Unidad I. Nociones básicas acerca del latín.

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LENGUA LATINA La madre de las lenguas romances. Ender Sánchez, compilador.

Introducción. Abreviaturas.

Unidad I. Nociones básicas acerca del latín. Tema 1. El latín como lengua. 1.1. Concepto de latín. 1


1.2. Origen del latín. 1.3. Periodos en la historia de la lengua latina. 1.4. El latín como madre de las lenguas romances.

Tema 2. Las letras latinas. 2.1. El alfabeto latino. 2.1.1. El estilo de la escritura. 2.1.2. Los diacríticos en la escritura. 2.2. Los dígrafos. 2.3. Los diptongos. 2.4. Las vocales latinas. 2.4.1. Clasificación de las vocales latinas. 2.4.2. Reglas principales de cantidad en las vocales latinas. 2.5. Las consonantes latinas. 2.5.1. Clasificación de las consonantes latinas. 2.5.2. Casos especiales de las consonantes latinas. 2.6. Las sílabas latinas. 2.6.1. La cantidad en las sílabas latinas. 2.6.2. Reglas de acentuación en las sílabas latinas.

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INTRODUCCIÓN

Cuando buscamos el significado de una palabra siempre nos encontramos con la pequeña frase "proviene del latín", "del latín" o "de la voz latina" para señalar el origen etimológico de esa palabra. Y entonces nos preguntamos: ¿qué es latín? ¿qué significa lengua latina? Pero siempre que recurrimos a la investigación nos topamos con un montón de conceptos y explicaciones con términos inexactos, abreviados, sin ninguna señal de lo que significa; esto no hace más que confundirnos más y darnos una vaga idea de lo que es el latín. En la actualidad existen muchas formas de estudiar las lenguas actuales: germánicas, románicas, entre otras., pero no una lengua tan especial y compleja como lo es el latín. Es cierto que existen sitios web para enseñar latín mediante explicaciones y ejercicios preparados, pero ¿resulta? ¿acaso el diseño de esos sitios web son lo suficientemente elaborados para mantener al estudiante activo sin que se aburra o imagine un mar de letras sin sentido? El latín es un idioma que no se estudia en un solo día, de hecho, ningún idioma se estudia en un día. La mejor manera de estudiar una lengua es clasificar todo y señalar todo lo que haga falta, hasta el más mínimo detalle es necesario, pues no se trata de una ciencia, ni tampoco de una teoría que puedes dejar atrás y volver a leer cuando creas conveniente, se trata de un idioma, una lengua que hablarás todos los días: también una lengua base de otras lenguas, las llamadas lenguas romances. Es inevitable no utilizar abreviaturas para las explicaciones. Esta compilación muestra muy pocas abreviaturas que sirven para no leer repetidas veces la misma palabra. Llegará el momento, durante la lectura, que no hará falta un lenguaje formal y preciso para entender la explicación. Además de abreviaturas se muestran signos ortográficos como el guion, que separa la palabra de la terminación; a esta terminación hay que prestarle mucha atención, ya que varía según las transformaciones que se emplean en el idioma.

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ABREVIATURAS

Abl. A. C. Acus. Adj. C. c. l. C. d. Dat. Decli. Demos. Fem. Gen. Géne. Inde. Interro. Llam. Masc. Neu. Nomb. Nom. Núm. Per. Pers. Pose. Plur. Prp. Predic. Pred. Pron. Refl. Rela. Sign. Sing. Suj. Sust. Tamb. Trans. Termi.

> ablativo (caso). > antes de Cristo. > acusativo (caso). > adjetivo. > complemento circunstancial de lugar. > complemento directo. > dativo (caso). > declinación. > demostrativo. > femenino (género). > genitivo (caso). > género. > indefinido. > interrogativo. > llamado, -a. > masculino (género). > neutro (género). > nombre. > nominativo (caso). > número. > persona. > personal. > posesivo. > plural (número). > preposición. > predicativo. > predicado. > pronombre. > reflexivo. > relativo. > significa. > singular (número). > sujeto. > sustantivo. > también. > transitivo (verbo). > terminación. 4


VĂŠa. nue. Verb. Voc.

> vĂŠase nuevamente. > verbo. > vocativo (caso).

