Gentian Doda

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GENTIAN DODA Por: Begoña Donat

Albania toma el testigo

Cuando a mediados de los setenta Nacho Duato se marchó a Londres, por carecer, la profesión en España escaseaba hasta de vestuario para hombres. Tres décadas después, el exilio se nutre de otros nombres propios, pero el sector disfruta de una calidad contrastada. A este posicionamiento ha contribuido la labor del coreógrafo y bailarín retirado valenciano al frente de la Compañía Nacional de Danza desde hace 20 años. Su carisma, erudición e ingenio han erigido la compañía que dirige, y por ende, la danza española, en referente internacional. Llega el momento de festejar a pesar de los vaivenes políticos.

¿De qué manera te afectan las especulaciones sobre el futuro de la CND? Para construir algo nuevo no es necesario destruir lo existente, sino edificar en paralelo. Me parece genial que le busquen un espacio a la danza clásica, pero no que derrumben una institución que acumula 20 años de investigación. Y los rumores no sólo me afectan profesional, sino también emocionalmente. Todo los trabajadores de la compañía sentimos que nuestros esfuerzos son en vano. Siete años dedicados a dar y a crear no van a tener consecuencias, y no me refiero a la escala individual, sino a la danza en sí, a su evolución. Me parece dramático. ¿Te has planteado la doble faceta de bailarín y creador en una misma coreografía? Lo probé en julio en un workshop que

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realizamos todos los bailarines de la compañía en El Matadero. Participé con Us. Vs. Me gustó vivir la experiencia desde otro ángulo, pero preferiría evitarlo, porque resulta difícil poder desconectar de la visión total y sentir el rol. ¿Qué te ha aportado trabajar con la savia nueva de la CND2 en Axis y Sin lo cual no? Mis dos primeras coreografías fueron totalmente viscerales. Al tratarse de mis inicios creativos, las obras surgieron sin buscar razones intelectuales o válidas para fundamentarlas. Para los bailarines noveles sentir y moverse ya son suficientes razones. Siendo joven yo ante la creación y ellos ante la danza, los resultados fueron geniales. Cuando pasan los años, tienes las ideas más claras, pero cuando empiezas eres intuitivo. Juntos hemos logrado una frescura y una apertura sin fronteras. ¿En qué medida se han filtrado las sensaciones de la paternidad a tu faceta como creador? Ser padre me ha devuelto a mis raíces. Ver a mi hija tan chiquita me ha hecho enfrentarme a mi juventud, me ha devuelto el vínculo con el pasado. Hasta le he hecho escuchar música de Albania. Al final, todo ha desembocado en la pieza que estoy desarrollando, inspirada en el folklore y la cultura de mi país. Pero no reviso con ojos de niño, sino con una mirada reflexiva. ¿Qué quiere decir aksak? Viene del turco, quiere decir cojo. En términos musicales, aksak significa ritmo irracional. En los Balcanes está muy presente, marca el folklore de Albania. La irregularidad me interesa

muchísimo, sea en sensación, sea en música. Así que también empleamos el parlando rubato, un patrón que viene de la palabra, de las canciones tradicionales. La música y la coreografía están creciendo juntas. ¿Cómo de estrecho ha sido el trabajo con el compositor? Estoy trabajando con el albanés César Aliaj. Hablamos el mismo idioma, y no por la lengua compartida, sino porque si le comento una referencia cultural, entiende la esencia. Me ha hecho descubrir la belleza y la finura de los ritmos de nuestra música. No obstante, en la obra no hay música ni danza folklóricas, todo es contemporáneo. Llevamos casi un año de proceso, de búsqueda, hablando, probando músicas, componiendo, escribiendo… En realidad es un trabajo en equipo en todas sus facetas: Susana Riazuelo se encarga de la escenografía, Jaime Roque del vestuario, Nicolás Fischtel de la iluminación, y Dimo Kirilov de la asistencia artística. ¿De qué forma has traducido esa irregularidad a la escenografía? Tenemos un espacio medio cerrado y medio inestable. En esta pieza quiero tratar lo que circula por debajo de la superficie, como la alegría casi melancólica que caracteriza a las bodas en mi país. Aunque ves a la gente divirtiéndose, no está disfrutando del presente, hay cierto bloqueo emocional. Me han servido de inspiración las leyendas, tan presentes en los Balcanes. En Albania resultaban necesarias porque eran la única vía de escape. Cuando hay una dictadura moral, una limitación del pensamiento, las leyendas son lo único que te permite soñar.

Foto: Fernando Marcos

Del 24 de junio al 4 de julio, el Teatro de la Zarzuela de Madrid conmemora el XX aniversario de la CND bajo la dirección artística de Nacho Duato. El programa consta de dos creaciones suyas, Arenal, con música en directo de María del Mar Bonet, y Remansos, inspirada en los valses poéticos de Enrique Granados. Completa la noche una nueva creación de Gentian Doda, bailarín albanés que pertenece al elenco de la compañía desde 2003 y desde 2005 ha facturado cuatro coreografías con un sesgo urbano en las que reflexiona sobre los ritmos vitales del pasado reciente y el presente inmediato. Al cierre de esta edición, la pieza llevaba el título provisional de Aksak, pie métrico tradicional del folklore balcánico que el creador emergente ha pasado por el tamiz de la danza contemporánea.

¿Qué colores predominan? El vestuario se basa en los años ochenta, pero no en la movida española, sino en la época comunista en mi país. No teníamos prendas de nuestra talla, era ropa que te pasaba tu vecino. Te podía quedar más pequeña o más grande. Los chicos van a ir vestidos con chaqueta y pantalón, pero con cierta informalidad, no quiero que parezcan empleados de oficina; y las chicas van a ser muy mujeres, con vestidos o faldas. ¿Has visto La vida de los otros? Hay muchos colores: marrón, gris, negro, beige, vino tinto…, pero están todos lavados, envejecidos. Son tonos que no resaltan por sí solos. Es una tonalidad general apagada. También quiero que la iluminación ayude a dar esa sensación fría y sepia.

Nacho Duato ha ejercido de mentor en tu trayectoria como bailarín y como coreógrafo. ¿Cuáles han sido las enseñanzas que has incorporado a esta nueva obra? Siempre he estado alrededor suyo en las creaciones. Me ha interesado la escenografía, cómo manejaba las luces, el espacio, los tiempos, cómo dirige a los técnicos, cómo dice lo que quiere de manera que lo entiendan de inmediato. Siempre me ha dado mucha libertad. Una vez me brindó un consejo muy importante: “Para que traspases mejor tu idea, no olvides que la coreografía también es un oficio”. Tienes que saber hacer un solo, un dúo, un trío, mover a un grupo en el espacio, saber cuándo entra cada uno… Cuando sabes manejarlo todo, tus propósitos

los transmites de manera más sencilla, porque dispones de las herramientas. Nacho siempre me dice: “Sigue, sigue”. Porque la profesión se aprende haciendo.

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