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Lucha mexicana contra discriminación

Los mexicanos sólo podían nadar en albercas públicas un día a la semana, con el agua sucia, justo antes de cambiarla.

Los Lunes Mexicanos

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Una lucha contra la discriminación

Leire Ventas/ Corresponsal BBC Mundo / ENFASIS Monterrey

El calor de finales de julio es cosa seria en el interior de California.

Y aquella tarde de 1943 Mike Valles y Bobby Daste decidieron sacudirse los casi 45 grados que marcaba el termómetro con un chapuzón.

Subidos a una bicicleta, uno en el sillín, el otro en la barra, los adolescentes se turnaron para pedalear y recorrer en tiempo récord los 8 kilómetros hasta la piscina de Perris Hill.

Pero una vez allí, el empleado de la entrada los interrogó: — ¿Son mexicanos? — Yo sí. — Hoy no es tu día para bañarte. Tienes que volver el día que te toca.

Valles debía regresar el día de la semana reservada para las personas de su origen étnico y que coincidía con la víspera en la que la piscina era vaciada.

“Solo te permitían nadar el día antes de limpiar el agua”, le contó a Mark Ocegueda, profesor de la Universidad de Brown y experto en la historia de los latinos en Estados Unidos, quien incluyó el episodio en su tesis doctoral.

“Me quedé mirando desde el otro lado de la cerca metálica, sintiéndome como una mierda”.

Ocurrió en San Bernardino, en aquella época una ciudad de unos 50.000 habitantes —hoy más de 200.000—, pero pudo haber pasado en cualquier otro rincón del “estado dorado”.

Sylvia Mendez, quien vivió durante ocho décadas en el también californiano condado de Orange, habló en 2017 con NPR, la radio pública estadounidense, y contó una realidad no muy distinta: “Teníamos que esperar al lunes y una vez nos bañábamos cambiaban el agua para los niños blancos”.

“Los llamados lunes mexicanos eran muy comunes”, le confirma a BBC Mundo Mark Ocegueda. “En casi todos los municipios existía ese tipo de segregación, desde las piscinas públicas de Los Ángeles, a las del sur de California, el condado de Orange, el valle de San Gabriel, incluso en el norte del estado”.

Y no era una discriminación basada en las leyes, sino de facto y que se aplicaba de forma más bien desordenada.

“No había ordenanzas municipales específicas que prohibieran el acceso a los mexicanos y latinos en general por su origen étnico, sino que era una segregación que se daba de forma bastante aleatoria”, prosigue el experto.

“Así, por ejemplo, quienes tenían la piel más clara conseguían a veces entrar, sin tener que enfrentarse al escrutinio”.

Esa fue la experiencia de Carmen Dominguez-Nevarez en la alberca del parque Ganesha, en Pomona, una ciudad del condado de Los Ángeles.

Después de que a sus hermanas mayores, Vera y Rosemary, les prohibieran la entrada, le dijeron: “Vamos a tomarles el pelo. Como eres güerita, ve, paga y entra”.

Cuando dejó su moneda de 10 centavos en el mostrador, el guarda simplemente le dijo: “Pasa, ¿a qué estás esperando?”

Dominguez-Nevarez se zambulló en el agua y tras reírse un buen rato, salió diciendo “adiós, adiós”, para no volver.

“Lo sentimos como una victoria”, le contó a Ocegueda.

La gota que colmó el vaso

Eran escenas cotidianas que transcurrían sin mayores consecuencias.

Pero el día en que a Valles le impidieron el paso a la piscina de Perris Hill tuvo un desenlace distinto.

El joven corrió a casa a contárselo a sus padres, Jovita y Gonzalo Valles, oriunda de Ciudad de México ella, de Durango él, quienes habían inmigrado a Estados Unidos en busca de una vida mejor y eran para la década de los 40 dos figuras prominentes de la comunidad latina del condado.

Estos recibieron la noticia hartos de ser

el blanco de la discriminación.

Hacía apenas dos meses que no les habían permitido enterrar a su hijo mayor, Juvenal Valles, en el cementerio de Mountain View. Era cadete de las fuerzas aéreas y murió, con apenas 19 años, durante unos ejercicios militares. Pero había un problema: era de ascendencia mexicana.

Los Valles transformaron aquello en acción, aprovechando sus conexiones y capitalizando el malestar que dejaron en la comunidad los llamados “disturbios del zoot suit”, la violencia que se registró en varias ciudades de EE.UU. entre junio y agosto de 1943 contra mexicano-estadounidenses y otras minorías que portaban una vestimenta particular.

Así se creó el Comité de Defensa Mexicano Estadounidense, con el objetivo de combatir la segregación en los tribunales, explica Ocegueda.