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Unidad I. Nociones básicas acerca del latín. Tema 1. El latín como lengua. El latín es una lengua indoeuropea de la rama itálica que fue hablada en la antigua República Romana y el Imperio Romano. Ganó gran importancia con la expansión del estado romano, siendo lengua oficial del imperio en gran parte de Europa y África septentrional, junto con el griego. Como las demás lenguas indoeuropeas en general, el latín era una lengua flexiva con un mayor grado de síntesis nominal que las actuales lenguas romances, en la cual dominaba la flexión mediante sufijos, combinada en determinadas veces con el uso de las preposiciones; mientras que en las lenguas modernas derivadas dominan las construcciones analíticas con preposiciones, habiéndose reducido la flexión nominal a marcar solo el género y el plural, conservando los casos de declinación solo en los pronombres personales (teniendo estos un orden fijo en los sintagmas verbales). Aunque el latín en su forma clásica ya no es la lengua nativa de ningún grupo y, por tanto, es una lengua denominada muerta, este dio origen a un gran número de lenguas europeas, denominadas lenguas romances como el español, el francés, el italiano, el portugués, el catalán, el gallego, el rumano, y otras de menor difusión (el asturleonés, el aragonés, el occitano, etc.), y también ha influido en las palabras de las lenguas modernas, como consecuencia de que durante muchos siglos, después de la caída del Imperio Romano, continuó usándose en toda Europa como lingua franca para las ciencias y la política, sin ser seriamente amenazada en esa función por otras lenguas en auge (como el español en el siglo XVII o el francés en el siglo XVIII) hasta prácticamente el siglo XIX. Actualmente es idioma cooficial en la Ciudad del Vaticano junto al italiano. En la Iglesia, se usaba como lengua litúrgica hasta el Concilio Vaticano II en la década de los años 1960. También se usa para los nombres binarios de la clasificación científica. El estudio del latín, junto con el del griego clásico, es parte de los llamados estudios clásicos, y aproximadamente hasta la década de los 60, fue estudio casi imprescindible en las humanidades. El alfabeto latino, derivado del alfabeto griego, todavía es el alfabeto más usado del mundo con diversas variantes de una lengua a otra.

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1.1. Concepto de latín. En la época de los romanos se hablaba de lingua latīna, no latín como lo conocemos en la actualidad. Es una antigua lengua de la rama itálica de la familia lingüística del indoeuropeo hablada durante el REGNUM ROMANUM (Reino romano) en el año 753 a. C. También fue el idioma oficial de la RES PUBLICA POPULI ROMANI (República del pueblo romano o Estado del pueblo romano) en el año 509 a. C., y fue un idioma que se perfeccionó a medida del avance de la literatura e incluso con el cambio de sistema de gobierno a Imperio, llamándose IMPERIVM ROMANVM (Imperio romano o dominio de los romanos) en el año 27 a. C. Esta lengua sobrevivió a los siglos después de la caída del Imperio Romano, pues vemos poesía y novelas —entre otros textos— en latín que datan de la Edad Media. Siguió utilizándose en la Edad Moderna en las universidades europeas, llegando esos conocimientos lingüísticos a Sur América para el estudio y comprensión de los textos de los políticos y filósofos más famosos de la historia, llegando incluso a la Edad Contemporánea. Su nombre deriva de la existencia de una zona geográfica de la península itálica denominada "vetus latium" o 'antiguo llano' (hoy llamado Lacio).

1.2. Origen del latín. El latín es un idioma de la rama indoeuropea. El origen de esta familia (indoeuropea), se remonta a hace más de cinco mil años y se sitúa, según la teoría más aceptada, en una zona al norte del mar Negro, entre la desembocadura del Danubio y los montes Urales. La familia indoeuropea, a la que pertenecen la mayoría de las lenguas de Europa y Asia meridional, incluye más de 150 idiomas hablados por alrededor de 3.200 millones de personas (aproximadamente un 45% de la población mundial). De estas, unos 1.200 millones corresponden a hablantes de las lenguas indoiranias y unos 950 a hablantes de las lenguas románicas. El latín aparece hacia el año 1000 a. C. en el centro de Italia, al sur del río Tíber, entre los Apeninos y el mar Tirreno, en una región llamada latium (actual región de Lacio), de donde proviene el nombre de la lengua y el de sus primeros habitantes, los latinos. Junto al latín aparecen las otras dos lenguas del “grupo itálico”: el osco, al sur del Lacio, y el umbro, al noreste. De las varias formas dialectales del latín primitivo (cada ciudad de Lacio tenía la suya), enseguida acabó imponiéndose la de Roma, a causa de su pronta hegemonía sobre toda la 7


región. Este latín “romano” se fue extendiendo a medida que se extendía también el dominio de Roma, primero en Italia, más tarde en los países ribereños del Mediterráneo occidental (incluida la Península Ibérica) hasta abarcar finalmente la Europa central, desde las Islas Británicas hasta Rumania. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, ocurrida en el siglo V, el latín continuó siendo la lengua común de gran parte de este territorio, hasta su fragmentación y transformación en las distintas lenguas románicas (siglos VIII-IX). Son, pues, dos mil años de uso ininterrumpido del latín, desde antes incluso de que Roma existiese hasta después de que dejara de ser la capital del Imperio.

1.3. Periodos en la historia de la lengua latina. La historia del latín comienza en el siglo VIII a. C. y llega, por lo menos, hasta la Edad Media; se pueden distinguir los siguientes periodos: Arcaico: desde que nace hasta que la sociedad romana entra en la órbita cultural de Grecia (helenización): VIII — II a. C. Autores destacados de este período son: Apio Claudio el Ciego, Livio Andrónico, Nevio, Ennio, Plauto, Terencio Clásico: en una época de profunda crisis económica, política y cultural, la élite cultural crea, a partir de las variedades del latín coloquial, un latín estándar (para la administración y escuelas) y un latín literario. Es la Edad de Oro de las letras latinas, cuyos autores más destacados son Cicerón, Julio César, Tito Livio, Virgilio, Horacio, Catulo, Ovidio. Esto ocurrió aproximadamente en los siglos I a. C. y I d. C. Posclásico: la lengua hablada se va alejando progresivamente de la lengua estándar, que la escuela trata de conservar, y de la lengua literaria. Esta distancia creciente hará que de las diversas maneras de hablar latín nazcan las lenguas románicas. Y la lengua escrita, que inevitablemente también se aleja, aunque menos, de la del periodo anterior, se transforma en el latín escolástico o curial. Tardío: los padres de la Iglesia empiezan a preocuparse por escribir un latín más puro y literario, abandonando el latín vulgar de los primeros cristianos. A este período pertenecen: 8


