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Ciencia vs Dogma:
LA BIOLOGÍA DESAFÍA EL PARADIGMA SUD SOBRE LA HOMOSEXUALIDAD
1 GREGORY A. PRINCE Originalmente compartida en la Conferencia Sterling McMurrin sobre Religión y Cultura en el Obert C. y Grace A. Tanner Humanities Center, Universidad de Utah, septiembre de 2017.
Después de las elecciones generales de 2008, en las que la Iglesia SUD desempeñó un papel decisivo en la aprobación de la Proposición 8 en California, recibí una llamada telefónica de Helen Whitney, una productora de cine documental cuya monumental producción de cuatro horas, “The Mormons”, había sido transmitida como un especial de “Frontline” en PBS el año pasado. Ella me comentó que Andrew Solomon, un premiado autor y uno de sus mejores amigos, la había criticado por los elogios que su documental había dicho sobre “esta malvada iglesia”, según las palabras de Andrew, que había ayudado a aprobar la Proposición 8. Helen me pidió que ayudara a reparar la brecha en su relación.
Durante el año siguiente, primero a través de correo electrónico y luego en persona, Andrew y yo desarrollamos una amistad duradera que resultó en su sensibilización sobre algunos de los aspectos del mormonismo, y en mi sensibilización sobre algunos de los aspectos del mundo LGBT y el papel cada vez más público que la Iglesia SUD estaba desempeñando en él. Un resultado de nuestra interacción fue la publicación de “An Exquisite and Profound Love”, una notable entrevista con Andrew, en Dialogue: A Journal of Mormon Thought (volúmen 46, 2013).
Andrew fue el primero de muchas personas LGBT, tanto dentro como fuera del mormonismo, que me contaron sus historias. Una historia particularmente importante fue la de Randall Thacker. En 2012, como nuevo presidente electo de Affirmation: Mormones LGBT, familias y amigos, Randall me contó su historia y luego me invitó a formar parte de la junta directiva de Affirmation, una posición que ocupé durante los cinco años siguientes. Poco a poco vi la necesidad de contar la historia de los mormones LGBT y la iglesia a la que pertenecen, o pertenecían, y comencé a trabajar en un manuscrito del tamaño de un libro que cuenta la historia de medio siglo de la Iglesia SUD y su relación con sus propios miembros, así como su decisión, a principios de la década de 1990 de “cruzar la calle” y
aparecer públicamente como un importante defensor de la preservación del matrimonio como una institución de carácter heterosexual.
Parte de la historia, y en realidad la base, en mi opinión, es el papel que la ciencia ha desempeñado y desempeñará cada vez más en el diálogo nacional sobre los derechos LGBT. La invitación de mi buen amigo Bob Goldberg, director de Tanner Humanities Center, para dictar la conferencia anual Sterling M. McMurrin fue el catalizador que me llevó a profundizar en la biología de la homosexualidad y a explorar cómo ha informado o no ha informado las políticas, doctrinas y actitudes de la iglesia.
GREGORY A PRINCE 2018
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AGRADECIMIENTO ESPECIAL A JORDAN SGRO POR REVISAR Y EDITAR ESTE DOCUMENTO.
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Introducción
Antes de que hubiera conocimiento, había certeza. A lo largo de gran parte del siglo XX, la homosexualidad, una palabra y un concepto que ni siquiera formó parte del idioma inglés hasta 1892, se consideró una elección malvada que podía no elegirse o una enfermedad cuyo efecto en la sociedad era tan perjudicial que necesitaba ser curada. De hecho, en 1952, la American Psychiatric Association, en la primera edición de su Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales, calificó a la homosexualidad como una enfermedad. La política pública reflejaba el dogma médico, y en 1960 el sexo privado y consensual entre parejas del mismo sexo no solo se condenaba como moralmente incorrecto, sino que también se definía como un acto criminal en cada estado del país.
Las tradiciones religiosas, en los raros casos en que incluso mencionaban la homosexualidad, la condenaban casi universalmente. Los judeocristianos seleccionaron versos de la Biblia para justificar su homofobia, incluso aun cuando reconocían implícitamente que los tiempos habían cambiado al ignorar que el Libro de Levítico requería la pena de muerte “si un hombre se acuesta con un hombre como con una mujer”.
La Iglesia SUD, que en su mayoría mantuvo la homosexualidad en el armario hasta los disturbios de Stonewall de 1969, fue inequívoca en su oposición a ella. En una conversación privada con el apóstol Spencer Kimball que pudo haber influido en la subsecuente rígida postura de Kimball, el presidente de la Iglesia, David O. McKay, dijo que “en su opinión, la homosexualidad era peor que la inmoralidad heterosexual”. En otras palabras, ser homosexual era peor que cometer fornicación o adulterio. Bruce McConkie, una Autoridad General, escribió en su enciclopédico y audaz libro Doctrina Mormona, que la homosexualidad era “uno de los principales medios de Lucifer para llevar almas al infierno”. Otro aspecto negativo fue expresado por el apóstol Mark Petersen, quien, en un editorial de Church News, colocó a los “delitos homosexuales” junto al asesinato en su jerarquía de pecados.
