3ºESO C
LA COLONIZACION DEL ESPACIO
TEXTO DE INVESTIGACIÓN Y DIVULGACIÓN CIENTÍFICA POR JOSÉ LUIS RODRIGUEZ ANDRADE COLEGIO SAN AGUSTÍN MADRID
LA COLONIZACIÓN DEL ESPACIO
Agradecimientos En primer lugar, quisiera agradecer a los doctores en Astrofísica D. Telmo Fernández y D. Benjamín Montesinos, así como al ingeniero D. José Antonio R. Tarodo toda la inspiración y el interés por la ciencia y la tecnología que han dado lugar a este trabajo. Pero, sobre todo, quisiera agradecer enormemente a mi profesor de Tecnología y Física, D. Juan Perera; por el tiempo dedicado, por su enorme apoyo e interés en el proyecto y por la aportación de ideas que completaron el contenido de esta investigación. Sin él, este proyecto sería sin duda muy diferente.
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Nota del autor Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia humana. Las generaciones actuales vivimos en el siglo más decisivo de los que probablemente serán los cuatro siglos más importantes de la Historia (XIX, XX, XXI y XXII): el paso de una serie de sociedades agrarias preindustriales, aisladas en mayor o menor medida y con un escaso conocimiento científico a una única civilización planetaria, globalizada y altamente tecnificada… o el estancamiento en la cueva. Pero para afrontar y superar este titánico reto, esta situación sin precedente alguno en la Historia, deberemos solucionar otros muchos problemas. ¿Podremos dar de comer a nuestro cada vez más hambriento mundo? ¿Podremos proporcionar energía suficiente a todos? ¿Lograremos erradicar la pobreza extrema, romper las barreras entre ideologías, entre estados? Y lo más importante, ¿seremos capaces de lograr todo lo anterior, asegurando la sostenibilidad de esta nueva sociedad, y comenzar así una nueva era en que prosperar, desarrollarnos y expandirnos más allá de nuestros límites? En el presente proyecto de investigación trataremos una de las muchas cuestiones de esta transición: la expansión de nuestra civilización más allá de nuestro planeta natal, en busca de ese espacio y de esos recursos que tan necesarios serán. Como en su momento dijera Carl Sagan en su inmortal obra Cosmos: “Basta ya de vagar por las orillas del océano cósmico. Es hora de embarcarse y poner rumbo a las estrellas”.
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ÍNDICE -Nota del autor -Índice 1) Introducción 2) Antecedentes: el espíritu explorador del hombre. 3) Proyectos aeroespaciales: realización y explotación económica (Presente-2.035) 3.1) Proyectos gubernamentales 3.1.1) El programa Apolo 3.1.2) El SEI 3.2) Proyectos no gubernamentales: iniciativa individual y empresas privadas 3.2.1) Mars Direct y Semi-Direct 3.2.2) Minería espacial 3.2.2.1) Asteroides 3.2.2.2) La Luna 3.2.3) Otros negocios 4) Navegación y transporte (2.020-2.050) 4.1) Despegue 4.1.1) Cohetes 4.1.2) Otros métodos (2.030-2.100) 4.1.2.1) Catapulta electromagnética (2.030-2.050) 4.1.2.2) Ascensor espacial (2.065-2.100) 4.2) Vuelo 4.2.1) Tripulados 4.2.1.1) Seguridad 4.2.1.2) Suministros 4.2.2) No tripulados: transporte de carga 4.2.3) Duración 4.2.4) Propulsión 4.2.4.1) Motores químicos
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4.2.4.2) Motores eléctricos 4.3) Aterrizaje 5) Asentamientos humanos (2.060-2.100) 5.1) Misiones precedentes (2.030-2.040) 5.2) Recursos y población 5.3) Energía 5.4) Situación política y económica de los asentamientos 5.4.1) ¿Colonialismo espacial? 5.4.2) Comercio interplanetario 6) ¿Más allá del Sistema Solar? (s. XXII-…) 6.1) Destinos 6.2) Propulsión relativista 6.3) Sondas Von Neumann 6.4) Colonias 6.4.1) El traslado de colonos 6.4.2) Características y sociedad 6.4.3) Situación política y económica 7) Conclusión -Bibliografía
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1) Introducción Basta ya de vagar por las orillas del océano cósmico. Es hora de embarcarse y poner rumbo a las estrellas. -Cosmos, Carl Sagan Hoy en día, son cada vez más los motivos para pensar que el asentamiento humano fuera de los límites de nuestro planeta será necesario en los próximos siglos. La razón principal es la enorme presión demográfica actual sobre la Tierra (que se agravará en el futuro), y el alza de los países emergentes (y por tanto su mayor consumo), que exigirán un mayor suministro de recursos y energía, que tal vez la Tierra por sí misma no pueda proporcionar. Asimismo, el avance tecnológico está reduciendo enormemente los costes de acceso al espacio, y la seguridad ha aumentado notoriamente. Hay más motivos para esta expansión por el espacio en un futuro próximo. Hay quienes hablan de “salvar la biosfera terrestre” (a través de su expansión por el Universo), “extender la vida y la belleza por el Universo”, o “extender la especie humana y evitar su extinción”. A este respecto, lo cierto es que muchas grandes extinciones (que son a nivel planetario y siempre eliminan entre un 70 y un 90% de las formas de vida) podrían ser detectadas y tomar así medidas preventivas. Una vez ocurrida la catástrofe, las comunidades extraplanetarias podrían proporcionar la vital ayuda. De hecho, no hay nada (excepto la muerte estelar, que no le sucederá al Sol hasta dentro de unos 5.000-7.000 millones de años) conocido por la física capaz de destruir a una civilización interplanetaria. Hay quien dice que la colonización espacial nunca será posible para el ser humano, porque el espacio es demasiado lejano, caro y peligroso para realizar siquiera misiones tripuladas. Se señalan peligros como la radiación, el aislamiento, los efectos psicológicos de la empresa sobre astronautas y colonos, y los elevados costes. Probablemente, de hecho, ese es el motivo de que, tras la cancelación del programa Apolo, la NASA se haya centrado en los proyectos de la Órbita Baja Terrestre (LEO, por sus siglas en inglés). No obstante, el debate continúa. Finalmente, simplemente añadiré que la exploración es inherente al ser humano. Las civilizaciones que no se desarrollan y expanden, como los chinos Ming, los musulmanes medievales o Roma, se marchitan y caen. Ciertos personajes importantes, como el eminente físico Stephen Hawking, dicen al respecto que “el destino de la Humanidad depende de que salgamos o no al espacio en los próximos 2.000 años”.
2) Antecedentes: el espíritu explorador del hombre “Desde que nuestra especie salió de África hace unos 60.000 años, el ansia por ir más allá de lo desconocido, de descubrir nuevas tierras y oportunidades, ha modelado la cultura humana. La necesidad de ver qué hay al otro lado de esa montaña, más allá de ese océano o fuera de este planeta es un componente decisivo de la identidad y el éxito de la humanidad. Y ese impulso no ha perdido intensidad”. Eso dijo la revista National Geographic en enero de 2.013.
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Hace unos 3.000 años, un asombroso pueblo decidió embarcarse y comenzar a explorar el inmenso Pacífico, una tercera parte de la superficie terrestre. Los lapitas partieron de las islas Salomón y se adentraron en el gran azul, en embarcaciones de apenas doce metros de eslora y guiados por las estrellas, los vientos y las olas, sin brújulas ni mapas. Siglos después, sus descendientes polinesios formaban el área cultural más grande de la Tierra: un triángulo con Hawái al norte, Nueva Zelanda al suroeste, la isla de Pascua al sureste, y con contactos comerciales en los Andes. Esa enorme área oceánica estaba surcada por rutas comerciales regulares de miles de kilómetros de distancia, de forma que un marinero podía pasar semanas en alta mar. En 1.769, el sacerdote-marinero polinesio Tupaia fue capaz de dibujar al capitán Cook un mapa de memoria del Pacífico de 5.000 kilómetros de diámetro y señalar a cualquier hora y tiempo atmosférico la isla de Tahití sin instrumentos. Tras la muerte del capitán Cook y el fin de la Era de los Descubrimientos, hemos seguido con nuestro afán explorador, tanto en la práctica como en las historias que imaginamos y contamos: llegar a los polos, rellenar los mapas, escalar las montañas más altas, descender a las fosas más profundas, llegar al espacio… Y en las historias que nos contamos vemos a Julio Verne (Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino, Viaje a la Luna, Viaje al Centro de la Tierra…), a Stanisław Lem (Solaris, Fiasco), a A.C. Clarke (2001: Una Odisea Espacial), Isaac Asimov (Sagas de los Robots, el Imperio y la Fundación) y a tantos otros que han narrado fantásticos viajes y mostrado increíbles paisajes. Como dice Stanisław Lem en su obra maestra Solaris, la Humanidad busca un espejo, una imagen ideal de sí misma que dé respuesta a sus preguntas más fundamentales. Aquellos que se resisten a ello simplemente se marchitan y caen. El ejemplo más conocido es la civilización islámica medieval, cuya supremacía se basó en la ciencia y la multiculturalidad, frente a una Europa mucho más estancada y sin grandes avances, con una percepción oscura y fatalista de la existencia y un miedo supersticioso a los avances, que no despertó de su letargo hasta el Renacimiento. Hacia el siglo XI empezaron a calar las corrientes radicales y el Islam empezó a caer, abriendo paso para el fulgurante ascenso europeo siglos más tarde, gracias a los avances científicos. No seamos ahora como aquellos árabes, que tras siglos de esplendor perdieron el rumbo. El espacio es nuestro Pacífico; nuestro futuro y tal vez la respuesta a nuestras preguntas se encuentra más allá de lo conocido.
3) Proyectos aeroespaciales: realización y explotación económica (Presente-2.035) En el punto anterior hemos tratado la necesidad humana de explorar y descubrir, de satisfacer su curiosidad y su sed de conocimiento. Sin embargo, la gran mayoría de las exploraciones “modernas”, con objetivo de asentamientos o presencia permanente no están motivadas por el deseo de conocer y expandirse, sino por razones económicas. Probablemente, el ejemplo más conocido sea Colón, cuyo objetivo era hallar una ruta directa a Extremo Oriente y la India por el Atlántico, para establecer contactos comerciales permanentes y permitir a sus patrocinadores controlar el comercio de las especias. Y a pesar de que no halló Asia, ya en su segundo viaje la Corona de Castilla envió colonos, en vista del potencial económico de las Antillas.
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Del mismo modo, la colonización permanente del espacio necesitará un aliciente económico, un beneficio que la haga realista. En función de la procedencia de los fondos y la naturaleza de los organizadores, distinguimos entre proyectos gubernamentales y privados.
3.1) Proyectos gubernamentales Son aquellos organizados por un Estado o un conjunto de ellos, con capital público. Entre los organizadores, destacan EE.UU. (NASA), la Unión Europea (ESA), Rusia (ROSCOSMOS), Japón (JAXA) y China (CNSA, en rápido crecimiento), de los cuales sólo Rusia y China son capaces hoy (2.015) de enviar humanos al espacio por sus propios medios. Aunque los proyectos de exploración son eficientes, los proyectos de asentamiento se caracterizan por el enorme coste, su complejidad y el largo plazo de retorno, por lo que son inviables en su mayoría. La exploración robótica es eficiente gracias a su simplicidad (son naves no tripuladas con instrumentos a bordo, por lo que su misión consiste sólo en llevar los instrumentos a su destino). Por el contrario, los proyectos de asentamiento requieren un enorme despliegue de infraestructura y el transporte de muchos astronautas. Durante la Guerra Fría los presupuestos eran casi ilimitados para las agencias espaciales, por lo que el coste no era un problema a corto plazo. Sin embargo, estos enormes presupuestos resultaron insostenibles a largo plazo para los Estados, por lo que acabada la carrera espacial fueron recortados. Dado que ya no había competencia, no había ningún aliciente para mantener gastos astronómicos, y la complejidad de estas misiones de asentamiento. Como proyectos espaciales gubernamentales, destacan el programa Apolo, la ISS (Estación Espacial Internacional), la estación espacial soviética Mir y el SEI (Iniciativa de Exploración Espacial) de la NASA, elaborado en 1.989 y cancelado poco después por las razones expuestas más arriba (coste inicial, complejidad y largo plazo de retorno).
