Ch ile minero Enami en la historia de la pequeña y mediana minería chilena
enami en la historia de la pequeña y mediana minería en Chile
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ChilE MiNEro Enami en la historia de la pequeña y mediana minería chilena Comité editorial Jaime Pérez de Arce, Vice presidente Ejecutivo de Enami Claudia Núñez, Subgerente de Relaciones Institucionales de Enami Hernán Danús, Ingeniero en Minas, historiador de la minería nacional Gonzalo Badal, Director Ejecutivo de Ocho Libros Editores © ENAMI Inscripción Registro de Propiedad Intelectual: Nº 185.359 ISBN 978-956-8018-96-2 Edición y producción general Ocho Libros Editores Providencia 2608 of. 63, Santiago, Chile Fonos-fax (56-2) 335 1767 / 335 1768 contacto@ocholibros.cl / www.ocholibros.cl Dirección editorial: Gonzalo Badal Edición de contenidos: Cristóbal Santa Cruz Editores: Rodrigo Banda y Javier Badal Investigadora asistente: María José Thomas Director de arte: Carlos Altamirano Diseño: Sandra Gaete Foto portada: Luis Ladrón de Guevara Foto sobrecubierta: Nicolás Piwonka Corrección de textos: Edison Pérez Digitalización y postproducción digital: Gustavo Navarrete Autores de ensayos Baros, María Celia Bravo, Carmen Gloria Cancino, Juan Carlos Canut de Bon, Claudio Castillo, Julio Danús, Hernán Fernández, Gastón Galaz, Juanita Garcés, Eugenio Greim, Wolfgang Lagos, Ricardo Muñoz, Liliana O’Brien, Juan Ovalle, Alfredo Pérez de Arce, Jaime Salas, Alberto
Archivos fotográficos Archivos Enami y Sonami Museo Histórico Nacional Unidad de Fotografía, Archivo Central Andrés Bello, Universidad de Chile Archivo Dibam Archivo Ocho Libros Editores Archivos personales de Ricardo Silva, Liliana Muñoz, Hernán Danús, Gastón Fernández y Olga Callejas Piezas de arte y extractos de obras literarias incluidas Piezas de arte Vitral de la minería (sede banco BBVA, Santiago) Mural de la Historia de la minería (Alexander Sutulov, Universidad de Concepción) Grabados mineros (Claudio Sanz Chávez) Rostros de la pequeña minería (fotos de Nicolás Piwonka) Extractos de obras literarias Los descubridores del mineral de Chañarcillo (José Joaquín Vallejo) El Chiflón del Diablo (Baldomero Lillo) Llampo de Sangre (Oscar Castro) Quebrada, las cordilleras en andas (Guadalupe Santa Cruz)
Primera edición en español de 11.000 ejemplares. 10.000 para distribución institucional por Enami y 1.000 para venta autorizada en librerías por Ocho Libros Editores. Este libro se terminó de imprimir en noviembre de 2009 en los talleres de World Color Chile S.A. ubicados en la avenida Gladys Marín 6920, Santiago, Chile. Hecho en Chile / Printed in Chile.
Fotógrafos Ceitelis, Jack Gómez, Rodrigo Greim, Wolfgang Ladrón de Guevara, Luis Maldonado, Fernando Pérez, Claudio Piwonka, Nicolás
Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo por escrito de ENAMI.
Foto: Nicolás Piwonka
CRóNICAS y DOCUMENTOS HISTóRICOS el minero más antiguo de Chile vestigios de la minería ataCameña los desCubridores del mineral de ChañarCillo ChuquiCamata antes de los guggenheim tres pioneros de la minería naCional
índiCe
PArTE ii: FoMENTo MiNEro
Periodo: De 1925 a 1960 / La primera mitad del siglo XX / Plantas de beneficio y agencias compradoras de minerales / La Empresa nacional de Fundiciones / La Caja de Crédito minero
Fomento minero desde la CaCremi hasta la enami. historia Hernán Danús Vásquez, Ingeniero de Minas introduCCión Los editores
PArTE i: MiNErÍA DESDE El oriGEN
la minería en las Culturas prehispániCas Julio Castillo Narváez, Antropólogo
desarrollo históriCo de la enseñanza minera Claudio Canut de Bon Urrutia, Historiador
La expresión metalúrgica prehispánica en Chile
y su gente visto por viajeros del siglo
xix
el siglo
xix
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Fundir
potrerillos, paipote y el s alvador: Eugenio Garcés Feliú, Arquitecto
Recuadro: El peonaje minero, por Gabriel Salazar (extracto) del siglo
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La minería en el imaginario colectivo La actividad minera como transición a la proletarización La minería cuprífera y sus años dorados para la economía chilena nuevas tecnologías de fundición, nuevos mercados Declive de la industria cuprífera chilena y ampliación del territorio nacional
u na transiCión en manos de grandes pioneros los iniCios de la gran minería del Cobre entre Fines María Celia Baros Mansilla, Historiadora
Chile
Recuadro: El ejemplo pionero de la Universidad de Chile, por Hernán Danús
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el Fuego y la materia. el arte de Juan O’Brien Boggio, Sociólogo
la minería Como eje dinamizador de Chile en Carmen Gloria Bravo Quezada, Historiadora
en
ignacio Domeyko en La Serena. Los inicios Universidad de Chile en Santiago Colegio de minería en Copiapó Escuela Práctica de minería de La Serena Escuela industrial del Salitre Enseñanza minera en el siglo XX
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Recuadro: El Tío, por Rodrigo Banda
el desComedido desierto de ataCama Juan O’Brien Boggio, Sociólogo
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La pequeña minería en el decenio de 1920 Los inicios de la Cacremi El ciclo del oro Los difíciles años cuarenta La Empresa nacional de Paipote y la Sociedad Explotadora de minas El último decenio. La Empresa nacional de Fundiciones
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Periodo: Breves referencias a la minería prehispánica y la Colonia / Los pioneros y el desarrollo del territorio minero durante el siglo XiX / Principios del siglo XX y los inicios de la minería industrial en Chile.
y reFlexiones
xix
y Comienzos del siglo
El horno de reverbero Rasgos biográficos de Lambert y Domeyko Frustrados intentos europeos Protagonismo estadounidense minería del cobre del siglo XX Dos forjadores de la gran minería El despegue de la gran minería El “cerebro” del horno Peirce Smith Primeras exposiciones mineras Un nuevo minero múltiples contribuciones
xx
Ciudades del Cobre en
ataCama
Potrerillos, modelo de poblado industrial. andes Copper mining Corporation, 1919 Fundición nacional Paipote, company town a la chilena Estado de Chile, 1952 El Salvador, new company town. andes mining Copper Company, 1959
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ExTRACTOS LITERARIOS y GLOSARIO DE LA PEQUEñA MINERíA el ChiFlón del diablo llampo de sangre quebrada, las Cordilleras en glosario minero
andas
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PArTE iii: lA CrEACióN DE ENAMi
minería y medio ambiente Juana Galaz Palma, Ingeniero civil de Minas
Periodo: De 1960 a 1989. Desde alessandri hasta el régimen militar.
la enami Como FaCtor de desarrollo minero (1960-1989) Hernán Danús Vásquez, Ingeniero de Minas
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Los albores de la Enami Los estudios regionales y las nuevas plantas de beneficio de minerales El plan de expansión de la Enami Hacia un fomento integral atacando los ciclos perversos Sociedades mixtas Las jornadas de fomento: la minería es audacia La Enami durante la Unidad Popular La Enami en el desarrollo minero Hacia una empresa maquiladora La gran privatización: vuelta a fojas cero. Pérdidas y ganancias
Recuadro: Cuatro casos exitosos de impulso minero
evoluCión de la legislaCión minera Fundamental Gastón Fernández Montero, Abogado
de
Chile
mineros de ayer y hoy Liliana Muñoz Rioseco, Psicóloga
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Derecho minero hispánico o colonial Derecho minero chileno
la mediana minería en Chile Alberto Salas Muñoz, Presidente de Sonami
251 minerales, minería y recursos naturales institucionalidad ambiental de la minería en Chile Planes de descontaminación actualmente vigentes Principales impactos generados por las actividades mineras 273 Personas que laboran en la minería antecedentes en la literatura y la historia Origen y trayectoria de los mineros administración extranjera de las empresas mineras aislamiento geográfico y relación entre pares El minero y el riesgo Vida en un campamento minero Sewell mujeres en la minería niños bajo la sombra mineros de ayer y hoy
PIEzAS DE ARTE y RETRATOS DE MINEROS vitral de la minería mural historia de la minería Chilena grabados a buril y aguatinta rostros de la pequeña minería
215 Orígenes y aporte histórico Evolución y crecimiento actual mediana minería por región impacto de la mediana minería en la economía Crecimiento de la mediana minería Viabilidad económica Futuro y desafíos estratégicos
PArTE V: DESAFÍoS ACTuAlES y FuTuroS
Periodo: 2006 en adelante / Los actores / La minería y Enami / Hoy y mañana.
legado, realidad aCtual y desaFíos del empresariado minero Alfredo Ovalle Rodríguez, Ex presidente de Sonami y de la CPC
HITOS, TESTIMONIOS y PERSONAJES DE LA MINERíA NACIONAL la
minería en el origen del movimiento obrero
naCionalizaCión ingenieros
La minería moderna El empresario minero Compromiso real Chile y la minería hoy
del Cobre
Forjadores de la minería naCional
mujeres
en la minería
una empresa que mira al Futuro. lineamientos estratégiCos Jaime Pérez de Arce Araya, Vicepresidente ejecutivo de Enami
Periodo: De 1989 a 2005. Enami en democracia / Fomento y producción / Lo sustentable / alianzas estratégicas / Fin de siglo.
Tratando de revivir Las inquietudes del ministro Hales Las plantas de beneficio y los poderes de compra. abastecimiento de minerales Fundiciones y refinería Los últimos años del siglo. Una alianza estratégica y algo más En los albores del nuevo siglo
de
enami
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años de historia Una década de contrastes Objetivos del plan estratégico El balance de los años
PArTE iV: MiNErÍA SuSTENTAblE la enami en la última déCada del siglo xx Hernán Danús Vásquez, Ingeniero de Minas
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Recuadro: Enami en la obtención de cobre metálico, por Rodrigo Banda
241
polítiCa minera para Chile: avanCes y desaFíos Ricardo Lagos Escobar, ex Presidente de la República
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Principales iniciativas mineras del periodo 2000-2006 La política minera de 2005
autores de ensayos FotógraFos
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presentaCión Michelle Bachelet Jeria Presidenta de la República
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hile ha sido y seguirá siendo una nación con una profunda vocación minera, desde que el descubrimiento de grandes yacimientos en la zona norte del país, hace más de trescientos años, selló su destino, convirtiéndolo a partir del siglo xIx en una potencia mundial en este rubro. En los albores del tercer milenio, cuando Chile se acerca a la cita con su Bicentenario, la minería sigue siendo un sólido pilar de nuestra economía. No ha sido un camino fácil. Tras cada uno de los grandes hitos de la historia minera nacional hay personas que, con su visión y emprendimiento, fueron capaces de levantar una industria de enormes dimensiones. También está el esfuerzo cotidiano de miles de compatriotas que han dedicado su vida a un trabajo conocido por su dureza y excepcionales condiciones de desempeño. Todos los relatos que forman parte de la memoria que Chile tiene de su minería, no han sido adecuadamente recogidos y puestos en conocimiento de nuestros ciudadanos. De ahí la relevancia de un libro como éste que arroja luces sobre un patrimonio histórico que nos pertenece a todos. Como lo muestran las páginas de esta publicación, en la epopeya minera la pequeña y mediana minería han jugado un papel muy destacado, no solo por la riqueza aportada al país, sino también por lo gravitante que ellas resultan para las miles de familias que viven en torno a esta actividad, especialmente en las ciudades y pueblos del norte de Chile. Ese papel merece un especial reconocimiento, pues el aporte de los medianos y pequeños productores mineros se ha producido a pesar de su mayor vulnerabilidad frente a las contin-
Foto: luis ladrón de Guevara
gencias de la economía y a la volatilidad de los mercados. Sin duda, ha contribuido a ello el respaldo permanente del Estado que, inicialmente a través de la Caja de Crédito Minero y luego de la Empresa Nacional de Minería, ha venido desarrollando una labor de fomento durante los últimos 80 años, lo que ha permitido a esta industria expandirse y alcanzar notables niveles de producción. Ha sido preocupación central de mi Gobierno, mediante la acción de los ministros Karen Poniachick y Santiago González, fortalecer el trabajo de la Empresa Nacional de Minería en favor de la consolidación y del crecimiento de este importante sector. La celebración de nuestro Bicentenario coincidirá con los 50 años de existencia de la compañía por lo que este libro constituye también un merecido homenaje a esta institución, cuya historia se funde con la de un área clave de la economía chilena. Sabemos que los recursos mineros por sí solos no aseguran el desarrollo, pero ellos son una base de enorme significación para conseguir ese propósito. Por lo mismo, debemos seguir potenciando esta industria, para lo cual se requiere de estrategias audaces y acciones innovadoras que estén a la altura de la visión pionera de los fundadores de la industria y de los desafíos del mundo global. Pero, por sobre todo, se requiere del esfuerzo colaborativo de todos los actores, públicos y privados. Con ello la minería, al mismo tiempo que forma parte viva de nuestra cultura, puede consolidarse como lo que es: un rubro industrial de excelencia mundial.
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introduCCión Santiago González Larraín Ministro de Minería
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os aniversarios generalmente nos impelen a celebrar y, más aún, cuando los años vividos representan esas cifras redondas, con mayor carga simbólica. También nos invitan a reflexionar, como un ejercicio de memoria y arqueo, acerca del sentido que han tenido y tienen los años transcurridos para quien cumple una etapa significativa de su vida. Toda celebración requiere, a su vez, de un acto creativo. Me refiero a la construcción de un relato que discurre en la historia del sujeto. Una narración que por cierto no es el discurso institucional –ese pesado ladrillo de hechos y actas– sino la que descubre en la reflexión del sujeto a un nuevo sujeto y lo lleva a hablar y dialogar fuera de sus propias fronteras, en el arte o la literatura, por ejemplo. Un caso emblemático es el Bicentenario de nuestra nación y todo el conjunto de iniciativas artísticas e intelectuales destinadas a cristalizar, desde distintos ámbitos de acción y perspectivas, una imagen del país. En estas iniciativas se conjugan los doscientos años de historia de vida independiente en una suerte de relatos parciales y específicos,
Foto: Claudio Pérez
cruces y rupturas, que proceden de la misma historia, de la arquitectura, de las artes visuales, la ciencia, etc.; todas las disciplinas al encuentro del hecho simbólico, recreándolo desde sus propios saberes. Curiosamente, la Empresa Nacional de Minería cumple para esa misma ocasión cincuenta años de existencia, otro de esos números que ameritan detenerse y reflexionar. En este caso sobre una de las entidades clave en el fomento y desarrollo de la pequeña y mediana minería en Chile. Hoy en día se conoce latamente la trascendencia de la industria minera en el desarrollo del país. El impacto que tuvo el salitre es de conocimiento masivo; Chile se transformó en el mayor productor de nitrato del mundo y entre 1880 y 1930 las exportaciones salitreras constituyeron el área más importante de su economía. Mucho también se ha escrito sobre la gran minería del cobre del país, y sus hitos fundacionales como la creación y explotación de los yacimientos de cobre de Chuquicamata, El Teniente y Potrerillos, en las dos primeras déca-
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das del siglo pasado. La explotación cuprífera a gran escala fundada en el capital extranjero significó para el país un salto exponencial que le ha permitido hasta hoy constituirse en el principal factor de desarrollo económico del país. Desde 1990 Chile ha triplicado su producción de cobre, llegando a aproximadamente 5,35 millones de toneladas métricas anuales. Esto ha significado que en estos últimos 19 años el país aumente desde un 16 por ciento de su participación mundial de cobre a un 36 por ciento el año 2008. Junto al boom que estos hitos marcaron en la historia económica y social del país –por cierto, política también– existe lo que se ha llamado pequeña y mediana minería, cuyo aporte no deja de ser importante tanto en el plano económico –genera encadenamientos productivos por 60 millones de dólares anuales– como social, en la incorporación de una cantidad significativa de personas que viven en localidades apartadas y rústicas y cuya única fuente de ingreso la constituye esta industria. Pero más allá de estos antecedentes, la pequeña y mediana minería representa un invaluable patrimonio histórico, cultural y social de Chile. Hay que recordar que el principal proyecto económico en el periodo de la Conquista se constituyó a partir de los lavaderos de oro ubicados al sur del Biobío. Esta explotación aurífera generó el capital original que otorgó los excedentes que hicieron posible la instalación de otras actividades económicas. La pérdida de estas provincias tras la victoria araucana en Curalaba (1598), determinó finalmente redefinir el eje económico del Reino de Chile hacia la producción agrícola, localizada principalmente en el valle central. Durante los dos siglos siguientes la explotación minera fue escasa y de poca importancia, aun cuando se realizó en casi todos los recursos: cobre, oro, plata, salitre y carbón. Esta situación cambia ostensiblemente a principios del siglo xIx, principalmente en la explotación de cobre y plata en el Norte Chico y ya en 1830, se podía avizorar que el futuro de la República se construiría desde la minería. Un
enami en la historia de la pequeña y mediana minería en Chile
camino largo, con fisuras y contradicciones, de esperanzas y frustraciones, construido sobre la base de tenacidad y esfuerzo, en un territorio inhóspito y a veces brutal. En el famoso “descampado” nortino –de cuya aridez y rigor fueron testigos los hidalgos de la Corona y cuya imagen territorial no estaba en la conciencia nacional– se comienza a perfilar la historia de la actividad productiva más importante del país. La gran minería se erigirá desde esta plataforma, sobre los cimientos construidos por los pequeños y medianos mineros y, sin duda, por el inmenso aporte de sus forjadores. Se asentará a partir del descubrimiento de yacimientos hecho por espíritus aventureros, visionarios y esforzados y por un notable cúmulo de conocimientos entregados por estudiosos de la minería y geología. Un sector olvidado a principios del siglo pasado, entrampado, por largo tiempo, en permanentes contradicciones, con un sistema precario de producción, sin capital suficiente de trabajo y absolutamente vulnerable a las fluctuaciones del mercado. Estas condiciones desventajosas se hicieron aún más patentes al no existir un Estado que procurara asumir un rol activo en torno a la actividad. La creación en 1927 de la Caja de Crédito Minero, Cacremi, y posteriormente de la Enami –dos instancias decisivas en la generación de un sistema integral de fomento de la pequeña y mediana minería– saldaría una cuenta pendiente del Estado chileno con este importante y tradicional sector de la economía nacional. La celebración de un aniversario requiere de una reflexión –como decía al principio– y de un gesto creativo que quede en la memoria. Creo que este hermoso libro representa precisamente esto: un homenaje efectivo a Enami y también a todos los pequeños y medianos mineros, sector fundacional de la minería chilena.
En la actualidad un promedio de 1.300 productores de pequeña minería y 15 de mediana minería hacen sus entregas de minerales y productos mineros a Enami. la actividad que realizan genera encadenamientos productivos por 59 millones de dólares al año en promedio. Foto: luis ladrón de Guevara.
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Enami fue creada el 5 de abril de 1960 mediante la fusión de la Caja de Crédito y Fomento Minero, Cacremi, con su filial, la Empresa Nacional de Fundiciones, Enaf, alcanzando vida legal a través del DFl 153 del mismo año. A grandes rasgos sus actividades se consagran en el fomento de la pequeña y mediana minería, en la producción –procesamiento de los minerales en sus plantas de beneficio, fundición y refinación– y en la actividad comercial que permite colocar los productos en los mercados globalizados en condiciones favorables para los proveedores de la empresa. En la foto, un encargado de cancha, en los años 60, recibe los minerales de un productor minero. Foto: Archivo Enami.
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parte i minería desde el origen
Foto: Museo histórico Nacional
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18 julio Castillo narváez
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la
minería en las Culturas prehispániCas Julio Castillo Narváez
e
n la historia de la humanidad, la metalurgia representa una auténtica revolución que implicó, entre otros, un proceso de control y transformación de la materia mediante el uso del fuego. Este proceso de “domesticación” de los minerales dio paso a distintas eras o edades, en las que el ser humano fue descubriendo las características y bondades que le brindaban los distintos elementos de la tierra. La mezcla de estos dio origen a nuevos minerales, como el bronce, que es una aleación originada por la mezcla del cobre con otro metal, como por ejemplo, el estaño o el arsénico, lo que aumenta su dureza a costa de su maleabilidad. Centro metalúrgico de Viña del Cerro, en pleno valle de Copiapó. De este asentamiento construido por los inca se obtuvo por mucho tiempo parte importante de la producción minera de cobre de la zona central y norte del territorio chileno. En la imagen, sector destinado a 26 hornos de fundición tipo huayra. Estos hornos, generalmente de barro o de piedra, estaban provistos de agujeros a través de los cuales circulaba libremente el aire. las huayra se emplazaban en sectores de gran exposición al viento, que actuaba como tiraje natural, permitiendo que el combustible dispuesto en su cámara central llegara a las temperaturas requeridas para la fusión del mineral. Foto: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
Este proceso de desarrollo de una cultura metalúrgica representó una innovación técnica de primer orden que le permitió al ser humano crear nuevas manufacturas más duraderas y eficaces. La creación de esta cultura se puede visualizar como un camino cada vez más profundo de observación, experimentación y aprendizaje del ser humano con su entorno, que dio paso a nuevos cambios tecnológicos y nuevas formas de explotación de diversos minerales así como al desarrollo de diferentes técnicas de fundición y aleación de dos o más metales y a la experimentación de nuevos diseños. En otras palabras, la construcción de una cultura metalúrgica significó un juego activo de desarrollo de manufacturas e “ideofacturas”, que fue evolucionando hasta llegar a un dominio refinado de los minerales arrancados a la tierra. La metalurgia ha tenido tres momentos claves en la historia de la humanidad. Según Dorothy Hosler,1 profesora de arqueología del MIT, la región de Turquía presenta los testimonios más 1 Hosler, Dorothy. “Los orígenes andinos de la metalurgia del occidente de México”. Edición en la biblioteca virtual Luis Ángel Arango: 2005-05-25.