Después de convertirse en presidente de la iglesia en 1973, Spencer Kimball intensificó la homofobia institucional. El solo hecho de ser homosexual se convirtió en motivo de excomunión. La Brigham Young
University, que en muchos aspectos representó a la vanguardia de la iglesia, respondió al llamado desplegando a sus oficiales de seguridad para que vigilen los bares homosexuales en Salt Lake City, sacando las placas de vehículos y amenazando con expulsar a los estudiantes homosexuales a menos que inquieten a otros estudiantes homosexuales. La tesis doctoral para BYU de Max McBride consistió en un grotesco ensayo clínico que incluía la descarga eléctrica como medio para “redirigir” la orientación homosexual. El número de pacientes fue pequeño (catorce voluntarios, todos varones), el seguimiento fue de dos semanas y los hallazgos no tenían validez científica; pero la tesis le otorgó un doctorado en psicología a McBride y dañó de por vida a algunos de sus participantes.
Todas estas cosas se hicieron con la mejor de las intenciones, de hecho, ¿qué intenciones podrían ser mejores que salvar a un alma del fuego del infierno?, y todas carecían de evidencia científica para respaldar la elección o los factores sociales (como la educación y el reclutamiento) como causas de la homosexualidad.
Para ser justos con Spencer Kimball y sus colegas, la ciencia tenía poco que decir en la década de 1970 sobre la naturaleza de la homosexualidad. La política era informada por dogma, no por datos. Cuando estuve realizando estudios de doctorado en patología en UCLA de 1973 a 1975, todavía no se ofrecía un curso de posgrado en el naciente campo de la biología molecular, la cual ha sido la clave para la comprensión científica de la homosexualidad.
A medida que el campo maduraba y la secuenciación de los genes se convertía en rutina, se inició la búsqueda del “gen de la homosexualidad”. La suposición era que la homosexualidad, como muchos rasgos físicos como el color de los ojos y el cabello, estaba determinada por un gen. A medida que gradualmente se hizo evidente que no había un gen de la homosexualidad, los conductistas comenzaron a proclamar victoria, pero de hecho, la ciencia apenas había comenzado a hablar. Durante los siguientes minutos, lo guiaré a través de un resumen de cómo la ciencia nos ha informado sobre la homosexualidad. Lo hago como un científico que ha pasado más de cuatro décadas en la investigación biomédica. Tenga en cuenta que lo que describiré es un viaje en curso y no un destino, y que se trata en gran medida de un informe provisional. Dicho esto, y ofreciendo disculpas a Theodore Parker y Martin Luther King, el arco de la ciencia es largo, pero se inclina hacia la verdad.
La Ciencia De La Homosexualidad
Dos advertencias para empezar. Una es que en esta y en las siguientes secciones hablaré de la parte “LGB” del mundo LGBT. Es decir, lesbianas, gays y bisexuales, todos los cuales se refieren a la orientación sexual, las personas hacia quienes uno se siente atraído sexualmente. La otra cara de la moneda es la identidad de género, que es el género con el que una persona se identifica a sí misma, independientemente del sexo anatómico de esa persona. Si los dos coinciden, uno se llama “cisgénero”. Si difieren, uno es “transgénero”. Transgénero es una realidad completamente diferente a la de LGB, una ciencia que aún no ha iluminado significativamente. Evito la identidad de género no porque la considere menos importante que la orientación sexual, sino porque la escasez de datos no me permite decir nada útil.
Sin embargo, le doy un reconocimiento a la senadora Orrin Hatch, quien, en respuesta al reciente ataque del presidente Trump a los transgéneros en el ejército, dijo: “Miren, las personas que son transgénero, no eligen ser transgénero. Nacieron de esa manera. ¿Por qué se lo reprocharíamos? Y son seres humanos, y muchos de ellos son seres humanos extremadamente talentosos”.[1] Amén. Y aleluya.
Otra advertencia es que mis comentarios se centrarán principalmente en la homosexualidad masculina. Esto no se debe a que considere que el lesbianismo o la bisexualidad son menos importantes, sino más bien porque el enfoque casi universal (de hecho, la fijación) de las políticas, procedimientos y declaraciones de la Iglesia SUD ha sido hacia personas gays.
Prevalencia De La Homosexualidad
Primero resumiré la comprensión actual sobre la prevalencia de la homosexualidad, con el descargo de responsabilidad de que la mayoría de los datos son auto-informados, ya que no hay un biomarcador objetivo y no invasivo de orientación sexual. Y debido a que todavía existe un estigma asociado a la homosexualidad divulgada abiertamente, particularmente en los estados republicanos, por lo que, los datos informados probablemente subrepresenten la prevalencia real.
Existe un consenso general de que entre el 3,5% y el 5% de los adultos en todo el mundo se identifican como gays, lesbianas o bisexuales. No hay evidencia convincente de que el porcentaje haya variado significativamente en el tiempo o la geografía.
Si bien no representa a la mayoría dentro de una especie, la homosexualidad es un fenómeno común en el reino animal. El apóstol SUD Boyd Packer afirmó lo contrario al decir, sin documentación, que “los animales no se emparejan con su propio género”.[2] Un estudio ampliamente documentado en ovejas mostró que, pudiendo elegir, el 8% de los carneros se aparearon exclusivamente con otros carneros. Se ha informado la vinculación de parejas del mismo sexo a largo plazo en ungulados y algunas aves. Una referencia estándar sobre el tema de la homosexualidad en animales, publicada en 1999, documenta el comportamiento homosexual en cerca de 500 especies de animales,[3] mientras que una estimación de siete años más tarde establece el número en 1,500. Lo dejaré que reflexione sobre por qué este rasgo persevera en una variedad de especies tan asombrosamente amplia.
