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Crónicas del Olvido
CINCO VIAJEROS ALBERTO HERNÁNDEZ
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arlos Castán, José Luis Corral, Jack Kerouac, John Updike y Evelyn Wauch emprenden una aventura a través de Viajeros (Editorial Quinteto, España 2003), un compendio de paisajes atrapados por los personajes, ellos mismos o sus referentes, en solitarias carreteras, vagones de trenes, góndolas, camarotes de cruceros, plataformas de camiones, vehículos de paseo, carretas de mulas, entre otros medios de locomoción que encontraron en los caminos de los distintos países visitados de donde extraen para los lectores los más variados matices, que hacen que quien abra el libro viaje con ellos y descubra el carácter, el clima, la geografía y la humanidad de quienes aparecen en sus relatos. Viajeros recoge –en efectocinco viajes a través de un mismo número de relatos, caprichos de quienes hacen turismo y lo convierten en crónicas para revelar los secretos de la geografía, de las ciudades, de los habitantes y hasta de los secretos de cada cultura. De esta manera, el libro nos permite viajar con el talante de narradores que incluyen en su labor el estado de ánimo y hasta el mal carácter de sus ímpetus y gustos. 2. El primer viaje lo hace Carlos Castán con El andén de nieve: Frío de vivir, texto publicado por Ediciones y Publicaciones Salamandra, S.A., Barcelona, 1997. El segundo corresponde a José Luis Corral con Los viajes del Cid, publicado por Edhasa, Barcelona, 2003). El tercero lo realiza Jack Kerouac con II, III, IV: En el camino, de la Editorial Anagrama, S.A., Barcelona, 1989. El cuarto lo em-
prende John Updike con George y Vivian y Crucero: Lo que queda por vivir, publicado por Tusquets Edirores, S. A.,k Barcelona, 1997, y el quinto lo hace Evelyn Waugh con Ocho: Etiquetas. Viaje por el Mediterráneo, de Ediciones Península, S.A., Barcelona, 2002. La razón del nombre del tomo que recoge estos trabajos, “quinteto”, obedece a la unión de todas estas editoriales para dar a conocer estas crónicas o relatos de viajes. Una travesía en tren ubica al pasajero en una situación inexplicable. Quien viaja se reduce a observador, o se multiplica en paisajes, nombres, pero lo que no logra entender, dado el perfil maravilloso, mágico o milagroso, es por qué por las ventanillas enfrentadas del ferrocarril mira espacios distintos. Es decir, de un lado ve una ciudad y de otro un campo ocupado por vacas y otros animales. La llegada a Chamartin lo ubica en la realidad, sin embargo, le costó bajar del tren porque en la otra ventana el paisaje era
un prado verde, donde la paz brindaría una segunda oportunidad. El relato de Carlos Castán nos deja en un vacío. El cierre es abierto y el tren continúa su viaje rodeado por dos perspectivas. Mientras tanto, José Luis Corral ubica al lector al lado de El Mío Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, el héroe español más resaltante de toda su historia, pero también de su literatura. El Cid existió, claro, la ficción luego le fabricó otra épica. El autor de este viaje al lado de las desventuras de Rodrigo traspasa las fronteras: cuenta la verdad del hombre pero también lo viste con el traje de la invención artística. Traicionado, desterrado, el jinete de la llanura de Castilla, se transforma en el héroe de la península luego de haber sido condenado por su rey. Un viaje fascinante que hace sentir la cabalgata, las emociones y la misma muerte de quien sigue siendo parte del imaginario español.
