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La ciencia
Sara Pacheco
Las caricias, los abrazos e incluso la brisa son sensaciones que llegan a nuestro cerebro a través de unos receptores que se encuentran en la piel. Se les conoce como corpúsculos de Meissner y de Pacini. Cuando se estimula el receptor, se envía una señal a la corteza prefrontal, aquí se analiza el tipo de estímulo que llegó.
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Las mujeres tienen mucha sensibilidad en los dedos, según la psiquiatra Marian Rojas Estapé. Esto puede deberse a que las mujeres tienen las manos más pequeñas que los hombres, por eso la red de receptores está más poblada y perciben con más intensidad.
«Las caricias, los abrazos, de ahí y en adelante, producirán cambios químicos en el cerebro, con efectos determinantes en nuestro desarrollo y psicología.
Se ha demostrado que el aislamiento de contacto físico durante las etapas de desarrollo, reduce la plasticidad neuronal y el desarrollo del cerebro, en animales de experimentación», explicó a Infobae el médico neurólogo Ramón Ferro.
Un abrazo libera al organismo opiáceos naturales, es decir, endorfinas, que pueden dar serenidad, que regulan la frecuencia con la que late el corazón y la frecuencia de respiración, baja la presión arterial. Así de importantes son. Los abrazos producen cambios