Tertuliano, Jerónimo de Estridón (San Jerónimo) y San Agustín. Medieval: el latín como se conocía ya no es hablado, por ende, el latín literario se refugia en la Iglesia, en la Corte y en la escuela, convirtiéndose en el vehículo de comunicación universal de los intelectuales medievales. Mientras, el latín vulgar continuaba su evolución a ritmo acelerado. Ya que las lenguas romances fueron apareciendo poco a poco, unas antes que otras, y porque el latín seguía siendo utilizado como lingua franca y culta, no se puede dar una fecha en la que se dejó de utilizar como lengua materna. Renacentista: en el Renacimiento la mirada de los humanistas se vuelve hacia la Antigüedad clásica, y el uso del latín cobró nueva fuerza. Petrarca, Erasmo de Róterdam, Luis Vives, Antonio de Nebrija y muchos otros escriben sus obras en latín, además de en su propia lengua. Científico: la lengua latina sobrevive en escritores científicos hasta bien entrado el siglo XVIII. René Descartes, Isaac Newton, Baruch Spinoza, Gottfried Leibniz e Immanuel Kant escribieron algunas de sus obras en latín.

1.4. El latín como madre de las lenguas romances. Bien como se ha mencionado, la existencia del latín dio origen a muchas otras lenguas que conocemos como lenguas romances, románicas o también llamadas latinas. Las lenguas romances derivan del latín vulgar del Imperio Romano, el cual difería del latín culto o literario de los textos clásicos. La lengua italiana es la que más cercana ha permanecido al latín mientras que las otras lenguas romances han sido sometidas a influencias externas: la francesa a las lenguas célticas y germánicas, la rumana a las eslavas y la española a la árabe. Estas lenguas constituyen un grupo de idiomas genéticamente afines y representan, por lo menos en su patrimonio principal, la continuación del latín sin que haya solución de continuidad entre uno y los otros. Esta continuidad entre la raíz y los vástagos es un caso especial pues es algo que no se produce, por ejemplo, entre las lenguas neoarias de la India con el sánscrito al no ser fraccionamientos de esta lengua. A medida que los ejércitos de Roma ampliaban las fronteras del Imperio, el latín iba siendo introducido como lengua de la administración. El latín hablado que era uniforme al principio, ya comenzaba a dar muestras de diferenciación 9


respecto al latín de la literatura clásica. Al producirse el derrumbe del Imperio y la desaparición de la administración romana, el latín de cada región comenzó a evolucionar según criterios propios. Sumado a eso la gran distancia que separaba unas regiones de otras y las influencias de otras lenguas locales, todo ello ocasionó en consecuencia el nacimiento de las lenguas romances. Originalmente hubo un número de lenguas itálicas que se hablaron en lo que hoy es Italia, si bien todas menos la latina se extinguieron. Los descendientes de ella se conocen colectivamente como lenguas romances y consisten de unas 20 lenguas habladas por 900 millones de personas. Las lenguas romances numéricamente más fuertes, en lo que respecta a semejanza, son el español, el portugués, el francés, el italiano, el rumano, el provenzal, el catalán y el sardo. El español se habla no solo en España sino también en América Central y del Sur. El portugués se habla en Portugal así como en Brasil y varios dialectos provenzales se hablan en el sur de Francia, siendo la mayor parte de sus hablantes bilingües en francés.

Tema 2. Las letras latinas. Litteræ latīnæ (las letras latinas) es el nombre referido al conjunto de caracteres, signos, grafemas, dígrafos, vocales o consonantes de la lengua latina. Estas letras latinas las podemos encontrarlas en el alfabeto latino o en una simple palabra que podría ser de origen griego o propia del latín.

2.1. El alfabeto latino. El alfabeto latino consta de veintitrés signos o caracteres gráficos tomados del alfabeto griego de la colonia Cumas de la Magna Grecia a través de los etruscos en el siglo VII a. C. Primeramente fueron veintiún caracteres latinos derivados de veintiséis caracteres etruscos. Los etruscos modificaron el alfabeto de Cumas, que luego fue adoptado por los latinos para escribir su idioma. La siguiente imagen muestra el alfabeto de Cumas con veinticinco caracteres.

El alfabeto etrusco comparado comparado con el latino muestra cierta variación así como de similitudes.