La Homosexualidad Es Compleja
Hace siete décadas, cuando Alfred Kinsey sacó el estudio de la sexualidad humana a la luz, la colocó en una escala de 0, completamente heterosexual, a 6, completamente homosexual, con una puntuación de 3 que denota la bisexualidad. Aunque la escala de Kinsey avanzó la comprensión en el corto plazo, le jugó en contra a largo plazo, por dos razones. Primero, describía un solo lado de la moneda: la orientación sexual. No decía nada sobre la identidad de género.
En segundo lugar, al colocar varias formas de personificación de la orientación sexual en una escala en línea recta, sugirió que si bien las diferentes orientaciones sexuales pueden variar cuantitativamente entre sí, son cualitativamente iguales. Pero no lo son. De hecho, la homosexualidad masculina no es simplemente la imagen reflejada de la homosexualidad femenina. Una publicación especial de National Geographic en enero de 2017, titulada “Género. La Revolución”, señala que Facebook ofrece a los usuarios cincuenta términos para caracterizar su sexualidad.
En lugar de ver la sexualidad de manera lineal, uno debería imaginar una matriz multidimensional, algo así como una galaxia de estrellas con grupos en ciertos lugares, estrellas individuales en otros y un espacio vacío en medio.
Genética
Al tratar de abordar las causas de la homosexualidad, me dirijo primero a la genética. Al usar esa palabra, me refiero a las secuencias de nucleótidos en el ADN, las cuentas en la cadena, que constituyen el plano por el cual los genes producen proteínas. La “Epigenética”, la cual profundizaré, se refiere a la gran variedad de mecanismos que controlan cómo funcionan los genes.
Dean Hamer, un pionero de la biología molecular de la sexualidad, no encontró el gen de la homosexualidad que buscaba, pero sí encontró que los hermanos gais tenían una mayor probabilidad de compartir marcadores en la región Xq28 del cromosoma X. Aunque no identificó una sola causa subyacente para la homosexualidad masculina, el trabajo de Hamer, que ha sido confirmado ampliamente por otros laboratorios, proporcionó pruebas sólidas de una contribución de Xq28 y, por lo tanto, de la genética.
Estudios más recientes han demostrado que un marcador adicional, en el cromosoma 8, se comparte entre hermanos homosexuales a una tasa significativamente mayor que entre hermanos heterosexuales.
Antes de que la biología molecular madurara, los estudios familiares, en los que la homosexualidad se agrupa en ciertas familias, y los estudios de gemelos apuntaban hacia un papel significativo, aunque no decisivo, de la genética. Los estudios de gemelos son particularmente convincentes. Hay dos tipos de gemelos. Los gemelos idénticos tienen secuencias de ADN idénticas, mientras que los mellizos comparten porcentajes variables de secuencias de ADN entre sí. Si la genética fuera el único factor subyacente en la homosexualidad, uno esperaría una concordancia del 100% entre gemelos idénticos, es decir, ambos gemelos serían heterosexuales u homosexuales. Si la genética no fuera un factor en absoluto, uno esperaría la misma concordancia entre los mellizos que entre los gemelos idénticos, ya que los mellizos se desarrollan en el mismo entorno en el útero.
13 De hecho, los números se ubican entre los dos extremos. La concordancia entre gemelos idénticos es de hasta el 60%, pero entre los mellizos es de solo el 15%. Esta es evidencia contundente de que si bien la genética es un factor, no es el único factor que determina la orientación sexual. El otro factor, y el más dominante, es la epigenética.
Epigenética
Desde el momento en que el óvulo fertilizado se implanta en la pared del útero. Hasta el nacimiento, el feto en desarrollo está inmerso, literalmente, en un mar de factores maternos que ayudan a moldear su desarrollo. A veces, la epigenética puede llevar al feto por una ruta diferente a la que prescribe el código genético. Le mostraré dos ejemplos importantes de cómo la epigenética puede cambiar la orientación sexual hacia la homosexualidad.
El primero es el efecto del orden de nacimiento, que solo se ve en los hombres. Se estima que entre el 15% y el 28% de los hombres gays deben su orientación sexual a este efecto. Si bien el mecanismo no es comprendido por completo, parece ser que es debido a las interacciones entre el feto masculino y el sistema inmunitario materno que se tienen mayores consecuencias para cada nacimiento masculino posterior. Después del nacimiento de un hijo, la probabilidad de que cada hijo subsiguiente de la misma madre biológica sea gay aumenta en un 33%. Si la probabilidad del primero es del 3%, entonces la del segundo es del 4%. El efecto es aditivo, de modo que el séptimo hijo tendría un 17% de probabilidad de ser gay. Las hijas no experimentan un fenómeno similar, ni el efecto en los hijos está influenciado por el número de hermanas mayores. Y el efecto solo es cierto para los hijos diestros. ¿Quién podría predecir que esto sería tan complicado?
El otro ejemplo es probablemente más importante para causar la homosexualidad. Se le llama “desarrollo sexual epigenéticamente canalizado”. En un lenguaje más sencillo, en una etapa muy temprana del desarrollo fetal, los factores epigenéticos que no son parte del ADN pero que pueden transmitirse de cualquiera de los padres al feto afectan la forma en que se determina el “sexo” del cerebro fetal. Lo que significa que: la testosterona está presente en todos los fetos en desarrollo, pero en niveles más altos en el hombre. Pero para que la testosterona ejerza su
efecto en la determinación de la masculinidad en el cerebro fetal, debe haber un receptor dentro de ese cerebro.
