, referida sobre todo a la experiencia testimonial del autor como preso político y Retén de Catia libro que está a medio camino entre el alegato y la ficción, redactado por un periodista anónimo que se oculta bajo el seudónimo de “Juan Sebastián Aldana”. Sin embargo la realidad carcelaria del país sigue allí, basta abrir diariamente la prensa para encontrar que el infierno que describiera el Dante en su famoso poema tiene su mayor representación en esos lugares de encierro y humillación cotidiana. Darle expresión por vía de la literatura no ha sido sencillo, quizás porque como dice el mismo Manuel Caballero: hay temas que son “indecibles”. De allí la importancia que tiene la novela de Carmen Campos Pino, Saldo rojo, pues en ella vemos ficcio-
nalizado el mundo atroz de los penales venezolanos donde el detenido común, culpable o no, delincuente o no, sobrevive a la violencia más cruda. La misma autora, en uno de los segmentos de la novela titulado “Criminalidad globalizada” nos resume la situación “La violencia es la realidad cotidiana de muchas prisiones y se sofistica cada día más, igual pasa con el tráfico y consumo de drogas, marihuana, huele pega, cocaína, crack, heroína, Popper, las drogas sintéticas, todo se consigue pagando un precio… Campea y palpita la violencia entre los presos, violencia extrema ya que son muchos los muertos por los compañeros de prisión, se matan por dinero, pelean por un cigarrillo. Presos de alta peligrosidad matan para ganar fama de duros y dominar a los otros, por darse un nombre, o por placer de matar.” Para recrear esta violencia, Carmen Campos ha acudido a la novela como forma de visualizar este submundo. Pero he aquí que no nos encontramos con una
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VOCES DE OTRAS TIERRAS
La tranquilidad
Goncalo M Tavares (Angola)
La tranquilidad en ciertos climas se vuelve obscena; Sicilia, por ejemplo, tiene un clima que obliga a cada acto a ser violento y extremo. En Egipto, a los hombres con 39º de fiebre se los llama religiosos; los creyentes nada saben de medicina y los enfermos astutos transforman la gripe y los ataques de tos en efectos de visiones místicas. Una tierra altamente religiosa es desconcertante. (Traducción Carlos Skliar)
A veces es necesario…
Una brizna de hierba Brian Patten (Reino Unido) Me pides un poema. Te ofrezco una brizna de hierba. Dices que no es suficiente. Tú pides un poema. Digo que esta brizna de hierba bastará. Se ha vestido de escarcha, Es más inmediato Que cualquier imagen que se me ocurra. Dices que no es un poema, Que es una brizna de hierba y la hierba No es lo bastante buena. Te ofrezco una brizna de hierba. Estás indignada. Dices que es demasiado fácil ofrecer hierba. Es absurdo. Cualquiera puede ofrecer una brizna de hierba. Tú pides un poema. Y así te escribo una tragedia acerca de Cómo una brizna de hierba Se vuelve más y más difícil de ofrecer, Y de cómo a medida que envejeces Una brizna de hierba Resulta más difícil de aceptar.
(Trad Daniel Jándula)
Salvador Espriu (Gerona) A veces es necesario y forzoso que un hombre muera por un pueblo, pero nunca ha de morir todo un pueblo por un solo hombre: recuerda siempre esto, Sepharad. Haz que sean seguros los puentes del diálogo e intenta comprender y amar las razones y las diversas hablas de tus hijos. Que la lluvia caiga poco a poco en los sembrados y el aire pase como una mano tendida suave y muy benigna sobre los anchos campos. Que Sepharad viva eternamente en el orden y en la paz, en el trabajo, en la difícil y merecida libertad. (Trad Carlos Vitale)
El recital
El poeta hace un recital acompañado por un batería. Al comenzar hay veinte espectadores. Después, diez. Después, cinco. Después, tres. Después, uno, que se levanta y dice: ¡Quiere hacer el favor de callarse, que no me deja oír la música! (Trad Carlos Vitale)
Másenka, uno
Rajastán Yuyutsu RD Sharma (India) A la sombra frágil del arbusto dos camellos se sientan, rumiando, echando espumarajos mientras observan el blanco abrasador del cielo ni un grano de los Monzones. (Trad Verónica Aranda)
Joan Brossa (Barcelona)
Vasilis Laliotis (Peloponeso)
Másenka, las ruedas del tren, Másenka, si voy o vuelvo no lo sé solo la luz del hogar encendido desnuda te muestra como la última vez que volví la mirada y fuera un aleteo de pájaro en la nieve. Habíamos dormido abrazados e intentaba escribir versos, Másenka en el extremo de tu voz el silencio del mundo y en el extremo de tu silencio la voz del mundo. Másenka, las ruedas del tren, Másenka si voy o vuelvo no lo sé pero te paseo desnuda calor y luz.
(Trad Mario Domínguez Parra)
(Tomado del blog El Trasbordador de Carlos Vitale)