3.1.1) El programa Apolo Houston… aquí base Tranquilidad. El Águila ha alunizado. -Neil Armstrong, 21 de julio de 1.969 d. C. Es el proyecto de la NASA que durante la Guerra Fría y tras toda una década de investigaciones y pruebas logró que los humanos caminasen sobre otro cuerpo celeste por primera vez, haciendo que EE UU ganase la carrera espacial. Se trata, probablemente, del proyecto espacial más exitoso de la historia (aun contando con la tragedia del Apolo 1 y el casi fracaso del Apolo 13), que revolucionó la manera de pensar de la época e inspiró a millones de científicos y visionarios por todo el mundo, los creadores de inventos que hoy damos por sentados, como los ordenadores. Fue comenzado en 1.960 (apenas 3 años después de que el primer satélite de la historia, el Sputnik 1, fuese puesto en órbita) con el objetivo de sobrevolar la Luna con una nave tripulada. Tal prisa por llegar al espacio bien podía deberse a la enorme presión y competitividad que había en la Guerra Fría entre las dos superpotencias, con el objetivo de demostrar la fuerza, influencia, y superioridad en general de cada bloque respecto del otro. Esta situación explicaría el hecho de que apenas dos años después John F. Kennedy anunciase una modificación del proyecto, con el objetivo de llevar una persona a la superficie lunar y devolverla sana y salva a la Tierra… antes del final de la década. También explica que los EE. UU. estuviesen dispuestos a afrontar los astronómicos costes de dicho proyecto en aquella época (insostenibles incluso para una
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superpotencia), motivo de que la siguiente administración cancelase el proyecto y miles de visionarios e ingenieros de la NASA se quedasen con la desilusión: el programa Apolo no era prueba de la tan esperada “salida al espacio de la humanidad” (idea muy extendida en la ciencia ficción de entonces), sino más bien una exhibición planetaria de plumas demasiado pesadas por parte de dos enormes pavos reales. Cada misión Apolo constaba de un módulo de mando cónico (donde viajaban los tres astronautas), un módulo de servicio cilíndrico (destinado a proporcionar agua, energía, oxígeno y combustible) y el módulo de alunizaje. El conjunto era lanzado por un cohete Saturno V, el más potente de la historia. Tras tres días de viaje, los astronautas llegaban a la órbita lunar, donde dos de ellos (Neil Armstrong y Buzz Aldrin en el Apolo 11) descendían a la Luna mediante el módulo de alunizaje, mientras que el tercero (Michael Collins en el Apolo 11) quedaba en órbita en el módulo de mando. Tras numerosas misiones de prueba (sobrevuelos lunares tripulados, pruebas orbitales del módulo de alunizaje…), la misión Apolo 11 aterrizó en el Mar de la Tranquilidad el 21 de julio de 1.969. La misión tuvo, como se ha señalado antes, una enorme cobertura mediática: frente a la ventaja soviética en la carrera espacial durante la década anterior con el primer satélite artificial, (el Sputnik) el primer ser vivo en el espacio (la perrita Laika) y el primer humano en el espacio (Yuri Gagarin), EEUU se colocaba claramente en cabeza. 13 horas tras el aterrizaje y con dos horas de paseo lunar, la fase superior del módulo de alunizaje despegó, dejando para siempre marcas y recuerdos de nuestra presencia en la Luna: medallas de la familia de Yuri Gagarin (el primer humano en el espacio, lanzado por la URSS en 1.961), un disco con mensajes y saludos de todo el mundo y una placa conmemorativa en una pata del módulo lunar: Aquí, unos hombres procedentes del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna en julio de 1969 d.C. Vinimos en paz, en nombre de toda la humanidad. - Presidente de Estados Unidos de América - Richard Nixon.
3.1.2) El SEI Exactamente lo contrario de la forma correcta de hacer ingeniería. -Robert Zubrin, fundador y director de la Mars Society. Tras la cancelación del programa Apolo, la NASA centró sus actividades en LEO (Órbita Baja Terrestre, por sus siglas en inglés). Las misiones más allá de esta órbita fueron sondas no tripuladas. Y a principios de los ’80 se empezaron a lanzar los transbordadores, cuyo enorme coste de mantenimiento y reparación entre misiones llevó a un cierto estancamiento en las misiones espaciales tripuladas y los anteriores proyectos de bases, estaciones e infraestructuras más allá de LEO. Esta nueva y prudente estrategia de exploración de la NASA (que tenía el inicialmente acertado objetivo de preparar el terreno para las misiones tripuladas por todo el Sistema Solar) decepcionó a un público que en general prefería las misiones tipo Apolo, por lo que en 1.989, ya desarrolladas las tecnologías necesarias para el viaje interplanetario, la administración Bush anunció un nuevo plan. El SEI (Iniciativa de Exploración Espacial) tenía como objetivo volver a la Luna y llegar a Marte por primera vez. El primer paso sería triplicar el tamaño de la planeada estación espacial Freedom (antecesora de la actual ISS, Estación Espacial Internacional), añadiendo módulos de carga de combustible, hangares y más partes para la tripulación. A continuación, se enviarían misiones tripuladas a la Luna, donde los astronautas, además de las bases permanentes, construirían minas y astilleros. Una vez terminados, se construiría en órbita lunar la enorme nave que, propulsada por un reactor nuclear, llevaría seres
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humanos a Marte. La nave, conocida por sus detractores como “Battlestar Galactica” por su coste y complejidad, llevaría a los astronautas en un viaje de 18 meses hasta su destino. Una vez en Marte, los astronautas recogerían algunas muestras, recorrerían el terreno cercano a la nave y, tras unos pocos días, clavarían en el suelo una bandera de EE.UU. y volverían a casa. El complejísimo y monstruoso proyecto, ideado en apenas 90 días por cientos de ingenieros y administradores de la NASA, requería un increíble despliegue de infraestructuras y el uso de tecnologías recientes y caras de todos los departamentos de la NASA lo cual, obviamente, encarecía enormemente el proyecto y reducía sus probabilidades de éxito. El coste estimado era de unos US$ 450 mil millones (330.700.000.000€), el proyecto más caro en la historia de EE.UU. desde la Segunda Guerra Mundial. Como es de esperar, el Congreso de EE.UU. rechazó el proyecto rápidamente, por lo que la NASA ha continuado con su estrategia de misiones en órbitas cercanas a la Tierra hasta hoy.
3.2) Proyectos no gubernamentales: iniciativa individual y empresas privadas Justo tras el descubrimiento de América, la mayor parte de expediciones al Nuevo Mundo eran financiadas por la Corona de Castilla, al igual que Portugal financiaba sus expediciones a África y Asia. Sin embargo, a medida que estas fueron más numerosas, comenzaron a ser planificadas y financiadas por individuos y pequeños grupos. En la segunda mitad del siglo XVI, muchos comerciantes holandeses e ingleses se unieron para crear las titánicas Compañías de Indias que, con capital privado, impulsaron la creación, expansión y la explotación económica de muchas de las nuevas colonias, enriqueciendo a sus países de origen y expandiendo la cultura europea por el mundo. Del mismo modo, desde aproximadamente el año 2.000 se ha ido desarrollando un nuevo tipo de proyectos espaciales, llevados a cabo por las empresas privadas. Estos proyectos son de capital privado y su objetivo es, como el de todas las empresas, obtener el máximo beneficio posible; gracias a la ley de oferta y demanda, estas empresas han conseguido notables progresos tecnológicos, reduciendo drásticamente el coste de acceso al espacio, mejorando las naves reutilizables e impulsando en general el desarrollo espacial. Estas empresas pueden estar asociadas a una agencia gubernamental (como Lockheed Martin, asociada a la NASA) o no (como Bigelow Aerospace o Planetary Resources). Las actividades de estas empresas pueden ser muy diversas: transporte al espacio y por la órbita (destaca SpaceX, que ha superado la fase experimental y ya tiene resultados positivos en su cuenta de pérdidas y ganancias), estaciones espaciales (ya sea para estudios científicos o para turismo, siendo en este caso puntera Bigelow Aerospace, aún en fase de experimentación) o
incluso minería en asteroides y la Luna (sobresale Planetary Resources, en experimentación).
3.2.1) Mars Direct y Semi-Direct Aparte de las empresas privadas, también han surgido diversos ejemplos de proyectos destinados a ser llevados a cabo con capital público, pero que son fruto de la iniciativa, el empeño y las ideas de unas pocas personas. El ejemplo más destacado de estos casos es el Diseño de Referencia de una Misión a Marte de la NASA.
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Decepcionados por el estancamiento de la NASA en su “estrategia prudente” (recordemos: ocupación humana permanente de LEO, más allá sólo enviar sondas robóticas, todo con objeto de prepararse para nuevos proyectos de tipo Apolo) cuando ya no era realmente necesario, y aún más por la incompetencia de los diseñadores del SEI, Robert Zubrin y David Baker se decidieron a diseñar su propio modelo eficiente, fiable y de bajo coste de una misión a Marte. Las dos principales innovaciones fueron el aprovechamiento de los recursos locales para generar el combustible y oxígeno para la vuelta y la larga estancia (de 18 meses) de los astronautas, debido a que, según los diseñadores (con los que el autor está de acuerdo) un viaje tripulado a Marte debería ser aprovechado para explorar un nuevo mundo, para aprender a emplear los recursos locales y así, tal vez, asentar allí colonias permanentes algún día. Sin entrar en demasiados detalles, el proyecto reducía considerablemente los costes y la masa de la carga para la misión, necesitando sólo dos lanzamientos de carga desde la Tierra. Incorporaba además sistemas de protección de la radiación, proveía gravedad artificial mediante la rotación de la nave, empleaba la trayectoria de vuelo más corta posible (de 6 meses, dándose ésta cada 18 meses) y constaba de un cómodo espacio para los astronautas, tanto en Marte como en el espacio. Asimismo, como hemos visto, evitaba tener que llevar todo el combustible (que sería metano, CH4) desde la Tierra, produciendo en Marte el destinado a la vuelta a partir del CO2 atmosférico y algo de H2 llevado desde la Tierra. El coste del proyecto (conocido como Mars Direct) era de US$ 55 mil millones cada 10 años, perfectamente asequible para el presupuesto de la NASA entonces y, de ser puesto en marcha de inmediato (a principios de los ’90) podría llegar la primera misión a Marte en 1.999. El proyecto fue alabado por innumerables expertos, incluyendo a los diseñadores del programa Apolo, fue portada de revistas y periódicos… Pero, puesto que Mars Direct sólo requería tecnología existente, el proyecto fue rechazado frontalmente por los departamentos de tecnología avanzada de la NASA (dado que no habrían sido llamados ni contratados para el proyecto). Zubrin siguió luchando por el proyecto, fundó la Mars Society y escribió varios libros. A finales de los ’90 revisó con ingenieros de la NASA el Mars Direct, dado que las cifras originales de los suministros necesarios eran muy optimistas. Surgió así Mars Semi-Direct (la Misión de Referencia de la NASA) que requería tres lanzamientos y era igualmente asequible para la NASA. Hasta el momento, no se ha puesto en marcha todavía ningún proyecto.
3.2.2) La minería espacial Como hemos visto, la fiabilidad y asequibilidad de Mars Semi-Direct proviene del aprovechamiento de los recursos locales y la reducción de la masa transportada, para así tener que hacer despegar menos masa desde la Tierra. Esto se debe a que el gran problema de la expansión humana por el espacio no es, como muchos piensan, la tecnología, la seguridad o la salud psicológica de los astronautas, problemas en realidad ya parcial o totalmente resueltos. Es la enorme gravedad (y por tanto velocidad de escape) de la Tierra, lo cual, debido a la ecuación del cohete de Tsiolkovski (véase 4.1)), encarece enormemente la salida de la Tierra. Lo que hace atractiva a la minería espacial (literalmente, el desarrollo de actividades mineras no en la Tierra, sino en otros cuerpos celestes) es que, a pesar de sus enormes requerimientos tecnológicos, podría producir materias primas relativamente económicas para la exploración espacial. Esto se debe a que dicha minería se daría en asteroides o en la Luna, donde la velocidad de escape es significativamente menor, facilitando y abaratando así el abastecimiento de
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materiales a otras infraestructuras y proyectos fuera del planeta. Poco a poco, el suministro de productos a instalaciones espaciales, e incluso la exportación a la Tierra de minerales especialmente valiosos (el acicate económico para iniciar la minería) mejoraría esta tecnología y abarataría las materias, mientras que en la Tierra los recursos se irían agotando y encareciendo. Finalmente, el precio de los minerales espaciales y terrestres se igualaría, para después ser los terrestres más caros. Sería entonces cuando la minería espacial se volviese verdaderamente importante: el espacio será indispensable para continuar con la civilización tal y como la conocemos. Además, el problema de la enorme contaminación producida por la minería pasaría a ser secundario, al no haber una biosfera, atmósfera o medio que dañar. Aunque, como hemos dicho, se requiere un gran desarrollo tecnológico y una gran inversión inicial, ya hay empresas como Planetary Resources que esperan tener resultados positivos en su cuenta de pérdidas y ganancias para la década de 2.020. Su objetivo es traer a la Tierra ciertos minerales escasos y valiosos como platino (que en el mercado internacional cuesta 43€/gramo), uranio, tierras raras (metales y semimetales indispensables para la electrónica, que son escasos y cuyo suministro es controlado por China en más del 70%, quien ha empezado a reservarlos para su industria)… Pondré como ejemplo el asteriode 3.554 Amón, un NEO (Objeto Cercano a la Tierra) de 2 kilómetros de ancho, con un contenido de hierro, níquel, titanio, cobalto, platino y otros metales valorado en US$ 20 billones. Cuando hablamos de minería, hemos de distinguir entre minería en asteroides y en la Luna:
3.2.2.1) Asteroides La minería en asteroides se centraría en los NEO, debido a su relativa cercanía a la Tierra. Sin embargo, es probable que posteriormente los lugares de extracción se expandan al Cinturón de Asteroides, al alejarse los NEO actuales, volverse estos caros por la demanda o al tener que suministrar también a otras partes del Sistema Solar. Las ventajas de la minería en asteroides serían su baja velocidad de escape y la escasa distancia entre diferentes minas, lugares de refinado, plataformas de lanzamiento y aterrizaje y depósitos de residuos (todo en el mismo objeto). También podrían ser buenos lugares para el emplazamiento de astilleros. Los inconvenientes principales son la irregularidad de sus órbitas, la enorme distancia a otros objetos (la Tierra incluida) y el desconocimiento actual sobre los asteroides, incluso los NEO. Todo esto hace pensar que probablemente la minería en asteroides sería automática y sin tripulantes. La empresa Planetary Resources planea, como hemos dicho, empezar a obtener beneficios con la minería en asteroides en 2.020.