En general, los fetos masculinos tienen niveles más altos de testosterona y de receptores de testosterona; mientras que las mujeres tienen niveles más bajos de testosterona y de receptores de testosterona. Sin embargo, en algunos casos hay una discordancia determinada por un factor epigenético heredado del padre o madre. Esto puede dar como resultado embriones masculinos con bajos niveles de receptores, en cuyos casos la testosterona no puede ejercer completamente su efecto masculinizante en el cerebro. Alternativamente, los embriones femeninos pueden tener niveles altos de receptores, en cuyos casos incluso los niveles normalmente bajos de testosterona que circulan dentro de la sangre de los fetos femeninos son captados por esos receptores y se les permite ejercer un efecto masculinizante en sus cerebros.
Toda esta determinación en el cerebro ocurre prenatalmente. En el momento de la pubertad, cuando los niveles de testosterona o estrógeno comienzan a aumentar, el efecto en el cerebro es impenetrable, a pesar del género de los genitales. En otras palabras, una mujer con un cerebro fetal masculinizado tendrá una orientación sexual hacia las mujeres; mientras que un hombre con un cerebro fetal feminizado tendrá una orientación sexual hacia los hombres, a pesar de las hormonas y la terapia hormonal.
Dado que estos factores epigenéticos no necesariamente se heredan por igual, un gemelo idéntico puede ser gay, mientras que el otro es heterosexual, a pesar de tener un ADN idéntico. Los gemelos idénticos no son tan idénticos como una vez supusimos.
La génesis de la orientación sexual es un área de la ciencia que está experimentando una investigación de vanguardia, y es seguro que los descubrimientos futuros esclarecerán más ejemplos de que la homosexualidad está determinada biológicamente, ya sea a través de la genética, la epigenética o una combinación de ambas. Pero ya se ha llegado a una conclusión: los homosexuales, ciertamente, “nacen de esa manera”.
Elección
Tomemos un momento para analizar la afirmación contraria de que la homosexualidad es simplemente una elección, en lugar de una determinación biológica. Muchos datos argumentan persuasivamente en contra de esta afirmación:
• Si bien se ha documentado que el comportamiento homosexual aumenta cuando el sexo opuesto está ausente (piense en las prisiones o escuelas separadas por sexo), tal comportamiento es transitorio, y al reingresar a la sociedad en general, estas personas reanudan su orientación heterosexual, al nunca haberla abandonado por completo.
• Incluso en sociedades como Nueva Guinea, donde se alienta el
comportamiento homosexual masculino adolescente como un medio para preservar la virginidad femenina hasta el matrimonio, los varones adultos no muestran una mayor incidencia de homosexualidad que los de las culturas no permisivas.
• El porcentaje de hombres homosexuales en sociedades tolerantes a los homosexuales, como Tailandia y Filipinas, no es mayor que en las sociedades que muestran aversión a los homosexuales.
• Los estudios científicos disponibles actualmente muestran poca o ninguna influencia de la educación en la determinación de la orientación sexual.
• Y, finalmente, los hijos criados por padres homosexuales no son más
propensos a convertirse en homosexuales que los hijos criados por padres heterosexuales.
• Para citar a un experto prominente, “Ninguna teoría que atribuya el
desarrollo de la homosexualidad a causas no biológicas ha brindado datos convincentes para respaldar sus interpretaciones. Si existe algún rol de los factores sociales y educativos, que hasta el momento no cuenta con una demostración rigurosa, se sugiere fuertemente que dicho rol es severamente limitado”. [4]
Dogma
Con la ciencia de trasfondo, ahora lo guiaré a través de la justificación subyacente de las políticas, procedimientos, doctrinas y actitudes SUD relacionados con la homosexualidad. La primera guía escrita por la iglesia para líderes eclesiásticos, publicada en 1973, reprendía a las “personas profesionalmente capacitadas” que diferían entre sí en sus opiniones sobre la causa de la homosexualidad, considerando que “el evangelio define claramente el tema. La homosexualidad... es un comportamiento aprendido (no innato)”. [5] Los oficiales generales de la iglesia, especialmente el apóstol Boyd Packer, fueron incluso más enérgicos al denunciar cualquier noción de una base biológica. “Es una falacia decir que algunos nacen con una atracción hacia su propia clase, sin nada que puedan hacer al respecto. Simplemente son ‘de esa manera’ y solo pueden seguir esos deseos. Esa es una mentira maliciosa y destructiva. Si bien es una idea convincente para algunos, es una idea del demonio. Nadie está encerrado en ese tipo de vida”. [6]