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Tras la conquista de Grecia en el siglo I a. C., las letras Y y Z fueron añadidas al alfabeto latino y situadas al final del mismo. Las letras X (ξ), Y (ὑ), Z (ζ), se introdujeron para poder escribir las palabras derivadas del griego. Veamos unos ejemplos de palabras latinas de origen griego. La palabra exotĭcus es adoptada del griego ἐξωτικός, que significa exótico. Sin embargo podemos encontrar palabras de origen latino con la letra X. Verbigracia: extrahĕre (extraer). Vemos la unión del prefijo ex- y del verbo trahĕre. La palabra hypogæum es adoptada del griego ὑπόγαιον, que significa hipogeo. La palabra zona es adoptada del griego ζώνη, que significa zona. Las grafías que constituyen el alfabeto latino son las siguientes: Mayúscula A B C D E F G H I K L M N O P Q R S T V X Y Z

Minúscula a b c d e f g h i k l m n o p q r s t u x y z

Nombre ā bē cē dē ē ēf gē hā/hāca ī kā ēl ēm ēn ō pē qū ēr ēs tē ū ēx/īx ī gæca zēta

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Sonido a be ke de e ef gue Sonido áspero en las palabras griegas. Muda en las palabras latinas.

i ka el em en o pe ku er es te u ecs/ics i graika dseta


2.1.1. El estilo de la escritura. Los romanos, en la época clásica, tenían varios estilos a la hora de escribir las las letras de su alfabeto, dependiendo en gran medida de los materiales utilizados para escribir. Como se verifica en la mayoría de los sistemas de escritura, sin embargo, estos estilos pueden agruparse en dos claramente diferenciados. Existía el estilo formal, la que conocemos letra capitālis, que se usaba en monumentos, documentos legales, anuncios públicos, libros para la venta, joyería, y, en general, siempre que el texto estaba concebido para perdurar y podía incluso tener algún tipo de valor ornamental. Este estilo formal lo podemos ver en piedra, bronce, paredes enlucidas, papiro o, más tarde, pergamino, y en muchas otras superficies y objetos. Había un segundo estilo, el informal, que ahora llamamos letra cursíva, que se usaba para transacciones cotidianas sin valor ornamental. Este es menos conocido por las personas, a causa de la naturaleza precaria de los materiales sobre los que se usaba y el menor valor artístico de los objetos en que lo encontramos; pero era, de hecho, el principal estilo que la mayoría de los romanos habría usado en su vida práctica. Con el tiempo se desarrolló un tercer estilo de letra, la unciālis, que es simplemente una versión más pequeña de la capitālis con influencias relativamente fuertes de la cursíva. Las formas del estilo de letra capitālis son prácticamente idénticas a las de nuestras actuales mayúsculas, mientras que la cursíva puede haber influido en la evolución de la anterior hacia la unciālis, una versión más pequeña que es a su vez la 12


predecesora de nuestras minúsculas; pero es importante comprender que, en tiempos romanos, la diferencia entre la letra capitālis y la cursíva, o incluso la posterior unciālis, no era en absoluto comparable a la diferencia que ahora establecemos entre mayúsculas y minúsculas cuando usamos las primeras al principio de algunas palabras o para títulos. Los romanos, con el fin de ahorrar espacio, dado el alto costo de la mayoría de los materiales en que escribían, usaban las llamadas ligatūræ, es decir agrupaciones de letras escritas juntas mediante el uso compartido de un trazo común. Había muchas de ellas: AE podía encontrarse como Æ, y, de manera similar, AN, TR, VM y muchas otras podían aparecer fundidas en grupos de dos, tres o incluso más letras. En la imagen se muestra la ligadura de las letras ND al final de la última línea.

2.1.2. Los diacríticos en la escritura. Los romanos solo tenían dos diacríticos, y no utilizaban ninguno de los dos con ninguna regularidad.

1. El punto. Los romanos escribían a menudo sin separar siquiera las palabras con espacios, como hemos visto en las imágenes de los estilos de la escritura. Además, lo que está claro es que nunca distinguían oraciones o frases usando la coma, el punto y coma, los dos puntos o el punto, ni conocían tampoco el signo de interrogación o de exclamación, los paréntesis, las comillas o ningún otro de los diacríticos a los que estamos acostumbrados. De hecho, el único signo que usaban, y solo en los escritos más elegantes, como los monumentos, era un punto que utilizaban no como punto final, sino para separar las palabras unas de otras. Este punto podía a veces asumir formas más sofisticadas.

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2. El ápice. Los romanos del periodo más sofisticado de la cultura clásica utilizaban, tanto en la escritura monumental como en textos más domésticos, un signo llamado apex, idéntico a lo que hoy en día conocemos como acento agudo ( ´ ). Este signo, sin embargo, no se utilizaba para indicar el acento de la palabra, como en un reducido número de modernos vernáculos, sino para marcar las vocales largas como se hace todavía hoy en lenguas como el islandés, húngaro, checo, y muchas otras.