3.2.2.2) La Luna La minería en la Luna podría servir para la exportación de materias primas hacia la Tierra, debido a su cercanía y permanente contacto con ella. Su principal atractivo, aparte del titanio o las indispensables y escasas tierras raras es el helio-3, un potencial combustible para una forma especialmente energética de fusión nuclear en la que también se requeriría deuterio (que a su vez se puede extraer del agua de mar o de Marte, donde la concentración es 5 veces mayor que en la Tierra). Cuando se domine la fusión nuclear (probablemente a mediados de este siglo), con
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apenas 25 toneladas de este material se podría proporcionar energía a la actual UE durante un año: hay alrededor de 106 toneladas de helio-3 en el regolito lunar. La minería también podría servir como base y sustento económico para futuros asentamientos humanos. Las ventajas de la minería en la Luna radican en la cercanía a la Tierra y el contacto permanente con la misma (sería suficiente un pequeño sistema de satélites de comunicación para el contacto con la cara oculta), así como el gran conocimiento geográfico, geológico y químico que tenemos de la Luna. Sus inconvenientes son la relativamente alta velocidad de escape (en comparación con los asteroides), la larga noche lunar (debido al frío y la falta de energía solar) y su enorme área y distancia entre lugares, requiriendo así una gran variedad de infraestructuras locales para una pequeña variedad de recursos (en un asteroide, la cercanía entre distintas explotaciones permitiría compartir el equipamiento común, como centrales energéticas o plataformas de lanzamiento. En la Luna, la distancia ente estas explotaciones forzaría a que cada una contase con sus propias “infraestructuras comunes”). Para el desarrollo de las misiones lunares destaca hoy (2.015) el Google Lunar X Prize, que premiará al equipo de fondos privados capaz de llevar un rover a la Luna y hacerlo recorrer más de 500 metros.
3.2.3) Otros negocios Aparte de la minería, hay otras actividades lucrativas que podrían impulsar la expansión por el espacio. El ejemplo más claro son los satélites artificiales, tan extendidos hoy en día y tan indispensables para nuestra sociedad. Observan la atmósfera y ayudan a predecir el tiempo atmosférico, cartografían, nos sitúan en el globo, espían a nuestros rivales y enemigos y, sobre todo, permiten la comunicación instantánea entre cualquier punto del globo a través de la transmisión de señales por el espacio. Todo esto los hace increíblemente útiles, hasta el punto de haber contribuido a construir y mantener la sociedad actual. Otras actividades son el turismo y la investigación en el espacio por parte de pequeños grupos, que gracias a las empresas privadas están experimentando un gran auge. Hace unos años, eran necesarios varios US$ millones para que un grupo o individuo pudiese visitar o llevar instrumentos propios al espacio: antes de 2.020 solo costará unos pocos miles.
4) Navegación y transporte (2.020-2.050) Disponer de minas, asentamientos y otras infraestructuras fuera de la Tierra, así como sacarles provecho, requerirá de una vasta y muy bien organizada red de transportes que permita una comunicación eficiente entre la Tierra y las infraestructuras extra planetarias. Para optimizar esta red de transportes (mínima energía y duración posibles) se necesitará, al igual que en nuestro planeta, establecer una serie de rutas o “autopistas espaciales” que serán reguladas en función de la carga, la propulsión, el movimiento de cuerpos y la inercia, el objetivo del viaje… En el caso de los vuelos interplanetarios, estas rutas (así como el sistema de posicionamiento) deberán ser fijadas siguiendo una geometría esférica (la geometría aplicable a los objetos que se hallan en la superficie de una esfera, cuyas condiciones y reglas son distintas
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a la euclĂdea, la aprendida en el colegio. Por ejemplo, en este tipo de geometrĂa los ĂĄngulos de un triĂĄngulo no siempre suman 180o, las coordenadas son distintas, etc.), debido a los movimientos de traslaciĂłn de todos los cuerpos, naves incluidas, del Sistema Solar en torno al Sol. En el caso del vuelo interestelar (vĂŠase el punto 6)), aunque todos los cuerpos de la galaxia orbitan en torno al nĂşcleo galĂĄctico, este movimiento es tan lento que lo mĂĄs prĂĄctico serĂĄ aplicar la geometrĂa euclĂdea (la tradicional, propia de cuerpos planos) a estas rutas. Debido la lejanĂa en tĂŠrminos tecnolĂłgicos, econĂłmicos y temporales del vuelo interestelar al presente (2.015), en este punto nos centraremos en los vuelos interplanetarios. A la hora de afrontar un proyecto de esta Ăndole, debemos dividir el problema en sus diferentes etapas:
4.1) Despegue La primera parte de todo viaje espacial es, obviamente, el despegue del cuerpo celeste donde se encuentra el objeto o la carga a transportar. Para ello, es necesario vencer la gravedad del cuerpo en que se encuentra el objeto, lo que se consigue alcanzando una velocidad denominada de escape: la velocidad mĂnima con que debe lanzarse un objeto de tal manera que al liberarse de la atracciĂłn gravitatoria del cuerpo celeste su velocidad sea 0). Curiosamente, esta no depende de la masa del objeto o de la direcciĂłn de lanzamiento. En el caso de una red de transporte interplanetaria, el despegue de carga inerte habrĂĄ de llevarse a cabo en cĂĄpsulas con bodegas esfĂŠricas (para poder llevar el mĂĄximo volumen posible de carga con la menor ĂĄrea de fuselaje) y depĂłsitos de combustible y motores para maniobrar. En el caso de naves de despegue tripuladas, el diseĂąo se adaptarĂĄ a los sistemas de soporte vital, al aforo y a los diferentes aĂąadidos para mayor comodidad de pasajeros y tripulantes. Hay diversos mĂŠtodos para vencer a la gravedad y salir al espacio.
4.1.1) Cohetes Ideado por primera vez por Konstantin Tsiolkovsky a fines del siglo XIX, se trata de un mĂŠtodo de propulsiĂłn muy extendido, siendo utilizado por aviones y naves espaciales principalmente. Su funcionamiento se basa en la Tercera Ley de Newton (a toda acciĂłn corresponde siempre una reacciĂłn igual en magnitud, en la misma direcciĂłn y de sentido opuesto), dado que para mover la carga eyectan parte de su masa (la “masa de reacciĂłnâ€? o combustible) en sentido contrario al avance del cohete. Sus ventajas son que es capaz de proporcionar un gran empuje, y que al contar el objeto con un sistema de propulsiĂłn propia, puede acelerar constantemente tanto tiempo como se requiera. Su funcionamiento queda reflejado en la ecuaciĂłn del cohete de Tsiolkovsky:
đ?‘š0 ∆đ?‘Ł = đ?‘Łđ?‘’ ∙ ln [ ] đ?‘š1 Donde ∆v es el incremento de velocidad (positivo o negativo) debido al uso del motor, m 0 es la masa total inicial (carga y combustible), m1 la masa total final (la carga) y ve el impulso especĂfico: la velocidad de salida de las partĂculas de la masa de reacciĂłn (el combustible) con respecto al cohete, que estĂĄ directamente relacionada con la fuerza de empuje proporcionada por el cohete.
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Analizando la ecuaciĂłn de Tsiolkovsky podemos ver el mayor problema que presentan los cohetes, la masa de combustible necesaria. Los cohetes mĂĄs usados en la actualidad (los que llamaremos piroquĂmicos, dado que estĂĄn basados en la quema de combustible para producir los gases a alta presiĂłn y temperatura que propulsarĂĄn el cohete), a pesar de proporcionar ve suficiente para salir de la Tierra, siguen necesitando masas de reacciĂłn del orden de decenas de veces mayores que m1 (la parte del cohete que llegarĂĄ al espacio). Esto puede calcularse a partir de la ecuaciĂłn anterior: Primero, despejamos m0:
đ?‘š0 ∆đ?‘Ł = đ?‘Łđ?‘’ ∙ ln [ ] đ?‘š1 ∆đ?‘Ł đ?‘š0 = ln [ ] đ?‘Łđ?‘’ đ?‘š1 Teniendo en cuenta ademĂĄs que ln x = log(e)x (el logaritmo neperiano de x es igual al logaritmo en base e de x), siendo e la constante irracional 2,718‌ y log (logaritmo) una operaciĂłn matemĂĄtica tal que si log(a)x = y (logaritmo en base a de x es igual a y), ay = x (a a la y es igual a x)):
∆đ?‘Ł đ?‘’ đ?‘Łđ?‘’ ∆đ?‘Ł đ?‘’ đ?‘Łđ?‘’
=
đ?‘š0 đ?‘š1
∙ đ?‘š1 = đ?‘š0
Considerando ahora que el combustible (tĂŠcnicamente masa de reacciĂłn) es igual a m0-m1, podemos sustituir m0 y asĂ calcular el combustible necesario para llevar una determinada carga (m1) al espacio:
đ?‘€đ?‘Žđ?‘ đ?‘Ž đ?‘‘đ?‘’ đ?‘&#x;đ?‘’đ?‘Žđ?‘?đ?‘?đ?‘–Ăłđ?‘› =
∆đ?‘Ł đ?‘’ đ?‘Łđ?‘’
∙ đ?‘š1 − đ?‘š1
En esta ecuaciĂłn se puede ver que, a mayor impulso especĂfico (ve), menor masa de reacciĂłn requerida. Pero, pese a ello, sigue presente el gran problema de los cohetes: como hemos dicho, la propulsiĂłn piroquĂmica de hoy requiere cantidades de combustible muy limitantes. La soluciĂłn obvia es recurrir a otros tipos de cohetes (vĂŠase 4.2.4)) en los que ve (impulso especĂfico) sea tan grande, que la masa de combustible necesaria se reduzca drĂĄsticamente, motores que requerirĂan procesos nucleares. Sin embargo, estos cohetes producirĂan enormes cantidades de energĂa, liberadas al medio como altĂsimas dosis de radiaciĂłn y calor (con el aĂąadido de los residuos tĂłxicos en caso de la fisiĂłn nuclear). Vemos entonces que el uso de estos cohetes probablemente resultarĂa tan destructivo como la detonaciĂłn de armas nucleares. Por tanto, aunque dispongamos de una red de abastecimiento automĂĄtica y autosuficiente en el espacio, si nuestro objetivo es lograr una interacciĂłn bilateral y equitativa entre esta y la Tierra (algo necesario para el asentamiento de humanos y el comercio con dichas colonias), se necesitarĂĄn nuevos sistemas de despegue mĂĄs eficientes y seguros que los cohetes.
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4.1.2) Otros métodos (2.030-2.100) Comprenden todos aquellos (aún hipotéticos) sistemas de despegue que no se basan en los cohetes para su funcionamiento. Los dos métodos más importantes y conocidos son los ascensores espaciales y las catapultas electromagnéticas.