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bajo la dirección de representantes de los inca, en los principales centros minero-metalúrgicos se realizaban frecuentes ritos propiciatorios y pagos, gracias a los cuales los cerros, complacidos, entregaban sus riquezas. la actividad ritual en algunos sitios fue notable. En la mina de Cerro Verde –foto– y en el centro metalúrgico de Viña del Cerro, las autoridades mandaron a construir un ushnu o plataforma ceremonial. Foto: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
la minería en las Culturas prehispániCas
antiguos del trabajo en metales. “Son fragmentos de cobre nativo martillados que datan de alrededor de 7.000 años antes de nuestra era. La espectacular metalurgia de la China surgió alrededor del 5000 a.C”. En el caso de América –señala la autora–, “La metalurgia comenzó a desarrollarse más de mil años antes de nuestra era, en Sudamérica, más exactamente en los Andes centrales. Allí culminó en una tecnología multifacética basada en los dos bronces, de cobre - arsénico y cobre estaño, en aleaciones de cobre - arsénico - níquel, de cobre - plata, cobre - plata - oro, y de cobre oro y en la elaboración de técnicas sofisticadas de tratamiento de las superficies mediante el enriquecimiento y el laminado”. La metalurgia mesoamericana representa un caso de especial interés. Apareció repentinamente en el occidente mesoamericano entre los años 600 y 800 de nuestra era. Esto se produjo después del auge de las grandes civilizaciones del periodo clásico mesoamericano; por ejemplo, de la cultura maya, en el sudeste, y de la teotihuacana, en la cuenca del valle de México. Existen testimonios de conquistadores como observadores de este nuevo mundo. Fernández de Oviedo, que viajó a las Indias en 1513 como parte de la expedición de Pedrarias Dávila a Panamá, ostentó dos cargos, “la escribanía de minas e del crimen” y el “oficio del hierro de los esclavos e indios” que le permitieron decir en 1526:2 “Los indios saben muy bien dorar las piezas e cosas que ellos labran de cobre e oro muy baxo. Y tienen en esto tanto primor y excelencia y dan tan subido lustre a lo que doran, que paresce e que es tan buen oro, como si fuese de veynte e tres quilates o mas…” Acercándonos hacia el sur del continente, el poblador andino logró, en dos mil años de experimentación, el dominio de las más sofisticadas técnicas para fundir, alear, amalgamar, laminar, unir y soldar los metales. La técnica de la soldadura ya era conocida por las denominadas culturas regionales (200-800 d.C.), de las cuales sobresalen los estudios de la cultura moche por
Walter Alva3 en el sitio de Sipán, reportándose contextos funerarios de élite, en diversos metales (oro, plata, cobre, dorado, entre otros) y evidenciándose un trato naturista, exquisito y a la vez complejo en cada una de las piezas trabajadas. Además, se describe un amplio dominio de la técnica de soldadura al frío para unir los metales, a través de engrapes, traslapes, remaches y lengüetas. Las grandes culturas precolombinas del Perú, –los moches o mochicas, los chimúes y los incas– fueron ejemplo de admirables trabajos metalúrgicos, en oro, plata, cobre y sus aleaciones. La cultura inca se desarrolló entre los siglos xII y xIV de nuestra era y tuvo su apogeo en el siglo xV. A su llegada al Perú, los españoles encontraron una industria minera muy activa y diversificada, que trabajaba el oro (cori), la plata (collqui), el cobre (anta) en gran escala, el mercurio y variadas aleaciones: bronce (cobre y estaño), champi (oro, plata y cobre) y tumbaga (cobre, oro y estaño). También trabajaban –y de manera magistral– la piedra, sin más recursos que el ingenio y herramientas elementales, movilizando bloques de piedra que pesaban hasta cien toneladas, logrando uniones y acabados notables. Llevaron expertos metalúrgicos chimúes al Cusco, capital del Imperio inca.
2 Citado por el arqueólogo Pedro Ibérico. En: http://arqueologia. deperu.com/metales.html
3 Walter Alva Alva es un arqueólogo peruano. Fue director del Museo Brünning de Lambayeque.
la
expresión metalúrgiCa
prehispániCa en
Chile
Gerónimo de Bibar, cronista que narró la llegada de Pedro de Valdivia a Chile, describía a los habitantes del valle de Coquimbo como una cultura familiarizada con la metalurgia: “Son del traje de los del Guasco, y de sus ritos y ceremonias y costumbres que los del Guasco. Es lengua por si. En este valle hay muy grandes minas de oro; son trabajosas de sacar por faltar el agua y estar lejos el rio. En algunas partes de este valle hay algarrobos, y en algunas partes hay chañares. Hay calces y hay mucho arrayán. Hay por fuera del valle en lo alto y lomas unos árboles a
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En algunas regiones del Tawantinsuyu, la calificación que implicaba el trabajo con los minerales y metales llevó a que los trabajadores se convirtieran en artesanos expertos en la aplicación de técnicas para el tratamiento de las materias primas en cada una de sus etapas. Mientras unos cumplían funciones generales, estos se ocupaban exclusivamente de la producción metalúrgica para el inca. En la foto, una placa de cobre –seguramente usada como pectoral– y una cabeza de maza estrellada, del mismo metal, el cual fue utilizado ampliamente en la fabricación de herramientas y armas. Fotos: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
la minería en las Culturas prehispániCas
manera de madroños. Es muy buena leña para el fuego. Hay muchas hierbas de nuestra España. Tiene metales, cobre y de otras suertes”.4 El arqueólogo Lautaro Núñez –del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) de la Universidad Católica del Norte–, y su equipo, han realizado una exhaustiva investigación del campamento minero Chuquicamata-2 y de la explotación cuprífera prehispánica en el desierto de Atacama, sustentando la idea de que en el pasado existió un intenso tráfico de metales. Según Núñez, el campamento Chuquicamata-2 (Chu-2), datado por C14 en 780-1020 d.C., representaría “un régimen laboral local instalado en una de las áreas más altamente mineralizadas del norte de Chile durante los últimos eventos del flujo Tiwanaku”.5 El río Loa fue testigo de una actividad metalúrgica importante en 1390 d.C., cuyos vestigios descansan en enterramientos situados en el cementerio Chunchurí o DuPont. En el año 1968, Núñez detectó varias campanitas plegadas, placas de cobre y pequeñas láminas de oro. Anteriormente, en 1913, Max Uhle “habría recuperado cerca de 204 cuerpos agrupados en un número desconocido de tumbas colectivas e individuales. De este contexto provienen campanitas de cobre y oro, una plancheta de oro con cabeza de felino, placas rectangulares, discos, tubos, hojas de hachas, una placa de cobre en forma de ‘T’ y fragmentos de óxido de fundición”.6 Las labores de fundición se realizaban en un tipo de horno, la guaira, abreviación del quechua wairacína, voz presente ya en la obra de Cieza de León, y definida en el DRAE (2001) como “horno pequeño de barro en que los indios del Perú fundían los minerales de plata aprovechando la fuerza del viento”. 4 De Bibar, Gerónimo: Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reynos de Chile. Edición facsimilar y a plana del Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, Santiago de Chile, MCMLxVI. 5 Núñez A., Lautaro; Carolina Agüero P.; Bárbara Cases C. y Patricio De Souza H. El campamento minero Chuquicamata-2 y la explotación cuprífera prehispánica en el Desierto de Atacama. Estudios atacameños [online]. 2003, núm. 25, pp. 7-34. ISSN 0718-1043. 6 Op. cit. p. 8.
En pleno desierto de Atacama, al noreste de Calama, entre los cerros cercanos a Chuquicamata y San José del Abra, este asentamiento de mineros atacameños explotaba para el inca óxidos de cobre y una mina de turquesa, bajo un régimen de trabajo al servicio del Estado, conocido como mi’ta. Este antiguo complejo minero fue explotado desde épocas anteriores al Tawantinsuyu, pero solo bajo el dominio inca se lograría congregar una verdadera población de especialistas dedicados exclusivamente a la minería. Foto: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
En la localidad de Quillagua, Latcham (1938) también señaló una alta presencia de objetos metálicos en ofrendas funerarias. Este hallazgo fue ratificado por otros objetos similares que se remontan al año 600 a.C., en el caso de las formaciones tumulares de Quillagua-89, con evidencias de placas y cuentas tubulares de cobre martillado, y al año 1000 d.C., en el caso del cementerio Oriente (Qui-01), con registros de brazalete y placas de metal (Agüero y otros, 1997, 1999 y 2001). El estudio de los arqueólogos citados anteriormente nos indica que los habitantes del río Loa, de los oasis atacameños y aquellos de la costa del desierto de Atacama organizaban
grupos mineros en los distritos con mayores recursos desde antes de los incas. Sin lugar a duda, el aporte de las culturas prehispánicas no se expresó solamente en las manufacturas de objetos de diversos metales, sino que también en el lenguaje, a través de distintos americanismos ligados a las actividades metalúrgicas. María Teresa Cantillo, de la Universidad de Salamanca, realizó una investigación de la terminología minera de origen prehispánico a partir de un análisis de la obra Arte de los metales, del Padre Álvaro Alonso Barba, texto publicado en 1640 “que describe, además de aspectos concernientes a las características y
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Crisoles de cerámica y piedra se han encontrado en diversos áreas mineras de Chile. En ellos se depositaba el metal fundido para ser moldeado. la mayoría de las instalaciones mineras se ubicaban en la precordillera. Especialmente frecuentes fueron los laboreos de cobre en el norte árido y semiárido. Desde los valles ariqueños hasta la zona central, martillos, cinceles y cuñas de piedra se batían contra las vetas de crisocola, malaquita o atacamita de las montañas andinas. También hubo operaciones mineras y evidencias de fundición –aunque mucho más ocasional– en la costa, como es el caso de la célebre mina de plata de huantajaya, cerca de iquique. Fotos: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
la minería en las Culturas prehispániCas
El tumi, un cuchillo que servía para diferentes propósitos utilitarios y rituales, solía llevarse colgando del cuello, como pectoral. Foto: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
propiedades de metales y minerales, distintos métodos de beneficio en uso en la América colonial, y que ha sido considerado la única obra metalúrgica original escrita en cualquier idioma en el siglo XVII”.7 En su investigación, Cantillo registró distintos nombres de aparatos ligados a la actividad minera, que tienen su origen en las lenguas indígenas, tales como el maray, del quechua maran ‘piedra de moler’, poruña de puruña, o callana de kallana ‘tostadora’, término todavía usado en el campo chileno para referirse a un receptáculo metálico que se pone sobre el fuego para tostar el trigo, y algunos artefactos para lavar los metales como la batea, el vilque o virque y la cocha, que son estanques de distinto tamaño para recoger el agua en que se lavan los metales.8 La cultura diaguita chilena, procedente del noroeste de Argentina, se desarrolló desde el 7 Cantillo Nieves, María Teresa. Terminología minera de origen americano en el arte de los metales (1640), de Álvaro Alonso Barba. Proyecto HUM2004-0402/FILO, financiado por la DGCyT. Universidad de Salamanca. 8 Op. cit. p. 631.
río Choapa, en el centro del país, hasta la frontera con Perú. En el tercer periodo (siglos xIVxVI) de esta cultura, que corresponde al dominio incaico, se sitúan los restos de metalurgia y cestería, así como los petroglifos. A su llegada, los incas encontraron establecida en el valle de Copayapu –más tarde de Copiapó–, así como en el resto de los valles transversales del norte semiárido, una cultura muy desarrollada conocida como cultura diaguita chilena, con agricultura basada en el riego artificial y artesanías de alto valor artístico. El encuentro de ambas civilizaciones de alto nivel dio origen a una nueva fase de la cultura diaguita, que consistió en una amalgama de ambas, con nuevos cánones estilísticos en las artesanías, especialmente en cerámica y, sobre todo, renovación de las técnicas de extracción de minerales y su metalurgia. Hans Niemeyer señala que el valle del río Copiapó muestra la más acabada expresión de la tecnología metalúrgica incaica. A su llegada, Pedro de Valdivia supo de tales adelantos hace
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el tío, por Rodrigo Banda
Izquierda: brazalete de plata, ornamento usado solo por la nobleza inca. Derecha: algunos objetos utilizados en rituales de sacrificio. la ritualidad buscaba asegurar que las divinidades propiciaran la fertilidad de la tierra, los hombres y los animales. Para este objetivo los inca estaban dispuestos a imponer cualquier clase de sacrificios, que redituarían no solo en la anhelada fertilidad, sino que en beneficios políticos para los dirigentes y el Estado. Foto: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
las figurillas de camélidos fueron confeccionadas en plata y oro aunque principalmente en mullu, que era una concha rojiza provenientes de Ecuador. la mayoría de las veces representan llamas, aunque en ciertos lugares se han identificado algunas que asemejan alpacas, que se reconocen por el largo de su lana que casi llega al suelo. Estas representaciones de camélidos, al igual que las figurillas humanas, tuvieron un diseño bastante estandarizado a partir de modelos muy rígidos. Foto: Fernando Maldonado. Museo de Arte Precolombino.
El “Tío” es una deidad andina que vive en el mankapacha (subsuelo aymara), sitio donde se hallan sus riquezas minerales. Los dioses andinos tienen la capacidad dual de ser buenos y malos a la vez. No se sabe con exactitud cuándo apareció el Tío; sin embargo, es en la época colonial cuando las primeras figuras de esta deidad asomaron por los socavones de La Paz, Oruro y Potosí. Fue en el momento en que se instauró la mita y los mineros ingresaban a los socavones para quedarse en varios casos hasta por siete días. Vivían dentro de la mina y allí necesitaban la protección del Tío, no solo para generar riqueza sino también para sobrevivir, porque muchos de ellos ya no volvían a salir. Al llegar a este territorio, los españoles hallaron a este ser del mankapacha y lo relacionaron con el diablo y el averno. En la Colonia, los españoles hacían campañas para catequizar a los indios que eran forzados a trabajar en las minas, espacio donde nació un sentimiento de rebeldía ante una religión que no consideraban como suya. Por eso, la figura del Tío se planteó como antítesis de Dios para la Iglesia y llevó los cuernos del demonio. La deidad es fabricada por los mismos mineros. Se utiliza como elemento de base un trozo de mineral explotado en la mina. Luego se recurre al barro y al yeso para formar su extraño cuerpo y darle un aspecto de diablo. La cabeza lleva dos astas grandes que le sirven de radar para detectar los metales preciosos. Generalmente lleva guantes y botas de minero y está sentado mostrando, al aire libre, un enorme falo que representa su capacidad de fertilizar a la tierra con los minerales que él desea. El Tío se encuentra sentado en los lugares más recónditos de la mina. Su presencia inspira respeto y mantiene un equilibrio de reciprocidad entre sus “sobrinos” mineros y su persona. Esta reciprocidad consiste en que quienes lo tratan bien serán protegidos de accidentes en el interior
más de cinco siglos, cuando los indios de Copayapu le regalaron piezas de cobre labradas por ellos en los hornos de Viña del Cerro.9 Niemeyer indica que “El valle de Copiapó posee –sin embargo– una exclusividad, algo no igualado en otro valle chileno y que no es fácil de hallar en el resto del mundo surandino. Nos referimos al establecimiento metalurgista Viña del Cerro, donde se manifiestan con toda su potencialidad la presencia y genio del Inca, que construyó un centro metalurgista compuesto de cuatro unidades que cumplen distintas funciones. La atinada elección del sitio, apto para un establecimiento de fundición de minerales de cobre, pone de manifiesto una gran dosis de perspicacia y conocimiento profundo de la to9 Hans Niemeyer F.; Miguel Cervellino G.; Eduardo Muñoz. Viña del cerro, expresión metalúrgica inca en el valle de Copiapó. Revista Creces, abril de 1983.
Foto: Claudio Pérez
de la mina y, además, con su poder mágico, les mostrará la veta tan buscada con sacrificio. Si alguien lo trata mal, le falta al respeto o no le rinde pleitesía, el Tío descarga sobre él o ella toda su ira. y como consecuencia de ello, se desprenden enormes piedras de las rocas, los callapos caen como granizo de la parte superior de los socavones. De pronto surgen gases venenosos, aguas malolientes, cambios bruscos de temperatura y corrientes de vientos helados. Es el Tío que pone trancas diabólicas hasta ocasionar la muerte. Para evitar todas esas desgracias, los trabajadores veneran al Tío cada vez que entran y salen de la mina. Todos los días, pijchan (mastican) coca en el paraje del Tío, le ofrendan la hoja sagrada, alcohol y cigarrillo. Antes de los carnavales se le rinde culto a esta deidad adornándola con mixturas, confites y serpentinas. Además se le prepara un convite, una suerte de banquete en el que abunda la comida, la bebida y el baile. Los mineros y sus familias sacrifican en su honor un gallo blanco, una llama o un cordero, con cuya sangre riegan las rocas en agradecimiento al Tío y a la Pachamama. Este rito se denomina wilancha.
pografía del valle. Seguramente los incas fueron guiados en ello por los pobladores locales”. Este breve recorrido por nuestra América muestra que la actividad minera y la producción metalúrgica jugaron un rol crucial a lo largo del devenir histórico de las poblaciones prehispánicas. Este quehacer humano estaba íntimamente ligado a un corpus de conocimiento y a técnicas que permitieron un manejo exquisito y de maestría de los metales sacados de la madre tierra. Pero ésta no era una mera actividad productiva, sino una práctica ligada a universos simbólicos, en los cuales los objetos metálicos producidos estaban conectados a sus cosmovisiones y a sus dioses. Finalmente, el flujo de metales preciosos hacia Europa significó sangre nueva que activó y transformó la vida económica y social del Viejo Mundo.
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“Un obstáculo mucho peor que el más turbulento de los océanos” Charles Darwin
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l desierto de Atacama adquiere relevancia en la conciencia nacional solo después de los grandes hallazgos mineros en el siglo xIx. Hasta ese entonces, las referencias de conquistadores, en primer lugar, y posteriormente de exploradores y viajantes hablaban de Atacama como una tierra de nadie y hostil, despoblado de fin de mundo, zona fronteriza sin catalogar, espacio de extensos arenales, territorio marginal y yermo, sin otra función más que servir de tránsito para quien se desplaza hacia o desde el Perú y la América septentrional.
El desierto de Atacama se extiende en el norte de Chile sobre el Trópico de Capricornio, entre las ciudades de iquique y Arica, por el norte, hasta la ciudad de Copiapó, por el sur. Tiene una superficie aproximada de 364.000 km2. la cordillera de los Andes, frontera con Argentina y bolivia, cadena montañosa de 5.300 m de altitud promedio, incrementa la aridez del sector al actuar como barrera natural que frena el paso de la humedad proveniente del océano Atlántico. En este desierto, llamado por los españoles el “despoblado de Atacama” y quizá el más inhóspito del planeta, se escribe gran parte de la historia de la minería en Chile. Foto: luis ladrón de Guevara.
Otra visión de Atacama y su desierto es la de un espacio de contención al norte. Esta mirada fue central en la definición del territorio chileno después de la Independencia, según se establece en diversas constituciones que no hicieron más que refrendar la legitimidad de las fronteras existentes antes de 1810 (utis possedetis). Es así que las constituciones de 1823, 1826, 1828 y 1833 hablan del desierto de Atacama como límite norte del país. En ese entonces el desierto se entendía por el territorio comprendido, a grandes líneas, entre el valle de Copiapó y el río Salado, espacio que, a partir de la minería, fue desplegando su extensión nortina hacia nuevos y ricos veneros. La región atacameña fue minera desde tiempos inmemoriales, según testimonian hallazgos de minerales de cobre, ruinas de hornos y escoria metalúrgica en sitios diversos como, por ejemplo, Viña del Cerro, una fundición de la cultura diaguita-incaica del siglo xV muy cerca de Copiapó. Pero hubo intermitencias donde poco ocurría, especialmente durante la Colonia. Solo a fines de ese periodo y a principios de la
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República comienzan a escucharse recurrentes voces anunciando aquí y allá encuentros portentosos, que movilizan a grupos de aventureros, empresarios y trabajadores en pos de una soñada opulencia en el blanco recién descubierto. Fue el caso de los reventones de plata Agua Amarga, en 1811, y de Arqueros, una década más tarde. Estos dos hitos fijan en los mapas del mundo la existencia de una región ignota, pero palpitante de riquezas inusuales. No fue por azar entonces que tres de los más mencionados viajeros de la temprana república sean atraídos a Chile por el fulgor de los metales. John Meiers viene de Inglaterra a instalar –sin éxito– una refinería de cobre cerca de Viña del Mar, experiencia que narra en Travels in Chile and La Plata, publicado en 1826. Su compatriota Alexander Cladcleugh es con-
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tratado en Londres para recolectar información in situ sobre diversas empresas mineras que operan en Chile, cuyos detalles los narra en su libro Travels in South America during 1819, 20, 21, publicado en 1825. Por su parte, Francis Bond Head, también británico, pasa por Chile en su camino hacia Argentina, donde es contratado para supervisar la puesta en marcha de una mina de plata, plasmando su visión en Rough Notes, libro que vio la luz en Londres en 1826. Estos y otros viajeros embarcados desde Europa, soportando extenuantes viajes de tres meses, proveen una mirada externa que, además de ilustrada, revela matices diferentes de la gente y el paisaje nacional, sacando a luz detalles que son difíciles de captar desde la visión propia del criollo educado. Son evocaciones
Pirquineros nortinos, en 1920. “los que suponen que el minero sudamericano es ignorante de su arte, están equivocados. Sus métodos podrán ser rudos, pero procedimientos más refinados y caros, o no se encuentran o no son financiables. la verdad es que la minería en Chile es un mal negocio, que solamente puede ser arrostrado con el concurso de la fuerza laboral más barata imaginable”, señalaba C.F.b. head en Rough Notes taken during some Rapad Journeys across the Pampas and among the Andes, publicado en londres en 1826. Foto: Museo histórico Nacional.