2.2. Los dígrafos. Los signos o caracteres gráficos simples son los que vemos en el alfabeto; sin embargo, existen grupos de letras que tienen un sonido propio, estos grupos de letras son los dígrafos o combinaciones de dos letras (no diptongos) que no pertenecen al alfabeto y que tienen reglas en cuanto a fonema. 1. «ch» es un dígrafo al que no le suena la letra hā/hāca; sonando solamente la letra cē (kē) en palabras de origen latino. Verbigracia: pulcher (hermoso) se pronuncia pulker. Este dígrafo nació para poder pronunciar palabras latinas de origen griego que tienen la letra «χ». Verbigracia: character (adoptada del griego antiguo χαρακτήρ). 2. «ph» es un dígrafo que suena como la letra ēf y es utilizado para poder pronunciar palabras latinas de origen griego que tienen la letra «φ». Verbigracia: alphabētum (adoptada del griego antiguo ἀλφάβητος). 3. «th» es un dígrafo utilizado para poder pronunciar palabras latinas de origen griego que tienen la letra «θ», y que suena parecido al th del inglés. Verbigracia: mathematĭca (adoptada del griego μαθηματικά). 4. «rh» es un dígrafo que suena como la letra ēr y es utilizado para poder pronunciar palabras latinas de origen griego que tienen la letra «ρ». Verbigracia: rhetorĭca (adoptada del griego ῥητορική). OBSERVACIÓN. Los dígrafos ch, ph, th y rh no se consideran consonantes compuestas. 14


5. «ll» es un dígrafo compuesto de dos ēl, y que al momento de la pronunciación hay que separar ambas letras. Verbigracia: meus novella (mi novela) se pronuncia meus novel-la. 6. «qu» es un dígrafo que suena igual que la letra qū (kū). Verbigracia: ego quoque (yo también) se pronuncia ego kuokue.

2.3. Los diptongos. Un diptongo es un grupo de dos vocales que pertenecen a la misma sílaba. En latín hay solo tres diptongos usuales: ae «æ», au, oe «œ», y cuatro que solo se encuentran en algunas palabras: ei, eu, ui, yi (yi en palabras latinas de origen griego). Verbigracia: ædificāre (edificar), aurum (oro), comœdĭa (comedia), eius (de él), euangelium (evangelio), sui (sus propios/sus de él), harpyia (arpía). El diptongo æ o ae se pronuncia ai: villæ (plural de villa). El diptongo au se pronuncia au: auditorĭum (auditorio). El diptongo œ u oe se pronuncia oi: cœrcĭo (coerción). OBSERVACIÓN. En las palabras aer (aire), poēma (poema), poēta (poeta), y en las compuestas por co- como coegi y coaetanĕus (coetáneo), las letras ae y oe deben pronunciarse por separado. En la escritura puede emplearse una diéresis sobre la letra que debe pronunciarse para no confundirla con un diptongo. Verbigracia: aër en vez de aer, caso parecido al de la ü cuando se dice agua en diminutivo: agüita; precisamente es para indicar que la vocal marcada se pronuncia. Pero en caso de que la palabra latina ya tenga su vocal larga, no debe colocarse la diéresis, solo en casos como el de la palabra aer que no tiene un signo que señale que el ae no es un diptongo. El diptongo ei se pronuncia ei: meī (gen. de mí). El diptongo eu se pronuncia eu: eucharistĭa. El diptongo ui se pronuncia ui: tuī (gen. de ti). Y en diptongo griego yi se pronuncia ui: pyrrhomyias cinamomea (sign. chirrillo. Es el nombre de un ave).

2.4. Las vocales latinas. Una vocal es un sonido emanado de la lengua natural, una lengua que no es practicada sino que se nace con ella, y que pronuncia con el tracto vocal abierto, no haciendo un aumento de la presión de aire en ningún punto más arriba de la glotis. Las vocales latinas son precisamente las mismas que las del español pero con signos o tildes diferentes que distinguen su cantidad o duración. 15


2.4.1. Clasificación de las vocales latinas. Las vocales latinas solo se distinguían por cantidad o duración, las vocales con menor duración se denominaban breves, y las vocales con mayor duración se denominaban largas. Las vocales son breves cuando su pronunciación tiene una mora y se distingue con el signo ˘ sobre la vocal: ă, ĕ, ĭ, ŏ, ŭ. Verbigracia: misericordĭa (misericordia), vincŭlum (vínculo), mystĭcus (místico), evolutĭo (evolución), copŭla (lazo). Las vocales son largas cuando su pronunciación tiene dos moras y se distingue con el signo sobre la vocal: ā, ē, ī, ō, ū. Verbigracia: errāre (errar, equivocar), dolēre (doler), servī (del esclavo), rosārum (de las rosas), vinculāre (vincular), romānus (romano). En palabras latinas de origen griego, la letra «y» hace de vocal. Precisamente para eso fue adaptada al alfabeto latino, para utilizarse como una vocal en palabras griegas. Verbigracia: hypogæum (hipogeo); physiologĭa (fisiología). Los nombres de las plantas (árboles, arbustos, flores, etc.) que son compuestos, conservan el acento de la segunda palabra. Verbigracia: malaleuca quinque-nervĭa (tamb. llam. Niaouli), magnolia grandi-flōra (tamb. llam. Magnolia).