3 Jack Kerouac, irreverente, juvenil en su forma de narrar, describe el viaje de un personaje a través del mapa de los Estados Unidos. Un sujeto del fracaso, un tipo de la época, un vencido que busca un territorio para regresar luego a su Nueva York. Es un viaje de la modernidad: en camiones, en vagones, en plataformas destartalas, en carros de paseo, a pie, bajo la lluvia. Desde la Gran Manzana hasta Denver, pasando por pequeños pueblos y villas abandonadas, el narrador nos dibuja la sociedad de ese país: sus vicios, sus virtudes, su manera de encarar la realidad y la fantasía. Kerouac, uno de los escritores malditos de la Generación Beat, deja la huella de su estilo y de su mundo perdido. El texto más largo, el más detallado es el de John Updike: se trata de un viaje por Italia en carro. Luego, un paseo por islas, acentos, crispaciones, recuerdos. El talante de los italianos, la
gastronomía, los sitios de interés turísticos, pueblos y ciudades. Discusiones de la pareja viajera. Gustos y disgustos. Después, el trayecto épico, el del héroe el de la Odisea, el de la Ilíada, el de los poemas fundacionales en boca de un personaje que se vacila la travesía bajo el rigor de una carretera italiana y luego entre las pequeñas islas históricas e imaginadas de la antigua Grecia. Museos, ruinas, los escombros de una cultura que se sigue escribiendo desde la mirada del hombre de hoy. Intrigas íntimas de una pareja que alarga el destino de quienes terminan en un crucero que los dejará pasar por un estrecho ideado por Periandro y Calígula y empezado a construir por Nerón, luego terminado por el gobierno griego en 1893. Años antes, en 1882, una sociedad francesa estuvo al frente de la iniciativa de hacerlo posible. Fue excavado a mano, lo que “transformó el Peloponeso de península en isla”. Por último, Evelyn Waugh conduce al lector por el mar Mediterráneo. Un viaje por los países costeros, por las islas. Argelia, Mallorca, Málaga, Granada, Gibraltar, Sevilla por el Guadalquivir, Lisboa por el Tajo, el Canal de la Mancha hasta el puerto de Harwich en Inglaterra y de allí a Londres en tren. Cada lugar, cada mirada es un retazo, una crítica, dura y a veces cariñosa de los espacios tocados. La autora no vacila en decir, por ejemplo, sobre la fealdad de Gibraltar. Desdecir de Lisboa. Reconocer la belleza de Sevilla. No gustarle Málaga. Y así hasta las mareas en las costas de la isla británica. Termina en una mesa en Londres, donde comieron. Este es un libro que podría parecer para turistas, pero no, contiene momentos que van más allá de liviandades. Es un libro poco silencioso.
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Crónicas de Guarenas (Parte 3)
Cómo nos enamoramos de esa ciudad CARLOS ANTONIO SILVA
“No me pregunten cómo fue, porque yo mismo no lo sé, pero si lo quieren saber les diré que fue sin querer, que sin querer me enamoré” Gianfranco Pagliaro
A
diferencia de quienes a lo largo de los últimos 40 años han tomado a Guarenas como una ciudad dormitorio, para mí fue un lugar para estar, aprender el oficio de periodista, amar, vivir y comprender el valor de la amistad. De esos años de convivencia plena surgen los lugares donde amamos, bailamos, leímos poesía y escuchamos la mejor música de aquel entonces. A la par de nuestra vida cultural y el ejercicio periodístico, están las horas de placer en lugares inevitables de recordar sin un dejo de añoranza. Al repasar los sitios, estancias, parques, veredas, salones de fiestas, fuentes de soda, bares y otros, veo la proyección de una película rodada en constantes flash backs que se repite con mucha insistencia. Recuerdo el Centro Cultural Miguel Parra, donde junto a las horas de aprendizaje-enseñanza palpamos la importancia y el sumo placer de esos instantes cuando nos entregábamos a escuchar con atención, pasión y comunión espiritual la 9na Sinfonía de Beethoven, la Misa en si menor, de Joan Sebastián Bach. Un poco más allá en la calle Mi-
randa incursionábamos en la Séptima Sinfonía de Beethoven por recomendaciones de José Ángel Ortega. En su misma casa en más de una oportunidad nos dimos a disfrutar de la nostalgia del tango y la milonga apuntando más allá del culto gardeliano que impide escuchar y reconocer talentos excepcionales como Discepolo, Mariano Mores, Troilo, Piazzolla, por citar cuatro ejemplos. En cuanto a las noches de bohemia, además de los conocidos
Gran Indio y la Mezzanina, estaban el Bull Shop en el Centro Comercial Trapichito, la Candelaria, la Fuente de Soda de Los Naranjos, en cuya rocola quedaron tatuadas nuestras huellas de tanto marcar discos con títulos claves en nuestro imaginario amoroso. No podemos olvidar el Club Mampote donde era obligatorio acudir bien ataviado para estar a tono con las exigencias de gala del lugar. Al igual que las horas del idilio que vivimos con cada una de
nuestras novias, están los lugares donde la poesía adquiría su real dimensión de transparencia y fruición estética. Uno de esos sitios, además del Parque de Trapichito cercano al Liceo Norberto Prado, era la antigua Hacienda Casarapa (hoy en día convertida en la urbanización Nueva Casarapa), donde permanecían las ruinas de un antiguo trapiche con moldes de papelón, y los retos de un viejo alambique. Al frente del extinto trapiche,
El grandioso monumento a Colón que un español quiso plantar en Chicago JAVIER NORIEGA
U
n concurso para la construcción de la torre que se erigió en la Exposición Universal de 1892 de Chicago contó con la participación de un arquitecto español, aunque nacido en un pequeño pueblo francés linde con el país vasco. Estuvo al quite. Alberto de Palacio, tenía en su mente un monumento universal que podría competir nada más y nada menos que con la torre Eiffel. Y tendría que reflejar la imagen de las Américas. Con esta temática, enseguida se iluminó la mente de Palacio. Tenía claro que podría representar a la imagen de las Américas y de España. La mar era el camino. De hecho fue el único camino durante muchos siglos.