Si, tal como afirman estas fuentes, la biología no es la causa, ¿entonces cuál es? Durante más de un siglo, los líderes de la Iglesia SUD han planteado una serie de creativas causas. La primera de todas era la monogamia, cuando intentaban justificar la poligamia. Otras incluían el contagio, la influencia satánica, la pornografía, la curiosidad y el proselitismo. Ninguna fue atemperada por la incertidumbre [7]. La aversión a una explicación biológica de la homosexualidad es común entre otras tradiciones religiosas conservadoras, que justifican su punto de vista basado en el pecado al leer selectivamente los versos bíblicos; [8] pero la opinión mormona es aún más matizada. La primera presidencia de Spencer Kimball escribió: “Creer que el comportamiento inmoral es innato o hereditario es negar que los hombres tengan la capacidad de elegir entre el pecado y la virtud... Es inconcebible que, como afirman algunos de los involucrados en el comportamiento homosexual, Él permita que algunos de sus hijos nazcan con deseos e inclinaciones que requieran un comportamiento contrario al plan eterno”. [9]
18 Otra explicación se deriva de la creencia de los Santos de los Últimos Días de que la identidad de una persona, incluido el género, empieza antes del nacimiento. Es decir, los seres espirituales en un estado pre-mortal tienen la
identidad que más tarde tendrán como personajes físicos, y permanecerán inalterados en un estado post-mortal, resucitado. Una vez más usando como punto de partida la suposición de que la homosexualidad es inherentemente pecaminosa, este ejercicio de razonamiento circular concluye que Dios es incapaz de cometer un error que pondría a una persona en un estado pecaminoso debido a la determinación biológica, y por lo tanto, no puede haber una base biológica para la homosexualidad. Boyd Packer dio esta explicación en 1976: “Desde nuestra vida pre-mortal fuimos dirigidos a un cuerpo físico. No hay discordancia de cuerpos y espíritus. Los niños deben convertirse en hombres, hombres masculinos y varoniles, para finalmente convertirse en esposos y padres”. [10]
Habiendo proclamado sin reservas que la homosexualidad es una elección en lugar de una determinación biológica, los líderes de la iglesia naturalmente concluyeron que la elección podría y debería revertirse, es decir, que la homosexualidad podría y debería ser “curada”.
La Cura 1.0
“Cura” fue el primer fundamento utilizado por los líderes de la iglesia para describir la manera en que se debe abordar la homosexualidad. El Curso de Capacitación y Guía de Autoayuda del Obispo, publicado en 1970, proclamó: “Aunque a muchos se les ha dicho que es incurable, eso no es cierto”. [11] El mismo año, el futuro presidente de la iglesia, Spencer Kimball, y el apóstol sénior Mark Petersen publicaron un folleto que concluía con la promesa, “RECUERDE: La homosexualidad PUEDE ser curada, si la batalla está bien organizada y se lleva a cabo de manera vigorosa y continua”. [12]
Los pronunciamientos posteriores tendieron a alejarse del paradigma de la enfermedad/cura y emplearon otros fundamentos: “un hábito extremadamente difícil de cambiar” (1973); [13] un “comportamiento [que] puede ser vencido” (1975); [14] “problemas [que] pueden ser controlados y eventualmente superados” (1992) [15]. Sin embargo, se mantuvo el consenso de que la homosexualidad era una elección consciente en la dirección opuesta al estado “natural” de la heterosexualidad. Los primeros intentos de “curar la enfermedad” se centraron en la autoayuda. En esencia, “uno elige ser homosexual, por lo que puede elegir no serlo”.
Los líderes de la iglesia propusieron muchos remedios de autoayuda durante varios años. El apóstol Mark Petersen, quien aconsejó a cientos de hombres gays, manifestaba que uno simplemente debía “‘distraerse’ con la música y otros intereses”. [16] Petersen y Spencer Kimball, en su folleto Hope for Transgressors, abogaron por otro tipo de distracción, donde se sustituía lo heterosexual por lo homosexual. “Debe haber una sustitución. La persona debe purgar el mal y llenar su vida con actividades e intereses constructivos y positivos. Se deben desechar los materiales pornográficos, dejar de leer artículos sobre la homosexualidad y sustituirlos por las escrituras, así como libros y artículos dignos que le den a la mente una ocupación adecuada”. [17] LDS Welfare Services llevó este tema un paso más adelante al defender la sustitución evitando el involucramiento, es decir, “huir de otros gays, incluso si eso contradice la responsabilidad de ‘guiar a los que tropiezan’ ya que ‘el esfuerzo solidario de relacionarse con otros homosexuales para “ayudarlos” es especialmente peligroso’”.[18]
Otra estrategia fue utilizar el proceso de arrepentimiento. LDS Welfare Services aconsejó a los líderes locales en 1973: “Si bien es un hábito extremadamente difícil de cambiar, uno se puede arrepentir de la homosexualidad como de cualquier otro hábito profundamente arraigado”. [19] Este consejo fue explícitamente respaldado por la Primera Presidencia dos años después: “Hay muchos que se han arrepentido y se han purificado a través del arrepentimiento, la oración, la autodisciplina y el apoyo de sus seres queridos”. [20] El problema con este enfoque fue que consideraba a la homosexualidad como el pecado, en oposición a la política posterior de la iglesia que aceptó la homosexualidad célibe pero condenó los “actos homosexuales”.