4.1.2.1) Catapulta electromagnética (2.030-2.050) A pesar de su nombre, su diseño es mucho más parecido al de un cañón. La idea, básicamente, consiste en acelerar la carga en un túnel por medios electromagnéticos (ya sea por inducción o mediante electroimanes), hasta que esta alcanzase la velocidad de escape. Debido a las dimensiones de la catapulta, esta no podría orientarse y las cápsulas con la carga habrían de llevar pequeños sistemas de corrección de rumbo, probablemente cohetes, eso sí, pequeños cohetes para la corrección de la trayectoria con requerimientos de combustible mínimos, tales que no supondrían un gran problema, dado que el mayor ∆v habría sido proporcionado por la catapulta. Se trata de un sistema relativamente sencillo técnicamente, ideal para la carga inerte (minerales, manufacturas resistentes…) y para el despegue desde cuerpos geológicamente inertes y sin atmósfera (asteroides, cometas, Mercurio, lunas “muertas” como la nuestra…). Sus principales inconvenientes son la enorme aceleración proporcionada (tal vez excesiva para muchos seres vivos como los humanos, a menos que la catapulta tuviese una longitud de decenas de km) y la enorme velocidad de salida, siendo esta un inconveniente sólo en caso de que haya atmósfera. En ese caso, igual que durante la reentrada a la Tierra, la enorme fricción con la atmósfera elevaría la temperatura miles de K (Kelvin), amenazando la integridad de la nave y frenándola considerablemente (algo útil durante el aterrizaje, como veremos en 4.3), pero que en el despegue aumentaría prohibitivamente el consumo energético). Por tanto, para el despegue de animales o humanos, o de cualquier carga desde cuerpos con una atmósfera densa como la Tierra, Venus o Titán (luna de Saturno), necesitaremos otro sistema, el ascensor espacial.
4.1.2.2) Ascensor espacial (2.065-2.100) Se trata, literalmente, de un ascensor que conecta la superficie de un cuerpo celeste con el espacio. La idea se remonta a 1.895, cuando fue concebida por el ya mencionado físico Konstantin Tsiolkovsky y constituye con diferencia el sistema de despegue de los tratados en este proyecto que representa un mayor reto técnico y tecnológico. El diseño más extendido consiste en un cable que se extendería desde la superficie hasta una órbita geosíncrona (en la Tierra, a unos 30.000 km de altitud), donde se ubicaría un “puerto” o estación espacial donde se intercambiaría la carga entre el ascensor y los cargueros espaciales. Para mantener el cable tenso y evitar que cayese, este sería anclado en el ecuador (donde una mayor velocidad de rotación proporciona una mayor fuerza centrífuga y, por tanto, más tensión) y se dispondría un contrapeso en el extremo del cable cuya masa sumada a la de la estación fuese igual a la del cable. Una cápsula, movida por ruedas o medios electromagnéticos podría recorrer la distancia entre la superficie del cuerpo celeste y la estación en unas pocas horas. El cable podría construirse en el planeta, relativamente delgado para ser poco masivo y así elevarlo mediante cohetes y conectarlo al contrapeso. Una serie de cápsulas recorrerían el cable e irían añadiendo capas y engrosando el cable para aumentar su resistencia a la tensión. La estación se
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construiría en lo alto del cable, aunque bajo la misma estación podrían disponerse gran cantidad de cables, con un ascensor cada uno. Las cápsulas podrían recibir la energía del exterior mediante paneles solares, que absorberían láseres emitidos desde la estación para este fin. Prescindiendo así de un pesado generador o batería, la cápsula podría llevar más carga. El principal reto al que se enfrenta este método es la enorme tensión que habrían de soportar los cables, superior a la resistencia de cualquier material hoy por hoy empleado en la industria. Sin embargo, los nanotubos de carbono (un nuevo material recientemente descubierto), podrían en teoría proporcionar la resistencia necesaria. Ya se ha conseguido fabricar hebras de centímetros de longitud: sin embargo se necesitarían decenas de miles de kilómetros sin irregularidades, algo increíblemente difícil teniendo en cuenta que la estructura de estos nanotubos es a nivel atómico. Sin embargo, es probable que a finales de siglo dominemos esta tecnología y podamos construir estos ascensores, que revolucionarían la relación entre el hombre y el espacio.
4.2) Vuelo Una vez en el espacio, las condiciones de navegación cambian radicalmente. Ya no existe una atmósfera que frene la nave, por lo que los sistemas de propulsión sólo han de funcionar para acelerar o decelerar. Y la gravedad ya no es una impedimenta al movimiento de la nave, sino una fuerza que puede ser aprovechada para acelerar, decelerar o cambiar de rumbo. Pero no todo son facilidades para las naves. Las rutas interplanetarias han de ser planificadas con una gran precisión y ser ejecutadas con el mayor cuidado: hay que tener en cuenta la compleja interacción entre diversos cuerpos, sus velocidades relativas, campos gravitatorios, etc. Asimismo se necesita protección contra la radiación y los micrometeoritos, y un sistema de propulsión eficiente y rápido. A continuación tratamos diversos aspectos de los viajes interplanetarios:
4.2.1) Vuelos tripulados Constituyen, con diferencia, los más difíciles de llevar a cabo, dado que su objetivo es el transporte de seres humanos (vivos, obviamente). Esto implica el uso de los llamados sistemas de soporte vital: una atmósfera respirable con O2, agua y alimentos para un viaje que puede durar meses, escudos antirradiación, maquinaria para generar gravedad artificial, sistemas para los cuidados médicos y psicológicos necesarios para mantener sanos a los astronautas, espacio habitable suficiente, y equipamiento especializado y herramientas para posibles situaciones de emergencia y reparaciones que surjan durante el vuelo, a minutos-luz de cualquier centro de control. Nos centramos en dos aspectos:
4.2.1.1) Seguridad Hay distintos tipos de peligros para la tripulación en un vuelo interplanetario. Algunos, como las tormentas solares o la inestabilidad psicológica de alguno de los astronautas podrán ser monitorizados desde la Tierra, elaborando así un plan de acción. Sin embargo, hay otros posibles contratiempos (como el fallo de uno de los sistemas de la nave, el extractor de CO2 por ejemplo) que requerirán la acción inmediata de los astronautas, antes de los minutos u horas que tardarán en recibir un mensaje del centro de control. Por tanto, la primera y más importante medida de protección será la preparación e imaginación de los astronautas, así como ciertas
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herramientas y materiales básicos que puedan aumentar sus posibilidades de acción. Sólo así estarán listos para afrontar cualquier situación inesperada a millones de kilómetros de cualquier ayuda. Además, las naves habrán de contar con otras medidas de seguridad: revestimientos antirradiación y micrometeoritos, sistemas de observación para detectar objetos más grandes y evitarlos, y un sistema que permita a los controles de tierra conocer y monitorizar la posición, rumbo y velocidad, así como el estado general de las cosas, de la nave.
4.2.1.2) Suministros Los astronautas, además de monitorización y seguridad, necesitarán alimentos, agua, oxígeno, medicamentos y energía. Toda la cantidad de estos elementos deberá ser suficiente para varios meses, además de un margen de seguridad. Todo esto puede no representar un problema en caso de una tripulación de pocas personas (una misión de exploración, por ejemplo). Sin embargo, la logística se complicará enormemente cuando la tripulación o los pasajeros sean más numerosos: personal que vaya a trabajar temporalmente a una estación grande, colonos y tal vez incluso turistas. En estos casos, se hará necesario el reciclaje de todo lo que haya a bordo (ya hoy, casi el 100% del agua de la Estación Espacial Internacional es depurada y reciclada), así como la generación de los propios suministros a bordo. ¿Sería viable un cultivo a bordo? Probablemente más que el almacenamiento de suministros de forma directa. Aun así, dicho sistema también requeriría unos equipamientos y tecnología muy costosos. Probablemente, la opción más eficiente sea la reducción al mínimo del metabolismo de los astronautas, ahorrando así recursos. Esto podría hacerse induciendo una suerte de hibernación en los tripulantes mediante drogas, hipotermias controladas o comas inducidos (véase 6.4)). Este sistema eliminaría asimismo muchos de los problemas médicos y psicológicos de los astronautas, al hallarse estos inconscientes durante el viaje.
4.2.1) Vuelos no tripulados: transporte de carga y sondas científicas Se trata de viajes o misiones ciertamente distintas de las tripuladas, pues no tienen el imperativo de mantener vivos y sanos a seres humanos. Sus ventajas son obvias: un ordenador o robot no enferma, discute con sus compañeros, ni necesita distraerse, no extraña a los suyos ni quiere volver a casa. Todo esto reduce considerablemente el equipamiento y masa de la nave, y por ende, el coste de la misión. Sin embargo, en una nave no tripulada puede haber los mismos imprevistos que en una tripulada. Mientras que un ser humano puede responder con rapidez y precisión ante una situación nueva, es muy difícil programar un ordenador para esto. Por tanto, en caso de cualquier fallo de esta índole, las probabilidades de fracaso de una misión no tripulada quedan muy por encima de las de una tripulada. Podemos hablar de dos tipos de misiones sin astronautas. La primera son las sondas: con una finalidad científica, su misión es explorar y estudiar una zona: planetas, lunas, asteroides, sistemas planetarios… en los que no haya otra presencia que las propias sondas. Son misiones sólo de ida (salvo en los contados casos en que mandan muestras de vuelta), y pueden ser orbitales, realizar sobrevuelos e incluso aterrizar. El segundo tipo serían los cargueros: naves en misiones de ida y vuelta, en que tanto el punto de partida como el de destino contarían con infraestructuras construidas por los humanos.
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Podrían formar parte de una ruta comercial o de una cadena de suministros (por ejemplo a una colonia que aún no fuera autosuficiente), y por tanto responderían a una finalidad económica.
4.2.3) Duración La duración del viaje dependerá de muchos factores, como el tipo de propulsión, la ruta, etc., que a su vez dependen de otros factores: misión tripulada o no, tipo de carga… Distinguimos dos tipos de viaje:
Los vuelos de corta duración, de pocas semanas o meses (dependiendo de las distancias) serían las rutas más rápidas y directas, pero también las más costosas energéticamente al no aprovechar los campos gravitatorios (de objetos en el espacio como asteroides o planetas) para modificar la velocidad y el rumbo. Serían aplicados a misiones tripuladas y carga urgente. Los vuelos de más larga duración, de muchos meses o años, son rutas mucho más largas pero menos costosas energéticamente, debido a que la ruta se alarga y adapta para aprovechar los campos gravitatorios (de los distintos cuerpos que orbitan el Sol). Son los más empleados hoy en día (2.015) para ahorrar combustible, y es de esperar que este tipo de rutas se aplique a sondas y cargueros antes de desaparecer por el perfeccionamiento de los motores.
4.2.4) Propulsión La tecnología empleada para acelerar y decelerar la nave condicionará el consumo energético, el coste y la duración del viaje. Esta se llevará a cabo con cohetes en su mayoría, exceptuando el caso de las velas solares. Distinguimos dos tipos de sistemas:
4.2.4.1) Sistemas químicos Cohetes todos ellos, son los sistemas más empleados hoy en día, basando su funcionamiento en el calentamiento de la masa de reacción (un gas) mediante diversos procesos, aumentando la presión del gas y empujando al cohete. El tipo más extendido se basa en la combustión (quema) de la masa de reacción. Proporcionan un ve elevado y como vimos antes son los únicos motores viables para el despegue desde cuerpos celestes. Sin embargo, necesitan enormes cantidades de combustible para una carga útil (m1) pequeña. Son viables para viajes interplanetarios, pero su enorme consumo obliga a adoptar las rutas de larga duración mencionadas arriba. Se trata de una tecnología ineficiente, que acabará cayendo en desuso como propulsión principal en los viajes interplanetarios, aunque sobrevivirá un tiempo en los motores de maniobra (pequeños giros, rotación, etc.) y para ciertos aterrizajes (véase 4.3)).
4.2.4.2) Sistemas eléctricos Se trata de una tecnología más reciente, aún en desarrollo. A pesar de que la fuerza de empuje es de miliNewtons, pueden alcanzar altísimas velocidades (mucho más que las proporcionadas por sistemas químicos) con una cantidad mínima o nula de combustible, lo que reduce enormemente su masa y coste. Hay dos tipos: los motores iónicos o de plasma, cohetes basados en la ionización de un gas para eyectarlo mediante campos magnéticos y producir empuje. El
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segundo tipo son las velas solares, que aprovechan la presión de la luz solar o de un láser para propulsarse, sin combustible alguno. Estos sistemas ya están siendo probados y es de esperar que, aunque no son útiles para despegar, se impongan en los viajes interplanetarios en los próximos lustros. Sirva como ejemplo de su fiabilidad la sonda New Horizons de la NASA, destinada a Plutón, adonde llegará nueve años tras su lanzamiento. Se ha calculado que con una vela solar habría tardado dos. Sin embargo, debido a su escaso empuje, las maniobras más rápidas habrán de ser confiadas a pequeños motores químicos.