2.4.2. Reglas principales de cantidad en las vocales latinas. La cantidad podría funcionar como rasgo distintivo, es decir, puede servir para distinguir palabras iguales con significados diferentes. Verbigracia: venit significa "(él) viene" / vēnit significa "(él) vino"; malum signifca "malo, el mal" / mālum "manzana"; aqua significa "(el) agua" en caso nominativo / aquā significaba "con, por (el) agua" en caso ablativo. Las reglas principales de la cantidad en las vocales es la siguiente: 1. Una vocal ante otra vocal es generalmente breve, aunque entre ellas esté una h. Verbigracia: a) vĭa, audĭo, nĭhil. Las excepciones más importantes a esta regla son: - La e entre dos i. Verbigracia: diēi. - La i del verbo fīo, menos en el verbo infinitivo fĭeri y en el pretérito de subjuntivo fĭerem, etc. 16


- La i del caso genitivo singular en -īus. Verbigracia: unīus, solīus, illīus. Salvo en eius, huius y cuius, donde la i tiene una función consonántica (podría sustituirse la grafía i por j para diferenciarla de la i vocálica). La i del gen. singular en -īus también puede tomarse como una vocal breve. - La i como consonante (=j). Verbigracia: eius (podría escribirse ejus), huius (podría escribirse hujus). cuius (podría escribirse cujus). 2. Una sílaba larga. a) Una sílaba larga es cuando tiene una vocal larga o un diptongo. Verbigracia: māter (madre), amōris (amor), cæsar. OBSERVACIÓN. Como los diptongos son siempre vocales largas, generalmente no se marcan con el signo sobre la letra. b) Cuando tiene una vocal breve seguida de dos o más consonantes, de i consonántica (=j), de x, o z. Verbigracia: vēsper, porcēllus, māior, āxis. OBSERVACIÓN. La h de los dígrafos ch, ph, th y rh no cuentan, no se puede cometer el error de poner la vocal breve ŏ en la palabra philosŏphia. Esa ŏ es incorrecta, debería ir una vocal breve sobre la penúltima letra (la ĭ). 3. La sílaba con vocal breve seguida de una consonante oclusiva (b, c, d, g, p, t) más una líquida (l, r) es común o indiferente. Verbigracia: tenĕbræ / tenēbræ; volŭcris / volūcris. Generalmente se considera breve. 2.5. Las consonantes latinas. Una consonante es un sonido de la lengua natural originado por el cierre o estrechamiento del tracto vocal por acercamiento o contacto de los órganos de articulación de tal manera que cause una turbulencia audible, podría ser una vibración de la lengua apoyada en el paladar o una rápida separación de la lengua apoyada en el paladar. En latín las consonantes son las mismas que en español, salvo ciertas transformaciones de vocales a consonantes.

2.5.1. Clasificación de las consonantes latinas. Las consonantes se clasifican en: consonantes simples cuando el sonido que emiten no está compuesto por dos consonantes, y consonantes dobles cuando el sonido que emiten está compuesto de dos consonantes. Las consonantes simples son: b, c, d, f, g, h, j, k, l, m, n, p, q, r, s, t, v. Las consonantes dobles son: x, z. 17


El raro caso de la letra hā/hāca, que muchos autores aún discuten su nombre, se acogió en el primer alfabeto tomado de los etruscos para escribir y pronunciar las palabras y nombres griegos que se adaptaron a la lengua. Verbigracia: hora (del griego ὥρα, que significa hora) se pronuncia de la misma forma que se escribe en latín, aunque la H le da un sonido áspero en las vocales que tenga a su derecha. En el caso de la palabra hora la letra o debe sonar acre, áspera, como una aspiración de la vocal, y si tiene una consonante de precedente, suena una aspiración para luego sonar la consonante y mezclándolo a la vocal que siga (el caso de los dígrafos); incluso darle dos moras a esa vocal. Esta regla de la hā/hāca no es obligatoria, debido a la falta de evidencia acerca de su origen y que los autores prefieren decir que es una letra muda. Ahora, para palabras de origen latino, propias del latín como extrahĕre, la letra hā/hāca sí es muda. La letra j no es parte del alfabeto. Nació después de la Edad Media, específicamente en el siglo XVI (junto con la uve 'v') a raíz de la expansión de las lenguas romances o latinas, transformando la i por j para funciones consonánticas. Sin embargo, antes de la Edad Media ya existían palabras (aunque muy pocas) donde la i tenía una función consonántica en vez de vocálica, precisamente cuando la i estaba al lado de otra vocal. El mejor ejemplo es el caso de la gens Iulia, donde la i toma una función consonántica. No está demás recordar que las consonantes siempre acompañan a una vocal: i-u-lia; es por esto que, con la influencia de las lenguas romances o latinas, los latinohablantes diferenciaron la i vocálica de la i consonántica con la transformación gráfica j. Verbigracia: iuris prudentĭa pasó a juris prudentĭa (todavía sonando la j como i), aunque siglos después se estableció una diferencia fonética para la j, y pasó a sonar como ye ('y' del español). Verbigracia: iam > jam (se pronunciaba yam después del siglo XVI). OBSERVACIÓN. La transformación fonética que se le dio a la letra j pasándola a la y del español no pertenece al latín clásico sino a un latín decadente. La letra k la vemos únicamente en las palabras kalendæ, kalendās. La letra v no pertenece al alfabeto. Nació junto con la j después de la Edad Media, como una consonante. Podría parecer raro la v vocálica de la u consonántica cuando vemos palabras como: advocatus, pronunciándose aduocatus (abogado, defensor. Palabra medieval), o noctivagus, pronunciándose noctiuagus (que vaga por la noche, noctámbulo). Hay que tener claro cuándo la letra juega un papel consonántico y vocálico. Vendría a ser el mismo caso que la grafía j, cuando está al lado de una vocal es que hace la función consonántica (ejemplo: vacatĭo), sí, aunque la u se pronuncia más profunda dependiendo la vocal o consonante que la acompaña. En ese sentido, la u vocálica tiene igual 18