Un miembro gay de la iglesia resumió la frustración de muchos: “‘los mormones ven la homosexualidad como un pecado que se puede superar’, dijo. ‘Conozco a muchas personas gays, incluyéndome a mí mismo, que rezamos hasta que nuestras rodillas están ensangrentadas y nuestros corazones están rotos y aun así no podemos cambiar’”. [21]
Sin lugar a duda, la sugerencia más perjudicial fue el juego de roles sociales que se promovió como el camino para salir de la homosexualidad. Kimball y Petersen escribieron: “El homosexual arraigado ha movido de manera general y gradual todos sus intereses y afectos hacia personas de su mismo sexo, en lugar de hacerlo hacia el sexo opuesto, y este es otro paso. Cuando sienta que la persona está lista, se le debe alentar a salir con otras personas y gradualmente cambiar la dirección de su vida hacia lo normal”. [22] Y lo “normal” significaba casarse con alguien del sexo opuesto. Durante décadas, los líderes de la iglesia aconsejaron a innumerables hombres que se casaran con una mujer, con la promesa implícita o explícita de que esto “curaría” su homosexualidad. Si bien hay algunas historias exitosas de “matrimonios de orientación mixta”, atribuyendo el éxito a que a menudo involucran a un cónyuge bisexual en lugar de uno con una orientación homosexual cambiada, el historial de tales matrimonios ha sido generalmente sombrío, a menudo catastrófico, y en ocasiones mortal [23]. Finalmente, los líderes de la iglesia se dieron cuenta de la falacia y el peligro de tal enfoque y aconsejaron: “El matrimonio no debe verse como una forma de resolver los problemas homosexuales. Las vidas de los demás no deben dañarse al contraer matrimonio cuando existen tales preocupaciones. Alentar a los miembros a cultivar sentimientos heterosexuales como una forma de resolver los problemas homosexuales, en general los lleva a la frustración y el desaliento”. [24]
En resumen, el enfoque de autoayuda dentro de la Iglesia SUD para “curar” la homosexualidad tomó distintas formas durante varias décadas. Todas tenían dos cosas en común. Primero, se basaron en los supuestos no demostrados de que la homosexualidad es un comportamiento elegido y reversible. En segundo lugar, no funcionaron.
A medida que gradualmente se hizo evidente que la autoayuda no funcionaba, surgió un enfoque basado en la intervención como alternativa. La generalmente denominada “terapia reparativa”, o a veces “terapia de conversión” o “esfuerzos de conversión de la orientación sexual”, reconoció implícitamente la inutilidad de los enfoques de autoayuda al introducir terapeutas para efectuar la “cura”, usualmente psiquiatras o psicólogos licenciados, pero a menudo, empresarios sin licencia. Las dos iniciativas más importantes incluían varios tipos de terapia de aversión, en particular la descarga eléctrica, [25] que se utilizó en BYU y por parte de practicantes privados que a menudo eran referidos por los líderes de la iglesia local; y terapias reparativas más benignas, pero aún problemáticas, alentadas por Evergreen International, una organización que se alineó estrechamente con la iglesia y fue la destinataria frecuente de referencias eclesiásticas.
La terapia de descarga eléctrica se practicó en BYU a partir de mediados de la década de 1970. El sujeto, siempre un hombre, tenía un manguito de presión alrededor de su pene para controlar la excitación sexual y un electrodo conectado a su bíceps. Luego, se sentaba frente a una pantalla de proyección donde se proyectaban fotos pornográficas, que se le pidió que proporcionara. Si experimentaba excitación sexual por la imagen de un hombre desnudo, recibiría una descarga en el bíceps. (Las versiones posteriores de esta práctica, muy probablemente realizadas fuera del campus, involucraron electrodos conectados directamente al pene). El aumento gradual del voltaje por repetidas excitaciones servía como un estímulo de retroalimentación negativa que, según la hipótesis de trabajo, lo “reorientaría” de homosexual a heterosexual, con lo cual se suponía que las imágenes de mujeres desnudas provocarían excitación sexual. El problema no era solo que no funcionaba. Una persona informó: “Definitivamente no estaba curado, solo estaba más arruinado”. [26] Otro, que fue objeto de una terapia de descarga eléctrica en BYU en 1977, estaba tan “arruinado” que no permitió que nadie se le acercará a menos de seis pies. Un testigo informó: “Se remangó la camisa y me mostró sus brazos. La piel llena de cicatrices profundas en sus brazos, [causadas por las descargas eléctricas] parecía una hamburguesa cruda y casi vomito al verla... Los resultados fueron brazos muy quemados y una incapacidad total para acercarse físicamente a cualquier hombre sin derrumbarse emocionalmente debido al trauma. Sus deseos homosexuales eran tan fuertes como siempre, pero no podía tocar a otro hombre ni siquiera para darle un simple abrazo, no tenía ningún deseo heterosexual en absoluto, y estaba constantemente al borde del suicidio”. [27]
Evergreen promovió una forma de terapia más benigna basada en dos creencias básicas: la homosexualidad es una “condición adquirida” y, si bien “puede tener causas biológicas, de desarrollo y psicológicas”, puede “ser alterada”. [28]. En otras palabras, con la ayuda de Evergreen, la
homosexualidad podría dejar de elegirse. Ambas declaraciones reflejaban las creencias casi universales de los líderes de la iglesia de ese tiempo. Las caras y, a veces, extrañas terapias de Evergreen, que incluían rituales de abrazos con personas desnudas del mismo sexo, fueron paralelas a las de una organización con sede en la Costa Este, JONAH: Jews Offering New Approaches to Homosexuality. Un golpe perjudicial para todo el campo de la terapia reparativa fue un largo informe en 2009 de la American Psychological Association [29]. Sus dos hallazgos clave fueron que las afirmaciones de la eficacia de la terapia reparativa “no están respaldadas” y que “habían algunas pruebas para indicar que los individuos sufrieron daños”.