En esa línea, y en representación de los 8.000 habitantes hispanos de San Bernardino, los editores de diarios Ignacio López y Eugenio Nogueras; el párroco Jose Nuñez y los estudiantes Virginia Prado y Rafael Muñoz presentaron una demanda contra el alcalde William Seccombe y la ciudad por la restricción al acceso a la piscina municipal.

Durante el juicio, cuando el juez le preguntó sobre las causas de la segregación, Seccombe subrayó que no había razones de raza, que el principal requisito de acceso era la higiene.

Añadió que habían instruido al gerente para que lo aplicara “de forma imparcial” y que “en algunos casos la ciudad consideró que se debía solicitar un certificado médico a los posibles usuarios”.

Tal defensa hizo que el diario The San Bernardino Sun saliera al día siguiente con una crónica titulada “El alcalde afirma que los latinos son admitidos cuando están limpios”.

El 4 de febrero de 1944 el juez Leon Yanckwich falló a favor de los demandantes, concluyendo que la conducta del alcalde y al ciudad era “ilegal” y que violaba “los derechos y los privilegios garantizados por la Constitución de Estados Unidos”.

Fue un hito, uno de los primeros casos en contra de la segregación y por los derechos civiles en EE.UU. ganados en los tribunales, subrayan los expertos.

Y según Ocegueda, dio pie a otros fallos más conocidos, como el histórico Mendez v. Westminster, que en 1946 acabó con las llamadas “escuelas para mexicanos” en el condado de Orange.

Es que la segregación de facto se daba también en el sistema educativo, así como en otros aspectos de la vida pública, desde que en 1920 empezaron a llegar trabajadores mexicanos y de otras nacionalidades en grandes cantidades para cultivar los cítricos del sur del estado.

En la puerta de algunos restaurantes había carteles que decían “Ni perros ni mexicanos” y en los cines solo se podían sentar en los balcones superiores.

“Separados pero iguales”

Esa discriminación no distaba mucho de la sufrida por aquel entonces por otros ciudadanos, los afroestadounidenses, en muchas partes del país.

Principalmente en los estados del sur en los que continuaban vigentes las llamadas leyes Jim Crow, promulgadas por las legislaturas estatales blancas y que consagraban la segregación racial en todas las instalaciones públicas por mandato de iure bajo el lema “separados pero iguales”.

La separación existía, pues, en las escuelas públicas, en el transporte, los restaurantes, los baños. Había fuentes de agua potable para blancos y otras para negros. También piscinas y playas segregadas.

Estas últimas existieron hasta bien entrada la década de 1960, y es por eso que los expertos vinculan dicha segregación con la alta tasa de ahogamientos en las comunidades negras hoy.

Y es que en EE.UU. los jóvenes negros tienen seis veces más probabilidades de ahogarse en las piscinas que los blancos, y el 69% de los menores afroestadounidenses no sabe nadar o nadan mal, frente al 42% de los niños blancos, según una investigación encargada en 2017 por la USA Swimming Foundation.

De acuerdo a ese mismo reporte, la tasa de los menores latinos que no sabe nadar o nadan mal es del 58%.

Pero ¿por qué es tan poco conocida la histórica discriminación de “los lunes mexicanos”?

“Porque durante muchos años la narrativa histórica sobre los problemas raciales que se presentó al público se centraba en la tensión blancos/negros, porque aquellos que estudiaban la segregación se enfocaban en la de las escuelas y la de las áreas recreativas les parecía menos significativa, y también por un mal trabajo de archivo”, dice Ocegueda.

“Se ha hecho mucho sobre los llamados pioneros, pero poco sobre otros grupos que se asentaron y crearon comunidades”, dice sobre los latinos. “Ellos no han tenido tanto reconocimiento”. E

Los latinos se bañaban en el Río Santa Ana, debido a la prohibición.

La segregación racial fue legal en muchos estados de EU hasta los años 60.

MUCHACHOS

El vaso sucio, con huellas de la leche con chocolate que tuvo y que pasó a calmar el ansia del adolescente, es la mejor prueba de que sí se fue a la escuela.

Como siempre, como todo, va dejando a su paso la huella de sus destrozos, de su descuido, de su indiferencia.

El televisor se queda encendido para que nadie lo vea. La puerta abierta sin que nadie más vaya a entrar. La cerradura permisiva para todo aquel que pase por casa. Las toallas, mojadas y sin orden sobre el suelo.

Dios en lugar de oídos les dio sólo un túnel auditivo, por eso los consejos y regaños entran por un oído y salen por otro, sin que se quede nada en su cerebro juvenil.

Puede uno darles permiso hasta las diez de la noche, y llegarán a las once. Los dejas a las once, y llegarán a las doce.