A contar de la década de 1870, el despoblado parece tener otra apariencia. Para muchos chilenos de ese entonces, su aspecto ya no es el de antes. Aun cuando más desértico que durante la Colonia, les resultaba cada vez menos inhóspito. Después de todo estaban logrando habitarlo y, también con esfuerzo, habían empezado a explotarlo… Al darle forma al desierto se apropiaban de sus secretos. De esta manera lo volvían más familiar. Más accesible como imagen, pero también como realidad. En definitiva, lo convirtieron en el referente de un proyecto de corte desarrollista y, por esa vía, hicieron del desierto un horizonte histórico. Manuel Vicuña, La imagen del desierto de Atacama (XVI – XIX). Foto: Museo histórico Nacional.
valiosas, en primer lugar, de las costumbres y la idiosincrasia nacional, que incluyen información sobre las instituciones, la economía y el nivel de desarrollo del país. En segundo lugar, son miradas especializadas desde la vanguardia de las ciencias naturales de Europa, focalizadas en el ordenamiento y la catalogación del mundo. En efecto, tanto Charles Darwin como Claudio Gay, Ignacio Domeyko y Rodulfo Philippi –los más connotados naturalistas europeos que conocieron y escribieron sobre la geología, fauna, flora, minería, historia y costumbres de Chile y Atacama a partir de 1830 aproximadamente–, forman parte de esta vertiente académica inaugurada a fines del siglo xVII por el sueco Carlos Lineo. La búsqueda de un sistema de clasificación de todo lo viviente para reflejar el orden de la naturaleza misma era la difícil tarea a la que se abocaron estos taxonomistas que analizaban, identificaban y clasificaban organismos hasta entonces desconocidos e innombrados. Para ello recurrían muchas veces a derivaciones de sus propios apellidos o aprovechaban de rendir homenaje a figuras admiradas o seres queridos. Gracias al apoyo de financistas, go-
biernos y sociedades científicas, los naturalistas decimonónicos organizaron viajes en los cuales ejercían tanto como hombres de ciencia como de exploradores y aventureros, escudriñando a través del siglo todos los rincones del planeta, trayendo a la palestra miles y miles de nuevas plantas y animales. Debido a la diferencia de cultura y educación, los aportes y las visiones de los viajeros que nos visitaron no solo complementaron aquello ofrecido por el reducido establishment intelectual y universitario de la localidad sino que, gracias a su nivel desarrollado de conocimiento, sentaron las bases de la educación y del estudio de la ciencia en Chile y plasmaron contribuciones de fuste a la ciencia universal. En 1835, Charles Darwin (1809-1882) hizo el trayecto a caballo entre Valparaíso y Copiapó, en donde lo esperaba el Beagle para retornar a Inglaterra vía el Callao y las Islas Galápagos. Sabemos que a raíz de este viaje y de su experiencia posterior con la riquísima variedad de especies animales en las islas ecuatorianas, Darwin echó las bases de un pensamiento que refundaría la ciencia universal con los postulados de las leyes
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de la evolución. Antes de ese viaje esplendente, en los preámbulos del surgimiento de un nuevo paradigma que modificaría el conocimiento del mundo y desplazaría a Dios como artífice de la Creación, Darwin mira, descansa y escribe sobre la vida social de Copiapó: Un valle que contiene 12.000 almas pero que produce solamente para tres meses del año, debiendo traerse el resto del abastecimiento desde Valparaíso y el sur.
Darwin llegó a Copiapó en pleno auge de la plata, tres años después del descubrimiento de Chañarcillo. En su derrotero había visitado otros campamentos y sitios mineros, como la mina de Arqueros cerca de Coquimbo, cuyo propietario era José Edwards, proveniente de un familia minera que, al igual que muchas de igual origen –los Walker, Ossa, Carvallo, Subercaseaux, Cousiño, Chadwick, entre otras– se constituyeron desde entonces y hasta hoy como referentes obligados de las familias oligárquicas y aristocráticas de Chile, tanto por su méritos empresariales como por el ostentoso despliegue de sus riquezas en modos de vida y palacios desconocidos en el país hasta entonces que levantaron, salvo contadas excepciones, no en ciudades de Atacama, sino en Santiago. Pero en su descripción de los atacameños, Darwin prefiere detenerse sobre representantes populares chilenos y no sobre quienes adoptan estilos de vida europeos. Habiendo leído en el texto de Head sobre Chile acerca de la gran fortaleza del apir y de su febril actividad, decide comprobar en forma directa el peso de la carga que los trabajadores transportan desde la profundidad de los socavones. Darwin mismo evalúa el peso de un capacho de mineral que resulta contener “solo” 197 libras cuando lo normal eran 200 libras que el apir cargaba desde una profundidad de aproximadamente 73 metros. Comenta que las “regulaciones” prohibían al apir detenerse a tomar aire excepto cuando el socavón excedía los 200 metros. Narrado entre signos de admiración, el texto concluye informando que este trayecto lo realizaba doce veces al día, lo que significaba el acarreo de al-
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rededor de 1.200 kilos durante la jornada. El apir utilizaba su tiempo libre quebrando el mineral a golpes de combo. Se queja el inglés de lo “maravillosamente exorbitante” caro para Sudamérica que es todo. La razón es el costo del transporte entre Copiapó y el puerto que resulta en precios más elevados que en Inglaterra para la carne, las aves y el combustible, que son “palos de leña traídos en mula desde una distancia de tres días en la Cordillera”. No fue una impresión muy benévola la que Darwin se llevó de Copiapó y de Atacama. Escribe incluso: “Estoy cansado de repetir los epítetos ‘desolado y estéril’” para referirse al lugar que, por lo demás, generaba una población cuyo “único tópico de conversación son las minas y los minerales” y cuyo única “inclinación es hacer dinero y después emigrar tan rápido como sea posible”. No se equivocaba Darwin. La población de Atacama entre 1835 y 1865 había crecido rápidamente de unas 21 mil personas a cerca de 80 mil, pero era una población basada en la inmigración y atenta a los descubrimientos y a los
Para el vocablo “apa” recogido bajo la expresión al apa, lenz piensa en una etimología quechua apay llevar, cargar, documentada por Middendorf, aunque señala que bertonio le asigna un origen aymara: apa la carga, de apatha llevar, o mejor, llevar a cuestas. Según rodolfo lenz, el vocablo puede haberse incorporado al español de Chile como término minero, ya que documenta también “apir” o “apire”, relacionado con “apa” en cuanto se refiere al minero que transporta a cuestas los minerales en capachos –sistema que aún hoy se mantiene–, y estas voces provienen del aymara apiri el que lleva, portador. “llevar a cuestas en el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Chile (Alech)”, Claudio Wagner, Estudios Filológicos, núm. 34, 1999, pp. 193-200. Esta imagen de 1960 muestra a un pirquinero con su apir. Foto: Museo histórico Nacional. Foto: Fernando Maldonado. Archivo Museo de Arte Precolombino.
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ciclos de alzas y bajas de los precios mineros. Cuando la cotización de los metales caía o se agotaba algún mineral la población rápidamente buscaba otros derroteros y era preciso atraer mano de obra extranjera o de otras regiones de Chile mediante incentivos de distinta índole para mantener la actividad. El intendente de Atacama dice en su Memoria de 1850: Concentrándome en el Departamento de Copiapó, haré algunas observaciones: Suponiendo que la población suba de 25.000 almas, cálculo tal vez exagerado, sólo la tercera parte tiene residencia fija i arraigada en este suelo: las demás son personas solteras, argentinas, europeas de diferentes países, o chilenos cuyas familias están ausentes.
La mención de “personas argentinas” no es gratuita, pues ellos formaban parte fundamental de la mano de obra minera, hasta constituir un cuarto de los habitantes de Copiapó en los años de auge de Chañarcillo. Aunque no existe un estudio profundo para analizar su relación, la inmigración coincidió con la tiranía de Manuel de Rosas en las tierras del Plata y el exilio a nuestro país de muchos de sus intelectuales, incluido el futuro presidente de la República Argentina, Domingo Faustino Sarmiento, quien vivió y trabajó como minero en Copiapó. El caso de Claudio Gay (1800-1873) fue diferente, aunque no estuvo exento de críticas su forma de hacer las cosas en Chile. El naturalista francés llegó al país el 8 de diciembre de 1828 como profesor de ciencias físicas y químicas en el recién fundado Colegio de Santiago. En 1830 firmó un contrato con el ministro Diego Portales para recopilar antecedentes sobre la historia natural, la geología y la zoología de Chile, además de elaborar cartas geográficas y planos. Estuvo más de diez años recorriendo el país, con algunos viajes a Perú y Francia para investigar material adicional que lo llevarían a completar su Historia Física y Política de Chile, obra monumental de 26 tomos. Conjuntamente publica su Atlas en dos volúmenes que devela en ilustraciones especializadas los exponentes endógenos de la flora y fauna nacionales, además de presentar un estudio sobre los aspectos sociales y costumbristas de la joven república.
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En carta escrita a Ignacio Domeyko a bordo del vapor Perú que lo llevaba a Copiapó en la primavera de 1841 para conocer el fenómeno del desierto florido, Gay le comenta: …Después de haber renunciado cuatro o cinco veces de hacer el viaje a Copiapó me he decidido, al fin, a realizarlo para no dejar ningún punto de Chile sin visitar. Sin duda, la vegetación de la costa habrá desaparecido en parte, pero me queda la cordillera y me agrada creer que en ella podría hacer algunas buenas colecciones.
El interés anticipatorio de Gay por el tema ambiental y ecológico es tal vez el primer vislumbre en Chile de una cuestión que iría a probarse central en la agenda ciudadana y gubernamental muchas décadas más tarde. En efecto, a los ojos de Gay, que estaba fuertemente influido por los agricultores de su tiempo, el uso de la madera local en las fundiciones debido a los descubrimientos de minerales de plata ya mencionados, explicaría el agotamiento de matorrales y arbustos y la cuasi desaparición de la jarilla, la algarrobilla, el algarrobo y el espino. La introducción de los hornos de reverbero del minero alsaciano radicado en Chile, Carlos Lambert, en ese mismo periodo, también aumentó la presión sobre los bosques, puesto que facilitó la entrada en producción de muchos otros yacimientos de cobre abandonados por falta de tecnología para procesar minerales de baja ley. Así, la acción de los mineros habría significado el empobrecimiento progresivo de la vegetación de las provincias del norte, especialmente a partir del siglo xVIII y hasta mediados del siglo xIx cuando se comenzó a utilizar el carbón proveniente de Arauco. En 1839, Gay escribe: Esta provincia –se refiere a la Provincia de Coquimbo, a la cual perteneció Copiapó hasta 1843– se presenta ante el observador menos atento bajo un aspecto totalmente desfavorable. Los montes casi del todo han desaparecido; los árboles son débiles, pequeños y desmembrados, y las rocas descubriendo ya sus flancos en la más espantosa desnudez, parecen presagiar a esta hermosa provincia un lamentable porvenir.
El desierto de Atacama estuvo mucho tiempo como un espacio al margen de cualquier representación mental y física para los chilenos. Solo a mediados del siglo XiX el desierto deja de ser esa inasible figura de espejismos y descampados y se apropia de la conciencia de algunos, especialmente de aquellos aventurados en descubrir sus riquezas. Foto: luis ladrón de Guevara.
Asimismo asegura que la naturaleza produce vegetación y esta sería abundante en lugares no habitados: Empero, el clima no es del todo contrario a una vegetación grande y robusta; en varios lugares aislados y sobre todo distantes de las poblaciones se encuentran árboles de gran tamaño, allí se ven algarrobos, espinos, talhuenes, litres, etc., de una belleza y altura notables y si en adelante la vegetación varía y estos desaparecen, son reemplazados por sauces, lormatas, chañares y otros muchos árboles y arbustos que convienen a la fuerza de aquel terreno o a la fuerza de su clima.
Para Gay la responsabilidad de esta crisis es clara: La localidad no debe, pues, ser acusada de ingrata, sino el hombre y en el hombre solo es donde se ha de buscar la causa de la aridez de esta provincia: existe en la penuria de nuestras leyes de bosques y plantíos, y en el vicio de las ordenanzas de minería, que autorizan a los mineros para arrancar y destruirlo todo.
Investigadores modernos han planteado, sin embargo, una tesis opuesta y sugieren que el paisaje de Atacama era semiárido antes de
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la expansión de la minería. La discusión sobre los bosques fue un conflicto entre mineros y agricultores por definir la propiedad de la madera en las tierras del Valle Central y solo por extensión afectó el territorio atacameño. Pero la acusación está ahí y las interrogantes de Gay siguen produciendo entusiastas que defienden o atacan el impacto ambiental de la minería. Ignacio Domeyko (1802-1889) vino desde Lituania hasta Chile en 1838. En los primeros años realizó clases en La Serena y luego en Santiago, donde llegó a ser rector de la Universidad de Chile. Domeyko fue el primero en Chile en abordar en forma científica la mineralogía, aplicando sus estudios universitarios realizados en París. Sus trabajos fueron publicados en los Annales de Mines, revista técnica parisina que dio a conocer de su pluma la geología de los yacimientos chilenos en Europa. Enamorado de la ciencia y, no obstante su posición conservadora y ultra religiosa, supo criticar las injusticias sufridas por los mineros al escribir: Estos dueños [de las minas de Chañarcillo] juegan durante todo el día a las cartas o duermen, comen y beben exquisitas bebidas, sin preocuparse de los destinos ni del bienestar de los mineros que trabajan en provecho de ellos.
Diferenció tres épocas distintas en la historia de la minería: minería de oro durante la conquista; minería de cobre alrededor de 1800; y predominancia de la plata a partir de Chañarcillo. Debido a la agudeza y el colorido de su relato sobre el hallazgo de este depósito argentífero y su descubridor, cuyos términos fijan en la conciencia chilena ciertos atributos que acompañan a la minería hasta nuestros días, lo presento in toto a continuación: Un pobre montañés llamado Godoy habiendo salido a cazar guanacos, se sentó a descansar a la sombra de un gran peñasco que surgía del afloramiento de la veta de la ‘Descubridora’. Intrigado por el color y un cierto aspecto metálico de la parte saliente de la roca, comenzó a rasparla con su navaja, y viendo que se dejaba cortar como si fuera queso (según su modo de expresarse), se llevó un trozo de esa roca a Copiapó, en donde fue reconocida por plata plomo, es decir, por plata córnea.
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No existe chileno, por poco que conozca de minería, que no tenga en su memoria esta historia de Godoy, del guanaco y de la plata de Chañarcillo. Por alguna razón de psicología profunda, la imagen del guanaco –animal virtualmente inexistente en esos parajes hoy en día–, quedó para siempre vinculada al descubrimiento. Asimismo, el evento hizo luz sobre la estructura del negocio minero, establecido en la relación entre el financista, o “habilitador” como era popularmente conocido, y el minero propiamente tal: Ofreció la mitad de su mina a don Miguel Gallo, uno de los mineros más viejos de la provincia y para cuya juventud jamás había sido próspera la suerte. Según el arreglo que tuvo lugar, Gallo debía proporcionar el dinero necesario para la explotación y el producto debía distribuirse entre él y Godoy… y desde los primeros días de la explotación se comenzó a extraer cantidades considerables.
y Domeyko termina el pasaje con un juicio de valor sobre el comportamiento del minero: Pero Godoy, como todos los descubridores de minas, no tuvo paciencia para esperar; seducido por la esperanza de descubrir otras mejores, vendió la mitad de la mina que le pertenecía en 14.000 pesos, disipó su dinero y murió en la miseria.
Domeyko coloca en relieve las grandezas y miserias de la personalidad de Godoy y en ese acto cristaliza la imagen e idiosincrasia del personaje más colorido del norte, el apir, cateador o pirquinero, el trabajador sin descanso que, con sólido espíritu de cuerpo, manirroto y juerguero, es el sustrato esencial de la minería nortina. Domingo Faustino Sarmiento añade lo siguiente sobre este personaje que conoció cuando trabajaba en los socavones de Atacama: …el minero es un ser indomable, corrompido por principios y por hábito, no conociendo de la sociedad sino lo que tiene de más degradante e innoble. Disimulado, por la necesidad de encubrir sus diarias rapiñas, vengativo por la dureza de su carácter, no reconoce freno que contenga sus pasiones, una vez que las contradicciones del juego, la borrachera o la necesidad las irritan; y a cada momento está
la lectura del dibujo –cuyo autor se desconoce– señala lo siguiente: 1. horno usado en la fundición de cobre. 2. Cancha de beneficio o módulo de fusión de oro y plata. 3. Trapiche o molino usado en lavaderos de oro. Foto: Museo histórico Nacional.
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dispuesto a sublevarse contra todo obstáculo, seguro de encontrar solícito y cordial apoyo en sus compañeros. Tal es el minero en Chile; pero especialmente en Copiapó, donde la riqueza pasmosa de los minerales ha reunido millares de estos seres desgraciados y temibles a un mismo tiempo.
La visión del alemán Paul Treutler es más amable, pero también apunta a la informalidad y al amor por la fiesta del atacameño, describiendo de este modo las molestias por el ruido generado después del trabajo en Copiapó: Pero apenas nos habíamos dormido, las piezas del hotel comenzaron a llenarse con empleados de las minas, acompañados por muchachas con arpas y guitarras; se dieron a jugar, cantar y bailar, y a beber champaña en verdaderos raudales. Por desagradable que fuera para nosotros, no podíamos rechazar las insistentes invitaciones, y nos vimos obligados a participar en la remolienda.
¿Pero era el chileno juerguero, cangallero y violento a la vez que solidario y trabajador, como lo postula una gran mayoría de visitantes extranjeros a Atacama? Es necesaria esta advertencia por cuanto otras voces hablan del chileno como un individuo prudente, tranquilo, que solo es violento cuando ha tomado mucho licor. Así lo caracteriza el alemán Edward Poeppig: “En las fiestas públicas el bullicio nunca está en relación con la masa reunida, y se comprobarán manifestaciones violentas solo en estado de ebriedad...”. Esta violencia no parece escandalizar ni siquiera a las mujeres, como la inglesa María Graham, que se sorprende con la tranquilidad del hombre de pueblo mientras se divierte en las chinganas: Todos parecen sentirse igualmente contentos, en medio de una tranquila y disciplinada alegría. Estoy segura de que en Inglaterra entre tanta concurrencia no dejaría de haber desórdenes y riñas; pero nada de eso sucedió aquí a pesar de que se jugó mucho y se bebió no poco.
A juzgar por estas apreciaciones que versan sobre el trabajador del Valle Central, el contraste con el nortino es evidente y nos devela dos
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tipos de personajes populares en Chile, dos formas de ser que marcarían de alguna manera el modo en que los mineros y la minería fueron percibidos por la sociedad chilena en su conjunto, transmitiéndose esa impresión hasta nuestros días. En efecto, en contraste con el sumiso peón y el apacible jornalero de la zona central descritos por los viajantes extranjeros, el minero, juerguero, botarate y violento, marcaría un estilo de ser de la minería. Teniendo como base ese sustrato humano, la minería sería parte de una actividad de por sí riesgosa y poco confiable, a la cual se le niega credibilidad, teniendo como impacto negativo una mala imagen y un desmedrado posicionamiento social, generando en el terreno de los negocios mismos una marcada desconfianza que limita su acceso a la banca y al crédito y que la remite por esa vía al mundo de los negocios informales. Independientemente de su validez como descripción de un atributo real de la actividad minera, esta visión atávica y descarnada persiste en la actualidad, sobre todo en lo que respecta a los sectores pequeños y medianos de la minería. Paul Treutler creció en una familia de ricos mineros alemanes. Estudió ingeniería en minas y dirigió la explotación de los yacimientos de su familia. En 1851 visitó Londres, donde tuvo la oportunidad de apreciar muestras de la plata de Chañarcillo. Decidido a tentar suerte en Chile, arribó ese mismo año a Valparaíso. Luego viajó por la zona minera de Atacama dando como resultado un jugoso y entretenido libro de viajeros, Andanzas de un Alemán en Atacama, 1852-1858, que es una mirada fresca sobre el periodo. Entre muchas entretenidas descripciones del norte, narra un viaje en ferrocarril entre Copiapó y Caldera en 1852, cuyo trayecto de un poco más de 81 kilómetros requería alrededor de tres horas. Es también testigo de los comienzos de las luchas regionalistas atacameñas que anticipan la revolución de 1859 de Pedro León Gallo y más tarde, el nacimiento del partido radical y del sentir laico de las fuerzas más progresistas con un fuerte contenido anticlerical. Es el caso de los eventos de 1853 que generan conmoción
Paul Treutler, un viajero proveniente de Silesia, hijo de una familia minera, llegó en 1852 a Copiapó. Ahí se desempeñó en análisis “geoquímicos” de minerales de las minas cercanas. Más adelante compró algunas minas de plata en el sector Tres Puntas. Pero ninguna trabajó con éxito, Treutler perdió sus derechos y su negocio terminó en quiebra. Después trató de trabajar como “científico” o explorador en el sur de Chile. Ese proyecto casi culminó en un desastre. Su libro 15 años en América de Sur salió en el año 1882 al público. lamentablemente sus ilustraciones no siempre son auténticas, muchas son plagiadas y las descripciones que hace de los eventos –como en este caso, una chingana minera– adolecen de objetividad. Fotos: Archivo Dibam.
y marchas de multitudes en Copiapó al conocerse un edicto del Arzobispo de Santiago, Rafael Valentín Valdivieso, que pedía desde el púlpito y en volantes distribuidos por miles denunciar a los “sospechosos de herejía, excomulgados o que de otra manera perviertan las costumbres”. El alemán pensó que era un llamado manifiesto a “expulsar o asesinar a los extranjeros”, el primero de los cuales sería él mismo. Pero se dio cuenta pronto que el llamado de la Iglesia no concitaba voluntades y que la mayoría estaba en contra del edicto. Más aún, cuando el periódico El Copiapino editorializó con la idea según la cual “Copiapó no consiente ni consentirá jamás que en su seno se abran las hogueras del Santo Oficio” comprendió que Valdivieso estaba en franca minoría. En ese mismo periodo otro alemán, Rodulfo Amando Philippi (1808-1904), realizó tres viajes de exploración a la región de Atacama, del primero de los cuales resultó la conocida obra En Viaje al Desierto de Atacama, 1853-1854, publicada en 1860. Había llegado desde Alemania en
1851 a la edad de 43 años, pero rápidamente se incorporó a la escena académica y científica de Chile y, junto a su hijo Federico, desarrolló una carrera universitaria de relevancia. Publicó cerca de cuatrocientos artículos científicos en disciplinas tan disímiles como botánica, zoología, entomología, paleontología, geología, arqueología, climatología, biogeografía y educación. Entre sus publicaciones se hallan los primeros textos de estudio de ciencias naturales publicados en Chile, dirigidos a estudiantes de la enseñanza secundaria y superior. Las actividades científicas que desempeñó en el país y en Atacama pusieron de relieve un trabajo taxonómico y sistemático de proporciones, que lo llevó a describir numerosas especies de plantas, animales y hongos. De las especies descritas por él, 1.670 son consideradas válidas en la actualidad. Esta cifra equivale al 5,8% de la diversidad biológica reconocida para Chile. De hecho, incluso hasta nuestros días, Philippi es el autor del mayor número de descripciones de
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especies válidas de la biota chilena. Su libro sobre la región de Atacama parte con esta curiosa advertencia: El que quiere leer las impresiones que el viaje ha hecho en mí, el que busca descripciones poéticas, aventuras picantes, hará mejor no abrir este libro; no contiene más que hechos desnudos, pero confío que estos serán de algún interés para el geógrafo y el naturalista a lo menos.