Un segundo golpe, y tal vez letal, a la terapia reparativa fue el juicio a JONAH en 2015, que fue demandada por haber cometido fraude al consumidor al prometer una cura que no podía cumplir. Con un demandante mormón y varios testigos defensores mormones, Evergreen vigiló de cerca el juicio. En doce días de testimonios, la defensa no pudo presentar un solo testigo que pudiera dar pruebas creíbles de que la terapia de JONAH había funcionado. El jurado dictaminó por unanimidad que las afirmaciones de JONAH sobre la conversión de la orientación sexual constituían un fraude al consumidor. Desde que se anunció el veredicto el 25 de junio de 2015, un día antes del fallo de la Corte Suprema en el caso Obergefell contra Hodges que ratificaba el matrimonio entre personas del mismo sexo como legislación nacional, el público en general desconocía el resultado del juicio JONAH o de sus implicaciones para la terapia reparativa. De hecho, la polémica práctica estaba llegando a su fin.
En el camino, aun viendo que todos los intentos de “curar” la homosexualidad fracasaron, ningún líder SUD sugirió públicamente lo que debería haber sido obvio para cualquiera que fuera receptivo a los hallazgos de la ciencia: la razón por la cual varios tipos de terapia no funcionan es porque simplemente no funcionan. No se puede cambiar una determinación biológica una vez que se ha colocado en el cerebro en desarrollo, y el cerebro, no los genitales, dicta la orientación sexual. Los científicos que prestaron atención lo veían venir durante décadas. Los religiosos, por otra parte, son guiados por el dogma en lugar de la ciencia. Y al ser confrontados con los datos, generalmente atacan al mensajero y se convierten en negadores de la ciencia.
¿QUÉ SIGUE?
Entonces, ¿qué sigue? A pesar de décadas de negación de las explicaciones científicas de la homosexualidad, la Iglesia SUD tiene un largo historial de estar en el lado correcto de la ciencia. En temas relacionados con la medicina y la sexualidad, generalmente ha establecido posiciones bastante progresivas e implícitamente ha fomentado la investigación médica por parte de los médicos y científicos SUD, independientemente de la dirección que lleve. La iglesia exhorta a sus miembros a buscar atención médica de profesionales de la salud competentes y con licencia. No prohíbe ni desalienta las transfusiones de sangre. Alienta el trasplante de órganos y tejidos, elogiando a los donantes por el “acto desinteresado que a menudo resulta en un gran beneficio para personas con afecciones médicas”. [31] El pionero de la amniocentesis, un procedimiento cuyos resultados a menudo conducen al aborto electivo, es un Mormón ortodoxo. Después de una transición de un siglo, la iglesia llegó a una posición que no impone restricciones al control de la natalidad. Apoya la fertilización in vitro, mientras que al mismo tiempo desalienta, pero no prohíbe, la donación de semen de cualquier otra persona que no sea el marido. E incluso tiene una política relativamente progresista hacia el aborto electivo.
Pero cuando se trata de la homosexualidad, las políticas de la iglesia comenzaron con la sabiduría convencional de la década de 1960 y esencialmente se quedaron allí, a pesar de los avances científicos. Sí, han habido algunos cambios en la política a lo largo del camino. Después de un punto bajo durante los años de Spencer Kimball, cuando el ser homosexual era un pecado que merecía la excomunión, el actuar según la homosexualidad de uno se convirtió en el pecado. Esto no fue un cambio intrascendente, ya que la iglesia ahora permite a los gays y lesbianas célibes realizar misiones de proselitismo a tiempo completo, algo inimaginable durante los años de Kimball. Ha cambiado su posición de recomendar un matrimonio de orientación mixta como una “cura” para la homosexualidad. Se ha apartado de la certeza de que la homosexualidad es una elección, aunque todavía castiga a los homosexuales por expresar su innata e inmutable sexualidad. Incluso admite que no conoce las causas exactas de la homosexualidad.
Sin embargo, nunca ha reconocido lo que la ciencia ha dejado muy claro, y continúa dejando aún más claro con el paso del tiempo y la acumulación de datos: Es biología. Es una huella indeleble e inmutable, profunda en el cerebro anatómico, que puede resultar de una variedad creciente de causas conocidas, algunas genéticas, otras epigenéticas, ninguna de las cuales es una elección consciente.
El hecho de que la iglesia no haya aceptado plenamente los hallazgos de la ciencia continúa fomentando una cultura de homofobia que se demostró claramente con su papel decisivo en la promoción de la Proposición 8 de California en 2008, y se reforzó en noviembre de 2015 con lo que se conoce simplemente como “La política”.
Sin embargo, dos razonamientos sugieren la posibilidad, si no la inevitabilidad, de un cambio sustancial en el futuro. El primero es la ética. Ir en contra de la realidad científica en lo abstracto, como ocurre con los negadores de la evolución, puede ser ignorante, pero no significa que sea no ético. No hay daño, no hay falta. Pero ir en contra de la realidad científica de una manera que lastima a las personas, cruza una línea ética. Legiones de mormones LGBT y, lamentablemente, ex mormones son testigos del daño hecho a ellos mismos y a sus familias a raíz de políticas, procedimientos, doctrinas y actitudes de la comunidad homofóbica que están arraigados en una visión no científica de la homosexualidad. Incluso un solo suicidio atribuible a las políticas de la iglesia es un número alarmante.