Nunca ven el reloj, nunca se asoman al calendario, nunca se preocupan por las cuentas a pagar. Son libres, sin ataduras y con el único compromiso de salir a la calle apenas cae el sol, para ver a la novia, una distinta cada mes, y platicar con los amigos las mismas pláticas de todos los días.

Y nobles para soportar los regaños diarios, que no sabemos si son para corregirlos o por la envidia de no poder ser como ellos. E

Por Francisco Zúñiga Esquivel

"Tener down no nos hace menos valiosos"

En Reino Unido el aborto está permitido hasta las 24 semanas de embarazo. Pero si el feto tiene síndrome de Down una mujer puede optar por abortarlo en cualquier momento de la gestación, incluso hasta el día mismo del parto.

Para Heidi Crowter, quien vive con ese síndorme, esto es discriminatorio, y se pregunta si acaso su vida más de la que de niño “normal”

“La ley debería ser igual para todos”, sostiene esta británica de 27 años, quien se ha propuesto lograr que los tribunales de su país modifiquen esa sección del Abortion Act (Ley de Aborto) que data de 1967.

La joven considera esto una batalla muy personal.”Quiero luchar por los derechos de los nonatos con síndrome de Down para que tengan los mismos derechos que todos los demás”, explica.

“Lo que nos define como seres humanos es quiénes somos, no qué problemas tenemos”, afirma.

Por ahora tanto el Tribunal Supremo (High Court) como el de Apelaciones han denegado su pedido, afirmando que la actual norma no menoscaba los derechos de las personas que viven con discapacidades.

Pero Heidi no se da por vencida y ya ha anunciado que llevará su caso ante la Corte Suprema, la instancia más alta del Poder Ju-

Heidi Crowter ha logrado una vida normal, aun con su síndrome Down.

dicial.

Ella vive en la ciudad inglesa de Coventry, en el centro de Inglaterra. La activista señaló que entiende el temor que sienten muchos padres cuando se enteran que su bebé será down.

“Mis padres recién se enteraron de que yo tenía Down cuando nací, y lo primero que sintieron fue miedo”, relata.

“A mis padres les tomó casi perderme para empezar a amarme, cuando se dieron cuenta de que simplemente era una beba que necesitaba amor”, dice.

Heidi, la tercera de cuatro niños, se crió con sus dos hermanos y su hermana más pequeña.

Iban juntos a la escuela local -ella con ayuda de una maestra integradora- y cuando se graduó de la secundaria empezó a trabajar en una peluquería para niños y a estudiar Servicio al cliente.

A los 20 años se mudó sola, “a dos autobuses de la casa de mis padres”, cuenta.

Cuando llegó la pandemia, como tantos otros negocios, la peluquería cerró.

Sin embargo, Heidi tuvo otras distracciones durante el largo período de restricciones: mantuvo una relación de larga distancia con James, un joven al que había conocido a través de una prima segunda, y que vivía a unas cuatro horas de Coventry.

Heidi y James, quien también tiene síndrome de Down, se enamoraron y un año después ya estaban comprometidos.

“Pensar que mis padres estaban preocupados de que nunca me casaría y al final tuve tres ceremonias”, se ríe la joven, explicando que, debido a las cuarentenas, debió organizar tres eventos, primero el civil y un festejo pequeño, y luego uno más tradicional y grande cuando el covid lo permitió.

James se mudó al departamento de ella, donde la pareja aún reside.

Heidi se unió a la ONG Don’t Screen Us Out (No nos filtren), convencida de que los abortos se producen “porque la gente no está recibiendo la información adecuada”.

“Muchos padres, al igual que los míos, temen lo que no conocen. Y la institución médica les dice puras cosas negativas, por eso tantos eligen abortar”, señala.

Heidi reconoce que los niños con Down requieren más asistencia, pero considera que eso no es justificación para que se permita abortar a los fetos con trisomía más allá del límite que existe para los bebés sin discapacidades.

“No queremos que nos vean como un problema... No existe un bebé perfecto”. E

Enero 2023 OPINIÓN Quien Siembra Vientos

Andrés Manuel López Obrador se dice muy cristiano, y con sus actitudes se nota que le quisiera hacer la competencia al nazareno, pero se la pasa picando buches, y buscando pleitos, como borracho de cantina, no como estadista, y ahora ya trascendió las fronteras, porque al menos hasta hace poco los líos eran del Suchiate y el Bravo pa’ dentro, pero con la crisis peruana México está metido en un atolladero internacional, precisamente por la falta de tacto y oficio en la diplomacia que ha caracterizado a este sexenio.