estaba todavía en pie una vieja casona tipo colonial, antaño se celebraban matrimonios colectivos los 24 de junio día de San Juan Bautista con la venia y padrinazgo de los dueños. Ese ambiente de solaz nos deparó momentos de inolvidable comunión cuando los inefables amigos Manuel Cabesa, Gustavo Rumbita y quien suscribe rendimos un homenaje a César Vallejo, sin percatarnos que ese día era 15 de abril, aniversario de su muerte. En esa quietud y disfrutando de una inolvidable mañana, la poesía fluyó como pocas veces. “Cuando alguien se va, alguien queda. El lugar por donde pasó un hombre, ya no está solo. Únicamente está solo, de soledad humana, el lugar por donde ningún hombre ha pasado”. Tampoco podemos olvidar cuando le dimos la serenata a Lilian Lepplaid. Eran sus 16 años y por fuerza mayor teníamos que remitirnos a Charles Aznavour. “Tienes la juventud de tus 16 años, cuando me miras tú, sueño con el pasado. Pero, ¡ay!, el amor no lo puedo vivir, se marchó, está lejos de mí”. Y es lógico que así sea, nosotros no somos los mismos de antes (como Neruda en poema 20) y ya ese paisaje no nos pertenece, tal como lo comprobamos una noche de farra decembrina cuando Manuel Cabesa y yo decidimos revisitar esos espacios 20 años después para ver si recuperábamos parte de esa juventud vivida. Todo el mundo nos veía como unos extraños. Todo eso se había desvanecido. Es lógico, nosotros ya no formábamos parte de ese paisaje, porque era otro completamente distinto.
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Milan Kundera en la época del ombligo
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Luis de Góngora y su venganza del inquisidor de Córdoba ALFREDO VALENZUELA
WINSTON MANRIQUE SABOGAL
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“
¡La individualidad es una ilusión!”. Eso exclama uno de los personajes de la esperada novela de Milan Kundera, La fiesta de la insignificancia (Tusquets), cuya idea condensa buena parte de la filosofía con que el escritor de origen checo ve la vida según la ha plasmado en sus novelas, cuentos y ensayos. Y con mayor fuerza ahora a sus 85 años, cuando el ombligo ocupa un lugar esencial en su narrativa. Con este y La fiesta de la insignificancia Milan Kundera (Brno, 1929) regresa después de 14 años. Empezó en la primavera italiana y francesa y, ahora, a partir del martes, en España. Vuelve como si nada, como si la conversación dejada con los lectores en La ignorancia, con la cual recibió el siglo en 2000, hubiera sido ayer. Los temas de sus libros son los mismos, pero revestidos por el paso del tiempo, aunque sin perder la esencia de lo que son y significan para él, aspectos como la sexualidad, el erotismo, la maternidad, el deseo, la cultura, las ideas sobre el existir que rondan al ser humano, ideas sobre ser y estar, la convivencia, el tejido fino de las relaciones y las conexiones con los demás, en especial los laberintos concernientes a los sentimientos y emociones. Y aquí esparcido de más humor. Es su novela número diez, donde tres hombres ya maduros hablan sobre las fuentes de seducción femenina y se preguntan qué puede significar que un hombre o una época privilegie una u otra parte del cuerpo. Fantasías que son realidades, realidades que son sueños, sueños que son el espejo real del interior del ser humano. “Ya sé que la uniformidad está en todas partes. Pero en este parque dispone al menos de una gran variedad de uniformes. Así puedes conservar aún la ilusión de tu individualidad”, insiste, Alain, una nueva criatura kunderiana. Una ilusión que incluye al ombligo. Pese a que su exhibicionismo ha aumentado en los últimos años, como un reclamo de diferencia y de intención de despertar deseos en el otro, con el ánimo de formar parte de los