El testigo Stuart Matis, quien, en respuesta al apoyo de la iglesia a la Proposición 22 de California en 2000 que prohibió el matrimonio entre personas del mismo sexo, se suicidó en los escalones de una capilla SUD en un intento de hacer una declaración de que las cosas habían ido demasiado lejos. Pero la muerte de Stuart no ha sido el único suicidio resultante de las políticas y la cultura de la iglesia, y muchos de esos suicidios, como lo demuestran los testimonios de familiares y amigos o las notas de suicidio, son el resultado de la homofobia institucional. Más de unos pocos fueron consecuencia y se vincularon a la declaración de política de 2015. Ninguna política que resulta en suicidio es justificable ni es ética
28 El segundo razonamiento es el pragmatismo. Si bien muchos renunciaron a ser miembros de la iglesia o simplemente se alejaron después de la Proposición 8, números no oficiales sugieren que el efecto de La Política siete años después fue mucho más perjudicial para los miembros de la
iglesia. Un empleado de la iglesia con acceso a datos dijo en un segundo plano que, como consecuencia, más de 60 000 miembros renunciaron formalmente a su membresía. El presidente de la estaca de Liberty Wells dijo a sus miembros que en los diez meses posteriores al anuncio de La Política, 432 miembros le enviaron cartas renunciando a su membresía en la iglesia, lo que representa el 10% de la población de la estaca. Junto con los miembros LGBT de la iglesia, un número incalculable de personas que pertenecen a la generación Y (“Milleanials”), para quienes los asuntos LGBT son primordiales, simplemente se han alejado. Y un número creciente de familias también se están retirando. Teniendo la opción de apoyar a los niños homosexuales o adoptar políticas y actitudes que aún son demostrablemente homofóbicas, eligen ser solidarios con sus hijos, incluso si eso implica la medida extrema de que una familia completa renuncie a su membresía en la iglesia.
El potencial de una hemorragia continua que podría conducir a un debilitamiento institucional significativo sugiere la reevaluación de políticas, procedimientos y doctrinas a la luz del conocimiento científico actual y en evolución, una reevaluación que sería tanto pragmática como ética. ¿Qué se interpone en el camino hacia tal reevaluación? Quizás el problema que todos se empeñan en ignorar es la teología del mormonismo de la vida después de la muerte, en la que actualmente no hay espacio para los homosexuales. Si bien nunca ha sido reconocido explícitamente por los líderes de la iglesia, esta puede ser la causa de su callejón sin salida. Con una vida después de la muerte sin homosexuales como punto final, las doctrinas y políticas de la iglesia aquí y ahora representan de facto la “ingeniería inversa”. Es decir, si no hay espacio para los homosexuales en la vida después de la muerte, entonces no puede haber un lugar legítimo para ellos en esta vida.
Un miembro de la iglesia resumió el dilema y escribió lo siguiente después del anuncio de La Política: “Como mormón gay, mi hogar está en el margen. En una teología que dice que cada hombre debe estar casado con una mujer para estar con Dios y progresar en el cielo, los mormones homosexuales son anomalías. Nadie sabe con certeza qué hacer con nosotros”. [32]
29 Si el cambio de arriba hacia abajo, es decir, la adopción total de un paradigma biológico con sus consecuencias lógicas es poco probable, ¿existe una alternativa plausible para el cambio? Yo creo que sí existe, y se presenta en forma de justicia social, en esencia, una fuerza de abajo hacia arriba para impulsar el cambio. Quizás la fuerza más potente, aunque
requiere paciencia, será la maduración de los miembros de la generación Y (“Millennials”) que simplemente rechazan el statu quo. A medida que estos miembros de la iglesia, asumiendo que permanezcan el tiempo suficiente, avancen en la pirámide jerárquica, es probable que traigan su visión del mundo y desafíen no solo las políticas, sino también las doctrinas. Estarán envalentonados por el conocimiento científico cada vez más informativo sobre la homosexualidad, por el hecho de que el cambio doctrinal ha sido una realidad del mormonismo desde su fundación, y por un profundo sentido de justicia social que ya no permitirá que se produzcan lesiones o incluso la muerte de uno de los miembros más vulnerables de la iglesia. Si se toman el tiempo para leer su propia historia, entenderán que ni una sola doctrina SUD significativa ha permanecido intacta a lo largo de la historia de la iglesia, [33] y cuando lleguen a ese entendimiento, mirarán hacia adelante en lugar de hacia atrás, aceptarán completamente el concepto fundacional de revelación continua “línea por línea” e instituirán el cambio en el nivel más fundamental.
La ciencia es importante. Si aceptamos los hallazgos de la ciencia de que la orientación sexual y la identidad de género son determinadas biológica e indeleblemente durante el desarrollo fetal, y que son variedades de lo normal, nos convertimos en una sociedad más justa, así como en receptores de los enormes dones que las personas LGBT aportan. Pero si rechazamos los descubrimientos de la ciencia e insistimos en que la homosexualidad es solo una mala elección que puede ser no elegida, toda la sociedad sufre las consecuencias.
31 El alcance y el momento de los cambios en la política o doctrina SUD no se pueden predecir con precisión. Lo que se puede predecir, y con una confianza sustancial, es que debido a que los temas LGBT son los derechos civiles de nuestro tiempo, así como los problemas morales de nuestro tiempo para los “Millennials”, la composición y la vitalidad de la futura iglesia reflejarán su capacidad para proyectar autoridad moral en estos temas.
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