4.3) Aterrizaje Llegada la nave a su destino, la carga destinada a ello habrá de aterrizar en la superficie del cuerpo celeste. Probablemente, los grandes cargueros (e incluso las naves de pasajeros) serán tan grandes y masivos que su despegue y aterrizaje será inviable: serán construidos en órbita. Llegadas a destino, todas las naves (excepto las sondas, que no serán tan grandes) habrán de acoplarse a unas estaciones de distribución con los sistemas de aterrizaje adaptados a dicho cuerpo: allí se llevará a cabo el intercambio de carga entre las cápsulas y la nave. Hay dos posibilidades muy distintas para el aterrizaje: -Si el cuerpo tiene una atmósfera apreciable y no cuenta con ascensores espaciales (si contase con ellos la carga sería directamente bajada en los ascensores), la propia atmósfera que impedía el uso de catapultas electromagnéticas nos ayudará enormemente mediante la técnica del aerofrenado, que permitirá reducir la velocidad y adaptar el rumbo únicamente empleando la atmósfera. Posteriormente se abrirán los paracaídas y se emplearán cohetes en los últimos metros de descenso. -Si el cuerpo no tiene una atmósfera o esta es despreciable, habrá dos opciones. En cuerpos “grandes” (como nuestra Luna) podrían construirse ascensores espaciales. En el caso de que sea “pequeño (como un asteroide) podrían establecerse una suerte de “cintas transportadoras” en cuya parte superior se acoplarían las naves de carga. Los contenedores con la carga sólida se engancharían a la cinta, y la carga líquida podría ser bajada por depósitos o por tubos. La aplicación de estas cintas transportadoras y ascensores sería mucho más fácil que sus homólogos en cuerpos más masivos o con atmósfera (como la Tierra), debido a que la menor gravedad, la falta de atmósfera y la baja velocidad de rotación impondrían esfuerzos menores a estas estructuras. De hecho, podría construirse un ascensor espacial en la Luna con tecnología de hoy, a diferencia de lo que sucede con la Tierra (véase 4.1.2.2)).
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5) Asentamientos humanos (2.060-2.100) En el punto 3) se hablaba de la instalación de infraestructuras, la mayoría automáticas, fuera de la Tierra. Una vez desarrollado ese sistema de instalaciones, el siguiente paso será la colonización permanente del espacio, con seres humanos que vivan, trabajen y tengan allí su familia. Para describir este proceso no contamos con ejemplos ni pruebas concretas de colonización espacial (a diferencia de lo expuesto en los apartados anteriores), pero sí que disponemos de numerosos ejemplos históricos de exploración y asentamientos humanos en nuevos territorios (véase el punto 2)). Estos casos históricos, aplicados a las características “específicas” del espacio externo a la Tierra, nos sirven para elaborar diversos modelos de cómo transcurriría la colonización humana del espacio. En el caso del Sistema Solar, se tratará de un proceso paulatino. Tras la llegada de los primeros astronautas, si el sitio es de interés para ello (lugares como Marte, la Luna o Titán), llegarán misiones tripuladas de forma regular y cada vez más frecuentemente, adquiriendo experiencia para aprovechar los recursos locales y sobrevivir de forma autosuficiente. Las misiones se harán tan frecuentes que se construirán bases permanentes como la ISS de hoy (Estación Espacial Internacional), con tripulaciones con estancias temporales. Estas instalaciones se irán ampliando, y las misiones irán siendo cada vez más largas y frecuentes, con tripulaciones cada vez mayores. Con el tiempo, debido al número de tripulantes, surgirán diferentes equipamientos urbanos: hospitales, polideportivos, bibliotecas, zonas residenciales, restaurantes, cines… y nacerán los primeros niños. De repente, muchos tripulantes se sentirán arraigados y pedirán permisos o misiones más largos, o incluso vitalicios. Poco a poco, estos “colonos repentinos” se harán más numerosos, y el gobierno que controle la base se verá obligado a replantearse la naturaleza de estas misiones. Sólo entonces los asentamientos serán permanentes y reconocidos; se sucederán las primeras oleadas colonizadoras formales (reclutamiento oficial y voluntario de personas para vivir en una colonia fuera de la Tierra). De todas formas, el establecimiento de estas primeras “ciudades extraterrestres” será un proceso largo y complejo, que habrá de ser cuidadosamente planificado y llevado a cabo.
5.1) Misiones precedentes (2.030-2.040) Como hemos dicho antes, el primer paso previo a la colonización es el envío de misiones tripuladas (precedidas a su vez por sondas robóticas), con el objetivo de experimentar y hacer las primeras investigaciones: cómo aprovechar los recursos locales (oxígeno, energía, metales, bioelementos para la agricultura) y la topografía local, medidas de seguridad, qué hacer en caso de emergencia… todo ello además de buscar la rentabilidad económica de la explotación de la zona. Uno de los aspectos más importantes será la población y el consumo máximos que pueda soportar el entorno de forma sostenible (capacidad ecológica) y cómo gestionar adecuadamente los residuos, todo ello sin ayuda exterior, dado que el objetivo es que la colonia sea autosuficiente. Estas expediciones también tendrán la misión de explorar el territorio circundante, cartografiarlo y anotar y describir los puntos con recursos o los más favorables para asentamientos. Descubiertos y seleccionados los más interesantes de esos puntos, las bases permanentes serán erigidas allí para continuar las investigaciones, pero a mayor escala y con mejores instalaciones por la naturaleza de la base. Finalmente, sucederá lo descrito más arriba:
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las instalaciones y tripulaciones crecerán en tamaño y número hasta derivar en colonias formales y permanentes.
5.2) Recursos y población Toda colonia deberá ser meticulosamente monitorizada y estudiada, pues de ello depende la supervivencia de sus habitantes en un medio tan hostil como pueda ser otro planeta o luna. Los colonos necesitarán ciertos recursos básicos para construir infraestructuras, respirar, producir alimentos y disponer de herramientas. Por tanto, el lugar y las rutas comerciales habrán de abastecerles de materiales para producir herramientas y construir infraestructuras, oxígeno, agua y ciertos elementos químicos como carbono, hidrógeno, nitrógeno, azufre, fósforo, calcio, sodio, potasio… (bioelementos) que les permitan tener cultivos productivos (tal vez incluso con algo de ganadería) de forma sostenible y autosuficiente. Sin embargo, para poder abastecer de forma efectiva a la colonia con los recursos locales, esta deberá contar con un sistema productivo y bien afianzado de industrias, minas, plantas energéticas (véase 5.3)) y otras infraestructuras para el transporte y los servicios a la población. Para crear estas estructuras en un lapso razonablemente corto, se necesitará una primera “inversión de materiales” exterior, tras lo cual la colonia podrá ser autosuficiente. En cuanto al suministro de alimentos, este deberá ser proveído por un sistema capaz de aprovechar los recursos y condiciones locales, eficiente energéticamente y consumible por los humanos. Este sistema podría ser la agricultura en lugares como Marte o la Luna (donde se podría adaptar para afrontar su largo ciclo día-noche), como en la Tierra. Sin embargo, en lugares como las lunas de Júpiter y Saturno, extremadamente alejadas del Sol, la luz sería insuficiente para la agricultura, producir dicha luz artificialmente resultaría excesivamente costoso y las distancias a colonias menos remotas serían excesivas para una importación rentable. Una opción sería emplear la abundante materia orgánica de los sistemas de lunas de Júpiter y Saturno para producir alimento: tras su extracción, esta sería tratada industrialmente y empleada para cultivar hongos creados para el consumo (llamémoslo fungicultura), lo que permitiría a las poblaciones del Sistema Solar Exterior prosperar. La población, por su parte, deberá estar bien estructurada y organizada. Sería necesario un trabajo previo por parte de médicos, genetistas, sociólogos y psicólogos, procurando obtener la mejor combinación posible de personas con diferentes genomas, personalidades, edad y sexo, garantizando así la diversidad genética y la cooperación y por tanto favoreciendo el desarrollo de la colonia. La población mínima debería tener unos 500 individuos para evitar la endogamia, pero lo más seguro sería ampliarla hasta los 2000 habitantes. Habrá que tener cuidado de que la población no exceda la capacidad ecológica del entorno, y emplear las técnicas adecuadas para el reciclaje y eliminación de residuos. La evolución prosigue. Las condiciones en el espacio serán radicalmente diferentes a las que experimentamos en la Tierra. Si ya en nuestro planeta han surgido múltiples razas para adaptarse mejor a cada entorno (los andinos tienen grandes pulmones y los asiáticos orientales, descendientes de siberianos, los ojos rasgados y la piel amarilla, con tejido adiposo, para hacer frente al reflejo de la luz y al frío), así como diversas culturas, lenguas y costumbres, es de esperar que no sea diferente fuera de la Tierra. Habrá una mayor radiación y la dieta será diferente, al igual que la gravedad. Habrá menos espacio y, por razones de ingeniería, la presión
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atmosférica será menor y la concentración de O2, mayor. A esto habrá que sumar las condiciones características locales. Todo ello derivará en la aparición de nuevos argots en las colonias, nuevos acentos, nuevas fisionomías, rasgos locales propios y alguna que otra costumbre peculiar. Con el paso de los siglos, surgirán nuevas lenguas, razas e incluso culturas diferentes entre sí y a aquellas de la Tierra. Toda esta adaptación será a su vez velada por ingenieros genéticos y sociólogos (en base a una serie de principios y objetivos de la sociedad acordados democráticamente), garantizando el éxito de las colonias.
5.3) Energía Aparte de los recursos antes mencionados, la población necesitará también energía que, al igual que en la Tierra, cubrirá toda su vida cotidiana: calefacción, refrigeración, ventilación, comunicaciones, electrónica, transporte… De hecho, será más importante todavía que en nuestro planeta, debido a la necesidad de mantener sistemas de soporte vital, trajes para el exterior de las instalaciones, sistemas de despegue y aterrizaje… Esta energía deberá ser generada en la medida de lo posible con los recursos disponibles en la zona. Sin embargo, fuera de la Tierra no hay tantas opciones como en la Tierra: el O2 no sobra para energía basada en la combustión, ni tampoco hay mares o un ciclo del agua para energía hidroeléctrica o mareomotriz. Hay lugares con atmósferas densas o actividad tectónica para energía eólica o geotérmica, pero no son comunes. Probablemente la energía más eficiente y fácil de obtener sea la solar, al menos en el Sistema Solar interior (Mercurio, Venus, la Tierra y Marte) y el Cinturón de Asteroides. La energía podría recolectarse mediante enormes instalaciones orbitales (una suerte de huertos solares orbitales, la llamada energía solar espacial), para después ser enviada a la superficie por medio de láseres o radiación de microondas, ahorrando así superficie. Esta forma de energía, además de ahorrar superficie de huertas solares en el propio cuerpo celeste, sería sumamente productiva (debido a que la energía solar se absorbería antes de que llegase a la atmósfera, donde se pierde parte de la misma), y también podría emplearse en la Tierra. Allí donde la energía solar sea insuficiente, como en Júpiter y Saturno, se podrían emplear reacciones nucleares. La fisión podría llevarse a cabo con el uranio del Cinturón de Asteroides o de la Luna, siendo los residuos enterrados en remotos y aislados asteroides o cometas. La fusión (que probablemente será dominada y comercializada a mediados de este siglo) será mejor candidata incluso: más segura, con mayor producción energética por masa de combustible (a su vez más abundante que el uranio) y sin residuos peligrosos. Cualquiera de estas fuentes proporcionará una energía abundante y barata a las colonias.
5.4) Situación política y económica de los asentamientos En las colonias espaciales, no solo la supervivencia resultará crucial. Si queremos que las colonias prosperen y se desarrollen en la sociedad humana, tal y como está hoy estructurada, estas habrán de tener algo que ofrecer al resto de la humanidad, ya sea información, arte, tecnología, servicios, manufacturas o materias primas. Una vez sean autosuficientes o comiencen a tener excedentes de un cierto producto, podrán intercambiarlo con otras colonias o con la Tierra, obteniendo un beneficio y recursos escasos en la zona. También será un asunto importante su condición política respecto del resto de la humanidad.