El Benemérito de las Américas, Benito Juárez, cuyo nombre no se le sale de la boca al presidente quien un día sí y el otro también jura que es su mayor ejemplo, se ha de estar revolcando en su tumba.

Porque de ser un ejemplo global en las relaciones internacionales, México tiene todo este sexenio pagando los platos rotos de la lengua larga del presidente.

Hay que recordar la crisis de Evo Morales y la intromisión mexicana en Bolivia, cuando, por órdenes expresas de López Obrador se ejecutó la operación “Chimoré” (sea lo que sea que signifique eso) con un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, el cual estuvo cerca de ser derribado en aquella nación andina, en el Por Obed Campos ANALISTA 2019. En el colmo de los colmos, la canciller peruana Ana Cecilia Gervasi sentenció: “Informo que el Gobierno de Perú ha declarado persona non grata al embajador de México en Perú, Pablo Monroy, por las reiteradas expresiones de las más altas autoridades de ese país (aquí léase AMLO) que constituyen injerencia en nuestros asuntos internos y son violatorias del principio de no intervención”. Y dónde quedó aquello de que “Entre los hombres como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz…” ¿Pues no que muy juarista?

¿Y en qué plan queda en canciller Marcelo Ebrard? Ah, pues en su campaña en busca de la grande.

Tanto que López dice que lee y que sabe de la historia de México, pero por lo visto desconoce a Genaro Estrada Félix, canciller durante la presidencia de Pascual Ortiz Rubio, quien patentizó en 1930 “La Doctrina Estrada”, por la que México brilló en la escena global por muchos muchos años: “Esta doctrina se manifiesta en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo, especialmente si este proviene de movimientos revolucionarios…”

Más historia, señor presidente, menos tamales de chipilín…

Oiga y hablando de sabiduría popular, el refrán afirma: “Quien siembra vientos, cosecha tempestades…” También, por si lo ignora.

Pregunta para joder al vecino... de San Pedro

Quién es el regio o más bien, sampetrino, que se anda parando el cuello presumiendo que la camioneta blindada que salvó la vida de Ciro Gómez Leyva él se la consiguió? E

El estoico mexicano

Los mexicanos vamos regresando de la resiliencia al estoicismo, y el 2023 se antoja un año muy difícil porque no vemos una solución a los grandes problemas que nos atañen.

Hace diez años, cuando la inseguridad era el pan de cada día, los regiomontanos optamos por presionar a la autoridad, y la sociedad civil tomó un papel importante en la lucha contra el crimen organizado. De otra manera, quien sabe si se hubiera logrado vencer esa adversidad.

En las tragedias nacionales, como los grandes sismos, es la gente común la que se apunta primero para ir al rescate, enviar alimentos y apoyo. La gente reacciona ant es que el Gobierno, que muchas veces pierde el tiempo en organizarse a través de comités que poco arreglan.

En las crisis económicas son empresarios y trabajadores quienes elevan productividad, alargan jornadas, buscan oportunidad de negocios, para crear los empleos que se necesitan para avanzar. A veces incluso contra la dispocisión oficial, que no redue trámites ni facilita permisos.

Las ciudades prósperas lo son porque nadie se conformar con un horario de 8 horas, ni con un sólo empleo. Basta ver a un sinfín de amas de casa vendiendo recupientes de plástico, zapatos, o de perdido tostadas y fritos, para ayudar a la economía familiar.

Es la resiliencia que nos impulsa a buscar oportunidades en los tiempos malos, a hurgar4 para hallar el lado bueno aún en las tragedias, para no quedarnos sentados llorando por algo que no podremos recuperar.

Pero el paternalismo oficial vuelve al pueblo estoico. Porque la gente aguanta todo con la esperanza de que un día el líder encuentre la fórmula mágica para mejorar la calidad de vida.

En este sexenio hemos visto más expendios de pescado gratis que escuelas que enseñen a pescar. Se reparte pensiones, pero no créditos para emprendedores.

Se regalan becas pero no hay un programa que identifique a los talentos para apoyarlos con educacion superior. Y los apoyos no son parejos, porque los discapacitados siguen esperando su turno, quizá porque muchos de ellos tienen deficiencias mentales que les impiden votar. Terminamos un año con la inflación más alta en dos décadas. Las circunstancias del mundo no ayudan y gendr emos que luchar contra corriente. Además, veremos un 2023 donde lo político tiene prioridad, porque el Sistema trabajará para eternizarse en el poder, y la Oposición se mantendrá en su estrategia de ataques sin aportar soluciones válidas, y mucho menos una alternativa real para que renazca la esperanza de que el voto nos permita un mejor Gobierno.

No hay fórmulas mágicas. Sólo aguantar con juareano estoicismo. E

Por Francisco Zúñiga E. EDITORIAL

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