Pero rápidamente el material escrito iría a probarse más descriptivo de las costumbres de lo que él hubiese querido. En efecto, después de su retorno a Copiapó, habiendo pasado por Chañaral donde, según dice, se plantaban fréjoles, zapallos, melones, sandías, higos y uvas, se encontró en el camino entre Paipote y Tierra Amarilla con “niñas que celebraban el Día de la Chaya”, cuya diversión principal consistía en “bañar de agua a los paseantes aunque sean de mucha consideración”. Philippi terminó bien mojado para el regocijo de los circundantes. Philippi también describe Tres Puntas, centro minero de la plata de algunos miles de personas, cerca de Inca de Oro, cuyas riquezas habían sido descubiertas en 1848 y que se mantuvo vigente hasta cerca de 1920. Como muchos otros hallazgos, Tres Puntas está cargado de engaños y disputas, esta vez resultante de una jarana de Fiestas Patrias en donde el arriero y descubridor de nombre Osorio se fue de lengua para revelar a los oyentes el lugar de la mina, según relata Philippi. Por cierto que no fue él sino otros quienes acabaron siendo los propietarios, una tendencia muchas veces repetida que los testigos extranjeros nunca dejaron de consignar. La vida en Tres Puntas la narra también Paul Treulter, quien se detiene en la alimentación recibida por los mineros. Por la mañana era un medio kilo de pan y dieciséis higos secos, a mediodía un plato de porotos con grasa y pimientos y en la noche un “puré de trigo”. Los domingos recibían el premio con 250 gramos de carne seca. Los altos costos de los alimentos hacían imposible acceder a ellos a menos que se quisiera acudir a la pulpería de la empresa que cobraba un 50% más caro de los ya elevados precios del mercado local. Esto daba
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paso a un endeudamiento que se resolvía con la obligación del minero a trabajar hasta saldar la deuda o, lo más usual, con su fuga a otras labores y parajes. Como era costumbre en las placillas mineras, las distracciones y alegrías de los habitantes de Tres Puntas giraban en torno al licor, las prostitutas y el juego, aunque hubo momentos para otras entretenciones como la “pelea de gallos y las corridas de toros”. Estos dos eventos son mencionados en la carta enviada a su padre por un minero inglés de Cornwall que trabajaba allí en junio de 1852 y que firma con las iniciales J.G. “Estamos cómodos acá y en buena salud y con fuerza y me gusta mucho el lugar aunque es muy yermo –afirma J.G.– La primera vez que hice la ruta (a Tres Puntas desde Copiapó) vi hombres muertos tendidos a la vera del camino. Eran chilenos que habían cruzado los Andes y que habían muerto en el trayecto”. J.G. también se queja de la poca religiosidad de la gente puesto que “no hay cánticos ni rezos los domingos”, lo que le lleva a decir: “Querido padre, aquí son todos católicos romanos pero gracias a Dios que yo no soy uno de ellos”. Un siglo y medio más tarde, la mirada de los visitantes extranjeros a Atacama, su desierto y su gente sería sin duda diferente. Si el paisaje se mantiene similar con las modificaciones propias de la nueva infraestructura y tecnologías mineras y agrícolas, la gente y su nivel económico y social han definitivamente cambiado. En efecto, gracias a la minería y a las actividades agropecuarias, los niveles de educación, salud, previsión, seguridad y vivienda en Atacama no exhiben las diferencias que escandalizaron a los visitantes decimonónicos. No podrá decirse que persisten las llagas sociales que hubo entonces, como puede ocurrir en otros espacios del continente americano. La minería hoy se hace eco de una profunda preocupación ambiental, lo que hubiese llamado la atención de Gay. La condición social y el bienestar de los trabajadores exhiben mejorías notables en cuanto a ingreso y acceso a los servicios sociales, lo que hubiese contado con el beneplácito de Domeyko. Tanto éste como
Tres Puntas –ubicado a 80 kilómetros de Copiapó– es probablemente el segundo distrito minero histórico más conocido después de Chañarcillo. Todavía se puede observar una gran cantidad de minas abandonadas con restos de plantas y edificios. Del mítico pueblo solo quedaron algunos muros y cimientos. Entre 1848 y 1922 la producción alcanzó entre 20 y 70 toneladas de plata fina al año. lamentablemente los yacimientos vetiformes no continuaron hacia profundidades muy altas, las leyes se bajaron y la mineralización se cambió. Pero la época de bonanza de este distrito no fue tan corta como generalmente se ha pensado: 30 años después del descubrimiento la producción de plata fina alcanzó cerca de 27 toneladas. Foto: Wolfgang A. Griem. Grabado correspondiente al sector realizado por rodulfo Philippi en 1860.
Philippi se habrían sorprendido positivamente de los cánones altamente transparentes y controlados que rigen la apropiación de los recursos mineros. La existencia de una universidad de prestigio y tradición y de múltiples manifestaciones en las artes, las ciencias y la literatura hubiesen suavizado las reticencias respecto del nivel cultural de los copiapinos expresadas por Darwin. Incluso Treutler, que fue testigo de la revolución de 1859 y de otras
conmociones sociales, se hubiese maravillado de la normalización institucional y de la fortaleza del Estado de derecho en Chile. Por supuesto que en los albores del siglo xxI Atacama y su desierto no son El Dorado ni Jauja, pero se mantienen como una tierra de múltiples promesas que son mejor percibidas a la luz de las carencias y potencialidades que muchos visitantes conocieron e intuyeron cuando su vocación y destino mineros se estaban recién forjando.
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Situada en la comuna de Vallenar, en la provincia de huasco y con aproximadamente 1.200 habitantes, la localidad de Domeyko debe su nombre al destacado ingeniero y académico lituano, pionero de la enseñanza superior de la minería en Chile, autor de cerca de 600 publicaciones y 400 manuscritos; y quien fuera por tres periodos rector de la universidad de Chile. Foto: luis ladrón de Guevara.
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minería Como eje dinamizador de C hile en el siGlo XiX Carmen Gloria Bravo Quezada
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firmar que la minería fue el eje del desarrollo del Chile decimonónico implica constatar, en primer lugar, que en el ámbito económico el sector exportador chileno estuvo dominado por la actividad minera. Entre 1840 y 1879, los productos minerales constituyeron entre la mitad y las dos terceras partes del valor total de las exportaciones del país y la más importante exportación en dicho sector correspondió al metal rojo, especialmente la de cobre fundido o refinado (barras y lingotes), que aumentó más de diez veces entre 1844 y 1878. Pero y tan trascendental como estas cifras, la minería y su relación con la prosperidad o decadencia económica generó un polo dinamizador
El auge que experimentó la industria del cobre en la región minera entre 1841 y 1884, significó el fortalecimiento de los múltiples eslabones que eran necesarios para alimentarla. Desarrollo portuario y naviero, un incremento y especialización en la mano de obra y un mejoramiento de las fórmulas para captarla, además de la complejización de las estrategias de financiamiento de las empresas, fueron signos visibles de esta modernización. Foto: Luis Ladrón de Guevara.
que imprimió a la realidad chilena del siglo XIX un sello innovador que estuvo marcado por los cambios en la estructura y relaciones del mundo laboral y por el impacto en el ámbito demográfico nacional.
la
minería en el imaGinario ColeCtivo
Inmediatamente iniciado el siglo XIX una sucesión de grandes hallazgos argentíferos –Agua Amarga (1812), Arqueros (1825), Chañarcillo (1832) y Tres Puntas (1848) – hizo de Chile uno de los principales productores de plata a nivel mundial. Estos portentosos yacimientos incubaron en el imaginario popular la idea del enriquecimiento inmediato a través de la actividad minera y vívidos relatos sobre los senderos y sus hitos, tema preferido en la charla de los cateadores, terminaron por generar una corriente de entusiasmo y movilización demográfica de magnitud hacia el norte chileno. Carlos María Sagayo, en su Historia de Copiapó, señala que “se refieren derroteros con tanto tinte de certidumbre, con tanta exactitud se cuentan las jornadas de viaje, se demarcan con tanta
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precisión los cerros, las quebradas, los árboles y demás contornos del punto de la riqueza, que al escucharlos se siente uno arder de entusiasmo por ponerse en marcha”. Así, se generó una fascinante epopeya de cateadores, mineros, aventureros de toda laya que dejaron sus tierras de origen en busca de un futuro improbable. Ni el rudo trabajo minero, ni el inhóspito paraje, con la consecuente escasez de elementos básicos para la subsistencia –agua, víveres, vivienda y transporte– fueron óbice para el asentamiento en el Norte Chico de un número considerable de trabajadores chilenos que insuflaron vida a la región y con ello convirtieron a la minería del cobre y de la plata en los ejes dinamizadores de la economía del país en el siglo XIX.
la minería Como eje dinamizador de Chile en el siGlo XiX
la
aCtividad minera Como transiCión
a la proletarizaCión
Si bien es cierto –especialmente en el caso de los distritos argentíferos de Chañarcillo y Tres Puntas–, que el norte de Chile fue la base de las más importantes fortunas particulares del siglo, tales como las de Agustín Edwards Ossandón, Gregorio Ossa Cerda y Matías Cousiño, la realidad es que miles de trabajadores que se desplazaron incesantemente por la zona buscando cumplir el sueño minero del hallazgo de un gran derrotero, terminaron siendo un grupo humano que debió enfrentar los desafíos de una proletarización incipiente. La explotación minera, específicamente la argentífera y en menor medida la cuprífera, estuvo signada por escasos progresos tecnológi-
Hacia finales del siglo XIX, los rasgos clásicos del trabajo minero experimentaban un notorio debilitamiento. El número de apires había descendido, los cateadores perdían su importancia como la tuvieron en los inicios del siglo y otros que desempeñaban los trabajos más arduos simplemente habían desaparecido. El desarrollo de la minería configuró una nueva estratificación laboral acorde a la modernización y tecnificación de la industria y en este sentido, ingenieros, mecánicos, ensayistas, entre otros, representarían el escalafón más alto de empleados, mientras que los barreteros, chancadores, apires y demás trabajadores se mantendrán en la base de ésta. Foto de 1890: Archivo Dibam.
cos; de esta manera, la demanda y la movilización de mano de obra se constituyeron en uno de los pilares cardinales del trabajo minero. Se calcula que entre 1835 y 1865 la población en la región de Atacama casi se duplicó. En esta colosal concentración de población, las personas provenientes de otras provincias del país constituyeron el aporte poblacional más considerable. Cada nuevo descubrimiento minero generaba un movimiento migracional, especialmente provenientes del centro del país, desde donde cientos de peones se desplazaban con la esperanza de conseguir mejores condiciones de vida. Este notable movimiento migratorio conllevó constantes intentos de proletarización del trabajador minero que iban aparejados con el emergente proceso de consolidación del capi-
talismo en el país. Para ello, como señala María Angélica Illanes, la ley, las armas y toda la institucionalidad republicana se jugaron decididamente por allanar los obstáculos que impedían el disciplinamiento de la mano de obra minera. El “robo” de minerales y el pago adelantado, además del alcohol, la prostitución y el crimen, eran armas cotidianas de resistencia a la proletarización, que se agudizaban por la situación de frontera al estilo far west. Esto generaba una constante paralización de faenas que desesperaba a los empresarios mineros. Estos señalaban en 1846, en el diario El Copiapino, que el problema más serio que los ocupaba permanentemente era “el modo de crear en el mineral [de Chañarcillo] un sistema estable de policía y orden”, especialmente en la Placilla del mineral, descrita por el mismo periódico como un “haci-
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namiento confuso de tolderías apiñadas en que se anidan y multiplican todos los vicios (…) una ratonera donde se abrigan los ebrios, los vagos, las prostitutas y los cangalleros (…) donde se cohecha y corrompe al jornalero…”. Frente a esta situación crítica de desorden y de aguda necesidad de mano de obra, existió un denodado esfuerzo por construir un nuevo orden social que tuviese como condición el disciplinamiento laboral. El restablecimiento de la pena de azotes, la prohibición de reunión en las chinganas y, por último, la dictación de reglamentos de minería, fueron instrumentos
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no siempre exitosos en el proceso de proletarización pues, como la minería fue una actividad que se caracterizó por el continuo descubrimiento de nuevos yacimientos, se facilitaba el fenómeno de la movilidad y desproletarización cíclica de la mano de obra. Evidentemente, las duras condiciones en las que se desarrollaba el trabajo de los mineros agudizaba esta resistencia a la proletarización. Paul Treutler, químico alemán que vivió en Copiapó entre 1852 y 1858 y fue dueño de minas en Tres Puntas, señalaba que este centro minero estaba conformado, en su gran mayoría, por
Mina Don Eduardo, yacimiento de cobre en la zona de Collahuasi (1901).
A pesar de la simplicidad en la construcción del trapiche, los costos implicados en ello resultaban onerosos y significaba que solo algunos pudieran acceder a su habilitación. Ahora bien, la escasez de ellos aseguraba una demanda constante de particulares a quienes se les cobraba un porcentaje de metal por cada molienda. Foto: Museo Histórico Nacional.
edificios que eran tiendas en donde se vendían ropa, víveres, herramientas para la minería y bares, salones de baile y garitos. Agregaba que la mayoría de los mineros vivía en las minas y solamente bajaban a la placilla los sábados, hasta el domingo en la noche, para gastar su dinero duramente ganado en la semana. Destacaba la ruda labor que desempeñaban los barreteros que “golpeaban la roca sin cesar 25 a 30 veces con un martillo de 12,5 kgs.” y los apires que subían el mineral a la superficie, a más de 200 metros, con capachos de cuero que soportaban 75 kilogramos. Gilliss, en 1851, destacaba lo impactante que era ver emerger a los apires con sus pesadas cargas, medio desnudos y “con el cuerpo deformado y sudoroso y con los ojos inmóviles” saliendo a tropezones de las minas en busca del aire fresco y que el “horrible sonido de la respiración, profunda y aguda”, hablaba claramente del hercúleo esfuerzo que realizaban. Así, la actividad física de apires y barreteros conformó la fuerza motriz de casi todos los yacimientos argentíferos atacameños hasta muy avanzada la primera mitad del siglo XIX.
la
Foto: Museo Histórico Nacional.
minería Cuprífera y sus años
dorados para la eConomía Chilena
A diferencia de la minería de la plata que generó grandes fortunas, pero cuya producción fue más arcaica, la minería del cobre fue más cercana a las normas de planificación y organización propias de la industria moderna y finalmente tuvo un impacto mucho más determinante en el desarrollo general del país. El cobre, junto con constituir el principal producto de exportación, fue la principal fuente de divisas para Chile en la segunda mitad del siglo XIX. En esos años, el 42,3% del total de las exportaciones chilenas correspondió a la industria cuprífera y casi el 10% de las entradas fiscales ordinarias provinieron del derecho de exportación de dicho mineral. A partir de 1860 y durante dos décadas, Chile fue el principal productor de cobre de mina del mundo, concentrando más de un tercio de la producción mundial. El mineral salía del país en forma de lingotes, con una ley superior a 99%; como barras de cobre de ley aproximada de 96%; o en forma de ejes
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(cobre sometido solo a una primera fundición), con una ley promedio cercana al 50%. Pero así como la minería cuprífera fue el sostén de la economía chilena, le confirió a ésta tanto su particular modo de crecimiento como sus cardinales limitaciones. Las finanzas, el comercio exterior y el gasto fiscal tuvieron una relación de estrecha dependencia con los altibajos de la minería del metal rojo. Como señalan Pinto y Ortega, esta actividad generó una “industrialización periférica” que, por sus características, como la dependencia de tecnologías foráneas y la falta de integración y autonomía, llevaron al país por la senda de una feble modernización. A pesar de haber alcanzado logros productivos, adelantos tecnológicos e importantes niveles de competitividad, la industria cuprífera no logró convertirse cabalmente en un “polo de desarrollo”. Sin embargo, es indudable que generó en Chile una incipiente y temprana industrialización, tanto por la exigencia de bienes de capital derivada de sus actividades productivas, como por la imperiosa necesidad de medios de transporte y por la dinámica que generó una creciente población asalariada que demandó bienes de consumo, los que, a su vez, estimularon el mercado interno al crear un significativo requerimiento de productos, es especial de los agrícolas. La minería del cobre fue asimismo una de las principales generadoras de utilidades y divisas a lo largo del siglo XIX, con las que se financiaron las primeras unidades industriales del país relacionadas con las labores de refinado de minerales. Efectivamente, la dinamización del sector minero cuprífero logró un desarrollo temprano de la moderna industria de fundición de cobre en Chile, hecho que favoreció la expansión de la extracción de carbón de piedra y se constituyó en un factor relevante en el desarrollo de la economía chilena en su conjunto, al percibir el Estado una mayor renta que la que se habría generado si únicamente se hubiesen exportado minerales en bruto. Para indagar sobre el efecto estimulante de la minería del cobre en la economía chilena, debemos remontarnos a las décadas de 1840 y de
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1850 y analizarlo conjuntamente con la coyuntura del comercio del cobre en Gran Bretaña en dicho periodo. Las características y el desarrollo del mercado cuprífero inglés fueron decisivos para el progreso de la minería chilena del cobre. Asimismo, generaron una creciente dependencia de los fundidores y fabricantes de cobre británicos del abastecimiento de minerales y ejes chilenos, para proveer de materias primas a sus industrias. Hasta comienzos de 1830, Chile exportaba gran parte de su producción en forma de mineral y solo una mínima parte como cobre fundido pues los métodos de fundición eran primitivos y antieconómicos. Por la competencia que existía entre las fundiciones británicas y dado que la producción de mineral se concentraba en pocos países, los precios se mantuvieron
comparativamente altos y favorables a los productores que, como Chile, escogieron exportar en forma de minerales de cobre, cuya ley variaba entre 5 y 50%, o como ejes de cobre, de una ley de alrededor de 50%, como se dijo. Esto comenzó a cambiar cuando las empresas británicas de fundición cuprífera, establecidas en el sur de Gales, conformaron un monopolio regulador de los precios de los minerales de cobre y del cobre refinado. A partir de 1844 –año en el que se fundó la Asociación Británica de Fundidores–, los dueños de minas y fundidores de cobre chilenos debieron lidiar contra los precios monopólicos de dicho mercado; contra sus elevados derechos de importación –en el mismo lapso Gran Bretaña introdujo aranceles que encarecieron la importación de minerales extranjeros y que se mantuvieron hasta fines
de 1850– y, finalmente, contra el aumento de los fletes marítimos. Todas estas situaciones adversas generaron, entre 1845 y 1850, un vigoroso proceso de industrialización en la minería del cobre chileno que apuntó fundamentalmente a la industria de la fundición y que se tradujo en nuevos establecimientos y en la adopción de nuevas técnicas de producción, además de la inversión de grandes sumas de capital. Por su parte el Estado chileno apoyó este proceso promoviendo un conjunto de medidas que lo estimularon. Sin embargo, esta industrialización no fue continua ni ascendente, pues dependía de las fluctuaciones del mercado mundial. Así, a partir de 1850 se puede apreciar en Chile un aumento de la exportación de cobre en bruto y una relativa mengua de la exportación de co-
La Amarilla fue la mina más importante del sector Cerro Blanco y produjo cantidades enormes en cobre. Los inicios industriales de esta mina datan del año 1867. En 1903 trabajaron 130 personas en la faena y la ley de cobre fue de 14% y la producción anual (1903) casi llegó a 8 mil toneladas. La profundidad en el mismo año alcanzó 400 metros, mientras que el año 1909 superó los 500 metros. Fotos: 2007, Wolfgang A. Griem.
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bre elaborado, lo que se tradujo en pérdidas tanto para los dueños de minas como para el Estado, que dejó de percibir importantes ingresos generados por la industria de la fundición. Se constata, entonces, que la composición de las exportaciones chilenas del metal rojo, entre 1840 y 1878, acusó un predominio ora de minerales, ora de cobre refinado, en consonancia con los cambios que experimentaba el mercado internacional. A fines de la década de 1850, y producto de los vaivenes del mercado, especialmente porque el consumo del metal crecía en Estados Unidos, China, India y Francia, aumentaron de manera importante las exportaciones de barras y lingotes de cobre, componiendo en las décadas siguientes la casi totalidad de las exportaciones de nuestro país. Tan relevante alcanzó a ser la producción cuprífera nacional que, a partir de 1860, llegó a regular el precio del mineral en los principales mercados del orbe.
Foto: Archivo de Liliana Muñoz
La refinación del cobre chileno permitió a los productores nacionales desplegarse en una gama más amplia de mercados, facilitó la introducción o el desarrollo de nuevos procesos técnicos, y permitió combatir los bajos precios a los minerales impuestos por los monopsonios y exportar un producto con mayor valor agregado.
nuevas
teCnoloGías de fundiCión ,
nuevos merCados
De esta forma, si bien la industria de fundición de cobre en Chile tuvo periodos de expansión y recesión entre 1834 y 1858, en suma generó los cambios que permitieron que hacia 1860 el país llegara a ser el primer productor de cobre de mina en el mundo y, en términos de producción de cobre fundido, el segundo mayor productor, después de Gran Bretaña. Pero
Labrar era un complejo industrial de alta importancia. En 1830 Charles Lambert construyó en este lugar una fundición de cobre con hornos de reverbero (otras fuentes mencionan 1846). Todavía se puede observar tres chimeneas de esta vieja fundición que fueron construidas con ladrillos refractarios provenientes de Inglaterra. Alcanzan una altura cercana a los 18 metros. Foto: 2006, Wolfgang A. Griem.