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5.4.1) ¿Colonialismo espacial? El tema del estatus político de estos nuevos territorios y poblaciones fuera de la Tierra es, cuanto menos, un asunto espinoso. En el derecho espacial (firmado por todos los países con acceso al espacio) se indica que es ilegal la reclamación y anexión de cualquier territorio externo a la Tierra, igual que la Antártida. Obviamente, esto impide cualquier explotación económica en cuerpos rocosos (las empresas necesitan un terreno concreto para sus actividades), así como el reconocimiento político de cualquier colonia (aun siendo independiente tendría que reclamar un territorio y una soberanía). Vemos, pues, que el actual derecho espacial empieza a estar obsoleto y necesita ser actualizado. Una vez actualizadas las leyes espaciales, la expansión por el espacio será posible. Las empresas podrán emplear terreno de asteroides y de la Luna para sus actividades. Pero, ¿a quién pertenecerá el terreno de las colonias? Muchos científicos y autores señalan tímidamente que las colonias serían independientes políticamente de cualquier otra nación de la Tierra, debido a su lejanía de esta. Sin embargo, a corto plazo estas colonias serían incapaces de valerse por sí mismas en la comunidad internacional (a la que por supuesto pertenecerían), a pesar de su autosuficiencia y su participación en el comercio interplanetario. La única alternativa para no quedar a la deriva y aislarse o quedar atrasadas sería formar uniones económicas y políticas, al estilo de la UE. Sin embargo, sería difícil que en esta sólo se incluyesen colonias espaciales, porque deberían recorrer el espacio constantemente para llegar de unas a otras, y aun así su capacidad económica y demográfica sería muy inferior a las potencias de la Tierra. Al final, muchas de estas uniones estarían presididas por naciones terrestres, llevando al neocolonialismo y por tanto empeorando la situación respecto a cuando la colonia aún no era independiente. En opinión del autor, estos divulgadores científicos y escritores de ciencia ficción evitan hablar de estas colonias como dependientes de la Tierra debido a que hoy en día, por desgracia, se asocia las grandes potencias de territorio no continuo con el imperialismo del siglo XIX, estigmatizado por tres motivos: La explotación de los nativos (inexistentes en el Sistema Solar). Las disputas por puntos estratégicos, órbitas y puntos de Lagrange en el caso del colonialismo espacial (solucionable con la internacionalización de dichos lugares o simplemente de todo espacio a cierta distancia de las superficies rocosas). Las disputas por recursos no se darían, pues estos son tan abundantes en el Sistema Solar que pelear por ellos no tendría sentido. En principio, el colonialismo lleva a un sistema de dependencia y vasallaje de una zona periférica, las “colonias”, respecto de una zona central de mayor rango político, la “metrópolis”. Esta es la parte de más difícil solución. Por tanto, esta visión anticolonialista es muy limitada, dado que hubo grandes imperios en la historia (como el Romano) que lograron controlar un gran territorio mediante la colonización y la asimilación cultural de los nativos. Al final, el Imperio romano controló un gran territorio que podía tardar semanas en ser recorrido por información y mercancías, donde sin embargo todos los habitantes se sentían perfectamente romanos, aparte de la cultura local. No había nacionalistas ni independentistas, a pesar de lo remoto de algunos territorios.
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En el caso de las colonias espaciales, estas podrían ser perfectamente parte de los estados fundadores, siempre que tuvieran el mismo estatus político que cualquier otra ciudad o subdivisión territorial de ese país: sus habitantes serían ciudadanos de pleno derecho. Las mercancías y pasajeros tardarían algunos meses o semanas en trasladarse, al igual que en el Imperio romano o el español (que aun así cayeron por otros motivos), pero la información llegaría en unos minutos o pocas horas. Contando pequeños puestos de avanzada tan remotos como Plutón, la información de todo tipo tardaría apenas 12h en llegar a todo el Sistema Solar. Por tanto, en resumidas cuentas, lo más beneficioso para las colonias sería permanecer como territorios de pleno derecho de las naciones fundadoras.
5.4.2) El comercio interplanetario Como hemos dicho antes, un requisito importante para la prosperidad de las colonias sería la independencia económica, así como el hecho de que tuviesen algo que ofrecer al resto de la sociedad. De esta forma, se crearía un “mercado interplanetario”, donde la información de valor (tecnología, arte, algunos servicios…) se transmitiría por radio o láser, y los bienes materiales (manufacturas, materias primas, productos semielaborados…) se transportarían por las infraestructuras de transporte ya desarrolladas (véase 4)). Dado que estas rutas comerciales se establecerían según los recursos abundantes y escasos de cada zona, podemos hacernos una idea de cómo sería el comercio interplanetario.
Obviamente, la Tierra sería el principal centro económico. Albergaría la mayor parte de los centros de decisión política y económica, mercados, población, capital, tecnología, servicios, cultivos… Exportaría mano de obra (sobre todo cualificada) y colonos, información de todo tipo, alimentos, bioelementos y productos de lujo (no habrá tiempo ni capital en las colonias para producirlos allí); e importaría deuterio y helio-3 para producir energía, así como minerales y productos semielaborados (muchos de ellos empleados para producir en órbita productos de exportación a las colonias). Otros dos importantes centros económicos serían la Luna y Marte, que establecerían importantes rutas comerciales con la Tierra y entre sí. La Luna exportaría minerales, productos semielaborados y helio-3, para importar deuterio, bioelementos, información, manufacturas y mano de obra. Marte, por su parte, albergaría la mayor población fuera de la Tierra. Exportaría bioelementos, alimentos, tecnología, deuterio y productos semielaborados y elaborados; para importar helio-3, mano de obra, metales, información, combustible, manufacturas y productos de lujo. También serían relevantes las instalaciones, en su mayoría automáticas, en el Cinturón de Asteroides y los NEO. Operadas por empresas, exportarían materias primas y productos semielaborados y elaborados; para importar mano de obra, alimentos e información. En cuanto al Sistema Solar Exterior (las lunas de los gigantes gaseosos), serían las colonias más autosuficientes, puesto que dispondrían de una gran cantidad de recursos en sus sistemas de lunas (deuterio y helio-3, todo tipo de metales, bioelementos, alimentos…), por lo que es difícil aventurar su función económica. Desde luego, tendrían que importar mano de obra, manufacturas y productos de lujo, y es probable que acaben exportando sus peculiares alimentos locales (véase 5.2), al hablar de una forma de producción alternativa de comida. Pusimos como ejemplo la fungicultura.) y convirtiéndose en destinos turísticos, al igual que Marte, la Luna y la Tierra. Asimismo, serán un objetivo interesante para las
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LA COLONIZACIÓN DEL ESPACIO
empresas del Cinturón de Asteroides, debido a la cercanía y diversidad de las materias primas y los espacios industriales.
6) ¿Más allá del Sistema Solar? (Siglo XXII-…) Una vez que el hombre haya colonizado y explorado por completo el Sistema Solar (y probablemente algo antes), dirigirá su mirada hacia arriba, hacia esas débiles y titilantes luces que han amparado e inspirado a los hombres desde los albores de su existencia, sistemas solares como el que estarán acabando de colonizar. ¿Qué habrá en ellos? Sin embargo, se encontrará con una imponente barrera: un abismo inconmensurablemente grande, cientos de miles, millones de veces mayor que las distancias que recorre en torno a su Sol natal, tan grandes que la misma luz tarda más de cuatro años en recorrer la menor de esas distancias. Pero no hay razones para desanimarse. Las leyes de la física no impiden en absoluto el viaje interestelar. Además, hemos de tener en cuenta que cuando el ser humano esté preparado para iniciar este tipo de viajes, su tecnología, así como su capacidad industrial y la cantidad de materias primas y energía a su disposición serán mucho mayores que las de hoy (sólo hay que comparar las capacidades de ese tipo hace un siglo y hoy, ambas limitadas a los recursos planetarios; en el escenario aquí expuesto ese límite es cientos de veces mayor debido al acceso a los recursos del Sistema Solar en general). A continuación vemos las posibles características de dicha expansión extrasolar. (En este punto, para designar la distancia entre estrellas no emplearemos el año-luz, sino el pársec (pc), una unidad de medida de longitud más empleada en astronomía y definida como la altura de un triángulo rectángulo cuya base mide 1 UA (la distancia de la Tierra al Sol), midiendo el ángulo opuesto a la base 1 segundo de arco, esto es, unos 3,26 años-luz. Un año-luz es a su vez equivalente a 9,46 x 1012 km.).
6.1) Destinos A pesar de las enormes distancias, la densidad de estrellas es relativamente grande: sólo en un radio de 5 pársecs (16,3 años luz) alrededor del Sol hay más de 50 sistemas estelares con 66 estrellas en total. Es probable que en tal cantidad de estrellas tan cercanas haya más de una nueva Tierra, esperando nuestra llegada. Por supuesto, el destino de unas misiones tan costosas ha de ser cuidadosamente seleccionado: antes de seleccionar el objetivo este habrá de ser estudiado: características generales de la estrella, distancia, sistema planetario... Seguramente, las primeras expediciones interestelares tengan por objetivo los lugares donde más probablemente se haya desarrollado la vida (debido a: 1-El atractivo científico de estos mundos y 2-El enorme hito cultural que supondría la llegada a otros mundos habitados, como en su día lo fue pisar la Luna) o donde haya planetas como la Tierra. Posteriormente, también será importante la distancia y la metalicidad (contenido en elementos diferentes del H o el He) de la estrella (véase 6.3)). Para alcanzar las estrellas y evitar perderse en el inmenso espacio interestelar, las naves emplearían un sistema de coordenadas cartesianas (las empleadas en los juegos del ajedrez o de hundir la flota, pero en tres dimensiones) con el punto (0,0,0) ubicado en el Sol. Para hallar
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LA COLONIZACIĂ“N DEL ESPACIO
la posiciĂłn de la nave, habrĂa que triangular la posiciĂłn de tres cuerpos celestes reconocibles y de posiciĂłn conocida (como los pĂşlsares o el propio Sol), obteniendo asĂ la posiciĂłn de la nave, su rumbo, y la distancia a su destino. El sistema estelar mĂĄs cercano al Sol es el sistema triple de Alfa Centauri, compuesto por Alfa Centauri A, Alfa Centauri B y PrĂłxima Centauri (la estrella mĂĄs cercana a nosotros). El sistema se halla a 1,34 pc del Sol, y se sabe que cuenta con un planeta (Alfa Centauri Bb); los astrĂłnomos no descartan que pueda tener mĂĄs planetas y que algunos sean habitables. En el sistema de Tau Ceti, a 3,68 pc, se ha hallado pero no confirmado un posible planeta (Tau Ceti e) habitable. Y a 6,22 pc se halla Gliese 581d, demasiado masivo para la vida tal y como la conocemos pero con posibles lunas habitables.
6.2) PropulsiĂłn relativista Para llegar hasta las estrellas en un lapso razonable (normalmente acordado como inferior a 50 aĂąos) necesitaremos una serie de sistemas de propulsiĂłn completamente diferentes de los hasta ahora expuestos, capaces de acelerar naves hasta velocidades relativistas, esto es, velocidades tan altas que los efectos de dilataciĂłn temporal descritos y predichos por la TeorĂa de la Relatividad de Einstein sean apreciables, lo que empieza a suceder por encima del 10%c (siendo c la velocidad de la luz, 300.000 km/s). Esta dilataciĂłn se manifiesta ralentizando el tiempo en los objetos que se acercan a la velocidad de la luz, llegando teĂłricamente a pararse al alcanzar c. Este efecto estĂĄ gobernado por la siguiente ecuaciĂłn:
∆đ?‘Ą =
∆đ?‘Ą0 2
√1 − đ?‘Ł 2 đ?‘?
Donde ∆t0 es el tiempo transcurrido entre dos sucesos, medido por un observador inercial: en reposo o que se mueve a velocidad y direcciĂłn constante. ∆t es el tiempo transcurrido entre esos eventos, medido por un observador que se mueve a velocidad v con respecto al primero (este es el que estĂĄ en la nave), v es la velocidad relativa entre los observadores y c es la velocidad de la luz. Esta ecuaciĂłn permitirĂĄ calcular el tiempo transcurrido en la nave, algo importante a la hora de planificar la misiĂłn. Sin embargo, el gran problema a superar para alcanzar dichas velocidades es la energĂa necesaria, que se puede calcular mediante la siguiente fĂłrmula:
đ??¸đ?‘˜đ?‘&#x; =
đ?‘šđ?‘? 2 √1 −
đ?‘Ł2
− đ?‘šđ?‘? 2
đ?‘?2
Donde Ekr es la energĂa necesaria para alcanzar la velocidad, m la masa del objeto, c la velocidad de la luz (3x108 m/s) y v la velocidad a alcanzar. De este modo, podemos calcular la energĂa necesaria para acelerar, por ejemplo, una nave de una tonelada (103 kg) al 10% de c:
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đ??¸đ?‘˜đ?‘&#x; =
103 ∙ (3 ∙ 108 )2 √1 −
− 103 ∙ (3 ∙ 108 )2
(10% ∙ (3 ∙ 108 ))2 (3 ∙ 108 )2
Tras varios pasos, llegaremos al siguiente resultado:
đ??¸đ?‘˜đ?‘&#x; = 4,534 Ă— 1017 đ??˝ Por tanto, para acelerar una nave de una tonelada al 10% de c se necesitarĂan 453.400 billones de julios, el equivalente a la energĂa producida con la quema de unos 11 millones de toneladas de petrĂłleo. Asimismo, hemos de doblar esta cantidad para decelerar la nave al llegar a su destino, puesto que la deceleraciĂłn requiere la misma energĂa que la aceleraciĂłn. Vemos entonces el principal problema del viaje interestelar (el enorme consumo energĂŠtico), que no es distinto al de la salida de la Tierra. Sin embargo, como hemos dicho antes, antes de viajar a otros sistemas estelares ya habremos colonizado el nuestro, pudiendo asĂ emplear cantidades de energĂa y recursos mucho mayores que las de hoy. Estos sistemas de propulsiĂłn capaces de suministrar tanta energĂa, aĂşn hipotĂŠticos, estarĂan formados por cohetes, basados a su vez en reacciones nucleares altamente eficientes y energĂŠticas, como la fusiĂłn nuclear o incluso la aniquilaciĂłn de antimateria. 