“lugares excelsos” eróticos de la mujer, asegura Kundera. Alrededor de él, del ombligo, se desarrolla el pasaje de la novela, seleccionado por el propio escritor para los lectores de El País y publicado íntegro en el blog Papeles perdidos de este diario. Pero el ombligo no es para tanto: “Antaño, el amor era la celebración de lo individual, de lo inimitable, la gloria de lo único, de lo que no admite repetición. Pero el ombligo no solo no se rebela contra la repetición, ¡es una llamada a las repeticiones! De modo que en nuestro milenio viviremos bajo el signo del ombligo. Bajo ese signo seremos todos soldados del sexo…”. Y sus argumentos siguen, porque aunque el ombligo, se afirma en La fiesta de la insignificancia, señala un camino y su fin, tiene poco qué hacer frente a los otros tres lugares excelsos: los muslos, las nalgas y los pechos. La novela, según Beatriz de Moura, su traductora del francés y
su editora, “es una desenfadada y espléndida composición en forma de fuga que se nutre de las más sutiles variaciones en torno al tema que da título al libro: “La insignificancia, amigo mío”, nos advierte, “es la esencia de la existencia. (…) Está presente incluso allí donde nadie quiere verla”. Milan Kundera escribe como si nada, con sus acordes existenciales hechos literatura, con sus ritmos temáticos hechos palabras, con su musicalidad trascendente conectada con la cotidianidad del lector. Sus obras, desde el mismo título, parecen señalar el camino hacia una periferia argumental, pero que es solo un espejismo, porque no son más que el centro de los intereses de todos. Ahí están desde La broma (1967), La vida está en otra parte (1972), El libro de la risa y el olvido (1979), La insoportable levedad del ser (1984), La lentitud (1994), hasta el actual La fiesta de la insignificancia.
a investigadora Amelia de Paz, que hace dos años halló un autógrafo de Luis de Góngora en el Archivo Histórico Nacional, ha publicado el proceso en el que en 1597 el escritor declaró contra el inquisidor de Córdoba acusándolo de amancebamiento, un caso que arroja luz sobre la figura del poeta. «La imagen de Góngora está hoy completamente distorsionada; hace falta recomponerla con información veraz; su biografía es una suma de chascarrillos y conjeturas; el último que se ocupó de sacar datos de primera mano fue Dámaso Alonso hace medio siglo, y no se puede vivir de las rentas eternamente», señaló a EFE Amelia de Paz. La figura del poeta está tan distorsionada que, según De Paz, «la enemistad entre Góngora y Quevedo es uno de los bulos más pertinaces de la literatura española; he escrito varios trabajos desmontando ese mito y las tergiversaciones en que se funda». De Paz aseguró que «Quevedo es un personaje absolutamente irrelevante en la vida de Góngora. Góngora en cambio significó mucho para Quevedo, que era 20 años más joven que él y lo tuvo por un modelo inalcanzable en lo poético, como les sucedió a la mayoría de los poetas de entonces ante el prodigio de las Soledades». Todo de oídas es el título que la investigadora ha puesto al extracto de 250 páginas que ha efectuado de todo el proceso, conservado en unos mil folios, al que ha solo ha añadido un breve prólogo y un más breve aún epílogo, para formar un libro del que el profesor Francisco Rico ha dicho que es «de obligada lectura en universidades y lupanares». De Paz, que ahora prosigue su investigación sobre la vida del poeta en archivos de Córdoba, ha elegido ese título porque estas páginas recogen la transcripción literal del proceso, a base de las declaraciones orales de los testigos, y ese «es uno de los encantos del libro, oír, casi de viva voz, la lengua de finales del XVI». También porque todo el proceso se basa en un rumor y «la mayoría de los testigos ‘ha oído decir’ tal o cual cosa», de modo que el juez inquisidor que lleva el proceso va poniendo notas a las declaraciones que le pasa su secretario y, en determinado momento, al margen de una de ellas, anota de su puño y letra: «Todo es de oídas». El proceso contra Alonso Jiménez de