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es relevante señalar que este espectacular progreso, que logró tales niveles de producción y que abarcó desde técnicas primitivas que databan de la Colonia hasta las más modernas, comparables a las tecnologías de punta de Europa y Estados Unidos, se circunscribió a un limitado número de minas; el resto de ellas siguió valiéndose por un buen tiempo de técnicas arcaicas. En un análisis más acabado de la minería de fundición del cobre, en esta historia de esperanza y decepción, como señala el historiador Julio Pinto, hasta 1830 los métodos de fundición eran vetustos y poco económicos. Se utilizaban los hornos de manga, que eran fabricados con barro y requerían continuas reparaciones; además no había maquinaria para moler el mineral convenientemente. La primicia introducida por Charles Lambert –los hornos de reverbero– que permitió fundir minerales sulfurados (bronces) que anteriormente eran desechados por su baja ley, fue el inicio de una innovación tecnológica de grandes proporciones. Coquimbo, Huasco y Copiapó, expandieron su producción cuprífera pues pudieron ser extraídos los bronces, pero fue un desarrollo que conllevó la deforestación en las señaladas regiones nortinas, pues el nuevo método necesitaba mayor cantidad de combustible. Luis Sepúlveda manifiesta que en 1845 el precio de la leña en Valparaíso era de 6,25 centavos por quintal pero en Copiapó su precio llegaba a los 25 centavos por quintal. Así, el despegue de la industria de la fundición no se inició sino hasta cuando el carbón de piedra inglés comenzó a importarse en cantidades significativas, especialmente cuando en septiembre de 1845 el gobierno eliminó totalmente el impuesto sobre su importación en la región comprendida entre Papudo y el límite norte del país, y permitió su desembarco en cualquier caleta o puerto de la nación. Esto produjo igualmente un auge en gran escala de la producción de carbón chileno a partir de 1842. A mediados de la década de 1850 su uso superaba al carbón de piedra extranjero y hacia 1860 era la principal fuente de combustible en las fundiciones de las provincias del norte. Sin embargo, la adopción del carbón de piedra na-
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establecimientos, los de Joaquín Edwards, en Lirquén, y los de Charles Lambert, en La Compañía, próximo a La Serena. A estos dos eficaces fundidores se sumó la Compañía de Méjico y Sudamérica, firma británica que estableció su fundición en La Herradura, en las cercanías de Coquimbo. Posteriormente, en 1860, José Tomás Urmeneta y Maximiano Errázuriz fundan la Compañía de fundiciones de cobre Urmeneta y Errázuriz. Hasta mediados de la década de 1870, Guayacán, el establecimiento de fundición de dicha compañía constituyó, según Pinto y Ortega, la “vanguardia” de la industria chilena. Una serie de modernas tecnologías se implementaron en este periodo, tales como el “Napier’s improved method”, que permitía fundir metales de cobre y que era usado en las fundiciones más modernas, en Swansea. El visionario Charles Lambert, quien había introducido el método galés de fundición que permitía obtener un cobre casi totalmente puro, listo para ser manufacturado, obtuvo, en 1848, el privilegio exclusivo para usar el horno de soplete Foto: Archivo Liliana Muñoz
cional trajo consigo muchos inconvenientes, en gran medida por su bajo poder calórico; estos terminaron, en parte, cuando se mezcló el carbón de piedra chileno con el galés. Pero la condición para expandir las fundiciones de cobre en Chile estaba dada principalmente por el estímulo que representaba la diferencia entre el precio de los ejes y minerales y el precio de las barras de cobre y además, por el crecimiento de los mercados. Ya hacia 1845, Gran Bretaña había dejado de ser el único comprador de minerales chilenos y se había generado una gran demanda desde los mercados chino y norteamericano. Esta suma de factores propicios hizo que aumentara sustancialmente el número de hornos de fundición, fenómeno que fue aparejado con la introducción de mejoras técnicas y una mayor calidad del producto final. En una primera época se destacaban dos
en Chile, que fue posteriormente utilizado con gran éxito por su hijo, Carlos Segundo Lambert, en los hornos de la Compañía de Cobres de Panulcillo, hacia 1870. Hasta 1856, la producción de cobre refinado chileno creció considerablemente en cantidad y calidad y se llegó a exportar lingotes de cobre con una ley de 99,9%. El historiador Valenzuela señala que Charles Lambert exportaba cobre refinado a Swansea análogo al cobre “best selected” producido en las fundiciones inglesas. Luego de este periodo de gran despegue en la fundición del cobre, entre 1851 y 1857 se inició una etapa de recesión en el proceso de industrialización de la producción del cobre, que se manifestó en un crecimiento de la exportación de minerales y en el decaimiento de las exportaciones de barras de cobre. Diversos factores confluyeron para detonar esta situación, entre otros, la construcción del ferrocarril de Copiapó al puerto de Caldera, inaugurado en 1851, que permitió abaratar significativamente el precio del transporte de carga y, a conse-
El ferrocarril traslada a los trabajadores a la fundición Caletones (1915). Ciertamente, el desarrollo de la minería nacional va aparejado con la instalación a mediados del siglo XIX del ferrocarril en Chile, que permitió lo que el transporte por medio de mulas jamás hubiese logrado. Foto: Museo Histórico Nacional.
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cuencia de ello, la exportación masiva de ejes y minerales de minas que tenían una ley relativamente baja. Este tipo de exportación fue estimulado además, por el precio de los fletes marítimos al Atlántico Norte que descendió considerablemente. Factor determinante fue el alto precio del carbón de piedra británico que ya, a comienzos de 1853, había alcanzado un valor casi equivalente al doble del promedio de los años 1847-1849. Y aunque el mercado del carbón de piedra nacional se activó, esto no fue suficiente para obtener un precio económico, principalmente por el escaso poder calórico de dicho carbón y por el gran impacto de su precio sobre los costos de fundición. Se calcula que el carbón de piedra constituía el 75% del costo de transformación del mineral de cobre a un producto más elaborado. Así y especialmente entre 1850 y 1857 se vislumbra una clara tendencia a exportar cobre con menor elaboración. La Guerra de Crimea incentivó a los fundidores británicos a pagar más por los ejes y minerales; debido a ello, estos precios fueron sustancialmente altos entre 1853 y 1857 y aunque el precio del cobre refinado también lo era, los precios del carbón de piedra, mucho más elevados en Chile, sumado a otros costos, desincentivaron a los fundidores chilenos que optaron por enviar minerales a Gran Bretaña para su fundición. Uno de los destacados fundidores que redujo en Chile su producción de cobre elaborado fue Charles Lambert, quien optó por enviar minerales y ejes a su fundición en Swansea. Un factor externo fundamental que establecía las formas en las que se exportaba el mineral nacional era la demanda de los principales importadores de cobre chileno, Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia. En este periodo, Estados Unidos desarrolló su propia industria fundidora de cobre y además se descubrieron en su territorio importantes yacimientos cupríferos. Tanto es así que para 1860 ese país era uno de los principales exportadores del mineral en el mundo. Esto hizo que un país tan proteccionista como Estados Unidos rápidamente introdujera barreras aduaneras que hicieron prohibiti-
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va la importación de barras de cobre y de ejes y minerales chilenos. Pese a los altibajos, entre 1830 y 1870, la industria de fundición del cobre en Chile creció enormemente, lo que ocasionó efectos retrospectivos y prospectivos en la economía. Estímulo la minería del cobre, pues se logró transformar minerales de baja ley en productos exportables. Impulsó el desarrollo de la minería del carbón al crear una importante demanda para el carbón de piedra nacional. Incentivó el desarrollo de la manufactura de sulfato de cobre y de ácido sulfúrico. Las fundiciones establecidas en el país propiciaron la creación de múltiples fábricas de ladrillos a fuego. Indirectamente estimuló el transporte y generó riquezas particulares cuyas rentas derivadas de la minería fueron invertidas, la mayoría de las veces, en la agricultura. Generó polos de gran dinamismo en las regiones del norte del país, como en el antiguo departamento de Ovalle, que, durante la década de 1870, llegó a producir la cuarta parte de la producción nacional de cobre y 9% de la producción de cobre de mina en el mundo entero. Finalmente, el Estado se benefició con los ingresos provenientes del derecho de exportación del cobre.
deClive
y capitales chilenos que avanzaron hacia el norte. De esta forma, en Antofagasta, en vísperas de la guerra del Pacífico, el 77% de la población estaba conformada por connacionales que fortalecieron el dominio económico sobre Atacama. Como toda historia de los pueblos mineros, Copiapó y sus alrededores, que en su tiempo atrajo a miles de trabajadores, se encontraba en completa decadencia y aquellos llegados del sur del país, que habían quedado amarrados al norte por la lejanía de sus tierras de origen, solamente tenían el vasto desierto como horizonte de posibilidades y esperanzas. Y nuevamente, los mismos sueños que los habían estimulado en 1830 los hacían marchar en busca de fortuna. La prensa de la época avivaba este desplazamiento al señalar que “…a la hora presente,
esos peones que marchan [hacia el mineral de Caracoles] serán dueños de ricas vetas de plata y dentro de poco tiempo quizá, estén en la capital ocupando algún asiento en el Senado o en la Cámara de Diputados, como la han ocupado muchos de nuestros mineros de Atacama (…) El desierto de Atacama, terror de los viajeros (…) está hoy rendido… Se abre para Chile una nueva era de riqueza minera…”. La situación de decadencia en la minería cuprífera se agudizó en Chile después de 1878, debido a la fuerte competencia de España y Estados Unidos, donde surgió una industria cuprífera altamente capitalizada. Chile perdió su liderazgo en la producción de cobre de mina y dicha industria entró en un largo periodo de declive a pesar de una creciente demanda mundial de ese metal.
de la industria Cuprífera
Chilena y ampliaCión del territorio naCional
Copiapó y sus alrededores fue la primera zona que, a inicios de 1870, comenzó a sufrir los efectos del agotamiento de sus minas de cobre. Esto dio nuevamente impulso a un gran desplazamiento humano. En 1871, el Boletín de la Sociedad Nacional de Agricultura señalaba que “…cualquiera que estudie nuestras costumbres tendrá conocimiento de esa masa ambulante de trabajadores que, sin residencia fija, vive hoy en un punto para aparecer mañana en otro…”. Esta migración fue relevante porque forjó finalmente una ampliación del territorio nacional y la ocupación efectiva de zonas contendidas con Bolivia. La fuerte emigración chilena condujo a un alud de personas
En 1858 José Antonio Moreno descubre cobre en Cachiyuyal e instala una planta beneficiadora de minerales en el faldeo sur de Taltal. Con esto comenzó a arribar una cantidad creciente de barcos a la localidad que llegaban a cargar el mineral, pero no poseían una autorización oficial, ya que debían pedir un permiso a la Intendencia de Atacama en Copiapó y esperar el envío de personal desde Caldera para efectuar la carga y descarga. Este problema llevó a Moreno a solicitar al gobierno de la época la habilitación oficial del puerto de Taltal, lo que fue concedido por decreto el 12 de julio de 1858. La imagen, de 1909, muestra la celebración del 18 de Septiembre en el teatro de la ciudad, recientemente remodelado y declarado monumento histórico nacional. Foto: Museo Histórico Nacional.
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el
peonaje minero :
del pirQuinaje liBre al aCuartelamiento laBoral ;
o el oriGen del Campamento minero ( Company - town )
(extracto) Gabriel Salazar* Durante un siglo y medio (1720-1872, aproximadamente), los peones itinerantes desempeñaron un rol primordial en la constitución y desarrollo del viejo sector minero-exportador. Por un lado, descubrieron la mayoría de las minas. Por otro, normalmente, iniciaron su explotación. Durante el siglo XVIII, casi la totalidad del “gremio minero” estaba formado por “buscones o pirquineros”, esto es, por peones itinerantes probando suerte en actividades mineras. Y esto fue así porque los acaudalados mercaderes-hacendados consideraban la minería como un oficio vil, o como una inversión demasiado azarosa como para acentar sobre ella la acumulación de riqueza patrimonial. Prefirieron atenerse a su oficio mayorista: el de mercader. Y optaron por vender a los mineros –usurera pero legalmente– los insumos que necesitaban, y exportar –por lo común ilegalmente– los minerales de oro y plata que producían. Algunos de esos mercaderes erigieron establecimientos metalúrgicos (trapiches, buitrones, hornos de fundición), manifiestamente para “beneficiar” metales, pero en realidad para capturar comercialmente el producto de los “buscones o pirquineros” de toda una región. En su origen, el ‘capital minero’ no fue sino una sección del capital mercantil que se descolgó sobre las actividades mineras del peonaje itinerante. Dentro de esta particular división del trabajo, muchos “buscones o pirquineros” adquirieron conocimientos prácticos de minería suficientemente utilizables como para decidir a los mercaderes-mineros a buscar su asociación empresarial. Esa calidad de socio gestor se desplegó a varios niveles: como “mayordomo de mina”, como “minero habilitado” o como “cateador a trato”. Pero fue una calidad que tendió a deteriorarse,
La producción de cobre chileno que había llegado a representar en promedio el 36% de la oferta en el mercado internacional, ya en 1880 había descendido al 17,6% y en 1890 las exportaciones chilenas equivalían solo al 6,5% de la oferta mundial. Finalmente, la respuesta a la creciente demanda internacional de este mineral no se tradujo en un proceso amplio de modernización productiva en Chile, salvo en
debido a la creciente presión por parte del socio mercantil. El proceso de acumulación y desarrollo del ‘capital minero’ impuso, gradualmente, la peonización del pirquinaje libre. De allí surgiría el pirquinaje asalariado. Después de 1820, a impulsos del ejemplo dado por los comerciantes extranjeros, los mercaderes-mineros criollos se aventuraron más decididamente en la minería. Sin embargo, aún por varias décadas, sus operaciones permanecieron circunscritas a la fase metalúrgicocomercial, como antes de 1820. La fase propiamente productiva, de extracción, continuó siendo una actividad popular más bien que patriarcal, y colonial más bien que capitalista. La expansión de la cúpula mercantil impidió todo posible desarrollo independiente de los productores de base, mientras generaba condiciones opresivas para el naciente peonaje asalariado. Cuando, después de 1840, los mercaderes-mineros iniciaron la mecanización de las faenas metalúrgicas, y –parcialmente– de las extractivas, las relaciones mineras de producción no cambiaron en lo fundamental. Solo se observó un decrecimiento de la importancia de cateadores y pirquineros y un aumento de la tendencia escapista y rebelde del peonaje asalariado. El capital minero, posado todavía sobre una base insuficiente de reproducción autónoma, compensó ese déficit intensificando en varios grados su comprensión sobre el peonaje asalariado. El efecto de eso fue el surgimiento de una disciplina laboral de cuartel. O de campo de concentración convictual. Es decir, la formación de los “campamentos mineros”, o company-towns.
superficie, a la mayoría de las minas de cobre chilenas únicamente les quedaba como opción aumentar la inversión para poder explotar los sulfuros de más baja ley o terminar declarándose en broceo, es decir, agotadas, pues era ya imposible seguir los pasos de sus competidores, España y Estados Unidos. Este último país había incorporado, a comienzos de la década de 1870, grandes maquinarias, ferrocarriles, nuevas técnicas de perforación, excavación e iluminación financiadas gracias a enormes sumas de capital aportado por grandes corporaciones. En España, la Tharsis Sun and Copper Mines Limited y la Rio Tinto Company hicieron lo suyo para explotar las minas de Río Tinto, al interior de Huelva. Pero esa magnitud de capitales era desconocida en Chile. Los productores cupríferos establecidos en Chile debían absorber por sus propios medios los frecuentes y profundos altibajos del mer-
cado internacional. En tales circunstancias, la diversificación horizontal de sus inversiones o la búsqueda de destinos menos inciertos para su capital, obedecía a la más estricta lógica empresarial, como lo revela la evidencia en el caso de José Tomás Urmeneta. Pero en términos económicamente realistas, el más exitoso de los industriales chilenos no estaba en condiciones de igualar lo que harían las trasnacionales estadounidenses 30 o 40 años después, en una época en la que, por lo demás, ya habían despejado el mercado de sus principales competidores. Finalmente, la Guerra del Pacífico que implicó una disminución de la fuerza de trabajo y la alteración de la comercialización, así como el surgimiento de la industria salitrera que absorbió ingentes recursos y mano de obra, fueron factores internos que condujeron a un rápido declive de la industria cuprífera chilena.
* Gabriel Salazar, Labradores, Peones y Proletarios. LOM Ediciones, 2000, p. 177 y s.
el ámbito de la fundición y de la comercialización, y determinó que el uso de tecnologías tradicionales y la provisión de fuerza de trabajo fueran concluyentes en el destino de la producción cuprífera, especialmente en el plano extractivo, que conservó el atraso tecnológico y organizacional. A mediados de la década de 1870, a medida que se agotaban los óxidos cercanos a la
Reunión de trabajadores del sector minero en una sede emplazada en Iquique, en 1900, en pleno auge del movimiento obrero. Foto: Museo Histórico Nacional.
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Ferrocarril Antofagasta-Bolivia recorriendo la Quebrada de la Negra (1890). El origen de esta línea reside en una concesión, fechada el 5 de septiembre de 1868, del gobierno de Bolivia a la Compañía Exploradora del Desierto de Atacama para explotar el salitre y bórax del territorio de Antofagasta. En 1888, The Antofagasta and Bolivia Railway Company Ltd., inicia la transformación de las líneas locales del salitre en un ferrocarril internacional, al extenderse los rieles sobre la frontera con Bolivia, completándose en 1916 la línea hasta el alto de La Paz. Foto: Museo Histórico Nacional.
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hile, por su variada configuración física y geográfica, constituye una nación generosa en recursos naturales, con una abundante concentración de minerales en el subsuelo. De acuerdo al hallazgo de restos arqueológicos, se sabe que desde nuestra prehistoria hubo yacimientos y metales procesados por aborígenes de diversas culturas. Posteriormente, atraídos por el afán de riqueza y fama, conquistadores hispanos llegaron a América tras las huellas de Cristóbal Colón, en busca de oro, que solo algunos encontraron durante sus expediciones. De hecho, la explotación de lavaderos auríferos La pequeña y mediana minería fue beneficiada con la creación, el año 1927, de la Caja de Crédito Minero, cuyo objetivo principal fue el de fomentar la minería del oro y del cobre, por medio de la instalación de agencias compradoras de mineral y la construcción de plantas de beneficio, tanto de flotación como de lixiviación. En esta foto de época, minero con una lámpara de carburo, las que se usaron masivamente a partir de 1900 y en algunos pequeños yacimientos apenas hasta hace algunas décadas atrás. Foto: Museo Histórico Nacional.
fue la actividad más importante del siglo XVI, llegando a sustentar económicamente a la Corona española. Después se sumaron la plata y el cobre, cuya extracción fue limitada y gravada con impuestos por el Virreinato del Perú hasta el siglo XVIII. A lo largo del siglo XIX, y una vez organizada la República, nuevos minerales entraron en escena, con la extracción de la plata en Caracoles y Chañarcillo, la actividad carbonífera en Lota, y el salitre, que llegó a ser el principal producto de toda una época, marcando nuevas etapas de auge o crisis económica. Incluso así, paulatinamente, el cobre se fue perfilando como motor de la economía nacional. De hecho, entre 1860 y 1870, Chile fue por primera vez el principal productor mundial de dicho mineral, por lo que la segunda mitad del siglo XIX se convirtió en el primer periodo de gloria para la economía nacional. Si bien la minería chilena era diversa, por años mantuvo prácticamente la misma estructura arcaica de la Colonia, de mínima producción y carente de método científico. Solo durante el
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siglo XIX la situación cambiaría gracias a una serie de condiciones internas como el hallazgo de nuevas vetas, su bajo costo de extracción, una buena demanda que elevaba el valor del producto y sobre todo la implementación del horno reverbero por Charles Lambert. Y como si fuera poco, él también instalaría en La Serena el primer laminador de cobre y latón en Chile.
el horno de reverBero En realidad, Lambert debe ser considerado padre de la metalurgia nacional debido al aporte que significó introducir el horno de reverbero en Chile, el cual produjo un cambio tecnológico en la minería cuprífera del siglo XIX. Tras observar la forma tradicional de fundir los minerales de cobre, en la mayoría de las faenas mineras él pudo advertir que solo eran fundidos los llamados “cobres de color”, compuestos fundamentalmente por carbonatos,
Charles Lambert es considerado un personaje clave de la minería chilena, al instalar el primer horno tipo reverbero, en 1831. Ello permitió el tratamiento de los minerales sulfurados de alta ley, menospreciados durante la Colonia.
La vinculación de Ignacio Domeyko con la industria minera no solo se refiere a los estudios geológicos que gracias a él adquirieron auge en el país. Además fue
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sulfatos y silicatos de cobre, correspondientes a la “zona oxidada” de los yacimientos, a menudo ubicados en su parte superficial. Cuando las minas llegaban a los llamados “bronces amarillos, morados o negros”, que correspondían a sulfuros de ese metal, las minas se consideraban “broceadas” o “bronceadas” y perdían todo valor económico. Lo que sucedía era que los primitivos hornos a leña utilizados para fundir los minerales cupríferos no alcanzaban la temperatura suficiente para fundir los sulfuros, arrojando un producto frágil e inutilizable llamado “broza”, razón de que estos metales no tuvieran valor. Al observar tan precarios procesos metalúrgicos, Lambert se preguntó por qué había que desechar las brozas, mientras los óxidos, que contenían el mismo cobre que los sulfuros, eran altamente apreciados. Como químico y metalurgista experto, bien sabía que los hornos usados en Swansea, Gales, convertían los sulfuros de cobre en cobre metálico. Entonces, construyó un horno semejante a los usados en aquellas tierras y compró a Bernardo del Solar, dueño de la mina Tamaya, cuanto sulfuro
muy importante su contribución en la renovación de las técnicas de extracción y beneficio de mineral, y su asesoría al gobierno en materia de legislación y estímulo de la minería; sin embargo su mayor aporte fue en la enseñanza superior de la minería. La foto muestra el estudio donde trabajó el científico en la ciudad de Santiago. Fotos: Luis Ladrón de Guevara.
de cobre fuera capaz de tratar mediante este innovador proceso. Éste consistía en convertir las brozas o ejes de cobre en cobre metálico, función que hoy cumplen los hornos convertidores, pero que en aquella época no existían. Así, la introducción del horno reverbero dio un vuelco espectacular a la metalurgia del cobre y los “yacimientos broceados” adquirieron valor comercial, transformando a Chile en el primer productor y exportador del mundo a mediados del siglo XIX. En un cometido visionario, y por encargo del gobierno chileno, buscó al mejor alumno egresado de la Escuela de Minas de París, contratando al ingeniero polaco Ignacio Domeyko para desarrollar la enseñanza de la minería en el Liceo de Coquimbo. Así, a la contribución de Lambert se sumaría la de su brillante discípulo. Ignacio Domeyko hizo estudios sistemáticos sobre la geología y la mineralogía nacional, y propuso renovar las técnicas de extracción y beneficio de minerales e impulsar el desarrollo industrial de fundiciones. En el plano educacional y por su experiencia como docente, propició la enseñanza y formación metódica de quími-
cos, ensayadores y técnicos en minería, además de inspirar la carrera de Ingeniería de Minas en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.
rasGos BioGráfiCos de lamBert y domeyko Charles Lambert (1793-1876), nació en Estrasburgo, Alsacia, educándose en la Escuela Politécnica de París, en plena etapa napoleónica, como ingeniero de minas, donde llegó a adquirir profundos y acabados conocimientos de minería, metalurgia y geología. En el plano personal, profesó la religión protestante y obtuvo ciudadanía británica. Estuvo casado y fue padre de un hijo, cuya descendencia siguió ligada a la actividad minera. Además de hablar francés, debió aprender español para relacionarse en Chile, y latín, el lenguaje científico imperante. Lambert llegó por primera vez a Chile en 1817 y recorrió faenas mineras del Norte Chico. A instancias del Real Tribunal de Minería, redactó el informe titulado “Noticias generales
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Uno de los mayores adelantos en la explotación de cobre lo constituyó la introducción del horno de reverbero, que permitió utilizar minerales de más baja ley y aprovechar también las escorias que dejaban las explotaciones superficiales. Foto: Museo Histórico Nacional.
de los minerales de las provincias de Chile”, que publicó en el periódico El Telégrafo (1819). En él hizo un diagnóstico de la actividad minera posterior a nuestra independencia, criticando sus deficiencias y proponiendo algunos cambios para mejorar su productividad. Poco después, en 1823, escribió un interesante diario personal donde relató otros antecedentes de relevancia. En 1825, Lambert regresó a Chile como gerente de Chilean Mining Association, una compañía creada en Inglaterra para operar en la minería chilena. Posteriormente, por discrepancias con comisionados de dicha sociedad en Santiago, siguió trabajando en forma independiente hasta alcanzar fortuna como dueño de la mina Brillador de Coquimbo, de una hacienda y dos vapores. Además de empresario e industrial, Lambert fue corresponsal de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile y ocupó el cargo de juez de Policía en La Serena. También firmó un acuerdo con el gobierno provincial de Coquimbo para hacer un préstamo de 20 mil libras esterlinas al Estado chileno, que financió la segunda expedición libertadora a Chiloé, coronada con éxito. Por último, colaboró con la colonia inglesa residente y con la formación de un banco que dio crédito a mineros y habilitadores. Tras 26 años de permanencia, en 1851 abandona Chile. Fallece en Inglaterra en 1876, pasados los 80 años de edad.