En el caso de la fusiĂłn nuclear, esta serĂĄ dominada a mediados de este siglo. Es de suponer que no mucho despuĂŠs se desarrollarĂĄn cohetes basados en este efecto, que poco a poco desplazarĂĄn a los motores iĂłnicos y las velas solares, debido a su enorme ve, que conlleva una enorme fuerza de empuje y grandes aceleraciones; y su eficiencia energĂŠtica, haciĂŠndolo ideal para viajes interplanetarios. Puede ser adaptado para viajes interestelares, permitiendo una velocidad de crucero de 10-12%c, siendo esta alcanzada tras poco mĂĄs de un aĂąo de aceleraciĂłn. Esta velocidad nos permitirĂa alcanzar el sistema estelar mĂĄs cercano (Alfa Centauri) en unos 40 aĂąos, 1.000 veces mĂĄs rĂĄpido que cualquier nave actual. Los cohetes de antimateria, por su parte, requieren una tecnologĂa mĂĄs avanzada y no serĂa exagerado pensar que pueden llegar a ser los cohetes mĂĄs potentes y eficientes. Si bien el concepto de antimateria es conocido desde principios del siglo XX y en la actualidad ya se ha conseguido producir ciertas cantidades de la misma, no deja de ser una opciĂłn a largo plazo. Los costes actuales de producciĂłn hacen que sea la “sustanciaâ€? mĂĄs cara jamĂĄs elaborada y se disparan aĂşn mĂĄs si se considera la posibilidad de su almacenamiento (mediante campos magnĂŠticos). No obstante desde el principio de la carrera espacial y de la investigaciĂłn en el campo de la antimateria quedĂł muy claro que su aplicaciĂłn estrella serĂa, algĂşn dĂa, como combustible para todo tipo de vehĂculos. Basan su funcionamiento en el hecho de que cuando una partĂcula choca con su “antipartĂculaâ€? (otra partĂcula de la misma masa y carga elĂŠctrica opuesta), ambas son aniquiladas, esto es, el 100% de su masa se transforma en energĂa pura, segĂşn la famosa ecuaciĂłn de Einstein E = mc2, siendo E la energĂa producida, m la masa y c la velocidad de la luz. De esta forma, dado que toda la masa de reacciĂłn se transforma en energĂa (formada por fotones, las partĂculas de luz), la velocidad de salida de sus partĂculas (ve) serĂĄ igual a la velocidad de la luz, la mĂĄs alta
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posible. AsĂ pues, podemos emplear la fĂłrmula que desarrollamos a partir de la ecuaciĂłn del cohete de Tsiolkovsky (vĂŠase 4.1.1)) para calcular la masa de reacciĂłn o combustible necesaria:
đ?‘€đ?‘Žđ?‘ đ?‘Ž đ?‘‘đ?‘’ đ?‘&#x;đ?‘’đ?‘Žđ?‘?đ?‘?đ?‘–Ăłđ?‘› =
∆đ?‘Ł đ?‘’ đ?‘Łđ?‘’
∙ đ?‘š1 − đ?‘š1
Donde ∆v (el incremento de velocidad) es, al igual que antes, 3 x 107 m/s (el 10% de c), ve (la velocidad de salida de la masa de reacciĂłn) es la velocidad de la luz (3 x 108 m/s) y m1 (la carga Ăştil y los motores) 1 tonelada (103 kg):
đ?‘€đ?‘Žđ?‘ đ?‘Ž đ?‘‘đ?‘’ đ?‘&#x;đ?‘’đ?‘Žđ?‘?đ?‘?đ?‘–Ăłđ?‘› =
3∙107 đ?‘’ 3∙108
∙ 103 − 103
Finalmente, el resultado es:
đ?‘€đ?‘Žđ?‘ đ?‘Ž đ?‘‘đ?‘’ đ?‘&#x;đ?‘’đ?‘Žđ?‘?đ?‘?đ?‘–Ăłđ?‘› = 105,17 đ?‘˜đ?‘” Esta cifra es increĂblemente reducida y augura un gran futuro a la antimateria como combustible. Aun en los cĂĄlculos mĂĄs austeros, que suponen una pĂŠrdida de eficiencia del 50% de estos motores por emisiĂłn de neutrinos, los resultados son, con mucha diferencia, mucho mejores que con cualquier otro tipo de motor conocido o imaginado hasta ahora. Como ya se ha mencionado, el actual problema para este tipo de propulsiĂłn es la enorme dificultad y coste de producciĂłn y almacenamiento de la antimateria; sin embargo, ya estĂĄn surgiendo mĂŠtodos y procesos que es de esperar que hagan la antimateria accesible. Este tipo de propulsiĂłn podrĂa perfectamente proporcionar velocidades mucho mĂĄs elevadas que la fusiĂłn nuclear, llevĂĄndonos a Alfa Centauri, la estrella mĂĄs cercana, en unos pocos lustros o menos.
6.3) Sondas Von Neumann El transporte de equipos a travĂŠs del espacio interestelar serĂa caro de todos modos, y lo ideal serĂa enviar la menor cantidad posible del mismo y construir todo lo posible con los materiales locales en el destino. En los puntos 3) y 4) se ha descrito una red de producciĂłn, industria y abastecimiento interplanetaria. Pongamos de ejemplo el CinturĂłn de Asteroides, con tantos objetos que una prospecciĂłn e instalaciĂłn de infraestructuras controlada directamente serĂa muy laboriosa, por lo que se programarĂa las infraestructuras y sondas para realizar ellas la prospecciĂłn, instalaciĂłn y explotaciĂłn (aunque tendrĂan que monitorizarse) de forma automĂĄtica. Fue dicho tambiĂŠn que las infraestructuras espaciales deberĂan ser construidas con materiales lunares o de los asteroides, debido a su menor precio. Una flota Von Neumann serĂa un grupo de naves con dichas capacidades de prospecciĂłn y construcciĂłn de infraestructuras automĂĄtica, que serĂa enviada a otro sistema estelar. Esta flota establecerĂa un pequeĂąo sistema local de minas, industrias y transportes en un cinturĂłn de asteroides o en las lunas de un gigante gaseoso. Este sistema irĂa expandiĂŠndose y aumentando su capacidad de producciĂłn, hasta ser capaz de enviar sondas y explorar su sistema estelar. Si hubiese un planeta habitable, este serĂa explorado y estudiado, y tal vez se podrĂan construir instalaciones para cuando llegasen los colonos (vĂŠase 6.4)). Finalmente, este sistema industrial
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construiría más flotas y las enviaría a otras estrellas. Esta es la clave para la exploración interestelar: no sondas y costosas oleadas de exploración y colonización a cada estrella, sino unas pocas flotillas iniciales que, gracias al crecimiento exponencial, podrían colonizar decenas o hasta cientos de estrellas en unos años. De hecho, se ha calculado que este sistema de “naves autorreplicantes” (de ahí que tomen su nombre del físico J. Von Neumann, el primero en plantearse la posibilidad de máquinas que se “reprodujesen”) podría colonizar todas las estrellas de la Vía Láctea (unas 1011) en unos pocos millones de años, teniendo en cuenta velocidades de crucero no mayores que 1%c.
6.4) Colonias Una vez encontrado un exoplaneta habitable, su sistema estelar será colonizado por la flota Von Neumann que sea enviada, tras lo que el planeta será estudiado y explorado. Entonces, las instalaciones del sistema estelar construirán todo lo necesario para sostener una colonia: centrales energéticas, cultivos, sistemas de irrigación, zonas residenciales y comerciales, hospitales, zonas de ocio, ascensores espaciales, medios de transporte… El principal problema a la hora de establecer colonias en otros sistemas estelares serán las enormes distancias, haciendo que pasen años para que la información viaje de un lugar a otro, por lo que el contacto entre las colonias y con la Tierra será limitado e ineficiente. (En realidad, hay ciertas teorías físicas que, de ser correctas, podrían permitir la comunicación más rápida que la luz a través de diversos mecanismos, como los agujeros de gusano. Sin embargo, dado que en este proyecto se intenta tratar sólo con procesos y tecnologías basados en una física bien conocida y demostrada (no siendo este el caso de la comunicación más rápida que la luz), continuaremos dando por hecho, por pura prudencia, que dicha comunicación superlumínica es imposible.). A continuación veremos cómo serían dichas colonias.
6.4.1) El traslado de colonos A diferencia de lo sucedido en el Sistema Solar, no habrá misiones intermedias entre la llegada de las sondas y la colonización: el primer ser humano que ponga el pie en una nueva Tierra lo hará para quedarse; su viaje habrá sido solo de ida y probablemente no vuelva a ver la Tierra. Por tanto, debido al enorme coste del viaje interestelar, toda la exploración previa a los colonos será llevada a cabo por robots y los colonos habrán sido reclutados directamente: de forma voluntaria y oficial y con el propósito de establecer asentamientos permanentes, sin haber puestos avanzados ni tripulaciones temporales entre medias. De entre los voluntarios (que aunque serán un porcentaje pequeño de la población seguirán siendo numerosos, siendo sobre todo los fans de la ciencia ficción, los visionarios científicos, los siempre presentes aventureros en busca de nuevos mundos, los pobres y los que, simplemente, deseen empezar una nueva vida) los organizadores configurarán cada grupo con unos 2.000 integrantes como mínimo para evitar la endogamia a largo plazo y sobrevivir en el aislamiento, seleccionando los integrantes en función de su edad, sexo, genoma y personalidad, obteniendo así grupos numerosos, genéticamente fuertes y capaces de cooperar para así sobrevivir y prosperar. Una vez seleccionados los integrantes de la colonia, estos serán embarcados en las enormes naves, que los aguardarán en órbita. Aquí empezará el verdadero problema de la colonización
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(el mismo de siempre), hay que llevar a las personas en un hábitat y con suministros suficientes para sobrevivir durante varios años hasta llegar al destino… y tal cantidad de masa ha de ser propulsada. Se han propuesto diversas soluciones a este problema:
Naves generacionales: Consistirían en enormes arcas interestelares, en que la población que llegase a su destino sería descendiente de aquella que empezó el viaje. Constituiría una suerte de hábitat cerrado y colonia en que los colonos harían su vida. Pensado para viajes de cientos o miles de años, el sistema presenta numerosos inconvenientes: la enorme cantidad de recursos necesarios (más aún a velocidades relativistas); la deriva genética de los colonos (la adaptación al entorno de la nave dificultaría la adaptación al nuevo planeta); la deriva cultural, que también dificultaría la adaptación al planeta; y los efectos psicológicos: la primera generación habría sido reclutada para morir confinada en la nave habiendo así menos voluntarios, las intermedias podrían sentirse traicionadas por el mismo motivo (sabiendo de la Tierra estarían aislados y confinados) y las generaciones que llegasen al nuevo planeta podrían sentirse tan enraizadas en la nave que no bajasen al planeta. Colonización mediante embriones: Otra opción sería enviar una suerte de cargueros con embriones congelados que a su llegada constituirían la primera generación de la colonia. Ahorraría una gran cantidad de recursos y permitiría la intervención genética directa para adaptarse al planeta. Sin embargo, el sistema plantea numerosos problemas tecnológicos y morales: se necesitarían “úteros artificiales” eficaces, así como sistemas robóticos y de IA capaces de emular padres y profesores, educando a los niños. Asimismo, ¿es ético crear a estos niños para, tal vez en contra de su voluntad, vivir a años-luz del resto de la humanidad? ¿Es ético educarlos con sistemas artificiales, y cómo sería entonces su cultura? ¿Deberíamos concederlos verdadera autonomía y el derecho a enviar sus propias colonias de embriones? Naves dormitorio: También sería posible transportar a los colonos en una suerte de estado de hibernación o coma inducido (lo que suele llamarse animación suspendida), permitiendo así ahorrar espacio y recursos, dado que los colonos en este estado consumirían muchísima menos energía que despiertos. Llegados al planeta, los colonos serían despertados y desembarcados. Podría combinarse con el sistema de los embriones, eliminando el problema de la IA paternal. Transferencia mental: Esta hipótesis (probablemente la más exótica y hasta alejado de las tecnologías desarrolladas hoy en día) es expuesto con gran detalle en el libro The Future of Our Mind, del mundialmente reconocido divulgador científico Michio Kaku. A grandes rasgos, consistiría en un hipotético método para el traslado de colonos, pudiendo estos transportarse a la velocidad de la luz y prescindiendo de naves y grandes cantidades de recursos. Basándonos en el hecho de que el cerebro es en realidad un hiperordenador natural de estructura neuronal, en el que la información está codificada a través de las conexiones entre las neuronas, es posible (ya hay métodos propuestos) transferir esta información a un ordenador. Esta información (equivalente a toda la presente hoy en Internet) sería entonces transmitida a la colonia mediante un láser; el viaje sería instantáneo para el colono. Una vez en el destino, la información sería cargada en un cuerpo creado allí. El sistema permitiría el traslado a la máxima velocidad posible y ahorraría los recursos de una gran nave. Los principales problemas serían cómo transmitir la información cerebral (aunque ya hay métodos propuestos) y la enorme cantidad de información a
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cargar. Sin embargo, dado el crecimiento actual en la potencia de los procesadores y la enorme cantidad de información generada por la expansión por el Sistema Solar (además del progreso tecnológico), es de esperar que en el momento de colonizar las estrellas sea posible manejar tanta información. En opinión del autor, este sería el sistema más eficaz para el transporte de colonos.