sonido que en español, la u consonántica (v) suena como la w inglesa o como en la palabra francés oui (sign. sí en afirmación; pronúnciese güí). Pero, en el caso de la u acompañada de q (qu), la u debe pronunciarse marcándola ligeramente, y cuando la u está al lado de una g (gu), debe pronunciarse gu como en el español, y cuando la letra g está con cualquier vocal que no sea u, debe pronunciarse con una u invisible igual que en español (vea. nue. la letra gē del alfabeto latino). OBSERVACIÓN. Hay una excepción de la u consonántica, para los vocablos o palabras latinas de origen griego la u no es consonante, y si está una vocal como la letra e de precedente, queda diptongo. Verbigracia: euangelium (eu/ān/gē/lī/ūm). De igual forma con la i consonántica pero no queda diptongo. Verbigracia: iambus (ī/ām/būs). La letra x representa un sonido compuesto de c-s o de g-s. Verbigracia: duxi (se pronunciaría ducsi); lēx (se pronunciaría legs). La z representa un sonido compuesto por ds antes de la vocal. Verbigracia: zephyrus (se pronunciaría dsephyrus).

2.5.2. Casos especiales de las consonantes latinas. Como en todas las lenguas, existen casos especiales en cuanto al sonido de algunas consonantes, los casos ordinarios son los dígrafos que normalmente se presentan en una variedad de palabras; ese no es el caso de los siguientes grupos: En el grupo de letras «gn», que aparece en palabras como: dignus (digno), magnus (gran), la «g» era una velar nasal, y representaba una n en cuanto a fonema. Verbigracia di[n]nus, ma[n]nus; la n se pronuncia como la n española. En los grupos de letras «nn», que aparece en palabras como annus (año), britannī (britanos), canna (caña), ambas n se pronunciaban. En el actual castellano o español representa una ñ, a excepción de la palabra britannī. También en los grupos de letras «mn» que vemos en palabras como somnus (sueño), damnum (daño); ambas consonantes se pronuncian.

2.6. Las sílabas latinas. Las sílabas son todas esas divisiones fonológicas que se dividen en una palabra. En latín las sílabas están formadas por núcleos y fronteras. El núcleo es

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la parte esencial de toda sílaba, siempre es una vocal o un diptongo; y las fronteras son las consonantes. Las sílabas se clasifican en sílaba abierta y sílaba cerrada. Se llama sílaba abierta a la que está construida por una vocal, o termina en vocal; y se llama sílaba cerrada a la que termina en consonante. Silaba abierta: ā/mā/rī/cā/rē (amaricāre sign. amargar). Sílaba cerrada: dū/plēx (duplex sign. doble).

2.6.1. La cantidad en las sílabas latinas. La cantidad en las sílabas latinas se determina por el tipo de vocal que contenga. Las sílabas latinas pueden ser sílabas largas o sílabas breves. Una sílaba breve es la sílaba cerrada que tiene una vocal breve: sēn/sī/bī/līs (sensibĭlis sign. sensible). Una sílaba larga es aquella sílaba abierta que tiene una vocal larga: ā/mā/rē (amāre sign. amar). Una sílaba que tiene un diptongo: au/dī/rē. No es larga la sílaba seguida de una consonante momentánea y una consonante lingual: pl, pr, bl y br, porque estas consonantes pertenecen a la sílaba siguiente: du/plex.

2.6.2. Reglas de acentuación en las sílabas latinas. Las reglas de acentuación en las sílabas latinas son las siguientes: 1. En latín no hay palabras agudas ni sobreesdrújulas. 2. Las disílabas se acentúan en la primera vocal: īctus (golpe), ōmnis (todo). 3. En las de tres o más sílabas, el acento se coloca en la penúltima sílaba y se le llama sílaba larga: co/lō/rem. En las palabras de más de dos sílabas, si la penúltima sílaba es larga, la palabra es grave: a/mā/re. OBSERVACIÓN. En el momento de leer una palabra con tres sílabas, el acento de una vocal larga debe colocarse en la penúltima sílaba, pero en una palabra con tres sílabas y con una vocal breve, como estrategia, debe pronunciarse una tilde o acento imaginario en la primera sílaba de la palabra, y la vocal que viene es la vocal breve que tan solo tiene una mora. Verbigracia: ár/bŏ/rem. Y también en 20