Reinoso, que además de inquisidor de Córdoba era clérigo, acusado de amancebamiento, fue largo y reunió declaraciones de casi 120 testigos de Córdoba, Écija, Sevilla y Granada, a favor y en contra del imputado. EL PROMOTOR DEL PROCESO Góngora testificó en contra -el autógrafo gongorino que De Paz dio a conocer en 2012 era un memorial manuscrito contra Reinoso que el poeta entregó el día que lo llamaron a declarar- pero, según la investigadora, «no queda ahí la cosa: todo apunta a que él, junto con un alguacil de la Inquisición llamado Luis de Acebedo, fue el promotor de la investigación contra Reinoso». El poeta y el inquisidor habían sido «excelentes amigos», pero Góngora achacó a Reinoso la destitución de su padre como juez de bienes de la Inquisición en Córdoba, cargo que, como otros tantos, era hereditario en la época y al que el poeta podía haber aspirado legítimamente. Según De Paz, «Góngora pensó que Reinoso, con sus turbios manejos, había sido el inductor de la relegación de su padre, y decidió devolver el golpe; conocía bien a Reinoso; eran compañeros en el cabildo de la Catedral; sabía sus debilidades». «Góngora se alió con otros que también tenían causas contra Reinoso, que era hombre de carácter, y juntos levantaron contra él la polvareda del concubinato; no les fue difícil propagar el rumor, porque dominaban los circuitos en Córdoba y Reinoso era un forastero; y fue Góngora en persona, tocando teclas en Madrid, quien consiguió que a Reinoso lo investigara la Inquisición; en definitiva, fue una venganza». Los cordobeses agraviados lograron echar de su ciudad a Reinoso, quien recibió lo que el lenguaje coloquial denomina hoy «una patada hacia arriba», ya que acabó de inquisidor en Valladolid, entonces plaza de más importancia que Córdoba.
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POEMAS DE RICARDO MEJÍAS ME VOY
VOY A COLGARME
Me voy llevo mis palabras mis silencios dejo la casa chica llevo un espejismo en las manos busco la sangre el camino el río soy barco salido de las entrañas de la tierra sin carta de navegación sin mar o cielo que lo espeje.
Voy a colgar la sonrisa a la espalda para sorprender a la muerte ya no será mi atavío el miedo el largo ruido que arrastra quedará en el polvo. Voy a colgarme al sol y su distancia debo ser inmune a la noche a sus personajes a su telón roído. Voy a colgarme para siempre al silencio
PINCELAR
tal vez así ya no me alcance.
Pincelar el corazón el alma en la ventisca para que la silueta maripose el día como un incendio fugaz y eterno como una flor que se deshoja en el abismo y cae.
MI CUERPO
ARTE POÉTICA
Es mi cuerpo un portal antesala túnel hacia el tiempo detenido hacia el nombre detrás de la trinchera. Hay acá la piedra que espera levedad. Hay acá el estigma de tanta visita. Hay acá un libro lleno de percances.
Que no se entienda la página en blanco como lo que no quise decir, más bien como el corazón sin arar fuente de toda posibilidad entre cielo y tierra. Véanla como ala pues, que quedará suspendida a la espera de un nuevo navegante y su destino, o tal vez, como la herencia que puede dejar alguien desahuciado del tiempo y la sonrisa.
LOS FRUTOS Yazgo frente a una letanía de faldas agitándose como banderas sin patria. ESTIGMA Vísteme de ti; dame alas para evitar la caída o para dibujar de nuevo la línea donde se deposita la tarde. Quédate como estigma en el borde de cada uno de mis pinceles. Desnúdate para ser esa imagen la más preciada que ondule eternamente en mi brisa.
El vehículo del viento me invoca con su tono de mar de sal.
DE CASI NADA
Los frutos esperan semiabiertos.
por el mismo sitio voy palabra
Trashumo la sangre me acortezo
soy una fortaleza vertical carente de huellas de sombras por el mismo sitio soy herida dueño de un pulso débil de la inanimada forma del viento de casi nada todavía.