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Por su parte, Ignacio Domeyko Ancuta (18021889) nació en Niedzwiadka, Lituania, pero desde muy joven huyó de su patria, invadida por Rusia, permaneciendo exiliado en Alemania y Francia. Se educó en la Universidad de Vilna, Prusia, donde obtuvo el grado de bachiller en matemáticas y humanidades, y luego recibió el título de ingeniero de minas de la Escuela de Minas de París. Fue contratado en 1837 por Lambert y arribó a Chile al año siguiente como profesor de química, mineralogía y física. En 1840 abrió un curso de geología y luego introdujo cursos de geometría aplicada (geomensura de minas), con demostraciones prácticas en distintas minas, aprovechando la zona donde la minería buscaba vetas y hallaba riqueza fácil. Dos años después, el Liceo de Coquimbo amplió los programas de física y geomensura de minas, cuyos tres primeros alumnos fueron enviados a estudiar a Saint-Etienne, en Francia. Durante esta etapa de docencia teórica y práctica, Domeyko adaptó la enseñanza de la mineralogía a las necesidades del país, y cuando se aprestaba para retornar a su patria, en 1843, fue nombrado profesor de física del Instituto Nacional, y a partir de 1846 ocupó la cátedra de química general de la Universidad de Chile, que impartió con la de mineralogía hasta 1883, cuando jubiló como rector, cargo que ocupó desde 1867. Ese mismo año, supervisó prácticas de alumnos en minas, fundición de minerales y amalgamación en plantas metalúrgicas. Fruto de sus viajes veraniegos por provincias del norte y sur de Chile, Domeyko se familiarizó con la minería local. Pudo percibir su riqueza y constatar cierto desorden en las faenas a causa de la indisciplina de mineros y mayordomos. Domeyko se declaró partidario de organizar este tipo de trabajo y sus relaciones laborales. Asimismo hizo estudios de legislación minera, proponiendo leyes llamadas a formar parte de un código de minería, y planteó la creación de un Cuerpo de ingenieros o Colegio de minas. Paralelamente recibió la misión de reorganizar la educación superior en Chile. Por eso en
1852 fue nombrado delegado universitario, y su reforma de separar la investigación de la enseñanza de las ciencias naturales, fue aprobada por el Consejo de la Universidad de Chile. Así fue puesto en práctica el nuevo plan de estudios universitarios, por el cual el Instituto Nacional pasaba a ser responsable de la instrucción y docencia primaria y secundaria o preuniversitaria, dirigido por un rector, y la enseñanza profesional y científica o universitaria, sería dirigida por un delegado universitario. Este último cargo recayó en el propio Domeyko, quien tuvo que organizar facultades o escuelas superiores para profesiones científicas, que en la práctica serían tres nuevas facultades: Derecho, Medicina, y Ciencias. En esta última estuvo la escuela politécnica que formaría ingenieros civiles y de minas. Al mismo tiempo inició la enseñanza de la astronomía y organizó la primera biblioteca científica de Chile. Se casó con Enriqueta Sotomayor, joven chilena quien murió después de darle tres hijos, uno de ellos consagrado al sacerdocio. Tras quince años como delegado universitario, en 1867 Domeyko fue designado rector de la Universidad de Chile, cargo que ocupó por tres periodos. También era miembro de la Comisión de Colonización y del Consejo de Educación Pública; además de ser autor de 560 publicaciones y 400 manuscritos. En 1887 fue nombrado doctor honoris causa en medicina de la Universidad Jaguelónica de Cracovia. Dos años más tarde fallece en Santiago de Chile. En suma, los aportes de Lambert y Domeyko en materia de tecnología y enseñanza fueron complementarios, contribuyendo de manera conjunta al avance de la metalurgia y al conocimiento científico de nuestra minería, lo que sentaría las bases para que Chile pudiera transformarse en una potencia años más tarde. Sin embargo, el salto cualitativo no resultó fácil. La lentitud de los cambios, la falta de medios que requerían inversión, y en particular, la coyuntura internacional marcada por la Revolución Industrial hizo difícil que Chile compitiera con minas de otros países, perdiendo su primer liderazgo frente a la incursión de naciones más adelantadas.
Restos de la famosa mina Caracoles. En su libro La flor del desierto: el mineral de Caracoles y su impacto en la economía chilena, la historiadora Carmen Gloria Bravo señala respecto a la efervescencia que produjo su descubrimiento: “… acicateada por los relatos de su gran riqueza, una multitud de mineros, cateadores y aspirantes a descubridores, en su inmensa mayoría chilenos, se apiñó en los cerros o se desparramó por sus contornos en busca de vetas de plata. En Chile se organizaron numerosas sociedades de cateo, principalmente en las ciudades del norte: Copiapó, Caldera y Chañaral, aunque también en Valparaíso y Santiago. Diversos capitalistas invirtieron dinero para enviar a Caracoles una o más personas, por un tiempo limitado, con la tarea de descubrir y denunciar minas. También se formaron compañías de cateo entre mineros pobres quienes, reuniendo sus escasas pertenencias –animales de carga o herramientas–, emprendieron viaje rumbo al mineral. De esa forma, numerosos chilenos avanzaron hacia Bolivia”. Fotos: Ricardo Silva.
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frustrados
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intentos europeos
Previo a la ofensiva estadounidense, hubo dos proyectos extranjeros interesados en la explotación de cobre. Pese a que la producción estaba en manos de chilenos, ésta dependía de Inglaterra, que poseía el monopolio comprador de mineral para abastecer sus fundiciones. Aunque varias empresas británicas se esforzaron por instalar plantas beneficiadoras, sus planes no prosperaron, y aun más, trataron que Chile se mantuviera como exportador de cobre en bruto, impidiendo el progreso de las escasas fundiciones chilenas existentes. La intención de los capitalistas ingleses de seguir adquiriendo solamente mineral se tradujo en la facilitación de créditos a chilenos, lo que provocó la dependencia económica de quienes se vieron forzados a seguir vendiendo cobre en bruto. Así, solo una parte reducida de la producción era fundida en el país, perjudicando la generación de mayores ingresos para la hacienda pública. En pugna con Gran Bretaña, Alemania también desplegó una expansión imperialista para penetrar en Chile. Aprovechando la posición antibritánica del presidente José Manuel Balmaceda, la colonia germana colocó capitales en el salitre, hizo algunas inversiones en yacimientos de cobre del norte, y grandes consorcios operaron talleres mecánicos, compañías navieras, empresas mercantiles y bancos. Pero la arremetida estadounidense pudo más que la europea, favorecida por el crecimiento mundial, la necesidad de la electrificación que iba a estimular la demanda de cobre en el mundo, y los preparativos bélicos que desatarían la Primera Guerra Mundial.
protaGonismo
estadounidense
La posición de liderazgo perdida por Chile fue ganada por Estados Unidos a través de poderosas compañías que pasaron a dominar el mercado del metal. Pero en su rol de nuevo productor mundial de cobre y viendo el inminente agotamiento de las minas que operaban
en el país del norte, ellas decidieron anticiparse a cierta necesidad de materias primas en el futuro e iniciaron la búsqueda de yacimientos de reposición en ultramar donde invertir capital. Esta estrategia fue encabezada por la familia Guggenheim, que se caracterizó por la concentración de fundiciones, refinerías y manufactureras en varios Estados de la Unión, traspasando las fronteras de Estados Unidos. Al respecto cabe mencionar antecedentes clave que explican la conducta empresarial estadounidense en el contexto de su realidad minera, como la política proteccionista de los recursos naturales que impulsó el presidente Theodore Roosevelt (1901-1909), gran defensor de la vida silvestre. Durante su gobierno, promovió la protección de millones de hectáreas de bosques y ríos en amplias zonas de Estados Unidos, lo que redujo la superficie potencial para la minería. Otro caso fue el inadecuado marco jurídico del único Código minero dictado en 1872, casi sin jurisprudencia, que dificultaba el libre acceso de pertenencias y provocaba rencillas entre propietarios al tratarse de una legislación hecha para la “fiebre del oro”. Comparativamente, Chile tenía más experiencia en la materia. Si bien el Código de Minería de 1874 era imperfecto, en cambio el de 1888 fue más preciso al otorgar amparo al dueño de pertenencias con el pago anual de patentes y la ampliación de libre denunciabilidad, entre otros, lo que generó confianza en los interesados.
minería
del CoBre del siGlo
da en 1894 por la Sociedad Nacional de Minería (Sonami) en Santiago, donde conoció personalidades del ámbito, como su colega italiano Marco Chiapponi, y recogió información sobre la situación de nuestra minería. Pasados unos años, en 1903, Braden intercambió correspondencia con Chiapponi, pidiéndole datos sobre algún negocio atractivo para un cliente suyo, y éste le recomendó la mina El Teniente, que fue comprada al año siguiente. El contacto profesional y epistolar entre am-
bos propició la reapertura del yacimiento y la gestación del primer negocio minero de magnitud industrial, cuando nadie apostaba por la explotación masiva de pórfidos de baja ley pero de gran abundancia, lo que implicó un cambio fundamental en las tecnologías mineras y metalúrgicas en Chile. Gracias a su visión comenzó a escribirse una etapa de esplendor para esta actividad, con singulares yacimientos de cobre que forjaron la gran minería, contribuyendo al desarrollo económico del país.
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Con la idea de superar la merma de producción cuprífera y advirtiendo una tendencia favorable en los precios, el consorcio estadounidense American Smelting and Refining Company encargó a su consultor e ingeniero de minas William Braden indagar un buen prospecto en Latinoamérica. Braden había visitado Chile como representante de Heminway & Brown y como jefe de la delegación estadounidense a la Exposición de Minería y Metalurgia organiza-
Ingeniero estadounidense al interior de planta electrolítica de El Teniente, 1914.
Foto: Archivo Codelco / El Teniente.
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dos
forjadores de la Gran minería
Marco Chiapponi era ingeniero de minas italiano, casado y avecindado en Chile desde 1890, dedicado al cateo de minerales y denuncia de pertenencias mineras –lo que demuestra su dominio del Código minero de 1888– fruto de recorridos en terreno por el norte y centro del país. Conocía las minas de Las Condes, Lomas Bayas y El Teniente. También estaba familiarizado con el uso de ladrillos refractarios y hornos de fundición, y redactaba informes y documentos en inglés, idioma que le fue útil para entablar amistad con Braden en la Exposición de Minería y Metalurgia de 1894.
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Entre 1892 y 1910 integró el Directorio de la Sonami y publicó artículos técnicos en su Boletín Minero. Dada su experiencia, en 1906 fue comisionado ad honorem por el gobierno chileno para adquirir maquinarias de sondajes en Estados Unidos y Europa. Al año siguiente fue entrevistado por El Mercurio como autoridad en la materia, y en 1910 colocaba avisos de consultor en la prensa santiaguina. También viajó por Latinoamérica, permaneciendo cierto tiempo en Cerro Pasco. Una última referencia señala que regresó a Italia, su país natal, donde habría fallecido en 1929. El estadounidense William Braden también fue ingeniero de minas. Era casado y tenía un
Además de algunos campamentos pequeños creados cerca de las primitivas vetas a explotar, entre 1905 y 1906, en la ladera de la montaña próxima a El Teniente, fue construido un establecimiento beneficiador de minerales, integrado por una planta de concentración o molino, con capacidad para tratar 250 toneladas diarias de mineral que eran acarreadas por un “tranvía aéreo” desde el yacimiento, y un “dínamo” que suministraba la energía eléctrica. Foto, 1914, molino. Foto: Archivo Codelco / El Teniente.
hijo; se educó en la Universidad de Boston, Massachusetts. En su calidad de consultor, American Smelting & Refining Company le encargó buscar potenciales yacimientos fuera de Norteamérica. Tras tomar contacto epistolar con Chiapponi visitó Chile en varias oportunidades. Como fundador de Braden Copper, fue su primer gerente general y representante legal en Chile. Realizó los trámites de instalación para abrir la explotación industrial de El Teniente; siguió pasos similares al formar la empresa Andes Copper Mining para la mina Potrerillos, secundado por su hijo Sprouille, también ingeniero de minas, y un equipo del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Cabe destacar que Braden dio forma a la explotación de El Teniente y de Potrerillos, entre la crisis económica de 1907 y la Primera Guerra Mundial, situaciones que paradójicamente incentivaban el consumo de cobre. Asimismo, organizó la compañía Santiago Mining para explotar las minas Lo Aguirre y La Africana en 1914. Por todo ello el gobierno chileno lo condecoró con la Orden al Mérito en el grado de Comendador. Pese a haber perdido buena parte de su fortuna en la Gran Depresión de 1929, siguió explorando minerales en Centroamérica, hasta fallecer en Nevada en 1942. Si bien la casualidad reunió a Chiapponi y Braden en distintas etapas de la vida, esa diferencia entre madurez y juventud fructificó por la creatividad del primero, quizás a causa de su origen latino, y el carácter metódico del otro, como anglosajón. En un ámbito minero crecientemente profesionalizado donde ya no bastaban los conocimientos prácticos, sus bagajes de hombres de terreno y mundo, con visión de futuro, que hablaban idiomas –el inglés es el idioma mundial de la minería hasta hoy– formados para determinar costos y necesidades de inversión, miembros de sociedades ingenieriles y viajeros entre los dos hemisferios, los hizo ser percibidos como personas activas, optimistas y emprendedoras. Solo así ganaron la confianza de grandes capitalistas, como Guggenheim Brothers, que al prever el advenimiento del salitre sintético, decidieron invertir en el cobre, y de paso en Chile.
La gestación del primer gran negocio minero para explotar un pórfido de cobre en Chile se encuentra en una carta enviada el 3 de noviembre de 1903 por el ingeniero de minas italiano Marco Chiapponi (arriba) a su colega estadounidense William Braden (abajo). En ella, Chiapponi exponía los argumentos para interesar a Braden en el mineral El Teniente. Retratos del pintor Patricio Tupper.
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Situada a 240 kilómetros al noroeste de Antofagasta, Chuquicamata es la mina a rajo abierto más grande del mundo. Tiene las mayores reservas de cobre del mundo. Su explotación fue iniciada –a nivel de gran minería– por la empresa norteamericana Chile Exploration Company en 1915. Las minas en el sector de Chuquicamata ya eran trabajadas por mineros individuales a fines del siglo XIX, con el apoyo de pequeños empresarios, que intentaron una explotación más intensiva de éstas, objetivo que solo se materializó por quienes sí podían llevarla adelante, los inversionistas norteamericanos. Chuquicamata es un mineral del tipo pórfido cuprífero; constituye el núcleo y principal yacimiento de una concentración regional anómala y excepcional de cobre, molibdeno y otros elementos de interés económico, que ha sido denominada la “Anomalía Planetaria”, dado su contenido original de cobre fino del orden de 125 Mt. Foto: Museo Histórico Nacional.
el
despeGue de la Gran minería
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, y de la mano de Braden y Chiapponi, tres empresas estadounidenses se entusiasmaron por comprar títulos de antiguas minas de cobre que estaban abandonadas, en quiebra o eran casi desconocidas, a raíz de problemas que tenían en común: su extracción manual y la escasez de recursos. Al amparo del Código de Minería de 1888 imperante, el gobierno autorizó el funcionamiento de dichas empresas en Chile, las cuales trajeron consigo grandes sumas de dinero. Fue el caso de Braden Copper que puso en marcha El Teniente en 1905 con un capital inicial de 625 mil dólares; Chile Exploration en Chuquicamata, en 1913, con 1 millón de dólares; y Andes Copper Mining Company, en Potrerillos, en 1920, con 50 millones de dólares. Algunas de ellas eran subsidiarias de los consorcios men-
cionados. El flujo nunca antes visto de capitales externos permitiría que ellas operaran más de medio siglo en nuestro territorio. Pasarían otros años para que estudios geológicos determinaran, además, que todos eran yacimientos cupríferos de tipo pórfido, es decir de gran volumen e inmensas reservas diseminadas de cobre de baja ley, susceptibles de ser explotados mediante el método de block caving, y que dos de ellos eran las mayores minas subterráneas y a rajo abierto del mundo, conocidas hasta ahora. Fue así como la instalación de tales compañías hizo rentable viejas minas de bajo costo y con buen margen de ganancias. Ello se logró aprovechando cambios técnicos derivados de la revolución europea, como el montaje de plantas de beneficio diseñadas para procesos industriales a gran escala. Específicamente, la remoción de mineral pasó de la pólvora a la dinamita, implantándose un nuevo tipo de extracción con
perforadoras neumáticas. El uso de la electricidad y del vapor posibilitó la introducción de palas a vapor, bombas, chancadores y máquinas para el movimiento de tierra; apareció el proceso de concentración por vía húmeda a molienda rotatoria; se introdujo el empleo de reactivos químicos para recuperar metal fino de los minerales; y se produjeron adelantos inéditos como la flotación (1912), seguida por la lixiviación y plantas para producir molibdeno, subproducto del cobre, a partir de 1940. Todos estos modernos avances fueron adoptados por El Teniente, Chuquicamata y Potrerillos a su debido turno, haciendo crecer la industria minera. En materia de transporte, caminos y carretas fueron reemplazados por ferrocarriles y camiones, con una actividad que obligaría a construir desde andariveles aéreos, correas transportadoras hasta infraestructura portuaria, así como pasar de motores a vapor a motores diesel y eléctricos.
De esta manera, a partir de 1903 una serie de factores fueron transformando la minería tradicional del siglo XIX en la minería industrial del siglo XX, convirtiendo a Chile en pionero en la explotación de pórfidos de cobre en Latinoamérica. Ello se hace evidente en el paralelo de elementos del cuadro de la página siguiente. Es decir, atrás quedaba una vieja minería que no tenía alternativas de valor agregado y con elevado pago de fletes, y se aproximaba, por fin, el esperado salto metalúrgico a la concentración y fundición de minerales de nivel mundial en Chile, obteniéndose un producto de mayor precio local. No resulta entonces exagerado decir que la naciente gran minería permitió prolongar y afianzar la tradición minera chilena. Fue la respuesta oportuna a un clamor por frenar su declive, haciendo posible que Chile volviera a ser el principal productor de cobre del mundo.
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el “CereBro”
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del horno
peirCe smith
Poco después que las empresas estadounidenses se instalaran en la minería del cobre, el ámbito de la fundición siguió cambiando en Chile, mediante la introducción del horno convertidor Peirce Smith y las primeras plantas de lixiviación. En 1910 el noruego Elías Anton Cappelen Smith ocupaba el puesto de ingeniero metalúrgico consultor de American Smelting & Refining Company. Había llegado como químico ayudante a empresas metalúrgicas de Estados Unidos, alcanzando el cargo de superintendente de la refinería electrolítica de cobre de Anaconda Copper Mining, en Montana. Residente en Baltimore, solicitó y obtuvo la patente de invención que modernizaba el convertidor de cobre mate en boga. Con ella implantó nuevos métodos para la refinación mediante la inyección de aire bajo la superficie de cobre fundido, lo que posibilitó el uso de grandes hornos en la fundición de este metal y para el tratamiento del limo obtenido de metales nobles por proceso electrolítico. También se preocupó de la recuperación comercial de selenio, telurio y paladio del mismo limo, e introdujo la producción de sales de níquel como producto derivado
Minería tradicional
Minería industrial
Salitre
Cobre
Vetas
Pórfidos
Insegura y miserable
Con nociones de seguridad y tecnificada con dinámica propia
De huinches y malacates
De grandes labores y hundimiento de bloques
Improvisada
Planificada y con evaluación de reservas
Pallaqueo
Chancado, molienda y flotación
Pirquinero
Minero
De esfuerzo físico
Manejo y mantención de maquinarias minero-metalúrgicas
Trabajo manual
Con apoyo de electricidad y fuerza motriz
Pequeño capital de riesgo
Grandes capitales asociados a consorcios
Transporte en burro, mula y caballo
Transporte en carretas y ferrocarril
Quintales
Toneladas
de la refinación cuprífera. En virtud de lo anterior, W. H. Peirce lo nombró vicepresidente de Peirce-Smith Converter Company, propietaria de los derechos del método básico para la conversión de cobre. Mientras trabajaba para los hermanos Guggenheim, Cappelen Smith intercambió correspondencia con profesionales de Braden Copper y Chile Exploration que operaban en nuestro país. A través de ellos, recogió detalles sobre cómo funcionaba el convertidor Peirce Smith instalado en la primera fundición de El Teniente en Sewell y la planta de lixiviación que allí existió por corto tiempo, recibiendo opiniones e informes técnicos. Toda esa información resultó útil para preparar el establecimiento de la futura planta de fundición y lixiviación en Chuquicamata. Basado en el conocimiento reunido y con la idea de poner en funcionamiento una explotación que permitiera tratar cobre de baja ley a gran escala y en forma rentable, Cappelen Smith diseñó e implementó el método que permitió poner en marcha la planta de lixiviación de Chuquicamata, permaneciendo en la mina y en Antofagasta durante los meses previos y posteriores a su inauguración oficial. Posteriormente, en su rol de metalurgista consultor, viajó a la fundición de El Teniente, para estudiar e inspeccionar sus instalaciones. Con ese bagaje de datos, Cappelen Smith elaboró el proyecto y la construcción de la fundición Caletones que inició sus operaciones en 1922. Dada la buena experiencia que habían tenido con la explotación cuprífera y en vista de la caída que registraba la industria salitrera, los Guggenheim decidieron incursionar en este rubro ya que el oro blanco comenzaba a rivalizar con su homónimo sintético. Fruto de nuevas investigaciones y del aprendizaje con la lixiviación usada en la producción del metal rojo, Cappelen Smith inventó un nuevo sistema de beneficio llamado Guggenheim, que aplicó experimentalmente en la oficina salitrera Cecilia, en reemplazo del sistema Shanks, de origen británico, para la extracción del nitrato de caliche.