palabras de cuatro sílabas, pero el acento imaginario debe ir en la segunda sílaba si la vocal breve está en la penúltima sílaba. Verbigracia: con/sí/lĭ/um. Con ese acento imaginario, para pronunciar con dos moras la vocal larga y hará que la siguiente vocal suene con una mora por ser breve, resulta más fácil. 4. Si la penúltima sílaba es breve, la palabra es esdrújula: sen/si/bĭ/lis, lit/tĕ/ra. 5. En las palabras aumentadas por una de las partículas enclíticas -quĕ, -vĕ, nĕ (estas por naturaleza son breves), se coloca el acento de una vocal larga en la penúltima sílaba si la palabra tiene tres o cuatro sílabas. Verbigracia: ar/mā/que (y las armas); ar/mā/ve (o las armas); ar/mā/ne (¿las armas?). NOTA. Esas tres partículas, que nunca se usan independientes sino unidas al final de la palabra, hacen caer el acento sobre la sílaba que inmediatamente las precede: mensāque (pronúnciese mensáque); mensăque (pronúnciese ménsăque). 6. En latín no se usa el signo ortográfico que utilizamos en español llamado acento, pero a veces se utiliza un signo ortográfico imaginario (acento o tilde imaginaria para leer palabras con vocales breves). Las palabras bisílabas llevan en la primera sílaba el acento de una vocal larga (īctus). REPETICIÓN. La posición de este (el signo ortográfico que puede ser de vocal larga, breve o el imaginario) en los vocablos o palabras de tres o más sílabas está determinado por la cantidad de la penúltima: a) Si la sílaba es larga, lleva en la vocal de la penúltima sílaba: amīcus (amigo). b) Si la sílaba es breve y tiene tres sílabas en la palabra, lleva el acento imaginario en la primera sílaba o en la también llamada antepenúltima sílaba: dómĭnus (dominio), pero si la palabra tiene cuatro sílabas, el acento de una vocal breve va en la penúltima sílaba y el acento imaginario en la segunda sílaba como ya se ha mencionado. NOTA. El denominado acento imaginario no debe emplearse en la escritura si no en la lectura, pues, como se ha dicho, es una estrategia para pronunciar las vocales largas y así estas le den una mora a la vocal breve. 7. La cantidad de las polisílabas. a) La primera sílaba de los tiempos perfectos y los supinos bisílabos es larga, aunque la vocal en el presente sea breve: vēni, vīdi, vīci/vīsum. Excepto las palabras: bĭbi, dĕdi, fĭdi, stĕti, stĭti, scĭdi, tŭli, dătum, rătum, sătum, stătum, ĭtum, cĭtum, lĭtum, quĭtum, sĭtum, rŭtum. b) La primera sílaba de los tiempos perfectos reduplicativos, es larga, así como la segunda si la vocal no se alarga por posición: tĕtĭgi, dĭdĭci, cĕcĭdi (cĕcĭdi tiempo perfecto de cădo; cĕcīdi tiempo perfecto de perfecto de cædo. 21


NOTA. Reduplicativo significa: repetitivo, que acrecienta el tamaño o la intensidad. 8. La vocal radical. a) La vocal radical de las palabras en tiempo perfecto terminadas en -ui son breves: vĕto, plăceo, cŏlo. Excepto: pōno, dēbeo, flōreo, pāreo. b) La vocal radical de los verbos de la 3ª conjugación terminados en io/ior es breve: căpio, făcio, iăcio. 9. La penúltima sílaba de los supinos terminados en -itum es larga solo si el tiempo perfecto termina en -ivi: cupītum, petītum. 10. Las terminaciones de las conjugaciones -imus, -itis tiene, solamente en el tiempo presente de la 4ª conjugación, la penúltima sílaba larga: possīmus, possītis, velīmus, velītis, nolīmus, nolītis, malīmus, malītis. 11. La penúltima sílaba de las terminaciones del dativo y del ablativo plural abus, -ebus, -obus, es larga, mientras que la de las terminaciones -ibus y -ubus son breves. La penúltima sílaba las las palabras nōbis y vōbis, es larga. 12. Es larga la penúltima vocal de las sílabas derivativas de los adjetivos terminados en -alis, -aris, -anus, -ivus, -osus: naturālis, vulgāris, humānus, natīvus, odiōsus. Mientras que la vocal de las palabras terminadas en -icus o -idus son breves: bēllicus, cūpidus. Excepto: amīcus, pudīcus, aprīcus, antīcus, postīcus. 13. La penúltima sílaba de los adjetivos terminados en -ilis es breve si se deriva de un verbo, y larga si se deriva de un sustantivo: docĭlis, facĭlis, laudabĭlis; perohostīlis, puerīlis. Excepto las palabras: humĭlis (de humus) y parĭlis (de par). 14. Es larga la penúltima sílaba de los adjetivos terminados en -inus: divīnus, genuīnus, vicīnus. Pero es breve si el adjetivo es un complemento temporal: crastĭnus, diutĭnus, pristĭnus, o si el adjetivo denota un material: adalmatĭnus. Sin embargo, tienen una penúltima sílaba larga los adjetivos temporales: matutīnus, vespertīnus y repentīnus.

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