6.4.2) Características y sociedad Una vez allí, los colonos se encontrarán en una situación sin precedente en la historia. Sin posibilidad de volver, la información llegando con años de retraso y apareciendo de vez en cuando nuevos colonos en otras partes del planeta, la soledad y el aislamiento alcanzarán cotas nunca antes vistas. La escasa población habrá de sobrevivir y multiplicarse rápidamente en un entorno hostil, y dependerá en gran medida de la tecnología y los robots. ¿Cómo evolucionarán su sociedad y su cultura? En dicha situación, la mano de obra escaseará. Los robots podrán realizar trabajos propios de la mano de obra poco cualificada, pero será muy difícil programarlos para ser abogados, ingenieros o científicos eficaces. Por tanto, la demanda laboral vendrá de los sectores más cualificados: el porcentaje de mano de obra cualificada será mucho mayor que el de la Tierra (e incluso que la de todo el Sistema Solar). Debido a que las máquinas realizarán los trabajos no cualificados, la información será el bien más preciado, especialmente la ciencia, la tecnología y el escaso arte (al igual que sucede tras, por ejemplo, una guerra, la labor de los colonos al llegar al planeta será desarrollarse y afianzar su posición en el planeta, quedando poco tiempo para actividades no directamente relacionadas con ello, como el arte). La forma de vida será exclusivamente urbana, puesto que las actividades económicas de la población serán las propias de ciudades (sectores terciario y cuaternario, siendo los sectores primario y secundario llevados a cabo por robots) y la población estará concentrada en pequeños núcleos urbanos (y no dispersa) por motivos logísticos y de seguridad. Debido a la preparación realizada por el sistema industrial espacial de allí, habrá una gran abundancia de bienes materiales que permitirá un alto nivel de vida y la expansión por el planeta. La tasa de natalidad será alta y es probable que se usen técnicas de reproducción asistida e intervenciones genéticas para evitar enfermedades y adaptarse al nuevo entorno. Asimismo, el enorme crecimiento de la población (debido a las políticas pro-natalidad y la llegada de nuevos colonos) permitirá poco a poco la expansión y diversificación: habrá más tiempo para el ocio, el arte y la cultura, y cada vez habrá más exploraciones del entorno. Ya sea gradual (como la colonización del Sistema Solar) o repentinamente (como las oleadas interestelares de colonización), estas exploraciones llevarán a la fundación de nuevas instalaciones, ciudades y asentamientos, que se repartirán por todo el globo. Todo esto originará sociedades radicalmente diferentes a la terrícola. Debido a la escasa población, las ciudades serán más pequeñas y el individuo será mucho más valioso, poniéndose por ello mucho énfasis en la adecuada educación de los niños, así como en la salud y el bienestar (tanto mental como físico). Por ello, es probable que se busque más que en cualquier otra sociedad humana el ocio, el bienestar y la felicidad de la población, tanto a nivel individual como colectivo. Las claves del éxito de cada uno en el tecnificado entorno serán la creatividad, la tendencia a la exploración y a probar cosas nuevas y las habilidades sociales y de comunicación; y se buscará aumentar la longevidad y el periodo laborable de cada uno. Es posible también que
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este nuevo modelo social, basado en la información, el individuo y la abundancia material sea adoptado con el tiempo en las colonias del Sistema Solar e incluso en algunas zonas de la Tierra. Con el tiempo, en cada sistema estelar, cada asentamiento, aparecerá una cultura propia, un dialecto, lengua e incluso raza local.
6.4.3) Situación política y económica En el caso de que la comunicación más rápida que la luz fuese posible, este apartado no diferiría de su homólogo dedicado al Sistema Solar (5.4)). En cuanto a los intercambios comerciales, es difícil aventurar alguna idea debido a que desconocemos las características exactas de los transportes, de cada sistema estelar, cuerpo, entidad, etc. implicados. Sin embargo, es posible hacer una aproximación: la producción agraria recaería sobre todo en los mundos habitables colonizados más recientemente (con más espacio para el sector agrario); la producción minera e industrial en los sistemas estelares deshabitados y en los cinturones de asteroides de los habitados; la producción energética en las estrellas más brillantes (mediante colectores solares) y los gigantes gaseosos (por la fusión nuclear de isótopos de hidrógeno); y finalmente los servicios, capitales, tecnología y cultura procederían principalmente de los mundos habitados desde más antiguo (la Tierra, Marte y los más cercanos al Sistema Solar), debido a su mayor población y densidad demográfica. En el caso de que la mencionada comunicación superlumínica no fuese factible, sigue habiendo dos opciones. La primera, menos ética, sería programar las instalaciones industriales del sistema estelar para obedecer exclusivamente a la Tierra, vigilar las colonias y mantener su control, induciendo una suerte de vasallaje o colonialismo (en este caso, la situación económica sería la descrita arriba). La segunda opción sería conceder a las colonias la completa autonomía y control de su sistema industrial. A partir de ese momento, la evolución de las colonias a nivel de cada sistema estelar dependería de su evolución tecnológica, cultural e ideológica, dando lugar a un abanico infinitamente amplio de posibilidades. La situación económica a nivel de toda la humanidad es aún más difícil de predecir que la política, pues dependerá en gran medida de las diferentes tecnologías, de las relaciones entre el Sistema Solar y las colonias, la evolución individual de cada sistema estelar (en lo social, cultural, tecnológico y económico), etc.
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7) Conclusión La Tierra es la cuna de la humanidad. Pero nadie puede vivir para siempre en una cuna. -Konstantin Tsiolkovski Como dijimos en el punto 1), el futuro de la humanidad depende de nuestra salida al espacio en los próximos siglos. La presión demográfica, el crecimiento económico, el desarrollo de los países emergentes y el agotamiento de los recursos naturales hacen que esta realidad sea cada vez más evidente. Además, el avance de la tecnología demuestra que sería factible e incluso rentable: son ya numerosas (y lo serán más en el futuro cercano) las empresas que obtienen enormes beneficios gracias al espacio. Uno de los negocios más prometedores es la minería espacial, la que probablemente será la llave de la expansión espacial. A partir de la minería espacial podremos diferenciar varias fases. Al principio, el sector será pequeño y se dedicará especialmente a explotar minerales valiosos para la Tierra y a suministrar materiales (mucho más baratos que los lanzados desde la Tierra) para la propia exploración espacial. A medida que los recursos de la Tierra se gasten y la población aumente, la economía decelerará su crecimiento y, a pesar de los avances tecnológicos, se prestará menos atención a la lejana minería espacial. Durante esta crisis de mediados de siglo, la fusión nuclear será por fin controlada y comercializada. La nueva fuente de energía no tardará en imponerse: renovable, segura, no contaminante, independiente del tiempo atmosférico e increíblemente potente, reunirá los pros y desechará los contras de energías renovables y no renovables. Gracias a ella y a la tecnología, se podrá dar un nuevo crecimiento económico. Los recursos terrestres seguirán encareciéndose, mientras que los espaciales irán bajando su precio. En ese momento comenzará la segunda fase: los recursos espaciales acabarán siendo más baratos que los terrestres, por lo que la nueva economía humana se basará en el espacio. Las instalaciones industriales y mineras irán extendiéndose por todo el Sistema Solar interior y se establecerán puestos avanzados para su supervisión. Poco a poco, estos puestos crecerán y se convertirán en colonias. En una tercera fase a finales de siglo, las instalaciones industriales y mineras (y poco después las colonias) llegarán al Sistema Solar exterior. Finalmente, en una cuarta fase en el próximo siglo, habrá una bien afianzada presencia humana en todo el Sistema Solar, y la disponibilidad energética, material, tecnológica e industrial será tal que la humanidad se embarcará en su siguiente gran empresa: colonizar las estrellas. A través de flotas de sondas automáticas, se establecerán sistemas de industrias y minas en otros sistemas estelares a través de los recursos locales. Estos sistemas industriales explorarán su estrella, construirán infraestructuras para la llegada de los colonos y lanzarán más flotas automáticas, permitiendo la expansión exponencial. Por su parte, los colonos irán llegando a los nuevos planetas habitables, ya preparados para su llegada. Extremadamente lejos del resto de la humanidad, poco numerosos y con una gran abundancia de bienes materiales, su sociedad y cultura habrán de adaptarse a las nuevas condiciones. Con el tiempo, aparecerá un nuevo modelo social, basado en el individuo, la creatividad, la tecnología y la abundancia material. Este nuevo modelo cambiará radicalmente la civilización humana: es posible que, debido a su éxito, sea adoptado en las colonias del Sistema Solar y tal vez incluso en la propia Tierra (y aun no
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siendo así, este sería el modelo social de todos los sistemas estelares poblados por los humanos, a excepción de Sol). La misma diversidad que hoy hay en la Tierra se dará en toda la civilización: la separación, pero también el contacto, crearán infinidad de nuevas culturas, lenguas, razas y formas de pensar. Y así habrán terminado los que probablemente sean, como dijimos al principio, los cuatro siglos más importantes de la Historia: el XIX, el XX, el XXI y el XXII. En poco más de 400 años, la humanidad habrá pasado de unas cuantas sociedades agrarias, de bajo nivel tecnológico y energético y moderadamente interconectadas a una única enorme civilización interestelar, basada en la información e interconexión y que maneje enormes cantidades de energía y una tecnología sumamente avanzada. Y a partir de entonces, ¿qué nos deparará el futuro? La historia sigue avanzando, no de forma estrictamente lineal ni estrictamente cíclica, sino en bucles. Mientras la expansión continuará y los diferentes acontecimientos se irán sumando, el interminable ciclo de la vida también continuará dando vueltas, una y otra vez: infinidad de historias locales de personas concretas, como otras que ha habido siempre. La tecnología seguirá avanzando, y dentro de varios miles o, a lo sumo, unos pocos millones de años, los remotos descendientes de Homo Sapiens abarcarán toda la galaxia. Es inherente al ser humano. El espíritu de exploración, el deseo y la necesidad de expandirse y descubrir qué hay al otro lado de esa montaña, en las profundidades de esta cueva o más allá de las estrellas nos ha guiado al éxito y nos ha diferenciado durante cientos de miles de años. Y mientras ese impulso continúa, mientras la Historia prosigue su inexorable avance, todos seguimos un mismo camino. Estamos construyendo una enorme y maravillosa catedral que ninguno llegará a ver acabada, no tanto porque aún falte para que se termine como porque nunca estará terminada. Como dijo el presidente de los EE.UU. Richard Nixon a Armstrong y “Buzz” Aldrin, el día que pisaron la Luna:
“…seguramente esta sea la llamada telefónica más importante jamás hecha, porque gracias a lo que han conseguido, desde ahora el cielo forma parte del mundo de los hombres y como nos hablan desde el Mar de la Tranquilidad, ello nos recuerda que tenemos que duplicar los esfuerzos para traer la paz y la tranquilidad a la Tierra. En este momento único en la historia del mundo, todos los pueblos de la Tierra forman uno solo. Lo que han hecho nos enorgullece.”
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Bibliografía Libros y revistas: -
Folger, Tim: Increíblemente Lejos, revista National Geographic, enero de 2.013. Harari, Yuval: De Animales a Dioses, DEBATE, 2.014. Kaku, Michio: The Future of Our Mind, DEBATE, 2.014. Kaku, Michio: Physics of the Future, Debolsillo, 2.012. Smith, Cameron M.: La Humanidad en el Espacio, revista Investigación y Ciencia (nº438), marzo de 2.013. Stern, S. Alan: Exploración Espacial de Bajo Coste, revista Investigación y Ciencia (nº441), junio de 2.013.
Películas y series documentales: -
Serie documental COSMOS, A Personal Voyage; presentada por el Dr.Carl Sagan. Serie documental COSMOS, A Spacetime Odyssey, presentada por el Dr.Neil deGrasse Tyson. Serie documental Into the Universe with Stephen Hawking, presentada por el Dr.Stephen Hawking. Película documental The Mars Underground, de la Mars Society y presentada por el Dr.Robert Zubrin.
Cursos: -
Diversos cursos de astrofísica impartidos en la Casa Sefarad de Madrid por el Dr.Telmo Fernández (Doctor en Astrofísica y Subdirector del Planetario de Madrid) y el Dr.Benjamín Montesinos (Doctor en Astrofísica e Investigador del CSIC en el Centro de Astrobiología), con la participación del Dr.Angelo Cassatella (Doctor en astrofísica y Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de Madrid) y del Dr.Javier Ventura Traveset (Director de Comunicación y Educación de la ESA en España), entre otros.
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