A comienzos del siglo XX, muchos de los adelantos iniciados en Estados Unidos y Europa fueron introducidos paulatinamente en la explotación minera en Chile, pero sus características físicas no eran del todo conocidas y requerían sucesivos ajustes mecánicos hasta lograr la puesta en régimen. Sin duda, la labor de investigación y en terreno de Cappelen Smith hizo posible la implementación de la minería industrial alcanzada con éxito en los primeros pasos de los principales yacimientos cupríferos. De hecho, al cabo de unos años, el mineral de Chuquicamata fue el primero de los cobres porfíricos en ser lixiviado. Los procedimientos que este yacimiento empleaba revolucionaron los métodos de fundición, asegurando el funcionamiento de complejas plantas que operarían por más de medio siglo. La posterior introducción del sistema Guggenheim innovó el procedimiento de elabora-
ción de salitre justo cuando la actividad se encontraba en dificultades, sistema adoptado por las oficinas de María Elena y Pedro de Valdivia, que llegaron a producir buena parte de las ventas de Chile en el extranjero. El trabajo científico y la reputación profesional de Elías Anton Cappelen Smith fueron reconocidos tempranamente en Estados Unidos y en su país natal. Más tarde Chile hizo lo propio. Tomando en cuenta lo mucho que la industria minera y la economía nacional le debían, el gobierno le otorgó el título de Comendador de la Orden al Mérito por sus servicios distinguidos al país. El “cerebro” del horno convertidor Peirce Smith vivió en Chile como un chileno más. Su capacidad y creatividad hicieron posible que un país tan lejano como el nuestro fuera escenario del gran “laboratorio de pruebas” de la minería mundial.
La fundición Caletones se ubica en una explanada a 1.500 metros de altura y a seis kilómetros abajo de Sewell. Considerando el campamento –que lleva el mismo nombre– llegó a tener en la década del cincuenta 3 mil habitantes. La fundición inició su construcción en 1917, bajo la dirección del ingeniero Cappelen Smith y se inauguró en 1922, manteniéndose en operaciones hasta hoy. Como núcleo del proceso fundidor, ésta comenzó formada por varios edificios que albergaban hornos reverberos y convertidores Peirce Smith con sus respectivas áreas de mantención, produciendo cobre blíster y cobre refinado a fuego. Foto: Museo Histórico Nacional.
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primeras
eXposiCiones mineras
Mucho del giro que iba experimentando la explotación industrial cuprífera y sus transformaciones se pudo apreciar en la celebración de dos magnos acontecimientos, separados apenas por 20 años. Como ya se dijo, en 1894 la Sociedad Nacional de Minería convocó en Santiago a la primera Exposición de Minería y Metalurgia. El evento se desarrolló en un amplio espacio ubicado en el antiguo recinto de la Quinta Normal de Agricultura. Allí concurrieron 123 expositores que exhibieron modernos equipos, provenientes de Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Francia, Suiza, Suecia y Chile. Entre otras novedades, se mostraron chancadores y molinos que eran parte del primer desembarco de tecnología estadounidense en Chile, convirtiéndose en un hito para nuestra historia técnico-comercial. La segunda exposición minera internacional, junto con un Congreso chileno de minería
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y metalurgia, se realizaron en 1916, en el salón de honor de la Sonami. A la cita asistieron el presidente Juan Luis Sanfuentes, ministros de Estado, además de parlamentarios, propietarios mineros y profesionales. Como en la oportunidad anterior, el público pudo visitar una exhibición de muestrarios de oro, plata, fierro, carbón, azufre, borato y mármol; y productos minero-metalúrgicos pertenecientes a las minas de Collahuasi, Catemu y Naltagua. Pero la prensa puso especial atención en la exhibición de El Teniente, Chuquicamata y Potrerillos –novatos por su reciente puesta en funcionamiento– que montaron experiencias prácticas y modelos a escala de sus plantas, con apoyo de fotografías y planos. Sin duda, quedó en evidencia cómo entre ambas exposiciones la minería del cobre había entrado en un proceso de maduración, revirtiendo su anterior declive e iniciando un nuevo rumbo hacia la tecnificación de faenas.
Exposición de Minería y Metalurgia realizada en la Quinta Normal de Agricultura de Santiago en 1894. En la imagen se aprecia el interior de la octava sección de la muestra. Foto: Achivo Gastón Fernández.
El 28 de octubre de 1887 el gobierno chileno aceptó la invitación del gobierno francés para concurrir a la Exposición Universal de París de 1889, efectuada para conmemorar el Centenario de la Revolución Francesa. El Presidente de la República, José Manuel Balmaceda, dispuso que se celebrara previamente una exposición nacional que sirviera de preparativo. Esta exposición se realizó en Santiago, el 25 de noviembre de 1888 y concurrieron 708 exponentes. La muestra se dividió en cinco secciones, una de las cuales fue la minería. El compromiso de concurrir a la exposición de París obligó a la construcción de un pabellón que se encomendó a la firma francesa de Moisant, Laurent, Savey y Cia., que fabricó un pabellón desarmable de fierro por la suma alzada de 145.900 francos. Una vez terminada la exposición en Francia, este pabellón de hierro –denominado desde entonces como “Pabellón París”– se desarmó y se trasladó a Chile, instalándose en la Quinta Normal, donde se mantiene hasta hoy día. Durante 22 años y hasta 1992 fue refugio del Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio. Actualmente cobija al Museo “Artequín”. Anteriormente y hasta 1960 estuvo en este edificio el Laboratorio Metalúgico de Cacremi, de gran prestigio. Foto: Archivo Gastón Fernández.
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un
nuevo minero
Frente a tanta innovación, los antiguos pirquineros tuvieron que adaptarse para poder participar en labores que requerían un perfil profesional distinto al tradicional. La captación de mano de obra incluyó individuos de orígenes muy diversos, desde nortinos hasta campesinos sureños, dando fisonomía a un nuevo tipo de minero del cobre empeñado en mejorar sus condiciones de vida y en organizarse gremialmente en sindicatos y mutuales. Muchos trabajadores arriesgaban o perdieron la vida en accidentes graves y fatales, lo que motivó la promoción de derechos y deberes que significaron promover la seguridad e higiene industrial en Chile y reformar disposiciones como la Ley de Accidentes del Trabajo. Así, la minería del cobre suscitó dos grandes transformaciones. Por una parte, acontecimientos y problemas prácticos obligaron a buscar soluciones mediante la elaboración de nuevos códigos (de Aguas y del Trabajo); leyes de ferrocarriles particulares y de sociedades anónimas; y una legislación específica que cimentó un sistema de asistencia social dirigido a esta fuerza laboral. Por otra parte, la actividad minera dio lugar a una disciplina de trabajo y una forma de vida en alejados campamentos densamente poblados, bullentes de actividades sociales y deportivas destinadas a sus trabajadores, familias y habitantes, que han sido retratados en poemas y otras obras literarias. Si bien parte de ello fue evolucionando, todavía es objeto de recuerdos y añoranzas de una época dorada por las generaciones mineras posteriores.
múltiples
ContriBuCiones
La contribución de la gran minería del cobre al desarrollo de Chile ha sido considerable y sobrepasa los aspectos minero, geológico, técnico, productivo, económico, social y laboral antes mencionados. Por ejemplo, posteriormente favoreció la evaluación de otros minerales hoy privados y en explotación como Collahuasi y Los Pelambres, y recorridos exploratorios por minas de países vecinos (Perú, Bolivia y Argentina).
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También significó el aporte de capital fresco para establecer empresas dedicadas al suministro de energía eléctrica y fuerza motriz, y de paso, cambiar su forma de financiamiento que giró de fortunas personales a sociedades anónimas. Lo realizado permitió la masiva llegada de ingenieros de muchas nacionalidades que formaron a discípulos chilenos; la importación de equipos y procesos de punta por proveedores que eran tradicionales en el mercado mundial; el fortalecimiento de los vínculos comerciales entre Chile y Estados Unidos; la cooperación económica para abrir cátedras y estudios relacionados con la enseñanza de la minería en las Escuelas de Minas de Copiapó y La Serena; y el desarrollo de la aviación chilena al acortar la ruta aérea al norte, con compañías que operaban vuelos en –para su tiempo– flamantes aviones, entre otros progresos. Situados en los albores del siglo XXI, es innegable el protagonismo que el cobre mantiene en Chile. Tras más de 150 años de producción casi ininterrumpida, éste se ha convertido en conocimientos, investigación y prestigio para nuestro país, y por eso es costumbre que concurra a cada nueva cita mundial del rubro. Pero el verdadero logro ha sido la suma de esfuerzos humanos donde intervinieron gran cantidad de profesionales, muchos de ellos desconocidos para el común de los chilenos, que idearon soluciones técnicas para sortear momentos difíciles, sin detenerse ante la falta de medios modernos u otros recursos. Más pudo su empuje anónimo, su amor por la ingeniería y la ciencia que, junto con la labor de incontables trabajadores chilenos, hicieron posible la sucesiva introducción de procesos que perfeccionaron la actividad metalúrgica e industrial minera que distingue a nuestro país en el mundo. Al igual que en el pasado, la actividad minera hace posible que Chile hoy prosiga su inserción en el mundo, situándonos a la vanguardia de la innovación tecnológica y de la producción mundial en este rubro. En nuestra minería confluyen tradición, identidad y cultura, elementos que potencian el desarrollo de Chile en la senda hacia el Bicentenario.
Trabajadores del molino en los primeros tiempos de El Teniente. Se estima que en la fecha de la foto –1914– trabajaban allí 60 operarios divididos en tres turnos. Foto: Archivo Codelco / El Teniente.
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crónicas
el
minero
más antiguo
c rónicas
y
de
chile
documentos históricos
El minero más antiguo de Chile Vestigios de la minería de Atacama Los descubridores del mineral de Chañarcillo Chuquicamata antes de los Guggenheim Tres pioneros de la minería nacional
Mauricio Pilot, un ingeniero francés, dueño
de una de las faenas más importantes de la zona, fue quien reportó el hallazgo. Luego de limpiar los escombros diseminados sobre el primitivo hombre, lo vendió al administrador de minas Edward Jackson, según consta en una publicación firmada 20 años después por José Toribio Medina, conocido cronista de la época. El estado de conservación del longevo cuerpo y sus rudimentarias herramientas, casi intactas, despertó el interés de los pobladores y mineros de entonces, ya que su estado de preservación poco usual se presentaba ante los atónitos ojos de los curiosos sin encogimiento de brazos, piernas y manos. El antropólogo norteamericano Junius Bird constató en 1956 que el proceso de momificación del Hombre de Cobre fue natural, y que se trataba de un minero que murió aplastado por un derrumbe en el socavón donde extraía cobre. Según narró Bird, su cuerpo, músculos y tejidos pudieron disecarse y conservarse gracias a la acción de las sales de atacamita, un hidrocloruro de cobre, lo que explica el tono verdoso de su piel y que dio pie a su bautizo como el Hombre de Cobre. Por variables de orden climático y escasa humedad, nunca se descompuso. Un año después del descubrimiento, el empresario minero José Toyo adquirió el cuerpo momificado en mil pesos en sociedad con Edward Jackson, con la idea de dividir las ganancias que obtuvieran de su exhibición tras una gira por el país. Tiempo después, Jackson lo vendió en 15 mil pesos chilenos a la sociedad Torres y Tornero. En ese lapso, Torres y Tornero llevaron la momia a Estados Unidos y la presentaron en la Exposición de Buffalo. Su frustrado intento por vender la reliquia los obligó a tener una permanencia muy larga en ese país, lo que los hizo endeudarse en exceso con la casa Hemenway de Nueva York, que embargó el Hombre de Cobre. Sin haber recibido ni un peso de parte de Torres y Tornero, Jackson encargó al ciudadano antofagastino Raimundo Docekal, quien viajaba a Estados Unidos, que pagase la deuda y trajese de regreso al Hombre de Cobre, para lo cual le dio un poder y 500 dólares en oro. Tras un acci-
y documentos históricos
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En una estrecha grieta colapsada del distrito minero denominado La Descubridora, que en la actualidad forma parte del mineral de Chuquicamata, fue encontrado en 1899 el cuerpo momificado de un ancestral minero preincaico. Correspondiente a un hombre aymara, el cuerpo reposó en el desierto desde cerca del año 300 D.C. hasta ser hallado casualmente al ceder la reblandecida tierra de un pequeño cerro. Su historia posterior es la de un largo peregrinaje comercial.
dentado viaje, Docekal pudo llegar a Nueva York, pagó la deuda de 10 mil pesos chilenos y luego vendió la momia sin darle un centavo a su dueño. Finalmente, en 1905, la momia del minero fue donada por J.P. Morgan al Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Desde entonces, el Hombre de Cobre se exhibe en el salón dedicado a las culturas de América del Sur, lejos de las tierras que lo vieron nacer. Desde 1990 se han realizado gestiones para la recuperación de este patrimonio cultural chileno. Ese año el arqueólogo Lautaro Núñez intentó sin éxito su retorno a Chile. Diez años después, el mismo arqueólogo retomó su misión, con la ayuda del Museo Padre Gustavo Le Paige y el Museo de Arte Precolombino, tarea en la que colaboraron el Ministerio de Minería y el Consejo de Monumentos Nacionales, aunque todo se dilató nuevamente. En representación del Museo Padre Gustavo Le Paige, Núñez viajó a Nueva York en compañía de Carlos Aldunate, director del Museo de Arte Precolombino, para proponer el retorno del Hombre del Cobre, junto con la colección de utensilios, a nuestro país, encontrando buena recepción en la contraparte estadounidense. Sin embargo, los expertos en conservación del museo neoyorkino cuestionaron la elección del Museo Padre Le Paige como lugar para la exhibición de la momia en Chile, por carecer de equipos para preservarla en óptimas condiciones. Una serie de negociaciones encabezadas por Codelco, la Sociedad Nacional de Minería, el Consejo Minero, el Ministerio de Educación, la Universidad Católica del Norte, representantes étnicos de San Pedro de Atacama y de la propia cancillería chilena, permitieron que la directiva del museo estadounidense autorizara la realización de un escáner completo al cuerpo del Hombre de Cobre, para tridimensionalizarlo, a fin de realizar una réplica y exhibirla el año 2005 en Chile. No descartándose aún la posibilidad de conseguir el retorno de la momia original, los chilenos han debido conformarse sin embargo hasta ahora con apreciar solo su réplica. Extraído de La Nación, Sábado 20 de agosto de 2005.
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crónicas
y documentos históricos
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Fot ografía: Museo de Hi stori a Na tura l de Nueva York F i n i n /e l l i s o n © a m e r i c a n m u s e u m
oF
natural history
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CróniCas
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Ve s t i g i o s
de la minería ataCameña Fotos y textos:
Dr. Wolfgang A. Griem
Director Departamento de Geología, Facultad de Ingeniería, Universidad de Atacama Copiapó, Chile
CróniCas
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En la región de Atacama se puede observar hoy las ruinas de los centros mineros que tuvieron fuerte relevancia durante los siglos XVIII y XIX. Lugares –áridos e inhóspitos– donde se instaló una población numerosa que ejerció una gran actividad de extracción y procesamiento de las riquezas que ofrecían sus cerros y quebradas. Las imágenes de este documento parecen descartar las diferencias que hubo entre uno y otro emplazamiento minero. Prima la uniformidad, en el silencio del entorno, en la sequedad de la tierra y en la extensión del horizonte. El cielo no se inmuta: límpido, deja que el sol lo atraviese a su antojo y caiga sin contratiempos sobre las piedras, el adobe y una rústica maquinaria dispersa; en fin, sobre los restos de la vieja minería atacameña.
Las ruinas de Puquios se ubican en la precordillera, en la Quebrada Paipote, aproximadamente a 60 kilómetros al este de Copiapó. Puquios fue un pueblo minero con más de 5 mil habitantes y contó, entre otros equipamientos, con una estación de ferrocarril. A partir de los años treinta los mineros abandonaron este sitio. Su ubicación cerca de sectores mineros como Dulcinea y Tres Puntas le permitieron un cierto desarrollo. Se puede observar los restos de las casas construidas en adobe, las plantas industriales y el cementerio (Fotos, 2005). El distrito Lomas Bayas fue uno de los sectores de la minería de plata más relevantes del siglo XIX. En 1869 las minas generaron el 11,6% de la plata de la Región de Atacama, constituyéndose en el tercer sector más importante de la minería de plata después de Chimberos (mina Buena Esperanza) y Chañarcillo. El pueblo se ubicaba a una altitud de aproximadamente 2 mil metros. El camino principal conducía directamente a Los Loros, lugar donde el mineral era transportado a través de carros. De ahí era enviado vía ferrocarril a Caldera o Copiapó. La mina más productiva fue la Carmen que aportó el 5,4% de la producción de plata en el Departamento de Copiapó en el año mencionado. Las mejores minas llegaron a una cifra de 550 kilogramos de rocas movidos por persona durante un mes (Fotos, 2007).
Carrizal Alto era uno de los sectores mineros más importantes de la Región de Atacama. Ubicado entre Copiapó y Vallenar, a unos 30 kilómetros hacia el este de Carrizal Bajo. Hoy solo quedan restos de este pueblo, que tuvo un índice de mortalidad bastante expresivo dadas las malas condiciones sanitarias del lugar. El gran cementerio resiste –a duras penas– el paso del tiempo (Foto, 2006).
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CróniCas
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En Cerro Blanco, al oeste de Los Loros –poblado ubicado a 70 kilómetros al sudeste de Copiapó– se observan restos de muros y cimientos, además de una casa habitacional (ex correos) y una iglesia. En 1869 se contabilizaron 45 minas en el sector –solo 23 tenían una producción continua– y 501 personas trabajando en ellas. La mayoría eran barreteros, pirquineros y apires. El sector contó con dos máquinas de vapor y 16 piquetornos. Hasta la actualidad sorprenden sus construcciones, cimientos y ruinas. La mina más importante, Agua Amarilla, produjo alrededor de la mitad del cobre fino del distrito. Las leyes de las vetas de cobre estaban generalmente entre 15 y 27%. En el año 1909 se cuentan alrededor de 300 personas trabajando, específicamente en las minas Agua Amarilla y Coquimbana (Yunge, 1910).
Mina San Jorge, ubicada en el distrito Checo de Cobre, a 30 kilómetros al sureste de Copiapó. Este sector fue explotado desde la segunda mitad del siglo XVIII, pero la intensificación de la explotación cuprífera se dio aproximadamente desde la tercera década del siguiente siglo, cuando la minería del cobre marca un repunte considerable (Foto, 2002).
La foto –captada en 1989– muestra restos de las instalaciones de la mina San Juan, ubicada solo a 30 kilómetros al este del emblemático emplazamiento minero prehispánico, Inca de Oro.
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El Bronce fue la mina más importante del sector de la Quebrada de Algarrobal. Tenía ricas vetas de cobre hasta una profundidad que podía competir con la mina Dulcinea, en el distrito Carrera Pinto. La construcción de un andarivel fue clave para eliminar el principal problema de este rico yacimiento: la distancia a la próxima quebrada transitable. Un tramo de más de cinco kilómetros conectó la mina con la Quebrada Algarrobal para bajar el mineral en una forma más eficiente. Su ubicación es realmente especial: encima de un lomo bastante desprotegido, pero con una amplia vista del área. Desde Merceditas –fotos inferiores– se siguen varias quebradas a minas pequeñas, con leyes bastante interesantes. Todavía el medio de transporte principal es el caballo.
La mina Buena Esperanza se ubica en el sur del sector Tres Puntas, cerca de la antigua estación de ferrocarril de Chimbero. Fue la mina más grande del sector. Las cifras de plata extraídas son impresionantes. En los años sesenta y setenta del siglo XIX produjo más del 80% de la plata fina del sector Tres Puntas / Chimbero y entre 1869 y 1876 la mina explotó más plata fina que Chañarcillo. Las estadísticas oficiales del Departamento de Copiapó de esos años hablan de una gran eficiencia: en promedio cada operario movió 1.269 kilogramos de rocas durante un mes (normal en esta época eran valores de 400 hasta 500 kilogramos de rocas explotadas por persona y mes). Esta cifra apunta a una alta tecnificación y un sistema de explotación muy eficiente en relación a la época. El año 1848 figura como fecha oficial del descubrimiento de Tres Puntas. Dos años después se contabilizan 53 minas, 36 de ellas productivas y 17 no productivas, con un total de 629 personas trabajando. En 1869 la producción total en plata fina alcanza 67,7 toneladas métricas en Tres Puntas / Chimbero. Pero solamente la mina Buena Esperanza produjo más de 56 toneladas. En promedio trabajan en ese año alrededor de 2 mil personas en el sector.
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los
desCubridores del
mineral de
ChañarCillo
(extraCtos)
José Joaquín Vallejo
José Joaquín Vallejo Borkoski, más conocido por su pseudónimo Jotabeche, fue un escritor, periodista y político chileno de la primera mitad del siglo XIX, y un exponente destacado del costumbrismo local. Sus artículos y cuadros de costumbres publicados por la prensa se hicieron muy populares entre los lectores chilenos, siendo ampliamente celebrado por su humor escéptico y la capacidad de penetración en los temas sociales y situaciones cotidianas de su tiempo. Los extractos que siguen dan cuenta del frenesí minero de Copiapó tras el descubrimiento del gran yacimiento de plata de Chañarcillo.
Excelente
asunto para un sermon de cuaresma en que el orador se propusiese pintar lo perecedero de los bienes terrestres, i traer a colacion, sin necesidad de recurrir a parábolas, no sólo uno sino muchos hijos pródigos. Yo que no soi orador, ni tengo en la tierra el dificil encargo de encaminar las triscadoras ovejas, a las cuales me honro de pertenecer, i en cuyos descarrios me suelo a veces encontrar, he elejido esta materia para escribir un articulo.
No es fácil decidir si la fortuna quiso favorecer o burlarse de los que descubrieron las primeras vetas i mantos de este mineral famoso. Dueños de la noche a la mañana de capitales injentes, de la mañana a la noche se vieron aun en mayor pobreza que aquella en que vivian ántes que la diosa ciega les guiase a las cerranías de Chañarcillo.
Chañarcillo. Foto: Archivo Central Andrés Bello, Universidad de Chile.
Chañarcillo.
Foto: Archivo Central Andrés Bello, Universidad de Chile.
Ellos poseyeron valiosos fundos; su crédito llegó a no tener rivales; hicieron ricos a muchos; contaron con la hacienda, con los servicios, con las consideraciones i obsequios de cuantos le rodeaban. Poco despues no tenían en que vivir; se les ejecutó con crueldad; nadie quiso prestarles un cuartillo, i al fin llegaron hasta retirarles el don que ántes les prodigaban con humillacion, como si dejándoles este miserable titulo se reconocieran en la obligacion de conservar con ellos relaciones, que ya no podian aprovechar. ¡Especie humana! ¿En qué te diferencias de una prostituta, si no es en que tú nunca llegarás a vieja para enmendarte? El burrero Juan Godoi se hallaba el 18 de mayo de 1832 dando caza a un huanaco, i fatigado de la tenaz persecucion que le habia hecho, de la cual se burlaba el ájil habitante del desierto, sentóse a descansar sobre una piedra, esperando que sus perros volviesen con la boca ensangrentada a anunciarle que habian atrapado la presa, i le guiaran despues al lugar de la victoria. No tardó en reconocer que tenia por asiento un crestón de metal de plata riquísimo, i este fue el instante en que Chañarcillo vino al mundo, el instante en que el cielo hizo tan magnifico presente a esta feliz República. Godoi, vuelto de su sorpresa, ya no se acordó del huanaco, i hubiera olvidado tambien sus borricos que andaban por allí cerca, a no formar el plan de cargarlos de piedras ricas en lugar de leña, para dirijirse a Copiapó, donde pensaba aconsejarse sobre lo que haria, como si se encontrase en grandes apuros.
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El primero a quien confió su secreto, para obtener una regla de conducta, fue Juan Jose Callejas, minero viejo i cateador de profesion, que sin embargo de haber reconocido por mas de cuarenta años las vetas i panizos de cuantos cerros tiene este departamento, sólo habia logrado reunir un caudal fortisimo de esperiencia. A este regaló Godoi una tercera parte de la riqueza hallada, la cual endosó el viejo a un antiguo patron suyo, vecino de Copiapó, por gratitud a los muchos servicios que le debia. Don Juan Godoi resultó hallarse mui emparentado, mui relacionado con innumerables individuos que ántes no conocia, sino como caseros que le compraban su leña. Sin embargo, era preciso obsequiar tantas i tan finas demostraciones de afecto, manifestarse sensible a la estremosa ansiedad que desplegaban por agradarle. A una comida le seguia un baile, al baile las muchachas, a las muchachas el almuerzo, al almuerzo la timbirimba, hasta que al fin i al cabo el aceite faltó a lámpara, que por cierto no era la maravillosa de las mil i una noches. La concurrencia empezó entonces a despedirse a la francesa; cada cual tomó su raya, i despertara un dia Juan Godoi, como solia despertar algunos meses ántes, sintiendo amargamente que no fuesen una realidad las bellas cosas que habia soñado. ¡Desgraciado! ¡Ni aun borricos tenia! El jeneroso patron de Callejas, sabiendo la miseria en que de nuevo se encontraba aquel hombre, le dió una dobla en la mina Descubridora, que le produjo l4,000 pesos. Con esta suma su reconocido bienhechor le hizo comprar en Coquimbo una chacra, donde no siendo seguido de sus amigos, fué a morir en paz, dejando a su familia una mediocre subsistencia. El Viejo Callejas ha escapado perfectamente de esta catástrofe. Contento con haber hecho rico a su bondadoso patron, goza en medio de una sobriedad ejemplar, de las dádivas con que a su vez ha sido recompensado. Su residencia predilecta es en la Descudridora, a quien ama como a la niña de sus ojos; sus paseos favoritos son en las labores Pique del agua, Fronton de castillo, en el Fenómeno, en la Paloma, i en todo aquel embrollo de abismos, cuya productiva fabricacion ha dirijido en su mayor parte. No lejos de esta mina está lo que antes fue el Monte de los bolados. Sólo se ve en el dia de este poderoso depósito de bolas de plata, un gran hoyo redondo, que a los que conocen su historia i la de sus descubridores, no puede inspirar otras ideas que la contemplacion de un osario, el contraste de lo que fue i de lo que llega a ser el hombre. Cuatro mineros encontraron aquel encanto. Sin avaluar los llampos i metales que cada uno dió a los infinitos camaradas que forman el voluble séquito de la voluble fortuna,
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está bien averiguado que produjo a sus dueños mas de 80,000 marcos, 700,000 pesos por lo menos. ¿Qué se hizo este capital? Tan rápido fué su aparicion en la escena que nadie contestará satisfactoriamente a la pregunta, ni aun a los mismos que, al parecer, sólo representaron el papel de capitalistas. Estos mismos descubrieron tambien la mina rica llamada el Boluco, que hoi pertenece a otros dueños. La Colorada, celebre por su feraz produccion en marcos para sus dueños, en robos para los cangalleros i en pleitos para medio mundo, tuvo por descubridor a Manuel Peralta, que ya no existe. La jenerosidad domina como una pasion a este minero, que llegó a dar a diferentes individuos mas de doce cuartas partes de su hallazgo; i hubiera seguido distribuyéndola por esta medida, si su completo broceo no hubiese terminado las demandas. Los que en el día poseen esta mina, la obtuvieron por un formal denuncio; le pusieron trabajo, al fin alcanzaron, i aqui empezó la pelotera. Cada uno de los doce accionistas entabló un pleito, por lo menos; cada pleito era por una cuarta parte; cada cuarta parte tenia doce interesados, i cada interesado deducia sus acciones i oponia sus escepciones ante V. S. como mas haya lugar en derecho, jurando no proceder de malicia. El uno pedia embargo, el otro transaccion; éste comparendo, aquel restitucion in integrum, mensura, juicio práctico, compromiso o reconocimiento; i todos costas, daños i perjuicios: item mas, su derecho a salvo. ¡Qué barahunda! He dicho que Manuel Peralta se murió, en lo cual el pobre hizo mui bien, porque le habrian llevado como le traian, sin saber ni lo que han hecho, ni lo que querian que hiciese. El infeliz murió cansado de oirse tratar por sus mismos donatarios de ¡animal! La Guia, este alimácigo opulento de vetas, guias, mantos i reventones, que hasta la fecha se le cree virjen, porque cada dia ofrece nuevos primores su laborío, fué hallada por el barretero Juancho, que la vendió antes que ella desplegase tan brillante riqueza. Con el dinero que le produjo el negocio, quiso tambien darse buenos ratos; se metió a francachelas; en una de éstas, un amigo le dió una puñalada, i de sus resultas hubo que cortarle un brazo. El último real se lo llevó el boticario, i estuvo en un tris que se lo disputaran el sacristan i el panteonero. Los descubridores del Reventon colorado no han sacado de esta mina sino varios cajones de enredos de tan dificil solucion, que no parecen sino de metal frio, cuyo beneficio, hasta ahora, es impracticable. ¡Bravo pelear! ¡Ni unitarios ni federales que fueran!... Mui largo se haria este articulito si quisiese añadir todas las historietas que faltan, las cuales por otra
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ChuquiCamata antes de los guggenheim Mucho antes de que comenzara sus labores la Chile Exploration Company, primera compañía extranjera que incursionó en Chuquicamata y propiedad de la familia Guggenheim de Nueva York, ese mineral era objeto de pequeñas faenas extractivas.
Tras la Guerra del Pacífico,
Chañarcillo. Foto: Archivo Central Andrés Bello, Universidad de Chile.
parte son idénticas particularmente en su desenlace: la miseria o los pleitos, como las sublevaciones i las batallas cuando los peruanos creen descubrir un medio de constituirse. Siempre que escribo algo, que no sea una carta, toco la dificultad de no saber qué decir luego que veo la necesidad de acabar; mas por ahora tengo que cumplir un propósito que me hice al bosquejar lijeramente estos tristes episodios de la historia de Chañarcillo. Quiero llamar la atencion de los afortunados en este mineral hacia las familias de sus descubridores. Nadie tiene más derecho que ellas, que esa multitud de chiquillos desnudos, a esperar una jenerosa proteccion de los mineros ricos de este pueblo. Para sostenerlas i educar a algunos de sus niños, creo que no se necesitaria sino de un pequeño fondo; de lo que, por ejemplo, en un dia puede producir el mineral que descubrieron sus padres. Cuando vayan a Copiapó a visitar sus faenas, como cuatro cuadras antes de llegar a la capilla de Tierra Amarilla, entren en una pobre choza que está a la izquierda, en la orilla del camino real. Una madre con siete hijos pequeños, no diré viven, yacen en ella. Es la familia de un descubridor. Sólo pido que entren a aquel ranchito, que es toda una dolorosa leccion de esperiencia, i estoi seguro que no saldran sin convenir que alli, por mui poca cosa se compra la insatisfaccion del corazon. 4 de abril de 1842
el ingeniero Samuel Valdés Vicuña, comisionado por el presidente Domingo Santa María en 1883 para estudiar las riquezas mineras de la región comprendida entre los paralelos 23 y 20 grados latitud sur, informó que Chuquicamata debía considerarse el yacimiento de cobre más importante de cuantos existían en la región. En esa época ya habían sido denunciadas cincuenta pertenencias en Chuquicamata. El terreno mineral, según el mismo ingeniero, ocupaba un espacio de 4.200 metros de norte a sur y de 1.400 metros de este a oeste. En años posteriores se produjeron hechos importantes como un repunte en el precio del cobre, la llegada del ferrocarril a Calama, y el nuevo código de minería de 1888, que facilitaron la futura explotación del mineral y provocaron una estampida de denuncios sobre el mineral de Chuquicamata. A partir de 1900 se constituyeron diversas sociedades mineras para explotar grupos de pertenencias en Chuquicamata, pertenecientes a la mediana minería extractiva. La minería extractiva del cobre en el norte chico hasta entonces era artesanal. El sector moderno, con uso intensivo de capitales y tecnología, estaba presente en el beneficio y la exportación del mineral. En agosto de 1900 se constituyó la Sociedad Explotadora de Chuquicamata, perteneciente a la casa alemana Weber de Valparaíso. En octubre del mismo año se creó la Compañía de Cobre de Antofagasta de propiedad del escocés Norman Walker y la casa inglesa Duncan Fox y Compañía. En julio de 1901 se constituyó la compañía minera La Teodora de Chuquicamata y en abril del año siguiente la Sociedad Beneficiadora de Chuquicamata. Luego vendrían la Compañía de Minas y Fundición de Calama, que construyó en esa ciudad la fundición de Chorrillos, cuarta fundición de cobre del país en 1908, en términos del fino entregado. Otra sociedad fue la Compañía Minera La Poderosa de Chuquicamata, del chileno Enrique Villegas Encalada y de Walter G. Andrews. En la primera década del siglo XX, estas nuevas mineras de Chuquicamata contribuyeron decisivamente al repunte
de la producción del metal rojo en Chile. Tras haber sido nuestro país el primer productor de cobre en el mundo entre 1850 y 1880, se había producido una decadencia explicada en parte por el desarrollo en Estados Unidos de una minería de alta tecnología. En 1902 laboraban en Chuquicamata 900 operarios –más que la población de Calama–, que producían para veinte compañías mineras 2.700 toneladas de fino. Chuquicamata llegó a ser en esos años el principal distrito minero de Chile, superando en producción a La Higuera, de Coquimbo, que la seguía con 1.000 toneladas de cobre fino, pero con 3.000 trabajadores que laboraban más de cien explotaciones. Al igual que en el siglo XIX la minería extractiva chilena era de muy baja tecnología y productividad por operario. Llamaba la atención la alta ley del mineral extraído entre 1900 y 1910, lo que se debía a que en Chuquicamata se explotaban fundamentalmente las llamadas llamperas, que eran una costra de mineral, de hasta veinte metros de profundidad, con óxidos de cobre de fácil extracción y leyes que fluctuaban entre el 15 y el 18%. Hacia 1908, el autor Domingo Silva Narro, en su folleto La Minería en Antofagasta, afirmaba que Chuquicamata “era un gigantesco depósito de minerales en que la naturaleza y sus fenómenos geológicos se han mostrado excesivamente pródigos”. Asimismo escribió que el mineral de Chuquicamata tenía un enorme valor comercial y era una lástima que no fuera suficientemente conocida en el extranjero, “para que afluyan capitales y lo conviertan por obra de la iniciativa y del esfuerzo en el Rio Tinto de Chile”. Años más tarde Rio Tinto quedaría empequeñecido al lado de Chuquicamata Pero Chuquicamata no era tan desconocida. Poderosas firmas estaban obteniendo información acerca del mineral y los favoreció el hecho de que el precio del cobre bajó en el periodo entre la crisis económica de 1907 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, así como la frágil situación financiera de las compañías que disminuyeron sus labores o cerraron, dispuestas a vender sus pertenencias. Era el comienzo de una nueva y promisoria etapa.
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pioneros de la minería naCional
El desarrollo de la minería en Chile está ligado a personas que en diferentes momentos de nuestra historia tuvieron la visión y la capacidad de emprendimiento para levantar una industria que sigue siendo hoy el pilar de nuestra economía.
José Tomás Urmeneta García-Abello
Archivo Dibam.
El más importante empresario minero cuprífero chileno del siglo XIX nació en Santiago en octubre de 1808; primogénito del matrimonio conformado por Tomás Ignacio Urmeneta Guerra y Manuela García-Abello Pizarro. Fue célebre por la explotación de las minas de Tamaya y el levantamiento de modernas fundiciones de cobre. Al terminar sus estudios básicos, fue enviado a Rhode Island, Estados Unidos, graduándose en leyes y artes en la Universidad de Brown. Regresó a Chile con 19 años y se unió a la sociedad comercial de Francisco Javier Urmeneta García; Manuel Hipólito Riesco y José María Sánchez, pero la empresa no prosperó. Se trasladó entonces a Londres, de donde volvió en 1831.
Cuando tenía 23 años, administró dos haciendas de su cuñado Mariano Ariztía, casado con su hermana Josefa y propietario de las minas Arqueros y Tamaya en la provincia de Coquimbo. Junto a su familia –se casó con Carmen Quiroga y Darrigrande con la cual tuvo tres hijas–, se estableció en esa región y se dedicó a la minería. En octubre de 1833, a los 25 años, denunció la mina Las Mollacas, veta secundaria del mineral de Tamaya, donde encontró un rico filón de cobre de alta ley, la que continuó trabajando por ocho años. Denunció nuevas minas abandonadas, como El Durazno o El Pique, a la cual incorporó tecnologías modernas. Por problemas financieros provocados en sus minas por dos inviernos lluviosos terminó la década de los cuarenta casi en bancarrota. Un préstamo de Mariano Ariztía le permitió iniciar una nueva etapa que rindió sus frutos en octubre de 1852, cuando encontró una rica veta de cobre en el frontón Campino, uno de los piques de Tamaya. En 1853 comenzó a diversificar sus inversiones y en 1860 se había expandido a la minería de la plata, del oro y del carbón. Asimismo, estableció sus propias empresas –Sociedad Chilena de Fundiciones y Sociedad de Gas de Santiago–, e invirtió en numerosas empresas. Urmeneta se instaló en Santiago a fines de 1855. Su éxito lo relacionó con empresarios como Matías Cousiño y Domingo Matte, y también se vinculó en la política. Fue elegido consejero de Estado en 1853 y senador para el periodo 1855-1864, integrándose a la Comisión de Hacienda del Congreso y al consejo administrativo de la Caja de Crédito Hipotecario. Su sólida posición le permitió hacer frente al descenso del precio internacional del cobre, y en 1860 inició la compra de las principales minas de Tamaya y sus alrededores, asociadas a las fundiciones de Guayacán. Contribuyó así a que Chile llegara a ser el primer productor de cobre del mundo entre 1861 y 1870. Este último año Tamaya llegó a contar con 39 minas, empleando un total de 7.150 trabajadores, cifra que aumentaba con los que vivían en las dos placillas de Tamaya. A finales de la década de 1850, la Sociedad Chilena de Fundiciones quebró por deuda con la casa comercial Gibbs. Nueve años después, Urmeneta se reorganizó para liquidar la empresa de fundiciones, pactando la deuda con Gibbs. Pero pese a haber pagado sus compromisos inmediatos, no pudo independizarse de la firma inglesa. En la década de 1860, siguió modernizando Tamaya para aumentar la producción, pudiendo salvar los costos y obtener utilidades en años de buenos precios. Construyó un ferrocarril entre Tamaya y la fundición de Tongoy. En la década de 1870, el empresario invirtió con éxito en la hacienda Limache y en 1872 creó, junto a la Municipalidad de Santiago, la Compañía de Construcciones de Santiago. En el ámbito político, llegó a ser proclamado candidato presidencial en enero 1871, pero fue derrotado por el candidato oficial Federico Errázuriz Zañartu. Sus últimos años los vivió en la hacienda de Limache, donde siguió atendiendo sus negocios hasta su muerte, en 1878.
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José Santos Ossa Minero, explorador y exitoso empresario de la explotación de salitre, nacido en Huasco, en 1827, José Santos Ossa se caracterizó por su permanente espíritu aventurero y emprendedor, que lo llevó a buscar todas las posibilidades de negocios. Huérfano a temprana edad, vivió con la familia Walker, que le dio una completa educación, la que complementó trabajando en una sociedad de compra y fundición de metales que esta familia poseía en Vallenar. Ejerció todo tipo de trabajos y se sabe que ya a los 15 años recorría la región del Huasco en busca de minas. Cuando se iniciaba como cateador recibió la ayuda de Agustín Edwards Ossandón, comerciante de metales de sólida situación económica que le proveyó de recursos y con quien mantuvo relaciones comerciales por largo tiempo. A fines de 1845 llegó al puerto boliviano de Cobija, donde organizó sus empresas e instaló su hogar. Se casó con Melchora Ruiz, hija del español José Manuel Ruiz, socio comercial de Ossa, matrimonio del cual nacieron cuatro hijos. En el año 1855 su esposa falleció víctima del cólera. Luego, al llegar los efectos de la inestabilidad política boliviana a Cobija, decidió trasladarse a Chile. De regreso en el país se dedicó a la entonces lucrativa explotación del guano, formando en 1858 una sociedad que le dio buenas utilidades. Años más tarde, la quiebra de un banco en el sur lo obligó a liquidar ese negocio y comenzar nuevamente como cateador del desierto. En una de sus tantas expediciones, a mediados de 1860, José Santos Ossa descubrió salitre casualmente mientras el resto del grupo descargaba y daba de beber a los animales. Decidió no hablar sobre su hallazgo y conversar antes con el presidente boliviano. Debió esperar varios años para obtener una concesión para explotar salitre. La situación en Bolivia no mejoraba y Chile vivía entonces una crisis económica, por lo que Ossa decidió probar suerte en otro rubro y formó un negocio de frutos del país, con bodega central en Chillán. En esa época contrajo un segundo matrimonio, con Delia Borne, pero en 1963, en vista de que los negocios no respondieron a sus expectativas, dejó a su familia en San Fernando y regresó a Cobija, donde fue nombrado cónsul ad honorem. De regreso en el puerto boliviano, intentó encontrar en el desierto unos yacimientos de plata que se decía existían al sur de Mejillones. Pero al hacer excavaciones encontró nuevamente salitre. Dos años después se radicó con su familia en Cobija. Vivió una etapa de prosperidad, pero en diciembre de 1865 un
Foto: Archivo Dibam.
incendio destruyó su casa y las instalaciones que poseía. Con todo, logró reconstruir su casa y sus negocios, así como su fortuna. En 1866 Ossa organizó una numerosa expedición a la zona donde hoy se encuentra Antofagasta. Tras días de camino y sufriendo la falta de agua, la expedición encontró salitre en el Salar del Carmen. Encargó a un abogado de Cobija para que consiguiera en La Paz el pedimento del nuevo yacimiento, con el privilegio de explotar el salitre que se hallara en el litoral boliviano, quedando oficializado su descubrimiento. Junto con Agustín Edwards y otros inversionistas fundó la Compañía del Salitre en Antofagasta. Antofagasta fue el nombre que él dio a la entonces casi desconocida caleta La Chimba, uno de los puntos donde el gobierno boliviano le otorgó concesión. Invirtió su riqueza en el Banco Ossa, localizado en Valparaíso, y que lo convirtió en el banquero más rico de Hispanoamérica. De vida intensa y muy activa, José Santos Ossa encargó a José María Pérez de Arce la redacción de un folleto titulado “El desierto de Atacama”, una especie de legado de toda su experiencia. Murió en pleno trabajo, durante una expedición a las islas de San Félix y San Ambrosio, en agosto de 1878 cuando tenía solo 50 años de edad.
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ENAMI EN lA hIstorIA dE lA pEquEñA y MEdIANA MINEríA EN ChIlE
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Alberto Callejas Zamora Algunos de los grandes y reconocidos hombres que cosecharon los minerales de nuestra tierra transitaron un camino bien pavimentado desde sus inicios. Pero otros estuvieron muy lejos de haber tenido una “cuna de oro” y deben a su esfuerzo el éxito que hoy se les conoce. Uno de estos, Alberto Callejas Zamora, trabajó desde los siete años cosiendo sacos en la pampa salitrera, acompañando a su padre, Paulino, legendario obrero del salitre que llegaría a convertirse en empresario al hacerse con el tiempo del Capote Aurífero de Freirina. La mujer de éste, Margarita Zamora, fue la matriarca del clan y gran responsable de la gestación de la Minera El Bronce de Petorca, que con el tiempo llegaría a ser la segunda productora de oro de Chile, con las plantas más modernas de Sudamérica en los años cincuenta, laborando allí unos 700 trabajadores. Uno entre 11 hermanos, Alberto realizó diferentes tareas, entre ellas capitán de buque, cargador de salitre, oficial de mecánico, albañil, tornero, constructor contratista, además de futbolista y decatleta. Sus esfuerzos se vieron coronados en 1934, por el inicio de operaciones de la antigua mina del Capote Aurífero, abriéndose entonces otras vetas que aumentarían el capital de la familia, hasta convertirla en parte de las ligas mayores de la minería chilena. En 1978, a sus 74 años Alberto Callejas decidió reabrir la mina El Bronce de Petorca, propiedad de los descendientes de don Paulino y doña Margarita, que por diversas circunstancias se encontraba cerrada desde 1955. Lo hizo con muy pocos recursos, pero con la ayuda de su hijo Maximiliano y su sobrino Reginaldo Callejas, además de un grupo de amigos mineros, quienes se valieron de barreta y poruña para hallar en ella el clavo Rosario 3. Actualmente esta mina, que fue una de las primeras adquisiciones del grupo, cuenta con una importante producción de oro y abarca también plata y cobre. Alberto Callejas recibió la medalla al mérito del Instituto de Ingenieros de Minas de Chile; en su discurso de agradecimiento señaló: “He desempeñado el cargo de gerente desde que nació la firma y, para hacerlo, abandoné el capacho, el huinche, la poruna, el yunque y el martillo, aunque muchas veces hago lo de antes (…) Tengo en mi mente a seres inolvidables que ya no viven en la tierra sino en la eternidad: mi madre que fue mi lumbre y mi hermana Filomena. Están todos los que a diario comparten mis labores, familiares, obreros, empleados sin los cuales esto no sería posible”. Tras una vida dedicada al trabajo, Alberto Callejas murió en 1987, a los 84 años. Hijos, sobrinos y nietos han extrapolado los alcances del hoy llamado “Grupo Callejas”. La Villa Alberto Callejas, de Petorca, debe su nombre y existencia a la perseverancia de esta familia de mineros que extrajeron oro, cobre, plata.
Alberto Callejas. Archivo fotográfico familia Callejas.
Margarita Zamora y Paulino Callejas. Archivo fotográfico familia Callejas.
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